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Desolación

Hoy que tu ya no eres lo que en mi vida fuiste;


Razón suprema, guía, refrigerio y fulgor;
Hoy que has apagado en mi recinto triste
Las lamparas divinas de tu infinito amor.

Hoy que me dejas solo en medio del camino,


perdido en el tumulto, cual naufrago en el mar;
A merced de los vientos, a merced del destino;
¡Como un niño extraviado, he roto a sollozar!

He olvidado la senda que conduce a mi casa,


estoy desorientado, no sé por dónde ir…
En mi redor la gente, una vez y otra pasa
¡Y yo miro angustiado su loco ir y venir!

Tu fuiste el dulce guía que, asida de la mano,


me llevo por el mundo con ternura y amor,
salvando los escollos del gran piélago humano
¡Y el amparo de todos los vientos del dolor!

Pero ahora… ¡que solo, que pequeño me siento!


Desconozco la vida, todo es extraño a mí;
Estuve tanto tiempo pendiente de tu acento
¡Que miraba las cosas solo a través de ti!

Y no puedo pedirte ni siquiera que vuelvas,


porque estas tan lejana como nunca soñé…
Su dorada guirnalda teje las madreselvas
Y sus tiernos capullos con llanto regare…

No escuchare el concierto del pájaro divinos


la esencia de las flores ya no podre aspirar;
Vendrá la primavera toda aromas y trinos
Y yo no podre verla, en mi eterno llorar

Hoy que tú ya no eres lo que en mi vida fuiste;


Razón suprema, guía, refrigerio y fulgor;
Estoy frente al camino por donde tu partiste,
hundido en el abismo de mi propio dolor…

Allí estaré por siempre; donde quiera que valle,


Mi voz ha de llamarte, hecha ruego y clamor;
En el campo, en las urbes, en las remotas playas de la selva Atalaya,
en mi Tarma ira a tu lado el triste fantasma de mi amor en tu sombra…
Para toda la vida

“¿Me quieres, amor, me quieres?”


¡si, para toda la vida!...

Y era yo quien preguntaba,


Siempre soñando una espina,
Siempre rondando una duda,
Siempre imaginando heridas.

“¿Me quieres, amor, me quieres?”


¡sí, para toda la vida!...

Tardes, madrugadas, noches,


mañanas y mediodías;
en el balcón, en la calle,
en el sueño, en la vigilia,
siempre, siempre preguntando,
corazón, si me querías.

Y de pronto, no sé cómo,
Sin una razón precisa,
Mi voz amargada y cansada
Se fue quedando dormida.
Y cayó sobre mi alma,
Una lluvia dulce y fina
Que se fue cristalizando
En nieve delgada y fría.
Y ya no preguntaba más,
Corazón si me querías.

Ahora, eres tú quien se queja,


Quien pregunta y quien suspira.
“¿Me quieres, amor, me quieres?”
Me dices con voz dolida…

Con que tú me respondías,


Escondiendo la verdad
Debajo de la mentira,
Te digo ausente y lejana:
¡sí, para toda la vida!...

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