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SUELTOS
Carlos Martínez Rivas
Con la madrugada del 16 de junio de 1998 llegó la ra; por su lectura poética y trágica de los Evangelios, poe-
muerte de Carlos Martínez Rivas. Sus setenta y cuatro años mas espléndidos que fueron conservados por amigos como
se detuvieron como desenlace de una salud minada en com- reliquias de amistad o por conocidos que sentían por él genui-
plicidad con el alcohol. La noticia rompió, por unos cuan- na devoción.
tos días, el silencio admirativo que rodeó su vida y su poesía.
Pero también, me atrevo a pensar, Martínez Rivas dispersó
Al dar cuenta del fallecimiento, en su país se especuló sobre estos poemas por una decisión personal y literaria: olvidarse
la cantidad de poemas que dejó sin publicar. Cerca de “dos de agruparlos en un libro, es decir, en un libro que carecie-
mil inéditos” aventuró una agencia informativa. Tal cifra ra de temática y sentido poético unitarios y armoniosos. Un
hizo pensar enseguida que la obra de Martínez Rivas, firme- libro que fuese como La insurrección solitaria, que ya no
mente cimentada en las letras hispanoamericanas gracias a habría de escribir nunca. Aunque intentó escribirlo y así lo
su libro La insurrección solitaria, publicado en el año de 1953, hizo saber en algunas entrevistas periodísticas. Como el úl-
requeriría de nuevas lecturas y ponderaciones. Sin embar- timo poeta auténticamente solemne que fue, su preocupación
go, al paso de cuatro años, y luego de que su obra fue decla- no era la de lograr un poemario más en su cuenta, sino la de
rada patrimonio cultural nacional, aún se desconoce el nú- fraguar “una obra”.
mero real de poemas que dejó sin publicar.
A contrapelo de estas suposiciones, el hecho es que estos
Estos Poemas sueltos forman parte de ese legado por des- poemas sueltos son de valía y, como podrá comprobar el
cubrirse. Son poemas regados, aquí y allá, por propia mano, lector, despliegan ese enorme poder que el poeta nicaragüense
en papeles que Martínez Rivas perdía con una sospechosa supo darle a las palabras.
facilidad. Poemas impulsados por su regodeo ante una pintu-
TIEMPO 32 ARCHIPIÉLAGO
Soplos del taller
TIEMPO 33 ARCHIPIÉLAGO
Pierre Auguste Renoir (1841-1919) Un milagro
(Jacques Lipchitz)
Cuando se mira este dibujo al aguafuerte; esta
Bañista Sentada, de Renoir (la hoja, sostenida La recuperación de nuestra fuerza creadora que,
contra la pared por una regla, frente a mi mesa), agradecidos, experimentamos, el retorno a nuestro
percibe uno el corazón del artista, su tierna espíritu del élan (terminología bergsoniana) vital,
visión, colmando de robustez y de placidez que suponíamos extinto en nosotros, a la sola vista
a esa muchacha; a la que, en mil novescientos cinco, casual, hojeando una Enciclopedia ilustrada, de la
el pintor, de sesenta y cuatro años, aquejado euritmia y el movimiento en este ARLEQUÍN, figura en
de neuritis, con sus dedos agarrotados, hierro forjado de Jacques Lipchitz —es un milagro.
le pidió, con aquella campesina turbación
que dicen que no perdió nunca, posar para él.
Aquí, ella, una muchacha de los alrededores, Woman in Orange by Willem de Kooning
en ese mediodía de mil novecientos cinco, (Collection Stedelijk Museum Amsterdam)
dejó de crecer. No envejeció. Sigue siendo
joven, en el Museo de L’Ermitage, y aquí, en mi casa. La apenas insinuada sonrisa de las prístinas
Confiada, pletórica de pechos y nalgas. Korés: aquí, resuelta en rictus lascivo y sierra
de diminutos dientes en mandíbulas de anguila.
¿Quién celebra hoy a los roedores. A pintores
grises, gris gabán gris-ratón, que mordiscan el queso
con hoyos de lo sórdido? / Eduard Manet, supremo
pintor de los fondos negros; Claude Monet, Martirio de San Sebastián. Anónimo
intangibles valenciano. Escuela Hermanos Serra
nenúfares removiéndose en el agua intacta;
Camille Pissarro, ojo de águila sobre la hormigueante Atado al leño el lívido desnudo,
Ciudad: él, el más grande entre los grandes con tantas en el tronco flechas cuantas
que añadieron en el carcaj había del verdugo.
un eslabón más a la larga cadena.
Museo del Prado,
Madrid, 1948
TIEMPO 34 ARCHIPIÉLAGO
El frío
y la transfusión de sangre de los Museos
TIEMPO 35 ARCHIPIÉLAGO
Ánfora Aguafuerte
peliké para
Raúl Quintanilla Armijo
Sobre fondo negro
HERMES rojo y barbado LAS HIENAS
los codos sosteniéndole el manto desceñido
persigue a una mujer que huye despavorida. Con luz sucia de madrugada
Del cerco de sus labios y sendos pastes de alamore
—inscritas en el ánfora— friegan tres viejas sus chapas.
salen estas dos aladas palabras:
KALOS KALE Tres dentaduras postizas
“¡Linda! ¡Lindísima!” segundamano, demasiadas
para sus bocas tan fruncidas.
Cerámica Ática, s. V
los ángeles california 1963 Que no encajan bien. Y las hacen
en la luz sucia de madrugada
parecer hienas amenazantes.
UR Escombros de Managua,
NA septiembre de 1978
V O T I VA
TIEMPO 36 ARCHIPIÉLAGO
La bujía apagada Peán de honor y muerte
al poeta Eliseo Diego:
Aguarda un poco, pronto tú también
reposarás. Nadie cantó a sus gatos, como tú en
tu libro, A TRAVÉS DE MI ESPEJO.
Su silla preferida
y el silencio, te lo nombrarán a sus anchas.
TIEMPO 37 ARCHIPIÉLAGO
Góngora y Argote en su torre Señal, pacto y éxtasis
—Don Luis, ¿en negra noche el trabajo? Pero ni el niño ni la madre dijeron una palabra para
—No tan negra como lo tachado. obtener esa parcela de monte por menor precio;
Mi escritorio es incómodo, bajo, ocupados
hecho de un ataúd descartado. del potrillo cuyas patas delanteras trenzadas genuflexas
Uso pluma funérea, de grajo. se enderezaban con ímpetu y torpeza conmovedores.
Queda Febo, a mi luz, deslumbrado. En el distante mundo otro que unidos soñaron
—dentro
del viento y el polvaral de abril— innumerables ígneas
verdes estrellas diurnas nacían y estallaban girando un
Invocación instante fuera de su nebulosa.
Si no subí tan alto si no salgo La madre apretó un poco más fuerte la mano del niño,
de mí mismo al abismo que no toco en rapto.
si de nada de nada soy más poco Era, ya no la tierra y su horizonte: el Cielo mismo.
válgame tu valor si algo te valgo El interior del Velo, que ambos miraban
nadie que cual nadie tuyo te invoco. en desesperado
borde de sonreír.
ENVÍO: A Santa Teresa de Jesús, muerta un
4 de Octubre, a las nueve de la noche, en
Alba de Tormes; desprovista de Dios, y de
cualquier bien terreno que se llamare vida. Parte urgente nocturno reitero:
TIEMPO 38 ARCHIPIÉLAGO
Los amores Glosa a:
Una vez que un amor nace en uno, crece. “No os dejaré huérfanos”. Juan 14, 18
Y no deja de crecer. “Quédate con nosotros, porque se hace tarde...” Lucas 24, 29
Y no muere.
Y al término de la vida se halla uno atado La vista del hogar del Rey David niño, Jerusalén.
por esos amores que crecieron como bejucos. El paso lento por las calles del madero a cuestas.
Morimos asfixiados por estos bejucos, enro- El aburrimiento en la cruz. La rendición final.
llados, apretando el cuello, el pecho, los lomos.
De nada nos servirá podarlos regularmente Las posteriores apariciones en su magnética
con las grandes tijeras jardineras a dos brazos distancia, propia de los disidentes.
para impedir su inexorable crecimiento. ¿No ardían, acaso, nuestros corazones cuando
Se nos iría la vida en ese esfuerzo; esfuerzo se nos unió en el sandaliado sendero polvoriento
como el de Sísifo o el de las Danaides: vano. a esa hora, la de regresar como de un crimen
El único remedio contra los amores con una hoz o una guadaña; cuando
sería matarlos. el horizonte sangre, y nubarrones
del humo, incandescentes, arden desde su centro?
¡Matarlos antes que nacieran!
Los llegados después, no tarde, a tiempo nuestro;
entre las Pinturas, en las bien enceradas
Antiguas Pinacotecas, hemos sido testigos de la
Glosa a: íntima
cena en Emaús (Su halo, el pasmo
“...en toda ofrenda ofrecerás sal”, Levítico 2, 14 de los discípulos, la fracción del pan) que trasmite
“Tened sal en vosotros mismos...”, Marcos 9, 50 en su idioma de lienzo aceite almagra la promesa
de que nos dejará solos. Que
SENSUALIDAD Y SESOS REBOZADOS
desde ese anochecer se quedó con nosotros.•
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