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Entonces, la gracia de Dios es algo muy particular y especial.

La Biblia nos habla de este


Dios de gracia tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Y Juan 1:14 nos dice: Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (BLA).

Estas son realmente buenas noticias. El Verbo se hizo carne. La tercera persona de la
trinidad tomó para sí una naturaleza humana. Y en realidad, pudo haber escogido
encarnarse para ser el juez y el brazo ejecutor de la justa ira de Dios.

Si ese hubiera sido el caso, justamente todos hubiéramos sido hallados culpables delante
de él y sentenciados al castigo eterno. Pero no se hizo carne de esa manera. El verbo, el
hijo, aquel que es Dios, se hizo carne para revelar la gloria divina que está llena de “gracia
y de verdad”.

De lo que estaba lleno el verbo, el hijo, la luz, la vida, era precisamente, de gracia y de
verdad. Esto era lo que rebozaba de su interior…gracia y verdad.

Por eso, el evangelio rebosa de la gracia de Dios. Son las buenas noticias de la gracia de
Dios en Jesucristo. El verbo se hizo carne para traer la realidad de la gracia de Dios a
nosotros. La palabra encarnó lleno de la gracia. Esa gracia lo llevó directo a la cruz. Se
hizo carne para morir. Tenía que ser un verdadero humano para que su sacrificio fuera
realmente sustitutivo. La cruz es donde la plenitud de la gracia se muestra con mayor
claridad. Lo que llenaba al hijo cuando se encarnó era la gracia de Dios.

Juan sigue diciendo en el versículo 16: Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia
sobre gracia.

Todos hemos recibido algo de la plenitud del verbo encarnado. Todos hemos recibido
algo de lo que lo llenaba al encarnarse. ¿Qué es eso que hemos recibido? GRACIA.

Hemos recibido amor inmenso, inmensurable; bendición indescriptible totalmente


inmerecida. Hemos recibido en Jesucristo aquello que rebozaba de su interior hacia
afuera…Su gracia.

Pero Juan nos aclara algo más. Esa gracia que recibimos de Su plenitud, es gracia sobre
gracia. ¿A qué se refiere?

En el el siguiente versículo nos lo aclara: 17 Porque la ley fue dada por medio de Moisés;
la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo.

Juan menciona Moisés a y su mediación para traernos la ley de Dios. Esa es la primera
gracia. Algunos pensamos que la ley de Dios y la gracia se contraponen, pero no es la
enseñanza de la Biblia. La ley fue traída como una muestra de la gracia de Dios. Sin
merecerlo, nos dio sus estatutos para que vivamos bien, para que gocemos de paz y
bendición. La ley fue traída por gracia.

Pero el problema está en que somos pecadores. Y en vez de usar la ley para deleitarnos
en ella y en Dios, la comenzamos a usar como medio para “merecer” o “comprar” el favor
de Dios. Empezamos a usar la ley de Dios para condenar al prójimo, para
autojustificarnos y ser inmisericordes con los demás. La ley en manos de corazones
pecaminosos se vuelve un arma de condenación y autojusticia, en vez de las buenas
noticias que debieron ser.

Moisés trajo la primera gracia, la ley. Pero Juan nos aclara, sobre esa gracia, Dios nos
trajo en el verbo encarnado, nos trajo la plenitud de su gracia. Nos trajo “gracia sobre
gracia”, y agrega: la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo.

Jesucristo es buenas noticias de la gracia de Dios. Jesucristo es gracia sobre gracia. Esa
gracia que busca y transforma. Esa gracia que convierte a pecadores condenados en
hijos de Dios que vivirán para siempre. Esa gracia que toma a los esclavos del pecado y
rompe sus cadenas para que adoren libremente al Dios eterno. Esa gracia que convierte
matrimonios divididos en matrimonios florecientes. Esa gracia que reconcilia a los
enemigos para llegar a ser hermanos para siempre. Este es Jesucristo, la plenitud de la
gracia de Dios.

Juan concluye en el versículo 18: 18 Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que
está en el seno del Padre, El le ha dado a conocer.

Moisés, quien trajo el anticipo de la gracia, tuvo el privilegio de hablar con Dios cara a
cara, pero nunca pudo verlo sino sólo apenas por la espalda cuando pasó junto a él. Por
eso Juan dice, nadie ha visto jamás a Dios. Pero luego, agrega que el hijo unigénito de
Dios, que está en lo más íntimo con el Padre, él le ha dado a conocer. Conocer al hijo es
conocer al Padre. Conocer al hijo es conocer la gracia del Padre.

Aunque no hemos visto jamás a Dios, al conocer a su hijo Jesucristo, podemos


experimentar verdadera relación con Dios para siempre por medio de él. Si quieres
conocer la gracia del Padre, debes conocer al Hijo de Dios primero. Sólo aquellos que
conocen por medio de la fe al Hijo, pueden tener ese privilegio de ser llamados hijos de
Dios.

Y esto de ser hijo de Dios no es algo que se merece, se logra con esfuerzo, o se compra.
Sino es una obra de la gracia de Dios en Jesucristo. Como dice Juan 1:12 Y 13: 12 Pero a
todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los
que creen en su nombre,13 que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni
de la voluntad del hombre, sino de Dios.

No es del que lo logra por esfuerzo o por empeño, o por obras personales, sino este
nacimiento como hijo de Dios es por la pura decisión y voluntad de Dios. Una decisión de
gracia divina en tu vida y en mi vida.

El verbo se hizo carne y lo que rebosaba de su interior, su plenitud era gracia…y gracia
sobre gracia. La gracia es central en la vida, obra y persona de Jesucristo. La gracia debe
ser central para nuestras vidas también.

Si ya estás en una relación creciente con Cristo, hay varias aplicaciones para nosotros:

• Cree que Dios te ha amado, te ama y te amará en Cristo para siempre. Eres su hijo,
justificado y adoptado por gracia. Esta es tu nueva identidad.
• Vive agradecido a Dios por su gracia para contigo. Que tu empeño por agradar a Dios y
obedecer su palabra siempre venga motivado por la gratitud en tu corazón. Vive la vida
cristiana obediente como una respuesta al gran amor que has recibido de parte de Dios.

• Cuida tu corazón de orgullo personal o vanagloria. No eres mejor que los demás. Lo que
hace la diferencia en tu vida es la gracia que Dios. Por la gracia de Dios eres lo que eres.
La jactancia y el orgullo personal quedan aniquilados por la gracia de Dios.

• Comparte con entusiasmo y entrega el mensaje de la gracia a Dios con las personas
que te rodean. Comunica las buenas noticias del amor de Dios demostrado en la Cruz del
calvario. Que tu gozo sea ver a las personas entrar a una relación viva y creciente con
Cristo.

Ocúpate en las buenas obras que Dios ha preparado para ti y que son claramente
enseñadas en la Escritura.

El verbo se hizo carne y vimos su gloria, lleno de gracia y de verdad. Esta es la realidad
que pueden experimentar los que conocen a Jesucristo. Si estás en Jesús, vives
disfrutando de la gracia de Dios que te impulsa a vivir para su gloria para siempre.

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