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La preferencia por la madera desde los inicios de la historia de la construcción y su persistencia in-
cluso en circunstancias adversas parecen indicar que existe una afinidad especial entre el hombre y
este material, por encima de su simple disponibilidad.
La madera ha sido siempre un material controlable y bien conocido, sobre el que ya desde la cultura
grecorromana se ha centrado la investigación y el paulatino desarrollo de técnicas con el fin de apro-
vechar al máximo sus propiedades. La herencia de estos conocimientos se mantuvo, siglo tras siglo,
hasta la revolución industrial, en la que el hierro, como material de alta resistencia, desplazó a la ma-
dera de las funciones estructurales a las meramente decorativas o de revestimiento. Sin embargo, las
modernas técnicas de laminado y encolado han permitido volver a situar sus propiedades mecánicas
a la altura de las circunstancias. Por tratarse de un material orgánico, cuenta con unas cualidades adi-
cionales que no encuentran competencia, pero esto mismo obliga a la vez a buscar soluciones para
mantener el equilibrio ecológico que en buena medida depende del mantenimiento de nuestros bos-
ques.
Viviendas pre urbanas
Antes de abordar la exposición cultural del empleo estructural o resistente de la madera a lo largo de
la Historia, conviene apuntar una serie de consideraciones según el grado de estabilidad y durabili-
dad de las construcciones.
Viviendas efímeras
La necesidad del hombre de protegerse frente a variaciones climáticas o de temperatura le obligaron
a inventarse refugios, más o menos fijos, que consistían en armazones de madera someramente traba-
jados que servían de soporte a un recubrimiento compuesto de materiales orgánicos, vegetales o raí-
ces, en algunos casos amasados en algún medio ligante.
Las soluciones más sencillas son las vinculadas a situaciones efímeras por el carácter móvil o tras-
humante de su cultura, siempre a la búsqueda de recursos para subsistir.
Datados en el año 4000 a.C. se han encontrado vestigios de viviendas de carácter estacional en la
aldea de Panp’o (China), formadas por seis troncos que rodean un fuego central, que sirven de sopor-
te a un techo cubierto con barro y césped.
Estas sencillas estructuras, con independencia de su carácter más o menos eventual, se van progresi-
vamente complicando en función de las exigencias de sus habitantes.
Viviendas semipermanentes
Las culturas más sedentarias han dado a sus construcciones un carácter más estable y han producido,
por tanto, un trabajo más cuidado. Normalmente se trata de pueblos agricultores o de ganadería do-
méstica, mucho más vinculados al terreno.
Un primer ejemplo podría ser el de las aldeas neolíticas construidas sobre palafitos descubiertas en el
lago suizo de Neuchâtel en 1885, que estaban formadas por casas de madera cuya duración limitada -
de seis a doce años- provocaba su reconstrucción periódica. Las viviendas se levantaban sobre unas
plataformas apoyadas sobre palos empotrados en el fondo de los lagos, ríos o pantanos donde se ubi-
caban.
En las viviendas babilónicas de la Baja Mesopotamia, en
concreto en los restos de Katal Hüyük (Anatolia, 6000
a.C.) se han encontrado viviendas colectivas hechas con
ladrillos de adobe y un ligero entramado de madera, a las
que se accede desde el techo mediante una escalera tam-
bién de madera, ya que una gran parte de la vida se desa-
rrollaba en la terraza.
Estos techos eran por tanto planos, construidos mediante
tiras de caña recubiertas de espesas capas de fango, y se
apoyaban sobre vigas de madera. El interior se organiza-
ba en plataformas, la más importante de las cuales se
enmarcaba con troncos de árboles.
Mucho más recientemente, con sistemas provenientes de la antigua civilización anasa pero que per-
duran en la actualidad, los indios pueblo (Arizona y Nuevo Méjico, América del Norte) desarrollan
unas construcciones en forma de graderío, caracterizadas por muros de ladrillo de adobe o piedra
sobre mortero, con grandes vigas de madera de cedro de 30 cm de diámetro que se apoyan en los
muros, y viguetas transversales muy juntas entre sí apoyadas a su vez sobre las vigas. Las vigas prin-
cipales no se cortan dada su escasez y en previsión de su posterior reutilización, de forma que sobre-
salen por la fachada en una imagen característica de estos núcleos.
Viviendas permanentes
Cuando la cultura vinculada a la tierra alcanza importantes grados de desarrollo, la vivienda necesita
ser mucho más duradera y prolongar su vida a varias generaciones. Se construye ya necesariamente
con materiales duraderos (madera o mampostería), y cuando la zona está expuesta a cambios climáti-
cos importantes que requieran una especial adaptación, se recurre a materiales aislantes.
En esta línea se ha comprobado que incluso en el Neolítico había construcciones permanentes de
troncos. Los arquitectos fenicios eran expertos en edificación con piedra y madera, y construyeron en
torno al siglo X a.C. casas más altas que las de Roma. Los escitas, según Herodoto, utilizaron troncos
para la construcción de las cámaras funerarias de sus reyes, en una época coetánea, en torno al año
1000 a.C. Escritores romanos como Tácito hablan ya de construcciones en Alemania con estructura
de troncos cortados, de sección cuadrangular. Estas viviendas que, precisamente por su disposición
enterrada, se han conservado mejor que muchas estructuras al aire libre.
Se observan tanto tipologías de apoyo superficial como de apoyo profundo.
Entre las primeras, el apoyo puntual mediante postes cortos de madera encajados en el terreno fue el
sistema más característico de toda la Prehistoria (desde el Paleolítico hasta la Edad de Hierro), y po-
día llegar a encontrarse tanto en asentamientos temporales como permanentes. También se empleaba
el apoyo lineal sobre el terreno, mediante troncos acostados horizontalmente, y el apoyo profundo de
los palafitos en terrenos húmedos y pantanosos.
En definitiva, la utilización de la madera estructural era desde los orígenes del hombre un recurso
generalizado, principalmente condicionado no tanto a la estabilidad del asentamiento como a la dis-
ponibilidad de este material. Estaba claramente ligada a las zonas de bosques abundantes, que permi-
tían y potenciaban la madera como material de construcción básico.
Cuando era asequible, la cultura de su utilización y el oficio para su manipulación se desarrollaban
sin más problemas.
Historia del Log Home
Algunos autores hablan de cientos de miles
de años cuando se refieren a los orígenes de
las construcciones con troncos de árboles.
Es posible imaginar que fue una de las alter-
nativas iniciales del hombre para poder cons-
truir su abrigo, desde el neolítico con herra-
mientas de piedra, pero mucho más desde la
edad del hierro o del bronce, donde se contó
con medios como para voltear un árbol y
luego conferirle al tronco la forma más ade-
cuada para su utilización como parte de un
edificio.
El árbol fue utilizado como un enorme mam-
puesto y muchas de las técnicas tuvieron si-
militud con la tecnología de la construcción
en piedra o en tierra.
El muro resulta del apilamiento de troncos con distintos tipos de devastado de sus caras que dan ori-
gen a diversas alternativas constructivas. Pero todas ellas tiene algo en común, el “tejido”, por medio
de encastres a cuarto de madera (o media madera en algunos casos), de los extremos del tronco. Esta
simple solución se encuentra en los edificios más antiguos y continúa siendo en el siglo XXI, la
c1ave básica de esa modalidad de construir muros.
Hace casi 3000 años, en la soledad y en la inmensidad de los bosques europeos, los hombres empe-
zaron a usar troncos para construir sus casas con los árboles que había tallado, con hachas de bronce
cuyo conocimiento acababan de adquirir.
El hombre ha utilizado desde las épocas más primitivas, la madera para construir sus refugios-
vivienda. Existen testimonios arqueológicos de que en el periodo neolítico ya se utilizaban construc-
ciones de troncos. Incluso alguna de esas construcciones han perdurado hasta nuestros días, lo que
nos indica la gran durabilidad de la madera; algo que no ocurre con ningún otro material (hormigón,
acero, hierro, aluminio, PVC, etc.) excepto la piedra.
La casa de troncos más antigua que aún se
conserva en su totalidad esta en Noruega, se
la denomina la "Ranlandstue" y es del año
1.250 d.c. Esta casa se encuentra en la actua-
lidad en el Museo Popular de Oslo, y está
construida con troncos de Abeto.
Diversas técnicas de construcción de troncos
aparecieron por toda Europa, reflejando la
tradición, la cultura y las habilidades de cada
una de las regiones.
En Francia, en algunas áreas, par ejemplo en el Sur de los Alpes, todavía se encuentran algunas cons-
trucciones de madera, llamadas " fuste ", que es una vieja palabra francesa para designar esas casas
de madera hechas con trancos de arboles.
Los hombres inventaron una técnica apropiada de un ensamblaje de troncos que evitaba calafatear-
los.
Consistía en trazar cada tronco con una herramienta hecha de hierro, que parecía a un par de diviso-
res, y ajustarlo, reproduciendo la forma del tronco de abajo. Se conoce como la técnica europea de
ajustamiento de los troncos por un trazado sin calafatear.
Las investigaciones arqueológicas en Europa parecen mostrar que las casas de troncos, construidas
con los arboles enteros, empilados y cortados, se pueden encontrar desde siempre por todas partes.
Es una técnica de construcción que encontramos tanto en las regiones frías como en las montañosas,
o las selvas. En la mayor parte de las regiones europeas, como consecuencia de la agricultura y más
tarde, del desarrollo industrial, las tierras eran, día tras día, despobladas de arboles y con la carencia
de arboles, la tradición del arte de la construcción de las casas de troncos se convirtió en una heren-
cia perdida y olvidada.
El alto consumo del recurso
forestal requerido por esta
tecnología, no fue un límite
cuando los bosques parecían
infinitos frente a una pobla-
ción escasa en número y ac-
tividades.
Desde el principio del pasado
siglo XX, un amplio progra-
ma de repoblación forestal
fue lanzado en toda Europa,
por ejemplo en Francia, don-
de en la actualidad el 30 %
de su superficie está cubierta
de bosques. Estos bosques
ahora están produciendo una
gran cantidad de coníferas,
que permite un nuevo desa-
rrollo de la industria de la
construcción de troncos.
Estas tradiciones de construir llegaron también al entonces nuevo mundo, sobre todo a América del
Norte (originado en los grupos que migraron a esas latitudes), y en un inicio parecía volverse a la
imagen de la Europa del pasado, los grandes bosques frente a pocos pobladores.
En Norteamérica, donde los bosques casi vírgenes eran abundantes, la llegada de los emigrantes eu-
ropeos hizo revivir la técnica de construcción de troncos que ahora es parte de las tradiciones de los
pioneros norteamericanos.
Las columnas de piedra que se observan en algunos parece claro que reproducían modelos anteriores
en madera. Sólo así es posible explicar la forma invertida (más estrechas en la parte inferior) que
solían adoptar, y que correspondería a un árbol en el que la parte alta se cortaba en punta para clavar-
la en el suelo y la horqueta de la raíz se aprovechaba para encajar la viga. Se observan ya muros de
fábrica de piedra aglomerada con barro, reforzados con maderos horizontales y verticales a modo de
encadenados mecánicos, de forma que las esquinas de la edificación quedaban protegidas y los hue-
cos recercados.
Esta combinación de mampuestos con madera, que se empleó ya en el templo de Jerusalén, procedía
de los fenicios.
Hacia el 1500 a.C. la presencia de la madera en la estructura de la casa griega, que puede considerar-
se como el punto de partida de la arquitectura popular mediterránea, era ya casi exclusiva. De esta
forma se consolidaron los pórticos y patios formados por columnas y pies derechos y entrevigados de
madera. Este material, por otra parte, estaba en condiciones de prestar a las fábricas armadas el nece-
sario grado de flexibilidad ante la existencia de terremotos.
Solo los también frecuentes incendios desplazaron la atención hacia la piedra en los grandes edifi-
cios, pero incluso en estos debía contarse con la madera para articular los tambores de las columnas.
Este proceso de sustitución, que comenzó hacia el 700 a.C., comenzó por los soportes y los muros, y
terminó afectando a los dinteles para dejar la madera solo en la estructura de cubierta, como la mayo-
ría de los edificios monumentales de occidente a partir de entonces. Sin embargo, no se adoptó la
solución de los armazones que ya eran empleados por fenicios o etruscos, consistentes en dos pares
de madera inclinados unidos por un tirante horizontal, sino que se multiplicaba la estructura vertical
mediante endebles pilarillos de madera que apenas introducían empujes laterales.
No obstante, este sistema conducía a que al menos las vigas transversales centrales fueran de gran
escuadría, hasta superar los 60 cm de canto; así, muchos templos quedaron sin cubrir en la espera de
la llegada de estas vigas, muy difíciles de obtener.
Etruria
A pesar de que el pueblo
etrusco dominara desde muy
temprano el trabajo de la
madera y la construcción de
los armazones de techumbre
de origen fenicio, reservaron
estas estructuras para los
templos, mientras que sus
viviendas las resolvieron
siempre a un agua, incluso
cuando tenían que cubrir
una doble crujía con desa-
güe a dos vertientes, pues en
esos casos elevaban el muro
central para evitar la cum-
brera común.
Pero la característica más propia de la casa etrusca fueron, sin duda,
las dos vigas paralelas que soportaban la cubierta del atrium y permi-
tían que, a diferencia de las viviendas griegas, las esquinas del patio
pudieran resolverse sin columnas; los pares de la cubierta inclinada
del impluvium apoyaban en los muros perimetrales y en dichas vi-
gas. Esta estructura se conocía, en tiempos de los romanos, como
cavoedium tuscanicum. Sobre los pares de madera se colocaba el
tablazón continuo que debía recibir la teja cerámica plana con cobija.
Otra diferencia frente a la construcción griega se encuentra en las cubiertas de los templos. Mientras
que los griegos apeaban los pares de la cubierta en pequeños pilares de madera que a su vez descar-
gaban en una viga horizontal sin función de tirante, en los templos etruscos y romanos el soporte de
la cubierta estaba constituido por una auténtica estructura de cuchillos planos de pares y tirantes,
muy próximos unos de otros (unos 50 cm), arriostrados mediante tablillas longitudinales sobre las
que se colocaba la tablazón continua. Puede hablarse ya de tirantes pues el tipo de apoyo de las co-
rreas sobre ellos evidencia una intención de hacerlos trabajar a tracción.
Roma
Los romanos decidieron, por motivos eminentemente prácticos, seguir resolviendo la cubierta de la
casa señorial o domus de la misma forma que la casa etrusca, es decir, elevando los muros para apo-
yar, a un lado y a otro, los pares de las cubiertas a una sola agua.
Sin embargo, a diferencia de los etruscos, recuperaron las columnas en las esquinas del patio para
apoyar las cuatro vigas perimetrales en las que descargaban los faldones de la cubierta del complu-
vium. De esta forma renunciaban al cavaedium tuscanicum, tras comprobar que las dos vigas que
atravesaban el patio y sobre las se apoyaba la cubierta eran el elemento más caro de toda la estructu-
ra.
Las cubiertas de los templos y otros edificios de menor entidad (casas de pisos -insulae- y algunas
basílicas al principio) se resolvían mediante las estructuras trianguladas de madera experimentadas
ya por los etruscos, aunque hay que señalar la falta de restos o documentos que podrían facilitar su
descripción. Vitrubio definió los elementos componentes de la armadura elemental para las carpinte-
rías de gran alcance: dos pares o alfardas, inclinadas según las pendientes de las vertientes y unidas
entre sí en la parte superior, y una entrecinta o tirante, que recibía el pie de los pares.
El empleo generalizado de la cercha puede considerarse, por tanto, como una auténtica aportación
romana, en la que todos los elementos están sometidos a solicitaciones simples de tracción o de
compresión, y los muros de apoyo solo soportan una carga vertical equivalente al peso de la cubierta,
pues el tirante absorbe todas las componentes horizontales del empuje. Tampoco el evidente peligro
ante la posibilidad del incendio pasó desapercibido para los romanos. Uno de los recursos que idea-
ron consistió en sustituir la cercha de madera, cada dos o tres tramos, por un arco diafragmático de
hormigón y ladrillo, destinado a funcionar como cortafuegos. Pero el empleo de la madera por parte
del imperio cedió ante las posibilidades del hormigón y las cubiertas abovedadas, que se aplicaron
para cubrir todo edificio monumental; puesto que los armazones podían apoyar directamente sobre
las bóvedas, su estructura mecánica fue perdiendo importancia (como ocurrió también en los templos
cristianos a partir del románico) hasta perderse. En ocasiones, incluso, se resolvían sin ningún arma-
zón superior de madera, pues se colocaba la teja directamente sobre la piedra, con las necesarias
adaptaciones de pendientes.
La experiencia adquirida en armazones de madera quedó relegada a los apeos y otros elementos au-
xiliares, especialmente las cimbras que daban forma a estas bóvedas, y que se formaban con dos ar-
cos de círculo de madera sólidamente triangulados y unidos por un tablado semicilíndrico -manto de
la cimbra-.
El relevo lo tomaron entonces las basílicas paleocristianas construidas en territorio del imperio du-
rante los siglos IV-VI, que llevaron a cabo el mayor desarrollo de este tipo de estructuras antes de
que se perdieran en la época de las invasiones bárbaras.
Basílicas paleocristianas
La basílica paleocristiana, que había tomado su tipo
de la basílica romana, conservó la estructura vista de
madera como medio para cubrir sus naves, también
cuando en Roma llegaron a imponerse las bóvedas de
piedra. Esto permitía una serie de particularidades
expresivas responsables de la creación de un nuevo
tipo arquitectónico propio del cristianismo; el hecho
de que estos ligeros armazones no transmitieran em-
pujes a los muros hacía posible entender los muros
como paredes mínimas llenas de ventanas y apoyadas
sobre columnatas articuladas, incapaces de absorber
esfuerzos distintos a los gravitatorios. Sin ser nuevo
este sistema, sí hay que destacar las aportaciones de-
terminantes de su evolución debidas a estos edificios.
Las cerchas empleadas en la nave central tenían siem-
pre dos vertientes, y fueron fundamentalmente de dos
tipos: de simple y de doble pendolón.
Las primeras contaban con un solo jabalcón -pieza inclinada- a cada lado del pendolón -pieza que
unía verticalmente los tirantes con la parte superior de los pares-. Con este ingenioso sistema, el pen-
dolón recibía una tensión vertical contraria a la gravedad, que se aprovechaba para aliviar la flexión
natural del tirante. En muchos casos el tirante se constituía por dos palos que marchaban paralelos,
cuya separación quedaba determinada por el grosor de los pares y del jabalcón, que quedaban por
tanto aprisionados entre los dos elementos.
Las segundas tenían dos pendolones que trabajan a
compresión y descargaban en el tirante dividiéndolo en
tres partes iguales en su longitud; además se establecía
un atirantamiento interno mediante un puente o ele-
mento horizontal que unía los pares de la armadura
justo en el punto de arranque de los pendolones, punto
que solía localizarse a un tercio de la altura del arma-
zón.
En todos los casos, la armadura entregaba la carga al muro a través de una zapata prolongada que
acortaba la luz de flexión del tirante. Aunque la mayoría han sido ya ocultadas con artesonados pla-
nos, estas estructuras se decoraban profusamente con pinturas de colores brillantes y dorados, y ade-
más servían para colgar de ellas las lámparas.
Entre los edificios civiles, la Alhambra siempre constituye una referencia cer-
cana e imprescindible. En cuanto a las cubiertas hay poco que decir: no hay
grandes luces y la madera se limita a conformar unas pendientes uniformes so-
bre las complejas estructuras decorativas tan bien conocidas. Sí es más relevante
el empleo de vigas de madera para la formación de forjados de pisos, cuyas ca-
bezas son recogidas por vigas de cajón hechas con tableros de madera, confor-
mando así unas vigas aligeradas que apoyan sobre elementos verticales de ladri-
llo unidos por los correspondientes arcos y celosías; estas vigas huecas demues-
tran ya la existencia de conocimientos acerca de los tipos de solicitaciones.
Por último, es de destacar la formación de cúpulas con armazones de madera. La Cúpula de la Roca
consta de un doble entramado de madera rigidizado por una tablazón continua, según la técnica car-
pintera de los cascos de los barcos; la cubierta que la rodea se resuelve mediante caballetes colocados
radialmente, a la manera de las naves laterales de las iglesias cristianas.
Edad Media
El gran avance que se produjo en la construcción medieval se debió fundamentalmente al progreso
que experimentó la carpintería. Son los carpinteros los que, mediante su técnica, permitieron poco a
poco la recuperación de la cercha, con la que se posibilitaba el crecimiento del edificio en las dos
dimensiones de la planta. De momento se comenzó con la forma más básica, que consistía en los
pares que conformaban la cubierta y una tabla que, a tracción, estabilizaba el conjunto a la altura de
la base de la cubierta.
El desarrollo del oficio permitió construir obras espectaculares de hasta seis y siete plantas, o edifi-
cios en los que se trabajaba de forma magistral el voladizo como el Ayuntamiento de Esslingen
(Alemania, 1430), de seis alturas.
Llegó a constituirse una disciplina general que abarcaba tres grandes grupos de artesanos: los que
trabajaban la carpintería de lo prieto, que eran construcciones mediante piezas de gran escuadría sin
refinar para obras temporales; los carpinteros de lo blanco, que realizaban construcciones con piezas
de pequeña escuadría, bien trabajadas y decoradas, y era el grupo más especializado; y los carpinte-
ros de ribera, que se dedicaban casi exclusivamente a la construcción naval, aunque parte de sus téc-
nicas debieron pasar a los carpinteros de lo blanco.
En España, las ordenanzas de los gremios de artesanos existían desde la época de Alfonso X; la pri-
mera ciudad que se decidió a recopilarlas fue Toledo en 1443, y a partir de entonces se recopilaron
otras como las de Sevilla, Granada o Madrid, estas últimas a cargo de Juan de Torija en 1661.
Las ciudades medievales Lo más probable es que la mayoría de las viviendas urbanas del periodo
medieval estuvieran construidas con madera, y quizá sea ésta la razón de que no hayan perdurado
hasta nuestros días. También de este material debían ser los conventos y viviendas situados en el
interior de los castillos.
Entre los ejemplos más significativos
de viviendas tradicionales de madera
con orígenes o antecedentes medieva-
les está la casa de labranza eslovaca
(Kysuce y Orava, Eslovenia), vivienda
construida con troncos de abetos de las
montañas dispuestos horizontalmente,
y juntas selladas con mortero, forman-
do muros que se apoyan en cimientos
hechos con piedras del mismo terreno;
la casa rumana, también típica de re-
gión montañosa en la que abunda la
madera, se soluciona de forma similar;
en cambio en Hungría, donde escasea
la madera, se recurría a paredes de
albañilería, reservando la madera para
suelos, techos y vallas.
En Suiza, en la casa de labranza bearnesa, igualmente resuelta en madera sobre una base de piedra,
los muros soportan una gran estructura de cubierta de par y nudillo con jabalcones, con grandes ale-
ros que protegen balcones y paredes.
Ejemplo de esta conexión con las primeras casas urbanas medievales es también la casa de labranza
alsaciana, con una estructura de madera visible en la fachada y material de relleno, y con un plan-
teamiento constructivo similar al de la Granja Berkshire (Inglaterra), aunque la primera se distinga
por la cubierta a dos aguas típica de la vivienda rural.
Aunque con algunos ejemplos urbanos, las últimas referencias apuntadas son en su mayoría vivien-
das permanentes de carácter rural. Los habitantes que poblaban las ciudades venían del campo, traían
consigo sus costumbres y, lógicamente, sus hábitos y técnicas constructivas. De esta forma, la casa
rural de madera llegó a la ciudad. Sin embargo, la extrapolación de estas técnicas del campo a la ciu-
dad provocó algunos importantes conflictos que comenzaron a marcar el declive de la utilización
masiva de la madera.
En primer lugar, su utilización se condicionaba como siempre a la disponibilidad del material; el
ámbito limitado de los grandes bosques, junto a la tala indiscriminada que caracteriza gran parte de
su historia, provocó la escasez y sustitución de la madera como material estructural.
En segundo lugar, y factor decisivo, la acumulación y en algunos casos hacinamiento de las vivien-
das de madera en las ciudades no contó con el que iba a ser su gran enemigo: el fuego.
Inicialmente, no era necesario que los edificios estuvieran pegados unos a otros (no existían proble-
mas de suelo), pero con el paso del tiempo motivos defensivos y económicos condujeron a una pau-
latina agrupación y compactación del incipiente tejido urbano.
Los edificios que han resistido el paso del tiempo lo han hecho de forma aislada, y son casi siempre
ejemplos de construcciones con materiales pétreos que datan del s. XI en adelante.
A pesar de ello, Schoenauer (1984) formula una descripción bastante aproximada de dos prototipos
diferentes, ambos con importante uso de la madera.
La casa con techo a dos aguas era una vivienda muy modesta, con
sótano y dos alturas y un ático resuelto con el caballete de la cubier-
ta, que probablemente serviría de almacén. Entre los maderos que
conformaban y sujetaban las paredes del edificio se introducía un
relleno de argamasa, formado por arena y arcilla sobre una apretada
trama de tallos entretegidos, y aplicado por las dos caras. Si los ma-
deros estaban más espaciados, el entramado se densificaba con listo-
nes de madera.
Vivienda Oriental
La vivienda oriental tiene una serie de características comunes y constantes válidas en un amplio
ámbito. Schoenauer (1984) establece que la vivienda, desde África al lejano Oriente, pasando por el
Cercano Oriente y la India, es una clara respuesta al carácter y filosofía de su gente. Son edificios
introvertidos, volcados en muchos casos a un espacio central privado y abierto (patio) en torno al
cual se organiza la vida.
En el patio se pretende crear un pequeño microclima que permita soportar las habitualmente duras
condiciones climáticas, al tiempo que preservar la intimidad familiar de la vida social. Se huye de la
ostentación exterior y se fomenta la riqueza interior reflejada en una cuidada decoración.
En Ahmadabad (India) ciudad fundada en el año 1411 a.C., hay constancia de que sus casas típicas
estaban construidas mediante muros de carga de ladrillo y suelos y techos de madera; las columnas,
soportes, barandillas, puertas y ventanas, también de madera, estaban adornadas con preciosas tallas.
China
Hasta que la cultura occidental influyó y modificó el diseño de las viviendas chinas en la primera
mitad del Siglo XX, la tradición y la filosofía popular caracterizaron estas construcciones en las que
la madera jugó un papel protagonista.
La casa típica de Pekín es un complejo amurallado formado por varios edificios que rodean uno o
más patios ajardinados. El patio es el corazón, el centro vital de la vivienda -patio en chino es t’ien
ching, que literalmente significa “regalo del cielo”- que proporciona luz, aire y agua de lluvia. La
organización del conjunto es similar a la estructura familiar china, de tipo extensiva y basada en los
principios de Confucio: patriarcal y patrolocal.
Las murallas perimetrales tienen de 3 a 4 m de altura, y eran de mampostería, estucadas y cubiertas
de tejas.
Tradicionalmente la casa pequinesa tenía una estructura de columnas y vigas de madera, con cerra-
miento de ladrillo.
Cada edificio se construía sobre una plataforma de tierra apisonada y ligeramente elevada del nivel
del suelo; en casas adineradas la plataforma se cubría de ladrillo. Sobre la plataforma se apoyaban las
columnas de madera, encajadas en bases de piedra tallada o en discos de bronce en forma de domo,
para protegerlas de la humedad del suelo.
Las columnas soportaban una viga-dintel paralela a la fachada de la casa, y mediante un sistema de
vigas escalonadas se conseguía la crujía deseada.
Pequeños postes auxiliares soportaban un entramado de vigas transversales secundario; el número de
estos postes y vigas dependía del ancho de la crujía, que también determinaba la altura y curvatura
del techo.
La acción de poner el techo (cubrir aguas) era un acto celebrado con una pequeña ceremonia en ho-
nor del dios patrono de los carpinteros, de quien cuenta la leyenda que logró construir un pájaro de
madera tan perfecto que se mantuvo en el aire durante seis días.
El cono sur, de colonización española y portuguesa, incorpora la arquitectura colonial propia de una
cultura más mediterránea, y un uso menos masivo de la madera. Por ello donde se producen realmen-
te los avances de la técnica maderera es en el norte. Los nuevos pobladores, aprovechando la abun-
dancia y bondad del material, incluso reproducen con madera técnicas y estilos continentales utiliza-
dos en edificios de piedra.
Pero es realmente con la incorporación de la industria cuando evoluciona y progresa el sistema. Los
aserraderos proporcionan planchas, tableros y tablas de diferentes escuadrías y, ya en las primeras
décadas del siglo XIX, los americanos dominan la fabricación mecanizada de los clavos, hasta en-
tonces de elaboración absolutamente artesanal (se hacían a mano, uno a uno).
Así surgen las técnicas americanas de estructura en globo (Ballon Frame) y estructura en plataforma
(Platform Frame). La primera consiste en postes verticales, de longitud igual a la total del edificio
(en general, dos plantas), que van de la solera hasta una carrera superior o estribo en la que se apoya
una cubierta compuesta por caballones. El armazón se reforzaba mediante tablas diagonales que lo
rigidizaban, y finalmente se recubría por otra capa de tablas verticales u horizontales que acababan la
fachada.
Los pisos se apoyaban en una serie de viguetas laminadas que se unen a los postes de los tabiques
verticales.
El sistema plataforma se diferencia del anterior en que la longitud de sus elementos verticales co-
rresponde sólo a la altura de un piso, siendo el suelo -la plataforma- de cada una de las plantas la que
sirve de base para la construcción del piso siguiente.
La consolidación de ambos sistemas se produce con la aparición de las primeras sustancias protecto-
ras de la madera, que aportan a un material versátil y económico, con una tecnología muy desarrolla-
da, la posibilidad de mantener y conservar los edificios mejor y más fácilmente.
Aunque suponga dar un salto de cuatro siglos, hay que consignar aquí otro
sistema que se sitúa en clara continuidad con el de De L’Orme, que es el de-
bido al coronel francés Emy. En él, las tablas no se colocaban de canto, sino
en plano, superpuestas unas a otras y curvadas mediante pernos y estribos,
formando arcos separados 3 metros entre ejes; en la actualidad se aplica este
sistema a construcciones temporales (como pabellones de muestras), reali-
zando las uniones entre láminas mediante bridas metálicas con la intención
de facilitar el desmontaje.
En el sistema Platform la estructura queda fuera de los límites de suelo, pudiéndose prefabricar
fácilmente las paredes por piezas enteras, con las vigas perimetrales continuas. El sistema Balloom
por el contrario deja pasantes los montantes y prescinde de la viga de atado perimetral, apoyando las
viguetas sobre cada montante.
Estas viguetas, en cualquiera de los sistemas, pueden ser de tabla maciza o de madera laminada de
3’8 cm de espesor y 14’0, 18’4, 23’5 ó 28’6 cm de altura. Su separación habitual es 30 ó 40 cm y su
longitud entre 2’40 y 300 cm.
Los montantes son de 3’8 x 8’9 aunque existan variantes primitivas de 5 x 10 cm. Los interejes
habituales en la estructura exterior son de 40 cm pero pueden encontrarse variaciones según el tipo y
la magnitud de la carga, entre 30 y 60 cm.
En ambos sistemas, el exterior admite diversas posibilidades. Son corrientes las tablas machihem-
bradas a 45° que le confieren una rigidez adicional a la estructura pero lo normal es usar tableros de
contrachapado fenólico o un revestimiento de tabla solapada sobre una lámina Kraft y un tablero de
partículas. El trasdosado, tanto en los muros perimetrales como en los tabiques de separación, se
efectúa con paneles de cartón-yeso para reducir el riesgo de incendio.
La evolución ha sido claramente hacia la especificidad. Si en el sistema de troncos todo el para-
mento trabajaba en carga, en las estructuras de entramados la tendencia apunta a una multiplicidad de
elementos de poca sección, fáciles de transportar y de montar. De esta manera, de los pórticos de una
sola pieza con vigas o pilares pasantes, se llegó a los sistemas de nervios, tanto de plataformas con
vigas pasantes (Platform) como el de montantes pasantes “balloom frame”, donde los elementos con-
tinuos a compresión multiplican su número, reduciendo la sección y las vigas ganan resistencia por el
aumento del canto. Esta construcción por nervios supone una transición entre la construcción tradi-
cional adintelada y la construcción por paneles de las “Mobil home”.
Pero en Europa la evolución de los sistemas de nervios no ha seguido el mismo modelo industria-
lizado se siguió Norteamérica. En Europa las escuadrías se han realizado siempre en función del
elemento a construir, dentro de los márgenes admisibles para cada uno. Mientras que el método ame-
ricano supone una mayor racionalización de la fabricación, en contra de la propia construcción, pues
problemas que precisan diferente sección, deben resolverse duplicando el número de piezas. La ra-
zón de esta diferencia radica en la actualidad en el coste de la mano de obra de los técnicos, que es
muy cara, y sólo puede rentabilizarse con una productividad muy grande. Gracias a esta productivi-
dad en Estados Unidos se ha creído que, a base de racionalización sin cambiar la tecnología de la
casa americana, podría compensarse el alza del precio de la mano de obra. Esto lleva a una mecani-
zación y automatización de los elementos, con secciones iguales y piezas estandarizadas, de la mis-
ma manera que la política de costes y colonización lo impusieron en su origen.
En Europa, en cambio, se dispone de mano de obra barata suficiente, proveniente de Asia y Áfri-
ca, por lo que las empresas no han tenido necesidad de mecanizar o automatizar y se hace cada ele-
mento por separado. Puede decirse que, en este campo, Europa es el continente más adecuado para la
investigación y América para el desarrollo industrial y el control de costes. Hoy día los proyectistas
comenzaron a familiarizarnos con las nuevas técnicas de construcción en madera, encontrando en su
origen unas ideas transmitidas por la tradición, que nos abren a un campo de experimentación, no
para la aplicación posterior de otros materiales, como en un principio, sino para el propio desarrollo
de la madera.
Balloom Frame
Platform Framing
Fundación
Una opción puede ser pilotes de madera y sobre los mismos un entramado de tirantes de 2” x 8” y
2” x 6” rigidizado por placas de multilaminado fenólico.
Otras opciones pueden ser zapatas corridas, plateas de Hº Aº o pilotes de hierro, según las condi-
ciones de cada suelo y según la apariencia que busquemos al diseñar.
Paredes
Se arman con montantes cada 0,40 m y soleras inferior y superior. Dentro de los tabiques se ubica
la ailación térmica, cañerias de agua, drenajes, instalación eléctrica, cañerias de gas y sistemas de
climatización.
Fijaciones
Si bien los clavos son elementos muy simples de utilizar, se deben respetar ciertas reglas de colo-
cación que aseguren la finalidad de los mismos, es decir vincular correctamente diferentes piezas
de madera.
Elección del tipo de clavo: El clavo de alambre liso es el de mayor uso en la constrcción de madera,
pero para uniones estructurales se recomiendan los clavos estriados o espiralados, que aseguran
la fijación de la extracción lateral.
Inclinación: Los clavos se hincan de diferentes maneras según los usos,
a veces penetrando de forma perpendicular a la superficie de madera,
llamado “de cabeza” o de forma inclinada con un ángulo de 30º a 45º lla-
mado “clavo lancero”.
Espaciamiento entre clavos: La separación entre clavos, cuandoestos
deben ser utilizados en conjunto, depende de las tensiones de corte que
deben soportar. De la relación entre el espesor de la medra y las tensio-
nes que acturan sobre las piezas unidas es que se determina por cálculo,
la sección de clavos necesaria y su forma de repartirla, asegurandode
esta forma la función del clavo y la coheción en las fibras de la madera.