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El mundo El mundo Pilar García Jordán
como representación,
1848-1890. Sevilla, TEIAA / IEAL, 2013.
siglos xix-xx Es autora, entre otros trabajos, de Iglesia y
poder en el Perú contemporáneo, (1821-1919).
Pilar García Jordán (ed.). La articulación del Estado
siglos xix-xx
Cusco, 1991; Cruz y arado, fusiles y discursos.
en América Latina. La construcción social, económica, La «representación» colectiva de los sectores subalternos, ya sean La construcción de los Orientes en el Perú y
política y simbólica de la nación, siglos xix-xx. Barcelo poblaciones indígenas, ya trabajadores rurales, ya población afro Bolivia, 1820-1940. Lima, 2001; «Yo soy libre
na, Publicacions i Edicions UB / TEIAA, 2013. americana es el tema central de los trabajos recogidos en esta obra, y no indio: soy guarayo». Para una historia de
xix-xx
que cuenta con la participación de historiadores y antropólogos. Guarayos, 1790-1948. Lima, 2006; Unas foto-
Gabriela Dalla Corte. Mocovíes, franciscanos colonos A través de estudios de caso centrados en Argentina, Bolivia, Brasil, Pilar García Jordán (ed.)
grafías para dar a conocer al mundo civilizado
www.publicacions.ub.edu
9 788447 539215
Autores 229
Lea Geler
desaparecido, sino que soportaban continuamente los discursos que les ne-
gaban su existencia, poniéndolos en situaciones de extrañamiento constan-
te frente al resto de la población. Quedaban así sujetos a la marginalidad y
desprecio social, según los estereotipos occidentales dominantes respecto
a la «raza negra» a los que el Estado argentino adhería, aunque supuesta-
mente no tuviera «negros nacionales».
En este contexto, en el que se aceleró la convicción de que en Argentina
no había problemas raciales ya que toda la población pertenecía a la «misma
raza» (blanca-europea), cabe preguntarse entonces no sólo por las motivacio-
nes de Ibáñez Menta para estrenar esta obra en Buenos Aires, sino también
por la recepción del público (afroargentinos y no afroargentinos) y por los sen-
tidos sobre lo racial que esta puesta estaba retomando, reproduciendo, cam-
biando y/o haciendo circular. Este trabajo sólo se acercará parcialmente a
responder las preguntas formuladas, ya que se trata de una investigación en
ciernes que comprende asimismo otros interrogantes. Por ello, en esta oca-
sión expondré las primeras aproximaciones a un tema que se complejiza sa-
biendo, además, que Sangre Negra tuvo una adaptación cinematográfica rea-
lizada en Buenos Aires en 1951, punto al que no me referiré en esta ocasión
pero que sí forma parte del universo que estoy analizando. Aquí abordaré sólo
una de las aristas de la puesta de Sangre negra de Narciso Ibáñez Menta, la
campaña publicitaria implementada para difundir la obra, ya que se presenta
como sumamente rica para indagar en los sentidos raciales en circulación en
la época. La campaña publicitaria en cuestión fue notable no sólo por la can-
tidad y variedad de avisos publicados en los distintos medios de prensa escri-
ta sino, particularmente, por la representación gráfica elegida para la cartelería.
En relación con la gran cantidad de avisos encontrados, éstos comenza-
ron en febrero, con diversos anuncios de la formación del elenco y de la
elección de la pieza para ser estrenada. Publicaciones periódicas como Crí-
tica, El Mundo, La Nación, La Prensa, Hoy, El Pueblo, o incluso el Giornale di
Italia o El diario español, entre otros, preanunciaban la temporada teatral
porteña, en la que Sangre negra aparecía en un lugar destacado. Las foto-
grafías de las actrices y actores elegidos por Ibáñez Menta junto con gace-
tillas de prensa eran constantes, contando los avances en los ensayos y las
negociaciones con el teatro por la fecha de estreno y el contrato. Pero lo más
interesante para el análisis del aparato publicitario a los fines de este trabajo
es la cartelería elegida para la obra, que se fue modificando muy puntillo
samente con el tiempo con el objetivo de atraer al público a las salas y las
imágenes que desplegaba. Aquí me centraré, entonces, en el análisis de
las representaciones textuales y gráficas de la cartelería publicitaria de la
obra teatral.6 La idea es interrogar a las imágenes y textos publicitarios con-
6. Esta cartelería fue recogida principalmente de los archivos del INET (Instituto Nacional
de Estudios de Teatro) del año 1945. Se consultaron también los archivos de la biblioteca de
siderando lo que Pilar García Jordán expone como «aquellos aspectos que
el productor de la imagen —en este caso el que la “encarga”— nos quiere
transmitir a través de una determinada pose, de una escena, de una presen-
tación» (2009: 167) pero también aquellos aspectos que el productor de la
imagen está reutilizando como parte de su propio sentido común visual y
racial. Retomaré así algunos de esos anuncios para exponer, en primer lugar,
los cambios que se dieron a través del tiempo en la campaña publicitaria,
tomando en consideración especialmente los textos usados en la cartelería
y describiendo las imágenes que los acompañaban. Me centraré luego en el
análisis específico de las imágenes, con la finalidad de estudiar qué cosas
transmitía la representación visual elegida para publicitar la obra.7 Estudiaré
así, en segundo lugar, cómo esa gráfica bebía de ideas y representaciones
internacionales. En tercer lugar, cómo retomaba representaciones racializa-
das locales, para centrarme en tres en particular: la negritud y lo grotesco, lo
popular y la invasión, y el mestizaje y el género. El trabajo abordará, por
lo tanto, también la blanquitud, la civilización y la pureza racial según las
representaciones de las clases acomodadas porteñas, y sus ancestrales te-
mores a ser invadidas por la barbarie o removidas del lugar de privilegio que
ocupaban.
1. La (a)puesta publicitaria
A diferencia de las notas y gacetillas de prensa, las imágenes publicitarias de
Sangre negra comenzaron a aparecer en los medios gráficos sólo unos po-
cos días antes del estreno de la obra, a comienzos de marzo. La primera de
estas imágenes —figura 1— mostraba un dibujo de un gran hombre negro
con la boca abierta, parado y llevando en brazos a una mujer blanca incons-
ciente, ya sea dormida, desmayada o muerta. Sobre ellos se podía leer una
frase en mayúsculas: «Busquen a Bigger Thomas», semejando un grito de
estilo de libro de caricaturas proveniente de alguien de quien el hombre pa-
recía estar escapando, ya que tenía su cabeza girada hacia el costado. Bajo
el hombre y su «carga», una ciudad: un perfil urbano delineado sin ningún
rasgo particular que permitiera reconocer una metrópoli específica. Bajo es-
tos edificios, en grandes letras, podía leerse «Sangre negra», sin ninguna otra
explicación, aunque la tipografía elegida para reproducir el título dirigía la
imaginación hacia una pintada callejera o escrito realizado rápidamente con
brocha gorda o con un marcador de trazo grueso.
ARGENTORES (Sociedad General de Autores de la Argentina) del año 1945 y distintos medios
de prensa gráfica disponibles en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional Argentina de la primera
mitad de 1945.
7. Al repetirse las imágenes en los diversos medios de prensa, citaré cada modelo
encontrado en el periódico o revista donde la calidad de reproducción sea más apropiada para
el análisis.
Para enfatizar esta propuesta de misterio, y tal vez para ofrecer la obra a
un público con gusto o incluso preferencia por el cine o la radio, se introducía
además otra cuestión: Sangre negra utilizaba recursos de otras esferas del
espectáculo, haciéndolo no sólo innovador sino también apetecible comer-
cialmente, despertando la curiosidad de público y crítica.8 De este modo, el
8. Según Dubatti (2012), esta situación era habitual en esta época, y tenía como objetivo
potenciar la cantidad de público en las salas teatrales ya que la competencia por los espectadores
era muy alta entre las distintas esferas del espectáculo.
lo racial de manera más sutil y más a tono con esta temática en el contexto
local.
Los siguientes cambios en la gráfica publicitaria se centraban en variacio-
nes sobre los mismos temas —figuras 6, 7 y 8—, invitando a los lectores a
ver la obra y manteniendo el interés a partir de las pequeñas mutaciones
discursivas, incluso en algunos casos prescindiendo de las figuras. El único
cambio en la imagen —que volvía a mostrar al hombre cargando a la mujer
sobre la ciudad— era que el recurso de la iluminación o focalización se utili-
zaba también allí, dando la idea de ocaso o de amanecer.
Hacia finales de marzo, los periódicos presentaban dos nuevas publicida-
des de la obra. En la primera —figura 9— se veía la cara de Walt Disney, su
firma y sus palabras: «Yo vi Sangre negra» seguida de un pequeño comenta-
rio y de la invitación al público a juzgar por sí mismo la obra que había «elec-
trizado» durante tres años al público de Estados Unidos. En la segunda —fi-
gura 10—, se veía la cara de Orson Welles y una transcripción de una nota,
aparentemente de su puño y letra, firmada y dirigida al señor Narciso Ibáñez
Menta, que decía: «Felicitaciones por clamoroso éxito Sangre Negra» [sic].
De este modo, si bien una vez pasado el estreno los periódicos hablaban
repetidamente del éxito que estaba teniendo Sangre negra en Buenos Aires,
9. En relación con la connotación, Barthes explica que «tiene un carácter a la vez general,
global y difuso: es, si se quiere, un fragmento de ideología» (Barthes, 1990: 77).
sujeto activo y corruptor, ésta no podía ser permitida.10 De este modo, la re
presentación del gigante negro sobre la ciudad comportaba el peligro de la
destrucción de la urbe occidental y su estructura de valores: la invasión de
semi-hombres monstruosos, sujetos sólo a sus bajos instintos, ponía en pe-
ligro los cimientos mismos de la civilización y justificaba la actuación en su
contra.
Pero las referencias de este cartel no se basaban sólo en el temor. Esta-
mos ante un tablón publicitario y, como tal, se supone que debía atraer a la
gente. Justamente, la utilización de estos estereotipos raciales-sexuales no
es inocente, y así como muestran la peligrosidad inherente a la raza negra
también permiten fantasear con lo prohibido de una sexualidad salvaje, ani-
mal y excesiva, provocando deseo en un público supuesto como «blanco».
Como resaltan Hall (1997) o Bhabha (2002), las construcciones estereotípi-
cas refieren tanto a lo percibido como a lo imaginado o deseado que conlle-
van, produciendo imágenes que hablan por lo que dicen pero también por lo
que permiten fantasear, lo que queda implícito.
Lo monstruoso de este gigante negro que genera tanto miedo como
atracción se centraba asimismo en la animalidad y bestialidad que represen-
taba. El hombre negro está fuera del orden de lo civilizado pero también del
orden de lo humano, llevándonos a la idea estereotípica —aún presente hoy
día— que liga a los hombres y mujeres negros con los monos, en un acerca-
miento a un estadio menor de evolución, es decir, de infantilidad («la infancia
del Hombre»), más cercano a la naturaleza. Y aquí, el cartel de Sangre negra
no puede menos que traer a la memoria al gigante-monstruo-mono por ex-
celencia: King Kong.
La película King Kong —dirigida por Merian C. Cooper y Ernest B. Scho-
edsack— fue estrenada con notable éxito en Estados Unidos en 1933, con-
virtiéndose de inmediato en un ícono del cine y de la cultura popular, perma-
nentemente revisionado y revisitado. En esta cinta que ahondaba en la
temática de la tensa relación entre la naturaleza y la civilización, un mono
gigante —prendado de una mujer blanca— es capturado en una isla lejana y
salvaje, y llevado a la ciudad de Nueva York para ser exhibido como una
bestia exótica remanente del pasado prehistórico. Allí escapa, atrapa a la
mujer y deambula por la ciudad destruyendo todo a su paso, para ser final-
mente derribado por las fuerzas militares y liberar así a su prisionera, a quien
se ve inerte —desmayada de terror— o gritando en la mayor parte de las
escenas que comparte con Kong. Las imágenes del mono gigante en la pun-
ta del Empire State —en aquel momento el edificio más alto del mundo y
símbolo del capitalismo mundial— con una mujer blanca en sus brazos, des-
10. Esto daba «permiso» simultáneo y silencioso a otro tipo de acceso sexual marcado por
la violencia: la del varón blanco con la mujer negra, que se venía dando desde los inicios de la
conquista europea y la esclavitud.
truyendo todo a su paso, han quedado grabadas en la retina del mundo oc-
cidental desde entonces.
Existen numerosos estudios que han señalado el paralelismo entre Kong
y la representación del cuerpo negro (Rosen, 1975; Preciado, 2005, entre
otros), poniéndolo en relación con la histeria de la época sobre su supuesta
hipersexualidad, su cercanía con la naturaleza y animalidad. Incluso si se
tradujera aproximadamente el nombre King Kong al castellano, el resultado
sería Rey Congo. Y cuando observamos la cartelería de la película —figuras
11 y 12— y la comparamos con la de Sangre negra, todos estos elementos
quedan aún más explícitamente expuestos.
12. Este dicho se cita en el periódico afroporteño La Broma del 11 de mayo de 1876, utilizado
como forma de crítica a otros miembros de la comunidad afroporteña por su forma de vestir
(Geler, 2010: 329).
Por ello no sorprende que una novela denominada literalmente Hijo nativo,
Native Son, haya sido traducida en Argentina como «Sangre negra». Para la
Editorial Sudamericana y para Manuel Barberá —traductor de la obra de
teatro—, por lo menos, no había posibilidad simbólica de representación
de un «negro» como un «hijo nativo» en esta nación homogénea y europea,
pero sí se podía aludir a una «sangre» con unas características predetermi-
nada que la hacían «negra», con todos los sentidos peyorativos que se aso-
cian a lo negro y a la oscuridad, e invisible a los ojos, una referencia local-
mente importante, como veremos.
Con todos estos elementos en juego en el imaginario porteño, la mera
presencia gráfica de un hombre negro gigante sobre una urbe como Buenos
Aires, soñada como «la París de América», debía resonar como una amena-
za. En el cartel de Sangre negra, el hombre negro gigante y deforme repre-
sentaba tanto lo monstruoso como lo grotesco, y era una posibilidad de
«degeneración»: un elemento animalizado, infantilizado, remanente del pa-
sado, contrario a los valores de la modernidad y europeidad. Asimismo, era
alguien «llegado de fuera», una invasión foránea, ya que en Argentina su-
puestamente no había negros. Pero la imagen también hacía pie en la idea
de una «invasión interna», proveniente de las entrañas mismas del suelo
argentino y perpetrada por todos aquellos que iban quedando fuera del
ideal nacional. En este sentido, lo que infundía temor en las poblaciones
urbanas desde hacía más de un siglo era la llegada violenta de poblaciones
mestizas e indígenas desde zonas rurales, y a las que el hombre negro re-
presentaba.
15. Cuando intelectuales como José Ingenieros o José María Ramos Mejía escribieron
tratados sociológicos y psiquiátricos sobre los simuladores.
Perón, lo que llevará hasta el paroxismo en una gran parte de los sectores
urbanos privilegiados estos sentimientos de paranoia, terror y asco, llaman-
do a los movilizados «bárbaros», «invasores», «cabecitas negras» y descri-
biendo su arribo a la ciudad como un «aluvión zoológico», alusiones fuerte-
mente racializadas, bestializadas y animalizadas.16 La idea de «invasión» se
mezclaba y superponía con el temor al «malón de indios», reforzando una
espacialidad real y simbólica que distanciaba clases sociales, estilos de vida
pero también, silenciosamente, colores de piel y formas corporales, a los que
se englobaba en la denominación común de «negros» en un formato que de
nominé en otro lado «negritud popular», siempre ligada estrechamente a la
«negritud racial» (Geler, en prensa).
El gigante negro del cartel de Sangre negra que se cernía sobre la ciudad
retomaba los temores y posibilidades en circulación que harían eclosión
unos meses más tarde con la gran movilización hacia Buenos Aires de la
clase obrera, sentidos y sentimientos que transitaban por una ciudad que se
sentía amenazada en sus cimientos mismos. Esta amenaza se centraba en
formas grotescas de comportamiento asociadas a la pobreza y a lo popular,
pero también en el peligro a la degeneración racial de un mestizaje entonces
posibilitado por la misma llegada de esta gente, a la que se quería lejos o
inexistente.
5. La negritud y el mestizaje
Un último punto que habría que recabar de la cartelería de Sangre negra es
la visión sobre el mestizaje, por lo menos de un tipo específico de cruce, que
desplegaba. Básicamente, porque la composición del cartel señalaba la pe-
ligrosidad y violencia del mestizaje entre hombres negros —en su sentido
racial-social— y mujeres blancas —también en sentidos de blanquitud ra-
cial-social, opuestos a los del hombre negro—. Así como se hizo referencia
a la paranoia existente en Estados Unidos y la justificación de los linchamien-
tos escudados en supuestas agresiones sexuales de los hombres negros
contra mujeres blancas, las imágenes de un mestizaje prohibido y peligroso
hacían eco en tradiciones localmente instaladas que reverberan aún hoy en
el imaginario de la ciudad, relacionadas nuevamente con la reactualización
constante del temor al malón indígena/invasión de «negros».17 Estas visiones
16. El apoyo a Perón se daba en tanto que, como ministro de trabajo del gobierno de Farrell,
había otorgado variados beneficios a una clase obrera hasta ese momento olvidada por la
política nacional. El encarcelamiento de Perón en 1945 respondía, justamente, al poder y apoyo
que éste había ido acumulando.
17. En la actualidad, existe una literatura romántica destinada al público femenino de clase
media que, reutilizando los sentidos de temor que pervivieron hasta hace pocos años, hace
énfasis en el erotismo de este cruce sexual prohibido entre mujeres blancas y hombres indígenas,
foco de la imaginación y deseo de las lectoras (Alberto, en prensa b).
18. Para un análisis en profundidad de estas pinturas y de los textos sobre las cautivas, ver
Malosetti Costa, 1994.
Figura 14c. La vuelta del malón. Ángel Della Valle, 1892 (detalle)
6. Palabras finales
Una primera mirada, rápida y superficial, sobre el estreno de la obra teatral
Sangre negra en Buenos Aires nos deja la sensación de un taquillazo comer-
cial basado en la astucia de un gran director y actor, en la buena factura
técnica y originalidad de la producción y en la curiosidad que podría provo-
car en el público el exotismo de una puesta que hablaba sobre temáticas
raciales en una ciudad donde el racismo —y lo racial— se planteaba como
Bibliografía citada
Adamovsky, Ezequiel (2009). Historia de la clase media argentina. Buenos Aires, Planeta.
(en prensa). «Race and Class through the Visual Culture of Peronism». En: Alber-
to, Paulina y Elena, Eduardo (eds.). Rethinking Race in Modern Argentina: Shades
of the Nation. Cambridge, Cambridge University Press.
Alberto, Paulina (en prensa a). «‘Títere roto’: vidas (posibles) y vidas póstumas del ‘Negro
Raúl’». En: Guzmán, Florencia; Geler, Lea y Frigerio, Alejandro (eds.). Cartografías