Sie sind auf Seite 1von 9

1.

Lectura del texto


ENTREVISTA
Carlos García Gual: “Los alumnos pasan mucho tiempo con el
móvil. No saben nada”
José Andrés Rojo
Ocupa el sillón J de la Real Academia Española. Escritor, catedrático y traductor, convirtió la
literatura y el mundo clásico en sus pasiones. Pero el título que le atribuyen sin discusión quienes
lo conocen y lo han leído es el de sabio. Pasó su infancia en el Mediterráneo, sumergido en la
biblioteca de su abuelo militar. Fue un niño miope al que le gustaba poco el deporte, una rareza
en su familia. Asegura que la lectura es la manera de escapar de “la prisión del presente”.
Tiene algo de exótico un catedrático (emérito) de Filología Griega en un mundo que les ha vuelto
la espalda a los saberes clásicos. Por eso mismo, dice Carlos García Gual (Palma de Mallorca,
1943) hace falta “ir a las barricadas”, para seguir peleando por que a las humanidades les quede
al menos un rincón. Escritor, crítico, ha recibido dos veces el Premio Nacional por algunas de sus
muchas traducciones. Dirige la colección Biblioteca Clásica Gredos. Por dar noticia de la
variedad de sus intereses, basta con citar algunos de sus libros: Epicuro, La secta del perro,
Diccionario de mitos, Las primeras novelas, Sirenas: seducciones y metamorfosis o el último, La
muerte de los héroes. Hace poco fue elegido para ocupar el sillón J de la Real Academia
Española. De dónde viene, cómo fue su historia, qué España le tocó vivir: de eso tratamos en su
casa de Madrid para averiguar cómo terminó convirtiéndose en un hombre sabio, un título que le
otorgan sin la menor discusión cuantos lo conocen y lo han leído.
¿Qué me dice de sus primeros años? Nací en Palma en casa de mi abuelo. Entonces se nacía en
las casas. Soy el primero de seis hermanos, mi padre era militar de baja graduación. De niño iba
con mi abuelo a la catedral a misa mayor (no era muy religioso, pero le gustaba la ceremonia). Al
salir me encontraba con la bahía, hay un mirador estupendo, y luego estaba recorrer de un lado a
otro el paseo del Born. Hasta los siete años.
Empieza ya entonces a leer. Mi abuelo tenía una biblioteca bastante grande y muy bien ordenada,
a diferencia de la mía. La suya debía de tener 4.000 o 5.000 ejemplares y se pasó la vida
ocupándose de ella. Era un hombre muy disciplinado, se levantaba a las ocho de la mañana y se
acostaba a las doce de la noche después de escuchar Radio París. Siempre hacía lo mismo. Poseía
unas libretas donde tenía catalogados todos sus libros. Tuve también un tío que escribía en los
periódicos. Mi abuelo no. Se sabía poesías de memoria. Le gustaban mucho Amado
Nervo, Rubén Darío y, un poco menos, Unamuno. Tenía toda la obra de Blasco Ibáñez, al que yo
nunca leí por prejuicios.
¿A qué se dedicaba su abuelo? Era coronel de carabineros retirado. Se retiró en 1935. Los
carabineros no se sumaron al alzamiento, y tal vez, de haber estado en activo, lo hubieran
fusilado. El castigo que Franco les impuso fue el de mantenerles la paga de 1936, así que en los
años sesenta seguía cobrando lo mismo que al empezar la guerra: mil pesetas. Tenía algún amigo
general que había muerto en la mayor de las pobrezas. Ese tipo de gente, como mi abuelo, ha ido
desapareciendo. Gente que poseía una gran cultura literaria, que estaba al día de lo que pasaba.
Sus libros estaban anotados. Mis favoritos de su biblioteca fueron Conan Doyle y Julio Verne, en
unas viejas ediciones con grabados. Yo era un niño bastante miope, con gafas. Muy poco
deportista. Fui una rara avis dentro de la familia.
¿Por qué se va de Palma? Cuando tenía ocho años, mi padre pidió el traslado a Rosas, en Girona,
a una batería de montaña. Donde ahora está el Bulli hubo una batería de montaña, que yo
recuerdo con unos cañones tremendos. Y allí estuvimos más o menos cinco años. A mi padre le
gustaba cazar y pescar. Lo había hecho en el norte de Mallorca y luego lo hizo en Rosas. A mí
me gustan esos paisajes, el del Ampurdán y el de Mallorca, se parecen un poco a las islas
griegas. Mi niñez y mi adolescencia están ligadas al Mediterráneo. Luego me vine a Madrid a
hacer la carrera. Vine solo.
Fue hijo de militar en una dictadura gobernada por militares. Mi padre no era nada militar, se
pasaba la vida en el café. Antes de la guerra se había alistado como voluntario y lo destinaron a
África. Así que vino desde allí con las tropas de los moros. Y estuvo en todas partes: en Brunete,
en Belchite, en el Ebro. Pero era muy joven, no sé si llegó a sargento. Si se quedó en el Ejército
fue porque aquella catástrofe lo dejó desconcertado. Su familia era de derechas y un hermano
suyo murió en la guerra, pero terminó siendo totalmente antifranquista. Tuvo que luchar cuando
debería haber estado estudiando y luego ya no pudo hacerlo. Venía de esa zona de Castilla donde
estaban muy implantadas las JONS y tenía muchas ilusiones, según contaba mi madre, de que
vendría un mundo mejor. Así que vivió siempre desilusionado. Hablamos poco. Me he quedado
con algo pendiente. Es lo que decía Fernán Gómez sobre su padre, que nunca le pudo decir
cuánto lo quería. Era una persona como bondadosa. Nunca hablaba de la guerra. Y nosotros no le
preguntábamos. Tenía muchos méritos acumulados, así que eso terminó conduciéndole también a
Madrid, al Ministerio del Ejército, uno o dos años después de que llegara yo.
¿De qué parte de Palencia venía? Su padre era de San Cebrián de Campos, un sitio muy bonito
cerca de Carrión, en la Castilla más antigua, en la comarca del Pisuerga. Era veterinario y, al
revés del abuelo de Palma, muy desordenado. Tenía una especie de herrería en una cuadra donde
también había caballos. En el patio crecía un gran moral, donde nos subíamos de pequeños y nos
manchábamos enteros. Mi amor por Castilla viene de ahí. Viajábamos en tren, generalmente en
vagón de tercera; éramos entonces los cuatro hermanos pequeños y mis padres. Íbamos en barco
de Mallorca a Barcelona, donde mi padre, para hacer tiempo, nos llevaba a un cine de las
Ramblas donde ponían películas cómicas en sesión continua: Charlot, Jaimito, etcétera. Y al zoo.
De Barcelona solo conocíamos el cine y el zoo. Y luego íbamos a la estación de Francia y
cogíamos un tren que tardaba veintitantas horas; hasta Valladolid primero y después a Palencia.
¿Y su madre? Fue la que nos crio a todos. Era una mujer muy alegre, siempre rodeada de niños.
No hizo nada más que cuidar de la casa. Pienso que fue feliz a medias. No le gustaba la cocina,
no le gustaba coser, hubiera preferido una vida más alegre. Se vio hipotecada por los seis hijos.
Llegó a vivir muchos años, unos noventa, y en los últimos le salió un poco la amargura de haber
gastado toda su vida en la familia. Tenía un fondo frívolo, le hubiera gustado que se ocuparan
más de ella. Era muy tradicional.
¿Cómo terminó dedicándose al griego? Tuve siempre vocación de letras, por el ambiente
familiar. Si decidí dedicarme al griego fue porque, en Filosofía y Letras, los profesores de
lenguas clásicas eran muy buenos. Francisco Rodríguez Adrados o Luis Gil, que todavía viven.
De hecho, la presentación en la Academia fue promovida por Adrados: tenía miedo de que se
quedaran sin helenistas.
¿Cómo era el Madrid de aquellos años? Me gustó mucho. Fui del mismo curso que Manuel
Gutiérrez Aragón, Carlos Piera, Jesús Muñárriz, Lourdes Ortiz... Era una universidad muy
politizada, aunque no todo el mundo lo estuviera. Algunos de mis amigos pertenecían al partido
comunista. Participé en la manifestación de 1965. Me detuvieron, pero durante poco tiempo. Más
adelante conocí a García Calvo y a Tovar. Entonces se leía mucho, fuera de los textos
obligatorios. Era la época del existencialismo, de Sartre y Camus, a quienes se los conocía bien.
Los más finos leían a Guillén o a Aleixandre. Era un mundo donde no había televisión, donde no
había pantallas, y el cine español tenía cosas interesantes, no solo las comedias de Landa. Tuvo
mucho éxito en aquella época la novela Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos. Todo eso ha
ido desapareciendo. Ahora los alumnos leen muy poco. Fuera de lo que es obligatorio, no saben
nada. Pasan mucho tiempo dedicados al móvil y no les queda casi nada para leer.
Eso le debe parecer un horror, ¿no? Soy sobre todo lector y todo lo que he escrito tiene que
ver más con mis lecturas y menos con mis experiencias personales. Para mí, leer es entrar en un
mundo de horizontes casi diría que infinitos. Y donde hay figuras dramáticas y situaciones y
épocas que son mucho más interesantes que mi propio contexto. Quien no lee está limitado a sus
circunstancias más próximas: los vecinos, la tele, los juegos. Para mí, la lectura es como un
campo de correrías. Siempre he leído y he escrito lo que me ha gustado. Seguramente por eso
soy mal ejemplo para filólogos. Decía Martín de Riquer en una entrevista, aunque no es del todo
exacto: “Yo no he trabajado nunca. Todo lo he hecho por placer”. Yo creo que no es incompatible
lo uno con lo otro, pero a mí me pasa lo mismo: todo lo he hecho por placer. Cuando llegue al
más allá no haré reclamaciones.
¿Cómo le fue en términos académicos? Comencé siendo un lingüista estructural. Me gustaba
mucho la sintaxis y el estructuralismo estaba de moda. Era una disciplina puntera e hice mi tesis
sobre las voces del verbo griego, un trabajo bastante difícil, y el libro que salió de ahí me sigue
pareciendo estupendo. Se publicó en 1970. Me apasiona el griego y he traducido mucho. Pero, sí,
he derivado hacia la literatura. Me gusta la épica, me gustan las aventuras. Luego también me he
metido en los mitos artúricos. Mi atracción ha pasado de los clásicos al mundo de la mitología.
He trabajado bastante en la literatura comparada, las literaturas medievales inglesa, francesa,
alemana. No he tratado la literatura más cercana, sino la que está más distante. Al terminar, fui
catedrático un año en Granada y seis en Barcelona, pero siempre hemos tenido la unión con
Madrid, porque mi mujer era de Madrid.
¿Y qué pasó con el griego? Sigo acudiendo mucho a los griegos. La Iliada, la Odisea, las
grandes obras trágicas me atraen mucho; también Platón. Me han gustado asimismo textos un
poco raros, que ni siquiera estaban en español. Yo traduje, por ejemplo, El viaje de los
argonautas, de Apolonio de Rodas. Y también la vida de Alejandro, de Pseudo Calístenes. Es un
griego, seguramente egipcio que escribía en griego, y se ocupa del mito de Alejandro 400 años
después de su muerte. Ahí ya están algunas de sus grandes aventuras: un viaje en globo a las
alturas, un viaje en una bola de cristal al fondo del mar, el encuentro con los árboles parlantes.
En España todo eso está en el Libro de Alexandre, del primer tercio del siglo XIII.
Aventuras y aventuras. Me atraen las aventuras míticas, que tienen su lado fabuloso. Por eso en
la última versión de mi libro sobre los mitos he metido a uno que hasta ahora no me atrevía:
Tarzán. Es un héroe moderno, pero no es galáctico. No puedes compararlo con Superman, y me
parece mucho más interesante, aunque políticamente incorrecto. Es el niño blanco, de buena
familia inglesa, que recupera en medio de la selva y los monos todo el mundo victoriano.
Y la política, ¿no le ha atraído nunca? Me he mantenido siempre bastante apartado. De ideas soy
de izquierdas, me gusta el marxismo teórico, pero creo que la práctica lo ha desprestigiado
mucho. Nunca he pertenecido a ningún grupo político, aunque he sentido cierta simpatía por el
socialismo de la época de Felipe González. Y soy un admirador de la Transición: aunque tiene
sus limitaciones, fue un gran avance. Vengo de la época franquista y nunca he podido aceptar el
mundo de la censura. Hice un viaje a Cuba para estar dos semanas como comisario de libros. No
pude aguantar más que una. Era un mundo donde no había periódicos y donde la gente que
acudía a las conversaciones venía con ideas previas, con sus papelitos para censurar.
También se ha ocupado del pensamiento. Sí, la filosofía ha sido muy importante para mí. He
escrito prólogos para libros de Platón, Aristóteles, para otros grandes. Pero también, y
fundamentalmente, he abierto la línea sobre Epicuro y los cínicos. Mis libros fueron anteriores a
cuando se pusieron de moda. Todo el mundo habla ya de Epicuro, pero mi libro fue de los años
ochenta. Y luego están los cínicos, a los que se llamaba la “secta del perro”. Me gusta lo que hay
en ellos de búsqueda de una felicidad terrestre y su desconfianza en el idealismo y las falsas
ideas, y esa búsqueda de la amistad, de una sociedad sin grandes pretensiones, pero muy
humana. Los cínicos me han hecho gracia, y eso que yo soy más epicúreo que cínico. Me han
interesado como movimiento de protesta con una gran dosis de humor, de un humor punzante.
Eran muy anarquistas.
Le interesa, por lo que veo, lo más próximo, lo que está escrito en letras minúsculas. Como los
epicúreos, creo en la amistad. Pero en unos cuantos amigos, a los que se pueda tratar de verdad.
Toda esta gente que a través del móvil tiene cientos de miles de amigos, pues eso me parece una
tontería. No creo en las grandes palabras huecas.
¿Le gustó su paso por la universidad? Me ha gustado dar clases. Otros aspectos de la universidad
ya me gustan menos. Toda la cosa burocrática, los programas de investigación que te permiten
viajar, todo eso no me ha interesado. Fui dos años vicerrector en la UNED y las reuniones me
aburrían mucho. Me gusta el griego. He tenido pocos alumnos porque me tocó ya la época en la
que el griego dejó de ser la asignatura que debía cursar todo el mundo, por lo menos durante los
primeros años de comunes. Mantengo muy buenas relaciones con algunos alumnos, hace unas
semanas coincidí con los de la promoción de 1970.
¿Cómo ve las cosas ahora? Hay un prejuicio funesto que es el de la rentabilidad. Obtener algo de
inmediato, que la gente estudie para colocarse. Conocer unas cuantas materias y un poco de
inglés. Creo que todo eso es un empobrecimiento. El ser humano tiene unas capacidades
imaginativas, y de memoria y de entendimiento, que se abren con la cultura. Pero eso a los
Gobiernos de ahora no les interesa. No es rentable para ellos como políticos y, piensan, tampoco
es rentable para los que tienen que colocarse. Pero reducir la vida a eso es un poco triste. Hay
tiempo para todo: se puede ser un buen lector y un buen ingeniero. Esta es una batalla, la batalla
de las humanidades, perdida. En grandes líneas. Pero puede haber focos de resistencia. Hay que
volver a las barricadas, individuales y de pequeños grupos. El lector seguirá existiendo, aunque
sea en este mundo hostil. Serán minoría, pero existirán. La lectura está unida a la crítica y a los
grandes horizontes. La gente que no lee es gente de mentalidad muy reducida: viven en la prisión
del presente.
¿Hay alguna salida? Es difícil. La vulgaridad tiene siempre a su favor la facilidad. Es muy fácil
ser vulgar, ser como todos, el mínimo común denominador. Es lo que hay.
https://elpais.com/elpais/2018/02/05/eps/1517841144_118374.html
2. Completa el texto de la entrevista que hemos leído (sin mirar) con tiempos pasados
ENTREVISTA
Carlos García Gual: “Los alumnos pasan mucho tiempo con el
móvil. No saben nada”
José Andrés Rojo
Ocupa el sillón J de la Real Academia Española. Escritor, catedrático y traductor, _________
(convertir) la literatura y el mundo clásico en sus pasiones. Pero el título que le atribuyen sin
discusión quienes lo conocen y lo han leído es el de sabio. _________ (pasar) su infancia en el
Mediterráneo, sumergido en la biblioteca de su abuelo militar. _________ (ser) un niño miope al
que le gustaba poco el deporte, una rareza en su familia. Asegura que la lectura es la manera de
escapar de “la prisión del presente”.
Tiene algo de exótico un catedrático (emérito) de Filología Griega en un mundo que les ha vuelto
la espalda a los saberes clásicos. Por eso mismo, dice Carlos García Gual (Palma de Mallorca,
1943) hace falta “ir a las barricadas”, para seguir peleando por que a las humanidades les quede
al menos un rincón. Escritor, crítico, _________ (recibir) dos veces el Premio Nacional por
algunas de sus muchas traducciones. Dirige la colección Biblioteca Clásica Gredos. Por dar
noticia de la variedad de sus intereses, basta con citar algunos de sus libros: Epicuro, La secta
del perro, Diccionario de mitos, Las primeras novelas, Sirenas: seducciones y metamorfosis o el
último, La muerte de los héroes. Hace poco fue elegido para ocupar el sillón J de la Real
Academia Española. De dónde viene, cómo fue su historia, qué España le tocó vivir: de eso
tratamos en su casa de Madrid para averiguar cómo terminó convirtiéndose en un hombre sabio,
un título que le otorgan sin la menor discusión cuantos lo conocen y lo han leído.
¿Qué me dice de sus primeros años? _________ (nacer) en Palma en casa de mi abuelo.
Entonces _________ (nacer) en las casas. Soy el primero de seis hermanos, mi padre _________
(ser) militar de baja graduación. De niño _________ (ir) con mi abuelo a la catedral a misa
mayor (no era muy religioso, pero le gustaba la ceremonia). Al salir me encontraba con la bahía,
hay un mirador estupendo, y luego estaba recorrer de un lado a otro el paseo del Born. Hasta los
siete años.
Empieza ya entonces a leer. Mi abuelo _________ (tener) una biblioteca bastante grande y muy
bien ordenada, a diferencia de la mía. La suya debía de tener 4.000 o 5.000 ejemplares y se pasó
la vida ocupándose de ella. _________ (ser) un hombre muy disciplinado, _________
(levantarse) a las ocho de la mañana y _________ (acostarse) a las doce de la noche después de
escuchar Radio París. Siempre _________ (hacer) lo mismo. _________ (poseer) unas libretas
donde _________ (tener) catalogados todos sus libros. _________ (tener) también un tío que
_________ (escribir) en los periódicos. Mi abuelo no. Se _________ (saber) poesías de memoria.
Le gustaban mucho Amado Nervo, Rubén Darío y, un poco menos, Unamuno. _________ (tener)
toda la obra de Blasco Ibáñez, al que yo nunca _________ (leer) por prejuicios.
¿A qué _________ (dedicarse) su abuelo? _________ (ser) coronel de carabineros retirado.
_________ (retirarse) en 1935. Los carabineros no se sumaron al alzamiento, y tal vez, de haber
estado en activo, lo hubieran fusilado. El castigo que Franco les impuso fue el de mantenerles la
paga de 1936, así que en los años sesenta _________ (seguir) cobrando lo mismo que al empezar
la guerra: mil pesetas. _________ (tener) algún amigo general que había muerto en la mayor de
las pobrezas. Ese tipo de gente, como mi abuelo, ha ido desapareciendo. Gente que _________
(poseer) una gran cultura literaria, que _________ (estar) al día de lo que _________ (pasar). Sus
libros _________ (estar) anotados. Mis favoritos de su biblioteca _________ (ser) Conan Doyle
y Julio Verne, en unas viejas ediciones con grabados. Yo _________ un niño bastante miope, con
gafas. Muy poco deportista. _________ (ser) una rara avis dentro de la familia.
¿Por qué se va de Palma? Cuando _________ ocho años, mi padre _________ (pedir) el traslado
a Rosas, en Girona, a una batería de montaña. Donde ahora está el (famoso restaurante) Bulli
hubo una batería de montaña, que yo recuerdo con unos cañones tremendos. Y allí _________
(estar, nosotros) más o menos cinco años. A mi padre le gustaba cazar y pescar. Lo había hecho
en el norte de Mallorca y luego lo hizo en Rosas. A mí me gustan esos paisajes, el del Ampurdán
y el de Mallorca, se parecen un poco a las islas griegas. Mi niñez y mi adolescencia están ligadas
al Mediterráneo. Luego me vine a Madrid a hacer la carrera. _________ (venir) solo.
_________ (ser) hijo de militar en una dictadura gobernada por militares. Mi padre no
_________ (ser) nada militar, se pasaba la vida en el café. Antes de la guerra se había alistado
como voluntario y lo destinaron a África. Así que _________ (venir) desde allí con las tropas de
los moros. Y _________ (estar) en todas partes: en Brunete, en Belchite, en el Ebro. Pero
_________ muy joven, no sé si _________ (llegar) a sargento. Si se quedó en el Ejército fue
porque aquella catástrofe lo dejó desconcertado. Su familia _________ (ser) de derechas y un
hermano suyo _________ (morir) en la guerra, pero terminó siendo totalmente antifranquista.
_________ (tener) que luchar cuando debería haber estado estudiando y luego ya no pudo
hacerlo. Venía de esa zona de Castilla donde _________ (estar) muy implantadas las JONS y
_________ (tener) muchas ilusiones, según contaba mi madre, de que vendría un mundo mejor.
Así que _________ (vivir) siempre desilusionado. _________ (hablar, nosotros) poco. Me he
quedado con algo pendiente. Es lo que _________ (decir) Fernán Gómez sobre su padre, que
nunca le pudo decir cuánto lo _________ (querer). _________ una persona como bondadosa.
Nunca _________ (hablar) de la guerra. Y nosotros no le _________ (preguntar). _________
(tener) muchos méritos acumulados, así que eso _________ (terminar) conduciéndole también a
Madrid, al Ministerio del Ejército, uno o dos años después de que llegara yo.
¿De qué parte de Palencia _________ (venir)? Su padre _________ de San Cebrián de Campos,
un sitio muy bonito cerca de Carrión, en la Castilla más antigua, en la comarca del Pisuerga.
_________ veterinario y, al revés del abuelo de Palma, muy desordenado. _________ una
especie de herrería en una cuadra donde también _________ caballos. En el patio crecía un gran
moral, donde _________ (subirse) de pequeños y _________ (mancharse) enteros. Mi amor por
Castilla viene de ahí. _________ en tren, generalmente en vagón de tercera; _________ (ser)
entonces los cuatro hermanos pequeños y mis padres. _________ (ir) en barco de Mallorca a
Barcelona, donde mi padre, para hacer tiempo, nos llevaba a un cine de las Ramblas donde
_________ películas cómicas en sesión continua: Charlot, Jaimito, etcétera. Y al zoo. De
Barcelona solo _________ (conocer) el cine y el zoo. Y luego _________ a la estación de
Francia y _________ un tren que _________ veintitantas horas; hasta Valladolid primero y
después a Palencia.
¿Y su madre? _________ (ser) la que nos _________ (criar) a todos. _________ una mujer muy
alegre, siempre rodeada de niños. No _________ (hacer) nada más que cuidar de la casa. Pienso
que _________ (ser) feliz a medias. No le gustaba la cocina, no le gustaba coser, hubiera
preferido una vida más alegre. Se vio hipotecada por los seis hijos. _________ (llegar) a vivir
muchos años, unos noventa, y en los últimos le salió un poco la amargura de haber gastado toda
su vida en la familia. _________ (tener) un fondo frívolo, le hubiera gustado que se ocuparan
más de ella. _________ muy tradicional.
¿Cómo terminó dedicándose al griego? _________ (tener) siempre vocación de letras, por el
ambiente familiar. Si _________ (decidir) dedicarme al griego fue porque, en Filosofía y Letras,
los profesores de lenguas clásicas _________ muy buenos. Francisco Rodríguez Adrados o Luis
Gil, que todavía viven. De hecho, la presentación en la Academia fue promovida por Adrados:
tenía miedo de que se quedaran sin helenistas.
¿Cómo era el Madrid de aquellos años? Me gustó mucho. Fui del mismo curso que Manuel
Gutiérrez Aragón, Carlos Piera, Jesús Muñárriz, Lourdes Ortiz... _________ (ser) una
universidad muy politizada, aunque no todo el mundo lo estuviera. Algunos de mis amigos
_________ (pertenecer) al partido comunista. _________ (participar) en la manifestación de
1965. Me detuvieron, pero durante poco tiempo. Más adelante conocí a García Calvo y a Tovar.
Entonces se _________ (leer) mucho, fuera de los textos obligatorios. _________ la época del
existencialismo, de Sartre y Camus, a quienes se los conocía bien. Los más finos _________
(leer) a Guillén o a Aleixandre. Era un mundo donde no _________ televisión, donde no
_________ pantallas, y el cine español _________ cosas interesantes, no solo las comedias de
Landa. _________ mucho éxito en aquella época la novela Tiempo de silencio, de Luis Martín-
Santos. Todo eso ha ido desapareciendo. Ahora los alumnos leen muy poco. Fuera de lo que es
obligatorio, no saben nada. Pasan mucho tiempo dedicados al móvil y no les queda casi nada
para leer.
Eso le debe parecer un horror, ¿no? Soy sobre todo lector y todo lo que he escrito tiene que
ver más con mis lecturas y menos con mis experiencias personales. Para mí, leer es entrar en un
mundo de horizontes casi diría que infinitos. Y donde hay figuras dramáticas y situaciones y
épocas que son mucho más interesantes que mi propio contexto. Quien no lee está limitado a sus
circunstancias más próximas: los vecinos, la tele, los juegos. Para mí, la lectura es como un
campo de correrías. Siempre _________ (leer) y _________ (escribir) lo que me ha gustado.
Seguramente por eso soy mal ejemplo para filólogos. Decía Martín de Riquer en una entrevista,
aunque no es del todo exacto: “Yo no _________ (trabajar) nunca. Todo lo _________ (hacer)
por placer”. Yo creo que no es incompatible lo uno con lo otro, pero a mí me pasa lo mismo: todo
lo he hecho por placer. Cuando llegue al más allá no haré reclamaciones.
¿Cómo le fue en términos académicos? _________ (comenzar) siendo un lingüista estructural.
Me gustaba mucho la sintaxis y el estructuralismo estaba de moda. Era una disciplina puntera e
_________ mi tesis sobre las voces del verbo griego, un trabajo bastante difícil, y el libro que
salió de ahí me sigue pareciendo estupendo. Se publicó en 1970. Me apasiona el griego y
_________ (traducir) mucho. Pero, sí, he derivado hacia la literatura. Me gusta la épica, me
gustan las aventuras. Luego también me he metido en los mitos artúricos. Mi atracción ha pasado
de los clásicos al mundo de la mitología. _________ (trabajar) bastante en la literatura
comparada, las literaturas medievales inglesa, francesa, alemana. No _________ (tratar) la
literatura más cercana, sino la que está más distante. Al terminar, _________ (ser) catedrático un
año en Granada y seis en Barcelona, pero siempre hemos tenido la unión con Madrid, porque mi
mujer era de Madrid.
¿Y qué pasó con el griego? Sigo acudiendo mucho a los griegos. La Iliada, la Odisea, las
grandes obras trágicas me atraen mucho; también Platón. Me han gustado asimismo textos un
poco raros, que ni siquiera estaban en español. Yo traduje, por ejemplo, El viaje de los
argonautas, de Apolonio de Rodas. Y también la vida de Alejandro, de Pseudo Calístenes. Es un
griego, seguramente egipcio que escribía en griego, y se ocupa del mito de Alejandro 400 años
después de su muerte. Ahí ya están algunas de sus grandes aventuras: un viaje en globo a las
alturas, un viaje en una bola de cristal al fondo del mar, el encuentro con los árboles parlantes.
En España todo eso está en el Libro de Alexandre, del primer tercio del siglo XIII.
Aventuras y aventuras. Me atraen las aventuras míticas, que tienen su lado fabuloso. Por eso en
la última versión de mi libro sobre los mitos he metido a uno que hasta ahora no me atrevía:
Tarzán. Es un héroe moderno, pero no es galáctico. No puedes compararlo con Superman, y me
parece mucho más interesante, aunque políticamente incorrecto. Es el niño blanco, de buena
familia inglesa, que recupera en medio de la selva y los monos todo el mundo victoriano.
Y la política, ¿no le ha atraído nunca? Me he mantenido siempre bastante apartado. De ideas soy
de izquierdas, me gusta el marxismo teórico, pero creo que la práctica lo ha desprestigiado
mucho. Nunca _________ (pertenecer) a ningún grupo político, aunque _________ (sentir)
cierta simpatía por el socialismo de la época de Felipe González. Y soy un admirador de la
Transición: aunque tiene sus limitaciones, fue un gran avance. Vengo de la época franquista y
nunca _________ (poder) aceptar el mundo de la censura. _________ (hacer) un viaje a Cuba
para estar dos semanas como comisario de libros. No pude aguantar más que una. Era un mundo
donde no había periódicos y donde la gente que acudía a las conversaciones venía con ideas
previas, con sus papelitos para censurar.
También se ha ocupado del pensamiento. Sí, la filosofía _________ (ser) muy importante para
mí. _________ (escribir) prólogos para libros de Platón, Aristóteles, para otros grandes. Pero
también, y fundamentalmente, _________ (abrir) la línea sobre Epicuro y los cínicos. Mis libros
fueron anteriores a cuando se pusieron de moda. Todo el mundo habla ya de Epicuro, pero mi
libro fue de los años ochenta. Y luego están los cínicos, a los que se llamaba la “secta del perro”.
Me gusta lo que hay en ellos de búsqueda de una felicidad terrestre y su desconfianza en el
idealismo y las falsas ideas, y esa búsqueda de la amistad, de una sociedad sin grandes
pretensiones, pero muy humana. Los cínicos me han hecho gracia, y eso que yo soy más
epicúreo que cínico. Me han interesado como movimiento de protesta con una gran dosis de
humor, de un humor punzante. _________ (ser) muy anarquistas.
Le interesa, por lo que veo, lo más próximo, lo que está escrito en letras minúsculas. Como los
epicúreos, creo en la amistad. Pero en unos cuantos amigos, a los que se pueda tratar de verdad.
Toda esta gente que a través del móvil tiene cientos de miles de amigos, pues eso me parece una
tontería. No creo en las grandes palabras huecas.
¿Le gustó su paso por la universidad? Me ha gustado dar clases. Otros aspectos de la universidad
ya me gustan menos. Toda la cosa burocrática, los programas de investigación que te permiten
viajar, todo eso no me ha interesado. _________ (ser) dos años vicerrector en la UNED y las
reuniones me aburrían mucho. Me gusta el griego. _________ (tener) pocos alumnos porque me
tocó ya la época en la que el griego dejó de ser la asignatura que debía cursar todo el mundo, por
lo menos durante los primeros años de comunes. Mantengo muy buenas relaciones con algunos
alumnos, hace unas semanas coincidí con los de la promoción de 1970.
¿Cómo ve las cosas ahora? Hay un prejuicio funesto que es el de la rentabilidad. Obtener algo de
inmediato, que la gente estudie para colocarse. Conocer unas cuantas materias y un poco de
inglés. Creo que todo eso es un empobrecimiento. El ser humano tiene unas capacidades
imaginativas, y de memoria y de entendimiento, que se abren con la cultura. Pero eso a los
Gobiernos de ahora no les interesa. No es rentable para ellos como políticos y, piensan, tampoco
es rentable para los que tienen que colocarse. Pero reducir la vida a eso es un poco triste. Hay
tiempo para todo: se puede ser un buen lector y un buen ingeniero. Esta es una batalla, la batalla
de las humanidades, perdida. En grandes líneas. Pero puede haber focos de resistencia. Hay que
volver a las barricadas, individuales y de pequeños grupos. El lector seguirá existiendo, aunque
sea en este mundo hostil. Serán minoría, pero existirán. La lectura está unida a la crítica y a los
grandes horizontes. La gente que no lee es gente de mentalidad muy reducida: viven en la prisión
del presente.
¿Hay alguna salida? Es difícil. La vulgaridad tiene siempre a su favor la facilidad. Es muy fácil
ser vulgar, ser como todos, el mínimo común denominador. Es lo que hay.
https://elpais.com/elpais/2018/02/05/eps/1517841144_118374.html

Das könnte Ihnen auch gefallen