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Luisa Pernalete*
El sacerdote jesuita Manuel Segura conversó y hasta una mirada. El diálogo no está en el ho-
rizonte, sino la acción violenta. Y no se trata
con un grupo de educadores sobre su propuesta solo de esa violencia extrema, que mata. El dé-
ficit de convivencia se nota en muchos contex-
pedagógica Educar para la convivencia durante
E
tos: en el condominio, en la empresa, en la es-
cuela, en la calle, en los medios.
su visita en Venezuela De las escuelas, no tenemos datos duros, pe-
ro sí tenemos datos blandos que se vuelven du-
ros. Escucho muchas historias dramáticas y tris-
tes en las escuelas, desde apodos humillantes
que hacen llorar, hasta niños que son amenaza-
dos por otros compañeros. Muchas veces de
nseñar a convivir es hoy la primera y principal palabra: “te espero en la esquina, te voy a matar,
tarea de la escuela (Perdomo, 2012). Para infor- llamaré a otros para que te frieguen”, hasta ame-
marse, hay en estos tiempos muchas posibilida- nazas con armas de fuego. No solo entre pares,
des de hacerlo fuera de la institución escolar; en también de alumnos a profesores. Los actores
cambio, para aprender a convivir, no vemos tan- son adolescentes y también niños y niñas. Sec-
tas opciones. Hoy en Venezuela escuchamos con tores A, B, C, D y E. Nadie se salva.
frecuencia, tanto a educadores como a madres Por lo anterior, la visita a Venezuela de Manuel
y padres, expresiones como “¡Ya no puedo más! Segura Morales nos cayó como anillo al dedo a
¡No hay nada que hacer!”. En más de una opor- los educadores que tuvimos el privilegio de es-
tunidad un docente ha llamado a un represen- cucharle. No dice que sea fácil educar para la
tante para quejarse de su representado. “Señora convivencia, pero nos anima. Dice que no es tan
fulana, no sé qué hacer con su hijo”, la madre, difícil; o sea, nos dice que hay esperanza, que
con cara de angustia, responde que “ella tam- podemos parar esta espiral de violencia que ha
poco”. Se acumulan las historias de las dificul- entrado en nuestros centros educativos –esto lo
tades en hogares y en centros escolares sobre digo yo– y que nos está afectando, cansando,
problemas de convivencia, incluso sé que hay angustiando. Y a ellos, a los niños, niñas y ado-
docentes a punto de renunciar por los problemas lescentes, a algunos los mantienen atemorizados
de violencia en donde trabajan. ¿Será que no se y a otros los están acostumbrando.
puede educar para la convivencia?
solidaridad social
Saber expresar adecuadamente lo que se sien-
te ayuda a convivir en paz. La represión de sen-
timientos genera violencia. Esta dimensión del
programa tiene que ver con comunicar de ma-
nera eficaz lo que se siente.