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EL BARCO DE VAPOR

María de la Luz Soto


Cuentos para
educ

ISBN 978-956-264-187-6

9 789562 641876
EL BARCO DE VAPOR

Cuentos para educar


María de la Luz Soto

ediciones
11
El pollito cantor

E N UNA hermosa granja vivía


una familia gallina: mamá gallina, papá
gallo y sus hijos, tres pollitos. Junto a
varias otras familias de animales, pasa­
ban felices y tranquilos días, cuidados
por las amorosas manos de don Pedro,
el granjero.
Cada mañana, al salir el sol, la fa­
milia gallina se levantaba y caminando
en fila iban papá, mamá y sus tres hijos
hasta la orilla de un pequeño estero
donde se lavaban y picaban los granos
que iba dejando don Pedro para ellos.
Después mamá gallina se dirigía a orde­
nar el nido mirando desde lejos, siempre
atenta, a sus tres pequeñitos. Papá gallo
se paseaba orgulloso de su familia, con

7
el pecho levantado, luciendo los hermo­ Repetía la acción una y otra vez:
sos colores en su plumaje. Parecía estar -Pí, pí, pí, pío, pío, pío.
buscando un trabajito que hacer. Pasó el tiempo y aunque Pollín
Los pollitos, en cambio, se dedica­ seguía escuchando con deleite los paja­
ban a jugar. Dos de ellos, Pollo y Pollito, ritos melodiosos que rondaban por allí,
eran muy juguetones y siempre descu­ había perdido la esperanza de llegar a
brían algo entretenido con qué divertir­ cantar como ellos.
se. Pero Pollín, el tercer hijo, prefería sen­ Y sucedió que un amanecer, sin

tarse cada día a entonar una canción. saber casi por qué lo hacía, salió Pollín
del gallinero y se encaramó sobre un
Subía a duras penas sobre las raí­
muro para contemplar la llegada del sol
ces de un viejo árbol, que por ser tan
que pronto aparecería en algún lugar del
horizonte. Y respirando profundo llenó
viejo, ya la tierra no cubría. Una vez aco­
modado, empezaba a cantar, pues eso
su pecho de aire y en seguida entonó un
era lo que a él más le gustaba. Él quería
canto hermoso, fuerte y animador:
ser cantor.
-
,, kí; kí kí n, kí.
K,,1, kí n,
I I I ,,

-Pí, pí, pí, pío pío, pío. Sorprendido, se quedó quieto un


Pollín no estaba satisfecho con su momento y luego, volvió a cantar, re­
melodía. Los pájaros sabían hacerlo conociéndose como un joven y apuesto
mucho mejor. Cuando se cansaba de in­ gallito. En ese momento anaranjadas
tentarlo bajaba al estero a beber agua hebras de luz pintaban el paisaje.
para su reseca garganta y dedicaba la -Kí, kí, rí kí; kí, kí, rí, kí -como
tarde entera a escuchar y observar cada diciendo: ¡levantarse todos, el día ha
avecita que entonaba un canto y a ma­ llegado, es hora de trabajar, de limpiar
ravillarse con la alegría que daba a la los nidos, cuidar a los hijos y de soñar
granja entera. cada uno con lo que será cuando grande!

8 9
Bondi

SENTADO a la sombra de unos


frondosos árboles estaba Bondi, un ele­
fante enorme, solitario y aburrido, so­
bre el pasto húmedo.
Después de un largo rato decidió
pararse, cosa que hizo con toda la difi­
cultad del mundo ya que pesaba como
600 y tantos kilos.
Se fue bordeando el verde lago y
cada lento paso que daba era acompaña­
do por una gruesa gota de llanto que caía
recorriendo su arrugada piel oscura.
¡Bondi tenía tanta pena!
Sabía que era un animal torpe que
no podía subir a los árboles; tan grande
que no podía jugar a esconderse; ni si­
quiera podía darse el gusto de chapo­
tear en el lago sin ocasionar destrozos a
su paso.

11
Mientras pensaba en su fealdad y
torpeza se encontró con dos bellos
mapaches que lo invitaron a jugar a las
bolitas. Bondi les dio las gracias y les dijo
que tenía tareas que hacer y se marchó
lo más rápido que sus grandes pies se
lo permitieron. No quería que se burla­
ran de él.
La selva entera parecía una fuente
de vida. Los pájaros cantaban a todo
pulmón, los chimpancés saltaban de un
árbol a otro; todo tipo de insectos revo­
loteaba entre las flores y hierbas; gran­
des y feroces animales se movían con
libertad por el paisaje verde y caluroso.
De pronto el cielo se nubló y una
fuerte lluvia empezó a caer copiosamen­
te. Todo fue movimientos rápidos. Cada
animalito asustado corrió a protegerse
del tremendo chapuzón. Bondi sólo se
preocupó de estar pisando terreno fir­
me, pues sabía que su gruesa piel sopor­
taría bien el aguacero.

12
Llovió y llovió por horas y horas. Caminó con cuidado sobre el res­
La selva parecía estar inundándose por baladizo terreno y estirando su trompa
todas partes. El movimiento habitual formó un firme puente por el que, poco
de los animales dio paso a un silencio a poco, los animalitos fueron cruzando
extraño solo interrumpido por el graz­ para ponerse a salvo, a través del lomo
nido de las bandadas de pájaros que del elefante y luego colgándose de algu­
elevaban vuelo hacia otros lugares más na rama para ocultarse de la tormenta
secos. en el agujero de un tronco o bajo las
Bondi se amparaba bajo una gran grandes hojas.
roca. Era uno de los pocos animales que Cuando cesó la lluvia y todo hubo
podía resistir la lluvia a la intemperie y pasado, cada uno volvió a su trabajo,
ver todo lo que pasaba. A su alrededor juego o entretención favorita y Bondi
los animales trepadores se refugiaban en volvió a sentirse solo. Él no podía cele­
los árboles, bajo las ramas más tupidas. brar como los demás.
Los de mayor tamaño, como los osos, Esos pensamientos lo distraían
leones y ciervos, corrieron hacia sus cuando oyó un coro de muchísimas vo­
cuevas en rincones más rocosos, y los ces acercándose. Eran los animalitos que
más pequeñitos, que vivían en agujeros venían cantando: "Bondi, .Bondi tiene el
en la tierra, se abrigaron dentro de sus corazón tan grande como su cuerpo y
madrigueras. una trompa tan fuerte como su bondad
Pero el agua ya inundaba sus vi­ de amigo".
viendas subterráneas y no sabían qué Traían una enorme corona de sau­
hacer. Entonces, al verlos, Bondi com­ ce (con ramas verdes y olorosas) que fue
prendió que solo él podía ayudarlos, depositada dificultosamente sobre la
especialmente a los más chiquitos. gran cabeza del sorprendido elefante.

14 15
Entre risas y aplausos, Bondi escu­ Fiesta en el álamo
chó el discurso que leyó para él una her­
mosa ardillita, donde se le decía que era
un gran amigo, valiente y bondadoso,
cuyo cuerpo grande y fuerte había ayu­
dado a salvar la vida de muchos de sus
hermanos animales. Y acabó diciendo:
-Debajo de esa gruesa, dura y
DÍA TRAS DÍA me sentaba a ob­
servar un viejo álamo que había frente
arrugada piel está la ternura, bondad y
a la entrada de mi casa. Descubrí, en­
generosidad de todo un elefant�.
tonces, que en los árboles existe un tipo
Bondi escuchaba conmovido, en
de vida desconocida y fascinante y fue
medio de la algarabía cuando la ardillita,
así como presencié la más hermosa fies­
de un salto, subió a un tronco que al­
guien había cortado hacía muchos a os � ta que jamás pude imaginar. Se trataba
de una boda. Dos chinitas enamoradas
y desplegó un lienzo en el que se leia:
iban a casarse.
Desde los distintos orificios del vie­
BONDI, TODOS TE QUEREMOS.
jo tronco, se producían los movimien­
tos de los personajes que participaban
en el evento.
Muy calladas dos arañas viejas
y flacas tejían el hermoso velo de la
novia.
Seis chanchitos oscuros y gordos
aseaban el lugar, poniendo todo en orden.

16 17
Cuatro langostas muy verdes, mime­
tizadas entre el follaje, cortaban hojas para
decorar el lugar con sus aserradas man­
díbulas.
Las hacendosas hormigas iban y
venían en filas interminables, trayendo
alimentos y preparando deliciosos
platos.
La torta, que también fabricaron las
hormigas, se hizo entera de miel regala­
da por unas amorosas amigas de la no­
via: las abejitas Dulce y Exquisita.
Abajo, y algo escondidos, dos
pololos verdes preparaban el altar para
la ceremonia.
Muy despacito, como con timidez,
cinco grillos ensayaban un coro que ani­
maría tanto la boda como la fiesta.
El gran momento se acercaba. Todo
estaba dispuesto, el lugar limpio y bien
decorado, los deliciosos platos listos, la
torta se veía deliciosa y además había
sido adornada entera con flores frescas
del lugar.

18
Los integrantes del coro se habían augurio de dicha eterna para los nue­
ubicado sobre un pequeño tronco. vos esposos.
A la entrada del lugar, donde había Al finalizar la fiesta, cerca del atar­
de celebrarse la ceremonia, dos espiga­ decer, los novios se despidieron y se ale­
d os palotes cruzaban sus delgadas jaron de la mano para inaugurar su nue­
patitas formando un arco triunfal por vo hogar.
donde pasarían los novios. Los invitados, en tanto, regresaron
Al fin llegaba la feliz pareja. Ella con a sus casas felices y se fueron a dormir,
un colorido traje a rayas anaranjadas y cansados y contentos, pensando que al
negras, se veía muy hermosa; toda cu­ día siguiente deberían retomar sus de­
bierta por un velo fino tejido con pacien­ beres cotidianos.
cia y cariño. En sus enormes ojitos se Nunca he podido dejar de pensar
veía reflejada una gran emoción. en lo que vi y les he contado, ya que re­
Él, muy apuesto, con su traje negro conocí en cada actitud de los participan­
de manchas anaranjadas, sólo había tes un acto de amor, cooperación, soli­
agregado un toque de elegancia: una daridad y esfuerzo comunitario.
corbata humita de raso negro.
Avanzaron de la mano muy son­
rientes. Un gusano rojizo muy serio se
encontraba en el altar para actuar como
maestro de ceremonia.
Durante todo el tiempo que duró
la boda, tres mariposas en vuelo rasan­
te, luciendo los más bellos colores, deja­
ron caer polen amarillo y perfumado en

20 21
El ratón Manuelito

MANUEL ERA un ratón de co­


lor grisáceo como todos los ratones co­
munes y corrientes, pero era un ratón
muy simpático y entretenido.
Siempre estaba cantando y ustedes
podían verlo atravesar el pelado potrero
un centenar de veces al día sin ninguna
preocupación. Con las manos en la es­
palda, cruzando sus patitas para dar
saltos minúsculos y silbando todo el
tiempo, Manuel no iba jamás a ninguna
parte.
Cuando, al cabo de un rato, se can­
saba de saltar, se detenía curioso por el
rápido movimiento de unas amarillen­
tas hojas y descubría allí, con sus bri­
llantes y vívidos ojitos, alguna verde y
gorda lagartija que atraía su interés. Es-

23
peraba atento y se avalanzaba sobre ella. ras pensando en lo que haría para cam­
Ésa era su máxima afición. Una vez atra­ biar su vida. En eso se encontró con
pada, Manuelito comía y comía sin des­ dos ardillitas que muy compuestas, con
canso. Luego se tendía, con un bracito sir­ sendos delantales, barrían la entrada de
viéndole de almohada y una pierna sobre su casa y les dijo:
la otra llevando un rítmico movimiento. -¿Puedo trabajar para ustedes?
"¡Qué buena es la vida!", se decía Manuel. Soy rápido, traeré nueces y avellanas
Inspiraba fuertemente el aire seco para sus despensas.
y tibio y cerrando los ojitos buscaba el Ellas rieron a carcajadas; luego,
sueño. Pero una vez le ocurrió que es­ con bondad respondieron:
tando dispuesto a dormirse no lo con­ -Manuelito, ya tenemos las des­
seguía. Los más raros pensamientos pensas llenitas. Hemos trabajado duro
iban y venían por su ratonil cabecita. De todo el verano.
pronto se enderezó y se dijo: "Manuel, Siguió Manuel su camino con las
eres un holgazán, un vago sin destino, manos en los bolsillos algo cabizbajo.
no tienes nada, ni una casa donde refu­ Entre los juncos divisó a la familia topo.
giarte del frío invierno, ni un techo don­ Esta era su oportunidad.
de abrigarte cuando estás enfermo". -Buenas tardes -. saludó Ma­
-¡Jamás tendré una familia!- ex­ nuel-. Vengo a trabajar para ustedes.
clamó y dos gruesas lágrimas rodaron Haré el mejor túnel que hayan visto.
por sus peludas mejillas. -Todos nuestros túneles-albergue
Pasado un momento se puso de pie: están listos, Manuel -respondieron los
-¡No es demasiado tarde, soy un topos-. Llegas tarde.
ratón inteligente y valeroso! "Es cierto", pensó Manuel. "Todo
Caminó sin rumbo por algunas ho- el tiempo he estado jugando mientras los

24 25
demás planificaban sus vidas, edifica­ Y manos a la obra.
ban sus casas y llenaban sus despensas". Empujó y empujó el grueso bototo
Llegó la noche y Manuelito nada hasta un sitio seco, sin alejarse demasia­
había conseguido. Cansado se tendió do del pequeño riachuelo que corría por
sobre unas hojas. Al mirar al cielo lleno ahí. Debajo de un viejo y frondoso árbol
de brillantes estrellas, se sintió más solo instaló Manuel su futura casa. Pasó mu­
y triste que nunca. Entonces se hizo una chas horas, desde entonces, subiendo y
promesa: "Esta será la última noche que bajando del zapato, recorriéndolo por
paso a la intemperie". Y tapándose lo dentro y por fuera, hasta dejarlo relu­
mejor que pudo con una enorme y cru­ ciente.
jiente hoja cerró sus ojitos y se durmió. Terminado el prolijo aseo se dedicó
Al amanecer no demoró en levan­ a roer una abertura que tenía el zapato
tarse, limpió su carita, ordenó un poco en la parte delantera, hasta dejar una
su pelaje y echó a andar. A los pocos puerta ancha y libre de peligrosas pun­
metros se detuvo. Un enorme bototo tas. Luego, alejándose unos pasos, ob­
estaba tirado sobre la reseca hierba. servó con atención su magnífico trabajo.
Manuel se acercó curioso, sin hacer -Bien -se dijo Manu el-. Ya
ruido, el corazón latiendo muy fuerte tienes una casa. Ahora a trabajar
en su pecho. para el futuro.
El enorme zapato se hallaba des­ Y salió silbando entusiasta y
habitado, cubierto de barro; hasta tenía satisfecho consigo mismo a r e c o ­
dos blanquecinos hongos en la lengüeta. lectar alimentos que a l cabo de l o s
Algo nervioso, miró varias veces días hicieron 1 u c i r una magnífica
a todos lados; por fin, riendo, se felicitó: despensa. Unas secas pero suaves
"soy un tipo muy afortunado". hojas de enredadera servirían de le-

26 27
cho abrigado y unos restos de papel La caja de juguetes
ayudarían a mantener una temperatura
agradable y a tapar las rendijas por don­
de pudiera colarse el frío y la lluvia.
Las mañanas eran cada vez más
alegres. Nunca más sintió Manuelito la
necesidad de calificarse con palabras
que tanto dolían como flojo y holgazán.
Era un ratón honesto y trabajador y
EsE DÍA llovía mucho y nos re­
cogimos temprano; cada uno a sus ha­
tenía una bella casa, abrigada, limpia y
bitaciones a estudiar o a dormir.
provista de alimento.
Pasado un largo rato, cuando toda
Manuel era feliz, sí, era muy feliz. la casa estaba en silencio, escuché unos
Mañana saldría a buscar a la más linda
suaves ruiditos que venían del primer
ratita para ofrecerle su casa y formar con
piso. Dejé mi tejido y bajé despacito las
ella un hogar, ¡se lo merecía! escaleras. En cada escalón me detenía para
Se había convertido en un raton­
escuchar y cada vez los ruidos iban sien­
cito responsable y trabajador. do un poco más nítidos. Era como si al­
guien estuviera murmurando.
Al llegar me quedé escuchando
para ubicar de dónde provenían aque­
llos misteriosos sonidos. Orientándome
por lo que escuchaba, me fui acercando
al lugar y cada vez percibía con más cla­
ridad las extrañas voces.
A tientas, en la oscuridad llegué al

28 29
extremo del living donde se encontraba -Yo -decía un muñeco de es­
una gran caja de cartón forrada en cartu­ ponja- por suerte me acomodo fácil y
linas de colores y con motivos infantiles. esta noche duermo sobre el tambor que
Era la caja de los juguetes de mis nietos. a pesar de sus duros bordes es suficien­
Fui hasta una pequeña mesa donde ha­ temente grande para mí.
bía una lámpara que encendida daba Frida, un títere de género, pedía
una suave luz. que la dejaran respirar un poco de aire
Volví al lugar y me arrodillé; en­ fresco por su enorme boca de rana.
tonces pude escuchar perfectamente lo Jacinto, el payaso, encontraba sólo
que se decía: una de sus piernas; suspirando pensaba
-Por favor, ¿puedes quitar la que tal vez al día siguiente alguno de los
punta de la flecha? -le decía un gran niños podría encontrar la otra pierna y
globo de color morado al arco de indio se reía a carcajadas.
que era uno de los preferidos de Este­ Ñ au, el pequeño gatito de goma,
ban-. Si me la entierras puedo terminar muy serio decía:
mis días aquí mismo -.insistía el globo. -Tu pierna no es nada. Si puedes,
-Yo tampoco tengo espacio su­ fíjate en mí, hoy como cada noche duer­
ficiente. Si vieras lo doblado que me mo sin cabeza.
encuentro -replica el arco moviéndose Alguno de los habitantes de la
un milímetro. cuadrada caja de cartón se movió y sona­
La pequeña Lulú, rosada cuando ron las teclas que le quedaban al pianito
estaba recién limpia, con sus ojitos muy celeste de Mónica.
abiertos se quejaba: Feliz, uno de los siete enanos de
-He quedado sobre los soldados la Blancanieves se trató de sobar la ras­

11
de plomo, están fríos y duros. pada nariz producto del roce con un pe-

30 31
queño perrito de loza que siempre se amiguitos. Propongo que salgamos
caía. todos de la caja y nos ordenemos para
Juanita, la vaquita de peluche que descansar mejor.
tanto quería Javier, se lamía lo mojado "Sí, sí" fue el clamor general. "¡Ha­
de su lomo pues le tocó quedar debajo gámoslo, por favor!"
de la mamadera que usaba, con agua, la Salieron lo mejor que pudieron
muñeca de Moni. de la caja, siempre riendo y haciendo
-Basta de quejas, que no puedo bromas.
1 dormir -comentó el señor James, el pi­ Ñau gritaba: "¡Un momento. Que
' 1 rata-. Yo perdí mi ojo en una verdadera nadie se mueva hasta que aparezca mi
1:
'1
batalla, cuando navegaba en el Princess.
Todos rieron a carcajadas.
cabecita!"
Una vez todos afuera, el palitro­
Toni, el conejito de peluche blanco, que comenzó a organizar el retorno a
mostraba sus dientecitos y arrugaba su la caja. Al principio todos hablaban a la
. .
ro1a nanz. vez, pero poco a poco se aclararon.
Paty, la hermosa muñeca de ves­ -El camión, la bomba y la grúa
tido rosa, abría y cerraba sus grandes y se quedarán al lado de la caja -decía el
azules ojos de largas pestañas. palitroque-. Sobre el camión, el balde

1!
Un pito y una armónica lanzaron con las palas.
dos notas algo desafinadas. Y enseguida agregó:
Roberto, el ratón de los platillos, -Irán primero los juguetes más
dio el toque final al jolgorio. grandes, los peluches que harán más
Entonces un palitroque muy serio blandas nuestras horas de sueño. Los
lanzó una proposición: más delicados quedarán encima, los más
-No es posible que durmamos tan pequeños también.
mal después de haber trabajado todo el En esta parte Frida abrió su gran
día entreteniendo a nuestros queridos boca y aplaudió, y al último nuestro

32 33
amigo el globo que ya se ve flotando
por el aire fresco y vaporoso de la noche. El día que se durmió el Sol
Todos obedecieron y siguieron las
instrucciones con exactitud, pues pare­
cían muy acertadas.
Cuando el orden terminó fueron
cerrando los ojitos y finalmente, cuando
todos dormían, el silencio fue total.
Al día siguiente no se imaginan ERAN CASI LAS siete y media
la sorpresa de los niños al ver la caja de la mañana y en este lado del mundo
ordenada. No sabían qué pensar de lo ni un gallo cantor había anunciado la lle­
ocurrido. gada del nuevo día.
Después de un rato fueron com­ Los relojes despertadores habían
I' prendiendo que los juguetes debían sonado como de costumbre y los ciuda­
cuidarse mejor, mantenerse ordenados danos se preguntaban sorprendidos,
y limpios. Todo esto en compensación casi atónitos, qué había pasado con el
al cariño y alegría que ellos les daban amanecer.
durante todas las horas del día. Sí, la noche aún a esa hora cubría
Desde entonces nunca más fueron de sombras el lado poniente del mun­
1
arrojados de cualquier forma dentro de do.
,I
la caja. Cada noche, antes de ir a dormir Alguien exclamó:
con mucho cuidado las niños se preocu­ -¡Parece que el Sol se quedó dor­
paban de disponer correctamente los mido!
111 juguetes de la forma adecuada. En el campo, los campesinos algo
El orden conseguido con amor era asustados realizaban sus primeras labo­
el mejor de todos. res en la semioscuridad.
34 35
En las ciudades, en tanto, los cien­
tíficos pusieron sus aparatos de preci­
sión a trabajar a fin de darle una expli­
cación a lo sucedido y una respuesta a
los habitantes abismados, pues al otro
lado del mundo la noche había caído con
toda naturalidad.
Los ciudadanos de China, India,
1 Australia e Islas mayores y menores se
1,
1¡ 1 habían retirado al descanso como cada
noche.
1 La excepción fueron los japoneses
que esa noche celebraban el tercer y úl­
timo día del Festival de Volantines lla­
mado Hamamatsu. Este festival, uno de
los más grandes del Japón, se celebra
cada año entre el 3 y 5 de mayo y reúne

1i
a miles de visitantes.

1
El cielo de una playa de más de una
milla de largo se cubre de variados y her­
1 mosos volantines, cuya confección es un
arte de antigua tradición japonesa. Los
artesanos de estos fascinantes volado­
res emplean para fabricarlos papel y
bambú, poniendo en su confección toda

36
la paciencia y delicadeza propia de este
pueblo.
La chinita Naty, una historia
Asomado a esta fiesta hasta altas verdadera
horas de la noche estuvo el Sol, viendo
ir y venir a los alados portadores de sue­
ños y fantasías.
En pleno festejo uno de los volanti­
nes se había liberado de su cuerda y
había ido a posarse junto al Sol. Sorpren­
dido y feliz el sol se entretuvo jugando TODOS HEMOS visto alguna vez
con él durante horas. una chinita de hermoso color anaranja­
Ésta fue, amiguitos, la razón por la do con manchas negras que sin miedo
que en esta parte de la tierra no amane­ alguno se posa en nuestros vestidos, ple­
ció a la hora acostumbrada. El Sol, efec­ gando sus pequeñas alitas como mem­
tivamente, se había quedado dormido. branas. Se pueden tomar sin cuidado
Cuando por fin el astro rey mostró entre las manos y corren de un dedo a
sus rayos, su rostro tenía un beilo color otro para volar luego sorpresivamente.
rojizo, de ese tono con que se tiñen nues­ Lo que no sabemos todos es la his­
tras mejillas cuando sentimos vergüen­ toria de Naty, la chinita viajera.
za, sobre todo cuando llegamos atrasa­ Sucedió que en California, en los
dos. Estados Unidos de Norteamérica, sobre­
Es que el encanto de la entretención vino una catástrofe en la agricultura.
le había hecho olvidar su responsabilidad. Una plaga de insectos atacó a los naran­
jos, perjudicando terriblemente la exce­
lente producción de ese exquisito fruto
propio de la zona.

38
39
111 f

Los especialistas del departamen­ que las llevó a reconocer lo grande de la


I! to de agricultura del Estado buscaron misión que se les ofrecía.
1
muchísimas soluciones al problema y Fue muy entretenido observar los
por fin decidieron probar ubicando a preparativos del viaje. Todos estaban de
otros insectos que se alimentaran de acuerdo en llevar el menor equipaje po­

1:
aquellos perjudiciales para que así hu­ sible, eso no era difícil conociendo el
biese una natural depredación. suave y agradable clima del territorio
Esos insectos eran los coleópteros, californiano; bastaba con unas prendas
que por ser insectívoros, de boca livianas, pero ninguno quería dejar de
:
masticadora, devoran insectos como llevar los objetos que les eran entraña­
pulgones y otros. bles, pensando con justa razón que
Entonces fue que llegaron hasta cuando se emprende un viaje nunca se
Australia en busca de Naty la chinita, la sabe realmente cuánto tiempo uno se
mejor de su especie en estos asuntos, puede quedar.
ii1 quien después de escuchar la proposi­ Entre acuerdos y desacuerdos, lle­
ción de viajar desde Australia a los Es­ gó el ansiado día de la partida. Todos
tados Unidos, fue a visitar a cuanta fa­ llegaron puntualmente al aeropuerto,
milia de coleópteros de su misma espe­ nerviosos no dejaban de hablar y reír.
cie conocía para reunir un grupo idóneo. Tras un vuelo de varias horas y dos
Como eran unas chinitas muy inte­ escalas, estuvieron en los soleados y olo­
resadas en conocer el mundo, otros am­ rosos naranjales de California.
bientes y costumbres, pensaron en lo Algún trabajo les costó a las coope­
positivo de ir a un país desarrollado y radoras chinitas instalarse en el lugar,
11
de alta tecnología. Pero lo que más las pero con la ayuda generosa de los veci­
motivaba era su sentido de solidaridad, nos pronto ubicaron viviendas y deter-
1
1.

40 41
'
I'

minaron los lugares de trabajo. Blanquita


Y comenzaron la acción.
No tardó en verse el resultado de
la buena idea de traer a Naty, su familia
y sus amigos. La plaga del perjudicial
insecto desapareció al poco tiempo.
Agradecidos, los agricultores de
1 ,,
1 California protegieron para siempre a la E STA HISTORIA ocurrió hace
chinita viajera y a toda la descendencia muchos años.
1 1 de su especie. En un hermoso valle alpino vivía
un anciano alto y robusto de mejillas en­
rojecidas por el aire fresco y saludable
de las montañas. Sus hijos habían viaja­
do a las ciudades para educarse en co­
legios de enseñanza superior y sólo los
veía de vez en cuando.
Al morir su esposa, no le quedó
más compañía que algunas cabras, un
gran San Bernardo, su perro fiel y sus
palomas a quienes dedicaba gran parte
de su tiempo y cariño. Blanquita y
Plomito eran una parejita de hábitos or­
denados y muy dulces.
Ella, blanca como una nube de ve­
rano, él de color azul plomizo.

42 43
Las palomas son aves monóga­ que daban en sus piquitos a los
mas; es decir, vive un macho con una pequeñuelos.
sola hembra durante toda su vida y Cada día se turnaban para salir en
se consagran mutuo afecto y fidelidad busca de alimentos y así, de paso, po­
mostrando sus hermosos sentimientos dían volar, ver el paisaje y tomar el aire
con un sonido especial, el arrullo. y el sol.
El anciano Enrico se había familia­ Pero ocurrió en una ocasión que,
rizado a lo largo del tiempo con aquel habiéndose alejado demasiado hacia las
lenguaje y había construido para las montañas, Blanquita -dotada de una
palomas un bello palomar, desde donde espléndida vista, como todas las palo­
las aves podían moverse con libertad y mas- descubrió el accidente de un pe­
cobijarse a su antojo. queño aparato aéreo, estrellado contra
Recién entrada la primavera, la un árbol.
pareja de columbinas empezó a preparar Se acercó tímida y dando muchos
el nido de crianza. La hembra puso dos rodeos llegó al fin cerca del aeroplano
huevos como todas las mamás de su es­ que estaba en bastantes malas condicio­
pecie. Alternándose ambos padres con un nes.
esmero ejemplar, cuidaron los huevitos. El piloto, gracias a Dios, se encon­
De ellos nacieron, al cabo de unos meses, traba consciente aunque muy magulla­
dos pichones ciegos y casi desnudos, do y con una pierna herida que le impe­
incapaces de conseguir alimentos por sí día moverse. Al ver a Blanquita se sor­
solos. Los padres, amorosos y solícitos, prendió que una paloma linda y solita­
los cuidaban suministrándoles una espe­ ria se hubiese adentrado en esos para­
cie de jugo blanquecino que no era otra JeS.
cosa que alimento molido en sus buches y Permaneció observándola largo

44 45
rato y luego, emocionado, pensó que
había sido enviada por Dios para ser su
salvación. Extendió suavemente su
mano hacia el ave, la que todavía teme­
rosa dudaba en acercarse. Después de
una paciente espera y permaneciendo
casi inmóvil, logró que Blanquita se po­
sara en su mano. Cuando lo consiguió
la sostuvo contra su pecho y sacando un
pequeño papel de su libreta y un lápiz
del bolsillo de su camisa escribió una
nota de auxilio, colocando con la mayor
precisión las coordenadas que daban
cuenta del lugar en que el aparato ha­
bía caído.
Lo más difícil fue encontrar algo
con qué amarrar la nota en la patita de
la paloma. Por fin un pequeño elástico
de billetes solucionó el problema. Besan­
do a la tierna Blanquita y confiándole
todas sus esperanzas, la echó a volar.
En tanto, Plomito se intranquilizaba
cada vez más por la demora de su que­
rida esposa. Cuando ésta llegó, apenas
tuvo tiempo de reponer fuerzas antes de
explicar lo que había pasado. Plomito
se puso a picotear con ella el elástico. Al

47
¡- -

asomarse don Enrico por ahí se encon­ El lápiz de Pepe


tró con la nota y la sorpresa.
De más está decirles que corrió pre­

11
suroso hacia el pueblo a dar cuenta a las
1¡ autoridades del accidente aéreo y así se
1
pudo actuar con rapidez y salvar la vida

1 del piloto.

Soy EL LÁPIZ de Pepe y soy de


Desde entonces y por mucho tiem­

1
po, los pilotos que hacían servicios de
exploración en lugares apartados, lleva­ Pepe porque él me fue a comprar a la
1 ·! ban con ellos palomas mensajeras. De librería una mañana como a las once.
ese modo, sin necesidad de regresar a
1
1 ,
1 sus bases, podían enviar noticias a dis­
Entró corriendo y pidió un lápiz de
mina. La dueña de la librería metió la
tintos puntos, incluso a muchos kilóme­
tros de distancia. mano en una cajita donde estábamos
Las palomas mensajeras se convir­ más o menos ordenados mis hermanos
tieron así en un auxiliar de primera ne­ y yo, algo así como 25 lápices, revolvió
cesidad, en éstos y otros servicios, por un poco la caja y me sacó.
su espléndido sentido de orientación que Fui entregado a Pepe a cambio de
las lleva a encontrar el lugar de destino unas monedas. Por el camino Pepe me
con increíble seguridad. sacó y guardó en su bolsillo varias ve­
Todavía hoy, en el palomar cons­ ces.
truido por las envejecidas manos de don
Me inspeccionaba con detención.
Enrico, una familia de columbinas vive
Cuando llegamos a su casa me sentí in­
dichosa ajena al ir y venir de los avio­
nes por el cielo. Su mayor preocupación mediatamente muy cómodo en ella.
consiste en brindarse amor, con un sua­ Pepe se acercó a una pequeña mesa y
1 '1
1 me tiró encima.
ve y tierno arrullo.

lli 48 49
11 .: ll¡,�
1 _
Se escuchó la voz de su madre que suele tirarme lejos para más tarde tener
gritaba desde la cocina: que buscarme debajo de sillas y mue­
-¿Eres tú, Pepe? ¿Encontraste lá­ bles.
piz negro? Cuando tiene prueba sufro la pér­
El silencio por respuesta la motivó dida de mi cubierta amarilla, ya que
a seguir diciendo: Pepe afligido me pone entre sus dientes
-Termina enseguida las tareas, tratando de encontrar respuesta a todo
mira que luego te serviré el almuerzo y lo que ignora por falta de dedicación y
no quiero que llegues atrasado. estudio.
Pepe, entre tanto, buscaba afanoso Hoy he estado pensando que po­
en el baño un arma de doble filo llama­ dría escribirle una nota a Pepe explicán­
da "hoja de afeitar", algo horroro­ dole qué bellas copias podríamos hacer
samente peligroso para un niño. juntos si él se aplicara un poquito. Tam­
Vino hasta la mesa, me tomó entre bién podríamos lucirnos en Matemáti­
sus manos e intentó sacarme punta. La cas con unos números bien hechos. El
verdad es que sólo consiguió herirse un cuaderno de Castellano estaría limpio y
dedo y dejarme muy feo. sin borrones si Pepe no hiciera las tareas
Pepe tuvo que ir donde su mamá a a última hora.
mostrarle la mano; ella, después de cu­ Me gustaría decirle que yo lo quiero
rarle el dedito, lo reprendió por no sa­ mucho y aunque cada vez estoy más vie­
ber dónde tenía su sacapuntas y por jo, más pequeño y descascarado podré ser
haber desobedecido al usar la hoja. reemplazado por otro lápiz que hará
Así se inició mi vida con Pepe. todo lo que un buen alumno quiera.
Siempre apurado con sus tareas, se enoja Pepe, ¡qué cosas tan hermosas po­
cuando las cuentas no le salen bien y dríamos hacer juntos si tú planificaras

50 51
tu tiempo, trabajo y juegos! El bien de la alegría
Ahora amigo, lávate bien las
manitos, guíame por la blanca hoja de
tus tareas de estudiante responsable. De­
mos paseos curvos o rectos por �u hoja
de dibujo o hagamos un tema libre e �
bellos trazos que vendrán a colorear mis
primos, los lápices de colores. ExISTIÓ UNA vez en un lugar
Si te gusta dibujar cuando grande muy lejano un pueblo conocido como
podrás conocer a toda mi familia: los Pueblo de la Amargura.
primos de cera, los tíos de pasta y de Las casas eran de color gris con te­
tinta, hasta llegar a mis más lejanos Y chos negros, no había luz eléctrica, nadie
sofisticados parientes con los que traba­ se preocupaba por los árboles, ni siquie­
1 1 jan los dibujantes técnicos, pintores,
publicistas y arquitectos.
ra de la limpieza y hasta el cielo era de
un azul tan pálido que no tenía ningu­
na belleza.
Por la noche la luna aparecía tan
nubosa que apenas se percibía el brillo de
las estrellas.
Las personas eran muy calladas.
Jamás se oía alguna conversación, la risa
de un niño o alguna melodía.
La gente vestía ropas oscuras y des­
arregladas. Hasta las flores habían per­
dido sus colores; las mariposas casi no

1¡ 53
52
llegaban por allí por la falta de atracti­ Todos creyeron que se había vuelto loca
vo y los árboles albergaban entre sus y no quisieron escucharla.
tristes follajes sólo algunos silenciosos Lo que ocurría es que Anita había
niditos. soñado con un respetable anciano que
Las tres lagunas que se encontra­ le confió la forma de sacar al pueblo de
ban a ambos extremos y en el corazón la oscuridad.
mismo del pueblo eran descoloridas y Al principio Anita sintió un poco
tan poco ruidosas como todo lo que ha­ de temor. Solo tenía diez años y aquella
bitaba allí, algunas ranas calladas e era una gran empresa. Pero luego, re­
insipidas, tenían su hogar en el centro cordando la forma en que el anciano la
de ella. miró para entregarle confianza, se sintió
Dos enredaderas que una vez ha­ más segura y estuvo dispuesta.
bían sido el orgullo del viejo puente es­ Entonces comenzó a ir casa por
taban desprovistas de hojas y flores y casa enseñándole a la gente cómo recu­
toda su presencia eran unas cuantas ra­ perar la alegría.
mas secas. Siguiendo sus indicaciones, cada
Pero había una pequeña, Anita se lla­ habitante salió a buscar una golondrina
maba, que parecía ser la única en todo el lo más blanca que encontrara. Ponién­
pueblo que añoraba la alegría, la belleza, dola entre sus manos, cada uno le contó
el brillo de los astros y los bellos colores a la suya cuáles eran sus pesares y a
de la naturaleza. medida que los pajarillos oían las que­
Cada noche al acostarse pensaba y jas de los apesadumbrados vecinos, su
pensaba qué podía hacer para ayudar a color se volvía más oscuro, hasta casi
su pueblo. ennegrecer.
Un día Anita amaneció radiante. Cuando el día llegó, las golondrinas

54 55
volaron buscando el sol en otras latitu­
des. Ese día el cielo se vio completamen­
te sombrío.
Sin embargo, a medida que pa­
saban los días, todo parecía volverse
brillante y recuperar su color. Las gentes
se veían menos serias y más dispuestas.
Cuando llegó la época del re­
torno de las golondrinas a las lagunas
aledañas, el paisaje se dibujaba com­
pletamente nítido y el cielo se plagó de
nubarrones blancos.
Cada uno de los amargaditos, que
así se les había llamado a los habitantes
del pueblo, volvió a tomar una pequeña
ave y le contó sus preocupaciones, per­
diendo poco a poco el avecita su bello y
puro color.
Volaron otra vez los pájaros lle­
vándose entre su plumaje las amarguras
del pueblo y retornaron blancas en la
siguiente estación.
Así, en tres migraciones seguidas,
pasando del blanco al negro y vicever­
sa, las aves trajeron la luz, la alegría, el

57
color y el entusiasmo al pueblo. Un niño solitario
Cuando todos los habitantes cam­
biaron su actitud de amargura por en­
tusiasmo, los árboles se vieron verdes y
brillantes y la luna fue redonda y nítida,
el sol de un amarillo-anaranjado inten­
so, el azul del cielo fue casi tan intenso
como el de las lagunas, donde llegaron a pABLITO ERA un muchachito
vivir garzas hermosas. Al tiempo que las de solo nueve años. Vivía en la alta cor­
enredaderas del puente, que estaban a dillera de la zona central. Una casa de
muy mal traer, florecieron para sorpresa piedra pobre y sombría y una madre tan
de todos. silenciosa como sencilla era todo lo que
Esa fue la última pincelada de os­ Pablito podía llamar "mío".
curidad que se llevaron las golondrinas. Desde que el sol se levantaba hasta
Entonces el Pueblo de la Amargura que se acostaba, el niño se dedicaba a cui­
cambió su nombre por el de Pueblo de la dar las pocas ovejas y cabras que poseían.
Alegría. Mientras estas pastaban, Pablito
vigilante y solitario, se parecía tanto a
la tierra, dura, fría, clara, limpia y fresca
de su lugar.
Parecía que sus días eran todos
igualitos; levantarse, vigilar el pastoreo,
comer y dormir; pero la verdad era que
Pablito poseía todo un mundo conocido
solo por él.

59
58
Cada mañana, al llegar al lugar del los animales, le contó del silencioso
pastoreo, una amplia extensión de tie­ buey, tirando siempre arados y carretas,
rra verde y de regular relieve, Pablito se prestando un gran servicio al hombre.
'1 sentaba en una piedra muy limpia y bri­ Le habló de los nutritivos alimentos que
entregan algunos como las vacas, cabras
llante de tanto ser pulida sin querer por
los raídos pantalones del niño. y cerdos. También mencionó al caballo,
Un día puestas sus manos al aire a dispuesto siempre al transporte y a la
1 la altura de sus rodillas, su cuerpo ilu­ carga; del mismo modo le habló de la
minado de costado por el sol, el niño fidelidad y compañía que sus congéne­
descubrió la magia de las sombras. res brindan a los hombres.
Primero fueron sólo dos manos gran­ Rojito, el pajarito de alas siempre
des que lo asustaron un poco. Luego, el abiertas, le explicó la grandeza de la
simple movimiento, la superposición de naturaleza, del amor del Creador que
ellas, el giro, fueron dando vida a pájaros todo lo puso al alcance de grandes y
y figuras, amigos, pequeños y desconoci­ pequeños, y de cómo cada ser tiene un
dos que con el tiempo llegaron a tener espacio en la Tierra y una misión que
nombres, cualidades y defectos, hasta con­ cumplir.
figurar personajes que iban llenando el Cuac, el pato, lo ilustró acerca del
aparente mundo vacío de Pablito. mundo maravilloso de quienes viven
Las conversaciones que sostuvo bajo el agua: peces, caracoles, pequeños
con el gigante enseñaron a Pablito que crustáceos y plantas submarinas.
la fuerza física sólo es útil cuando se tra­ Monín, una especie de fantasma,
ta de hacer cosas buenas. le contó que el miedo es parte de la ima­
Negro, el perro de hocico largo y ginación de nosotros mismos y que solo
puntiagudo, le habló de la bondad de debemos temer hacer mal a otros seres.

60 61
Rurru, la bella paloma, le contó co­ El día de Educación Física
sas de la ciudad. Del tremendo y molesto
ruido que hacían los vehículos, de los
graves problemas de salud que tenían
los habitantes por haber descuidado el
beneficio del aire puro y lo que era peor
aún, que las personas no se preocupaban
de sus semejantes y que había muchas
cosas que corregir para hacer de las ciu­
E sA MAÑANA don Mariano, el
profesor de Educación Física, llegó como
dades lugares buenos para los niños. siempre sonriente y lleno de energías a
Y Pablo, un niño un poco más alto
entregarnos su clase de gimnasia tan en­
que él y que tocaba la flauta tan bien tretenida y alegre. Estábamos esperán­
como Pablito, le conversó de sus sueños dolo desde temprano y bien dispuestos.
y del amor a su madre. Del encanto de Al pasar don Mariano por los ca­
esos parajes, algo pedregosos pero don­ marines escuchó una conversación, que
de las cabras y ovejas nunca pasaban más parecía la hiriente burla de un
hambre; donde su único amigo era el alumno a su compañero de curso.
eco, respondiendo a su nombre como Éste era el diálogo:
nadie, donde el silencio hacía posible oír -¡Qué bonito te dejó el buzo tu
el encanto de los pajaritos y el susurro mamá!, con esos parches que le puso en
del viento, donde el frío era saludable y las roturas, quedaste muy a la moda.
la lluvia traía cantares de ilusión y don­ -El buzo está muy bien todavía y
de naturaleza y hombre gozaban juntos, así, arreglado, puedo usarlo un tiempo
disfrutando ambos la dicha de existir. todavía.
-Claro, claro, ¿no te digo que te

62 63
quedó muy bonito? Vengan a ver el buzo
que tiene René, es muy moderno.
A René se le pusieron los ojos brillan­
tes, estaba muy herido pero contuvo el
llanto.
Los demás niños, sin darse cuenta
del daño que hacían, se reían a carcaja­
das; otros aplaudían tal vez para darle
más ruido al asunto.
Don Mariano muy tranquilo se
puso en medio de todos. Traía una bol­
sa con toallas y sin decir nada especial
sobre lo que había escuchado les orde­
nó quitarse toda la ropa y cubrirse sólo
con una toalla. Una vez que estuvieron
listos se sentó en un taburete en frente
de ellos y mirándolos fijamente, les dijo:
-Mírense, vean que si se quitan las
toallas todos estarán absolutamente
iguales en apariencia, serán unos niños
desnudos solamente. Ahora bien, quie­
ro que entiendan esto de una vez y para
siempre: todo lo que llevan las perso­
nas encima no les hace cambiar en nada
su interioridad. Se pueden ver mejor o

64
1 !
peor, pero eso no significa mucho. Lo El chanchito de greda
que realmente vale en las personas está
muy adentro. Algunas tienen un fondo
de oro y otras hasta llegan a tenerlo feo
y tan oscuro como el carbón.
Y siguió diciendo:

C uANDO CUMPLÍ ocho años


-Lo que las personas valen se
puede medir en sus actitudes; según
esto ustedes no estarían teniendo un mi abuelita me regaló una alcancía. Era
fondo muy valioso. Espero que me ha­ un pequeño chanchito de greda.
yan entendido y no juzguen jamás las La verdad es que no me llamó la
apariencias en una forma tan ligera, ni atención mayormente, a pesar de que mi
las buenas ni las malas. Y recuerden, la ·abuelita me habló del beneficio que sig­
sencillez de las personas en sus vesti­ nificaba ahorrar.
mentas debe ser una señal que merece Mi mamá ordenó, al día siguiente
todo nuestro respeto. de mi cumpleaños, mi pieza y mis ju­
Ese día la clase tuvo algo muy guetes y colocó el chanchito sobre mi
especial; reímos menos, es cierto, está­ armario.
bamos algo incómodos y nos sentíamos Pasó bastante tiempo y yo ni siquie­
inquietos. ra había puesto una moneda en la alean-
Lo que había pasado llegó profun­ cía.
damente a nuestros corazones. En septiembre mi hermanita enfer­
mó; debió ser llevada al hospital y una
vez que salió de allí todavía tuvo que
estar mucho tiempo en cama.

66 67
Cada día después de mis clases veces no me costaba. Incluso, cuando se
iba a sentarme a su lado y conversába­ trataba de una moneda grande, pensa­
mos y jugábamos largo rato. Una vez ba primero en cambiarla y depositar en
me contó que lo que más deseaba en el la alcancía sólo una parte. Por suerte, mi
mundo era una muñeca que abriera y cariño por mi hermana podía más que
cerrara sus ojitos. No se lo había dicho mi egoísmo.
nunca a nadie, pues nuestros padres no ¡Cuántas veces tuve la lucha entre
eran personas adineradas y ya tenían pensar en mis propios deseos y dejar los
bastante con el gasto de su enfermedad. de mi hermana para después!; pero al
Esa noche pensé mucho en el de­ llegar a casa y correr hasta su habitación,
seo de mi hermanita. Después de un rato su rostro sonriente y la enorme pacien­
de no poder dormir me propuse tratar cia con que tomaba su enfermedad día
de ayudarla, pero... ¿cómo? Entonces vi tras día, sus odiosas medicinas y todas
mi chanchito. ¡Ya lo sabía! las indicaciones que recibía del doctor,
Pondría cada moneda que llegara me daba una lección insuperable.
a mis manos dentro del chanchito, sa­ Una tarde mi corazón saltó de ale­
crificando dulces y otras cositas que a gría; mi chancho estaba casi llenito y aún
veces compro sin necesidad. faltaba para la Navidad bastante tiem­
Al poner la primera moneda, el po. E s a noche soñé que rompía el
sonido que produjo el metal al chocar chanchito para sacar las monedas y, al
contra la greda me pareció como una contarlas no me alcanzaba siquiera para
campanita de esperanza para la ilusión comprar la mitad de la ansiada muñe­
de mi hermanita. quita.
Cada vez que podía echaba una Seguía con empeño poniendo mis
moneda a mi chanchito. No crean que a moneditas de ahorro; algunas que me

68 69
regalaban mis tías o una vecina cuando El tesoro
le hacía unas compritas. Parecía que mi
chanchito crecía junto con mi entusias­
mo. Yo echaba y echaba y él recibía y
recibía.
Cuando llegó la tan esperada No­
chebuena de ese año, a pesar de la pena
de tener que romper mi chanchito, saqué L A PRIMERA noticia que tuve
las monedas, las conté y dos milagros del viaje fue lo que oí a mamá contarle
tuve en mis manos: la suma era mayor de a mi abuelita.
lo que yo necesitaba y mi chanchito, roto Yo partiría a la montaña en busca
en grandes pedazos, se pudo reparar. de un tesoro. Desde ese momento todo
El recuerdo de esa Navidad es el fue inquietud y entusiasmo.
mejor que tengo de mi niñez. Papá y mamá hablaban mucho del
Todo lo que la abuelita me habló gran suceso. Había tantas cosas que pre­
del ahorro como beneficio era cierto; parar, que comprar. Iba a necesitar una
pero ni ella pudo imaginar la dicha en larga lista de materiales y de implementos.
los ojos de mi hermana cuando vio que En una oportunidad los abuelitos
la muñeca vestida de rosa que tenía en vinieron a visitarme y me trajeron unas
sus brazos, podía abrir y cerrar los suyos. hermosas medias deportivas. Al des­
pedirse cada uno con un gran beso me
desearon que de principio a fin mi de­
dicación y esfuerzo fuesen los mismos y
que disfrutara profundamente de todo:
del descanso, el juego y el deber.

70 71
El equipo estaba listo, en orden y Papá dijo:
reluciente. Y llegó el gran día. Me levan­ -No te preocupes, el tesoro no te
té muy temprano con la ansiedad propia ocupará lugar.
de quien espera algo desconocido. Tomé Y mamá agregó:
desayuno muy apurado, a pesar de te­ -Ve con confianza.
Pasó el tiempo y también muchas co­
ner todavía tiempo de sobra. Pregunté
sas. Algunos de mis compañeros se que­
la hora un montón de veces, inquieto,
daron para siempre en los campamentos
hasta que mi padre tomó mi bolso y
de descanso que se formaban cada diez
mamá la pequeña maleta plástica que meses. Otros enfermaron y permanecie­
contenía alimentos y la puerta se abrió ron con cuidados por lo que avanzaban a
de par en par ante nosotros. paso más lento.
Una vez llegados al lugar fijado Conocí a mucha gente durante el re­
para la partida, papá muy serio me dio corrido, algunas de las cuales me enseña­
un abrazo diciendo: ron cosas que me servirían toda la vida.
-Estás al pie de la montaña; pue­ Ellos serán para mí personajes inol­
de que a veces el ascenso no sea fácil, vidables.
pero tú eres un niño saludable. Si te ali­ En ocasiones el ascenso era realmen­
mentas bien y cumples con tus trabajos te pesado y requería mayor esfuerzo. Un
no tendrás ningún problema. ritmo fuerte con constancia, dedicación y
optimismo.
Mamá me besó algo emocionada.
Participábamos en muchas activida­
-Cuídate, mi amor, no te vayas a
des entretenidas: juegos, competencias,
dar un golpe feo. Obedece y sé buen niño.
conversaciones. Al poco tiempo aprendí
Tras caminar unos pasos me volví a tocar la guitarra y luego la flauta. En tar­
y pregunté: des de reposo y silencio conocí a Jesús a
-¿En este bolso cabrá el tesoro quien jamás dejé atrás en mi camino o, más
que voy a traer?

72 73
bien, Él nunca me abandonó desde La biblioteca del pueblo
que nos hicimos amigos y fue Él quien
consoló mis penas, me fortaleció en los
tropiezos y me condujo con su mano
hasta el final.
Queridos amiguitos, han pasado
años desde que llegué con mis padres
al pie de la montaña y aún me queda
tesoro por recoger. Siempre les agrade­ S ENTADO E N u n pequeño
ceré el haberme dado la oportunidad banquito al sol a las tres de la tarde
de iniciar este viaje. ¡Cuánta razón tenía dormitaba don José, un viejecito de pelo
mi padre al decirme que el tesoro no blanco y ajado ropaje cuyas pequeñas y
ocuparía lugar en mi equipaje!, puesto arrugadas manos sostenían un hechizo
que el conocimiento que he adquirido bastón de madera.
está dentro de mí: tanta riqueza que se Don José era muy conocido en
obtiene a través de la vida en el contacto
su pueblo por su simpatía y bondad,
con compañeros, profesores y amigos.
pero sobre todo por ser un hombre de
Sí, empezar a ir al colegio es como
ponerse al pie de una montaña y cada gran saber, como solía comentarse. Pa­
día con esfuerzo, perseverancia y alegría saba varias horas de la mañana y otras
caminar hacia lo desconocido como en tantas de la tarde sentado frente a una
una maravillosa aventura. envejecida mesa de roble leyendo textos,
Al final del camino cada uno po­ documentos y literatura en general.
drá evaluar su tesoro y ojalá que nunca, Había leído cuanto llegó a sus
ningún niño del mundo, se sienta con manos de la historia de la patria; conocía
las manos vacías. muy bien la geografía y la hidrografía
le apasionaba. Podía decir en cuestión

74 75
de segundos una buena lista de ríos Parecía que a nadie le importaba saber
navegables, el lugar exacto de su naci­ mucho o poco.
miento y la desembocadura con toda Don José mismo era como una biblio­
precisión. Podía hablar largas horas de teca pública, a donde todos podían ir a
países conocidos y otros casi extraños. consultar o pedir ayuda fácilmente. El ve­
Cada día, cuando el agradable nerable anciano no podía comprender
aire perfumado, tan propio del campo cómo no les molestaba su ignorancia,
nuestro, refrescaba el atardecer, los ni­ cómo no sentían la necesidad de saber más
ños del pueblo iban a sentarse junto al cada día, por qué no descubrían la mara­
corredor de la antigua casa de don José, villa de conocer el universo que los envol­
quien incansablemente les hablaba de vía, los acontecimientos históricos, los in­
las maravillas del mundo y respondía, ventos, las ciencias, la música; en fin por
sin molestarse jamás, todas las pregun­ qué no entraban al fabuloso mundo del
tas de los pequeños. saber.
Don José había intentado junto a Al cabo de un tiempo, largo por
algunos vecinos del pueblo formar una cierto, cuando muchos de los peque­
biblioteca, incluso había escrito muchas ñuelos que se sentaban a oír sus tan in­
veces a las aut9ridades para solicitar su teresantes relatos, crecieron y fueron jó­
colaboración. El estaba dispuesto a do­ venes capaces de comprender el grado
nar todos sus libros, recortes de diarios de conocimiento que tenía don José,
y revistas, y cuanto material poseía para hubo algunos que motivados por la sa­
este fin. biduría y felicidad que tenía el anciano,
Sin embargo, pasaban los años y empezaron a seguir sus pasos.
don José no conseguía su soñado objeti­ Don José les abrió las puertas de su
vo y el pueblo y la vecindad seguían en modesta casa y fue como si una luz des­
su marcha de costumbres campesinas, conocida se encendiera en sus ojos y en
sin alterar su ritmo de labranzas, trillas,
crianza de aves y animales, hilados, etc.
sus mentes.

76 77
El tiempo no había pasado en vano El primer volantín
y aquellos estudiosos muchachos llega­
ron a ser buenos profesionales y una vez
que estuvieron en pleno desarrollo de
sus actividades, acordándose de lo que
don José les había enseñado, decidieron

GABRIEL ESTABA muy agita­


hacer algo por su pueblo.
Así fue como se construyó la biblio­
teca. Don José ayudado de ambos bra­ do, con sus pequeñas mejillas enrojeci­
zos caminó despacito y subió los cuatro das por la emoción. Tanta era la inquie­
escalones de la entrada para llegar di­ tud que llevaba el pelo revuelto sobre la
rectamente al salón principal, donde se frente de tanto pasarse los dedos entre
celebraba la ceremonia de inauguración. los cabellos.
La sencilla biblioteca contaba con todo Su abuelo, mientras tanto, con
el material recopilado por el octogena­ enorme paciencia y cuidado, ponía cada
rio don José, quien por supuesto fue el uno de los finos palillos de madera que
principal orador del acto. Sus palabras iban a dar forma y solidez al primer
alcanzaron el corazón de vecinos y visi­ volantín del pequeño.
tantes. El viejecito sencillo, curvado por Gabriel daba vueltás alrededor de
los años, poseía no sólo erudición, sino la mesa donde el abuelo trabajaba y sus
la sabiduría de quien ha sabido recono­ grandes ojitos parecían abrirse aún más.
cer y entregar lo verdaderamente valio­ -¿Faltará mucho? -se pregunta­
so: el saber. ba y corría hacia la ventana para ver si
En el lado derecho del flamante edi­
todavía corría el viento que había moti­
ficio una brillante placa de bronce ins­
vado al abuelo a confeccionar el mágico
cribía: Biblioteca José Hermosilla Palma.
pájaro de papel.

78 79
Cuando por fin el anciano levantó Cuando llegaron al cerro se inició
entre sus manos la obra terminada, Ga­ la ceremonia. El abuelo pidió al niño
briel apenas podía controlar su corazón. que se colocara enfrente de él, puso el
El volantín estaba formado por volantín entre sus manos y abriéndole
dos cuadrados verdes y dos cuadrados los bracitos le explicó cómo debía alzarlo
rojos, colocados en sentido opuesto y al momento que se lo indicara. Al tercer
por varios tirantes cuidadosamente me­ intento, el volantín empezó a subir y
didos. La cola, hecha de una pequeña subir.
tira blanca que sacó la abuelita quizás El niño levantó su carita hacia el
de dónde, fue el detalle que culminó la cielo maravillado por cuanto sucedía.
obra. Entonces el abuelo lo llamó y Gabriel
Se abrió la puerta de la casa y el corrió a su lado. El hilo apenas se veía,
abuelo salió con el volantín sujeto con sin embargo el niño sabía que el movi­
mucho cuidado y con el carrete de hilo. miento que hacía el abuelo con su mano
Gabriel caminó detrás de su abuelo sin daba impulso al cruzado verde-rojo,
saber qué pasaría a continuación. cada vez más pequeño. El abuelo dejó
Al llegar a la reja el anciano guar­ el carrete en el suelo y tomando la mano
dó el carrete en el bolsillo y tomando al del nieto le entregó el hilo. La sensación
pequeño de la mano le dijo: que tuvo Gabriel fue casi inexplicable.
-En marcha, iremos hacia el cerro Tan fantástico era lo que estaba ocu­
a encumbrarlo. rriendo que reía a cada segundo con
Gabriel caminó todo el tiempo en más entusiasmo.
La emoción llegó al máximo cuan­

1
silencio. Cogido de la mano de su abuelo
se sentía seguro y querido. do el abuelo propuso mandar le una
1

carta al volantín.

80 81
Sacando un pequeño papel y un
descascarado lápiz que siempre tenía en
el bolsillo de su camisa, el anciano es­
cribió: "amigo volantín, tú que estás más
cerca del cielo que nosotros, dile al Buen
Padre Dios que cuide mucho a mis pe­
queños nietecitos".
La nota fue puesta en el hilo y como
por arte de magia empezó a subir hasta
tocar la cola del cometa. El viento se
había agitado con el atardecer y el vo­
lantín danzaba en grandes giros en el
aire.
A lo lejos, conversando entusiasma­
dos, se ve venir a Gabriel y al abuelo,
trayendo en la mano derecha el trofeo
de papel y en la mano izquierda su más
preciado tesoro: la sonrisa del pequeño.
Esa tarde aparecieron en el cielo los
más hermosos arreboles que hayan vis­
to los ojos; todas las tonalidades del rosa
y el azul teñían el horizonte con belleza
infinita.

83
Índice

El pollito cantor 7

Bondi 11

Fiesta en el álamo 17

· El ratón Manuelito 23

La caja de juguetes 29

El día que se durmió el Sol 35

La chinita Naty, una historia verdadera 39

Blanquita 43

El lápiz de Pepe 49

El bien de la alegría 53

Un niño solitario 59

El día de Educación Física 63

El chanchito de greda 67

CI tesoro 71

l .11 bib lio teca del pueblo 75

J '/ ¡ 1 r i11ll'r volantín 79

Hll

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