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Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo

León

Colegio de Filosofía y Humanidades

Sexto Semestre

Antropología filosófica

Existencia y ser humano en Heidegger

Profesor Ignacio Ibarra Ibarra

Alumna: Michelle Narváez Jara

A 4 de diciembre del 2017 San Nicolás de los Garza, Nuevo León


A pesar de que se pueda llegar a pensar que el filósofo existencialista Heidegger, que
realizó contribuciones a las áreas de la fenomenología y hermenéutica, no posee una
antropología propiamente concreta, no obstante en su obra se encuentran consideraciones
humanísticas, a razón a las implicaciones que resultan de su perspectiva del hombre desde
el plano ontológico que puede derivarse a otros ámbitos como el social cotidiano. Debido
al papel preeminente del hombre en su relación con el Ser, de él se derivan implicaciones
existenciales que contribuyen a definir al hombre desde los elementos que lo constituyen,
como son el ser-ahí, ser-en-el-mundo, ser-relativo-a-la-muerte, y que debido a su
lenguaje, su arte, libertad, ética y consciencia pueda tener una mayor cercanía con el Ser
que los demás entes. En esto reside su antropología ontológica, que concibe al hombre
como el Dasein, el ser-así, ser-en-el-mundo. Este es su “intento de fundamentar la
naturaleza del ser en la naturaleza humana y en su cotidianidad en este mundo.”1

Ahora bien, Heidegger califica a toda la historia de la filosofía pasada como el


olvido del ser, que tanto la línea platónica metafísico-idealista como la aristotélica
científico-tecnológica dejaron de asombrarse ante el ser, lo daban por sentado. La
ontología fundamental es la que debiera retomar aquel pensar directamente al ser, desde
el hombre. En esta enajenación creciente de olvido podría situarse el origen de la
alienación que sufre el hombre ante la pérdida de la mirada del ser y que actualmente se
manifiesta como consumo, y no reflexión en el ser. 2 Heidegger examina la condición del
hombre moderno en la época del siglo XX y la tacha de nihilista, deshumanizada
enajenada, debido a la ausencia de la consciencia esencial del ser y la existenciariedad,
pues a pesar de ser el fundamento de todas las cosas se la ha dejado de lado. 3

Por tanto, la pregunta ontológica no sólo debería ser central en la filosofía sino que es
constitutiva del hombre. Este cuestionamiento nace exclusivamente en el hombre y se
hace por medio del lenguaje, el único medio de acceso al Ser disponible para el hombre.
La existencia para Heidegger es el ente que comprende su propio ser, ex-iste, se sale de
sí mismo para contemplar su ser. Y en este sentido sólo el hombre existe en sentido
propio. “Sólo el hombre existe en un sentido muy concreto: sólo él puede “pensar el

1
Steiner, G. Heidegger. Pg. 142
2
Ibid. pg. 43
3
Ibid. pg. 56

2
ser”(…) entendemos por existencia la capacidad que tiene el hombre de estar fuera de sí
mismo.4

De este modo su ontología pareciera casi identificarse con su antropología, no


porque el ser simplemente fuera el ser del hombre sino porque el punto desde el que se le
“conoce” o contempla es desde el lugar humano, el único ser existente por excelencia,
debido a sus modos de ser, que se explicarán más adelante. No obstante esta proximidad
privilegiada que posee el hombre no debe antropomorfizar al Ser ni identificarse con él,
como suele tender a pasar en la modernidad con Descartes donde el pensamiento precede
al ser, donde la verdad depende de la razón humana, en Leibniz donde sus mónadas tienen
percepción y apetito, en Kant con las condiciones subjetivas de percibir al ser. A esta
humanidad egocéntrica la califica de subjetividad imperialista, y debe desaparecer para
que la humanidad pueda regresar a su origen y re-pensar el sentido del Ser.

Además del lenguaje, por medio del arte, aspecto característico del hombre,
también acontece el ser, expresa su sentido y revela la verdad de su ser mediante una
inmediatez envolvente y una regresión infinita, se hace patente desde su estado de
ocultación. Sin embargo, no debe olvidarse el carácter ineludible histórico del arte, está
situado en el tiempo, así como el ser es temporal. Por el acontecimiento del arte pareciera
haber un acceso más intuitivo del ser que por el lenguaje (a no ser el poético) al que se le
dificulta más expresar el sentido del ser, debido a los vicios en los que ha caído.

“La contemplación de la obra no aísla al hombre de sus vivencias, sino que las
inserta en la pertenencia a la verdad que acontece en la obra, y así funda el ser-
uno-para-otro y el ser-uno-con-otro como el histórico soportar el existente
(Dasein) por la relación con la no-ocultación”5

El hombre no tiene una esencia a priori determinada, sino que se realiza en su


existir. El hombre es Dasein, porque es un ente que interroga al Ser, su sentido, desde lo
óntico a lo ontológico. Es un ser-ahí, que se refiere al carácter de mundanidad del Dasein,
pues no es un ente indeterminado sino que se sitúa como ser-en-el mundo, su estado se
caracteriza por su inmanencia, en cotidianidad, en la experiencia, en contra de las posturas
idealistas que promulgan una esencia exterior, trascendente, inaterrizada. Está en contra
del dualismo resultado de la disección humana como la de Descartes al separar mente y

4
Ibid. Pg.97
5
Heidegger. Arte y poesía. Pg.106

3
cuerpo, y darle privilegio al primero, sino que enlaza su ser-en con su espacialidad, su
noción existenciaria con su corporeidad, es un ser mundano, cotidiano. 6 Y dentro de su
relación con el mundo, el Dasein tiene que ver con él, lo conoce y éste es un modo de su
ser, no obstante el conocimiento del hombre no debe ser apropiativo del objeto,
explotador, sino un ser-con el mundo, y cura de él; sólo aprehendiendo la realidad se llega
a conocer el hombre a sí mismo, en uno de sus modos.

Otra de las modalidades o categorías existenciales del hombre es su estado-de-


yecto, éste es la condición humana de ser-arrojado al mundo, pero implica una
responsabilidad para con la realidad. La relación que el hombre puede tener con las cosas
en el mundo puede ser de varias maneras, una es la especulación teórica con el ser-ante-
los ojos, otra la de creación y contemplación de la obra de arte; y aquella otra con la que
se tiene que ver, con el ser-a-la mano y consiste en una comprensión de su ser y
“apropiárselo” de la manera más adecuada. Al usar las cosas como herramientas se busca
una finalidad, implica la existencia de los “otros”, ser-en-el-mundo es ser-con-otros, y el
hombre se constituye al concientizarse de su co-existencia con otros seres en su misma
posición ontológica.

“Nuestra comprensión de la posición ontológica de los otros y de la relación de


esa posición con nuestro propio Dasein es por sí misma una forma de ser.
Entender el “estado de presente” de otros es existir. ”7

Autores que conciben la realidad humana como esencialmente dialógica, como


Buber, califican la postura de Heidegger como monológica pues a pesar de la
inevitabilidad en la que se encuentra el Dasein de existir con otros, pareciera que esta
relación no es constitutiva esencialmente de su ser, sino sólo de solicitud, casi accidental.
El hombre en sí mismo está completo, no depende de los demás, su existencia está
finalmente en soledad.

“El hombre individual lleva en sí la esencia del hombre y la trae a existencia cuando se
convierte en un “resuelto” “él mismo”. El “mismo” de Heidegger es un sistema cerrado.”8

No obstante, este estado de con-vivencia puede ser de dos modos, autentico e


inauténtico, éste es en donde el hombre se disuelve entre la multitud, es uno, pero es

6
Steiner, G. Heidegger. Pg. 112
7
Ibid. Pg.121
8
Buber, M. ¿Qué es el hombre? México: FCE. Pg. 98

4
nadie, es un estado de enajenación, alteridad, irresponsabilidad. Estos hombres informes
viven valores impuestos, siguen el flujo banal, el sentimiento colectivo y tienen miedo de
lo que “uno” elija por ellos y de alcanzar los propósitos que les fijan. A este estado lo
concibe como de deshumanización y que pareciera hacerse presente en la
contemporaneidad. El hombre auténtico, en cambio es el que obedece al llamado-de-
conciencia, con sentido, siente angustia por la consciencia del contexto óntico de su
existencia cotidiana y posee disponibilidad ante la atracción de lo ontológico. El lenguaje
para el hombre inauténtico y el auténtico también es distinto, pues mientras el primero
hace “habladurías” acerca de trivialidades, el segundo hace “habla auténtica” que logra
adquirir la primaria relación del ser relativamente al ente de que se habla, se sigue
asombrando ante el ser. A aquella impropiedad del hombre lo llama estado de caído, de
decadencia, y son también elementos de la facticidad existencial de lo cotidiano, y su
aspecto positivo es que lo ayuda a concientizarse de su pérdida de sí para regresar a su
ser auténtico. Esto porque el estado de impropiedad le provoca al hombre una sensación
de insatisfacción, de inusitada extrañeza, culpa, des-amparo, sin casa, y esto ocasiona que
la angustia le muestre su condición de libertad, de elegir su propiedad o perderla. Pero la
condición para ser libre es el “curarse con”, “corresponsabilidad ante” y en esto reside su
ética existenciaria, el hombre es el custodio del ser y “es” en la medida que transforma
entes, los “pro-cura”. En el estado-de-resuelto la vida humana tiene un sentido.

“El hombre que no se cura de y el que no pro-cura-por no pue-de ser libre. Sorge
(la cura) es lo que le da sentido a la existencia humana”9

“A la gran mayoría de los seres humanos la pregunta por el ser se les presenta
“en momentos de gran desesperación, cuando las cosas parecen perder toda su
consistencia y se nubla su sentido”(…) ésta es la única pregunta, el incesante
preguntar sin el cual no puede haber ni una humanidad auténtica, ni un modo
coherente de existencia individual y social.”10 “El hombre. Y su primacía reside
precisamente en el hecho de que es el único que vive la existencia como algo
problemático, es la única presencia óntica que busca una relación de
comprensión con lo ontológico, con el “ser” en sí.(…) La existencia real del
hombre, su “ser humano”, depende de forma inmediata y constante de un

9
Ibid. Pg. 135
10
Ibid. Pg.52

5
preguntar sobre el ser. (…) El hombre alcanza su esencia, su humanidad, en el
proceso de la “existencia”: interrogando al Ser.”11

En su obra de Ser y tiempo, Heidegger a diferencia de sus predecesores que concebían al


ser como atemporal, eterno, toma una postura intramundana y defiende un compromiso
existencial de toma de consciencia de la naturaleza temporalmente limitada del ser,
porque aquella estatización del ser desarraiga al hombre y lo enajena. El hombre está
incompleto, no alcanza la totalidad de su ser hasta que alcanza su final, no obstante puede
aprehender la totalidad de su sentido. El hombre auténtico es el consciente de su condición
temporal finita, el que asume que es ser-relativamente-a-la-muerte, tiene un ya-no-ser-
ahí. Un acercamiento al fenómeno de la muerte se da por medio de la muerte de otros, al
experimentar su fin se anticipa al hecho, y al recordar la muerte de los otros tiene ser-con-
ellos, es una “cura”, pues pro-cura sus pensamientos, su vida y contribuciones de los
Dasein que ya-no-son pero fueron. No obstante la muerte propia es inalienable y debe ser
“vivida” por cada hombre pues el ser-relativamente-a-su-propio-fin es parte constitutiva
de su ser, la muerte es parte de su vida y una muerte auténtica es la que busca la
aprehensión ontológica de su propia finitud, asume su cercanía con la nada, y en esto
consiste su libertad pues en vez de sentir miedo o indiferencia que enajena el hombre
siente angustia por la responsabilidad ontológica que posee. “El asumir, por medio del
Angst (angustia) esta “terminalidad” existencial, es la condición absoluta de la libertad
humana.”12

Otro aspecto existencial del hombre es el de su consciencia de la temporalidad


auténtica, cuya principal encarnación es la historia, en donde la herencia del hombre le
provee sus potencialidades de su llegar-a-ser en el futuro. Aquí se encuentra una
existencia individual pero también una colectiva, donde el legado es asumido por una
comunidad y el Dasein no puede ser histórico individualmente sino en un sentido
autentico compartido.

Bibliografía:
Steiner, G. Heidegger. México: FCE, 1986.
Buber, M. ¿Qué es el hombre? México: FCE. 1985

11
Ibid. Pg.109
12
Ibid. Pg. 141

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