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XVIII.

RESURGIMIENTO - Cine

Viernes, 10 de septiembre de 2010 - josemari20 46 3 visualizaciones

El cielo se encontraba tenebroso. Sus pesadillas continuaban, día sí y día también. Habían pasado muchas vidas en el tiempo, pero ninguna de
ellas se había detenido por averiguar la suya.

Todos tenían aquella prisa, aquella fatiga, aquel estrés por la vida, afanados por caminar y caminar sin rumbo fijo. Había encontrado muchas
personas frustradas, furiosas o ansiosas. Y cada una tenía su propia idiosincrasia. Personas desequilibradas, personas peligrosas, personas
intensas y hasta ordinarias. Pero necesitaba algo más. Algo que le hiciera salir de ese calabozo al que la vida le había conducido. Había echado
mano a técnicas de control, a dietas y hasta consejos. Pero nada servía, hasta que se puso en manos del Doctor Sheffer, un psiquiatra de
resonado prestigio local.

Las primeras sesiones fueron un mano a mano, más por parte de Zurich, que solo tanteaba la situación. Zurich estaba convencido que la mejor
terapia era el psicoanálisis y procuraba que su tesis se hiciese valer. Pero el Doctor Sheffer le sugería, una y otra vez hasta hacerse cansino, que
lo mejor era una terapia abierta en la que pudiese asociar palabras con la primera que viniera en mente. El proceso fue largo y poco se pudo
avanzar, pero a Zurich le mantenía la promesa que el Doctor Sheffer le había hecho que, como alternativa y en última instancia, acudirían al
psicoanálisis. Le costó mucho arrancar esa promesa. Pero los zumbidos en los oídos no cesaban y los dolores de cabeza tampoco. Y por las
noches, junto con las pesadillas, se despertaba con las manos apretando sus orejas contra la cabeza. No había ningún traumatismo craneal tras
el accidente, pero le perseguía una imagen borrosa en sus pesadillas que Zurich quería desvelar por completo.

Hasta que comenzaron las sesiones de hipnosis. El accidente lo había tenido a la edad de seis años. La técnica consistía en un análisis regresivo
de su subconsciente, que reflejaba los miedos, esperanzas y creencias con la tendencia de mirar hacia atrás. Se intentaba analizar el "Yo" y
encontrar el "Ello". Era un proceso inconsciente más allá de la máscara que la imagen borrosa de sus pesadillas proporcionaba.

Las imágenes borrosas eran difíciles de descifrar, una vez que el regresivo hipnótico llegó a la edad de seis años, edad crucial en la que
sobrevivió del accidente del et Gulfstream G650 contra el castillo de Monterrey, en Orense. Las primeras observaciones psicoanalíticas eran
imágenes inidentificables, a veces sombras o ruidos, el bajar de unas escaleras y entonces veía la imagen borrosa y despertaba de la pesadilla.
Las imágenes siempre eran difusas y se despertaba llorando. La imagen borrosa le domaba.

Con la hipnosis regresiva se llevaba al paciente hacia atrás en los años. Una vez topado el individuo con los seis años, se había encauzada una
hipnosis regresiva de la personalidad para obtener recuerdos del pasado de Zurich, logrando liberar sus pesadillas y que la escisión de las
autorregulaciones sean controladas por la personalidad. Se trataba de una reparación oscura que culminase en la autorregulación de la
conducta. Era una técnica operativa de recuerdo controlado que puede afirmar la plena integración de la personalidad escindida. La técnica
tenía que recabar la naturaleza de los problemas que las pesadillas habían mellado en el inconsciente de Zurich, haciendo de él una persona
depresiva mediante procesos psicológicos de percepción y aprendizaje que escindía su "Yo".

Las causas que llevaron a esos rasgos típicos de la escisión del "Yo", había conducido en Zurich a una escisión razón/emoción y la identificación
proyectiva con una estructura de la personalidad de tipo TNP. De ahí que, en principio, todo en Zurich tenía un rango lógico/matemático que le
procuraba el éxito en sus negocios, pero fallaba en su vida emocional. Se había casado con Zulema, porque ésta confiaba más en él que en sus
logros empresariales. Pero el trato que Zurich proporcionaba a Zulema era meramente sexual. De aquí sus cinco hijos. Y a pesar de ello, Zulema
conservaba el cuerpo de abeja que le proporcionaba la gimnasia postparto.

En las numerosas terapias de hipnosis se había avanzado mucho. Se llegó a comprobar, que más acorde con la escisión razón/emoción del "Yo"
de Zurich estaba la sensación que reaccionaba sin razón o motivo aparente. La razón y la emoción expresaban la vida interior de Zurich. Y
finalmente triunfaba la razón, con la que sentía seguridad. Pro tenía que superar la identificación de su personalidad. Inicialmente, no podía
identificarse con el progenitor del mismo sexo, el cual había perdido en el accidente en edad temprana. El trastorno de la personalidad de
Zurich, principal manifestación de expresión en sus relaciones sociales, había de identificar y modificar esquemas del pasado, desde su más
tierna infancia. El simbolismo dual de las imágenes borrosas tenían un punto máximo que se concretaba en la imagen difuminada de una
persona, tras la cual se despertaba llorando y con las manos apretando sus orejas. El tema era de inseguridad emocional. Se había aislado en su
fantasía de crear riqueza. Era lo contrario a represión. La falta de conciencia de Zurich y de total desprecio por los sentimientos propios y
ajenos, que escindían y apartaban partes del "Yo" que se había de identificar con el objeto que le despertaba de su pesadilla en forma de
imagen borrosa. Las disposiciones de conductas y rasgos de la personalidad de Zurich, hacían que el "Yo" se escindiera y proyectara su parte
fuera de esa imagen borrosa como intentando protegerle de algo que no se había descubierto aún qué. Tenía que asumir su propia personalidad
y no sustituirlo por la imagen borrosa sumergida en su personalidad. Tenía que transferir sus fantasías. Tenía que atenuar el concepto "emoción".

La personalidad de tipo TNP en Zurich se caracterizaba por un patrón generalizado de grandiosidad con autoimagen distorsionada, importancia
de los factores psicosociales y el tipo de personalidad narcisista que conducían, en suma, a un tipo inadvertido de ego grande, con necesidad de
llamar la atención, reconocimiento de superioridad, excesivamente ambicioso, careciendo de empatía, con trastorno narcisista y antisocial de la
personalidad. La autoimagen distorsionada y equivocada impedía que Zurich fuera feliz. Su estado era de continua melancolía. Quizá era lo que
más enamoraba a Zulema. La historia de niñez conflictiva de Zurich no se insertaba del todo en la sociedad. Su autoimagen, lo que pensaba de sí
mismo, tenía factores familiares como la percepción de una madre central, Berget Alster, que con su cuerpo le había salvado la vida. Por lo que
se hizo un estudio empírico del trastorno narcisista de la personalidad (TNP) y se trató la depresión. La personalidad de Zurich era esquizoide:
como persona, le gustaba aislarse, caracterizado con un patrón generalizado de objetivos sencillos que se hacían cada vez más complicados con
expectativas irracionales. El tratamiento de la esquizofrenia de Zurich fue difícil y presentando gran dificultad por parte de Zurich. Era un
trastorno de personalidad narcisista que había comenzado con su juventud, la segunda infancia. Su personalidad se encontraba en un estado de
desarrollo de desconfianza excesiva quizá provocada por la emoción de no saber si sobreviviría al brutal accidente cuando la cola se desprendió
del Jet y rodó colina abajo hasta la cruz, antes de la explosión que lanzó sus cuerpos por los aires, y quería inconscientemente pasar inadvertido
al dolor y a la muerte.

Por tanto, como tipo inadvertido de su personalidad desarrollo un ego grande, poderoso y grandioso en espera de ser admirado, envidiado y
apreciado por la sociedad. Sus sistemas vitales los encontraba en las grandes ciudades. Vivió su niñez en Manhattan. Su vida representaba un
árbol que no sabía que era tan grande. Para Zurich el amor no era grande ni pequeño. Se identificaba con su ego, expresando desilusión con
naturalidad porque asumía que ese papel tiene grandes responsabilidades. Le gustaba que su cumpleaños pasara inadvertido, no le gustaba ese
tipo de conmemoraciones. Le encantaba tocar piano y sentir la lluvia sobre la claraboya. Sus neuronas sensoriales era la cuna grande de sus
efectos milagrosos en la empresa que fabricaba Jet, irónicamente, de los que intentó acabar con su vida cuando era niño.

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