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Juro solemnemente ante Dios, el Padre, Hijo y el Espíritu Santo, Señor Soberano, Creador

y Sustentador de todo cuanto existe, quien por su amor y gracia redentora se hizo como
uno de nosotros, y como Emmanuel, se constituyó en nuestro Redentor y a través de su
nacimiento, ministerio, muerte y resurrección, consumó la obra de la reconciliación para
redimir a los seres humanos creyentes en su propósito eterno formando así su “Pueblo para
su Nombre”, el cual es su Iglesia y el Cuerpo de Cristo, la cual Él “amó y se entregó así
mismo por ella” “y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”
Y juro también ante “la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” y ante mi
propia patria que, como Ministro de Dios: Seré “fiel hasta la muerte” y “digno de la vocación
con que fui llamado para predicar y enseñar “el Evangelio de las inescrutables riquezas de
Cristo”.
Al haber sido debidamente ordenado hoy como Ministro de la Palabra y de los Sacramentos
“con la imposición de las manos del Presbiterio; con la ayuda de Dios, me esforzaré con
todo mi ser para cumplir los objetivos y responsabilidades del Santo Ministerio que recibí
del Señor Jesús, para dar testimonio de la gracia de Dios”, bien sea como ministro, pastor,
maestro, comunicador dirigente de la Iglesia y el Señor Jesucristo y seré humilde, diligente
y dedicado en el ejercicio de mi vocación”.
Agradeceré y respetaré a mis pastores quienes me apoyaron y me guiaron en mi vida como
cristiano. Asimismo, amaré y respetaré a mis consiervos en el ministerio, tratándolos como
compañeros de trabajo al servicio de Dios.
Trataré a mis hermanos en la fe, tanto niños, como jóvenes, varones y mujeres, oficiales o
miembros de la iglesia por igual, como parte del Cuerpo de Cristo, con todo amor cristiano,
afabilidad, respeto y comprensión, “aceptándolos, como la grey del Señor…cuidando de
ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo
pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a mi cuidado, sino siendo ejemplo
de la grey”.
“Me esforzaré para cumplir con mi ministerio fielmente, administraré los Sacramentos
conforme a la regla de Cristo”, e “instaré a tiempo y fuera de tiempo, redargüiré, reprenderé
y exhortaré con toda paciencia doctrina”, reconociendo que “todo lo que haga sea de
palabra o de hecho, lo haré en el nombre del Señor Jesús dando gracias a Dios Padre por
medio de Él, así como la convicción de que todo lo que haga, lo haré de corazón como para
el Señor y no para los hombres”
A nadie haré daño con mis palabras o acciones y trataré de ser siempre instrumento del
bien y de la bondad proveniente de Dios; y como ciudadano, amante de mi Patria seré
respetuoso, cumplido, servicial y responsable para el bien de mi nación y del mundo.
Si no cumplo este juramento y me vuelvo perjuro, que Dios, la Iglesia y la sociedad me lo
demanden.
Y, si con la ayuda de Dios cumplo mi Ministerio sea el Señor servido y glorificado, quien me
recompense y me reciba diciendo “Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre
mucho te pondré, entra en el gozo de tu Señor” (Mt. 25:22).

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