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Un secreto a voces

Ensayo sobre la lengua de la intimidad


JOSÉ LUIS PARDO

l lenguaje hablado y la palabra dicha, en cuanto rasgos dis- trato social o de la ley pública, sino del habla humana en cuan-

E tintivos de lo específicamente humano, se caracterizan por


un doblez irreductible. Ello es tanto como decir que ser hu-
mano -y, en ese sentido, hablar- es estar doblado, tener do-
to r;U o, más brevemente, de la humanidad misma (y. por cantO,
que quienes añoran esa fijeza eterna que harl innecesario el
pacto añoran en realidad una palabra inhumana o un mundo
blez o "doble fondo". Ser humano es tener dos caras (o, más bien, sin hombres). Pues es más bien al contrario: precisamente porque
cara y cruz), hablar es tener una lengua de doble filo. Y las dos caras las palabras son incapaces por sr las de atenerse a un ignifica-
del doblez son mutuamente irreductibles ya que se apoyan la do único e invariable, porque están d < das de un movimiento
una en la otra y sólo su juntura ---que no deja de ser tensión y interno que las empuja a cambiar con rantementc de significado
diferencia- confiere al lenguaje realidad humana. sin cristalizar en uno principal o prevaleciente, p rque ecen
Llamamos publicidad a la cara externa del doblez. De este por sí mismas de fuau ilocutona de IN1lor tÚ vtrtÚId (= lor de
lado caen el significado de las palabras y la identidad social de uso), porque ni los seres humanos tienen un identid d natural
las personas o, lo que es lo mismo, tanto la identidad social como ni las palabras un significado explfciro literal o recto, es necesario
el significado lingüístico han de ser públicos: si alguien pudiera "inventar" un contrato que, con la fuerza de u obligatoriedad le-
cambiar el significado de las palabras que usa o la función social gal, arbitraria y artificial, sustiruya esa debilidad natural y riginal
que desempeña ad líbitum, estaría conculcando muy gravemen- propia de la palabra (y del hombre) por el poder de la convención
te mi derecho a saber qué me están diciendo exactamente cuando pública y explícita.
me hablan y, en suma, mi derecho a saber cuáles son mis dere- La cara pública del doblez se sostiene, pues. sobre la limita-
chos. Para evitar ese tipo de inseguridad, esta cara externa del ción de la variabilidad de significados, es decir. inventa una fuer-
doblez humano impone un límite a la variabilidad lingüística y za (artificial) para limitar la debilidad (natural) del lenguaje. del
social en general, yes que sólo se aceptarán aquellos cambios mismo modo que la ley pública limita las debilidades humanas.
con los que los demás estén de acuerdo o, lo que vuelve a ser lo Nadie queda comprometido por el hecho de decir juro (tal es
mismo, que uno sólo tiene aquellos derechos y obligaciones que la debilidad natural del lenguaje), a menos que exiSta una conven-
explícitamente le reconocen los otros. Con esto se afirma que el ción social, pública y explícita, reconocida contractualmente
significado explícito de las palabras es siempre arbitrario y que por todos los participantes en la conversación. según la cual
resulta--en el mejor de los casos, pues está claro que también
puede proceder de una coacción violenta- de una conven-
ción contractualmente pactada entre iguales que adquiere ran-
go de ley pública y que en cualquier caso vehicula una correla-
ción de fuerzas.
Es cierto que puede haber gentes a quienes esto -que el
significado de las palabras dependa en última instancia de la po-
licía, como denunciaba airadamente Bertrand Russell- les
parezca un defecto o una debilidad (porque ellos desearían que las
palabras fueran los nombres fijos y eternos de las cosas y que
estuviesen. por tanto, por encima de todo pacto), pero es pre-
ciso entender que esta debilidad no es una característica del con-

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quien dice juro queda efectivamente comprometido. Ahora bien, Apenas es preciso entonces señalar que, aunque puedan nom-
limitar la debilidad del lenguaje olas flaquezas del significado es brarse mil, hayal menos dos grandes estrategias de destrucción
un modo de reconocer su existencia. Si es preciso pactar una ley de la intimidad. La primera, bárbata y energúmena, consiste en
para que las palabras Ueguen efectivamente a decir algo -que nieva convertirla en publicidad, es decir, en "elevar" las reglas implícitas
o que el cinabrio es rojo-- o a hacer algo -una promesa o una y no explicitables que sustentan el discurso íntimo a la categoría de
acusación- es porque las palabraspor sí mismas-es decir, los leyes con fuerza ejecutoria (es el sueño de todas las dictaduras y la
hombres mismos por naturaleza-, sin la fUerza artificial de ese realidad de todas las mafias: gobernar el Estado como un matrimo-
contrato, no llegarían jamás a hacer efectivamente oa decir explíci- nio o corno una familia, como una Iglesia, como una comunidad
tamente nada en absoluto. Respetar la ley, respetar el contrato que monacal o como una fraternidad). La segunda estrategia, civili-
rige en la cara pública del doblez de la lengua, es respetar el inago- zada y santificada, consiste en convertir la intimidad en privaci-
table fondo implícito de sentido que subyace tras toda palabra di- dad, es decir, en propiedad privada, transformando las relaciones
cha, no hacerlo público, no violarlo. Y como ese fondo inagotable interpersonales en contratos mercantiles privados (confidenciales):
de sentido implícito es la otra cata del doblez, la cara interna o la reglas explícitas pero públicamente opacas o secretas que ocultan
intimidad, con ello queda dicho que la publicidad se sostiene so- mezquinos y vergonzantes intereses (el derecho a la privacidad
bre el respeto a la intimidad. como derecho a las propias vergüenzas o a la propia basura): es
Pues, en efecto, llamamos intimidad a la cara interna del el sueño de todas las tecnocracias y la realidad de todos los grupos
doblez del lenguaje o del sujeto, en donde residen la distinción de presión, a saber, gobernar los matrimonios y las familias corno
-la falta de identidad- personal de los hombres y el sentido se gobierna un Estado, una empresa, un consejo de administra-
implícito -la falta de significado-- de las palabras, cosas ambas ción o una sociedad anónima. Y no hace falta decir que ambas
que son estrictamente íntimas. También hemos explicado las ra- estrategias de destrucción de la intimidad lo son a su vez de des-
rones de ello: cuando alguien intenta refoI7.aC sus relaciones ínti- trucción de la publicidad porque, al convertir la intimidad en
mas explicitando mediante una convención pactada con el amigo objeto de negociación (ya sea pública o privada), eliminan todo
o el amante sus confidencias o confesiones --como cuando el límite de la publicidad y, allí donde todo es negociable, ya da lo
pecador marca su discurso ante el sacerdote con el ilocutorio "yo mismo lo que se negocie porque, en el fondo, no hay nada (im-
confieso"-, simplemente destruye la intimidad y la transforma portante) que negociar.
en privacidad (publicidad potencial o capital informativo, valor Existe una intimidad de la lengua del mismo modo que
de cambio). La intimidad sólo existe cuando se evita hacerla explí- existe también una cara pública o explícita del lenguaje y, por
cita y cuando no genera derechos ni obligaciones, es decir, cuan- tanto, la intimidad no es incompatible con el lenguaje, ni ine-
do su falta de significado o su exceso de sentido no se convierte en fabk ni incomunicable; está, al contrario, cosida al lenguaje como
ley de obligado cumplimiento entre los implicados. el secreto que el discurso transmite en sus silencios y en sus alu-
Habrá también, sin duda, quienes piensen que esto es po- siones implícitas. La intimidad es el contenido no infOrmativo del
co (serán aquellos que rawnan del siguiente modo: ¿de qué nos lenguaje (por eso parece desaparecer cuando consideramos el len-
sirve la riqueza de sentido que se palpa en la intimidad si no guaje como un mero sistema de transmisión de informaciones),
podemos convertirla en ley y obligar a otros a cumplirla?), pero su contenido propiamente comunicativo. lo único que sostiene el
aquí será igualmente pertinente recordarles que este "defecto" deseo de comunicarse. la pasión de la comunicación. La intimi-
que ellos detectan en la intimidad --el que no se pueda con- dad de la lengua es lo que hace que todo significado vaya acompa-
vertir en ley pública y no genere derechos ni deberes- no indi- ñado de un sentido, todo uso de una mención, toda denotación
ca una imperfección o una carencia de la intimidad sino, bien de una connotación, toda información de una contraseña, toda
al contrario, la fuerza que reside en su propia debilidad, ya que opinión de un temblor y todo acto ilocutorio de una pasión per-
el hecho de que la intimidad no pueda convertirse en ley, siendo la locutoria, porque es lo que hace que el lenguaje vaya acompa-
ley un contrato explícito, un artificio arbitrario resultante de una ñado de sí mismo. Cada palabra dicha tiene siempre un plus de
negociación, comporta que se mantiene como el límite de innego- sentido o, en términos más rigurosos, una cantidad inagotable o
ciabilidad del que depende toda posibilidad de negociación: que una multiplicidad inexhausta de sentido, siempre quiere decir más
hay algo que no puede ser objeto de contrato ni de convención de lo que dice y nunca puede decir todo lo que querría.
explícita, algo sobre lo que no cabe pacto alguno. Si es imposible ¿De dónde les viene a las palabras esta acumulación de senti-
pactar una ley pata que las palabras lleguen a tener tales o cuales do? De donde les viene su resonancia, es decir, de todas las veces
resonancias implícitas -que estoy declarando a otro mi amor o que han sonado, de todas las voces por las que han sido dichas
mi enemistad- es porque las palabras por sí mismas --es decir, (o desdichas). No es que la palabra p opere (en un determinado
los hombres que se tienen a sí mismos- no necesitan de la fuer- contexto) la denotación dy que, luego, como por añadidura, pre-
za artificial de ese contrato para sonar o pata saber, allí donde las sente una multitud de connotaciones que serían meras denotacio-
relaciones entre los hombres consisten en no hacerse actualmen- nes implícitas y que se podrían explicitar (en otros contextos). La
te y en no decirse explícitamente nada unos a otros. Con ello que- connotación (si quiere llamarse así a la intimidad que vehiculan
da dicho que también la intimidad se sostiene sobre el respeto a las palabras), el sentido de las palabras, lo sentido de las palabras,
la publicidad (el cumplimiento de la ley). no es una suma analizable de denotaciones, de significados o

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de informaciones, sino algo por naturaleza distinto de la deno- Si alguien me exigiera que pusiera comillas a toda palabra
tación, del significado, de la información, de la opinión y de los que tuviera esta resonancia, tendría que entrecomillar sencilla-
veredictos y, también por naturaleza, no susceptible de formulación mente todo lo que digo, porque toda palabra es cita y/o glosa.
explícita (la razón es simple: explicitar una connotación, conver- La falta de elasticidad que hace del lenguaje un ser real y no una
tirla en denotación explícita o en información, es exactamente des- ficción ideal consiste en que las palabras llevan la cuenta de los
truir su naturaleza, hurtarle su capacidad para con[no]tar). dichos, cuentan implícitamente una historia (jamás agotable por
El más craso error en este punto consistiría en creer -y hay la historiografía) y traman implícitamente un sentido: lo que
quien lo cree de buena fe- que hacer explícito el sentido ínti- de la vida sienten quienes las dicen y oyen decir, lo que las pala-
mo en el significado público es una cuestión de tiempo o de bras cantan además de significar, el Intimo tejido de sentido de
buena voluntad (como si, contando con tiempo suficiente y sin la vida que cada cual cuenta en el silencio cosido a sus palabras,
suponer intereses mezquinos, pudiese explicitarse todo el conte- su música más que su letra. La intimidad de la lengua no se en-
nido implícito de una expresión). Una palabra dicha es, además contrará en ninguna parte como en aquel ejercicio supremo del
de una luz arrojada en público, una mancha impublicable cuya saborear las palabras que es la poesía -no tamo emendida como
sombra contiene todas las resonancias implícitas que la misma el género literario que lleva ese nombre. sino como la actividad
palabra arrastra, aunque esté prohibido decirlas. Limpiar esta man- creativa, artística o poética en general-. maestra del arte de las
cha es sencillamente imposible. Y esta imposibilidad delata, una resonancias.
va. más, la condición mortal de quienes hablan y el factum ina- Sé que el lenguaje tiene intimidad porque las palabras que
pelable de que el lenguaje es (dicho). oigo decir tienen una vida imerior, un repliegue o una densidad
Desarrollar y alisar todos los pliegues de la palabra, plan- que puedo respetar o no -pero. si no la r peto, si echo a per-
char todas sus arrugas o estirar sus rugosidades y aspera.as no es der su intimidad, ya no me quieren decir n da ni yo tengo gusto
imposible por falta de tiempo. Tork el tiempo del mundo-inclu- alguno en decirlas, ya no me saben ni bien ni m 1-, porque las
so una conversación sempiterna o un ordenador de capacidad palabras se tienen a sI mismas en mi ; y en ello reside mi
ilimitada- no bastaría para aclarar el sentirk de un dicho. Y ello, intimidad, en ese repliegue de I p lab e en donde yo tengo
precisamente, porque los dichos son cuestión de tiempo, porque mi morada íntima, en donde me ten ,mI mi m ; ello es lo
todo lo dicho es dicho en el tiempo, en un tiempo y en un espa- que hace que mi decir sea también un ber de ir, que ren
cio que no pueden obviarse a menos que consideremos esa pala- bor a dicho. Porque, del mismo mod que n pued t r el lápiz
bra como si nadie la hubiese dicho nunca. Y, aunque no puede que sujeto con mis dedos sin enrirme, mI mismo r ndolo,
negarse que los~filósofos (por no hablar ahora de otras especies) tampoco puedo nombrar las c as in entirme a mf mi mo ( in
han sido proclives a esta consideración, de la que surge esa curio- oír mi propia voz) nombrándol . Yo did que a I que me
sa "Iengua-de-nadie", la lengua de los que no tienen lengua, de saben las palabras son las cosas que dI n mbran; did que eso
los deslenguados, tampoco habrá quien niegue que todo dicho a lo que me sabe la palabra yo soy yo mi mo. Pero nun lo dida
adviene a la existencia precedido por una cantidad indefinida de en público ni en privado porque no estoy segur y p rque. ade-
ya-dichos o de pre-dicciones. Toda palabra lleva en su ser la mar- más, me faltan las palabras. Mis Intim lo ben, ben a lo que a
ca ilegible de la intimidad, el modo en que les sonó y les supo a mí me saben las palabras (aunque sólo sea porque bocean su no
quienes la dijeron, yel modo en que le suena y le sabe a quien saberlo). Y, sin embargo, puedo jurar que yo jamás se lo he dicho.
hoy la dice, su voz; y, evidentemente, esta marca sólo puede ser La intimidad no sólo no es incomunicable, sino que es lo
implícita: yo nunca sabré cómo le sonó a otro esta palabra que que se comunica implícirameme en todo acto lingülstico huma-
yo ahora digo, ni siquiera sé cómo le suena a aquel a quien se la no. La conversación íntima es aquella en la que uno participa no
digo, pero saboreo ese no-saber (sé de él) en el gusto que la pala- para informarse de algo que otro sabe o para hacer algo a otro,
bra deja en mi boca. No siento lo que el otro dijo o lo que el otro sino para oír cómo suena lo que dice otrO, para escuchar la músi-
siente, siento lo que calló, siento su silencio que nunca podré con- ca más que la letra de su comunicación, para saborear su lengua.
vertir en significado porque, justamente, es sentido (por mí), un No hay dos tipos de conversación sino sólo una -el lenguaje
sentido que nunca podré convertir en información porque jus- humano hablado, la palabra dicha-, que tiene siempre. por ser
tamente es sabido (sápido) para mí. Y me lo callo. Lo mantengo real, dos dimensiones, ya que el hombre tiene un pie apoyado
en secreto al decir esa palabra, guardo ese secreto cada va. que en la cara del lenguaje y otro en su cruz o, con otras pal~bras, se
hablo. Es, por tanto, un secreto a voces porque mi voz lo comuni- sostiene sobre el filo mismo de la lengua, sobre el borde del do-
ca cada va. que suena, porque es el secreto que comparten (que bla. sin caer de un lado ni del otro definitivamente, sin ser sólo un
guardan juntos) todos los que tienen voz (es decir, animalidad animal vociferante ni sólo una máquina charlatana. Saber hablar
especificarnente humana), tengan o no tengan, en la ciudad, voto. es saber distinguir las dos caras del dobla. sin separarlas, respetan-
No es que el otro nunca pueda estar seguro de lo que yo quiero de- do al mismo tiempo la ley negociada y lo innegociable. Eso -di-
cir, es que ni siquiera yo puedo estarlo de todo lo que quieren ferenciar la intimidad sin echarla a perder, distinguir sin sqJaraF-
decir --e implícitamente dicen-las p¡Uabras que me oigo pro- no puede hacerlo un bisturí fisico, lógico o legal. El único órgano
nunciar. Uno nunca está seguro con las palabras, precisamente capaz de distinguir sin separar es, como todo el mundo sabe, la
porque transmiten intimidad, porque la contagian. lengua. •

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