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Sexo y temperamento en las sociedades primitivas.

Margaret Mead

Daniel Ortega. MPS-501

Las sociedades primitivas, como el resto de la población, están provistas de una


imaginación que es única del género humano, la cual ha ayudado a la creación de
una construcción social, en la cual hombres y mujeres crean posiciones sociales
convenientes, como pueden ser el tipo de conducta, sexo o puntos de referencia
para la diferenciación, fortaleza, belleza, variaciones innatas, etc. Las posiciones
sociales están determinadas por las características del seno social. Estas
características difieren de sociedad a sociedad, algunas se mantienen y algunas
otras están basadas en supersticiones, ya que cada pueblo se rige de premisas
que son incompatibles entre sí. Así, con el transcurso del tiempo, cada generación
va moldeando los sistemas éticos, religiosos, el arte, la literatura y el modo de
relacionarse con el sexo opuesto. Todo aquello de lugar y origen a la cultura, que
es la que determina el ritmo de vida. Aquí se analizan personalidad, temperamento
y diferencias de género de una sociedad primitiva a saber: Los Arapesh.

Los Arapesh llevan a cabo el cumplimiento de reglas en el desarrollo y bienes, los


cuales son incompatibles para cada sexo. Se caracterizan por tener una
conciencia en función del otro, sin embargo, hombres y mujeres llevan funciones
diferentes desde el nacimiento, iguales en algunos aspectos de crianza y en otros
existe una marcada diferencia. Así, por ejemplo, las mujeres llevan a cabo
funciones reproductoras, cocinar, recoger leña y agua, cortar la hierba o trasguear
cosas; los hombres en cambio, se encargan de actividades como proveer
alimento, caza, cultivo, construir casas, etc. De esta manera se prioriza la ayuda a
los niños que están en crecimiento y van formándose un aprendizaje; con esto,
Margaret Mead se refiere a los Arapesh como una cultura con un sentido maternal.
Tanto hombres como mujeres resaltan el pacifismo, la cooperación, atención al
otro y además se valora el cuidado y atención al hijo. Buscan que los niños
desarrollen una personalidad pacifista, amable, plácida, satisfecha, cálida, dócil y
fiel, único trabajo que es característico tanto de los hombres como de las mujeres,
de esta forma se asegura la trascendencia y la preservación de la cultura. Se
promueve entre todos los habitantes la confianza. La agresividad contra otro del
clan no es permitido, para ello deberán desplazar su rabia a otro objeto, a las
niñas les enseñan a inhibir incluso esos sobresaltos de rabia, por lo cual tienen
mayor control ante la frustración. El temperamento agresivo no figura como ideal
en esta cultura.

Para un efectivo desarrollo de los niños en cuanto a la formación de la


personalidad, es necesario el cuidado que ponen los padres desde las primeras
etapas de crianza. La actividad sexual es pausada desde el embarazo hasta
aproximadamente el primer año de vida de la cría. No permiten en lo posible que
los niños lloren, de ser así, calman el llanto proveyendo alimento y pecho. Crecen
en continuo contacto con el clan. Al dar sus primeros pasos se deja de cargarlos a
todos lados, acción que se experimenta con culpa y se recompensa con cariño. El
amamantamiento se vuelve una actividad lúdica, el niño se desprende
progresivamente del pecho con una actitud de disfrute. Continuamente se ven
reforzados en la confianza al mundo externo, se les habla con oraciones positivo a
cerca del entorno y las personas, y aceptan el contenido, llevando a cabo una
respuesta en función del contenido de las oraciones. De esta manera, aprenden a
socializar afectivamente con la gente, de manera idónea y con cortesía. Hasta
este punto la crianza en ambos sexos no se observa tan diferenciada, es hasta la
edad de 7 u 8 años cuando comienzan a notarse el desarrollo y promoción de la
personalidad por género.

Los varones que cumplen con la edad de 7 u 8 años ya manifiestan una


personalidad feliz, confiada y satisfecha. En la adolescencia se experimenta
menos prohibición y juegan con sus genitales con connotación erótica. Llegado el
momento los varones realizan una iniciación que los separará definitivamente de
los más pequeños. Se organiza una fiesta para presentar a la nueva generación
masculina. Ya están en derecho de tener conyugues, generalmente menores que
ellos. Tras la iniciación, además de la vida marital, adquieren deberes y colabora
con los miembros de su familia en dichas actividades. Así se vuelven parte activa
de la sociedad, y continúan con las tradiciones de procreación y crianza,
perpetuando los ideales de la cultura dominante.

Las mujeres en cambio, llegada la edad, 7 u 8 años, es desposada y su marido es


quien se hará responsable de su desarrollo. Lo matrimonios son arreglados por
conveniencia. Es interesante resaltar el hecho de que los futuros matrimonios
sean elegidos por los padres desde la infancia de los niños, llevando a la niña a
vivir desde temprana edad con su prometido creando lazos de hermandad. Esta
situación es un claro hecho que justifica la exaltación por la protección de unos
con otros. En el hogar del marido las mujeres acarrean leña y agua, plantan y
recogen vegetales y preparan los alimentos. Hay ceremonias supersticiosas en
torno a la menarquia, lo cual anuncia que en algún tiempo más, un año
aproximadamente, se podrá engendrar hijos. Las mujeres llevan vidas plácidas,
son felices y se adornan alegremente.

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