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Eran eruditos judíos que hasta el siglo VI de la era cristiana dividieron la Biblia en
párrafos, grandes y pequeños, tal como los encontramos hoy en los textos de la
bíblicos hebreos. Los masoretas también introdujeron muchas marcas diacríticas
para señalar la ubicación de pasajes difíciles.
Estos hombres se esforzaron por asegurar la transmisión exacta del texto del
Antiguo Testamento a las generaciones futuras y consignaron los resultados de
sus labores en monografías y en anotaciones hechas a la Biblia. Puesto que el
hebreo había sido una lengua muerta durante siglos -reemplazada completamente
por el arameo como lengua viva - existía el peligro de que su pronunciación se
perdiera enteramente con el correr del tiempo. Por esa razón los masoretas
inventaron un sistema de signos vocálicos que se añadieron a las consonantes
hebreas.
En el período talmúdico (c. 300-500 d.C.) las reglas para perpetuar la Masora
fueron sumamente detalladas. Sólo se debían usar pieles de animales limpios
para rollos de pergamino y sus ataduras. Cada columna debía ser de igual
longitud, no menos de sesenta ni más de ochenta y cuatro líneas. Cada línea
debía contener treinta letras, escritas con tinta negra de una hechura prescrita y
en las letras cuadradas que fueron los ancestros de las letras del presente texto
hebreo. Tales eran algunos de los esmerados medios usados para preservar el
texto consonántico de la Masora con el fin de impedir toda añadidura u omisión.
Masora: