El KI, la energía que anima y crea todas las formas de
existencia es, a pesar del aura de misterio que a menudo la envuelve, lo más evidente sobre esta tierra, pues vivimos literalmente sumergidos en un océano de Ki, pues es la sustancia o la vibración que se manifiesta en infinitas formas naturales. La ciencia comprende ahora algo que los sabios de la antigüedad ya conocían, que la materia no es sino un sonido, una vibración. Pero especulando hasta lo infinito, intuyen que esa materia no es otra cosa que luz densificada o cristalizada. Pitágoras, hace más de 2500 años afirmaba que una piedra era en realidad música petrificada. Los sabios instructores de yoga, meditación, sanación o de artes marciales con un designio espiritual nos aconsejan ser extremadamente cautos en cuanto al uso o el desarrollo del ki o prana, pues no dejan de insistir en el hecho de que la energía, el ki, chi o prana, es absolutamente neutral, totalmente impersonal, como la luz energía solar o la electricidad, y que nutrirá nuestras tendencias e inercias, al igual que la luz del sol puede hacer crecer una flor de loto o de opio. El muy antiguo axioma hermético nos dice que la energía sigue al pensamiento, y por ello, si deseamos entrar en contacto con la Fuente del Ki, debemos observar cuidadosamente la calidad de nuestros pensamientos, palabras y actos, encontrar el núcleo de donde surgen, y comprobar si éstos manan de nuestro amor, de la compasión y de la alegría, o de nuestro deseos y nuestros miedos, con todas su positivas o fatídicas consecuencias. A ese respecto, diremos que algunos de los libros publicados sobre el arte de pranayama (las antiguas técnicas para absorber la energía del ki o prana por medio de la respiración) son muy nocivos, pues raramente advierten a los estudiantes acerca de los riesgos derivados de una indiscriminada práctica. No olvidemos que trabajar con la energía del ki sin un guía que conozca la ciencia del uso de la energía y la anatomía del cuerpo humano, es literalmente jugar con fuego. Por otra parte, las técnicas de Aikido y de otras vías como el arte de la espada o el karate-do tradicional, que incorporan numerosas formas de ejercicios respiratorios, hacen desarrollar muy rápidamente una gran cantidad de ki hárico, y si no existe una conducta elevada guiada por grandes valores humanos, compasión, no- violencia, desapego y ecuanimidad, veremos aparecer síntomas de una exacerbación de nuestros defectos de carácter, de nuestras pasiones dominantes, nuestras tendencias latentes (sámskaras) e inercias mentales (vasanas). Los maestros nos dicen que el ki puede expresarse de dos formas bien distintas: como tariki, el “ki creativo”, feliz, pacífico, alegre, expansivo, inclusivo, alegre y fluido, que surge desde el corazón y de los centros (chakras) superiores, o el yoriki, el “ki nefasto”, destructivo, egocentrado, impetuoso, individualista, tendente a la agresividad e incluso a la violencia. Este es el ki del hara o cerebro reptiliano y abdominal, con todas sus nefastas e imprevisibles consecuencias. Precisamente ese tipo de ki negativo, anclado en el hara es el que desarrollaban muchos guereros samurai, y por desgracia una gran mayoría de practicantes de artes marciales y de profesores que no han tenido la fortuna de ser instruídos por un profesor compasivo, pacífico y sabio.
LA CIENCIA DEL KI
Si deseamos profundizar en los misterios de Ki,
deberemos ineludiblemente digigir nuestra mirada hacia la Madre India, donde los grandes sabios, yogis, ascetas e inciaciados realizaron profundas investigaciones durante miles de años sobre la estructura esotérica del cuerpo físico, etérico y mental del ser humano, aliados a la ciencia de la respiración. Sensei Michel Coquet nos dice:
“El prana tiene su fuente en el sol mismo que es el
gran animador y aquel que confiere a las formas un movimiento propio. En la respiración, el prana no es el movimiento de inspiración y expiración que podemos observar, sino su causa. Imprime ese movimiento para repartirse por todo el organismo.() Digamos simplemente que el prana es la suma de las energías cósmicas en ación, es la fuerza de la vida en sí misma. Es la energía inherente a cada uno y en el cósmos. ( )La importancia del control del prana viene por el hecho de que el prana camina a la par que manas (la mente) y que manas controla los sentidos.(1)
Cuando el Ki penetra una forma, le concede una vida, una
vibración y un movimiento. Podríamos expresar simbólicamente este concepto como una semilla que posee en sí misma la conciencia o la información genética necesaria para convertirse en una flor o en un poderoso árbol, y que será el ki solar el que haga despertar la vibración que le permitirá expresarse y evolucionar como una expresión consciente y orgánica de energía. Cuando el Ki nutre una determinada forma de vida, desde un átomo, un electrón, un ser vivo o toda una galaxia, le infiere un triple movimiento. Primeramente una pulsación, luego una rotación sobre sí mismo, y finalemente una forma energética de espiral ascendente. Notemos, de paso, la similitud de esta definición del ki con los movimientos mismos del Aikido. Es evidente que O-sensei conocía perfectamente el misterioso funcinamiento del ki, y que reflejó esta arquitectura sagrada de la energía creativa en la estructura misma de Aikido. Por esta razón, Morihei definía su arte como una forme de incluírse o de adaptarse al movimiento mismo del Universo. O-Sensei escribió:
“En el principio fue la fuerza original que llamamos Ki.
Esa fuerza original se manifestó por un sonido y creó el mundo en que vivimos. Como consecuencia, nuestras vidas son una parte del Universo, y cada uno de nosotros, hasta el más débil posee una fuerza interna muy grande que le fue dada en su nacimiento”.
Inspirándose en la metafísica del Shinto esotérico, y
sobre todo en las enseñanzas de su maestro, Onisaburo Deguchi, líder de la escuela esotérica O-Moto-Kyo, Morihei Ueshiba también concibió ese eterno fluir de la energía del “ki Creador” como Kannagara-No-Michi, “la ola de Dios”, el flujo de la fuerza creativa que une el pasado con el futuro, que recorre el espacio y el tiempo y crea las formas de existencia en todos los mundos, planos y dimensiones de consciencia. Para O-sensei, Kannagara es “un camino de perfección que no comporta doctrinas del bien ni del mal. Una vía que encuentra la verdad y la realidad divinas, sin cesar en búsqueda de formas cada vez más perfectas de existencia”.
“Kannagara es un camino de libertad suprema, pues
para que la acción esté en armonía con la Naturaleza, debe ser el resultado de una obediencia espontánea al Kami, creador y origen del Universo. Las montañas, el viento, los ríos, los árboles, las hierbas llevan su nombre” Mitsuji Saotome
Integrarse, fluir, incluirse en el Kannagara es ser
“Uno con el Universo”, hacerse “Uno con el Tao”, pero el ser humano debe antes liberarse de numerosas tensiones y bloqueos físicos, emocionales y mentales. Por esta razón los primeros tiempos en la práctica del Aikido deberían ser consagrados a una dinámica de purificación (misogi) y de liberación del cuerpo físico y emocional para que el buen Ki, la energía vital, pueda circular libremente sin obstáculos. La práctica misma del Aikido es en sí misma una sabia forma de crear y templar un instrumento musical, una disciplina que refina y purifica nuestro cuerpo sutil para hacerlo accesible y sin riesgos a energías de elevada tasa vibratoria, como lo son las diferentes asanas del hatha yoga. Estas prácticas de desbloqueo de energías tienen mucho en común con los puntos de vista de Wilhelm Reich o Alexander Lowen. El propio Reich, que designaba al Ki con el nombre de Orgon, escribió: El pensamiento funcional no tolera ninguna condición estática. Por esta razón, todos los procesos naturales están en movimiento, incluso en el caso de formas rígidas o inmóviles. También la Naturaleza fluye en cada una de sus funciones como una totalidad”. Nuestros temores, miedos, traumas, ambiciones, amores, desamores, orgullos y odios, deseos y pasiones, contractan, bloquean y colapsan algo en nosotros, tanto física como psíquicamente. Debemos saber que el contacto directo con el ki puede aportarnos un notable despertamiento de las facultades psíquicas y mentales, una apertura a las sutiles energía de la Naturaleza, una gran mejoría de nuestro carácter, un refinamiento de nuestros sentidos, de nuestros pensamientos, palabras y actos, y una especial sensibilidad que nos permita percibir los planos o campos energéticos sutiles ¡(no astrales¡) y una mejora de nuestra salud y de de nuestra intuición, o por el contrario, un oscurecimiento de nuestra mente, une retorno a formas primitivas y salvajes del pensamiento, de la palabra y del acto, y físicamente, una visible retroversión de nuestra pelvis, por una sobre-alimentación de los chakras inferiores, que conllevan el aumento de las pasiones, de los deseos conpulsos, de los miedos, y una negativa tendencia a la animalidad, con todas sus fatídicas consecuencias. Recordemos que la astucia, la cólera, el instinto de selección natural, los deseos obsesivos, la codicia, la lascivia, la crítica destructiva, la infamia, la delación, la injuria, la calumnia entre otros, no son cualidades del alma, no perteneciente al hombre espiritual sino a nuestra herencia selectiva del reino animal con todas sus tendencias latentes en nuestra subcosnciencia procedentes de nuestro paso por los diferentes reinos de la Naturaleza. FORMAS DE KI
La Tradición sagrada nos enseña que si bien el Ki, la
Suprema Energía, es única, esta se expresa de diferentes formas o soplos (vayu) mas sutiles o mas densos, como los colores del arco iris que son la expresión visible del blanco puro de la luz, así, podríamos definir estas expesiones del ki o del prana de la siguiente forma, según la tradición:
- “Prana del aliento” o de “soplo vital”. Este ki se
espresa por la inspiración que recibimos por la respiración y que se extiende desde la nariz a la garganta, el corazón y los pulmones. Se ocupa de absorber la energía solar o fotónica. Es un ki “vertical”, procedente del espacio, de la luz, del Sol y del oxigeno. Este ki se relaciona con el color rojo rubí. Como anécdota, diremos que Onisaburo Deguchi y la orden esotérica O-Moto-Kyo enseñaban a sus seguidores una técnica de respiración purificadora que permitía separar el ki del oxígeno y reconducirlo hacia los centros superiores, y que esta técnica sobrevive aún en ciertas escuelas de Aikido esotérico o espiritual, aunque no puede ser revelada en una publicación debido al riesgo que puede conllevar para el neófito o el imprudente estudiante que no posee un gran dominio de su cuerpo físico y astral. • La segunda forma es samana, o “aliento medio”, o “prana de asismilación”, que fluye desde el corazón al plexo solar y con el proceso digestivo y la asimilación de los nutrientes. Tiene que ver con la retención del aliento. Es una energía de construcción, de curación y de sostenimiento de la vida. Se dice que este ki será el responsable de la elevación de la energía hacia los centros superiores y de “unir el Cielo y la Tierra”. Su color es blanco puro o trasparente como el cristal de roca. • El tercer tipo de ki es apana, el “soplo ascendente”, tiene que ver con la espiración (exalación) y es muy querido por los grandes ascetas y yogis, pues se ocupa de la excrección y por tanto de la purificación de los órganos, que en la práctica de los diferentes yogas o del las artes marciales superiores es extremadamente importante, pues con la espiración llega la eliminación de los residuos y tóxicos bio-químicos resultantes de la oxigenación y de la digestión, y también se limpian los diferentes nadis o canales de energía, y los órganos etéricos, una verdadera red etérica formada por millares decanales (bien conocidos por los acupuntores) que conducen el ki o prana. Su color deriva del blanco al rojo. • Udana, es un soplo aún mas elevado, también muy querido por los yoghis y los practicantes de mantrayama y kototama (la ciencia esotérica de los sonidos), pues tiene que ver con la voz, con el sonido, con el lenguaje y con los órganos superiores, y por tanto con el cuerpo etérico, de ahí la extrema importancia para un estudiantes o instructor de purificar su verbo, es decir, de sus palabras, pues la energía del ki irá directamente a su cuerpo sutil o etérico, alimentándolo de vitalidad. Muchas enfermedades, sobre todo mentales, tienen su origen en un uso negativo de las palabras. A su vez, se relaciona con ciertas glándulas endocrinas de enorme importancia en la vida espiritual, como la pineal y la pituitaria, que recordemos, era donde Leonardo da Vinci y René Descartes (entre otros muchos) situaban la “sede del alma”. Su color es azul celeste. • Vyana es el ki o prana superior, pues es la suma de los anteriores, el total de las energías pránicas. Tiene que ver con el proceso de la muerte y del renacimiento. Es a través de este prana que los grandes lamas iniciados consiguen abandonar este mundo por la pate superior del cráneo en plena consciencia, si atravesar los “planos intermedios” o bardos. Este soplo surge del “corazón secreto“ hacia el exterior en una forma espiral. Su color es dorado. EL ARTE DE LA RESPIRACIÓN
Como sabemos, el aire y la energía solar son la
principal fuente de alimento de los seres vivos. Recordemos que nosotros, los seres humanos, respiramos unas veintiuna mil seiscientas veces al día, y que en un solo año, consumimos unos sesenta mil metros cúbicos de aire atmosférico. Podemos permanecer días sin agua, sin aliento o sin sueño, pero unos escasos minutos sin respirar pueden provocar una patología irreversible e incluso la muerte. En Aikido, la expresión del “soplo vital” se define como kokyu, una difílmente traducible palabra que expresa la idea de proyección de ki, de extensión de la mente- espacio, de apertura, de creación constante, o de “vida abundante”. Kokyu es también la expresión de nuestro Yo Superior, de nuestro espíritu o esencia inmortal. También se habla en Aikido de de kokyu-ryoki, o “poder de la respiración” y de sucho-ryoki, la facultad de concentrar ese poder en un punto externo o interno. En Aikido es muy importante el concepto de kokyu-Ho, el arte a la vía de “respirar con” el otro, la Naturaleza o el Universo: Esta es una enseñanza sagrada y muy esotérica, que fue redescubierta e incorporada a la práctica por Onisaburo Deguchi y Morihei Ueshiba. Precisamente en griego y otras lenguas clásicas se hablaba del “Espiritu Creador” como agyon pneuma, el “solpo creador y divino”, asimilable al Espíritu Santo del Cristianismo, la energía poderosamente creativa que los antiguos consideraban como le fuerza maternal y femenina de Dios. Precisamente en la escuela Pitagórica se llamaba pneumáticos a aquellos habían logrado el encuentro con esa energía superior, y por tanto la maestría en la respiración y en el uso de los sonidos creadores. Los antiguos sabios conocían muy bien la estrecha relación que existe entre la mente, el espíritu y la respiración, pues el universo mismo (nos dice la India védica) “respira con el aliento de Brahmán”, en ciclos inconmensurables de espiración-actividad-consciencia o Manvatara y de inspiración, quietud e inmovilidad o “sueño cósmico”, Pralaya. En las enseñanzas sagradas se nos dice que la respiración está vinculada estrechamente con la mente (manas), o mejor dicho, con los vitris, las frecuencias u “oleadas de pensamiento”, como enseñaba Patanjali. Sabemos que es el pensamiento el que hace que nuestra respiración se calme como las aguas de un lago inmóvil o que se levanten las olas como en una tempestad interior. En Aikido buscamos la calma de la mente prioritariamente, durante la acción, que repercute inmediatamente en la respiración y por tanto en los diferentes cuerpos, por ello algunos expertos definen la práctica del Aikido como la “calma en el movimiento”. Pero no olvidemos que aquello que hace que nuestra respiración se modifique, se calme o se acelere es sobre todo la actividad emocional, el temor, la ansiedad o la alegría y el afecto. Sri Ramana Maharshi, el gran sabio de la colina santa de Arunachala, nos enseña:
“Si la mente está controlada, la respiración queda
automáticamente controlada. Es por ello que el pensamiento intelectual y la respiración, la circulación y las actividades vegetativas so unas y otras diferentes aspectos de la misma vida individual”.
De todos los sistemas o técnicas que estén vinculadas
con la respiración, las mas útiles e inocuas para nosotros los estudiantes de Aikido, de yoga, meditación o artes marciales espirituales son aquellas que propicien o acentúen la correcta espiración pues se basan en ventilar nuestro cuerpo y sus órganos, y eliminar el gas tóxico procendente de la metabolización celular, pero también permiten la expansión de la mente y la expresión del espíritu. Debemos rechazar cualquier sistema que propicie la retención del la respiración (khumbaka) pues acumula una gran cantidad de prana, sobre todo a nivel cerebral, que puede nutrir cualquier patología, incluso tumores (no olvidemos que un tumor es una forma de vida) y provocar graves consecuencias sobre la salud, física, pero sobre todo psíquica. No son pocos los practicantes de técnicas de yoga y pranayama que han sufrido graves accidentes debidos a la congestión y la acumulación de prana o ki, sobre todo a nivel ventral (hárico), pues el prana, no lo olvidemos, es una forma de fuego. En la practica de Aikido se enseña el uso de ko-kyuho, la técnica de armonizarse o “hacerse uno con la respiración del otro”, pero no solo con nuestro compañero, sino con la respiración de la Naturaleza y por extensión, del Universo. Kokyu-ho nos permite respirar con los árboles, con las montañas, con las mareas, con la brisa, con la luz del sol, y con el gran movimiento de expansión y contracción del cósmos. Por la intensa práctica de Aikido, pacífica y bien dirigida a un fin preciso, el cuerpo, el corazón y la mente se unifican y se abren y nuestra respiración recupera la perdida amplitud del espacio, la profundidad del océano, la belleza de las montañas, la potencia del viento y la fluidez del agua. Se tiene entonces la sensación de no haber respirado de verdad hasta ese momento. A esa forma de respiración conectada con la “Suprema Fuente” se la denomina Shin- Kokyu, el “soplo creador” pero para que esta energía poderosamente creativa se exprese a través de nosotros, debemos convertirnos en un cero, no ser nada, no esperar nada ni ambicionar nada.
“Cuando la fuerza original, el Ki, penetra y anima un
cuerpo, exige dirigirlo plenamente. Exige también una capitulación completa del yo y el control de nuestras facultades intelectuales. Exige que el cuerpo se someta a ella misma. Reclama los talentos de virtuosismo técnico y las capacidades del cuerpo que va a utilizar para protegerlo. Quiere utilizar la habilidad total de aquel en quien ha penetrado. Para ella, la mente, el yo, es un obstáculo”.
André Nocquet CENTROS DE ENERGÍA
La Tradición nos dice que tanto en la Tierra, como en
el espacio exterior y en el cuerpo humano, existen vórtices de energía, los llamados chakras o “ruedas”. Estos se ven directamente afectados por nuestros pensamientos, tanto positvos como negativos, y “alimentados” por la energía del ki. Se nos enseña que si bien su número es mucho mayor, son siete los principales chakras en la estructura etérica del cuerpo humano. Tres son de naturaleza negativa, y están situados bajo el diafrágma, otros tres son de polaridad positiva, y uno, central, el del corazón, es un centro de síntesis energética que puede derivar hacia abajo o hacia arriba, según la frecuencia de nuestra vibración, nuestros sentimientos o pensamientos.
PELIGROS DEL “HARA”
Mucho se ha dicho y enseñado sobre este difícil tema, y
algunos libros muy conocidos, escritos por autores serios pero poco preparados en materia de esoterismo, sanación o de anatomía espiritual, ensalzan sobre manera la practica de haragei, sin advertir a de los riesgos que conlleva la acumulación de ki en los chakras inferiores, que provocan grandes problemas de salud sobre el cuerpo físco, etérico y mental, y que han sido la causa de accidentes psíquicos e incluso de enfermedades muy graves (sean o no conscientes de su causa) en un buen número de practicantes. No olvidemos que el “hara” es realidad la expresión de nuestro subconsciente, de nuestro cerebro reptliano, donde han quedado impresas miriadas de millones de experiencias en nuestro recorrido desde el mundo animal al humano, y que de ahí surge esa cualidad instintiva y a menudo premonitorio o telepática del “cerebro abdominal”, el de la supervivencia, la selección natural, la caza o la huída. Es por ello un cerebro o mente absolutamente animal, primitivo y muy antiguo, que debe estar al servicio del corazón y de la mente esclarecida o ”consciencia lúcida”. Así como en la India védica y en las grandes vías yógicas y espirituales se concede una importancia muy relativa y limitada a estos centros inferiores, parece ser que en Japón y otros países limítrofes se le dio la desorbitada dimensión de una disciplina superior de elevación espiritual. Ello tal vez se deba a que su uso aumenta la fiereza, exacerba las cualidades instintivas de selección natural y de supervivencia, (o de ataque) y potencia la sensación material de estar “anclados en la tierra”. Pero la historia está llena, en realidad, de los fatídicos efectos de esta siniestra doctrina tan querida por los samurai de todos los tiempos y latitudes. No cesaremos de advertir a los incautos estudiantes e incluso a muchos profesores serios y comprometidos, que practicar Aikido, una disciplina yóguica, otro arte marcial o una forma de meditación concentrándose en los centros inferiores es un grave error desde un punto de vista metafísico y espiritual, y sobre ello los maestros nos previenen constantemente. La acumulación de ki o prana en estos centros inferiopos, que sirven como receptores de energía electro-magnética o telúrica puede conllevar, y a menudo lo hace, una exacerbación del instinto natural, un acrecentamiento de las pasiones sexuales, del egocenrismo, del individualismo, y como consecuencia, una acentuación del sentido de separatividad. Los síntomas de esta verdadera patología del hara, que en lo absoluto son la expresión de una elevada espiritualidad o de una expansión de consciencia, son el egocentrismo, las explosiones de cólera, la irritabilidad, el ánimo desequilibrado, triste o eufórico, las depresiones, el carácter obsesivo-compulsivo, narcisista, egocentrado, irritado, dominante, duro, difícil, astuto, manipulador, y sobre todo significativamente reconocible en el verbo procaz, falaz, lascivo, hiriente, cínico o crítico, en la tendencia a propagar rumores, a la calumnia, a la delación, a la traición, es decir, a formas de selección natural, que como dice un gran sabio, son el realidad “canibalismo evolucionado”, que hacen sufrir mucho a los que las padecen y por desgracia a quienes les rodean. Es la causa más común de la separación de las personas, de la destrucción de los grupos positivos, del fracaso de intenciones sanas y santas. El hecho de la “consciencia hárica” afecta al uso de la palabra, por una relación de simpatía o sincronicidad con el chakra de la gargana (vishuda) no ahace albergar ninguna duda a los grandes sanadores o vientes. Por otra parte, también sabemos del nefasto efecto que unas negativas palabras provocan sobre nuestra salud, particularmente sobre nuestro sistema inmunitario y cardio-vascular. En los últimos tiempos se están realizando investigaciones sobre el efecto de las palabras sobre las glándulas endocrinas, que son verdaderos mini-cerebros capaces de segregar hormonas y otras sustancias fundamentales para nuestra salud y nuestra vida y que son la exteriorización física de los vértices de energía o chakras. Por otra parte, esta hiper-estimulación afecta a otros centros superiores, amarga el corazón, entristece el espíritu, provoca obsesiones, insomnio, pesadillas, causa dolor y sufrimiento y hace cometer grandes errores vitales, pues genera que la persona viva continuamente en un mundo astral, emocional y subcosnciente a flor de piel, como es el caso de muchos artistas, videntes, visionarios e incluso instructores de meditación, de yogas o expertos de artes marciales. Todos los practicantes de Aikido y otras artes conocemos por experiencia los síntomas evidentes y visibles de esta enfermedad del cuerpo etérico, pues hemos visto a expertos, incluso de un muy elevado nivel técnico, que eran víctimas de súbitos arrebatos de cólera, de grandes cambios de humor, de una mentalidad suspicaz, desconfiada, agresiva e incluso violenta, producto, repetimos, del desarrollo del fuego hárico, sin el añadido del agua de la misericordia, de la alegría y de la compasión.
PRACTICA DEL KI
Como sabemos, las glándulas endocrinas son la
exteriorización física de los centros mayores o chakras, que son particularmente sensibles a los sonidos y a las frecuencias de las palabras, así, una mala noticia, un disgusto, una conversación negativa, la propagación de embustes, de calumnias, de injurias, un deseo auto- destructivo, pueden cambiar radicalmente la polaridad de estas sustancias vitales y provocar el vertido de un auténtico veneno sutil ¡pero cuan mortíreo¡ en nuestro organismo, con todas sus fatales consecuencias. Poco o nada se investiga (y menos aun se difunde) en la actualidad acerca del efecto nocivo, incluso letal que provocan sobre la salud de las personas las malas noticias, la música horrísona, las imágenes espeluznantes de crímenes, violaciones, violencia, delincuencia, las profecías negativistas, los escándalos continuos de corrupción política, social o religiosa, que vierten el ponzoñosos veneno de la pesadumbre, del escepticismo, de la desmoralización, de la tristeza, del negativismo, sobre todo en la juventud, que constantemente son difundidas por los medios de comunicación, y que bombardean con armas de miedo el corazón humano. Tarde o temprano quedará demostrado el efecto que sobre nuestra salud individual y de la sociedad ejercen las palabras de los demás y las propias. Muy a menudo creemos que la vida es injusta, que somos las “víctimas”, y nos preguntamos qué hemos hecho para merecer ciertas circunstancias adversas, pero raramente reflexionamos acerca de cómo son nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros actos hacia esa misma Vida, que nos da tanto sin pedir jamás nada a cambio. Si conociéramos el efecto devastador que las palabras negativas, hirientes, tristes, depresoras y a veces malvadas ejercen sobre nosotros, jamás las pronunciaríamos, ni siquiera con el pensamiento. Aun por nuestra propia salud y la edificación de una positiva auto- imagen, deberíamos pronunciar siempre palabras compasivas y creativas, de perdón, de compasión, de armonía, y guardar silencio sobre los supuestos defectos o errores de los demás. La positivación del pensamiento y de las palabras debería ser una parte fundamental de cualquier terapia física, psicológica, educativa o espiritual, pues las palabras unidas a imágenes mentales y estados emocionales, como ha descubierto la física cuántica y como siempre han sabido los grandes sanadores (recordemos el llamado “efecto placebo”) tienen el poder de modificar la realidad. El tono, la calidad, la belleza, la profundidad, la creatividad, y también la fealdad de nuestras palabras son altamente “diagnósticas” de nuestro estado espiritual y de la localización de nuestra consciencia y energía. Según nuestras palabras podemos fácilmente averiguar en que centro energético habitamos, desde que dimensión de consciencia actuamos y cuales de nuestros chakras se encuentran mas activos, sin necesidad de consultar a un “vidente”. Así, las palabras que contienen sentimientos de deseo oscuro, lascivia, ira, envidia, celos, resentimiento, destructividad o competitividad, evidencian que estamos focalizados a nivel de los centros inferiores o “haricos”, es decir, focalizada en el sacro y el bajo vientre (muladhara, svadistana y manipura chakras). Si nuestras palabras contienen tristeza, amargura, inquietud, depresión, ansiedad, es muy posible que nuestra energía se encuentre polarizada hacia el centro del plexo solar. Si nuestro verbo evidencia alegría, belleza, amor, compasión, expansión, perdón, síntesis y libertad, es evidente que nuestra energía se expresa desde el centro del corazón (anahata chakra). Y finalmente, si nuestras palabras son creativas, armoniosas, intuitivas, inteligentes, unificadoras, luminosas y espirituales, expresan abiertamente que su energía fluye de los centros superiores (vishuda, ajna y sahasrara chakras). Todos experimentamos como la energía asciende hacia arriba, ligera, sutil, liviana, inundando los centros superiores y sobre todo el corazón, cuando hablamos positivamente, cuando decimos la verdad, cuando estamos enamorados, cuando contemplamos un bello paisaje, leemos un conmovedor poema, escuchamos una hermosa música o recordamos eventos felices; y por el contrario, como la energía desciende hacia abajo, densa, pesada, oscura, provocando esa siniestra sensación de incertidumbre, de inquietud e incluso de temor, cuando escuchamos o pronunciamos palabras malsanas, críticas, proféticamente negativas o duras. Un estudiante espiritual- y un verdadero practicante de Aikid, absolutamente debe esforzarse por purificar sus palabras, que surgen de sus pensamientos y de sus emociones. Esa simple actitud equilibra y sana el, a menudo devastador, poder del “hara”.
Para las grandes vías espirituales, como el sufismo, la
kalachakra tibetana, la gnósis cristiana, el bakthi-yoga, o las formas superiores de Aikido, el chakra del corazón (anahata) es el mas importante y fundamental, sobre todo en la época actual, caracterizada por grandes y rápidas expansiones de consciencia, pues equilibra, alinea, nutre y sintetiza las energías o vibraciones de todos los demás centros. Si bien en las enseñanzas yógicas existen técnicas, sonidos, mantras e incluso colores, aromas y músicas descubiertas o diseñadas específicamente para el desarrollo de este chakra, los maestros de la gran tradición sufí, los grandes lamas, los nuevos adalides de la mística oriental y occidental de la actualidad, conociendo la forma de vida de la sociedad contemporánea en la constante y difícil interacción o “fricción de los egos” en la vida de las grandes ciudades, con su crónica falta de una necesaria preparación preliminar física, pero sobre todo psicológica, y sabiendo que muchos discípulos de la actualidad arrastran karmas muy duros y traumas sociales, unidos a la falta de un verdadero instructor, nos aconsejan trabajar directamente con la “causa”, es decir, con la cualidad espiritual o moral que despierta y hace expandirse este chakra tan sumamente importante. Es evidente que la energía que mas acelera el proceso de equilibro de los chakras y sobre todo el del corazón, el amor puro, la compasión, el inegoísmo, el sacrificio del si mismo en beneficio de los demás.
“El secreto del Aikido es armonizarse con el movimiento
mismo del Universo. Aquel que ha descubierto el secreto del Aikido tiene el Universo en si mismo y puede decir ¡yo soy el Universo! ¡Despojaos de vuestra escoria, quitaos las sucias vestiduras de vuestro espíritu, abrid vuestro corazón a la evolución celeste y brillad!. Para O-Sensei, Ai, la armonía, el “amor puro” debía ser alcanzado en un cierto grado antes de que la energía interior, el Ki, fluyera con naturalidad y sin riesgos. O- sensei nos previene:
“Si el corazón es impuro, estaréis llenos de tensión
interior, de orgullo, de desorden, de confusión, de mil enfermedades físicas, mentales y emocionales. Jamás podréis comprender el Aikido si vuestro corazón no se purifica. Debéis lavarlo para tener paz en vosotros mismos y con el mundo, no siendo enemigo de nadie, no viendo a nadie como vuestro enemigo”.
A pesar de existir de forma continua en nosotros y a
nuestro alrededor, esa energía puede expresarse de maneras extraordinariamente poderosas en circunstancias particulares, a menudo tras momentos críticos o de gran tensión que nos conducen a un abandono o capitulación del sentido del yo. Cuando todos nuestros recursos físicos e intelectuales han resultado estériles, entonces, el gesto preciso, la actitud correcta, el conocimiento intuitivo o el poder necesario se manifiestan en forma casi milagrosa. Sobre el tapiz, cada aikidoka se sitúa a sí mismo en el Centro del Universo, pero también los demás lo están. Para sensei André Nocquet: Es preciso proyectar en el corazón del adversario y en la más oscura conciencia una fuerza benéfica tal que venceremos por su causa y también por la nuestra. Recordemos que la palabra japonesa kami (equivalente a “Dios-Creador”) está formada por los ideogramas ka (fuego) y mi(agua), y que de la interacción de ambas energías surge el “ki”, cuyo kanji expresa la idea de “vapor de agua”. En la práctica de Aikido recreamos constantemente el Universo, cuando el atacante (uke), que aporta la polaridad yang-fuego, es literalmente absorbido por el agua (yin) de tori, del que asume o recibe la energía del ataque. De esa armoniosa, conciliadora y no violenta interacción, surge y se expresa el “ki creador”. Ese ki es una energía en contacto con la Gran Fuente, con el manantial de la vida en el Universo, poderosamente creativo y cohesivo, que tiene a reunir, a unificar, a reconciliar los pares de opuestos, a recrear la Unidad. Es precisamente nuestro ki el responsable del impulso vehemente que sentimos por retornar al Origen, a la “causa Primaria”, al núcleo secreto, al Sol Invisible e Inmortal de donde surge nuestro Ki, y por tanto, nuestra Verdadera Vida. Para terminar, unas sabias palabras del maestro de Aikido y uchi deshi (discípulo directo) de O- Sensei Morihei Ueshiba, André Nocquet:
“Un verdadero aikidoka debe dejarse llevar por el Ki
hasta el desprecio mismo de la muerte. Esta es la verdadera forma de pasar de la muerte a la vida. La fe en esta creencia, la certeza absoluta de que el Ki protege y no abandona a aquel que ha renunciado a su voluntad propia, vuelve al aikidoka fuerte y resuelto. Aquellos que no se han encontrado en peligro de muerte no pueden percibir el verdadero espíritu del Aikido, que es aquel de trascender la vida y la muerte mismas”.
Bibliografía:
1) Michel Coquet : MUSASHUGYO, LA RECHERCHE DE LA VOIE.
Ediciones Vega, París. (2) Mitsuji Saotome: AIKIDO O LA ARMONÍA DE LA NAURALEZA. Kairós, Barcelona. (3) Michel Coquet y Carmelo Rios BUDO SECRETO, Obelisco, Barcelona.