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VIVIR POR FE

Este año comenzamos una nueva serie sobre el profeta Habacuc, a quien hemos ido conociendo y
nos ha permitido conocer más a Dios. A modo de resumen les cuento que se estima que el libro fue
escrito en el siglo 7 antes de Cristo, fue contemporáneo de Jeremías, Ezequiel, Daniel y Sofonías.
Durante este tiempo (siglo 7), que es el comienzo de las incursiones de conquista por parte de los
babilonios, liderados por Nabucodonosor, el reino de Judá estaba patas pa arriba.

Recuerden que Israel tuvo su primer rey, Saúl, luego David y luego Salomón y ahí el reino se dividió
en el reino del norte (Israel) y el reino del sur (Judá), cada uno con sus propios reyes. Los del norte,
Israel, tuvieron puros reyes pencas, y los del sur, Judá, tuvieron reyes buenos y malos, reyes que
buscaban obedecer a Dios y otros que se rendían a los ídolos. Hubo un par de reyes que quisiera
mencionar, uno es Manasés, que fue maaaaalo malo, aunque su papá, Ezequías, había sido un buen
rey. Manasés reinó 55 años e hizo lo malo delante de Jehová en términos religiosos, políticos y
culturales. Al final se arrepintió de lo que había y trató de remediarlo pero era tanto el daño causado
que las consecuencias de sus actos permearon muy profundamente al pueblo de Israel al punto de
que años después aún vivían los resultados de su pecado.

Su hijo, Amón, igual fue penca pero reinó solamente 2 años. Luego Josías, hijo de Amón, quien
comenzó a reinar a los 8 años de edad, comenzó a buscar al Dios de David. Este rey fue bacán, inició
una cruzada de restitución de la obediencia a Dios y fue el único que de cierta forma, unificó el reino
del norte y el del sur pues viajó a varios reinos derribando ídolos y altares. No sólo animaba a no
hacer lo malo, sino que instruía a hacer lo bueno, a obedecer los preceptos y a ser fieles al único
verdadero Dios.

A su muerte, luego de 31 años de reinado, reinó Joacim, otro rey malo. Veíamos hace un par de
semanas cómo Joacim quemó el rollo que había escrito Jeremías profetizando la destrucción de
Isarel, y cómo instauró prácticas idólatras además de promover el culto a Moloc (quemando bebés
como sacrificio).

Se supone que Habacuc fue escrito en los primeros años del reinado de Joacim, lo que implica que
el profeta vio la gran diferencia de los reinados y cómo el pueblo de Israel se volvía al mal con todo
su cuerpo, alma y mente.

Frente a esto, el profeta le pregunta a Dios por qué el permite, por un lado, que esto ocurra, y por
otro lado, que él lo vea. Cómo es posible que Dios permita el pecado, el sufrimiento, las injusticias.
A lo que Dios responde que Él levantará un pueblo pagano, los Caldeos, que son además temibles
guerreros y que se vanaglorian en sus propias fuerzas y armas, para aleccionar al pueblo de Israel.
Frente a esto, Habacuc queda perplejo, ¿cómo Dios, siendo santo, utiliza un pueblo pagano para
cumplir su propósito?

Veíamos la semana pasada esto mismo. Habacuc reconoce en su Dios su eternidad y su Santidad,
dos atributos muy importantes para comprender el texto, pero luego de esto, nuevamente se
genera en él (Habacuc) la confusión de que cómo siendo Dios tan bueno, siendo la roca, el refugio
de Israel, no solo permite, sino que ordena el levantamiento de los Caldeos para castigo de Israel.
Leamos el verso 13 del capítulo 1:
13 Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los
menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él,

Es como que iba bien Habacuc, aceptando y confiando, reconociendo los atributos de Dios, pero
rápidamente convierte el mismo argumento de la santidad de Dios en la confusión de cómo
entonces utiliza a unos que al parecer son más pecadores que los israelitas (según el profeta) para
impartir justicia.

Claramente Habacuc sabe quién es Dios, confía en Él, pero está inserto en medio de la injusticia, la
idolatría, el sufrimiento, y frente a su demanda de justicia, Dios le responde con lo que a sus ojos no
es la respuesta digna de un Dios santo.

Cuántas veces nos ha pasado que conociendo el evangelio, conociendo a nuestro Dios, cuando
vivimos tiempos difíciles, tiempos de injusticia (a nuestros ojos) o vemos el sufrimiento, tendemos
a no entender, a cuestionar a Dios, aunque podamos tener cierto grado de entendimiento de quién
es Él. Habacuc estaba sufriendo por el pecado de su pueblo, y porque las respuestas de Dios a esa
queja, eran súper diferentes a lo que el profeta hubiese hecho. Habacuc no puede entender los
caminos de Dios pero sí entiende que el único que puede dar respuestas es Dios mismo.

Finalmente la semana pasada quedamos en el verso 1 del capítulo 2, en donde, luego de los
descargos de Habacuc, nuevamente se recompone, y decide confiar en Dios. Esto es interesante
pues frente a todo lo que pudo haber sentido e incluso con los argumentos que podía tener para
contender con Dios, finalmente el profeta recupera su posición y humildemente espera una
respuesta de Dios.

2:1 Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá,
y qué he de responder tocante a mi queja.

Lo que comenzó como un diálogo privado entre Dios y Habacuc, se transformó en una declaración
pública (tan pública que nosotros la podemos leer hoy)

2 Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere
en ella.

3 Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque
tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.

4 He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.

Dios le responde a Habacuc por segunda vez. En su primera respuesta como veíamos, Dios le señala
que purificará a su pueblo a través de la invasión de los Caldeos, demostrando que es Él quien tiene
el control de los acontecimientos y de la historia. Ahora responde señalando primero, que lo que va
a decir es de importancia pública y debe ser conocido por todo el pueblo.

¿Cómo comienza el libro de Habacuc? Retrocedamos un poco

1 La profecía que vio el profeta Habacuc.

2 ¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no


salvarás?
3 ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante
de mí, y pleito y contienda se levantan.

4 Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al
justo, por eso sale torcida la justicia.

El profeta comienza su diálogo preguntándole a Dios HASTA CUÁNDO. Entendiendo que su Dios es
eterno y santo, le pregunta ¿hasta cuándo permitirá la maldad?, ¿hasta cuándo seguirán los
incendios?, ¿hasta cuándo veremos corrupción?

Dios le responde, conforme a sus atributos, que si bien a los ojos de Habacuc todavía queda tiempo
de sufrimiento, pecado e injusticia, el juicio justo, la respuesta santa de Dios llegará pues Él lo
prometió. Dios, nuestro Dios cumple lo que promete, no cambia.

3 Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque
tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.

Dios dirige la historia soberanamente, todos los acontecimientos tienen su tiempo asignado.
Habacuc preguntaba ¿hasta cuándo? Y ahora tiene su respuesta, HASTA QUE LLEGUE EL TIEMPO
ESTIPULADO POR DIOS.

Es bacán entender y recordar esto, DIOS TIENE EL CONTROL. Piensen que para Habacuc la cosa no
era fácil, había tenido un rey súper bacán y ahora todo se estaba yendo por la borda, la injusticia y
el sufrimiento era el pan de cada día y al parecer Dios estaba en silencio. Y más encima, cuando
responde, da una respuesta totalmente diferente a lo que Habacuc esperaba. La respuesta santa y
perfecta de Dios traería más dolor al pueblo, sería arrasados por los Caldeos, un pueblo pagano,
orgulloso y secos para la guerra. Ese es un buen momento para recordar y reconocer quién es Dios.

Dios cumple lo que promete, su palabra se cumplirá, es segura y verdadera.

Y aquí nos encontramos con un texto famoso, tan famoso que Pablo lo cita en dos ocasiones, y el
autor de hebreos en otra.

4 He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.

Este es Dios respondiendo, Dios mismo hablando. Y hace la distinción entre:

Aquel cuya alma no es recta y el justo.

Los primeros, aquellos orgullos cuya alma no es recta, son los babilonios (Caldeos), orgullosos de
sus conquistas, de sus armas, de su poder, pero cuya alma no es recta. La próxima semana veremos
qué es lo que Dios les tiene preparado en la historia.

Y el justo, aquel que vivirá por su fe. ¿A qué se refiere Dios con esto?

Podríamos pensar, en el contexto que se está dando todo esto, que se refiere a que a pesar de que
los babilonios (Caldeos) van a llegar a conquistar y destruir a los israelitas, los que tienen fe van a
sobrevivir la batalla, Dios los protegerá. El problema es muchos justos y justas ya estaban sufriendo,
además, si leemos lo que ocurrió después (spoiler alert) muchos y muchas murieron y miles fueron
llevados y llevadas en cautiverio a Babilonia (entre ellos Daniel y sus amigos).
Entonces, ¿a qué se refiere? La palabra que se traduce como fe en el texto, es EMUNAH, y connota
fidelidad, lealtad, estabilidad y permanencia. ES LA CREENCIA EN ACCIÓN, es decir, lo que yo creo
se transforma en obras, en forma de vivir la vida (revisar la creencia de cosas, por ejemplo lo que es
rico o malo en comidas). Por lo tanto, lo que Dios está diciendo es que en toda circunstancia, por
difícil que sea, la vida del justo se debe caracterizar por su fidelidad a Dios. Es una constante,
independiente de los cuestionamientos o nuestras propias emociones, vivimos gracias a una fe viva
en nuestro Señor, pues entendemos que, nuevamente, ÉL ESTÁ EN CONTROL.

Por lo tanto, vivir por fe en este contexto no significa vivir a ciegas o esperar que Dios nos mantenga
seguros y felices, sino es vivir confiando, vivir estables, permaneciendo en la certeza absoluta acerca
de quién es nuestro Dios, entendiendo que somos justificados, declarados justos, gracias a Cristo.
Podemos soportar las circunstancias difíciles, el sufrimiento, las injusticias porque confiamos en la
soberanía de Dios, confiamos en que Él está en control. Miremos Hebreos 10:32-39

32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados,
sostuvisteis gran combate de padecimientos;

33 por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra,
llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante.

34 Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con
gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos.

35 No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;

36 porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la
promesa.

37 Porque aún un poquito,

Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.

38 Mas el justo vivirá por fe;

Y si retrocediere, no agradará a mi alma.

39 Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para
preservación del alma.

El que cree en Dios para vida eterna, debe vivir para Él, manifestando frutos.

Dios responde a Habacuc instándolo a que confíe en Él. ¡Qué mejor respuesta!, frente al sufrimiento,
confía en mí, frente a la adversidad, confía en mí, lo que sea que ocurra, es que lo que yo he
considero justo, santo, bueno, amoroso y perfecto. Vive por fe, vive confiando en Dios, confiando
en que Él está con nosotros hoy, pero sobre todo, como dice Hebreos, confiando en que volverá,
esa es nuestra esperanza, Cristo viene.

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