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"La Destitución Subjetiva Y El Des-ser Del Analista"

(*) Escuela Freudiana De Buenos Aires, Octubre De 2015.

Luis María Bisserier

“La lógica se define como lo que tiene


como fin reabsorber el problema del
Sujeto supuesto saber” - Jacques Lacan 21/2/1968

La conjunción de términos que reproduce el título del presente trabajo fue introducida por
Jacques Lacan en su ya famosa proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista
de la escuela. (1)
La destitución subjetiva es el resultado final del trabajo analizante, aquello que se produce en
el final de un psicoanálisis y el des-ser del analista aparece como una revelación más que
como una producción, ya que estaba velado hasta ese momento por ocupar el psicoanalista el
lugar del Sujeto Supuesto al Saber en la transferencia. Ambos términos son la consecuencia
final y estricta del acto analítico llevado a su término, en tanto pueda realizarse como práctica
lógica.
Y esto tiene su importancia porque se trata de mostrar a partir del psicoanálisis puro que es el
discurso psicoanalítico el que produce aquello que llamamos psicoanalista y no al revés, en
tanto éste, no se confunde con la persona ni se autoriza en ningún título, sino que se define
como formación del inconsciente, como integrado al concepto de lo inc. Lo que llamamos
analista es entonces una función que se puede diferenciar de la persona que llamamos
psicoanalista. El analista será entonces formado por el discurso analizante en tanto éste se
mantenga guiado por la lógica que instala su regla fundacional.
Es el corte radical con toda pretensión de inter-subjetividad.
Esta regla fundamental, en tanto libera la palabra de su atadura al significado, rápidamente
instituye la condición de posibilidad para la transferencia, al encontrarse el hablante con su
falla estructural en la inaccesibilidad del objeto (que queda como resto o como desecho) y con
el tropiezo del saber en su falta, de donde surge la dimensión de la verdad como retorno.
El sujeto entonces ya no es la persona a la que el decir de los otros le atribuye una
subjetividad, el sujeto es lo que representa a un significante frente a otro significante, y que
empujado a la afanisis y a la pérdida de objeto, su marca será la división que lo constituye.

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La proposición fue presentada después del final del seminario llamado la “Lógica del
fantasma” y antes de los desarrollos del seminario del “Acto psicoanalítico”, durante el cual,
casi sin mencionar nuevamente estos términos, Lacan reiterará pasar una y otra vez por lo
que los fundamenta hasta poder explicitar, en el siguiente seminario (“De un Otro al otro”) el
valor que le da.
El 8 de enero de 1969, en la sexta reunión del seminario 16 dirá: “De aquí en más me verán
continuar esta búsqueda que consiste en atrapar por todas partes donde se presente la
ocasión isomorfismos entre el estatuto del sujeto y lo que desarrollan las disciplinas ya
constituidas. (…)
¿Cuál es esta disciplina? La llamaré práctica lógica. No me parece un mal término para
designar exactamente lo que está en juego.” (2)
¿Y qué es lo que exactamente está en juego? Lo que está en juego es lo sexual de la verdad
y la verdad de lo sexual.
Lacan ya lo había dicho, al pasar, el 22 de noviembre de 1967, poco más que un año antes,
cuando hace, provocativamente sin dudas, pero con el rigor de atenerse a la palabra, lo que
llamó el elogio de la boludez. Esto es posible en la lengua francesa recurriendo a la
etimología. Connerie (boludez) puede producir por homofonía juegos de equivocidad con la
palabra conocimiento (connaissance) y con la palabra des-conocimiento (de-connaissance).
Lacan se divierte recordando que en francés se dice “el boludeaba” (déconnait). Nosotros
decimos en nuestra lengua “se hace el boludo”, careciendo del juego significante recurrimos
al significado. ¿Desconocimiento de qué? ¿Hacerse el boludo respecto de qué? La etimología
de connerie en francés remite al “connus” latino, que quiere decir vulva.
Dirá Lacan: “No es tanto la verdad de la boludez como la boludez de la verdad.
Quiero decir que poniendo aparte los casos donde podemos hacer aséptica, vale decir
asexuar, la verdad, es decir hacerla como en lógica, sólo un valor V que funciona en oposición
a una F en cualquier parte donde la verdad está influyendo sobre otra cosa y especialmente
sobre nuestra función de ser parlante, la verdad se encuentra puesta en dificultades por la
incidencia de algo que es lo contrario de lo que yo designo en este caso bajo el término de
boludez, y que quiere decir lo siguiente (…): el órgano que da, si se puede decir, su categoría
al atributo en cuestión está justamente marcado por lo que llamaría una inadaptación
particular al goce, que es de lo que toma su relieve eso de lo que se trata, a saber, el carácter
irreductible del acto sexual a toda realización verídica; de esto se trata en el acto
psicoanalítico (…)” (3)
He aquí porqué no hay relación sexual que se pueda escribir como en lógica. Pero la práctica
lógica psicoanalítica puede, isomorficamente, volver aséptica la peste sexual (el Edipo)
escribiendo el equivalente de lo que en lógica-matemáticas son los teoremas de Gödel,
llamados de limitación.
Para volver a la cita del seminario 16: “¿qué encontramos en la experiencia de esta lógica
matemática, sino justamente este residuo donde se designa la presencia del sujeto?”.
Ahí donde había limitaciones, el psicoanálisis opera escribiéndolo como límite. El límite no es

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la limitación que es impedimento, déficit, insuficiencia. El límite es lo que permite, lo que
vuelve posible un funcionamiento. El matema de la falta en el Otro pretende cumplir esa
función.
Se trata entonces de una práctica lógica en psicoanálisis, atravesada por la verdad sexual que
no puede escribirse y que para escribir su imposibilidad pasa por la transferencia como puesta
en acto de la realidad sexual del inconsciente (ver seminario 11).
Es una lógica donde lo que cumple el papel de axioma es el fantasma que articula diferentes
registros a partir de una frase, cuyo paradigma ejemplar sigue siendo “un niño es pegado”.
De ahí que toma todo su valor la boludez de la verdad en tanto acto sexual que no puede
inscribirse como consistente ni ofrece certeza al sujeto sobre su propio sexo.
Digo sujeto porque el lenguaje me obliga al malentendido ya que es a partir de esta
inconsistencia y de esta incerteza que el acto psicoanalítico muestra cómo se constituye el
sujeto, aunque el imaginario lo instale en la anticipación que lo hace prisionero. Ni la anatomía
ni el decir de los otros hacen de un hombre un hombre y de una mujer una mujer. Nadie es
padre por haber engendrado y nadie es psicoanalista por declararse como tal.
Es también de esta prisión que se libera el psicoanalizante en la destitución subjetiva.
Otra vez: la destitución subjetiva y su correlato, la revelación en un instante que es de
relámpago, del des-ser del analista, son el resultado, el final de la partida de lo que se inició
con la apertura. Final que duplica e invierte esa apertura. El saber pasa a lo real y el que era
analista ya no puede decir nada de lo que era como objeto en la transferencia. Eso le toca al
analizante si acepta la proposición de Lacan: el pase.
Esa apertura implicó pasar muchas veces por lo que la regla instala: la asociación libre, decir
lo que sea, sin importar qué, implica la suspensión de la creencia en la intersubjetividad y en
la comprensión; la no respuesta a la demanda abre paso a la interpretación a la letra para el
paso de sentido como sentido otro y como reducción lógica del sentido. Sin sentido y paso de
sentido por la escritura de una cifra que reduce lo imaginario para rearticularlo como
imaginación y experiencia que intuye.
En la reunión del seminario del 21 de junio de 1967 Lacan retoma las sutilezas de la negación
en francés para poder, desde el ser del lenguaje, escribir el des-ser, que luego se revelará
“del analista”, como deseo inconsciente de no deseo. Dice que es alrededor de lo que puede
hacerse una inversión, cuyo reverso sería que “la interpretación, en efecto, toma el lugar del
deseo” (4).
Este final y esta apertura están explícitamente mencionados en la proposición del 9 de octubre
con la metáfora del ajedrez que ya había utilizado Freud. Pasar del comienzo al final de la
partida ya que “en el final de la partida se encuentra la clave del paso de una de las dos
funciones a la otra, esto es algo exigido por la práctica del psicoanálisis didáctico.
¿Qué es lo que al final del análisis llega a darse a saber?
En su deseo [que es el resultado de su interpretación] el psicoanalizante puede saber lo que él
es [o sea: su ser]. Pura falta en tanto que (-?) es por medio de la castración, cualquiera sea su
sexo, que encuentra el lugar en la relación llamada genital. Puro objeto en tanto que (a) el

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obtura la hiancia (béance) esencial que se abre en el acto sexual, por funciones que
calificaremos de pregenitales. Yo demuestro que esa falta y ese objeto tienen igual
estructura.” (5)
Observaciones profundamente clínicas ya que conviene no olvidar que para Lacan el
consultorio, ese lugar de la práctica analítica, es la escena de un acto sexual forcluído. (6)
¿Qué quiere decir esta forclusión sino que es la condición para que la lógica funcione?
Por supuesto que esta forclusión supone el riesgo de un delirio como Lacan lo señala en 1973
en la Nota Italiana: “creer que la ciencia es verdadera con el pretexto que es transmisible
(matemáticamente) es una idea propiamente delirante que cada uno de sus pasos (los de la
ciencia) refuta.” (7)
Hay solamente el descubrimiento de un saber en lo real que deja un resto. El saber que está
en juego en un psicoanálisis, saber textual y saber referencial, al final, pasa a lo real. Es un
saber sobre el des-ser del analista, su reducción a un objeto. Ceguera de la mirada en su
punto proyectivo, sicut palea: lo desechable.
El ser del saber sólo puede pensarse del lado del psicoanalizante. En el discurso en la
Escuela Freudiana de París, el 6 de diciembre de 1967, como respuesta a los debates que su
proposición de octubre había suscitado, Lacan dirá que la destitución subjetiva “no es ella la
que hace des-ser, más bien ser, singularmente y fuerte.” Ofrece dos ejemplos. Uno, él mismo,
en 1961… “sabiendo que servía para que mis colegas volvieran a la internacional, pagando el
precio de que mi enseñanza fuera en ella proscripta. Continúo sin embargo esta enseñanza, al
precio de no ocuparme más que de ella.”
Vayamos al otro ejemplo. Dice: “en cuanto al efecto de ser, se palpa mejor en Jean Paulhan.
El guerrero aplicado es la destitución subjetiva en su salubridad.” (8) Esta novela fechada en
1914 describe la movilización y transformación del “hombre de la Belle Époque” en la guerra
de trincheras con la que la guerra del 14 marcó el fin de una época que más adelante Jean
Renoir nombrará como “la Gran Ilusión” en su clásico y magnífico film (1937).
¿Por qué la guerra o la negociación que proscribía la enseñanza de Lacan son ejemplos
privilegiados de la destitución subjetiva? Podríamos añadir el chiste del condenado a muerte
(“que linda manera de empezar la semana”) en el que Freud se apoya para su breve y
sensacional artículo sobre el humor.
Algunas puntuaciones para tratar de avanzar en la construcción de una respuesta.
1º) Parece tratarse de situaciones extremas, también llamadas situaciones límite, que vuelven
absurda sino imposible la demanda de amor; en las que el que acepta esto libera su palabra
deseante del peso aplastante del S-yo. Es el sujeto de la demanda el que queda destituido
pero no queda liberado ni de la demanda ni de los goces de los otros. Sólo que podrá estar en
mejores condiciones (un ser más fuerte) para convivir con eso.
El malentendido de la comprensión lo puede ilustrar en el ejemplo que brinda el siguiente
relato. Un analizante que ha enfrentado exitosamente un cáncer ha dejado de fumar. Lo hizo,
como guerrero aplicado y sin que le cueste nada, cuando le informaron que disminuía la
eficacia del tratamiento radiológico. El bienpensante de siempre comprende: “¡también, con el

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miedo que pasaste!” A lo que él responde: “es al revés… fumaba cuando tenía miedo”.
Es algo de este orden lo que se puede encontrar en la lectura de la novela de Jean Paulhan.
Veamos un fragmento: “Es difícil hacer comprender la naturaleza de los sentimientos que yo
había experimentado… no se relacionaban con los acontecimientos mismos sino con una
calidad particular como la que, si se quiere, es para el lago su nivel de agua. Esta cualidad se
me reveló en principio como una decepción; no era el plano extraordinario al que parecía que
las cosas de la guerra debían elevarme.
Ese relato cruel, en tanto yo lo escuchaba implicándome más o menos, no me dejaba estar a
su altura –lo que parecía, por otra parte, una injusticia: hay en esto, me decía, todo un orden
de alegrías singularmente vivas, como el hundir una bayoneta en un vientre enemigo, de lo
que me siento excluido- sin embargo, en un nivel apenas inferior, me inspiraba aplomo y una
especie de seguridad que me hizo experimentar la existencia de la crueldad, como también,
en lugar de miedo, un sentimiento de pesar bastante tierno de la vida.” (9)
Freud decía que el sujeto puede morir si pierde el amor del Ideal del yo (S-yo). Sí. Pero sólo si
sigue demandando ese amor. No alcanza con no querer morir, todavía hay que querer vivir
aceptando que esa vida incluye la enfermedad y la muerte. También lo decía Freud: si quieres
la vida, prepárate (acepta) la muerte, siguiendo en esto la máxima romana: “si quieres la paz,
prepárate para la guerra”.
2º) Si la destitución subjetiva implica ese resultado que hace barrera al S-Yo, que lo horada,
podemos leer en el guerrero aplicado la caída de la mirada del Ideal del Yo. En la trinchera, de
la que no es posible asomarse, la mirada del Ideal ya no reclama la muerte heroica. Solo
queda la mirada del enemigo, que en este caso no es nombre del padre y por consiguiente de
él no hay temor de perder su amor. Como segundo paso, la voz de mando es silenciada por el
estruendo de los cañones. En toda la novela no hay presencia de ningún líder. Solo
instrucciones a las que hay que decidir si aplicarse o no. Pero no es el silencio lo que impera
en el agujero de las trincheras, es el susurro irónico de los compañeros. Muy cercano al
humor del ejemplo freudiano.
Esa máxima distancia entre el Ideal del Yo y el objeto (la mirada, la voz) se vive como
expansión vital. Una serenidad no exenta de alegría. No es el yo del narcisismo, que más bien
se expresa en la fase depresiva, transitoria, por la caída del objeto. Hay también el alivio por la
caída del absurdo del mandato superyoico: “vive para que te goce hasta el final” decía el
heredero del complejo de Edipo, a lo que ahora responde el saber en lo real, algo que dice en
el sujeto: “hasta el final que acepto gozaré de la vida, aunque incluya lo que no demando ni
quiero”.

NOTAS:
(1) Ornicar? El saber del psicoanálisis. Páginas 11- 30. Ed. Petrel
(2) Seminario de otro al otro. Pág. 85 Paidos
(3) Seminario del Acto psicoanalítico. Inédito
(4) Seminario de “La lógica del fantasma” Traducción de Ricardo Rodriguez Ponte. Pág. 141

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(5) Ornicar? Oportuna cita.
(6) La frase con la que cierra el seminario de la “Lógica del fantasma” dice: “una alcoba
donde no pasa nada más que el acto sexual que se presenta como preclusión (verwerfug) es
lo que se llama comúnmente el consultorio del analista.”
(7) Nota Italiana. Otros Escritos. Pág.329. Paidos
(8) Discurso en la Escuela Freudiana de París. Otros escritos. Pág. 291. Paidos
(9) El guerrero aplicado. Págs. 35-36. Ed. Tres Haches (1999)

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