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Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación

Facultad de Historia, Geografía y Letras


Departamento de Castellano

TEATRO DEL ABSURDO


ANÁLISIS:
LA CANTANTE CALVA
Eugéne Ionesco

Estudiante: Franco Carvajal Caris


Curso: Teoría Literaria III, 2 A
Profesora: Cynthia González Kukulis

1
El Absurdo

“Hay que imaginarse a Sísifo dichoso”1, nos dice Albert Camus ante la gran
tragedia del absurdo. La vida toma un solo eje y se tiende a dejar de lado los aspectos de
conciencia. Esa es la tragedia: Sísifo logra captar todo el sentido de su castigo y ahí es
su roca. Es el peso de su vida, que no puede llevar, sino hasta cierto punto en donde se
detiene y toma conciencia de la misma.

Edipo, asimismo, en el peak de su tragedia menciona, cuando la mano fresca de


una joven lo une nuevamente al mundo que “todo está bien”.

Vemos, de todas formas, cierta esperanza en las tragedias griegas. Hay un lazo –
dice Camus- entre la dicha, lo absurdo y la tragedia. Esto no está más que en la
conciencia. “Conozco y sé mi destino, me apropio de él y, por tanto, desaparecen de lo
celeste los dioses”.

Sin embargo, vemos en el teatro del absurdo un aspecto interesante. Los “héroes
absurdos” parecen no conocer nada. Es posible, incluso, imaginar lo que sería, con
posterioridad, el teatro de las marionetas. Personajes que parecen carecer de sentido,
que, de cierto modo, poetizan, en la propia acción, la gran farsa de la vida.

En este sentido, “la futilidad de la existencia –que solo puede aliviar el amor y la
capacidad de vernos en nuestro propio absurdo-“ 2 queda representada solo en el teatro
del absurdo como máximo abuso hermenéutico de la vida en sí. Aquí no se trata de
egregios personajes ni toma importancia la “altura de la caída”. No. En el teatro del
absurdo nos ponemos, como público o lector –pero, por sobre todo, como público- ante
los más absurdos personajes y situaciones. Desde el principio que son “héroes
absurdos” y siempre lo serán.

Imagino, entonces, al héroe trágico –si no fuera consciente- riendo y llorando a


la vez mientras se golpea la cabeza en el suelo ante su situación absurda. Por su parte, el
“héroe absurdo”, en efecto no es consciente de su situación trágica y ante eso su
reacción es instintivamente violenta. Así como el héroe trágico es consciente de su
situación absurda, el “héroe absurdo” es inconsciente de su situación trágica.
1
CAMUS, Albert. “El Mito de Sísifo”. Pp 201. 1999. Editorial Losada. Buenos Aires.
2
ESSLIN, Martín. “El teatro del absurdo”. Pp 252. 1966. Editorial Seix Barral. Barcelona.

2
Büchner –menciona Esslin- es precursor de un aspecto interesante del Teatro del
Absurdo. Lo pone de manifiesto como “drama violento y brutal de la aberración y la
obsesión, (…) en donde participan criaturas atormentadas, casi imbéciles, poseídas por
alucinaciones”. 3

Ante esto, la obra de Ionesco “La cantante calva” grafica de muy buena forma
la catarsis absurda a la que pueden llegar los personajes, casi en un estado colérico,
inconsciente de cualquier aspecto de la realidad cotidiana.

Sin embargo, para remontarnos a ese aspecto es necesario, primero, esclarecer


como esta obra se manifiesta –teóricamente- en los límites del Teatro del Absurdo.

La cantante calva
Aspectos del Teatro del Absurdo

“El Teatro del Absurdo tiende hacia una radical devaluación del lenguaje, busca
una poesía que ha de surgir de las imágenes concretas y objetivas del escenario” 4. Es ahí
donde radica la máxima simbología del absurdo en el teatro como representación de la
realidad y como una crítica a la misma.

Tristan Tzara, a eso del 1916, plantea el movimiento dadaísta como


completamente opuesto al modelo racional propuesto por los positivistas de la época.
Para esto, la devaluación del lenguaje se hace patente. El uso de collage, por ejemplo,
como muestra de los rincones MÁS ocultos de la conciencia, se hizo muy común por
los precursores de este movimiento.

Asimismo, se manifiesta en el Teatro del Absurdo. Los diálogos parecen no


tener sentido. Y, de hecho, está implícito: no los tienen. Veamos un ejemplo:

Sr. Smith: Hay algo que no comprendo. ¿Por qué en la sección del
registro civil del diario dan siempre la edad de las personas muertas y
nunca la de los recién nacidos? Es absurdo.

3
Ibid. 253
4
Ibid. 17

3
Evidentemente, abrazados con la camisa de fuerza de la lógica, podríamos decir:
“Es absurdo lo que ÉL dice, la edad de los recién nacidos es obvia; la de los muertos en
cambio, puede variar”.

Sin embargo, recordemos que en el Teatro del Absurdo, el contenido semántico


de los enunciados es paradojal: si bien quiere entregar un mensaje, este carece de
sentido si se hace contraste con la realidad que se quiere representar. He ahí la
problemática: es precisamente la incomunicación lo que busca representar el absurdo.

No existe, en el mundo posguerras, “un principio integrador aceptado por la gran


mayoría. (…) Por tanto, el lenguaje o, mejor dicho, la comunicación se ha desarticulado,
se ha convertido en algo sin propósito, absurdo.”5

Se trata de la sociedad misma que, ante la muerte de Dios, se fragmenta. No he


de escatimar en posturas filosóficas. Dios representa, en cada cultura mono o politeísta,
aquello que no puede ser explicado por medio de la palabra, es decir, la fe (o el no
cuestionamiento), por tanto, se establece que con la muerte de Dios, incluso la palabra
queda vacía.
SENTENCIA: El hombre posee lenguaje, mas no posee comunicación.

Llama la atención la siguiente línea:

Sra. Smith: Todo lo humano es respetable.

Dentro de esa gran masa visual absurda aparece algo que en primera instancia
podría parecer la grieta que hace pasar la luz en lo oscuro. Sin embargo, pensándolo
bien, este comentario que parece ser consciente de la condición humana y bastante
racional no es más que otro absurdo, ya que se plantea en un contexto absurdo. El autor,
entonces, lo plantea como una ironía. El mensaje carece por completo de sentido. Ante
la incomunicación, no hay nadie a quien respetar ni nadie que respete.
SENTENCIA: Todo ser humano se encuentra solo.

Bajo esas dos sentencias, es bastante graficante el sueño de Castel, personaje


trágico-absurdo de Ernesto Sábato.

“Intuí que había caído en una trampa y quise huir. Hice


un enorme esfuerzo, pero era tarde: mi cuerpo ya no me
obedecía. Me resigné a presenciar lo que iba a pasar, como si
fuera un acontecimiento ajeno a mi persona. El hombre aquel
comenzó a transformarme en pájaro, en un pájaro de tamaño
humano. Empezó por los pies: vi cómo se convertían poco a
5
Íbid. 301

4
poco en patas de gallo o algo así. Después siguió la
transformación de todo el cuerpo, hacia arriba, como sube el
agua en un estanque. Mi única esperanza estaba ahora en los
amigos, que inexplicablemente no habían llegado. Cuando por
fin llegaron, sucedió algo que me horrorizó: no notaron mi
transformación. Me trataron como siempre, lo que probaba que
me veían como siempre. Pensando que el mago los ilusionaba
de modo que me vieran como una persona normal, decidí
referir lo que me había hecho. Aunque mi propósito era referir
el fenómeno con tranquilidad, para no agravar la situación
irritando al mago con una reacción demasiado violenta (lo que
podría inducirlo a hacer algo todavía peor), comencé a contar
todo a gritos. Entonces observé dos hechos asombrosos: la
frase que quería pronunciar salió convertida en un áspero
chillido de pájaro, un chillido desesperado y extraño, quizá por
lo que encerraba de humano; y, lo que era infinitamente peor,
mis amigos no oyeron ese chillido, como no habían visto mi
cuerpo de gran pájaro; por el contrario, parecían oír mi voz
habitual diciendo cosas habituales, porque en ningún momento
mostraron el menor asimbro. Me callé, espantado. (…)”

Así, el hombre, en su relación con la conciencia puede experimentar su propia


tragedia y poseerla. Se hace cargo de su destino. Pero está solo ante el mundo. El
“héroe absurdo” cree estar en en comunidad, en compañía; como es el caso del
matrimonio de “Los Smith”.

Otro aspecto interesante en las obras del Teatro del Absurdo corresponde a lo
“atormentado e imbécil” de los personajes. Como mencionaba anteriormente, no es de
sorprender que haya dado paso al teatro de las marionetas. Y es claro. Sartre menciona
que “la guerra mata, incluso a los que sobreviven (…) La historia, en un solo y único
movimiento, reclama a sus héroes, los crea y los destruye al hacerlos incapaces de vivir
sin sufrir en la sociedad que han contribuido a forjar”. La sociedad se encuentra
desorientada o, mejor dicho, muerta y eso es precisamente lo que el Teatro del Absurdo
quiere representar.

Llama la atención, en la obra de Ionesco, lo inconciente de los personajes.


Veamos:

Sr. Smith: Era el cadáver más lindo de Gran Bretaña. No


representaba la edad que tenía. Pobre Bobby, llevaba cuatro
años muerto y estaba todavía caliente. Era un verdadero
cadáver viviente. ¡Y qué alegre era!

5
Es de deducir, entonces, la característica muerta-viva de la sociedad posguerras.
Es evidente, así, que eso busca precisamente señalar Ionesco. No hay comunicación,
estamos solos, la vida es absurda. De esa manera, la sentencia esta vez es absolutamente
individual. La pregunta la hace Camus: ¿vale la pena o no vivir la vida?6

Tras bastantes diálogos sin sentido, tras la aparición del bombero que no
encuentra purificación ni redención en la casa inglesa de Los Smith (digo, abusando
hermenéuticamente, que no encuentra fuego, por tanto, “el fénix” o el espíritu de la
humanidad no renace) y mucho menos encuentra la curiosidad tan latente de los faunos
de Prometeo7 por explicarse la vida. Y tras la cuasi huida del mismo, viene, si no la más
interesante, la escena más insana. Es aquí donde quiero concentrar mi atención:

La violencia del absurdo


6
Op. Cit. Pp 13.
7
LESKY, Albin. “La tragedia griega”. Editorial El Acantilado. 2001

6
En la escena XI, los personajes comienzan a lanzar parlamentos que no se condicen en
ningún aspecto. Son frases al aire que, sin embargo, llevan en si mucho del sentido de la
obra.

Después de la última réplica del Sr. Smith, los otros callan


durante un instante, estupefactos. Los sones del reloj son
más nerviosos también. Las réplicas que siguen deben ser
dichas en un tono glacial, hostil. La hostilidad y la nerviosidad
irán aumentando. Al final de esta escena los cuatro personajes
deberán hallarse de pie, muy cerca los unos de los otros,
gritando sus réplicas, levantando los puños, dispuestos a
lanzarse los unos a los otros.

Esta acotación nos ayuda a conformarnos la imagen mental. Sus parlamentos


parecen graznidos como los de Castel. Todo es muy colérico, todo es rápido y nervioso;
nada es calmo, parece que los personajes fueran a golpearse los unos a los otros riendo a
la manera de los esquizofrénicos con sus bufones y llorando. Llorando tanto porque no
son concientes de su situación trágica.

Se trata de su catarsis absurda. La reacción es violenta porque es la única que sus


cuerpos de marioneta, sus cuerpos sin sentido, pueden soportar.

Con anterioridad he llamado a estos personajes “héroes absurdos”. Si bien no


tienen ningún aspecto de héroe (no existe caída, porque siempre estuvieron en el piso;
no existe bella muerte, porque siempre estuvieron muertos) la propia adjetivación
entrega el carácter irónico a la caracterización. Ni siquiera se trata de anti-héroes. Ellos
no son nada.

Charles Bukowski menciona respecto al absurdo: “Casi siempre lo mejor de la


vida consistía en no hacer nada en absoluto, en pasar el rato reflexionando, rumiando
sobre ellos. Quiero decir que pongamos que uno comprende que todo es absurdo,
entonces no puede ser tan absurdo porque uno es consciente de que es absurdo y la
conciencia de ello es lo que le otorga sentido. ¿Me entienden? Es un pesimismo
optimista.”8

El “héroe absurdo” al contrario no toma conciencia de nada. No es pesimista ni


optimista. Es por eso que se da la reacción violenta, absolutamente desquiciada. La
unión de la dicha, el absurdo y la tragedia mencionados por Camus, se plantean en esa

8
BUKOWSKI, Charles. “Pulp”. Pp 149. Editorial Anagrama. 2010. Barcelona.

7
instancia. Como dije con anterioridad: se arrancan pedazos del mundo, ya destruido, a
cabezazos mientras se ríe y llora al mismo tiempo.

La cantante calva lo estaba cantando –o graznando- a gritos desde las brasas del
mundo como el más triste de los blues.

8
BIBLIOGRAFÍA

-Albert Camus. “El mito de Sísifo”. Editorial Losada. Buenos Aires. 1996.
-Albin Lesky. “La tragedia griega”. Editorial El Acantilado. Barcelona. 2001.
-Charles Bukowski. “Pulp”. Editorial Anagrama. Barcelona. 2010
-Eugene Ionesco. “La cantante calva”. Editorial Losada. Buenos Aires. 2008
-Martín Esslin. “El teatro del absurdo”. Editorial Seix Barral. Barcelona. 1996

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