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Sebastián Guerra D.
A lo largo del siglo XX, Gadamer fue uno de los filósofos que más fuertemente
influenció la recuperación de la filosofía aristotélica, en particular respecto al ámbito de las
virtudes. Lo hizo desde sus primeros escritos, como el Protrepticus de 1928, en su obra
magna, Verdad y método de 1960, hasta llegar al análisis de la EN en 1998.1 Como es
reconocido, Gadamer en Verdad y método propuso a la filosofía práctica de Aristóteles como
el modelo de su propia hermenéutica. Él lo hizo, primero, a causa del carácter del
conocimiento concerniente al ser humano en sí, a su patrimonio, su historia, su vida; y,
segundo, porque ese conocimiento, a diferencia del conocimiento teórico, envuelve en sí una
relación con el objeto.
1
Vs. Berti, E. “Gadamer and the reception of Aristotle’s intellectual virtues”. Revista Portuguesa de Filosofía,
T.56 Facs. 3/4. 2000. pp. 348.
autónoma”.2 De hecho, identifica a la filosofía práctica en los mismos términos que
Aristóteles posiciona a la phrónesis, i.e, (1) que no es la episteme, el conocimiento científico;
(2) que tiene una imposibilidad de ser aprendida y, consecuentemente, de ser olvidada; (3)
que es la capacidad que permite el conocimiento de los fines con el conocimiento de los
medios, i.e, que es imposible ser prudente sin ser bueno;3 (4) y, causa de la anterior,
presupone un determinado tipo de experiencia.
En el segundo capítulo del libro VI, Aristóteles divide las virtudes, o las excelencias
(areté), del alma en virtudes morales, ethos, y las virtudes intelectuales, dianoia. En el
tercero, establece los hábitos por los cuales el alma podría optar hacia un fin mayor, i.e, el
arte (téchne), el conocimiento (épisteme), la sabiduría práctica (phrónesis), la sabiduría
filosófica (sophia) y el intelecto (nous).5 En este sentido, la autonomía de la razón práctica
está garantizada igualmente en la filosofía de Aristóteles por la delimitación de la phrónesis
frente a la téchne. Si bien tanto la práxis como la poiesis comparten la contingencia que es
característica del mundo de las cosas humanas, la prudencia se distingue de la téchne,
primero, porque ella delibera sobre “lo que es bueno y conveniente en general” 6 y no
particularmente, como ocurre en el caso de esas artes que han de procurar objetos
determinados como la salud o la fuerza. Gadamer se apropia de esta idea con la finalidad de
2
Vs. Vallejo, A. “El concepto aristotélico de Phrónesis y la hermenéutica de Gadamer” en El legado de
Gadamer. (2004), Universidad de Granada, Granada, España. pp.467-468.
3
Ídem. P. 473.
4
Eth. Nic. VI 1, 1138 b 20.
5
Eth. Nic. VI 3, 1139 b 15-17.
6
Eth. Nic. VI 3, 1140 a 28.
hacer valer la razonabilidad práctica por sobre la razón técnica y científica: “la finalidad del
saber ético no es el de una “cosa particular”, sino que la finalidad misma determina toda la
rectitud ética de la vida en su conjunto.”7
Al respecto, Gadamer sostiene “en todas las situaciones, la conciencia ética es la que,
sin disponer en principio de conocimientos totalmente comprobados, es necesariamente la
única responsable de sus decisiones. El saber ético no mantiene ningún tipo de consejo con
nadie más que consigo mismo. Todo el problema se resume en el hecho de que no se tiene
conciencia de los medios justos más que realizando el fin, y esto es ante todo porque los fines
mismos no se dan nunca como si estuviesen perfectamente determinados.”10 Por ende, cobra
relevancia la experiencia dentro del desarrollo de aquella virtud moral, es la conciencia ética
que otorgará esa capacidad habitual de obrar de manera correcta. La experiencia es la que da
el pie para el desarrollo de la prudencia. Así lo señala el dicho popular: “Más sabe el diablo
por viejo que por diablo”.11 Sin embargo, no basta sólo con la experiencia, con la vivencia,
7
Gadamer, H. El problema de la conciencia histórica. (1993) Tecnos, Madrid, España. p. 91.
8
Vallejo, A. p. 472.
9
Eth. Nic. VI 3, 1144 a 6-8.
10
Gadamer, H. El problema de la conciencia histórica. p. 91.
11
Vs. García-Huidobro, J. El anillo de Giges. Una introducción a la tradición central de la ética. (2014)
Instituto Res Pública, Santiago de Chile, Chile. p. 93.
sino que la clave se encontraría en el hábito, aquella capacidad del ser humano de
perfeccionarse de manera tal que la virtud moral y la virtud intelectual le lleve por la “recta
razón”. Gadamer da cuenta de ello en torno a aquella “conciencia ética que modela desde el
interior de las exigencias éticas una situación concreta”.12 La phrónesis se constituye en “la
virtud que perfecciona el intelecto práctico en la tarea de encontrar los medios que conducen
al fin bueno.”13 Se debe comprender, entonces, que Gadamer se inspire en la filosofía de
Aristóteles a la hora de reivindicar un nuevo concepto de racionalidad, que supere el
formalismo metodológico de las ciencias modernas.14 Por ello, el retorno al concepto de
phrónesis es fundamental, ya que se presenta como un remedio a dicha racionalidad que trata
de arrebatar el carácter teleológico de la acción. “Así pues, [expresa Gadamer], aunque es
necesario que se preste oídos a lo que exige la situación, su percepción no es una percepción
bruta y sin significado. Es una percepción ética donde la situación nos aparece como
situación-de-nuestras-acciones y a la luz de aquello que es “justo”.”15
Por otro lado, hay tres elementos fundamentales de la phrónesis gadameriana que es
pertinente destacar. Primero, como fue señalado, el rol del hábito es clave para el desarrollo
de la filosofía práctica aristotélica y gadameriana, encontrando su base en la búsqueda de la
consagración de aquel animal político y racional que es el hombre. Si el hombre está llamado
a saber, “todos los hombres desean por naturaleza saber”16, concentra inherentemente la
capacidad de enseñar,17 siendo el caso de la prudencia, phrónesis, como sabiduría práctica
un elemento fundamental para el hombre en sociedad, ya que aquélla se presenta como el
conocimiento de los principios que orientan la acción y correcta determinación e imperio de
la acción singular misma que es más adecuada según todas las circunstancias. 18 Es
fundamental la práctica de la prudencia para un mejor desarrollo de la misma, ya que está
basada en el re-conocimiento de lo que es bueno y la materialización en una acción buena.
12
Gadamer, H. El problema de la conciencia histórica. p. 92.
13
García-Huidobro, J. p. 99.
14
Aubenque. pp. 115-116.
15
Gadamer, H. El problema de la conciencia histórica. p. 92.
16
Met. I 1 980 a 20.
17
Vs. Orrego, C. Filosofía: conceptos fundamentales. Una nueva introducción al pensamiento crítico. (2016).
Ediciones UC, Santiago de Chile, Chile. p. 62.
18
Ídem. p. 64.
Entonces, es prudente el que sabe que está bien lo que está haciendo,19 siendo la enseñanza
de lo que es bueno un claro ejemplo de ello.
19
Vs. García-Huidobro, J. p. 96
20
Gadamer, H. El problema de la conciencia histórica. p. 93.
21
Ídem. p. 92.
22
Ibidem. p. 94.
de la obra de Maquiavelo. Claramente, ha sido considerado uno de los observadores y
filósofos políticos más pragmáticos y que, ciertamente, en sus escritos ha pregonado el
carácter técnico del saber en el ámbito de la política y de la sociedad, graficándose, al menos
en su “príncipe nuevo”, uno de los paradigmas de la idea del deinos.
23
Maquiavelo, N. El Príncipe. Dedicatoria.
24
Maquiavelo, N. El Príncipe XV.
25
Maquiavelo, N. El Príncipe XVI.
26
Maquiavelo, N. El Príncipe XVII.
27
Maquiavelo, N. El Príncipe XVIII.
Respecto a la capacidad de racionalizar la actividad de los hombres que se ha
reseñado de Gadamer, Maquiavelo estaría de acuerdo en un sentido y en otro no. Estaría de
acuerdo, naturalmente, que la acción política tiene ciertas repeticiones a lo largo de la
Historia, y que, por ende, puede ser racionalizada su forma de acción: “a los príncipes que
han triunfado les cuesta mucho desviar el camino”, tendiendo a repetir las mismas acciones.
De hecho, para Maquiavelo es el elemento fundamental del por qué está interesado en enseñar
política: porque “si regresaran al mundo los mismos hombres, como regresan los mismos
hechos, jamás pasarían cien años sin que nos encontrásemos otra vez juntos haciendo las
mismas cosas que ahora.”28 Es parte de su teoría de la historia que ciertas acciones de los
hombres se repitan.
Por otro lado, el secretario florentino no estaría de acuerdo con el afán de racionalizar
la acción humana porque sería imposible que los hombres controlen sus apetitos naturales y
sociales, principalmente, porque para su teoría los hombres centran la mayor parte de su
acción en torno a los apetitos, a las pasiones. Nada más claro que la teoría de los humores
para explicar este razonamiento: en todas las ciudades, en todo tiempo y lugar, existen dos
umori, los Grandes que quieren gobernar, y el pueblo que no quiere ser gobernado. 29 Este
conflicto social que es fértil, que hace enriquecer a las repúblicas y principados, es una
manifestación de la presencia de los apetitos en la racionalidad humana y que haría lo que
fuese necesario para satisfacerlos – más allá de que para Maquiavelo este conflicto no
encuentra solución y que derriba toda idea de progreso en la obra del florentino.
Precisamente, la expresión “el justifica los medios” es la expresión más clara del
deinos gadameriano en la cual se sintetiza el uso y abuso del poder y del conocimiento o
saber técnico. Si la prudencia aristotélica falla, aparece la prudencia maquiaveliana. Un tipo
de prudencia que busca el bien propio, el poder por el poder, la capacidad de moverse de
acuerdo a las circunstancias, la que no tiene un sustrato ético -al menos no el de la tradición
central. La discusión sobre la ética en Maquiavelo no atañe al presente escrito, pero sí es
pertinente destacar que hay un abanico de interpretaciones desde la tradicional que señala
28
Maquiavelo, N., “Clizia” en Textos literarios (2010). Editorial Colihue Clásica, Buenos Aires, Argentina, p.
74.
29
Maquiavelo, N. El Príncipe IX.
que el florentino separó para siempre la política de la ética30 hasta la lectura que indica que
Maquiavelo creó la moral del político.31 Esta última es casi un eufemismo al problema de
fondo, pues ciertamente Maquiavelo vino a dar una lectura completamente distinta a la ética
y todo lo que ello implica en Occidente.
30
Benedetto Croce, Federico Chabod y Leo Strauss, por mencionar algunos autores importantes.
31
Isaiah Berlin, Quentin Skinner y Erica Benner, como autores fundamentales de esta interpretación.