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La interpretación heideggeriana del nihilismo nietzscheano y los supuestos

metafísicos de este.

Cristian Santos Barturén Castilla

“Queremos una concepción antimetafísica y


artística del mundo”. Friedrich Nietzsche

¿Qué es el nihilismo nietzscheano de acuerdo a la interpretación heideggeriana? Esa es


la pregunta central de la presente monografía. Para ello abordaremos principalmente el
“Nietzsche” y “La Frase de Nietzsche: ¡Dios ha muerto!” de Martín Heidegger con el
apoyo secundario de los textos mismos de Friedrich Nietzsche. Se quiere reconstruir la
interpretación heideggeriana del nihilismo nietzscheano. Por otro lado una pregunta
secundaria es ¿por qué el nihilismo nietzscheano sigue siendo metafísica para la
interpretación heideggeriana? Para responder a ello abordaremos básicamente el
“Nietzsche” de Heidegger.

El nihilismo nietzscheano se resume en la célebre frase de La Gaya Ciencia: “¡Dios ha


muerto!”. Para no ofrecer una interpretación superficial de esta frase debemos meditar
sobre lo que puede significar Dios y la muerte.

Por un lado, Dios representa aquella estructura metafísica dividida en los ámbitos
sensible y suprasensible donde el primero es determinado por el segundo. Esta
metafísica es la historia de la filosofía occidental de raigambre platónica y cristiana que
nos hizo creer en que la tarea de la filosofía era la de disipar las apariencias del mundo
sensible para ponernos frente a la verdad del mundo suprasensible (Heidegger
1996:198). Es la historia de un engaño, diría Nietzsche, porque no existe algo así como
una verdad absoluta1. Pero Dios no solo representa aquella verdad absoluta que la
ciencia y la filosofía han perseguido obstinadamente sino que también representa el
mundo de los ideales, de aquellos ideales superiores que regían la existencia humana y
que dotaban de sentido nuestras acciones. En suma, Dios significa la metafísica que regía

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Nietzsche solía ser sarcástico cuando comentaba la tradición filosófica inglesa que creía que los hechos
están exentos de interpretaciones, él decía: “Contra el positivismo que se limita al fenómeno (´sólo hay
hechos´), diría yo: no, hechos precisamente no los hay, lo que hay es interpretaciones (…). ´Todo es
subjetivo´, os digo yo; pero ya esto es interpretación. El sujeto no es nada dado, sino algo añadido,
imaginado, algo que se esconde detrás. Por último, ¿es necesario poner también una interpretación detrás
de la interpretación? Ya esto es poesía, hipótesis.” (1947: 176).
a la historia de la humanidad gracias a que el mundo suprasensible guiaba al mundo
sensible.

Por otro lado, la muerte es el final de una historia donde los ideales han perdido su vigor,
es decir, aquel mundo de los ideales representados por Dios ha perdido su fuerza
efectiva sobre nosotros (Heidegger 1996:200). Pero ¿qué es lo que ha hecho que esa
fuerza efectiva haya perdido su empuje sobre nosotros? La respuesta a esta pregunta
está en la continuación de la frase que reza: “¿Qué dónde se ha ido Dios? se los voy a
decir: lo hemos matado”. Somos responsables de que aquellos ideales hayan perdido su
vigor, de que hayan perdido su valor, de que hayan entrado en decadencia. Esto es lo
que se conoce como nihilismo. El nihilismo es, entonces, el proceso de desvalorización
de los valores supremos válidos hasta el momento (Heidegger 2000: 223)

No obstante, debemos distinguir dos tipos de nihilismo: el incompleto y el completo. El


incompleto es aquel nihilismo donde los ideales trascendentes se reemplazan por
ideales inmanentes. Es decir, en vez valorar la vida del más allá se valora la vida del más
acá, se reemplaza la idea metafísica de Dios por la idea también metafísica del progreso.

En esta clase de nihilismo: “En lugar de la autoridad de Dios y de la Iglesia aparece la


autoridad de la conciencia, el dominio de la razón, el dios del progreso histórico, el
instinto social.” (Heidegger 2000: 224)

Si el fin o la meta eran Dios y la salvación, ahora el fin o la meta son la razón y el progreso
pero ambas posiciones siguen compartiendo su característica teleológica en el sentido
de que apuntan a una idea trascendente. Por eso sigue siendo un nihilismo incompleto
pues a pesar de que se ha incurrido en el proceso de desvalorización de los valores
supremos, lo que se ha hecho es simplemente reemplazarlos por otros.

El nihilismo completo, en cambio, no se satisface con haber reemplazado un ideal por


otro sino que sabe que es necesario cambiar el ámbito mismo de aquel reemplazo, el
ámbito de lo trascendental deviene en nada. No hay, por tanto, para el nihilismo un
ámbito que podamos llamar trascendente, toda vez que los ideales supremos han
cesado. Por eso es que el nihilismo está íntimamente relacionado con la idea del eterno
retorno ya que como este carece de metas o fines no tiene otra cosa que apelar a lo
mismo (Heidegger 2000: 232). Sobre esta idea volveremos en breve cuando veamos qué
es la voluntad de poder y cómo opera.

Ahora bien, no debemos confundir el nihilismo con el pesimismo porque si bien ambos
comparten el desencantamiento de los ideales supremos, no comparten la actitud hacia
la vida. En todo caso el pesimismo antecede al nihilismo (Heidegger 2000: 226). En
efecto, el pesimismo representado por Arthur Schopenhauer concede que la causa del
sufrimiento humano es la voluntad pues esta es infinita y por ende insaciable. De ahí
que si se quiera alcanzar la felicidad, sería preciso primero negar la voluntad. Para
Schopenhauer habría que alcanzar la noluntad que es la negación de la voluntad. De ahí
que Heidegger sostenga que: “El pesimismo niega el mundo existente” (2000: 226). El
nihilismo, en cambio, si bien reconoce que la voluntad es infinita e insaciable no desea
negarla, al contrario, desea afirmarla. Esto es lo que Nietzsche denominó la voluntad de
poder que analizaremos en breve.

Frente al fin de los ideales trascendentes que perseguíamos o lo que es lo mismo, luego
del nihilismo entonces podemos preguntarnos ¿qué nos queda? Sucede que la pérdida
de los valores desemboca en la transvaloración de estos.

El valor es una estimación que se hace desde un punto de vista cuyo fin es la
conservación y el aumento de la vida (Heidegger 1996:202). Como el valor es el sustituto
positivo de la metafísica o de los ideales superiores, el valor tiene ahora relación no ya
con Dios sino con la Vida. Por eso, en el fondo, el valor es impuesto por la voluntad de
poder porque allí donde hay vida hay voluntad de poder. Es dicha voluntad que quiere
conservarse y aumentarse a sí misma porque sabe que es el único modo de devenir, de
existir. ¿Cómo se conserva entonces la voluntad de poder? Se conserva aumentándose
cada vez más y más. La voluntad de poder no es otra cosa que la aspiración a alcanzar el
poder constantemente. Hay vida donde el poder aumenta, y hay muerte donde el poder
solo logra conservarse. De ahí que para que haya vida no basta con conservar el poder
sino que el poder debe aumentar si lo que quiere es no perecer.

Expliquemos mejor qué es voluntad de poder. En primer lugar, voluntad es deseo pero
no cualquier clase de deseo sino que es un deseo que se desea a sí mismo. La condición
de posibilidad de este deseo es su autodeseo, ahí de nuevo la idea del eterno retorno
de lo mismo pues si la voluntad de poder trasnvalora aquellos valores supremos hasta
el momento no es para que persigan un fin o una meta sino para que aumenten las
condiciones de la voluntad de poder en sí mismas. En segundo lugar, el poder se
relaciona con la fuerza, tener más poder es tener más fuerza. Por ello, la voluntad de
poder siempre aspira a ordenar pues de esa manera demuestra su fortaleza (Heidegger
1996: 216). Pero el poder solo es tal en tanto aumente aún más su poder pues cualquier
detenimiento de ese deseo de aumentar el poder es ya signo de decadencia y fin del
poder (Heidegger 1996: 217).

Pero cuando hablamos de la voluntad de poder ¿estamos hablando del poder político,
económico o ideológico? La respuesta a esta pregunta dependerá si en esa clase de
poderes se afirman aquellas condiciones que Nietzsche consideraba indispensables para
hablar de la voluntad de poder y que Heidegger enfatiza constantemente: el aumento y
la conservación de la vida. Un régimen político2 que atente contra la vida no puede ser
considerado una forma de voluntad de poder. La razón es que en un régimen donde se
atente contra la vida se está violando las condiciones básicas de conservación y aumento
de la vida. Quizá por eso Nietzsche en sus últimos días -entre la cordura y la locura-
decidió abrazar al caballo flagelado por el hombre como resistiéndose a aquel poder o
fuerza que atenta contra la vida (Depaz 2012: 17).

Entonces, la voluntad de poder es un punto de vista, una estimación que busca


conservar el poder justamente mediante su aumento. Dicha voluntad, empero, carece
de fin o de meta, no persigue ideales supremos y aun así no es pasiva porque está
creando constantemente nuevas condiciones en las cuales pueda aumentar su poder, la
voluntad de poder es creadora y activa.

Aquellos que afirmen su voluntad de poder superan su propia condición y merecen ser
llamados ya no hombres sino transhombres (o superhombres). Como estos afirman su

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En el régimen cristiano, por ejemplo, atendemos a una transvaloración de los valores superiores hasta
el momento cuando presenciamos que el origen del bien consistió en transmutar el odio judío en amor
cristiano. De allí que Nietzsche haya dicho: “Y este es el acontecimiento: del tronco de aquel árbol de la
venganza y del odio, del odio judío- del odio más profundo y sublime, a saber de un odio que crea ideales
y re-crea valores, de un odio como nunca ha habido en este mundo-, creció algo igual de incomparable,
un un nuevo amor, el amor más profundo y sublime de todos los tipos de amor” (2002: 284). El amor al
que se refiere Nietzsche allí es el amor cristiano, pero lo que cabría preguntarse es ¿la transvaloración de
valores cristiana es la transvaloración de valores del superhombre?
voluntad de poder son los nuevos transvaloradores de valores y los que permiten que
sus puntos de vista o estimaciones fomenten su conservación y aumento de la vida. Sin
embargo, no debemos creer que Dios ha sido reemplazado por el transhombre toda vez
que el ámbito de Dios o de lo que era ha devenido en nada. El transhombre tiene otro
ámbito de fundamentación, un ámbito propio que es la subjetividad (Heidegger 1996:
238).

La subjetividad es el ámbito donde el transhombre se fundamenta porque allí adquiere


consciencia de sí mismo, lo cual es condición indispensable para desear seguir teniendo
más poder. La subjetividad es compatible con la definición del valor, habíamos quedado
en que el valor era un punto de vista, por supuesto todo punto de vista es de alguien.
Por ello la estimación que ejerza el transhombre no es otra cosa que la instauración de
nuevos valores, los cuales son el sustento de su poder.

El arte es la facultad creadora del transhombre para instaurar nuevos valores. Si antes
que matáramos a Dios existía algo así como una verdad absoluta, a raíz de la irrupción
del transhombre, en cambio, la verdad es una creación, es un valor que este ha
instaurado. Por eso el arte tiene más valor que la verdad y es valor superior del nihilismo.
De acuerdo con esto no es necesario que algo sea verdadero para creer en él, de hecho
lo que Nietzsche propone aquí es que basta con que promueva la vida, es decir, la afirme
en su voluntad de poder. Por ello apuesta por el transhombre3.

De acuerdo con Heidegger el nihilismo, la voluntad de poder, el eterno retorno de lo


mismo y el ultrahombre son conceptos íntimamente relacionados porque responden a
puntos centrales de la metafísica nietzscheana. Pero ¿cómo es posible que el crítico de
la metafísica occidental –Nietzsche- sea considerado también un metafísico más?

Podemos conceder que efectivamente Nietzsche concibió artísticamente el mundo en


la medida en que colocó al arte por encima de la verdad. Para el nihilismo activo y
completo, para la voluntad de poder autodeseante, para el eterno retorno de lo mismo,
en suma para el ultrahombre es más importante el proceso de la transvaloración de
valores, la re-creación de estimaciones, la transformación de emociones que la

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“(…) ¡Mirad, yo os enseño el superhombre! El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra
voluntad: ¡sea el superhombre el sentido de la tierra! Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a
la tierra…!” (Nietzsche 1985: 34)
búsqueda obstinada de la verdad como si fuera absoluta. En ese sentido la creatividad y
la imaginación son lo más importante para filosofía nietzscheana. Sin embargo, lo que
no podemos concederle a Nietzsche a juicio de Heidegger es sostener que su filosofía
no sea parte de la historia de la metafísica occidental. Heidegger es categórico al
respecto cuando dice que: “El pensamiento de Nietzsche, en conformidad con todo el
pensamiento de Occidente desde Platón, es metafísica”. (2000: 209)

¿Por qué el pensamiento de Nietzsche aún es metafísica? Primero porque el nihilismo


nietzscheano presupone la subjetividad moderna y segundo porque el ultrahombre
transvaloró la razón por la animalidad pero jamás se liberó de aquella con lo que reforzó
la concepción racional del hombre que también es un presupuesto metafísico moderno.

Comencemos por la segunda idea, según Heidegger: “En el interior de la metafísica, el


hombre es experimentado como el animal racional (animal rationale). El origen
«metafísico» de esta determinación esencial del hombre que sustenta toda la historia
occidental no ha sido hasta ahora comprendido, no ha sido puesto a decisión del pensar”
(2000: 237). Esta concepción racional de la humanidad fue negada por el nihilismo
nietzscheano en la medida en que el superhombre no afirma la parte racional de la vida
sino la parte animal de ella. La verdad del ente en cuanto tal para el nihilismo
nietzscheano no depende de la división platónica entre el mundo sensible y el
suprasensible sino de la estimación e instauración de valores nuevos puestos por la
voluntad de poder. Pero ¿acaso esta transvaloración del ente en cuanto tal ha dejado
de presuponer la racionalidad occidental y metafísica? Pues Heidegger diría que no
porque: “la negación nihilista de la razón no descarta el pensar (ratio) sino que lo
recupera al servicio de la animalidad (animalitas)” (Heidegger 2000: 237). La
racionalidad se traslada a la animalidad entendida como cuerpo viviente que afirma la
voluntad de poder. La animalidad es interpretada como corporalidad y en ese sentido la
razón pasa a ser corporalidad viviente. La razón se retrotrae a toda voluntad de poder
que afirme esa corporalidad viviente en la medida que se afirme la vida. Por ello es que
Heidegger sostiene que: “Lo que había sido hasta entonces la caracterización metafísica
esencial del hombre, la racionalidad, se traslada a la animalidad en el sentido de la
voluntad de poder que vive corporalmente” (2000: 238)4

Ahora regresemos a la primera idea, según Heidegger el inicio de la modernidad fue la


inauguración de la subjetividad con Descartes y Leibniz. La subjetividad entendida por
Descartes, empero, se concentró en el pensamiento representativo y este fue la
condición de posibilidad del conocimiento y la certeza. Mientras que en Leibniz la
subjetividad no solo fue pensamiento representativo sino también pensamiento
apetente. La subjetividad entonces fue fundamentalmente pensamiento y apetencia
para la modernidad. Estas fueron la condición de posibilidad de la certeza y el
conocimiento para el sujeto. Lo que sucedió con el nihilismo fue que se invirtió la
subjetividad del representar y el apetecer en subjetividad de poder. No obstante, la
subjetividad apetente sigue presupuesta en la voluntad de poder. Es decir, detrás del
ego cogito se fundamentaba también un sujeto apetente o deseante. Pero la voluntad
de poder también es deseo cuyo fundamento último es su autodeseo. Por eso es que la
subjetividad es un presupuesto del cual la metafísica del superhombre no puede
escapar, y no puede hacerlo desde que la condición para que exista el deseo de la
voluntad de poder es la existencia del sujeto deseante. Nietzsche, a juicio de Heidegger,
es el último metafísico porque llevo a los límites la subjetividad que se había basado en
el pensamiento representativo y lo reemplazo por la voluntad de poder que transvalora
los valores.

En conclusión, podemos decir que Nietzsche consigue una concepción artística del
mundo en tanto el superhombre es un ser creativo e imaginativo pero no consiguió una
concepción antimetafísica en la medida en que no se pudo desentender del presupuesto
básico de la filosofía occidental: la subjetividad.

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Heidegger se apoya en una cita del Zarathustra nietzscheano: «Pero el que está despierto, el que sabe,
dice: soy totalmente cuerpo, y nada más; y alma es sólo una palabra para algo en el cuerpo. El cuerpo es
una gran razón, una multiplicidad con un sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor. Un
instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a la que tú llamas «espíritu», un
pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón» (Así habló Zaratustra, 1." parte: «De los
que desprecian el cuerpo»).
Bibliografía

DEPAZ, Zenón

2012 Nihilismo y diversidad ¿No consiste lo sagrado en que hayan


dioses y no un Dios? En Horizonte de la ciencia. pp. 17-22.

HEIDEGGER, Martín

2000 Nietzsche. Barcelona: Ediciones Destino.

HEIDEGGER, Martín

1996 La frase de Nietzsche: ¡Dios ha muerto! En Caminos del


Bosque. Alianza Universidad.

NIETZSCHE, Friedrich

1947 La voluntad de poder. Buenos Aires: Poseidón.

NIETZSCHE, Friedrich

1985 Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza Editorial.

NIETZCHE, Friedrich

2001 La ciencia jovial (la gaya scienza). Madrid: Biblioteca


nueva.

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