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La oración de intercesión
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole:
«Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» (Mt 8,5)
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2. ALGUNOS TEXTOS BÍBLICOS QUE NOS ANIMAN A LA
INTERCESIÓN
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no sólo satisface las necesidades de los santos, sino que también es una
fuente abundante de acciones de gracias a Dios. En efecto, al comprobar
el verdadero carácter de la ayuda que ustedes les prestan, ellos
glorificarán a Dios por la obediencia con que ustedes confiesan la Buena
Noticia de Cristo y por la generosidad con que están unidos a ellos y a
todos. Y la oración que ellos harán por ustedes pondrá de manifiesto el
cariño que les profesan, a causa de la gracia sobreabundante que Dios
derramó sobre ustedes. ¡Demos gracias a Dios por su don inefable! (2 Cor
9,6-15)
Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados
por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder
por todos los hermanos, y también por mí, a fin de que encuentre
palabras adecuadas para anunciar resueltamente el misterio del
Evangelio, del cual yo soy embajador en medio de mis cadenas. ¡Así
podré hablar libremente de él, como debo hacerlo! (Ef 6,18-20)
Yo doy gracias a Dios cada vez que los recuerdo. Siempre y en todas
mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la
colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo
hasta ahora. Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en
ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús. Y
es justo que tenga estos sentimientos hacia todos ustedes, porque los
llevo en mi corazón, ya que ustedes, sea cuando estoy prisionero, sea
cuando trabajo en la defensa y en la confirmación del Evangelio,
participan de la gracia que he recibido. Dios es testigo de que los quiero
tiernamente a todos en el corazón de Cristo Jesús. Y en mi oración
pido que el amor de ustedes crezca cada vez más en el conocimiento y en
la plena comprensión, a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así
serán encontrados puros e irreprochables en el Día de Cristo, llenos del
fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para la gloria y alabanza de
Dios. (Flp 1,3-11)
Me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que
falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la
Iglesia. Yo fui constituido ministro de la Iglesia, porque de acuerdo con el
plan divino, he sido encargado de llevar a su plenitud entre ustedes la
Palabra de Dios, el misterio que estuvo oculto desde toda la eternidad y
que ahora Dios quiso manifestar a sus santos. A ellos les ha revelado
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cuánta riqueza y gloria contiene para los paganos este misterio, que es
Cristo entre ustedes, la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a
Cristo, exhortando a todos los hombres e instruyéndolos en la verdadera
sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo. Por esta
razón, me fatigo y lucho con la fuerza de Cristo que obra en mí
poderosamente. (Col 1,24-29)
Perseveren en la oración, velando siempre en ella con acción de
gracias. Rueguen también por nosotros, a fin de que Dios nos allane el
camino para anunciar el misterio de Cristo, por el cual estoy preso, y
para que yo sepa pregonarlo en la debida forma. (Col 4,2-4)
También los saluda Epafras, su compatriota, este servidor de Cristo
Jesús que ora incansablemente por ustedes, para que se mantengan
firmes en la perfección, cumpliendo plenamente la voluntad de Dios.
Yo doy testimonio de lo mucho que él hace por ustedes y por los de
Laodicea y de Hierápolis. (Col 4,12-13)
Rogamos constantemente por ustedes a fin de que Dios los haga
dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo
buen propósito y toda acción inspirada en la fe. Así el nombre del Señor
Jesús será glorificado en ustedes, y ustedes en él, conforme a la gracia de
nuestro Dios y del Señor Jesucristo. (1 Tes 2,11-12)
Rueguen también por nosotros, a fin de que Dios nos allane el camino
para anunciar el misterio de Cristo, por el cual estoy preso, y para que yo
sepa pregonarlo en la debida forma. (Col 4,3-4)
Así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros con diversas
funciones, también todos nosotros formamos un solo Cuerpo en Cristo y,
en lo que respecta a cada uno, somos miembros los unos de los otros.
(Rm 12,4-5)
Si sufrimos, es para consuelo y salvación de ustedes; si somos
consolados, también es para consuelo de ustedes, y esto les permite
soportar con constancia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos.
(2 Cor 1,6)
3. LA INTERCESIÓN: UN ALIMENTO DE NUESTRA ESPIRITUALIDAD
1. Nuestro servicio de intercesión como verdadera misión:
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La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un
adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de
la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero
destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este
mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa
misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí
aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de
alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás.
Pero si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por
otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando
reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser
pueblo. (Francisco, EG, n° 273)
2. La oración verdadera le da mayor profundidad a nuestro servicio:
La adoración despoja al servicio de toda pretensión egoísta. El servicio
purifica la adoración de toda evasión de la historia. En la adoración nos
hundimos en un océano de silencio admirado que no tiene orillas. En el
servicio perdemos la vida hasta en el más pequeño detalle que un
hermano necesita. A través de este camino de adoración y servicio, el
propio yo va dejando de ser el centro. (Benjamín González Buelta, La
transparencia del barro, p. 98)
El cristiano que quiere ser un agente del cambio social se siente retado
constantemente a buscar la síntesis creativa entre el activista social y
el hombre interior. Para evitar la concreción, el poder, el orgullo, debe
vivir en la perspectiva de la esperanza, la receptividad y la
responsabilidad compartida, esto es: debe ser un hombre
contemplativo. La vida cristiana no es una vida dividida en tiempos para
la acción y tiempos para la contemplación. No. La acción social real es
una manera de contemplación, y la contemplación es el corazón de la
acción social. En un análisis final, acción y contemplación son las dos
caras de la misma realidad que hace al hombre agente del cambio.
Sólo esta síntesis nos permite mirar más allá de todos los desarrollos
políticos, sociales y económicos para mantenernos para siempre
despiertos y siempre en la esperanza de la venida del mundo nuevo… Un
cristiano cree que jamás habrá un momento en esta vida en el que uno
pueda descansar en la suposición de que no hay nada que hacer. Pero no
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desesperará cuando no vea el resultado que apetecía. (Henri Nouwen, Un
ministerio creativo, pp.124-125).
Hoy en día no tenemos tiempo para mirarnos los unos a los otros, para
conversar, para disfrutar de la mutua compañía. El mundo se está
perdiendo por falta de dulzura y bondad. La gente se muere por falta de
amor, porque todo el mundo está apurado. (Madre Teresa)
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