Sie sind auf Seite 1von 29

Para citas bibliográficas: Capítulo del libro: “Trabajo y capitalismo entre

siglos en Latinoamérica. El trabajo entre la perennidad y la superfluidad”,


A.L. Bialakowsky, R. Partida, R. Antunes, María I. Costa et al
(compiladores), Universidad de Guadalajara - ALAS (Asociación
Latinoamericana de Sociología), Guadalajara, Jalisco, México, en prensa.

INTRODUCCIÓN (II)
La distopía en los laberintos discursivos del capital y la nueva
morfología del trabajo1
Alberto L. Bialakowsky2
Ricardo Antunes3

Nota inicial

La presente Introducción (II) ensaya colocar en debate cuestiones críticas del proceso
de trabajo capitalista y proyecciones sobre el cambio social, al mismo tiempo que
expresa estrecha continuidad en su desarrollo teórico con la “Introducción (I):
Hipótesis y notas críticas sobre el trabajo y el capitalismo actual” elaborada por los
autores Alberto L. Bialakowsky y Ricardo Antunes para la presentación del Primer
Tomo“Trabajo y capitalismo entre siglos en Latinoamérica. El trabajo entre la
perennidad y superfluidad”, editado por la Universidad de Guadalajara - Centro
Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades y la Asociación Latinoamericana de
Sociología (ALAS), Guadalajara - Jalisco, México, 2005.

El objetivo inicial de esta Introducción II, pensando que los términos conceptuales
encierran una visión del pasado, un diagnóstico y una proyección social, es desmadejar
(deconstruir) el fetichismo que involucran ciertos conceptos utilizados por el capital,
que siempre encierran interpretaciones de la realidad y de su (dis)topía, como así
colocar la interrogación sobre el trabajo en el borde analítico de la nueva época en el
marco de una teoría de la transición. De ahí que las hipótesis en esta circunstancia
constituyen un inicio para el recorrido del laberinto discursivo del capital, para ofrecer
hipótesis sobre la recuperación teórica y para descubrir, si fuera posible, el trasfondo
con que pueden ser interrogados y comprendidos los esfuerzos investigativos e
interrogativos que se presentarán a lo largo de este Segundo Tomo.

Temas en desarrollo

“... La necesidad de una teoría de la transición aparece con candente


urgencia”. (Agreguemos aquí: tanto en el pasado como en la actualidad)
“Resulta siempre difícil trazar con precisión las grandes líneas de

1
Agradecemos las contribuciones de traducción de Raúl Perea.
2
Profesor Titular de la Carrera de Sociología e Investigador Director Proyecto Ubacyt S015, Instituto de
Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
3
Profesor Titular de Sociología, Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de
Campinas (Unicamp), Brasil.
demarcación histórica y el inicio de una nueva fase histórica, porque las
raíces de las nuevas tendencias fundamentales se remontan a las
profundidades de las determinaciones pasadas y porque transcurre largo
tiempo antes de que ellas se desarrollen en todas sus dimensiones y se
hagan valer a cabalidad a todos los niveles de la vida social.”
(Mészáros, 2001: 1086-1088).

Podría pensarse “el trabajo enajenado” de los manuscritos de


1844 de Karl Marx como una “instalación” escultórica y cinética, y si
ello fuera imaginable, quedaría suspendida la obra, el edificio
conceptual, posthegeliano, construido espacialmente. En esta suspensión
espacial se descubriría sus antecedentes y sus consecuencias, en el plano
superior, en el inferior y en sus atravesamientos. Bastaría observar de
inicio por sobre el plano supra y detenerse en esta conversión
autogestiva el desinvestirse del sujeto productor para transformarse en
un trabajador listo para alquilar su fuerza de trabajo, o bien constatar
infra su contribución al ser genérico. Su atravesamiento, más enigmático
aún permanecerá hasta hoy oculto: luego del postcapitalismo es posible
pensar que el nudo gordiano se encuentre en sus extremos y en su
atravesamiento, así la socialización puede alcanzar la apropiación de
los medios de producción y aún la distribución del producto lo que
queda pendiente de descubrir es la apropiación del método productivo,
el atravesamiento del poder vertical sobre el trabajo aguarda más
interrogación teórica.

Las construcciones conceptuales poseen bordes y latencias, pero sobre todo


cosmovisiones, objetivos hacia donde apuntan proyectando las sociedades entre un
análisis retroactivo y sus proyecciones, los conceptos aunque en apariencia neutrales
encierran posibilidades de apertura o de clausura al cambio social. De esto se trata esta
introducción avanzar en los lenguajes que parecen traducir realidades aunque en
realidad al mismo tiempo las inventan. Lo que sigue son estudios sobre la circulación de
términos, conceptos y lenguajes extendidos que modifican visiones y quizás
conclusiones en las ciencias sociales del trabajo. Siguen aquí entonces una serie de tesis
sobre las que deseamos argumentar e interrogar.

1. La primera hipótesis se refiere a la inmaterialidad.


Estamos presenciando, a escala global, una significativa reestructuración productiva
en prácticamente todo el universo industrial y de servicios, como consecuencia de la
nueva división internacional del trabajo que exigió transformaciones tanto en el plano
de la organización socio-técnica de la producción, como así también en los procesos de
re-localización y des-localización de la producción, entre tantas otras consecuencias.
Todo esto en un período marcado por la mundialización y la financierización de los
capitales, lo que ha tornado obsoleto tratar de modo independiente a los tres sectores
tradicionales de la economía (industria, agricultura y servicios), dada la enorme
interpenetración en estas actividades, de lo que son ejemplos las agroindustrias, la
industria de servicios y los servicios industriales. Aquí vale agregar, además, que
reconocer la interdependencia sectorial es muy diferente que hablar de sociedad post-
industrial, concepción cargada de significación política.
Frente al cambio de época capitalista luego de los 70, nítidamente en los 90, el perfil
tecnológico, y del entorno y centro de las fuerzas productivas se traza una línea de
cambio materializada en las formas y soportes comunicacionales e informáticos, que
dan lugar para abrir los relatos del “trabajo inmaterial” (Gorz, 2005; Hardt y Negri,
2002; 20044). Si bien la metáfora es efectiva para hacer referencia al dominio del
trabajo simbólico e intelectual y la posibilidad de estos productores de interpretación y
operación sobre este campo, la conceptualización deja de lado la consistencia del
materialismo dialéctico para recuperar el cambio social.

Comencemos por señalar, ¿cuál es el significado de hablar de trabajo material?, por una
parte para referirlo a una praxis simultánea la subjetiva y la social, y por la otra para
hacer referencia a la producción del ser colectivo, el ser social del cambio. Esa
trascendencia teleológica que intenta producir la propia teoría como labor sobre el
conocimiento. Así atribuirles a la materialidad de las comunicaciones y la cibernética, o
aún a la praxis intelectual, un carácter inmaterial es conceder la razón al idealismo de
antemano. Así puede interpretarse que: “Si se considera el trabajador colectivo en el
taller consiste, su actividad combinada se realiza materialmente (materialiter) y de
manera directa en un producto total que al mismo tiempo es una masa total de
mercancías, y aquí es absolutamente indiferente el que la función de tal o cual
trabajador, mero eslabón del trabajador colectivo, esté más próxima o más distante del
trabajo manual directo.” (Marx, 1997: 79).

En ese supuesto lo inmaterial resultaría –suponemos- insujetable, nadie podría


apropiarse finalmente de esta insustancialidad subjetiva y social. El intelecto colectivo
(general intellect) quedaría difuminado en su materialidad físico-viviente (biopolítica),
mudaría en una sustancia inmaterial, de ahí que el “trabajo inmaterial”, luego de
contrastada esta hipótesis, podría quedar sin suficiente apoyo al contraponerse este
enunciado a la contribución de una crítica materialista del trabajo enajenado. Contraria
y empíricamente al inmaterialismo, podría verificarse por ejemplo, que el trabajo
enajenado volcado sustancialmente en la producción de redes comunicativas padece

4
Hardt y Negri dirán al respecto: “Podemos comprender más fácilmente la relación entre la producción
social y el biopoder en la obra de un grupo de autores marxistas italianos contemporáneos, quienes
reconocen la dimensión biopolítica atendiendo a la nueva naturaleza de la labor productiva y a su
desarrollo vivo en la sociedad, utilizando expresiones tales como `intelectualidad de masas´, `trabajo
inmaterial´ y el concepto marxista de `intelecto general´ (...) (Uno de estos proyectos) consiste en el
análisis de las transformaciones recientes del trabajo productivo y su tendencia a hacerse cada vez
menos material. El lugar central en la producción del superávit, que antes correspondía a la fuerza
laboral de los trabajadores de las fábricas, hoy está siendo ocupado progresivamente por una fuerza
intelectual, inmaterial y comunicativa.” (2002: 42-43). “Sostendremos (...) que entre las diversas
figuras de la producción activa actual, la figura de la fuerza laboral inmaterial (dedicadas a tareas
relacionadas con la comunicación, la cooperación y la producción y reproducciónde afectos) ocupa una
posición cada vez más central, del proletariado.” (2002: 64). “Puesto que la producción de servicios da
por resultado un bien no material y durable, definimos los trabajos implicados en esta producción como
trabajo inmaterial – esto es, un trabajo que produce un bien inmaterial, tal como un servicio, un
producto cultural, conocimiento o comunicación-.” (2002: 270). Sin embargo estos autores reconocerán
al propio tiempo que: “El trabajo que interviene en toda la producción inmaterial, subrayémoslo una vez
más, sigue siendo material; involucra nuestros cuerpos y mentes, igual que cualquier clase de trabajo. Lo
que es inmaterial es su producto. Admitimos que, en este aspecto, la expresión de `trabajo inmaterial´ es
muy ambigua. Quizás sería preferible interpretar la nueva forma hegemónica como `trabajo biopolítico´,
es decir, un trabajo que no sólo crea bienes materiales, sino también relaciones y, en última instancia, la
propia vida social. (...)Pero por otra parte... la noción de inmaterialidad, aunque ambigua, facilita la
comprensión inicial y además indica mejor la tendencia general que revisten las transformaciones
económicas.” (2004: 137-138)
tanto la concentración como la propiedad de la producción capitalista privada como así
sus métodos productivos se encuentran bajo “patentes” que las monopolizan.

Con referencia a las redes teleinformáticas no se trata sólo de contenidos simbólicos y


de hardware sino y especialmente el software privatizado, al que incluso corrientes
alternativas de software libre han puesto en cuestión. El recurso de la materialidad, y
del materialismo dialéctico e histórico, como argumento coloca la observación
diagnóstica en un punto en que el cambio social resulta aprehensible por medio de un
para sí, lo inasible, latente e invisible aguarda ser descubierto por la teoría por medio de
un juego de verdad dialéctica. Subsiste sin lugar a dudas múltiples cuestiones a discutir
como las referidas a la reificación o al fetichismo de la mercancía, la ficcionalización de
la realidad del producir del capital. Su inmaterialidad –hipotetizamos- radica en este
caso en su ocultamiento y su materialidad en el proceso viviente de explotación social.
Las formas y los soportes comunicacionales como mercancías contienen las
dimensiones, espaciales e históricas concretas acerca de la enajenación del producto, de
los medios de producción, y de su contribución al ser social o genérico.

Lo intangible podría no ser postulado como inmaterial ya sea por su sustancia temporo-
espacial y empírica como y especialmente porque una interpretación in-materialista
podría impulsar a un cierre sobre las proyecciones críticas para generar un cambio
social. Estas concepciones, podrían no develar suficientemente, por un lado, la
sustentabilidad infraestructural5, y por el otro, los procesos de trabajo y sus métodos de
producción maquínica (de Gaudemar, 1991).

Guardando convergencias y diferencias con las tesis de Negri y Hardt, otro autor que
trató recientemente el tema del trabajo inmaterial es Andre Gorz. Dada la amplitud de
su obra, sus múltiples fases y momentos, tomaremos aquí sus formulaciones presentes
en sus libros Metamorfosis del Trabajo (2003) y especialmente Inmaterial (2005).
Partiendo de las formulaciones presentes en las teorías del “capital humano” y por las
tesis que propugnan la intangibilidad del “valor” generado por la producción y por el
trabajo inmaterial, Gorz termina confluyendo con la idea de que el trabajo no es más
mensurable según padrones y normas preestablecidas (Gorz, 2005: 18).

De forma diferente al autómata, típica modalidad de trabajo de la era de la maquinaria,


los “trabajadores post-fordistas, por el contrario, deben entrar en el proceso de
producción con todo el bagaje cultural que ellos adquieren en los juegos, en los
deportes de equipo, en las luchas, disputas, en las actividades musicales, teatrales, etc.
Es en esas actividades fuera del trabajo en donde desenvuelven su vivacidad, su
capacidad de improvisación, de cooperación. Es su saber vernáculo que la empresa
post-fordista pone a trabajar, y explota” (Gorz, 2005: 19).

De este modo, en clara sintonía con las formulaciones de Habermas (1980) el saber
acaba tornándose en la más importante fuente de creación de valor, toda vez que está en
la base de la innovación, de la comunicación, de la auto-organización creativa y
continuamente renovada. Lo que lleva a concluir que el “trabajo del saber vivo no

5
Verbi gratia, los ordenadores, no poseen un diseño neutral, se encuentran diagramados para procesar
especialmente códigos encriptados protegidos bajo licencias privadas y operan con paquetes de
programas, diseñados intrínsecamente según su propia lógica de operación y vertiginosa obsolescencia
con la concentración y la enajenación productiva que ello implica social y subjetivamente.
produce nada materialmente palpable. El es, sobretodo en la economía de red, el
trabajo del sujeto cuya actividad es producirse a sí mismo" (Gorz, 2005: 20, subrayado
de los autores).

Aflora la intangibilidad de esta forma de labor: “El conocimiento, a diferencia del


trabajo social general, es imposible de traducir y de mensurar en unidades abstractas
simples. Él no es reductible a una cantidad de trabajo abstracto del que él sería el
equivalente, el resultado o el producto. Él recubre y designa una gran diversidad de
capacidades heterogéneas, o sea, sin medida común, entre las cuales el juicio, la
intuición, el sentido estético, el nivel de formación y de información, la facultad de
aprender y de adaptarse a situaciones imprevistas; capacidades ellas mismas operadas
por actividades heterogéneas que van del calculo matemático a la retórica y el arte, de
convencer al interlocutor; de la investigación técnico-científica a la invención de
normas estéticas” (Gorz, 2005: 29).

La conclusión, entonces, es evidente: “La heterogeneidad de las actividades de trabajo


tenidas como 'cognitivas', de los productos inmateriales que ellas crean y de las
capacidades y saberes que ellas implican, torna inmensurable tanto el valor de las
fuerzas de trabajo como así también el de sus productos. Las escalas de medición del
trabajo se convierten en un tejido de contradicciones. La imposibilidad de establecer un
padrón y de estandarizar todos los parámetros de las prestaciones demandadas se
traduce en vanas tentativas de cuantificar su dimensión cualitativa, y por la definición
de normas de rendimiento calculadas casi por segundo, que no dan cuenta de la
calidad 'comunicacional' del servicio exigido por otros.” Y agrega, presentando las
consecuencias de esta modalidad de trabajo en relación a la ley del valor: “La crisis de
la medición del tiempo del trabajo engendra inevitablemente la crisis de la medición
del valor. Cuando el tiempo socialmente necesario para una producción se torna
incierto, esta incerteza no puede dejar de repercutir sobre el valor de cambio de lo que
es producido. El carácter cada vez más cualitativo, cada vez menos mensurable del
trabajo, pone en crisis la pertinencia de las nociones de 'plus-trabajo' y de 'plus-valor'.
La crisis de la medición del valor pone en crisis la definición de la esencia del valor.
Ella pone en crisis, como consecuencia, el sistema de equivalencias que regula los
intercambios comerciales” (Gorz, 2005: 29-30).

La desmedida del valor se convierte entonces, en la nueva indeterminación reinante. Lo


que es una tendencia –el trabajo inmaterial generado por el saber y por la dimensión
cognitiva- se convierte, para Gorz, en dominante así como también en determinante,
equívoco metodológico que lo lleva obstaculizar y trabar la comprensión de las nuevas
modalidades de la ley del valor.

Surge, entonces, la confluencia entre la formulación de Gorz y la precozmente


envejecida tesis habermasiana de la ciencia que descompensa el valor y torna superfluo
el trabajo vivo. “Con la informatización y la automatización, el trabajo dejó de ser la
principal fuerza productiva y los salarios dejaron de ser el principal costo de
producción. La composición orgánica del capital (esto es, la relación entre le capital
fijo y el capital de giro) aumentó rápidamente. El capital se convirtió en el factor de
producción preponderante. La remuneración, la reproducción, la innovación técnica
continua del capital fijo material requieren medios financieros muy superiores al costo
del trabajo. Este último es con frecuencia inferior, actualmente, al 15% del costo total.
La repartición entre capital y trabajo del “valor” producido por las empresas recae
más y más fuertemente sobre el primero. (…) Los asalariados deben ser obligados e
escoger entre el deterioro de sus condiciones de trabajo y el desempleo” (Gorz, 2005,
subrayado de los autores).

Valor sin medida, trabajo sin plus-trabajo, es inevitable una descompensación y una
desmedida en la teoría del valor, ahora fortalecida por la tesis de la inmaterialidad del
trabajo.

Se postula aquí que la hipótesis de que las formas del trabajo "inmaterial"6, mantiene
sus evidentes vínculos con la materialidad, y expresan las distintas modalidades del
trabajo vivo, necesarias para la valorización contemporánea del valor. En la fase laboral
donde el saber científico y el saber laboral se mezclan todavía más directamente, la
potencia creadora del trabajo vivo asume tanto la forma (dominante) del trabajo
material como la modalidad del trabajo inmaterial (Antunes, 2005).

Esto porque la propia creación de la maquinaria informática más avanzada es el


resultado de la interacción activa entre el saber del trabajo (intelectual) de los
trabajadores actuando junto a la maquinaria informatizada, transfiriendo parte de sus
atributos al nuevo equipamiento que resultó de este proceso, objetivando actividades
subjetivas, dando nuevas dimensiones y configuraciones a la teoría del valor. Y las
respuestas cognitivas del trabajo, cuando suscitadas por la producción, son partes
constitutivas del trabajo social, complejo y combinado, que crea colectivamente valor
(Antunes, 2005).

Esta no se torna desmedida (inmensurable), aún cuando porque, no siendo ni única ni


dominante, el trabajo inmaterial se convierte en trabajo intelectual abstracto, de
acuerdo a la propuesta de Vincent (1993), estableciéndose, entonces, un complejo
proceso interactivo entre trabajo, saber y ciencia productiva que no lleva a la extinción
del tiempo socialmente medio del trabajo para la configuración del valor, sino que, por
el contrario, introduce los crecientes coágulos de trabajo inmaterial en la lógica de la
acumulación y su materialidad, introduciéndolos en el tiempo social medio de un

6
El significado de trabajo inmaterial se asimila en lo que sigue al concepto de "producción no material"
Así Karl Marx se pronuncia al respecto del rnodo que sigue: "(En el caso de la producción no material,
aun cuando se le efectúe exclusivamente con vistas al intercambio y cree mercancías, existen dos
posibilidades:
1) Su resultado son mercancías que existen separadamente del productor, o sea que pueden circular
como mercancías en el intervalo entre la producción y el consumo; por ejemplo libros, cuadros, todos los
productos artísticos que existen separadamente de la actividad artística de su creador y ejecutante. La
producción capitalista sólo se puede aplicar aquí en una medida muy limitada. Estas personas, siempre
que no tomen oficiales, etc. ,... una relación que constituye tan sólo una forma de transición hacia el
modo de producción sólo formalmente capitalista...
2) El producto no es separable del acto de producción. También aquí el modo capitalista de producción
sólo tiene lugar de manera limitada, y no puede tenerlo, conforme a la naturaleza de la cosa, sino en
algunas esferas... Casos similares no deben ser tenidos en cuenta cuando se analiza el conjunto de la
producción capitalista). (Marx, 1997: 88-89, párrafo 486). Este concepto se refiere a una fase del
capitalismo en transición donde el trabajo para la producción de conocimientos se incluye en una
transición hacia el modo de producción formalmente capitalista, en el caso contemporáneo se deduce
entonces irá perdiendo su carácter anterior de "producción no material" en contexto de adquirir
crecientemente, dentro del conjunto de la producción realmente capitalista, una proporción más que
significativa de compra-venta de trabajo intelectual. En ese caso no será el inmaterialismo el que domine
como forma de trabajo mercancía la producción material sino inversamente, ya que podrá redefinirse en
este nuevo contexto como trabajo materialmente productivo.
trabajo cada vez más complejo, asimilándolos a la nueva fase de la producción del
valor.

Se configura entonces, una fuerza de trabajo más compleja, multifuncional, sintonizada


con la fase de empresa enxuta (magra), flexibilizada y toyotizada, en la cual la fuerza de
trabajo es explotada de manera todavía más intensa y sofisticada, materialmente, si se
compara con la fase taylorizada-fordizada.

Por lo tanto, menos que una descompensación de la ley del valor, resultante de la
inmaterialidad, presenciamos, en el mundo del capital y de las mercancías, una creciente
imbricación entre trabajo material e inmaterial, dada por la ampliación de las
actividades dotadas de mayor dimensión intelectual, tanto en las actividades industriales
más informatizadas, así como también en las esferas comprendidas por el sector de
servicios o en las comunicaciones, se configura así un agregado fundamental para poder
comprender los nuevos mecanismos de la teoría del valor.

Para ejemplificar esta tendencia, recurrimos a la propaganda de Manpower,


transnacional que terceriza fuerza de trabajo en el ámbito mundial. Se trata de una
empresa que “construye asociaciones con clientes en más de 60 países, (…) más de 400
mil clientes de los más diversos segmentos, como comercio, industria, servicios y
promoción (…). La Manpower está preparada para atender a sus clientes con servicios
de alto valor agregado (subrayado de los autores), como contratación y administración
de empleados temporarios; reclutamiento y selección de profesionales efectivos, para
todas las áreas; programas de trainees y de grados, proyectos de tercerización y
servicios de contact center, administración de RH (RH Total) y contratación de
profesionales con alto grado de especialización" (División Manpower Profesional)
(Manpower Brasil www.manpower.com.br)

Lo que es intangible para tantos, es también claramente asimilado por la Toyota, como
se desprende del slogan adoptado en la entrada de la unidad de Takaoka: “Yoi kangae,
yoi shina” (“buenos pensamientos significan buenos productos”), fijado en la bandera
que flameaba en la entrada de la unidad productiva. (Business Wek, 18/11/2003).
Efectivamente la montadora japonesa (así como la Manpower) sabe cuantificar y
contabilizar el plus-valor que extrae del trabajo cualitativo.

Al contrario, por lo tanto, de la desmedida del valor del trabajo, esta sufre una alteración
cualitativa que fortalece y le da vitalidad al capital, tanto en su proceso de valorización,
como en sus embates contra el mundo del trabajo. Menos que una reducción o pérdida
de relevancia de la teoría del valor-trabajo, esta vive una alteración sustantiva, dada por
la ampliación de las formas y mecanismos de creación y valorización del capital,
proceso fuertemente marcado, todavía, por la ampliación de las formas y mecanismos
de la extracción del plus-trabajo.

Por lo tanto, el trabajo inmaterial (o no-material, como plantea Marx en el Capítulo VI,
inédito) expresa la vigencia de la esfera informacional de la forma-mercancía (Vincent,
1993 y 1995 y Tosel, 1995), experimentando las mutaciones del trabajo en el interior de
las grandes empresas industriales y de servicios que son dotadas de tecnología de punta,
centralmente subordinadas a la lógica de la producción de mercancías del capital. Son
formas de trabajo (intelectual) abstracto, y no de su finitud.
Finalmente, es preciso acentuar que la inmaterialidad es una tendencia en transición,
mientras que la materialidad es largamente prevaleciente, especialmente cuando se mira
el capitalismo a escala global, mundializado, diseñado por la (nueva) división
internacional del trabajo, donde, vale recordar una vez más, dos tercios de la humanidad
que trabaja se encuentra en los países del Sur. La explosión china (para no hablar de la
India) en la última década, anclada al mismo tiempo en una enorme fuerza sobrante de
trabajo y en la incorporación de tecnología informática, todo esto articulado con un
control socio-técnico de los trabajadores, viene permitiendo una explotación
desmesurada de la fuerza de trabajo y, como consecuencia, una expansión monumental
del valor, que invalida (empírica y teóricamente) la teoría de la irrelevancia del trabajo
vivo en el mundo de la producción de valor. Y parece debilitar entonces la tesis de la
inmaterialidad del trabajo como forma de superación o inadecuación de la ley del valor.

2. La hipótesis sobre la flexibilidad. La teoría social y sociológica laboral ha


enfrentado críticamente las consecuencias de la regulación flexible concluyendo sobre
la precarización e infomalización del trabajo. Resta aún profundizar sobre el propio
concepto de flexibilidad en el sentido de un enunciado que reifica la realidad del
disciplinamiento doblemente invisibilizado por el lenguaje, en apariencia dúctil al
modelaje productivo y por el otro la victimización de la víctima. La flexibilidad es un
proceso de inflexibilización disciplinaria de los cuerpos bajo nuevas formas de
fetichización de las formas de explotación más radicalizadas que la época de apogeo
del capitalismo keynesiano.

Esta nueva época del capitalismo neoliberal está signado por la inflexibilización7 de la
clase trabajadora, si bien se había registrado un impasse laboral en la postguerra, con el
avance de derechos sociales y universales para los trabajadores, compelidos tanto por
los socialdemócratas como por los socialismos reales, los 70 marcan el reingreso de la
acumulación originaria en gran escala y sus formas penetran incluso los procesos de
trabajo tayloristas-fordistas Se desmadejan las fuerzas industriales de masas, la
imposición de la producción magra, lean production, implica la fragmentación de las
plantas, offshore - outsourcing, y especialmente la distribución fragmentaria de los
trabajadores en redes, módulos y distanciamientos territoriales facilitados por las redes
comunicacionales. El poder consiste ahora en flexibilizar la producción, eliminar los
tiempos muertos, y reducir el poder colectivo y la proporción de la fuerza productiva
viva a su mínimo como horizonte productivo. Lo labilidad de la fuerza de trabajo luego
de estas tres décadas no es sólo el fruto de una desregulación sistemática sino de una de-
construcción y un montaje paralelo de una nueva rigidez extrema reguladora neoliberal,
que legaliza férreamente el proceso de flexibilización laboral, doblega la fuerza de
trabajo, la divide no la re-une, la desplaza, al propio tiempo que produce en masa la
subcategoría del subproletariado (Bourdieu, 1999; Borón, 2005; Antunes, 2005; Beud y

7
Respecto de la flexibilidad del trabajo en América Latina Enrique de la Garza Toledo concluía en el
2000 lo siguiente: “La flexibilidad del trabajo se ha extendido sobre todo en los países más desarrollados
de América Latina. Las formas principales que ha adoptado ha sido el cambio en las leyes laborales, la
transformación en la contratación colectiva y la ruptura o debilitamiento de los pactos corporativos
(cuando los hubo históricamente) entre sindicatos, Estado y empresas. En los países en que esta
flexibilización ha avanzado todavía hay una preferencia empresarial por la flexibilidad unilateral y su
traducción en desregulación, con intensificación del trabajo.” (2000: 176)
Pialoux, 2006) en cuyos extremos ocurre el desalojo y el desgranamiento productivo de
los trabajadores8.

Stéphane Beaud y Michel Pialoux permiten profundizar el concepto a través de su


descripción de la condición obrera francesa. "La emergencia de este nuevo modelo de
operador en las fábricas donde la precarización e intensificación del trabajo van de la
mano, puede interpretarse como un síntoma, a la vez de la aparición de una especie de
working poor a la estadounidense en la industria (El término designa a quienes
trabajan en subempleos subpagos y no llegan a obtener salarios superiores al nivel
oficial de pobreza fijado sin embargo muy bajo. Se estima que en Estado Unidos más de
12 millones de asalariados de tiempo completo no pueden asegurar condiciones de
existencia normales a sus familias) y de la disgregación de la antigua clase obrera
organizada en torno a obreros profesionales... Desestabilizados de sus lógicas de
identificación política y simbólica, los obreros toman conciencia de que fuera de la red
protectora de los antiguos sistemas de seguridad se arriesgan a ser absorbidos por una
espiral de subproletarización" (2000: 19-21).

El término o concepto de flexibilidad encubre, a modo de un guante que debe ser dado
vuelta para poder observar la trama de su tejido, un reverso desde el cual debe mirarse.
El método de regulación laboral se presenta en este modo de acumulación flexible con
la seducción de un fetiche, por medio del cual se oculta la realidad de sus fundamentos
operativos. La exigencia de los empleadores en esta nueva época es modelar y penetrar
biopolíticamente al trabajador. Pero ya no se trata de la implementación de formas
regladas disciplinariamente, con los reglamentos o códigos de trabajo convencionales,
sino utilizar legalmente la arbitrariedad unilateral, equivalente a micro-estados de
excepción (Agamben, 2004), que profundiza el dominio ejercido por la organización
antes regulada por los conceptos del binomio taylorista-fordista. La flexibilización
construye un doblegamiento del productor bajo la simulación de la libertad de contrato,
es una regresión dirigida a la disponibilidad total del productor, pero ahora bajo hilos
más invisibles aún que aquellas que sujetaban a los asalariados bajo relación de
dependencia de la etapa liberal keynesiana.

La disponibilidad por medio de la contratación flexible es más amplia abarca todo el


tiempo material del trabajador, éste queda disponible en todo tiempo y lugar, ya sea por
medio del sobretrabajo productivo continuo, la rotación imprevisible, como por los
propios tiempos muertos, que ya no recaen en la planta sino en la propia vida del
productor a la expectativa del “contrato de obra” o el trabajo eventual permanente9
(Castillo, 2005; Battistini y Wilkis, 2004).

La lucha del capital por el dominio del cuerpo individual y colectivo de los productores
atraviesa distintos planos, uno de ellos es la ficción de la libre disponibilidad del tiempo
propio. El trabajador flexibilizado en realidad queda sujeto inerme a los vaivenes
productivos, a su costo, bajo una forma de ocupación plena encubierta. Desaparece la
8
Aquí puede encontrarse ese férreo lazo que ata al proletariado a la venta de su fuerza de trabajo: “La
continuidad de la relación entre el esclavo y el esclavista es tal que en ella el primero se mantiene por
la coerción directa. El trabajador libre, por el contrario, está obligado a mantener el mismo la relación,
ya que su existencia y la de los suyos depende de que renueve continuamente la venta de su capacidad de
trabajo al capitalista.” (Marx, 1997 (1863-1866): 68) Dicho lazo de coerción de perpetúa y agudiza en la
subcategoría.
9
Trabajadoras entrevistadas expresan significativamente esta duplicidad: “somos algo así como
eventuales de plantillla” (Castillo y Calle, 2005: 59)
macrofábrica y se extiende la red productiva invisibilizada en eslabones productivos,
núcleos y satélites, en las que se ejecutan ocupaciones subordinadas por medio de las
subcontrataciones tercerizadas, “aparentemente” temporales en lo individual y en lo
colectivo. Se establece por el método productivo de esta acumulación-contratación
flexible una malla férrea de dominación extendida, la cual posee eslabones
intercambiables de plantillas cuyo reemplazo homologan la mecánica de sustitución de
piezas modulares de la tecnología electrónica o astronáutica, cuyos equipos desgastados
o averiados son desechados, aquí también funciona la lógica de la economía del
descarte (Antunes, 2005).

Aunque pasando por una monumental reestructuración productiva, el capital, aún bajo
enorme impacto de las profundas mutaciones tecnológicas, no puede eliminar
cabalmente al trabajo vivo del proceso de mercancías. Él puede incrementar al máximo
el trabajo muerto corporizado en la maquinaria tecno-científica, aumentando de ese
modo la productividad del trabajo de modo de intensificar las formas de extracción del
sobretrabajo en tiempo cada vez más reducido, una vez que tiempo y espacio se
transforman en esta fase de los capitales globales y destructivos. Una nueva modalidad
de la forma del valor aparece para mostrar los límites y equívocos de aquellos que
habían decretado el fin de la teoría del valor-trabajo (Sotelo, 2003). Y se muestra como
responsable por la ampliación de la enorme destructividad que preside la sociedad del
capital. Esto porque en el plano microcósmico, en el plano de las empresas, hay una
necesidad intrínseca de racionalizar su modus operandi, de implementar el recetario y
la pragmática de lean production, de la empresa magra, buscando calificarla para la
concurrencia inter-empresas en disputa en el sistema global del capital.

La expansión ilimitada de esa lógica microcósmica a la totalidad de las empresas a


amplitud mundial, acaba por generar una monumental sociedad de los descartables, una
vez que la lógica de la reestructuración y de la productividad, comandada por el ideario
y por la pragmática del capital, acarrea la creciente reducción del trabajo vivo y su
sustitución por trabajo muerto, para usar los términos de Marx.

La consecuencia más negativa para el mundo del trabajo, está dada por la destrucción,
precarización y eliminación de puestos de trabajo, resultando un desempleo estructural
explosivo. Según Mészáros hay, hoy "… más de 40 millones de desempleados en los
países industrialmente más desarrollados. De este número, Europa cuenta con más de
20 millones y Alemania -otrora elogiada por producir el 'milagro alemán'- sobrepasó
la marca de los 5 millones. En un país como la India -reverenciado por los organismos
económicos tradicionales por sus realizaciones en la dirección del desarrollo- hay no
menos de 336 millones de personas desempleadas y otros millones bajo condiciones
inadecuadas de trabajo, cuyos datos no fueron registrados. Más allá de eso, la
intervención del FMI, organización de los EUA que dicta órdenes, pretendiendo
mejorar las condiciones económicas de los países 'en desarrollo' más afectados por la
crisis han, en verdad, empeorado las condiciones de los desempleados (…). Al mismo
tiempo, los antiguos países pos-capitalistas pertenecientes al sistema de tipo soviético,
de Rusia a Hungría -que en el pasado no sufrían altos índices de desempleo, aunque
administrasen sus economías con altos niveles de subempleo-, ante la presión directa
del FMI, están sufriendo con las condiciones deshumanizadoras del desempleo masivo"
Y agrega: "El Japón es un ejemplo particularmente importante, pues no estamos
hablando de un país del llamado 'Tercer Mundo' en relación a los cuales, aún las más
intensas prácticas de explotación del trabajo, siempre fueron consideradas normales.
Al contrario, el Japón representa la segunda más poderosa economía del mundo: un
paradigma de los avances capitalistas. Y ahora, aún en tal país, el desempleo está
creciendo peligrosamente. Sin contar con las condiciones de trabajo que se deben
tornar aún peores que en la época del largo período de desarrollo de posguerra y de
expansión del capital, incluyendo no sólo la gran intensificación de la explotación por
los cronogramas de trabajo en nombre de la 'flexibilidad' como también -para muchos
bastante incomprensible- la prolongación de la semana de trabajo forzado" (2004: 4-
8).

Más allá del desempleo estructural, en franca expansión, se amplían y esparcen por
todas partes del llamado "Primer Mundo" los trabajadores/as inmigrantes (gastarbeiters
en Alemania, lavoro nero en Italia, los chicanos en Estados Unidos de América, los
dekaseguis en Japón, etc.), configurando un cuadro de enorme explotación del trabajo
en expansión a escala global. Estas modalidades de trabajo precarizado -trabajo atípico,
según la definición de Vasopollo y Martufi- se encuentran en franca expansión también
en Italia y España.

Trabajo atípico porque expresan formas de "prestación de servicios cuya característica


fundamental es la falta o la insuficiencia de amparo contractual. En el trabajo atípico,
son incluidas todas las formas de prestación de servicios diferentes del modelo-patrón,
o sea, del trabajo efectivo, con garantías formales y contractuales, por tiempo
indeterminado y full-time. Casi el 25% de los empleos en Italia son independientes,
contra una media de 15% en el resto de Europa. Eso confirma un modelo mediterráneo,
representado por España y por Italia, en el cual el porcentaje de trabajo atípico e
'independiente' es superior a 20% del total de empleos. Formas de trabajo autónomas
están presentes en todo el sector terciario (…) y en las actividades precarias, como
acontece en las temporadas de los sectores de agricultura y de turismo, en los
transportes y en las telecomunicaciones. Además, existe en Italia, una forma de
exteriorización de los servicios: el subcontrato de las cooperativas. La disminución de
los puestos de trabajo efectivos y estables no sólo está vinculada a un proceso más
amplio de precariedad, sino también a la afirmación de actividades flexibilizadas e
intermitentes, en un contexto que supera al mercado de trabajo y se impone como
modalidad de vida cotidiana." Lo que permite al autor agregar que "El concepto de
flexibilización del trabajo y el abandono del modelo de trabajo por tiempo
indeterminado ya pertenecen a nuestra actual forma de pensar (…). Hoy, es difícil
prever la superación o la sustitución de ese tipo de trabajo inestable" (Vasapollo et al,
2003: 2-3).

El resultado está en todas partes: desempleo explosivo, precarización estructural del


trabajo, rebajas del salario, pérdida de los derechos, etc. Se verifica la expansión de
aquello que Juan José Castillo acuñó como liofilización organizacional. Es un proceso
en el cual las substancias vivas son eliminadas (trabajo vivo substituido por el trabajo
muerto).

El resultado parece evidente: se intensifican las formas de extracción del trabajo, se


amplían las tercerizaciones, las nociones de tiempo y de espacio también fueron
metamorfoseadas y todo esto cambia significativamente el modo en que el capital
produce las mercancías, sean ellas materiales o inmateriales, corpóreas o simbólicas.
Donde había una empresa concentrada se la puede sustituir por varias pequeñas
unidades ínter-ligadas por la red, con un número mucho más reducido de trabajadores y
produciendo muchas veces más. Aflora el trabajo de la telemática, el trabajo conectado
en red, el trabajo en domicilio, etc. Las repercusiones en el plano organizativo,
valorativo, subjetivo e ideológico-político son por demás evidentes.

El trabajo estable se torna, entonces, (casi) virtual. Se está viviendo, por lo tanto, la
erosión del trabajo estable y reglamentado, dominante desde mediados del siglo XX, y
observando su sustitución por las tercerizaciones, por gran parte de las flexibilizaciones,
por las formas de trabajo part-time, por las diversas formas de “emprendedorismo”,
“cooperativismo”, “trabajo voluntario”, tercer sector, etc. De aquello que Luciano
Vasapollo (2003) denominó como trabajo atípico.

El ejemplo de las cooperativas tal vez sea todavía más elocuente, toda vez que, en su
origen, ellas nacieron como instrumentos de la lucha obrera contra el desempleo y el
despotismo del trabajo. Hoy, contrariamente, los capitales vienen creando falsas
cooperativas, como forma de precarizar aún más los derechos del trabajo. Las
“cooperativas” patronales tienen, entonces, sentido contrario al proyecto original de las
cooperativas de trabajadores, toda vez que ellas son verdaderos emprendimientos para
destruir derechos y aumentar todavía más las condiciones de precarización de la clase
trabajadora. Similar es el caso del "emprendedorismo", que cada vez más se configura
como asemejado a una forma oculta de trabajo asalariado y que permite que proliferen,
en este escenario abierto por el neoliberalismo y por la reestructuración productiva, las
distintas formas de flexibilización salarial, de horario, funcional u organizativas.

Es en este cuadro de precarización del trabajo que los capitales globales están
exigiendo, a los gobiernos nacionales, el desmonte de la legislación social protectora del
trabajo. Y flexibilizar la legislación del trabajo significa, no es posible tener ninguna
ilusión sobre eso a pesar de su envoltura discursiva, pues tienden a aumentar todavía
más los mecanismos de extracción de plus-trabajo, ampliar las formas de precarización
y destrucción de los derechos sociales que fueron arduamente conquistados por la clase
trabajadora, desde el inicio de la Revolución Industrial.

3. La hipótesis sobre la nueva morfología del trabajo. Ese cuadro configura una nueva
morfología del trabajo: más allá de los asalariados urbanos y rurales que comprenden
a los obreros industriales, rurales y de servicios, la sociedad capitalista moderna viene
ampliando enormemente el contingente de hombres y mujeres tercerizados,
subcontratados, part-time, ejerciendo trabajos temporarios, entre tantas otras formas
semejantes de informalización del trabajo, que proliferan en todas partes del mundo.

De las trabajadoras de telemarketing a los motoboys, de los jóvenes trabajadores de


fastfood transnacionales a los digitalizadores del sector bancario, estos contingentes son
partes constitutivas de las fuerzas sociales del trabajo, que Úrsula Huws (2003)
sugestivamente denominó como cybertariat, el nuevo proletariado de la era
cibernética, que vivencia las condiciones de un trabajo virtual en un mundo real, para
recordar el sugestivo título de su excelente libro que discurre sobre las nuevas
configuraciones del trabajo en la era de la informática y telemática, buscando
aprehender sus potencialidades de organización y búsqueda de identidad de clase
(Huws, 2003).
Esa dualidad -en verdad trátase de una contradicción- presente en el mundo del trabajo
conforma una tesis que es esencial en nuestro estudio: si el trabajo aún es central para la
creación de valor, el capital, por su parte, lo hace oscilar, ora reiterando su sentido de
perennidad, ora imprimiendo su enorme superfluidez, de la cual son ejemplos los
precarizados, flexibilizados, temporarios, más allá, naturalmente, del enorme ejército de
desempleados y desempleadas que se esparcen por el mundo.

En su aspecto perenne, se puede ver que cada vez menos hombres y mujeres trabajan en
continuidad, en ritmo e intensidad que se asemejan a la fase pretérita del capitalismo,
casi similarmente a la época de la Revolución Industrial. Y, en su aspecto de
superfluidez, cada vez más hombres y mujeres encuentran menos trabajo, esparciéndose
a la búsqueda de trabajos parciales, temporarios, sin derechos, "flexibles", cuando no
vivenciando el flagelo de los desempleados (Antunes, 2005).

Estamos desafiados a comprender, lo que denominamos como la nueva polisemia del


trabajo, su nueva morfología (Antunes, 2005), esto es, su forma de ser (para pensarlos
también en términos ontológicos), cuyo elemento más visible lo constituye su diseño
multifacético, resultado de las fuertes mutaciones que abarcaron al mundo productivo
del capital en las últimas décadas.

Dentro de este contexto, se puede constatar una nítida ampliación de las modalidades de
trabajo más desreglamentadas, alejadas de la legislación laboral, generando una masa de
trabajadores que pasan de la condición de asalariados con cartera hacia trabajadores sin
cartera assinada10. Si en los años 80 era relativamente pequeño el número de empresas
tercerizadas, locadoras de fuerza de trabajo de perfil temporario, en las décadas
siguientes ese número aumentó significativamente, para abarcar la gran demanda de
trabajadores temporarios, sin vínculo laboral, sin registro formalizado. O sea, en plena
era de la informatización del trabajo, del mundo maquinal y digital, se está conociendo
la época de la informalización del trabajo, de los tercerizados, precarizados,
subcontratados, flexibilizados, trabajadores de tiempo parcial, etc.

4. La hipótesis sobre el “nuevo tipo de trabajo” y la “nueva empresa capitalista”. Para


los capitales globales el trabajador debe ser más “polivalente”, “multifuncional”,
distinto del trabajador que se desenvolvía en la empresa taylorista y fordista. Él no es
más aquel otro que se fundamentaba en la especialización taylorista y fordista, es más
ahora el que se gestó en la fase de “desespecialización multifuncional”, del “trabajo
multifuncional”, que expresa en verdad la enorme intensificación de los ritmos, tiempos
y procesos del trabajo. Y esto ocurre tanto en el mundo industrial, como así también en
los servicios, para no hablar de los agronegocios. Estamos vivenciando, por lo tanto, la
erosión del trabajo contratado y reglamentado, dominante en el siglo XX, y viendo su
sustitución por la diversas forma de “emprendedorismo”, “cooperativismo”, “trabajo
voluntario”, etc.

Pero hay aún otra contradicción que se evidencia, cuando la observación se vuelve a la
(des)sociabilidad contemporánea en el mundo productivo: cuanto mayor es la incidencia
del ideario y de la pragmática en la llamada "empresa moderna", cuanto más
racionalizado es su modus operandi, cuanto más las empresas laboran en la
10
Carteira assinada: un sistema que en Brasil permite el registro legal de los trabajadores, similar a lo que
era la libreta del fondo de desempleo en los trabajadores de la construcción argentinos.
implantación de las "competencias", de la llamada "calificación", de la gestión del
"conocimiento", más intensos parecen tornarse los niveles de degradación del trabajo.

Y eso se da porque la gestión del "conocimiento y competencia" está enteramente


conformada por el recetario y por la pragmática presente en la "empresa magra", en la
empresa liofilizada que, para ser competitiva, debe reducir aún más el trabajo vivo y
ampliar su dimensión tecno-científica, el trabajo muerto, cuyo resultado no es otro que
el aumento de la informalidad, tercerización, precarización del trabajo y desempleo
estructural a escala global. Y, al apropiarse de la dimensión cognitiva del trabajo, al
apoderarse de su dimensión intelectual, los capitales amplían las formas y los
mecanismos de la generación del valor, aumentando también los modos de control y
subordinación de los sujetos del trabajo, una vez que se aprovechan de mecanismos aún
"más coactivos, renovando las formas primitivas de violencia en la acumulación, una
vez que -paradójicamente- al mismo tiempo las empresas necesitan cada vez más de la
cooperación o 'involucramiento' subjetivo y social del trabajador" (Bialakowsky, et al,
2003: 135)

João Bernardo, al tratar de esa dimensión crucial del trabajo afirmó: "La
'desindustrialización', sobre la cual tanto se habla y se escribe hoy, es en verdad una
reindustrialización. Y la 'desaparición de la clase obrera' corresponde a una expansión
sin precedentes de la clase trabajadora, que sin embargo se reestructuró internamente.
Kim Moody puso la cuestión en los términos debidos al recordar que 'los cambios
ocurridos en las economías capitalistas desarrolladas no alteraron la condición
fundamental de la fuerza de trabajo, que continúa teniendo que vender a un patrón su
capacidad de trabajo y continúa teniendo que ejercer su actividad como participante en
un esfuerzo colectivo organizado por el capital, y en términos dictados en gran medida
por el capital" (2004: 105-106).

Se tiene, entonces, como resultante, que la prevalencia de la razón instrumental asume


la forma de una enorme irracionalidad societal. Lo que coloca un desafío fundamental
y candente: la deconstrucción de ese ideario y de esa pragmática es condición para que
la humanidad -y, por tanto, también el trabajo- puedan ser verdaderamente dotados de
sentido, adversando el destructivo proceso de desantropormorfización del trabajo en
curso desde el inicio de la Revolución Industrial y su lógica maquínica.

Al contrario de la producción dirigida prioritariamente a la acumulación privada del


excedente, el objetivo de ese nuevo emprendimiento societal es volver a la actividad
humana laborativa direccionada a la producción de bienes socialmente necesarios,
donde el valor de uso intrínseco de los productos no se subordine más a (sino de hecho
elimine) los imperativos del valor de cambio, presentes en el universo de las
mercancías. De ese modo, el objetivo de la economía podrá efectivamente recuperar su
sentido original de economizar, cuya finalidad es utilizar racionalmente los recursos
oriundos de la naturaleza y de la sociedad. Lo que nos obliga a (re)concebir al trabajo
como siendo dotado de autonomía, autocontrol y auto comando, cuyo goce sea pautado
por el tiempo disponible para la sociedad, al contrario de la heteronomía, sujeción y
alienación, regidas por el tiempo excedente orientado a la acumulación privada del
excedente, típica de la sociedad fetichizada que hoy se vive.
5. La hipótesis sobre el cambio social. Mészáros no duda en clasificar a los países
socialistas de la era soviética como postcapitalistas, al propio tiempo que observar
luego de los 90 el regreso al capitalismo clásico. Comprendiendo que esa experiencia
soviética no pudo superar los elementos básicos de la trilogía que reproduce al capital
como sistema metabólico, esto es: el capital, el trabajo (vertical) y el Estado, que
permanecieron incólumes bajo la tutela de la propiedad estatal.

Para Mészáros, el sistema de metabolismo social del capital11 es más poderoso y


abarcativo, siendo su núcleo constitutivo la tríada capital, trabajo y Estado, y estando
estas tres dimensiones fundamentales del sistema materialmente estructuradas e
interrelacionadas. Es, por lo tanto, imposible superar al capital sin la eliminación del
conjunto de los elementos que comprende el sistema. No basta con eliminar uno, o hasta
dos de sus polos. Los países postcapitalistas, la URSS en primer lugar, mantuvieron
intactos los elementos básicos constitutivos de la división social jerárquica del trabajo,
que configura el dominio del capital. La “expropiación de los expropiadores”, la
eliminación jurídico-política de la propiedad, realizada por el sistema soviético, “dejó
intacto el edificio del sistema del capital”.

El desafío, por lo tanto, es superar la tríada en su totalidad, que incluye a su pilar


fundamental, el sistema jerarquizado del trabajo, con su alienante división social, que
subordina el trabajo al capital, teniendo al Estado político como legitimador.

Mészáros sintetiza: “Dada la inseparabilidad de las tres dimensiones del sistema del
capital, que están completamente articuladas –capital, trabajo y Estado–, es
inconcebible emancipar al trabajo sin simultáneamente superar al capital y también al
Estado. Esto es así porque, paradójicamente, el material fundamental que sustenta al
capital no es el Estado sino el trabajo, en su continua dependencia estructural del
capital (...). Mientras que las funciones controladoras vitales del metabolismo social no
sean efectivamente tomadas y autónomamente ejercidas por los productores asociados,
mientras permanezcan bajo la autoridad de un control personal separado (es decir, un
11
Puede afirmarse que, para Mészáros, capital y capitalismo son fenómenos distintos y la identificación
conceptual entre ambos hace que todas las experiencias revolucionarias ocurridas en el siglo XX, desde la
Revolución Rusa hasta los intentos más recientes de constituir una sociabilidad socialista, se mostraran
incapacitadas para superar el “sistema de metabolismo social del capital”, es decir, el complejo
caracterizado por la división jerárquica del trabajo, que subordina sus funciones vitales al capital, bajo la
mediación del Estado. El capital, segundo el autor, antecede al capitalismo y también lo sobrevive. El
capitalismo es una de las formas posibles de realización del capital, una de sus variantes históricas, como
ocurre en la fase caracterizada por la subsunción real del trabajo al capital. Así como existía el capital
antes de la generalización del sistema productor de mercancías (ejemplificado por el capital mercantil), del
mismo modo se puede observar una presencia del capital después del capitalismo, a través de la
constitución de aquello que él denomina, por ejemplo, como el “sistema del capital poscapitalista”, que
tuvo vigencia en la URSS y en el resto de los países del este europeo durante varias décadas del siglo XX.
Estos países, a pesar de tener una configuración poscapitalista, fueron incapaces de romper con el sistema
de metabolismo social del capital. Al respecto Mészáros dice de la Unión Soviética: "La Unión soviética
no era capitalista, ni siquiera capitalista de estado. Pero el sistema soviético estuvo dominado por el
poder del capital: la división del trabajo se mantuvo intacta, la estructura de mando jerárquica del capital
se mantuvo. El capital es un sistema de mando cuyo modo de funcionamiento está orientado hacia la
acumulación, y la acumulación se puede asegurar en una cantidad de maneras diferentes. En la Unión
Soviética se extraía el plustrabajo de manera política y eso fue lo que entró en crisis en los años recientes"
(2001: 1133-1134).
nuevo tipo de personificación del capital), el trabajo en cuanto tal continuará
reproduciendo el poder del capital sobre aquél, manteniendo y ampliando
materialmente la regencia de la riqueza alienada sobre la sociedad” (2001: 567).

Siendo un sistema que no tiene límites para su expansión (al contrario de los modos de
organización social anteriores, que buscaban, en alguna medida, atender a las
necesidades sociales), el sistema del metabolismo social del capital se constituye como
un sistema social incontrolable. Fracasaron en la búsqueda por controlarlo tanto los
innumerables intentos efectuados por la socialdemocracia como la alternativa de tipo
soviético, toda vez que ambas terminaron siguiendo lo que el autor denomina la línea de
menor resistencia al capital. Para Mészáros, “La transformación en un modo de
metabolismo social incontrolable y el origen de sus propias contradicciones y defectos
estructurales se explican así:
Primero, la producción y su control están separados y se encuentran diametralmente
opuestos el uno al otro.
Segundo, en el mismo sentido y en presencia de las mismas determinaciones, la
producción y el consumo adquieren una independencia extremadamente problemática y
una existencia separada, de modo que el más absurdo y manipulado ‘consumismo’, en
algunas partes del mundo, puede encontrar su horrible corolario en la más inhumana
negación de las necesidades elementales para millones de seres.” (2001: 55-56).

La principal razón por la cual este sistema escapa de todo control se manifiesta,
precisamente, porque “emergió, en el curso de la historia, como una estructura de
control ‘totalizante’, de las más poderosas, (...) dentro de la cual todo, incluyendo los
seres humanos, deben ajustarse, poniendo a prueba su ‘viabilidad productiva’ o, por el
contrario, perecer. Es impensable otro sistema de mayor control e inexorabilidad –en
ese sentido ‘totalitario’– que el sistema del capital globalmente dominante”, que impone
“su criterio de viabilidad en todo, desde las menores unidades de su ‘microcosmos’
hasta las mayores empresas transnacionales, desde las más íntimas relaciones
personales hasta los más complejos procesos de toma de decisiones en los consorcios
monopólicos industriales, favoreciendo siempre al más fuerte contra el más débil”
(Mészáros, 2001: 47).

Es, “en este proceso de alienación, que el capital degrada al sujeto real de la
producción, el trabajo, a la condición de una objetividad reificada –un mero factor de
producción– (...) El trabajo debe ser realizado para reconocer a otro sujeto por encima
de él, aunque, en verdad, este último sea sólo un pseudo- sujeto” (2001: 76).

Constituyéndose como un modo de metabolismo social, en última instancia


incontrolable, el sistema del capital es esencialmente destructivo, en su propia lógica.
Esta es una tendencia que se acentuó en el capitalismo contemporáneo y que llevó a
Mészáros a desarrollar la tesis, central para su análisis, de la “tasa de utilización
decreciente del valor de uso de las cosas. El capital no trata a los valores de uso (los
cuales responden directamente a las necesidades) y a los valores de cambio como si
estuvieran separados, pero subordina de varias maneras, radicalmente, los primeros a
los segundos” (2001: 655). Lo que significa que una mercancía puede variar de un polo a
otro, o sea, desde tener su valor de uso realizado, en un polo, hasta no haber sido usada
jamás, en el otro, sin que por esto deje de tener, para el capital, una utilidad
expansionista y reproductiva.
Según Mészáros, esta tendencia decreciente del valor de uso de las mercancías, al
reducir la vida útil y de este modo agilizar el ciclo reproductivo, se ha constituido en uno
de los principales mecanismos a través de los cuales el capital está logrando su
inconmensurable crecimiento a lo largo de la historia.

El capitalismo contemporáneo profundizó la separación entre, por un lado, la producción


volcada a satisfacer genuinamente las necesidades y, por el otro, la producción para
atender las necesidades de la autorreproducción del capital. Cuanto más aumenta la
competencia intercapitalista, más nefastas son las consecuencias. Pero existen dos que
son particularmente graves: la destrucción y/o precarización, sin paralelos en toda la era
moderna, de la fuerza humana que trabaja y la degradación creciente del ambiente, la
relación metabólica entre el ser social, la tecnología y la naturaleza, que conducida por la
lógica del capital se subordina a los parámetros de éste y del sistema productor de
mercancías.

La conclusión es terminante: “bajo las condiciones de una crisis estructural del capital,
sus contenidos destructivos aparecen en escena, activando el espectro de una
incontrolabilidad total, de una forma que prefigura la autodestrucción, tanto del sistema
reproductivo social como de la humanidad en general” (Mészáros in Antunes, 2005:
14).

Como ejemplo de esta tendencia, agrega el autor, “es suficiente pensar en la monstruosa
asimetría entre la población de los EEUU –menos del 5% de la población mundial– y su
consumo del 25% del total de los recursos energéticos disponibles. No es preciso una
gran imaginación para calcular lo que ocurriría si el 95% restante adoptase el mismo
patrón de consumo” (Mészáros in Antunes, 2005: 14).

Expansionista, destructivo e incontrolable en sus límites, el capital asume cada vez más
la forma de una crisis endémica, como un depressed continuum, una crisis acumulativa,
crónica y permanente: “crisis estructural cada vez más profunda, al contrario de su
mecánica anterior, cíclica, que alternaba fases de desarrollo productivo con momentos
de ‘tempestad’” (Mészáros in Antunes, 2005: 14). La falta de resolución de su crisis
estructural actual hace emerger en su horizonte visible el espectro de la destrucción
global de la humanidad. La única alternativa para evitar la destrucción es la
actualización histórica de la alternativa socialista.

Retomando la hipótesis antedicha, en el sistema capitalista actual el eslabón más


debilitado de la cadena –desde nuestro punto de vista- es el trabajo, resulta una
contradicción crítica para el sistema, pero contradicción al fin el capitalismo apunta a
su disolución al par que reproduce y amplía esta contradicción. El capitalismo bien
podría destruirse como tal lo cual no implica que devendrá el socialismo
necesariamente sino que aún puede darse lugar a otras formas sociales postcapitalistas
que cobijen en su seno al capital y al estado.

Veamos esta proyección en la interpretación del materialismo dialéctico histórico:


“Resumiendo, obtenemos de la concepción de la historia (...) los siguientes resultados:
1) en el desarrollo de las fuerzas productivas se llega a una fase en la que surgen
fuerzas productivas y medios de intercambio que, bajo las relaciones existentes, sólo
pueden ser fuente de males, que no son ya tales fuerzas productivas sino más bien
fuerzas destructivas (maquinaria y dinero); y, a la vez, surge una clase condenada a
soportar todos los inconvenientes de la sociedad sin gozar de sus ventajas, que se ve
expulsada de la sociedad y obligada a colocarse en la más resuelta contradicción con
todas las demás clases; una clase que forma la mayoría de todos los miembros de la
sociedad (...); 2) que las condiciones en que pueden emplearse determinadas fuerzas
productivas son las condiciones de la dominación de una determinada clase de la
sociedad, cuyo poder social, emanado de su riqueza, encuentra su expresión idealista-
práctica en la forma de Estado imperante en cada caso...” (Marx y Engels, 1973: Cap.
I, Conclusiones).

En su núcleo expositivo, aún tratándose de proyecciones a partir de un contexto


histórico específico de la primera mitad del siglo XIX en el que inflexiona el
razonamiento clásico, se detecta estos dos puntos claves que parecieran comprender lo
acontecido en la etapa capitalista neoliberal, cuyo signo es destruir el trabajo, desalojar
a grandes masas de productores, trabajadores, y colocarlos al borde de la sobrevivencia
extendiendo la franja de un subproletariado12, aquí se desplaza el eje del proletariado.
En el supuesto de que el proletariado se redujera a su mínima expresión, se retrotrajera
al período de la subsunción formal y se agudizaran y extendieran las formas de
asalarización precarias en el límite de las formas de tributo, se entraría en una etapa
neocapitalista, postcapitalista, donde el eje de la dominación se correría del alquiler de
la fuerza de trabajo, como forma invisible de dominación, a una forma más abierta de
tributación cuyos rasgos se vislumbran tales como: pérdida de hegemonía legitimable y
uso de la fuerza militarizada, instalación de estados de excepción, procesos de
guetificación, desgranamiento del subproletariado hacia nuevas formas de
subordinación.

6. Hipótesis sobre el cambio social y el socialismo. Con este cuadro de situación cabe
preguntarse sobre los desafíos del cambio social, si se despeja que los desafíos
históricos han consistido preferentemente en la socialización de los medios de
producción, la distribución del producto y la eliminación de la plusvalía, queda
entonces inicialmente pendientes de interrogación tres elementos básicos de nueva
época: a. la reconducción del avance de las fuerzas productivas cristalizadas

12
Dirá Atilio Borón respecto de esta categoría: “Esta decadencia, sin duda, se explica por las
transformaciones ocurridas en la "base social" típica de esos formatos organizativos debido a la
declinante gravitación cuantitativa del proletariado industrial en el conjunto de las clases subalternas y
a la aparición de un voluminoso "subproletariado" –denominado pobretariado por Frei Betto– que
incluye a un vasto conjunto de desocupados permanentes, trabajadores ocasionales, precarizados e
informales, cuentapropistas de subsistencia (...) y toda una vasta masa marginal a la que el capitalismo
ha declarado como "redundante" e "inexplotable" y que, por lo tanto, en una sociedad basada en la
relación salarial no tiene derecho a vivir; de ahí que el neoliberalismo practique una silenciosa, pero
efectiva, eutanasia de los pobres.”. Una noción cercana referida a los supernumerarios se encuentra en la
obra de Robert Castel, en el inicio de la misma ya explica: “... la situación actual está márcada por una
conmoción que recientemente ha afectado a la condición salarial: el desempleo masivo, y la
precarización de las situaciones de trabajo, la inadecuación de los sistemas clásicos de protección para
cubrir estos estados, la multiplicación de los individuos que ocupan en la sociedad una posición de
supernumerarios, `inenpleables´, desempleados o empleados de manera precaria, intermitente. Para
muchos, el futuro tiene el sello de lo aleatorio.” (1997: 13). Este concepto de supernumerario conlleva
el estigma asignado históricamente que se desliza a la excedencia como “inutilidad”. En esta línea
preferimos soslayar este término y utilizar el concepto de superfluidade, a partir del análisis Ricardo
Antunes e István Mészáros, pues recoge la complejidad de la contradicción metabólica del sistema
capitalista que opera en la mutación de la fuerza de trabajo.
destructivas, b. la disolución de la verticalidad sobre el trabajo, c. la distribución de la
producción del conocimiento y la creación científica.

Si retomamos y observamos el atravesamiento de la instalación crítica del trabajo


enajenado nos encontramos con que la producción científico-tecnológica no ha
conducido a la socialización productiva por sí misma, al propio tiempo que como parte
del intelecto colectivo se encuentra monopolizada crecientemente por el capital13. Algo
ocurre en el interior del paradigma productivo científico que viabiliza la privatización
de su producción y opera como exclusión de los productores internos (científicos y
tecnólogos) y de los externos las masas desapropiadas del conocimiento científico
tecnológico14. El saber no circula libremente sino que se encuentra por un lado
registrado por medio del registro internacional de patentes privadas como así es
monopolizado de hecho por su inaccesibilidad a la masa de los productores. La ciencia
en su propio paradigma metodológico (Bialakowsky et al, 2006; Sotolongo y Delgado,
2006) la suspensión teleológica como valor de uso social queda suspendida y es
apropiada, succionada por el capital15. La fuerza productiva cristalizada, los medios
científicos-tecnológicos, queda conducida por el capital y por lo tanto críticamente se
trata de liberar esta fuerza de este direccionamiento concentrador y destructivo,
finalmente su capacidad destructiva como tendencia resulta más alta que su capacidad
generativa de lo social.

Otro elemento que queda pendiente, el más duro históricamente quizás como lo
demuestra el gran ensayo soviético, es la utilización como herramienta del intelecto
colectivo para descubrir formas de trabajo no verticales, ya John Holloway se ha
detenido en la distinción entre el poder-hacer y el poder-sobre (2002)16, el poder-sobre
que se instala como dominación sobre el productor. Lo cierto es que los procesos de
trabajo adoptados universalmente han conservado como estructura la división extrema
especializada y la dominación vertical del trabajo. Aún no se ha desarrollado una

13
“la asociación de los obreros –la cooperación y división of labour en cuanto condiciones
fundamentales de la productividad del trabajo- se presenta, al igual que todas las fuerzas productivas del
trabajo (esto es, las que determinan el grado de intensidad y por tanto de su realización extensiva) como
fuerza productiva del capital. La fuerza colectiva del trabajo, su condición de trabajo social, es por ende
la fuerza colectiva del capital. Otro tanto ocurre con la ciencia.” Y más adelante Marx agrega “El
desarrollo del capital fixe revela hasta que punto el conocimiento o knowledge (saber) social general se
ha convertido en fuerza productiva inmediata, y, por lo tanto, hasta que punto las condiciones del
proceso de la vida social misma ha entrado bajo los controles del general intellect (intelecto colectivo) y
remodeladas conforme al mismo...” (Marx, 1972 (1953/1857-1858) V. 2: 86 y 230)
14
“Esa voluntad de apropiación privada obedece a la importancia que cobraron la ciencia y la
tecnología (el conocimiento como "fuerza productiva directa") en la competencia, y a la permanente
búsqueda –por parte del capital– de nuevos campos de valorización, con el objeto de aplazar el estallido
de sus crisis. Pero también corresponde a una de las más profundas tendencias del capitalismo, que lo
distinguen de todas las otras formas de organización social anteriores: el movimiento que lo impulsa
hacia una apropiación ‘total’ de todas las condiciones de la actividad social.” (Bihr, 2003).
15
Podría aplicarse aquí el razonamiento que hacía Federico Engels para señalar la contradicción básica
germinal del capitalismo al provocar por un lado extensivamente la producción social (cooperación
colectiva de productores) y por el otro la apropiación capitalista privada individual: “La contradicción
entre la producción social y la apropiación capitalista reviste la forma de antagonismo (se encierra, en
germen, todo el conflicto que seguirá) entre el proletariado y la burguesía”. (1880: 84)
16
“El poder-hacer existe en todo momento en y contra su forma capitalista, el poder-sobre. El valor de
uso en y en contra del valor. En todo momento existe una tensión en-y-contra entre nuestro hacer social y
el hecho que la socialidad de nuestro hacer esta mediada por el valor. No puede ser de otra manera. En
este sentido, en todo momento existe un choque entre el desarrollo de las fuerzas productivas (nuestro
poder-hacer) y su envoltura capitalista...” (Holloway, 2002: 275-276)
alternativa para el reemplazo de la síntesis organizativa gerencial taylorista y en este
núcleo radica la persistencia o el despliegue de un átomo que acumula y reproduce
poder en la praxis laboral. Quizás debe reflexionarse en la torsión en la dominación que
se ejecuta al aparentar, encubrir, con estos métodos capitalistas tayloristas la función del
colectivo, del hacer y del pensar colectivo. En este dilema se encierra también el
descubrimiento del co-trabajo. La existencia real, material, del coproductor. El trabajo
abstracto como mercancía, como valor de cambio, podría quedar entonces como una
categoría en disolución para pasar al trabajo concreto, ya que el trabajo concreto es
materialmente trabajo social. El ensayo que queda pendiente será utilizar el propio
recurso instrumental del intelecto colectivo para rediseñar el método organizativo al que
tiende pensamiento complejo y crítico del proceso de trabajo.

Mészáros respecto del proyecto socialista expresa que exige: (a) “suprimir la relación
antagonística/adversarial sobre la cual es llevado adelante el proceso de trabajo bajo
la dominación estructural jerárquica del trabajo por el capital en todas sus formas
conocidas y factibles.” Y (b) “la superación del fetichismo de la mercancía –
necesariamente heredado por todas las sociedades poscapitalistas del pasado- es
inconcebible sin superar de manera progresiva la determinación adversarial del
proceso de trabajo. En la sociedad capitalista el control antagonista/adversarial del
metabolismo social es inseparable del fetichismo de la mercancía –el `poder de las
cosas´ alienado y mistificador- que les impone los imperativos materiales del orden
orientado hacia la expansión del capital a todos los miembros de la sociedad,
incluidas las personificaciones del capital.” (2001: 919-920)17

Con esta crítica de los núcleos (trabajo y fetichismo) que reproducen el capital no debe
olvidarse que éstos se encuentran enhebrados por la propia producción y distribución
del conocimiento: “Puesto que el control sobre la producción y la distribución le es
alienado al trabajo, el ejercicio de control por separado debe ser protegido mediante la
expropiación del conocimiento requerido por las funciones reproductivas sociales.”
(Mészáros, 2001: 919-920).

Siguiendo estas líneas, cabe preguntarse, ¿por qué si la acumulación científica


constituye un componente relevante de las fuerzas productivas cristalizadas, cómo es
posible que este instrumento no pueda ser auto-reflexionado para efectuar su crítica y
reconducción?

Es necesario establecer un nuevo paradigma de proceso de trabajo científico para poder


concretarlo mutatis mutandis lo antedicho, es necesario reestablecer un acuerdo entre
productores para coproducir científicamente, no puede ya pensarse sólo en la
investigación individualista, sino en la producción colectiva de conocimiento (Bourdieu,
2001)18, la coproducción investigativa (Bialakowsky et al, 2006), como herramienta
alternativa al individualismo metodológico y productivo de la ciencia y la tecnología.

17
“Resulta obsceno llamar `libre y democrático´ a un sistema económico que tiene como su precondición
material absoluta alienar las relaciones de producción de los productores, y como su modo de operación
la imposición permanente de una estructura de mando autoritaria –tanto en el sitio de trabajo como en la
sociedad en general- mediante la cual se puede asegurar la continuada extracción de plustrabajo para
los propósitos de la reproducción ampliada del capital.” (Mészáros, 2002: 929)
18
“Numerosos trabajos históricos han mostrado el papel que han jugado los think tanks en la
producción y la imposición de la ideología neoliberal que hoy gobierna el mundo; frente a las
producciones de estos thinks tanks conservadores... debemos oponer las producciones de redes críticas
que agrupen a `intelectuales específicos´ (en el sentido de Foucault) en un verdadero intelectual
7. Situado el objetivo del cambio social la pregunta quizás más relevante debe
colocarse en la transición social que lleve al cambio.

Aquí surge otro conjunto central de tesis que, en la obra de Mészáros, promueven
importantes significaciones políticas: la ruptura radical con el sistema de metabolismo
social del capital (y no solamente con el capitalismo) es, por su propia naturaleza, global
y universal, siendo imposible su realización en el ámbito del socialismo en un sólo país.

Para el autor, el hecho de que las revoluciones socialistas hayan ocurrido en países
considerados como los eslabones más débiles de la cadena, países económicamente
atrasados, no altera la complejidad del problema ni la dificultad de la transición. La
necesidad de alterar radicalmente el sistema del metabolismo social del capital será, para
Mészáros, aguda e intensa también para los países capitalistas avanzados.

Como es la lógica del capital que estructura su metabolismo social y su sistema de


control en el ámbito extraparlamentario, cualquier intento de superar este sistema de
metabolismo social que se restrinja a la esfera institucional o parlamentaria está
condenado al fracaso. Sólo un vasto movimiento de masas radical y extraparlamentario
puede ser capaz de destruir el sistema de dominio social del capital.

Consecuentemente, el proceso de autoemancipación del trabajo no puede restringirse al


ámbito de la política. Esto es así porque el Estado moderno es entendido por el autor
como una estructura política que comprende el mando del capital, como un prerrequisito
para la conversión del capital en un sistema dotado de viabilidad para su reproducción y
esto expresa un momento constitutivo de la propia materialidad del capital.

Entonces se establece un nexo fundamental: el Estado moderno es inconcebible sin el


capital, que es su real fundamento, y el capital, a su vez, necesita del Estado como su
complemento necesario. La crítica radical al Estado gana sentido solamente si hace
centro en la destrucción del sistema de metabolismo social del capital. Como un
desdoblamiento de la tesis anterior, la crítica de Mészáros a los instrumentos políticos de
mediación existentes es también enfática: los sindicatos y los partidos, tanto en sus
experiencias de tipo socialdemócrata, como la variante de los partidos comunistas
tradicionales, de “vanguardia”, de estructura estalinista o neoestalinista, fracasaron en su
intento de controlar o superar al capital.

El desafío mayor del mundo del trabajo y de los movimientos sociales, que tienen como
núcleo la clase trabajadora, clase-que-vive-del-trabajo (Antunes, 2005), es crear e
inventar nuevas formas de actuación, autónomas, capaces de articular íntimamente las
luchas sociales, eliminando la separación, introducida por el capital, entre acción
económica (realizada por los sindicatos) y acción política parlamentaria (realizada por
los partidos políticos). Esta división favorece al capital, que fractura y fragmenta aún
más el movimiento sociopolítico de los trabajadores.

Los individuos sociales, en tanto productores asociados, solamente podrán superar al


capital y a su sistema de metabolismo social desafiando radicalmente la división

colectivo capaz de definir los objetos y fines de su reflexión y de su acción, es decir, autónomo.”
(Bourdieu, 2001: 40)
estructural y jerárquica del trabajo y su dependencia del capital en todas sus
determinaciones. Un nuevo sistema metabólico de control social debe instaurar una
forma de sociabilidad humana autodeterminada, que implica un rompimiento integral
con el sistema del capital, de producción de valores de cambio y con el mercado. El
desafío central, por lo tanto, está en encontrar, según Mészáros, un equivalente
racionalmente controlable y humanamente compensador de las funciones vitales de la
reproducción de la sociedad y del individuo, que serán realizadas, de una u otra forma,
por todo el sistema de intercambio productivo, donde es preciso asegurar finalidades
conscientemente escogidas por los individuos sociales, que les permita realizarse a sí
mismos como individuos y no como personificaciones particulares del capital o del
trabajo alienado. En esta nueva forma de sociabilidad o nuevo sistema de metabolismo
social reproductivo, la actividad humana se estructurará bajo el principio del tiempo
disponible, un modo de control autónomo, autodeterminado y autorregulado.

Desde nuestra perspectiva, por tanto, resulta clave comprender la transición actual para
poder proyectar. Más aún podría interrogarse ¿hasta qué punto el capitalismo no ha
entrado en crisis terminal?, pero no así el capital. Desde nuestra hipótesis varios pilares
del capitalismo se han fragilizado y este debilitamiento lo ha transformado en otro tipo
de sistema postcapitalista que aún no tiene denominación. Entre estos derrumbes se
destacan: a. la crisis de hegemonía del capitalismo para erigirse como sistema
distribuidor de trabajo y legitimarse como tal, b. el alto grado alcanzado en la
destructividad planetaria19, c. los límites a su expansión territorial, d. la gran
concentración capitalista y acumulación por medio de formas regresivas de tributación
directa, e. la segregación del sistema productivo de grandes fracciones de
subproletariado planetario como población excedente estructural, f. la exacerbación de
conflictos regionales concomitantes con la desarticulación de la pax bipolar que
establecía los bloques en la segunda mitad del siglo XX.

Así proyectar el cambio social implica considerar con seriedad el grado de mutación
capitalista y la capacidad de perpetuación del capital como núcleo reproductor de
sistemas de dominación, al mismo tiempo que contribuir a deconstruir la idea de que
existen secuencias preestablecidas que conducen a la reinstalación de la
socialdemocracia o del propio socialismo. En esta línea de razonamiento el capitalismo
podría fenecer y no dar lugar a variantes postcapitalistas y socialistas sino que dar lugar
antes, como se observa, a otras formas sociales más despóticas de control social sin que
la series de cambios progresistas se concrete en las secuencias previstas teóricamente.

8. Una teoría para la transición necesita distinguir atributos básicos del capitalismo
clásico para detectar los puntos de salida que exigen una crítica como contribución a
la transformación social. Los puntos claves del capitalismo clásico radican en la
compra venta de la fuerza de trabajo libre, la acumulación postoriginaria y la
hegemonía social.

Estos tres atributos en la etapa neoliberal han sido puestos en cuestionamiento al interior
del sistema capitalista. Por múltiples motivos (algunos de ellos han sido tratados en la
primer hipótesis) se ha tendido a la dilución y superfluidizacion de la fuerza de trabajo

19
“Otra contradicción básica del sistema de control capitalista es que no puede separar `avance´ de
destrucción, ni `progreso´ de desperdicio, sin que le importen lo catastróficos que pueden ser los
resultados.” (Mészáros, 2001: 1031)
como masa asalariada para pasar a formas de contratación desvinculantes, pero al
mismo tiempo materialmente vinculantes. Se ha pasado de formas biopolíticas de
dominación de las poblaciones trabajadoras a una combinación más subjetivo-política,
es decir de formas de regulación de hacer vivir combinadas con hacer extinguir
(tanatopolíticas) (Agamben, 2002; Bialakowsky et al, 2004). Así los modos de
producción precapitalistas esclavistas o serviles, tomaban todo el cuerpo del trabajador
inescindidos de su trabajo potencial, el neocapitalismo logra como nunca antes escindir
el trabajo del trabajador, operación que se perfecciona con el neoliberalismo y las
fuerzas productivas sociales que acelera con el desarrollo tecnológico. Como contracara,
a diferencia de las formas keynesianas precedentes, su objetivo político económico es
perseguir la reducción de la fuerza de trabajo en planta y su dispersión física. Este
proceso se acompaña de la reinstalación de violencia directa y formas ilegales de
acumulación a gran escala. El resultado es que ese doble juego del capitalismo clásico
entre coacción (represión) y hegemonía se alteran rotando a la coacción directa, rechazo
o expulsión de la fuerza de trabajo excedente y producción de subjetividades re-
signadas (Guattari y Rolnik, 2006).

9. Hipótesis sobre la subjetividad y el inconsciente social. La conciencia en sí y para sí


implica una intersección entre lo social y lo subjetivo, el acto iniciático de
transformación del sujeto productor en sujeto trabajador implica colocar en juego los
planos de la conciencia y de la inconsciencia, se trata de una lucha entre la dominación
del capital y la resistencia por la recuperación social y subjetiva.

Para Lukács, en su Ontología del Ser Social, obra de su madurez, se torna central la
recurrencia al universo de la vida cotidiana, cuando se quiere trascender del ámbito de
las acciones propias de la conciencia espontánea, contingente, más próximas de la
inmediatez, hacia las forma de conciencia más dotadas de valores emancipados, libres e
universales. Según Lukács: “La sociedad sólo puede ser comprendida en su totalidad,
en su dinámica evolutiva, cuando se está en condiciones de entender la vida cotidiana
en su heterogeneidad universal. La vida cotidiana constituye la mediación objetivo-
ontológica entre la simple reproducción espontánea de la existencia física y las formas
más altas del ser genérico ahora ya conscientes, precisamente porque en ella, de forma
ininterrumpida, las constelaciones más heterogéneas hacen que los dos polos humanos
apropiados de la realidad social, la particularidad y el ser genérico, actúen en su
interrelación inmediatamente dinámica.” (Heller, 1971: 11-12).

De este modo, la comprensión de la génesis histórico-social nos remite al universo dado


por la vida cotidiana. Esto porque, “el ser de cada sociedad surge de la totalidad de tales
acciones y relaciones”, toda vez que “el ser genérico que se realiza en la sociedad no
puede ser una generalidad muda, como en el ámbito ontológico de la vida que se
reproduce de un modo meramente biológico. La historia de la sociedad muestra que
este ir más allá de la generalidad muda, biológica, se objetiva en las forma más
elevadas, dadas por la ciencia, filosofía, arte, ética, etc.” (Heller, 1971: 10).

Por lo tanto, las interrelaciones e interacciones entre el mundo de la materialidad y la


vida humana encuentran en el universo de la vida cotidiana, en esta esfera del ser, su
“zona de mediación”, capaz de superar el abismo entre el ser genérico en sí, marcado
por la relativa mudez, y el ser genérico para-sí, espacio de vida más auténtico y libre.
Esto porque “...la esencia y las funciones histórico-sociales de la vida cotidiana no
suscitarían interés si esta fuese considerada una esfera homogénea. Sin embargo,
precisamente por esto, precisamente como consecuencia de su inmediato
fundamentarse en los modos económicos-particulares de reaccionar por parte de los
hombres las tareas de la vida que la existencia social les plantea. (...) la vida cotidiana
posee una universalidad extensiva. (...). Así, la vida cotidiana, la forma inmediata del
genérico del hombre, aparece como la base de todas las reacciones humanas
espontáneas de los hombres en relación a su ambiente social, donde el hombre parece
actuar frecuentemente de forma caótica. Sin embargo, precisamente por eso contiene
la totalidad de los modos de reacción, naturalmente no como manifestaciones puras,
sino caótico-heterogéneas. Consecuentemente, quien quiera comprender la real génesis
histórico-social de estas reacciones está obligado, tanto del punto de vista del
contenido, como del método, a investigar con precisión esta zona del ser” (Heller,
1971: 10-12).

El tránsito de la genericidad-en-sí hacia la genericidad-para-sí ciertamente no puede


prescindir de las formas de mediación presentes en la praxis social y política. Pero, la
referencia a la vida cotidiana y sus conexiones con el mundo del trabajo y de la
reproducción social son imprescindibles, cuando se pretende aprehender alguna de las
dimensiones esenciales del ser social. Las conexiones existentes entre las acciones
prácticas e histórico-ontológicas y las esferas más auténticas de la genericidad humana,
como la ética, la filosofía, el arte, la ciencia, las formas superiores de praxis socio-
culturales, encuentran en la heterogeneidad de la vida cotidiana, en sus acciones
inmediatas y espontáneas, su base ontológica constituyéndose, consecuentemente, en el
punto de partida del proceso de humanización del ser social.

Así también, los recursos del método positivista tienden al opacamiento de los planos
incidentes en la conciencia, la conciencia resulta un efecto de una tensión constante
entre el inconsciente y lo conciente, tomar conciencia es un acto de rebelión creativa
frente a la represión de lo social. Así Erdheim sostiene: “La relevancia social del
inconsciente está determinada por su doble función. Por una parte, se presenta como
una especie de infierno, en el que desaparece todo aquello que no es apto para la
conciencia, y, por la otra, como un reservorio de fuerzas que alientan la creatividad del
ser humano... Esta clasificación coincide con la de Bloch, quien entiende el
inconsciente, por una parte, como lo reprimido y, por la otra, como lo `todavía-no-
consciente´, donde se origina lo utópico (1959: 130 ss.).” (2003: 185) Y más adelante
Erdheim señala: “El ello y el inconsciente han de ser considerados en el campo de
fuerzas de las estructuras de dominio típicas de una sociedad. Sólo así se puede ver
claramente que las funciones congelante y transformadora del inconsciente no sólo
están determinadas por procesos de maduración biológicamente dirigidos, sino
también por factores sociales, e incluso puede hacerse comprensible por qué la
inconsciencia aparece principalmente desde su lado negativo.” (2003: 187)

No sólo la conciencia debe ser considerada un campo de lucha sino también la


inconsciencia, en ella radica una fuerza que puede ser congelada20 o sublimada, operan
la contención y negación de la realidad (Erdeheim, 2003), al mismo tiempo que se

20
“Acerca de estas relaciones sociales escribió Freud: `Pero si una cultura no ha podido evitar que la
satisfacción de cierto número de sus miembros tenga por premisa la opresión de otros, acaso de la
mayoría (y es lo que sucede en todas las culturas del presente), es comprensible que los oprimidos
desarrollen una intensa hostilidad hacia esa cultura que ellos posibilitan mediante el trabajo, pero de
cuyos bienes participan en medida sumamente escasa´ (1927: 12)...” (Erdheim: 2003: 186)
acumulan seudo-petrificaciones del oprimido, lo reprimido socialmente obtura la
resistencia dirigida hacia el otro (opresor) y el sujeto reconduce esa violencia hacia sí o
hacia su próximo/a (Fanon, 1961). Este campo requiere ser develado pues no se trata de
adquirir “conciencia” sino también de co-descubrir la acumulación de negaciones en el
plano inconsciente colectivo-subjetivo. El co-descubrimiento es un acto creativo que no
puede –suponemos- delegarse subjetivamente.

10. Una hipótesis sobre el futuro del trabajo social.


La invención social de una nueva vida, auténtica y dotada de sentido, recoloca, en el
inicio del siglo XXI, la necesidad imperiosa de construcción de un nuevo sistema de
metabolismo social (Mészáros, 2001) donde: 1) El sentido de la sociedad se vuelque
exclusivamente hacia la atención de las efectivas necesidades humanas y sociales. 2) El
ejercicio del trabajo sea sinónimo de auto-actividad, actividad libre, basada en el
tiempo disponible.

En la sociedad del capital el tener sustituye al ser, -el mundo del cash nexus- según la
célebre expresión de Carlyle que Marx utiliza de acuerdo con Lowy (Antunes, 2005). El
valor de uso de los bienes socialmente necesarios se subordina a su valor de cambio.

Las funciones productivas básicas, así como el control y su proceso fueron radicalmente
separados entre aquellos que producen y aquellos que controlan. Como dice Marx, el
capital operó la separación entre trabajadores y medios de producción, entre el caracol y
su concha.

De este modo, la recuperación de una lógica vuelta hacia la atención de las necesidades
humano-societales es el primer desafío más profundo de la humanidad, en este nuevo
siglo que se inicia. El segundo principio societal imprescindible es el de convertir al
trabajo como actividad libre, auto-actividad, basado en el tiempo disponible. Lo que
significa decir que la nueva estructuración societal debe rechazar el funcionamiento en
base a la separación dicotómica entre tiempo de trabajo necesario para la reproducción
social y tiempo de trabajo excedente para la reproducción del capital, externas a la
relación dinero-mercancía, negadoras de la relación totalizante dadas por la forma-
mercancía y contrarias, por lo tanto, a la sociedad productora de mercancías.

El ejercicio del trabajo autónomo, eliminado el derroche del tiempo excedente para la
producción de mercancías, eliminado también el tiempo de producción destructivo y
superfluo (esferas estas controladas por el capital), posibilitará el rescate verdadero del
sentido estructurante del trabajo vivo, contra el sentido (des)estructurante del trabajo
abstracto para el capital. Si el trabajo que estructura al capital, des-estructura a la
humanidad, es imperioso decir que el trabajo que estructura a la humanidad, des-
estructura al capital. Emprendimiento este, para el siglo XXI ya en curso.
Bibliografía

Agamben, Giorgio (2002), Homo Sacer I. El poder soberano y la nuda vida, Editora
Nacional, Madrid.

_______________ (2004), Estado de excepción. Homo sacer, II, I, Adriana Hidalgo


editora, Buenos Aires.

Antunes, Ricardo (2005), Los sentidos del trabajo. Ensayo sobre la afirmación y la
negación del trabajo, Prólogo de István Mészáros, TEL (Taller de Estudios Laborales)
y Herramienta Ediciones, Buenos Aires.

______________ (2005a), O Caracol e sua Concha: Ensaios sobre a Nova Morfologia


do Trabalho, Ed. Boitempo, São Paulo.

Battistini, Osvaldo R. y Wilkis, Ariel (2004), “De la familia Falcón a la familia


Toyota”, en El trabajo frente al espejo. Continuidades y rupturas en los procesos de
construcción identitaria de los trabajadores, O. R. Battistini (comp.), Prometeo libros,
Buenos Aires.

Beaud, Stéphane y Pialoux, Michel (2000), Le Monde Diplomatique. El Dipló, Buenos


Aires, junio.

Bernardo, João (2004), Democracia Totalitária: Teoria e Prática da Empresa


Soberana, Ed. Cortez, São Paulo.

Bialakowsky, Alberto L.; Costa, María I.; Patrouilleau, M. Mercedes; Martínez


Schnaider, Rocío S. y López, Ana L. (2006), "Capitalismo y método. Alternativas de la
coproducción investigativa", en Dossier de la Revista Lavboratorio-on line, Estudios
sobre Cambio Estructural y Desigualdad Social, Año 8, Número 19, Otoño / Invierno
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aries.

Bialakowsky, Alberto L.; Reynals, Cristina; Zagami, Mónica; Crudi, Roxana; Costa, M.
Ignacia y Haimovici, Nora (2004), Procesos sociales de exclusión-extinción.
Comprender y coproducir en las prácticas institucionales en núcleos urbanos
segregados, en Desigualdad, pobreza, exclusión y vulnerabilidad en América Latina.
Nuevas perspectivas analíticas, L. Mota Díaz y A. D. Cattani (coord.), UAEM-
CEMAPEM-UFRGS-ALAS, Toluca, México.

Bialakowsky, Alberto et al (2003), “Dilución y Mutación del Trabajo en la Dominación


Social Local”, Revista Herramienta n. 23, Buenos Aires.

BIDET, Jacques e TEXIER, Jacques (1995) La Crise du Travail, Actuel Marx


Confrontation, Press Universitaires de France, Paris.

Bihr, Alain y Chesnais, François (2003), "Un tema tabú: ¿Es posible todavía criticar la
propiedad privada", en Le Monde Diplomatique, edición Colombia, noviembre.

Bloch, Ernest (1959), Erbschaft dieser Zeit, Frácfort del Meno.


Borón, Atilio (s.f.), “La renovada presencia de la izquierda en la vida política
latinoamericana”, en La Fogata Digital, http://www.lafogata.org/debate/iz_5.htm

____________ (2005), Foro Social Mundial: Raíces de la resistencia al neoliberalismo,


Porto Alegre, Brasil.

Bourdieu, Pierre (direc.)(1999), La miseria del mundo, Fondo de Cultura Económica,


Madrid.

_____________ (2001), “Por un saber comprometido”, en Contrafuegos 2. Por un


movimiento social europeo, Anagrama, Barcelona.

Castillo, Juan José (2005), El trabajo recobrado. Una evaluación del trabajo realmente
existente en España, Miño y Dávila, Buenos Aires.

Castillo, Juan José y López Calle, Pablo (2005), “Mujeres al final de la cadena. El
entorno productivo de VW-Navarra: una cadena de montaje en el territorio”, en El
trabajo recobrado, Op. Cit., Buenos Aires.

de Gaudemar, Jean Paul (1991), “Preliminares para una genealogía de las formas de
disciplina en el proceso capitalista del trabajo”, en Espacios de poder, Michel Foucault
et al, Las ediciones de La Piqueta, Madrid.

de la Garza Toledo, Enrique (2000), “La flexibilidad del trabajo en América Latina”, en
Tratado latinoamericano de sociología del trabajo, México D.F.

Engels, Federico (1880), Del socialismo utópico al socialismo científico, Editorial


Polémica, Buenos Aires, 1975.

Erdheim, Mario (2003), La producción social de inconsciencia. Una introducción al


proceso etnopsicoanalítico, Siglo XXI, México.

Fanon, Frantz (1961), Los condenados de la tierra, Fondo de Cultura Económica, 1969,
México D.F.

Freud, Sigmud (1927), “El porvenir de una ilusión”, Obras Completas, Biblioteca
Nueva 1996, Madrid.

Gorz, Andre (2003), Metamorfoses do Trabalho, Ed. Anablume, São Paulo.

___________ (2005), Inmaterial, Ed. Anablume, São Paulo.

___________ (2005ª), IHU on line, Ano 5, Edição Especial, janeiro.

Guattari, Felix; Rolnik, Suely (2006), Micropolítica, cartografías del deseo, Tinta
Limón Ediciones, Buenos Aires.

Hardt, Michael y Negri, Antonio (2002), Imperio, Editorial Paidós, Buenos Aires.
_________ (2004), Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio, Debate,
Buenos Aires.

Heller, Agnes (1971), Prefacio de Lukács a la Sociología de la vida cotidiana, Ed.


Península, Barcelona.

Holloway, John (2002), Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la


revolución hoy, Herramienta-Universidad de Puebla, Buenos Aires.

Huws, Ursula (2003), The Making of a Cybertariat (virtual work in a real world),
Monthly Review Press/The Merlin Press, Nova Iorque/Londres.

Lukács, Georg (1981), Ontologia Dell'Essere Sociale II, Vol. 1 e 2, Ed. Riuniti, Roma.

Marx, Karl (1953), (Grundrisse) Elementos fundamentales para la crítica de la


economía política (Borrador) 1857-1858, Volumen 2, Siglo XXI Argentina Editores,
Buenos Aires, 1972.

__________ (1997), El Capital, Libro I Capítulo VI (inédito) (1863-1866), Siglo XXI


editores, México D.F.

Marx, Karl; Engels, Friedrich (1973), “Capítulo I: Fuerbach. Oposición entre las
concepciones materialista e idealista”, en La ideología alemana (1846), Obras
Escogidas, Tomo1, Editorial Progreso, Moscú, versión digital Archivos de Marxismo:
http://www.filosofia.cu/archivos/ideologia_alemana_1.htm

Mészáros, István (2001), Más allá del Capital. Hacia una teoría de la transición,
Vadell Hnos. Editores, Caracas, Venezuela.

______________ (2004), “Unemployment and Casualisation: A Great Challenge to the


Left”, mimeo.

Sotelo, Adrián (2003), Valência. La Reestructuración del Mundo del Trabajo:


Superexplotación y Nuevos Paradigmas de la Organización del Trabajo, Editorial Itaca,
México.

Sotolongo Codina, Pedro L.; Delgado Díaz, Carlos J. (2006), La revolución


contemporánea del saber y la complejidad social. Hacia unas ciencias sociales de
nuevo tipo, CLACSO-ASDI, Buenos Aires.

Tosel, André (1995), "Centralité et Non-Centralité du Travail ou La Passion des


Hommes Superflus", in Bidet, Jacques e Texier, Jacques, op. cit..

Vasapollo, Luciano e Martufi, Rita (2003), “Lavoro Atipico, Lavoro che Cambia, Come
Lavorare?”, Rivista PROTEO, nos. 2-3, speciale, maio/dezembro, CESTES, Roma. Ver
também Vasapollo, L. “Le Ragioni di una Sfida in Atto”, in Lavoro Contro Capitale
(Precarietà, Sfruttasmento, Delocalizzazione), Jaca Book, Milão.

Vasapollo, Luciano (2005), O Trabalho Atípico e a Precariedade, Ed. Expressão


Popular, São Paulo.
Vincent, J. Marie (1995), "Flexibilité du Travail et Plasticité Humaine", in Bidet,
Jacques e Texier, Jacques, op. cit.

______________ (1993/2), "Les Automatismes Sociaux et le 'General Intellect' ", in


Paradigmes du Travail, Futur Antérieur, n. 16, L'Harmattan, Paris.

Das könnte Ihnen auch gefallen