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Antes de abordar este tema, declaro formalmente que no me creo historiador, sino sólo un
humilde periodista que lee Historia. No tengo fuentes propias, más allá de mi biblioteca. Intento
despertar la curiosidad del lector sobre la figura de don Juan Manuel de Rosas, que gobernó la
provincia de Buenos Aires y dominó legalmente a toda nuestra nación, desde 1829 hasta 1852.
Palabras de otro cacique, el legendario Cipriano Catriel: "Nuestro hermano Juan Manuel, indio
rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado el Samborombón y el Salado, y que
jineteaba y boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios y que nos regaló vacas,
yeguas, caña y prendas de plata. Mientras él fue Cacique General, nunca los indios malones
invadimos, por la amistad que teníamos con Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y
lo desterraron, invadimos todos juntos" (citado por Julio A. Costa en "Roca y Tejedor".
Aclaramos que el "loncoteo" -de allí el verbo loncotear, era un deporte de lucha individual, en
el cual los dos rivales se aferraban por los pelos, entre pampas y araucanos.)
En su tiempo, dijo el general Justo José de Urquiza, que lo venció en Caseros (1852): "Rosas
fue un valiente. Yo lo vi conducir a sus tropas en la primera línea de fuego".
Rosas era de familia noble. Los Ortiz de Rozas y los López Osornio
habían venido directamente de España
Otro testimonio interesante es el de Charles Darwin, que lo conoció personalmente en plena
Campaña del Desierto. Ambos conversaron en el cuartel general del Restaurador, a orillas
del Río Colorado. El gran científico inglés hizo una serie de apuntes que están contenidos
en sus cartas a Carolina Darwin, fecha 20 de septiembre de 1833, luego publicadas en el
libro "Charles Darwin and the voyage of the Beagle" (Londres, 1945). Algunos apuntes:
"Rosas es un hombre de extraordinario carácter.y tiene en el campo una gran influencia,
que seguramente empleará para hacerlo progresar. En este país se desarrolla ahora una
sangrienta guerra de exterminio contra los indios.Si finaliza con éxito, es decir si todos los
indios son liquidados, se ganarán grandes extensiones de campo para la producción de
ganado vacuno.El campo quedará en manos de los salvajes gauchos blancos, en lugar de los
indios cobrizos. Algo superiores los primeros en cuanto a civilización, así como inferiores
en materia de virtudes morales.En fin, quedé absolutamente complacido de mi entrevista
con el terrible general. Es digno de verle, ya que se trata decididamente de la personalidad
más prominente de América del Sur".
Muchos años después, Darwin y Rosas volverían a encontrarse personalmente, pero esto fue ya
en Southampton, Inglaterra, donde el Restaurador se había exilado y gobernaba su granja
inglesa. No conocemos comentarios sobre esta segunda entrevista, aunque sabemos que Rosas
fue, hasta los 83 años, un hombre enérgico y educado, en quien se percibía "el aire de un gran
señor". Aún envuelto en la soledad y la rabia de su derrota.
Rosas era de familia noble. Los Ortiz de Rozas y los López Osornio habían venido
directamente de España al Río de la Plata. Los Ortiz de Rosas fueron y son hijodalgos de
nobleza certificada desde el Siglo XVIII. De esta época data la solicitud de don Bartolomé
Ortiz de Rosas, tío abuelo del Restaurador, que pidió su admisión en la orden militar de
Santiago. La familia de la madre de Rosas era López Osornio. Menos conocida en Buenos
Aires, pero pródiga en gobernadores, virreyes y capitanes generales en las distintas épocas de la
América Española.
El padre de Rosas, llamado León Ortiz de Rozas (aparentemente, fue don Juan Manuel quien
decidió cambiar la "z" por una "s", aunque nadie lo afirma con certeza) siguió la carrera de su
propio padre, Domingo Ortiz de Rozas, llegado desde Burgos en 1742. Don León fue capitán
del regimiento de infantería de Buenos Aires. Cayó prisionero de los indios y lo mantuvieron
en los toldos durante cinco meses, pero sobrevivió y terminó sus días como estanciero. Se lo
retrató como a un hombre amable.
Por el lado de su madre, Rosas era primo segundo de los hermanos Juan José, Tomás Manuel y
Nicolás Anchorena, con quien tuvo negocios rurales. Aunque sus socios más firmes, a lo largo
de los años, fueron Luis Dorrego y Juan Nepomuceno Terrero. También familiares.
Juan Manuel y Encarnación tuvieron dos hijos: Juan y Manuelita. Ambos lo acompañaron al
exilio en Inglaterra, pero Juan volvió pronto a la Argentina y tuvo muy poca relación con su
padre. Algo pasó, no sabemos qué ni cuando. Juan se volvió "con su familia" (dice el
historiador británico John Lynch) y sólo quedó Manuelita junto a su padre.
de la Merced.
- Tuvieron un solo hijo, llamado Juan Manuel León Ortiz de Rosas o Rozas, quien murió en
1913 mientras ejercía la gobernación de la Provincia de Buenos Aires como dirigente del
Partido Autonomista Nacional (conservador) fundado por Adolfo Alsina. Es decir, llegó a
ocupar el mismo cargo de su ilustre abuelo, aunque sin la misma trascendencia histórica.
- Juan Bautista, por su parte, murió el 3 de julio de 1870 en Buenos Aires. Sobre su hijo, don
Juan Manuel León, y su descendencia posterior, no tenemos otras noticias que las ya
mencionadas.
Evidentemente, el joven Juan Bautista Rosas sufrió el típico complejo de "hijo de famosos o
poderosos", que vale tanto para los descendientes de Bin Laden como para los de Fred Astaire.
Abrumado por el poder del padre, el hijo (sobre todo si es varón) busca el anonimato e incluso
el exilio. Tal vez este haya sido el cuadro psicológico de Jun Bautista Rosas.
No se debe confundir a Juan Bautista con el "otro hijo de Rosas", don Pedro Rosas y Belgrano,
que tuvo actuación política a pesar de sus dos padres notorios, Manuel Belgrano y Juan Manuel
Rosas.
Por un lado, hay documentos que lo dan como nacido el 29 de junio de 1814 en Buenos Aires y
bautizado el 30 de junio de 1814 en la Basílica de Nuestra Señora de la Merced. Otros
documentos fechan el nacimiento de Pedro Rosas en un pueblo cercano a Santa Fe, el día 30 de
julio de 1813. María, la segunda hija de Rosas, nació en 1815, pero murió a los pocos años. Y
Manuelita nació el 24 de mayo de 1817.
Ahora, veamos la historia de la principal hija mujer: apenas seis meses después de llegada a
Inglaterra, Manuelita Rosas se casó con Máximo Terrero, hijo del antiguo socio de su padre.
Para Rosas fue un abandono, una traición, y acusó a Manuelita de "inaudita crueldad", aunque
parece ser que al cabo de los años la perdonó, y aceptó a Máximo, que fue un fiel y afectuoso
hijo político.
¿Cuál fue el destino de aquellos hijos de Rosas, seguramente portadores del apellido Castro?
Hasta donde hemos podido averiguar, Joaquín fue peón de campo en la provincia de Buenos
Aires, y su hermano Adrián pocero, en Lomas de Zamora.
Eugenia hizo lo que pudo: fue lavandera, sirvienta, formó una nueva pareja, parió dos hijos
más, cuyo apellido desconocemos, y después murió. Sus siete o diez hijos fueron, casi todos,
analfabetos. Este dato no es muy seguro porque sabemos que Rosas, desde Southampton, se
escribió con su hija Ángela Castro. Al igual que sus hermanos, esta niña fue criada en la gran
casona de Rosas, en Palermo (luego confiscada por los unitarios de Caseros) sin que don Juan
Manuel los reconociera formalmente, pero contando con su protección y afecto.
Después de Caseros, Rosas quedó muy disgustado con sus primos, los Anchorena. "¡Esos
Anchorena! Y muy especialmente el tal don Nicolás. ¡Qué hombre tan malo, tan impío, tan
hipócrita y tan bajo, tan asqueroso e inmundo!". Al parecer, Rosas no pudo digerir el hecho de
que sus parientes y socios le dieran la espalda, a la hora de la derrota. Tal vez le pasó lo mismo
que a Perón, a Frondizi, a Raúl Afonsin, a Domingo Cavallo y a tantos hombres de poder: no
aceptan que los negocios sigan funcionando cuando el príncipe pierde su trono. Sencillamente,
hay que besar la mano de otro príncipe. No es tan raro. Pasa hoy. Y pasará mañana.
Resulta paradójico que el Restaurador, hijo de una dama terminante como Agustina, quien
detestaba todo lo "gringo" y calificaba cualquier cosa de mal gusto como "una gringada", haya
terminado administrando una granja en Inglaterra: la Burgess Street Farm, en Swaythling, a
unos pocos kilómetros de Southampton. Rosas pagaba una renta anual de 190 libras al
propietario, Mr. John Fleming, de Stoneham Park. Allí vivió Juan Manuel durante 25 años,
haciendo como que estaba en las Pampas: a caballo, con lazo, poncho y boleadoras, gritando
órdenes a sus peones (que eran sólo tres. y conchabados por el día) en un inglés fatal pero
fluido. En las noches de calor, Rosas sacaba el recado al patio y dormía sobre la tierra, al modo
del campo argentino.
Pocos amigos tuvo Juan Manuel en esta mala hora. Uno fue Lord Palmerston, el ex premier
inglés, a quien admiraba. Se visitaron mutuamente. Otro fue su vencedor, Justo José de
Urquiza, con quien se carteó seguido. Urquiza terminó lamentando la confiscación de todos los
bienes de Rosas (honestamente ganados con el trabajo de una vida, y esto incluía varias
estancias) ofreciéndole una cierta suma de dinero. "Tal vez anual, si esto no lo ofende". La
operadora de estas difíciles gestiones en Buenos Aires fue la señora Josefa Gómez, quien no era
rosista, pero sí leal amiga del Restaurador.
La suma que, finalmente, envió Urquiza a Rosas, resultó de mil libras esterlinas, en 1865,
según atestigua Lynch.
Rosas pasó su largo destierro y su vejez con rabia, desmoralizado y celoso hasta de su hija y su
yerno: "No consideran lo que he sido, lo que soy". Por momentos se preguntaba si no estaría
"verdaderamente loco".
En su obituario del 15 de marzo de 1877, el diario The Times de Londres describió a Rosas
como un hombre que "sólo era feliz cuando montaba a caballo y daba órdenes a sus
subordinados". Seguramente, a este señor de las pampas infinitas le debe haber quedado chica
aquella granja con 18 caballos, 3 toros, 60 vacas, 20 vaquillonas y 34 chanchos. Todo muy
mezquino, para la generosa escala del campo argentino.
Aquí termino, pues, estos apuntes sobre algunos parientes de Rosas. Hay más, mucho más,
escrito y publicado, sobre este notable personaje. Seguramente, un lector entendido hallará
errores en mi resumen y otros puntos dignos de mención.
Por ejemplo: el viajero inglés William Mac Cann encontró a Rosas, en 1842, agradable y
accesible: "Su hermoso y rubicundo rostro, y su aspecto fornido, le dan la apariencia de un
caballero de la campiña inglesa". Y sin embargo, obstinadamente, furioso, en su "farm", Juan
Manuel sembraba zapallos argentinos y tomaba mate amargo, mientras maldecía a los traidores
de Buenos Aires.