Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Pasen y vean.
--------------------
El conde de Fuchinga Alta. Adelantado de La Tuna.
Go to the top of the pageReport Post
+Quote Post
El Conde de Fuch...
El Conde de Fuchinga Alta
Rating: 4
Ver Perfil del Miembro
Agregar como Amigo
Enviar Mensaje
Ver los temas de este miembro
Ver los mensajes de este miembro
Forero cuarentuno
Ícono de Grupo
Grupo: Tunos
Menjsajes: 3785
Registrado: 30.12.2004
Desde: Muy Correcta Tuna de Medicina de Córdoba
Miembro No.: 1050
MANUAL DE LAS BUENAS COSTUMBRES DEL TUNO.
ZAPATOS.
Serán de piel y de color negro, preferentemente con cordones. También pueden llevar una
discreta hebilla plateada.
Hay que desconfiar siempre de cualquier sujeto que se dice tuno, se viste de tuno pero calza
zapatos marrones, o parduscos. Cuidado con él.
También hay que poner en cuarentena a quien lleve alpargatas, abarcas o sandalias. Por muy
negras que sean. Y no sirve de excusa que sea verano y haga calor. Un caballero se
achicharra, pero usa zapatos.
Y si el tipo en cuestión lleva zapatos negros de rejilla, no hay que dudarlo: es un enemigo
público. Al pilón con él. Es un delito de Lesa Tuna tipificado por La Convención de Ginebra, de
Ron y de Güisqui (En adelante GRG)
MEDIAS.
Sobre esta prenda han discutido en este mismo foro insignes vates. Hay autores que defienden
el uso de calcetines, pantys o calzas. Se trata de estudiosos dignos de mejor causa.
El tuno que se precia de serlo usa medias negras, tupidas y sin costura. Y las sujeta con ligas
de sencilla goma negra. No hay más. Cualquier desviación de esta norma es caer en la más
aberrante chabacanería, es ser un hortera de tomo y lomo.
Cualquier tuno en el ejercicio de su función puede sentirse urgido por la natural necesidad de
aguas menores, o incluso mayores. Sólo saldrá airoso del trance si lleva medias. No lo duden.
Allá por el siglo XIX, el barón de Pingo Largo, conocido como “Pisha Brava”, corría la tuna
como el que más. Nunca dejó de ser un caballero y se jactaba de aligerarse con prontitud del
vino que ingería. Llevaba medias.
Sólo está permitido llevar pantys en el caso de usar Gregüescos. Pena que llevan algunas
tunas por sus muchos pecados.
TUNERO.
Muchas veces hemos oído eso de “tunero, cántame una tuna” ¿Qué pensar de alguien que te
ve vestido de tuna, que te ve hacer tuna o correr la tuna, y te llama tunero?
Las personas que usan el término tunero para referirse al tuno son siempre sospechosas. Hay
que andar precavido con ellas. Suelen ser gentes primarias que deducen que si el que vende
carne es carnicero, y el que vende pescado es pescadero el que hace tuna es tunero. Se trata
sin duda de gentes fuertes en ignorancia.
Es por ello que un tuno jamás usa palabras tales como tunero, o tunesco, o tunantesco, o
tunantillo. Y muchísimo menos tunante.
El tuno, caballero al fin, es sencillo y de natural elegancia. Y llama a las cosas por su nombre. Y
a lo que es propio de La Tuna lo designa como “de tuna”. Sin complejos. El tuno dirá, pues, una
canción de tuna, una salida de tuna, un instrumento de tuna, etc.
EL PELO.
El pelo, o cabello, es eso que antes llevábamos en la cabeza.
Se debe llevar siempre limpio y bien cortado y peinado. Se puede dejar pasar el pelo un poco
largo, aunque no responda al canon estético tradicional, o sea, el greco romano. Si bien no es
de buen tono llevar trenzas o mechas.
EL TOCADO.
Es el paso previo al hundido.
Aunque el tuno común no suele llevar tocado, éste es clásico del todo. El verdadero tocado del
tuno es el bigornio, o bigornia, aunque suele ser visto con simpatía el sombrero tipo Indi, el de
paja o el campechano pañuelo de pirata. Si se sabe llevar con gracia resulta de lo más
simpático.
Sin embargo, llevar una gorra campera o un capirote de nazareno sitúa a su portador en la más
lamentable exclusión social.
LA CAMISETA.
La camiseta es una cómoda prenda interior que muchos tunos visten en invierno. Y hasta ahí,
bien. No tenemos nada que decir. Pero que un tuno, vestido de tuna, vaya enseñando la
camiseta es otro de los delitos claramente tipificados por La Convención GRG.
Permitir que se vea la camiseta es dar la impresión de ser un tío güarrete, de los que sudan, se
limpian los dientes con un palillo y tiene halitosis. Una mujer que se precie de serlo jamás
permitirá que se le acerque un tío que enseña la camiseta. Advertidos quedan.
LA MESA.
En la mesa es donde verdaderamente se descubre al caballero. Se comerá siempre con
exquisita educación y con moderación.
El tuno, sin embargo, comerá con ímpetu. No exento de educación, claro esta. Porque el tuno
come ahora que puede e ignora cuando volverá a hacerlo.
Se cogen con los dedos los boquerones, los moluscos, gambas, espárragos, embutidos y
jamón entre otros. También se puede hacer con la caza volátil una vez trinchada. Cualquier
persona o similar que pinche los boquerones o el jamón con un tenedor es cursi por naturaleza
o afición.
Los cubiertos se sitúan en orden de uso, es decir, de más lejos a más cerca del plato. El pan
siempre está a la izquierda.
Los codos estarán sie
Simpre pegados a las costillas. Coger el vaso, copa o taza, con el dedo meñique estirado es
para primates amaestrados. No se habla con la boca llena, ni se hurgan los dientes con un
palillo ni se eructa.
¡Ah! Y la boca se limpia justo antes de beber. Para no dejar marcas grasientas en el vaso, copa
o taza.
La servilleta no se pone a modo de babero, se sitúa sobre las piernas.
Son unos breves consejos para que el que no sea un caballero, al menos lo parezca. Y
cualquiera que no los cumpla debe ser reo de ostracismo.
LA BEBIDA.
No vamos a referirnos a la cantidad a ingerir, sino al orden y modo en que debe beberse. Si se
puede.
Durante el aperitivo cerveza y vino. O algún estimulante amargo como el vermut.
Durante la comida cerveza o vino. Y no es necesario beber blanco con el pescado y tinto con la
carne. Depende del menú.
Para el postre sólo están permitidos el Pedro Jiménez o el Oporto.
En la sobremesa café y copa de destilado blanco o brandy. El resto de licores son una
mariconada.
Ya en la tertulia es cuando vienen las copas largas, o sea, los cubalibres a tutiplén.
El orden en la bebida es signo de educación y de buena crianza. Hay uno en nuestra tuna al
que llamamos “Escotis” porque es escocés. Se trata de Sir Bull McCuernan. Bien, cuando era
joven era muy bien parecido, alto, fuerte y pelirrojo. En una serenata, la Marquesa de Ligereza
se prendó de él. Un día que el marqués se fue de caza, la marquesa invitó a almorzar al
Escotis con el único fin de beneficiárselo. Lo despidió en diez minutos cuando comprobó que
acompañaba las gambas blancas de Huelva con güisqui escocés. No digo más.
LA SOPA BOBA.
Una de las actividades consustanciales a La Tuna es el parche. Y es habitual que el dueño del
figón, restaurante, merendero o salón de bodas, entusiasmado por la gran actuación ofrecida a
sus clientes invite a los tunos a un tentempié.
Generalmente se suele convidar a un plato de cuchara. Colación que puede ir de la austera
sopa castellana al sobrio cocido montañés pasando por el contundente pote gallego, o
cualquier otra delicia culinaria local. En cualquier caso y tras agradecer el gesto no dejando
nada en el plato, se consumirá con el torso erguido, acercando la punta de la cuchara medio
llena a los labios y sin sorber ni hacer ruido. Tampoco se usará la cuchara para lanzar
garbanzos, judías o cualquier otra legumbre a los demás comensales. No es de buen tono.
Este tipo de refrigerio, acompañado de buen vino, es alimento de enjundia que anima y
recompone cuerpos maltrechos. Pero es muy traicionero porque se ingiere aire y éste tiende a
ser expelido. Es lo natural, porque somos caballeros pero humanos.
En caso de que circunstancia tan comprometida se diera, el tuno no hará aspaviento de ningún
tipo. Se limpiará la boca, dejará la servilleta en la mesa, se ausentará con alguna vaga excusa
y se dirigirá con rapidez pero sin alarmar a nadie hasta la terraza, jardín, balconada, cuarto de
baño, o aseo si es un lugar público. Allí se desfogará a gusto desalojando los malos aires. Una
vez desahogado volverá a su sitio sin mayor alarde. La operación puede repetirse a demanda.
Y si algún curioso, chismoso y cotilla preguntará: ¿Dónde vas? O ¿Dónde has ido? Se
responderá con suficiencia: A un recado.
Emitir éteres en público, aunque el público sean dos, está gravemente penado por la
Convención de GRG. El culpable de tal delito será condenado a galeras a perpetuidad.
RESPETO A LA AUTORIDAD.
Finales de los 60 o principios de los 70. Un grupo de una tuna cordobesa que está de viaje de
verano en Francia es contratado por un potentado francés al que conocen de parche. El lugar:
un castillo de la ribera del Loira. Duración: un fin de semana. Invitados: gente de alcurnia del
país vecino.
Sólo uno de los cinco tunos sabe francés. El resto se pasa el fin de semana saludando al
dueño con el grito: “Henri, pollón, mus vamos a poner siegos” (Sic del original)
Durante la noche, uno de los tunos sufre un apretón y salta de la cama en paños menores. Hay
un baño por planta, al final del pasillo. Eran otros tiempos pero puede pasar ahora. Perdón,
aquí debo hacer un inciso. Un tuno decente va al cuarto de baño, o al baño. Sólo los cúrsiles
van al Water, al excusado o al servicio. La gente que va a esos sitios son los mismos que usan
zapatos de rejilla en verano y llevan calcetines blancos. Morralla. Gente a la que hay que
retirarle el saludo por imperativo de urbanidad.
El caso es que el tuno llega al final del pasillo y se encuentra el baño ocupado y un tío
esperando turno. No es un ciudadano cualquiera, es un ministro. Y por entrar en detalles, el
Ministro del Interior de la France. Casi nada al aparato.
El tuno sonríe al ministro, aprieta las piernas y busca una frase en su mente. Al poco sale el
ocupante del baño. Entonces, el tuno toma la mano del ministro y le dice: Vive La France. Y se
cuela.
Las urgencias son las urgencias. Pero el respeto y la educación siempre por delante.
La leyenda negra se debe, entre otros, al famoso escritor francés Hugo Losina, Barón de
Mariconée, y su célebre obra “Le étudiant soúl”. Don Hugo vino a España con las huestes de
Napoleón y, al parecer, una cuadrilla de estudiantes lo emborrachó e hizo manitas con su
madame. Por lo que se ve, él era un tipo vengativo, borrachuzo y cornudo; ella, una fresca.
En su momento quedó claro que un tuno nunca rechaza una copa pero jamás se emborracha.
Cuando un tuno de bien nota que se le lengua la traba, ve las caras de los demás borrosas, no
es capaz de explicar las tonterías de Haegel o no recuerda la alineación de la Selección
Española en el partido que jugaron contra Finlandia en 1.954, debe solicitar disculpas a los
presentes y retirarse. Es una cuestión de dignidad y de buen tono que no te vea nadie perder
las formas. Y menos vestido de grillo y con La Beca al pecho.
Si en su retirada, el tuno perjudicado, quiere tomar la antepenúltima lo hará sólo o en compañía
de alguien muy íntimo en su tuna. Pero lo hará en un rincón oscuro de un tugurio de mala
muerte. Donde nadie lo conozca. La imagen es la imagen.
El presunto tuno que se embriaga pierde los papeles. Me han contado que alguno incluso llega
a la emesis y no puedo dar crédito. Me parece una aberración, algo inconcebible en un tuno de
buena familia. Debe, por tanto, tratarse de alguien rastrero, innoble, vicioso y depravado que,
seguramente, usará zapatos de rejilla y calcetines blancos cuando va de paisano. Nada, nada,
en estos casos lo acostumbrado: musculillo y al pilón con él.
Un tuno avisado y de buenas costumbres estará siempre al quite de cualquier presa que entre
en su entorno. Calibrará a todas las gacelas que crucen por delante sin dejar de cantar, beber y
amigarse con los suyos. Si la cosa se tercia, si la gacela se para, se acerca, se detiene a
escuchar una canción, el cazador hará un discreto movimiento envolvente y se situará al lado
de la presa. En un momento dado le cantará a ella. Es el momento cumbre. El tuno que sabe
hará faena, el que no, no. Una mirada y una frase oportuna. No hay más. Es el mismo caso de
un torero avezado: ve salir al toro y ya sabe se cortará oreja o no. Dos o tres capotazos bastan
para saber. Conocimiento, arte y tronío.
Si es un certamen, el momento ideal es la noche del viernes. Lo perfecto, también, es apartar a
la gacela de su rebaño. Luego viene la invitación en un lugar apropiado, el requiebro, la mezcla
entre el bolero y la coplilla graciosa, el paseo a la luz de la luna y, en fin, el repertorio bucólico
que todo tuno de buena casta sabe.
Mas, nunca jamás, se atropellará a una dama, se la presionará, se será soez, se pretenderá ir
con urgencias, se hará uno el graciosillo ni se le entrará a cualquier señora que se ponga a tiro.
La gentuza que hace esto, generalmente en grupo porque solos no se atreverían, es chusma
propia de bancada de remos. Gente ruin, miserable, sórdida y hez de la humanidad. Morralla
muy capaz de llevar tatuajes y rastas. No digo más.
Una de las cosas que más me enervan es la facilidad con que algunos tunos creen hacerse los
simpáticos y sus ganas de llamar la atención. En ambos casos se trata de actitudes
deplorables.
Me refiero al tuno que siempre quiere estar en primera fila, al que mata para entregar el ramo
de flores a la Madrina o la placa al Decano. El que interrumpe al que está presentado con una
gracieta descompasada, el que da un paso al frente para destacarse, se mueve de modo
asincrónico o toca y canta con grandes aspavientos. Describo al tuno que alza su voz para que
se note sobre el coro, comprueba todos los micrófonos sin venir a cuento, grita en los parches,
da la bronca a todos en los ensayos y se empeña en achicharrar a cualquier otro tuno sin venir
a cuento. El que más liga, el que más sabe, el que está de vuelta cuando los demás van, el que
mea colonia y pee incienso. Y ruego a vuesas mercedes disculpen la crudeza del lenguaje,
pero el castellano en un idioma recio y a veces hay que expresarse con rudeza.
Sí, estoy hablando de la prima donna, el supertuno o el tuno virguero según clasificación
propia.
Suele tratarse de un sujeto que tiene severos problemas con su ego, su yo y su superyo. Un
tipo con un grave problema: complejo de inferioridad. Probablemente tiene afectados su self
corporal, actitudinal, sexual y ético pático. Un cromo, vaya.
El tratamiento es delicado: retirarle el osito de peluche con el que duerme, sí, por traumático
que sea, tener mucha paciencia y cariño, y proporcionarle grandes dosis de realidad. Además,
se le administrarán veinte collejas y un musculillo cada vez que se pase.
El tuno de categoría sabe que debe ser autosuficiente cuando está solo, y no ignora que actúa
en conjunto cuando está con los demás. Haciendo lo que le toca lo mejor que pueda, pero con
normalidad. Sin afectación, sin alardes innecesarios, sin salidas de tono ni pisar al camarada.
Un caballero es elegante cuando no llama la atención más allá de lo estrictamente necesario.
Un tuno no destaca hasta el momento exacto en que debe hacerlo. Y con recato
EDUCACIÓN Y CONVIVENCIA.
A veces, cuando se corre La Tuna, se ve uno obligado a compartir dormitorio con otro o varios
tunos. Son estas situaciones las que diferencian claramente al caballero del villano.
El tuno, generalmente, no suele viajar con varios baúles, un mayordomo y dos ayudas de
cámara. Tampoco es necesario siempre. El tuno debe viajar ligero de equipaje pero desprovisto
de mugre. Y por sus hábitos de higiene, cuidado de la ropa y esmero en la convivencia se le
conocerá.
En los certámenes, solía compartir habitación con un buen amigo y compañero. Gran tuno. No
es precisamente un maniquí, ni sus modales son palaciegos ni se conduce con remilgo; pero se
duchaba todos los días, dejaba el cuarto de baño limpio, tenía sus propios útiles de afeitar, no
dejaba la ropa tirada en el suelo y se las apañaba para compaginar conmigo un mínimo
espacio de privacidad. Eso tan necesario siempre. Hay quien dice que ronca, pero yo jamás he
dado pábulo a los infundios.
En una ocasión, durante un viaje a tierras lejanas, tuvimos que compartir una habitación con
cuarto de baño y terraza. Cinco tunos y una semana. La primera mañana bajamos todos a la
playa. Era una playa inhóspita porque no disponía de chiringuito ni hamacas, sin duda una
playa popular en que la diversión consistía en poner una toalla en la arena, quemarse al sol,
ser salpicado por niños ineducados y bañarse junto a sus orondas madres.
Otro y yo, ante aquél penoso espectáculo digno del Infierno de Dante, decidimos dar media
vuelta y regresar a nuestro tugurio. Por alguna nadería que ya no recuerdo, el otro y yo no nos
hablábamos. Pues, aún sin hablarnos condujimos nuestros pasos hasta las cercanías de
nuestro hospedaje, acordamos entrar en un bar muy cercano, almorzamos un plato combinado,
tomamos café y copa e hicimos sobremesa hasta que volvieron los demás rebozados en arena.
Repetimos la operación varios días: los demás se iban, nosotros nos levantábamos, nos
aseábamos por turnos, nos esperábamos, paseábamos hasta un lejano quiosco donde adquirir
un diario en cristiano, cada uno el suyo, volvíamos al bar, tomábamos el aperitivo, comíamos y
hacíamos sobremesa sin necesidad de hablarnos ¿Cómo es posible? Porque éramos tunos,
compartíamos un concepto de dignidad personal insobornable y teníamos la educación exigida
para desenvolverse en sociedad. No es necesario más.
Hay que escabullirse del presunto tuno que huele mal, es parco con el jabón y el dentífrico, es
hidrófobo, es asaz desordenado, porta un traje capaz de caminar solo, probablemente por la
sarna, lleva sobre sí infinidad de lamparones y se vanagloria de ser un marrano. Fíjense bien,
lo más seguro es que un tipo así lleve los zapatos sucios. Un sujeto de esta calaña es una
mancha para La Tuna, nunca mejor dicho, y no es de fiar en un apuro. Deberá ser excluido
hasta que lo traten expertos en guerra bacteriológica.
Una cosa es la mácula ocasional, el desaliño accidental o la transpiración imprevista. Lo malo
es la contumacia en el abandono.
Dado que tratamos sobre las buenas maneras, veamos ahora la oportunidad de unas
canciones sobre otras. No entramos en asuntos musicales, sí lo hacemos en cuanto al buen
gusto en elegir qué cantar según en qué sitio esté La Tuna y a quién le cante.
Durante el día y en sitios públicos es conveniente relegar las canciones subidas de tono y
pasadas de rosca. Si acaso algo atrevidillo y pícaro, donde prime la segunda intención y
evitando verbos malsonantes. En estos casos suele ser nuestro público señoras de edad
provecta, honorables matronas con sus tiernos infantes y frágiles damiselas a las que no hay
que desagradar, pero sí echarles el ojo. Conviene, en estos casos, entonar alegres melodías
de siempre. Esta consideración es la que se debe seguir también en caso de certámenes y
parches. Atendiendo a la peculiaridad del caso, obviamente.
Siempre hay situaciones especiales en los que el tuno de bien demostrará su saber estar.
Si se cantase delante de un Obispo, a una monja, o eclesiástico en general se entonarán las
más tradicionales tonadas de tuna y las populares de su tierra. El tuno que se viste por pies
evitará toda palabra que hiera sus castos oídos, quedará bien y dejará un grato recuerdo de La
Tuna. Sin embargo, se abstendrá de cantar canciones religiosas o similares. La Tuna no es la
Escolanía de San Antón. Con todos mis respetos por al Escolanía de San Antón.
Si se cantara a una, o varias, mujeres de moral distraída, de esas que te echan el humo del
cigarrillo a la cara, etruscas, izas, rabizas y colipoterras, o sea, se cantará, siempre y con gran
algazara, las canciones más subidas de tono que se conozcan trufadas con algún clásico
estudiantil. Pero nunca, jamás, insisto, se canturrearán temas que les recuerden su alegre
infancia en un lejano pueblecito de los Urales o Transilvania. Si la ocasión lo requiere se puede
admitir el bolero. No olvidemos que las meretrices también tienen dignidad, coño.
Si se canta en una reunión donde hubiera ministros, diputados, senadores, capitostes
autonómicos, concejales o presidentes de comunidad de vecinos, el tuno que se precie cantará
lo que le pete, sin mayores miramientos. Si alguno de los antedichos fuera mujer le cantará
amorosamente y la tratará como La Tuna frecuenta a toda mujer.
Debe, pues, quedar explícito, de modo rotundo e incontestable, que La Tuna canta a la mujer.
Puede cantar delante de hombres, pero no le canta a ellos.
En cierta ocasión nos sentamos en una terraza después de una actuación. Éramos diez o doce,
juntamos dos mesas, pedimos unas copas y nos pusimos a tocar esto y aquello. Al poco, un
grupo de seis tipos perfectamente trajeados se sentó en la mesa contigua. El mesonero nos
comunicó que los tales nos invitaban, apuramos la copa y aceptamos. Yo me levanté, me
acerqué a ellos, les agradecí el gesto y les dije que la próxima canción iba por ellos. Regresé a
mi sitio y seguimos con lo nuestro: cantar sin parar. Nadie de mi tuna se incomodó girándose
hacia ellos. Se fueron antes que nosotros, pagando dos rondas más y muy agradecidos porque
no paramos de tocar y cantar. Les dijimos adiós con la mano y seguimos con lo que nos gusta:
tocar y cantar esto y aquello.
LA TUNA EN VERSO.
Epigramas escolásticos y sarcásticos para reír y aprender.
Y de remate, señores,
la cabal Beca en el pecho,
la que portas con honores,
ganada por lo que has hecho.
En tu corazón maltrecho
de los tuyos el escudo
representa tu derecho
porque es tu Gordiano nudo.
La beca estará impoluta,
no la manches por ruin,
más sí de vino y carmín
o por andar con las frutas.
DE VALENTONES Y BOCAZAS.
Allá por el Siglo de Oro se daba en llamar “Oficio de valentía” al que suponía vivir a costa de
una o varias mujeres. O sea, que se llamaba así al chuloputas. Quiero aquí hacer un inciso.
Voy a tener que utilizar términos algo fuertes, un poco subidos de tono y no aptos para todos
los públicos. A veces es necesario para hacerse entender. El español y yo somos así.
El oficio de valentía era propio de hampones, fanfarrones y presuntuosos. Gentes de mal vivir
que se cargaban con más hierro del que sabían manejar, que se atusaba bien los bigotes y que
daban tres cuartos al pregonero sobre sus inventadas hazañas. Vivían a costa de mujeres que
tenían en las calles y de alguna puñalada por la espalda si eran bien pagados y no había
riesgo. Gente ruin y cobarde, miserable y canalla. La antítesis del caballero, como éste los es
del pisaverde. El caballero tiene un código de honor y va siempre de frente.
En La Tuna, por desgracia, hay mucho valentón suelto. Mucho mamarracho que se viste de
tuna para ver si pilla cacho a costa de lo que sea. Gentuza que trata a las mujeres como
mercadería. Lo consigan o no pregonarán a los cuatro vientos sus naderías, con lo que hacen
daño a la incauta que haya estado con el tiparraco durante un rato. Se trata de gente ruin y
cobarde, miserable y canalla. Chusma impropia de vestir el grillo y cuyo hábitat natural es el
duro banco de una galera turquesa.
Por el contrario, el caballero siempre tratará a una dama con delicadeza, sutileza, refinamiento
y distinción. Es, sin duda, el camino más corto y seguro para conseguir el anhelado “sí”. El
caballero usa del requiebro, la galantería, el piropo oportuno, el cortejo y la finura en los
modales. Y de ningún modo se jactará de conquista alguna. En eso se distingue al caballero. El
otro es un bocazas, el caballero un enigma. Es por eso que suele construirse en torno a él la
leyenda de conquistador.
Se cuenta que hubo cierta intimidad entre Mario Cabré y Ava Gardner. Probablemente la mujer
más hermosa que haya hecho jamás una película. El torero la dejó muy de mañana para ir a
contárselo a todo el mundo. Un comportamiento deplorable. Y eso que se trataba de Ava
Gardner. De los demás casos ni hablamos.
EL GORRÓN.
Se supone, o se suponía, que cuando La Tuna entra a un bar, mesón, taberna o figón, debe
tener el suficiente arte para que la inviten. Eso puede pasar y puede no suceder. Podría haber
algún tabernero del común muy arisco, otros asaz tacaños e incluso hay ordinarios que huyen
despavoridos. En tal caso hemos de convenir que, quizá, hallamos entrado en la Casa de
Hermandad de la Cofradía del Puño. Ante situación tan comprometida sólo se nos presentan
dos alternativas: pasar el parche o pagar las copas.
En estas ocasiones puntuales es donde se desenvuelve una especie de tuno de inusitada
pericia para el escaqueo paganini. O dicho de otra forma, un andova que a la hora de
apoquinar se muestra reservado y esquivo cuando no definitivamente alérgico a meterse la
mano en el bolsillo y costear lo suyo. Este comportamiento adquiere mayor gravedad cuando
La Tuna se está puliendo el parche. Inadmisible de todo punto.
Algunos lo llaman sablista o cara dura, nosotros lo denominamos gorrón. El gorrón de tuna
(Gorronis tunae) es muy peligroso por su rara habilidad para beber sólo cuando alguien convida
o colgarle la consumición a otro.
Se puede admirar la maestría del gorrón común (Gorronis comunis) por la maña, incluso arte,
que se da para colarse en los toros por la barba, en el fútbol por la patilla, entrar de matute en
una caseta de La Feria sin ser socio y dar el mangazo, o cenar de bobis bóbilis en los muchos
actos culturales con croqueta que hay a diario en la capital. Y hasta aquí no tenemos nada que
oponer, porque un sujeto de paisano se representa sólo a sí mismo.
Pero el gorrón de tuna es condenable porque si se marcha sin pagar queda mal toda la tuna, o
tiene que satisfacer la cantidad adeudada un hermano de beca. Es un mal comportamiento,
una ratería insufrible y una ordinariez como la copa de un pino. Pero de un pino muy alto. Será
condenado a lucir sambenito y llevar colgado un cartel que indique: rácano.
Si un perfecto caballero ha cortejado a una dama y ha habido sus más y sus menos, es decir,
ha habido roce, pasión y frenesí, el tuno habrá cumplido como lo que es y lo que se espera de
él. Demos esto por sentado aunque no sea siempre así. Lo digo porque en mis largos años de
estudio he descubierto que hay gañanes, palafreneros y otras gentes soeces cuyo
comportamiento deja bastante que desear. Pero sigamos con lo que nos atañe.
El tuno de bien amanecerá, sea la hora que sea, este detalle es una minucia, dispuesto para el
singular combate. Y lo dará sin tregua ni cuartel. A continuación se aseará, se vestirá y se irá a
la cocina a preparar el más suculento desayuno que la despensa permita. Salvedad hecha de
que disponga de ayuda de cámara, en cuyo caso se limitará a ordenar la colación. Se servirá
ésta en el solarium, terraza, salón, comedor o cocina. Lo que aclaro porque tengo entendido
que hay pobres gentes que viven en pocos metros cuadrados.
Y aquí tenemos la prueba del nueve para comprobar si la dama es una dama o sólo una
casquivana. Si desea desayunar en la cama, no cabe duda, es una mujer vulgar. Es una
ordinariez comer en la cama, excepto en situaciones de internamiento hospitalario por
enfermedad incurable. La gente que come en la cama es guarra. No hay otra. Es un claro
indicativo de gente de muy baja extracción social. Y además caen miguillas en las sábanas. Yo
todavía me azoro al recordar una ocasión en que me cayó una miguita de pan fuera de su
platillo. Fue en una recepción en la Embajada de Muslovia, en 1.984. Con la embajadora y toda
la tuna en la mesa. Un horror.
Después del refrigerio el tuno se despedirá diciendo: adiós. Si la dama opusiera resistencia se
le darán toda suerte de explicaciones sobre el compromiso con La Tuna, o cualesquiera otras
del vademecum de excusas. Si aún así la dama nos apremia ofreciendo mil y una promesas
típicas de Babilonia, el tuno que se viste por los pies se marchará tras decir: francamente,
cariño, no me importa nada. Y lo hará con la misma dignidad que Clark Gable en “Lo que el
viento se llevó”.
SERENATA Y DISTINCIÓN.
Cualquier malnacido que incumpliera alguno de estos mandatos será tenido por antipático,
fastidioso, amargatunas, impertinente y cabronazo. Debe ir al pilón de inmediato y llevar orejas
de burro durante dos años y un día.
P.S.: Se comprende que hemos tratado de la denominada “Serenata familiar” Aquella que se
da a una novia, hermana, prima o compromiso importante; en la que se sube a la casa y está la
familia presente. Para el resto aconsejamos las mismas normas, con las salvedades
adecuadas a cada caso concreto.
Podría darse el caso de que una dueña nos tiente la matrícula, el rabel o la popa. Casos más
raros se han visto aún siendo éste infrecuente. Y sin olvidar que nos hallamos en una serenata
familiar, es decir, que tenemos que cumplir con el serenatando y con La Tuna. Nos
encontramos de este modo en una situación tremendamente delicada: no podemos quedar
como un cochero pero no debemos hacer de menos a una dama. Sobre todo si la dama, aún
entrada en años, conserva las curvas en su sitio y está en sazón. Duro dilema para un
caballero.
La primera cosa que se nos podría ocurrir sería decirle: Señora, cuidado con las manos que
luego van al pan. Pero eso sería una grosería y un indigno intento de quitarnos de en medio.
Remedio de villanos, cuando no adamados.
Podríamos pensar en consentir. Pero la maniobra podría ser advertida y la situación mover a
escándalo. Un caballero jamás pone en entredicho a una dama. Y en este caso ni siquiera
sería entredicho porque estaría con las manos en la masa. Y en público.
Tampoco podemos creer a pies juntillas que la matrona nos tira los tejos. Simplemente podría
haberse equivocado o estar algo desmejorada a causa de la copita de licor de café que se ha
bebido. Ya saben, la falta de costumbre.
Entonces ¿qué hacer?... Cerciorarse, señores, cerciorarse.
Andar correctamente por la calle es cuestión de urbanidad. En la ciudad, y por la acera, se hará
por la derecha; en la carretera, y por la cuneta, es conveniente caminar por la izquierda.
Cuestión de seguridad.
Se dejará siempre el paso a las personas mayores y a las señoras. Con respecto a éstas estoy
ultimando un sesudo estudio para acotar la edad en que resulta menos peligrosa la educación.
No hace mucho, en una calle estrecha con diminuto acerado, cedí el paso a una mujer de unos
treinta años. Se bajó de la acera, me rodeó, me llamó machista y se fue jurando en arameo.
Lo antedicho se aplica en lo tocante a ceder el asiento en los transportes públicos.
EL ESCENARIO.
Si hay algo que denota el carácter de una tuna, y por lo tanto de sus miembros, es su presencia
en un escenario. Es natural que les venga a la memoria el tablado de un certamen, o sea, el
proscenio, entarimado o altillo donde se actúa. Ya sea un teatro, paraninfo o chiringuito cívico.
Pero también es un escenario la callejuela estrecha, la recoleta plazuela o la amplia avenida
donde rondamos. Sí, también en tales sitios habitan mujeres hermosas. Cuando La Tuna se
reúne para cantar, actúa. Y da lo mismo que sea a la luz de las candilejas de un anfiteatro que
bajo el cálido resplandor de la luna.
La buena presencia de una tuna es la resultante de la suma de la elegancia y desenvoltura de
cada tuno, de todos y cada uno de ellos.
La Tuna se presentará en el escenario con una coreografía simpática y se retirará de igual
modo, tendrá ensayado quien presenta y quien dice esto o aquello, cantará al unísono, revelará
la bondad de sus solistas y panderetas, tocará y cantará con el mayor esmero posible y
alegrará al público asistente.
Iniciará cualquier melodía cuando dé la entrada la pandereta. Da igual que sean los tres toques
clásicos, o dos, o uno solamente. Pero queda muy feo eso de un… dos, y padentro.
Deplorable. Cuestión de ensayos, de elegancia y de clasicismo.
Así mismo se demuestra un déficit importante cuando se interpreta una composición a pié
quieto o, peor aún, dando puntapiés hacia delante. Antiestético, horroroso, de pésimo gusto. La
Tuna explica su música moviéndose lateralmente, como si fuera una ola. La primera fila de
izquierda a derecha, la segunda de modo inverso, la tercera como la primera y así
sucesivamente. No hay otra. No hay más.
La tuna que no se comporta así, o que se presenta de modo desorganizado, o formando
grupitos en torno a un micrófono, o no se mueve, o alborota, es una tuna sin calidad de tuna.
Puede que suene muy bien, que lo dudo, pero no es una tuna, es otra cosa. En el mejor de los
casos se trataría de una tuna novata. De cualquier modo hay que andar precavido con este tipo
de gentes. Sin duda harán algún estropicio, dejarán copas a deber, se harán los gallitos y
exhibirán sus lamentables camisetas. Una imperdonable falta al decoro y al saber estar.
LA TUNA Y LAS FUERZAS DE ORDEN PÚBLICO.
Una de las actividades preferidas por La Tuna es cantar en la calle: pasacalles, serenatas o
simplemente sentarse en una terraza a tomar unas copas y cantar. Naturalmente esto sucede
en climas templados y cuando no llueve. Por ejemplo, es sumamente engorroso cantar por las
calles de Groenlandia porque casi siempre hace frío, aunque casi todo el tiempo es de noche y
eso alarga gratamente las salidas de tuna. También se puede cantar en un bar, aunque cada
vez resulta más complicado encontrar uno donde se permita cantar, fumar y beber.
La Tuna suele pasarse el tiempo cantando, porque le apetece o porque aparece una doncella
de armas tomar; cosa que apetece aún más. Las canciones que canta La Tuna suelen ser del
gusto de muchísimas personas que las escuchan con deleite y a veces hasta invitan. Pero ¡Ay!
También subsisten especímenes de personas humanas que odian la música. Son pocos, pero
su capacidad porculera es mucha y suelen avisar a la policía, o sea, los maderos, los pitufos
(Policía local) o los pestañí con sus zeros (Guardia Civil con coches camuflados) Aquí debo
hacer un inciso para lamentar haber herido los castos ojos de algún lector, pero hay que estar
abierto al conocimiento.
Y en estas llega el agente de policía porque alguien ha denunciado que La Tuna lo molesta.
Los motivos que aducen son de lo más variopinto: “a partir de las dos de la madrugada no se
puede hacer ruido en la calle” (¿dónde se ha visto que la música sea ruido? ¿no hacen más
ruido los adolescentes que se emborrachan en manada en el llamado botellón?) “Llevan así
desde las once y no paran” (esto podría ser cierto pero se negará siempre) “Me tengo que
levantar mañana temprano” (¿acaso no es lo suficientemente ordinario levantarse temprano
como para contárselo a la policía?) En fin…
En cualquier caso el tuno de bien debe saber como conducirse. En primer lugar se separarán
del grupo dos o tres tunos sobrios, o lo menos achispados posible, y se presentarán a la policía
para atenderlos en lo que precisen. En segundo lugar se terminará la canción si es una
serenata, pase lo que pase; un caballero sabe arrostrar su destino. En tercer lugar, cualquiera
que estuviese pasado de copas se mantendrá alejado y en silencio. Y por último, si estamos
cantando sin motivo habrá que recoger el chiringuito e irse con la música a otra parte.
Los tunos que hacen de embajada ante la poli se mostrarán sumamente amables y
comprensivos, entretendrán a los agentes hasta que se termine la canción y adiós muy buenas.
Si se tratase del bautizo de un novato se aducirá que le estamos salvando la vida a un suicida.
Si se nos requiriese algún tipo de permiso para cantar en la vía pública se mostrará un pliego
envejecido, convenientemente sellado con lacre, escrito en castellano antiguo y firmado por
Felipe II.
Si la cosa fuese a mayores a pesar de mostrarnos dispuestos a todo menos a no terminar la
canción, se exigirá conocer los datos del denunciante.
Si a pesar de lo anteriormente expuesto se nos llevan al cuartelillo, se hará de buena gana, se
exigirá un abogado que siempre será un compañero de tuna, se enviará SMS a todo el mundo
y será comunicado a la prensa local para mofa y escarnio de nuestros captores. Y no se parará
de cantar en la celda, a capela si fuere menester. Pero siempre con las voces afinadas.
Un tuno que se viste por los pies es siempre un caballero. Un caballero nunca se resiste a la
autoridad, pero si es avasallado se defiende. Y lo hará con soltura, con ironía, aprovechando en
su favor la fuerza del otro hasta convertir la situación en un esperpento, en algo ridículo.
Ingenio y mordacidad. No hay más. No es necesario. Ante cualquier situación inesperada, el
tuno se permitirá afrontarla como una aventura, con tranquilidad pero con audacia. Otra historia
para contar.
La culpa de todo esto, algo surrealista, la tiene el Gobierno, cualquier gobierno con sus
grotescas normativas. Yo, caballero de acrisolada independencia, digo como los italianos:
piove, porco goberno.
EL PLOMO.
Es muy frecuente que en cualquier salida de tuna se te pegue como una lapa un tío pesado, un
sujeto inoportuno, un fulano impertinente, aburrido, molesto y pelma; un plomo, vaya.
El plomo (homo plúmbeus) suele atacar solo, aunque hay casos descritos de parejas: hombre y
hombre o mujer y hombre. En realidad sólo uno de ellos es el plomo, el otro es un mero
acompañante. El plomo se distingue porque es el que lleva la voz cantante y se puede apreciar
que lleva una copa de más. Y no para de hablar, ni debajo de agua. Si hay una pareja, el otro
es un mero acompañante. Ojo al plomo porque puede ser peligroso y llegar a fastidiarnos la
noche.
Cuando aparece un plomo no queda otra que torearle. Con arte, picardía, mano izquierda y
salero. Es aquí donde se manifiesta el tuno de tronío. Veremos ahora algunos casos y
apuntaremos cómo hacer faena. Aunque el arte va con el artista y en eso no entramos.
Estamos cantando en un bar y llega el plomo. Nos pide una canción. Ni caso, la tuna no canta
a los hombres. Insiste. Nos callamos y nos ponemos a hablar de la cultura mesopotámica, la
acción de los antihistamínicos, el cálculo volumétrico o la función de los Decenviros. Si el
andova insistiera, uno de los tunos se levantaría y gritaría: ¡Camarero! Una ronda que invita
este simpático señor. Aquí el plomo se achanta y se desvanece protestando, o traga. Si es así,
cantaremos a nuestro aire y, por turnos, se le dará coba hasta que nos hartemos de beber, de
estar en ese bar o el plomo se quede sin tesorería. Si cambiamos de bar, nunca, bajo ningún
concepto, permitiremos que el plomo venga con nosotros. Se le deja atrás con cualquier
excusa creíble, del tipo de: Vamos a la boda de éste, o vamos a un entierro, o vamos a una
ceremonia secreta pero estaremos aquí a las nueve. Si, por avaricia, consentimos que el plomo
se venga con nosotros se creerá con derecho a entrometerse en todo y, ebrio como está,
acabará dando problemas. Advertidos están.
Y no, no hay desdoro en sacarle los cuartos a un pisaverde que se cree que puede comprarlo
todo.
El plomo va acompañado de una dueña. Vale todo lo anterior y se le canta a la mujer. Si nos
pareciese hembra picasiana o defectuosamente encuadernada se beberá con mayor ahínco.
El plomo aparece en una serenata, cuando estamos cantando en la calle. Se trata de una
situación peliaguda que deberá ser resuelta por dos o tres del grupo mientras los demás siguen
cantando. El comando hablará con él lo más bajito posible, lo atraerán con lo que quiera y lo
llevarán a la revuelta de la esquina más cercana. Una vez a resguardo se le mandará a
descapullar monos.
El plomo forma parte de la familia de la serenatada. Se procurará esquivarlo sin quedar mal con
la familia. Pero si el hombre se empeña y le hace ilusión nos lo llevaremos por ahí para que se
harte de invitarnos. En cuanto terminemos la ronda, claro está. Un caballero no le quita la
ilusión a nadie por las buenas. Caramba.
El plomo está invitado a una celebración que estamos parcheando. Se le agasajará a modo y
se le sacarán copas, pelas, la mujer y hasta las estopillas de la unción.
El plomo aparece y nos invita a una fiesta que da en su casa, o en la residencia de un amigo.
Se procurará información fidedigna acerca de si es persona de posibles, esto es fundamental
para evitar paseos en balde. En caso afirmativo ¡A saco!
El tuno de bien, el de buena familia, el que honra su Beca y es un caballero, jamás se dejará
avasallar por pelmazos aunque estén forrados. El plomo con dinero no pasa de ser un hortera
que, seguramente, tiene alicatado el baño con cuadros caros. Pero si al tuno le viene bien, al
pelo y le conviene, se holgará con el mayor provecho posible del nota. Para que aprenda.
DE CAMINO AL CERTAMEN.
Cuando una tuna se dispone a asistir a un certamen fuera de su ciudad se impone el viaje. Y
no es un desplazamiento cualquiera, no, es un viaje en el que ya se está de Certamen.
Lo ideal en estos casos es trasladarse todos juntos. Ya sea en autobús, tren, barco o avión.
Debo señalar que resulta de lo más extravagante hacerlo en motocicleta, bicicleta, patinete,
hidropedal o cometa. Esto sólo lo hace gente que quiere llamar la atención, en suma, una
horterada.
Una vez llegados a destino nos cambiaremos y nos vestiremos de tuna. En la ciudad donde se
celebra el Certamen sólo puede vérsenos vestidos así. Es norma.
Consideramos inadecuado el viaje por grupitos afines en coches particulares. Salvo causa de
fuerza mayor.
Viajar todos juntos es anticipar el Certamen y una oportunidad única de pasarlo
extraordinariamente. Dabuten, vaya.
lo de los cincuenta kilómetros es una forma de hablar, especificar una distancia que no sea
corta ni excesivamente larga, digamos que más o menos a una hora del sitio al que íbamos.
Así lo hacíamos, así es como yo considero que debe hacerse. Y pues se trata de analizar su
capacidad, la de los novatos digo, no conviene al buen gusto que se les deje demasiado lejos y
resultaría de todo punto insignificante hacerlo a las afueras de la ciudad.
Soy de la opinión, asimismo, de no hacerles cargar con peso extra que dificulte su laboriosa
misión. Es por ello que conviene para su buen gobierno aligerarlos de toda carga
suplementaria: carné de identidad, dinero, instrumentos, móvil y cualquier otro adminículo de su
propiedad. Sólo se le permitirá llevar tabaco al que fume. Por caridad cristiana, mayormente.
Se dejará a los novatos en plena carretera y convenientemente disfrazados. Deberán esperar a
La Tuna en el lugar donde tenga previsto el final del viaje.
Mayor distancia de unos cincuenta kilómetros, o una hora de carretera, me parece de todo
punto excesivo y, por tanto, una falta inadmisible de moderación.
Señor Gallumbos, con el debido respeto y el cariño que le tengo me permito discrepar
gravemente. Comprendo que a usted le parezca mejor viajar en automóvil junto a otros
compañeros de gustos y parecidas inclinaciones, es lo que interpreto de su expresión “mejor
rollo”, porque supongo que usía no se refiere a mejores rollos de alambre, de papiro o de
primavera. Yo también he asistido a certámenes en vehículos particulares y le aseguro que es
absolutamente insípido. Ir a un certamen con cuatro amiguetes en un coche o hacerlo en
autobús con toda la tuna es como comparar un pollo de supermercado con uno de campo. La
comparación en sí es intelectualmente bochornosa.
No entro ni salgo en el tema económico porque para eso está mi director financiero. Todos
hemos tenido veinte años y algunos cuarenta, incluso los hay que tenemos más de cincuenta.
Y no pasa nada, cada uno a lo suyo: bocata o sopita caliente. Con veinte abominaba de la sopa
y ahora lo hago con los bocadillos.
En el autobús La Tuna comparte. Y lo comparte todo. Y de eso se trata. Los hay que fuman y
que no, están los que fuman liado, lo que detesto y me aguanto, unos beben, otros cantan,
alguno intenta dormir, el de más acá da la matraca, el de más allá cuanta chistes, otros juegan
cartas, aquellos ensayan y un par de chalados discuten de cosas serias ¡Y qué! Lo importante
es que La Tuna viaja unida. De eso se trata de compartir juntos todo lo que se pueda durante el
Certamen. Y el viaje forma ya parte del Certamen. Es de buen gusto no dejar pasar tal
oportunidad, si se puede claro.
Señor Star, con toda la consideración que me merece su señoría y la opinión que expone, debo
advertirle que me temo que yerre en este asunto.
Dejando aparte las costumbres locales, en lo que no entro, el buen gusto es algo universal. Lo
he comprobado en Europa, América, Asia, África y Oceanía.
Si su señoría sale a correr la tuna en su ciudad hará bien en hacerlo vestido de tuna, todo el
tiempo.
Pero si se desplaza a otra ciudad para asistir a un Certamen, como es el caso, o a cualquier
otro evento no es prescriptivo ir vestido de grillo. Y menos durante una semana.
Es más, me atrevo a decir que se trataría de un acto de exhibicionismo innecesario. Y lo que es
innecesario no se hace. La elegancia está en la discreción.
Si voy a una población cercana a la mía me pongo el traje y el conductor me lleva. Reconozco
que es más cómodo. Sin embargo si voy a desplazarme doscientos, quinientos o mil kilómetros
¿qué hago durante todo el trayecto vestido de tuna? El vaina. No hay más.
Se viste uno de tuna para correr la tuna o hacer tuna, empero para viajar no. Cuestión de buen
tono. Su escasa edad le disculpa, con el tiempo me dará la razón.
Concibo el trayecto a un Certamen como una oportunidad de compartir todos juntos. Se hacen
algunas paradas de carácter técnico: tomar café, una cerveza, desaguar y cosas así. No es
necesario, pues, tocar y cantar en cada parada. De tal suerte que resulta muchísimo mejor
realizar el camino todos juntos y cómodamente vestidos de paisano. Con la natural elegancia,
eso sí.
EL TUNO Y EL NOVATO.
También en este caso se reconocerá al tuno de bien por su comportamiento. El tuno educado,
distinguido y de buenas maneras se convertirá en referente del novato y podrá educarlo
adecuadamente.
El tuno se encuentra con el novato de modo inesperado. Generalmente el novato se presenta
en la naturaleza como un joven de paisano que se acerca al ensayo. Viene a ser como el
carbono puro: bien tallado se convierte en un diamante. Pero primero hay saber si es carbono
puro o combustible para el brasero.
El novato puede provenir de un llamamiento, de un pasaclases, a causa de la publicidad e
incluso puede ser tu primo hermano y haberlo traído tú al ensayo. En tal caso el tuno elegante
deja hacer a otro.
El novato tendrá adjudicado un padrino que lo instruirá en el arte de correr La Tuna, en tañer el
instrumento y perfilar su voz. El padrino será un tuno de bien y lo instruirá en lo menudo. Ardua
tarea.
El novato acudirá a los ensayos e irá aprendiendo poco a poco, para lo que hay que tener
paciencia que Zamora no se tomó en una hora. Saldrá de tuna, disfrazado o como fuese
menester. Se le explicará que no es un asistente de los veteranos, pero que estos le transmiten
un arte secular y él debe, a cambio, procurar el bienestar de sus maestros. Que menos. Y se le
irá puteando a modo. Esto en La Tuna es esencial, es decir, que forma parte insoslayable de su
esencia. El llamado puteo consiste en cualquier prueba que el novato deberá solventar para
salir con bien, cualquiera que le sirva para quitarse el corte, la vergüenza, el miedo al qué dirán,
el saber buscarse la vida para conseguir su propósito, algo con lo que aprenda a ser pícaro, a
comportarse como un caballero y a traspasar los límites con elegancia y salero, sin perder el
desdoro, con gallardía. Todo esto es algo que se hace con buen humor y sin poner en peligro la
integridad física del novato. La que debe ponerse en peligro es la psíquica.
El nivel de dificultad irá pasando del dos al diez paulatinamente, según el novato vaya
absorbiendo su aprendizaje. Sin prisa pero sin pausa, al ritmo de La Tuna, aprovechando cada
salida. Los baños, siempre tan necesarios para la higiene física y mental del novato, deberán
ser siempre privados, sin más presencia que la propia tuna.
Cuando La Tuna decida, un año más o menos, llega el gran día del novato: su bautizo.
El novato no deberá sospechar nada pero La Tuna le preparará un día especial. Habrá una
serenata y el novato irá indefectiblemente disfrazado. Y se procurará que tenga algo de
protagonismo, que se luzca un poco según lo que sepa hacer. Y se le correrá a modo por lo
que haya hecho, aunque lo hiciere perfectamente. No hay nadie perfecto en La Tuna. Y no
olvidemos que el novato debe ignorar que ése es su día.
A altas horas de la madrugada, con el mayor número de tunos posible y en absoluto secreto, es
decir sin nadie ajeno a La Tuna presente y tras un puteo continuado, el novato se despojará de
sus vestiduras y se bañará en la fuente. Todavía no debe recelar nada, todo esto ha debido
pasar otras veces.
Pero esta noche su padrino lo recibirá al salir de la fuente y le ordenará poner rodilla en tierra.
Lo hará jurar con la mano derecha sobre una pandereta, por La Tuna y por su tuna. Luego, el
padrino obligará al novato a alzarse y le impondrá La Beca. Ya es tuno.
Todo el mundo lo abrazará, todo el mundo se abrazará y se irá de copas para celebrar.
Habemus tuno.
Que bonito. Que alegría. Que trabajito cuesta.
P.S.: Cualquier puteo indiscriminado, salvaje o soez es propio de reos a galeras, no de tunos.
Dicho está.
En un ensayo de tuna la buena educación se demuestra llegando temprano, bien vestido, con
la canción aprendida, aprovechando el tiempo y compartiendo después con los iguales.
El tuno de buenas costumbres llega media hora antes de que comience el ensayo. Esto le
permite tomar tranquilamente una cerveza y saludar a los camaradas. Se pondrá al día de
chismes y cotilleos varios, intercambiará apuntes, partituras de canciones o lo que fuere
menester. Irá sin agobios y derrochará buen humor, sobre todo con los novatos. Es un ensayo.
En la taberna donde ensayamos todos saben que somos tunos. Y los que no lo sepan se
acabarán enterando. Es por ello que nuestra indumentaria será informal pero impecable. Es
decir, se vestirá con zapatos, pantalones vaqueros o chinos, jersey, chaquetón o simplemente
en mangas de camisa si el calor aprieta. Está penado por la Convención GRG presentarse en
chanclas y pantalones piratas. Abominable. Un tuno de bien no se permite indumentaria tan
andrajosa de paisano ¡Nunca! Bueno, se permite en la playa o en el camping. Pero si nadie nos
conoce. En esto hay que ser tajantes.
El tuno que se viste por los pies no pierde el tiempo y va al ensayo con la canción y su voz
aprendida. Al ensayo se va a ensayar, no a aprender.
Un viejo compañero que insistía siempre en esto decía que él ensayaba el baño.
Hay un montón de tiempos muertos que se pueden utilizar para aprender la melodía en
cuestión. Cuestión de ganas. Cuestión de elegancia.
Una vez acabado el ensayo el tuno de buenas costumbres compartirá unas copas con los
suyos.
Si alguno tuviere un examen en cercanías o alguna otra urgencia inaplazable se disculpará y
no pasa nada. Cada quién es cada cual.
Pero el tuno de buenas maneras, el tuno distinguido, no dejará pasar la ocasión de compartir
un rato con los suyos, de amigarse, formar grupo, hacer tuna.
Son momentos para dejar volar la imaginación y apuntar grandes proyectos a la luz de una
copa con los amigos. Y para acordarse de los honorables antepasados del director musical,
que siempre resulta ser un cabrón con pintas. Hasta que te toca a ti.
Sí, amigos míos, el ensayo es el sitio ideal para demostrar la hidalguía, las buenas costumbres
y la elegancia que poseemos.
El que la tenga, claro.
EL PELAS.
De entre los varios tipos de tunos que existen y que ya clasifiqué en el Master de Tuna hay un
subgénero de la familia del asfixia: el pelas.
Vamos, brevemente, a tratar de tal tipejo. Un verdadero ejemplo de antagonista del tuno de
bien, del que usa de las buenas maneras y es refinado y mundano.
El pelas es un sujeto admirable para cualquier entomólogo. Sí, es parecido a un insecto: hay
muchos, joden siempre y es difícil eliminarlos.
El pelas es de lo más suave de novato y tiene una idea fija en la mente: sacar tajada de La
Tuna. A diferencia del tuno asfixia (asfixie asfixie) que pretende sacar tajada amatoria, el pelas
(Asfixie sextercios) busca sólo lucrarse. A costa de lo que sea, incluido malbaratar el mester.
El pelas no suele distinguirse por tocar demasiado bien y acostumbra a cantar lo mínimo. Su
característica esencial es que sólo sale de parche, o de contrato. Y se le nota que toca por
obligación. Cuando sale de tuna parece que fuera un asalariado. Tiene cara de úlcera de
duodeno de las antiguas, si se le ocurre sonreír parece que tenga un apretón, se mueve con la
elegancia de un perezoso, canta con la alegría de un sapo y toca… Bueno, maltrata el
instrumento.
Su única obsesión es pasar el parche rápido y largarse. Se le nota que está trabajando más
que a un funcionario a la hora de cerrar y es un esaborío.
El pelas, indefectiblemente, se largará a su casa en cuanto cobre lo suyo. Ni se le ocurre, ni se
le ha ocurrido nunca, que se sale de tuna para divertirse, para divertir a los demás, para echar
una noche de juerga con los amigos. Ni loco. Él sale de parche para sacar pelas de la manera
más rápida posible. Y a La Tuna y al mundo que le den.
La gente que sólo va de parche, que lo pasa como una obligación despreciando a los
parcheados y que se pira a su casa, se encaloma a su queo o se abre para la piltra, es sujeto
sospechoso de no ser tuno. Y si ya estuviese becado debe llamársele al orden. Y si no
responde acorde al buen uso y costumbre de correr la tuna, expulsado con oprobio.
Lamentablemente, esto lo había en mis tiempos y lo sigue habiendo ahora. Nunca es tarde
para andar advertidos y poner pié en pared.
Gentuza, la justa. No digo más. No creo que haga falta.
El gran prosista británico y reconocido gentleman sir Guy Yermo escribió: la elegancia está en
los pequeños detalles. Y no le faltaba razón al hombre.
El tuno elegante y distinguido está siempre atento al detalle porque sabe que en él reside la
hombría de bien.
Tal tuno se acicala a modo de rito. Deposita el traje y todos sus aditamentos sobre la cama, se
ducha con calma mientras ensaya su voz, se peina, se afeita a conciencia, se aplica un poco
de tónico y un golpe de desodorante. Nada más. La colonia es para gente cochina o que gusta
de hacerse notar por el inaguantable pestazo que dejan tras de sí. Mareante.
A continuación se viste con esmero. La ropa interior, blanca siempre; las medias bien estiradas,
sin arruga alguna; las ligas prietas y al muslo; los pantalones bien ceñidos, la blanca camisa, el
jubón y la Beca. Puede añadirse algún complemento simpático y característico: un sencillo
pañuelo al cuello, una insignia significativa o una joya en la Beca. Poco más. La elegancia está
en la mesura (En casos de verdadera urgencia se puede omitir todo lo anterior)
Hay que desconfiar siempre de los tipos que gustan de llamar la atención con extravagantes
atuendos. Probablemente no paguen sus copas, canten fatal y sean unos parcheros locos.
El tuno de buenas maneras andará por su derecha y con el torso erguido. Saludará al llegar a
los sitios y se despedirá cuando se vaya, aunque sea con toda su tuna. Será amable,
obsequioso y lisonjero con cualquier mujer, compañero con los suyos, de trato cariñoso pero
inflexible con los novatos, negado a la provocación, atento siempre a la respuesta airosa,
presto a cantar en todo momento, genéticamente dispuesto a la picaresca y habrá olvidado el
ego en casa.
El tuno debe ser siempre distinguido y mundano y no puede olvidar que su vocación es cantar.
Por eso cantará siempre que pueda, y lo hará totalmente concentrado en hacerlo bien y
sonriendo mientras mira a la cara a la mujer que canta. Lo repetiremos para los torpones: se
canta lo mejor que se sepa, con toda intención, sonriendo y mirando a la cara. Hay que hacerlo
pensando que somos La Tuna, que ésto es importante y que a ésa mujer nunca le ha cantado
La Tuna ni lo volverá a hacer, que será para ella un recuerdo imborrable (Lo que incluye a su
novia por muy harta que esté de tuna) Hay que grabarse esto en la mente o acabaremos
cantando de modo rutinario, como si fuéramos una orquestilla convencional.
FIN DE FIESTA.
Va finalizando el Curso Académico y con él concluimos este “Manual de las buenas costumbres
del tuno”.
Hemos pretendido entretener e instruir sobre los pormenores del Mester. Y, dicho sea con toda
humildad, poner negro sobre blanco lo mínimo que debe exigirse a un buen tuno. No es todo,
pero es algo.
Se supone que un tuno es un caballero, sin embargo no es menos cierto que se es caballero
primero y después tuno. Y como no todo el mundo ha nacido caballero es necesario enseñar al
que no sabe para que se le pegue algo. Por poco que sea. Ahí radica la intención de este breve
manual que no es nada sin el correspondiente periodo de novato. Fundamental en La Tuna.
La otra parte del tuno, su otra cara de la moneda, es la picaresca. Y eso, señores, no tiene
teoría. Es pura práctica.
La cuestión es de tal suerte difícil que se puede uno preguntar: ¿Y cómo coño, con perdón, se
puede ser caballero y pícaro a la vez? Y la respuesta es: estando un año de novato, como
mínimo. He ahí la cuestión.
He procurado centrarme en los temas que considero más importantes para el buen correr La
Tuna (Hay otros, quizá para otra ocasión) He intentado responder a las interpelaciones de los
eruditos que me requirieron y ha sido mi intención agradar y entretener.
Si así ha sido que Dios me lo premie. Y si no, ustedes me lo demanden.
Gracias por su benevolencia. Especialmente a los que han contribuido.
1. - ¿Qué es un novato?
2. - ¿Cómo debe tratarlo La Tuna?
Respuestas:
Yo tengo La Tuna como una de las más genuinas expresiones del ser universitario. Y así lo he
argumentado y mantenido en cuantas oportunidades, de las llamadas serias, he tenido. En
público y ante casi todo el Claustro.
Conozco gente que se disfraza porque no se manifiestan como universitarios. Como conozco
titulados superiores que no son universitarios. Por cierto, que Universitario se es siempre, aún
después de terminar la carrera.
Ser universitario no es sólo pasar por la Universidad, el otro día alguien me dijo que estudiaba
en la Universidad de Ciencias, es una forma de enfocar la vida, es tener la mente abierta al
conocimiento, estar aprendiendo constantemente, estudiar, investigar, amar el saber. Intentar
toda la vida, sin conseguirlo, ser sabio.
Y en La Tuna hay mucho de esto, o debería haberlo. No se puede ser tuno sin ser universitario,
ni se puede motejar uno de tal cosa sin pertenecer de pleno derecho a una tuna. Se nota a la
legua.
Bueno, según Emilius Cancelarius (Emilio de la Cruz) en su libro La Tuna (Ed. Complutense:
Madrid, 1996), la canción de más antiguedad documentada es la Ronda del silbidito que "se
reproduce por el barón de Davillier (1862) en transcripción de Pagans, afirmando que ya en ese
año es antigua y también anónima" (Ídem, p. 40)
Sin embargo, desde hace unos años contamos con la valiosísima publicación de Antonio Luis
Morán, José Manuel García y Emigdio Cano: Cancionero de Estudiantes de la Tuna: el cantar
estudiantil de la Edad Media al siglo XX (Edic. Universidad de Salamanca: Salamanca, 2003),
donde se mencionan y recopilan cientos de títulos de la vida estudiantil. Están los antecedentes
que se remontan a los cánticos goliárdicos o goliardescos como el Gaudemus Igitur, pasando
por cantigas, villancicos escolares, zéjeles, coplas, seguidillas, jotas, etc.
A la luz de esta investigación podría decirse que aquella canción es la más antigua (con
referencias estudiantiles, sin considerar el foklore nacional) entre las que tocan las tunas
actualmente.
Pero si por "canción de tuna" se entiende un producto propio de la Tuna (como agrupación
universitaria) la respuesta tendría que ser otra. Cabría trasladarle la preguntarle a entendidos
como Chencho, ¿Desde cuando podemos hablar de una "canción de tuna" propiamente?
QUOTE
la primera grabación de esta pieza por parte de una tuna es igualmente la primera grabación en
vinilo hecha por una tuna... el ep "Cuando los tunos pasan" de la Tuna Universitaria de Madrid
de 1958.
Mi pregunta sería si antes de que la grabara una tuna o se convertiera en la canción ícono de
las tunas, ya había sido estrenada, popularizada o grabada por algún(a) cantante o grupo.