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Convicción del autor o ideas de las que parte el autor (Tener en cuenta, este es
el núcleo de todo el libro)
1. “Dios se revela siempre, cuanto es “posible”, en todas partes y a todas las
personas y culturas”, en la generosidad libre e irrestricta de su amor siempre en
acto, que quiere darse plenamente”
Los límites de la revelación nacen tan sólo en la incapacidad y del pecado
humano, que frenan, deforman o impiden reconocer la manifestación divina. Es
la recepción humana la que hace tan oscura y dramática la historia de la
revelación, tanto en las religiones de la humanidad como en el camino peculiar
de la Biblia.
2. interpretar la palabra bíblica como “mayéutica histórica”. Es decir, no como
palabra que aporta un sentido añadido, que informase sobre misterios en
definitiva externos y lejanos; sino como palabra que ayuda a “dar luz” la realidad
más íntima y profunda que somos y en la que vivimos ya, gracias a la libre
iniciativa del Amor que nos crea y nos salva. Pag. 22
(La idea principal de todo el cuarto evangelio es mostrar cómo la obra de Cristo
es evidente por sí misma, por tanto comparable con la luz, las demás cosas
necesitan de la luz para verse, ellas no. Pág. 22).
Los libros de sabiduría han tenido problemas desde siempre para ser aceptada
como Revelación incluso en tiempos modernos, pero se puede concluir que Jesús
puede ser la culminación de otras tradiciones, pero no es menos la culminación
de la tradición sapiencial. “en los libros sapienciales, antes de la encarnación se
ha manifestado la humanidad de Dios”.
El hablar del nacimiento de la Biblia, ya se ha hecho alusión a la importancia
fundamental del establecimiento de la monarquía, e implícita en todo ella iba la
trascendencia que para la fe de Israel revistió su paso de pueblo nómada a pueblo
sedentario: aparecía cómo es muy probable que el peligro de «Baalización» al
contacto con la religión cananea obligó a una remodelación de la tradición
fundamental, dando origen al Documento Elohísta y constituyendo uno de los
temas base de la predicación profética. Pág 75
La situación del “Destierro” tuvo grandes dificultades ya que supuso un desastre
político; el que perdiese una o varias batallas resultaban asimilable, pero su
nación fue un desastre total. La teología Deuteronomista se encargó de
tematizarlo expresamente como un «castigo» de Yahvé por alguna infidelidad del
pueblo. “Henoteísta”; “monolátrico” (reconocen a Dios como el del País pero
también están los de los otros) (Marduk derrotó al Dios de Israel; temas en
Ezequiel y Jeremías).
La dolorosa desilusión del pueblo, con su situación sufriente y derrotada, tiene
como consecuencia la apertura de nuevos cauces a la experiencia reveladora. La
totalización de la derrota, al no anular la fe en Yahvé, constituye una condición
de posibilidad para comprender su universalidad como Dios de todos los pueblos.
Lo cual supuso nada menos que la formulación expresa del monoteísmo bíblico.
La Escuela sacerdotal refina la concepción de la trascendencia de Dios y
reafirma, desde él y su culto, una nueva conciencia del pueblo. Es el segundo
Isaías el que formula el monoteísmo estricto y conscientemente elaborado que
excluye la realidad de los dioses.
El contacto con el pensamiento griego se produce una universalización del
pensamiento bíblico, es decir, la revelación bíblica, sin perder el hondo sentido
de su radiación ética e histórica, se le abre la decisiva posibilidad de completarse
como una nueva lógica, más abierta y familiarizada con los conceptos
universales.
Renán en sus Recuerdos de infancia y juventud, nos deja una claridad lo que
significa que la crítica-histórica ha realizado con Iglesia y con la Biblia:
Un solo error prueba que la Iglesia no es infalible; un solo punto flaco prueba que
un libro no es revelado […] En un libro divino todo es verdadero y no debe haber,
por tanto, ninguna contradicción […] Un libro inspirado es un milagro. Debería,
por lo mismo presentarse en condiciones únicas, distintas de las de cualquier
otro libro.
La ciencia bíblica y tras ella, muy lentamente la teología acabaron comprobando
que la densidad humana en que se encarna la revelación neotestamentaria no
resulta menor que la del Antiguo Testamento.
Wolfgang Trilling: ¿Qué sabemos con seguridad acerca de Jesús?
1. Jesús murió en la Cruz
2. íntimamente vinculado con esta muerte, está el fracaso externo de la obra de
Jesús.
3. El ser oriundo de Nazaret
4. bautizado por Juan el Bautista
Lo que tenemos de Jesús son testimonio de fe, es decir, visiones ya mediadas por
la subjetividad creyente.
Lo que nos queda claro dependiendo de las diferentes escuelas que quieran
afirmar algo sobre la vida de Jesús o quieran acentuar otras: No hay vida de
Jesús “en estado puro”. Ni tampoco hechos ni palabras ni “revelación”, es decir,
en estado puro, solamente se da en la densidad de los humano: en lo laborioso
proceso de las tradiciones y en la capacidad cultural del ambiente socio-cultural
y en las posibilidades de la lengua, en figuras o comunidades que desde su
reflexión teológica nos las muestran como Pablo o Juan. Advirtiendo que se da
en todo lo anterior y no que sea una reducción.
2.1.3. La conciencia humana de Jesús
Se trata de lo que el mismo Jesús pensaba sobre él. La teología clásica opero con
el esquema “monofisita” es decir una conciencia de tripartición, Jesús llegó a la
tierra sabiéndolo todo, y su misión consistió en írnoslo revelando: beatífica,
infusa y experimental. La ciencia infusa y la beatífica eran algo dado y perfecto,
que la humanidad de Jesús recibía pasivamente, y la experimental correspondía
las cosas prácticas de la vida sin relevancia reveladora. (Esto convertía la vida
de Jesús y sus acciones en una representación teatral). Siendo que esta
concepción era profundamente infiel a los datos revelados en la Escritura.
Hoy se comprende irreversiblemente que la divinidad de Jesús se realiza en su
auténtica humanidad, no fuera de ella o a pesar de ella. (Vida oculta de Jesús en
Nazaret Lc 2, 52). También él tuvo que interrogarse e interrogar al Padre, tuvo
que optar y que buscar en la fidelidad la verdadera figura de su misión. “en tal
«error» Jesús compartiría simplemente nuestra suerte, pues para el hombre
histórico y, por tanto, también para Jesús, es mejor «errar» que saberlo todo de
antemano. (Torres Queiruga, 2008, pág. 84)