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Tema 7

AMÉRICA LATINA

DEMOCRACIA Y DESARROLLO EN AMÉRICA LATINA


A pesar de su gran heterogeneidad, pueden señalarse unas características generales para el conjunto de los
países latinoamericanos, cuya evolución contempla vectores muy semejantes a los largo de los últimos veinte
años. Políticamente, los sistemas autoritarios y dictatoriales de las últimas décadas dejaron paso a regímenes
democráticos, aún con limitaciones y tensiones que no permiten considerarlos plenamente consolidados. En
el campo económico, tras el retorno a la ortodoxia de las instituciones financieras internacionales y la
liberación económica en los 90, los años 2000 supusieron una vuelta a tentaciones intervencionistas y
proteccionistas, en parte por el fracaso de las experiencias liberales anteriores. Este último ciclo se
caracteriza por la reiteración de las crisis y el mayor crecimiento del conjunto de las economías
latinoamericanas, gracias al incremento de los precios de las materias primas. Las dos últimas décadas las
sociedades de la región se han visto transformadas de forma acelerada, destacando en sus aspectos menos
favorables el incremento del proceso urbanizador, la profundización de las diferencias sociales al agravarse
el diferencial de riqueza o la ruptura de las raíces tradicionales y la aculturación. Al mismo tiempo se ha
producido un salto cualitativo en todos los niveles educativos, se ha incrementado considerablemente del
papel de la mujer y han descendido los prejuicios étnicos.

La democracia en América Latina

La oleada democratizadora

La pervivencia del Estado de derecho en la región fue difícil a lo largo del siglo XX, alcanzando su peor
situación a mediados de los años setenta en que existían en América Latina una amplia variedad de
regímenes autoritarios y dictatoriales. Respondiendo a dinámicas internas, a lo largo de los años ochenta, se
produjo un cambio de tendencia que posibilitó la emergencia de Gobiernos democráticos. La expansión de la
democracia en América Latina se insertaría mediante una tercera oleada (Samuel Hungtinton) que comenzó
en la Península Ibérica a mediados de los años setenta, se multiplicó al otro lado del Atlántico a lo largo de
los ochenta y culminó a comienzos de los años noventa en los antiguos países de Europa del Este. En la
mayor parte de los casos el paso de Gobiernos autoritarios a regímenes democráticos se produjo a través de
un traspaso formal de competencias. En ningún país de la región se produjo el cambio de régimen como
consecuencia de revoluciones, levantamientos o golpes de Estado. A pesar de su sincronía, las motivaciones
de la transferencia de poder se debieron a dinámicas internas que impidieron la continuidad de los Gobiernos
militares:
– En los países centroamericanos, se produjeron como consecuencia de una búsqueda de solución al
conflicto armado motivado por la pervivencia de las guerrillas.
– En Brasil fue la propia junta militar la que propició una progresiva transición.
– En Argentina, la humillante derrota en la campaña por la recuperación de las Malvinas motivó el
paso de Gobiernos civiles.
– En Chile, la junta militar chilena presidida por Pinochet, fracasó en su intento de perpetuación en el
poder, propiciando un plebiscito sobre cambios constitucionales que motivó el comienzo de una
transición tutelada.
En el fondo de todos estos procesos se encuentra el impacto de la crisis económica de comienzo de los
ochenta y el cambio de coyuntura financiera mundial que multiplicó los intereses de la deuda. Los sistemas
democráticos se consolidaron a lo largo de los años noventa con el desafío de la recuperación
socioeconómica y el establecimiento de sólidas bases para la profundización de la gobernabilidad
democrática. Sin embargo la región no ha estado exenta de procesos abruptos que han roto la continuidad
institucional. La mejora de la coyuntura económica durante los años noventa y el largo ciclo alcista de la
primera década del siglo XXI han permitido el mantenimiento de la fidelidad ciudadana hacia la democracia,
si bien en las coyunturas de crisis la tentación de búsqueda de atajos en la recuperación ha propiciado el
ascenso de prácticas políticas no siempre acordes con la gobernabilidad democrática.
La oleada populista

En la historia de América Latina es posible encontrar numerosos ejemplos de la utilización de la supuesta


voluntad popular para legitimar a través de cauces no institucionales la ejecución de medidas o programas
que ayuden a transformar una realidad establecida. El populismo es la promesa de satisfacción inmediata de
las demandas sociales por medio de la acción todopoderosa de un líder político. La desconfianza en los
partidos políticos clásicos, la impaciencia ante los procedimientos institucionales y la vinculación afectiva a
un líder carismático son las bases estructurales de su respaldo social. El populismo forma parte inherente en
la vida política latinoamericana y sus prácticas se han extendido a todo el espectro político en la mayor parte
de los países de la región en las últimas décadas. A lo largo del último siglo se han producido tres oleadas
populistas en el subcontinente.
– Antelación a 1930, vinculada a la figura del caudillo decimonónico.
– Mitad del siglo XX, la etapa clásica del populismo latinoamericano, con figuras como Juan
Domingo Perón en Argentina y Getulio Vargas en Brasil.
– Últimas dos décadas, con dos versiones bien distintas. En los años noventa se impuso un
neopopulismo conservador, con políticas económicas neoliberales de influencia noramericana; los
casos más significativos son Carlos Menem en Argentina y Alberto Fujimori en Perú. En la primera
década del siglo XXI se desarrolló un populismo de izquierdas antagónico al anterior, que utiliza un
discurso nacionalista para incrementar el papel del Estado en la economía, crítica a la globalización,
nacionalización de los la explotación de los recursos y empresas estratégicas, ideologización de los
servicios estatales e identificación de un líder carismático con el pueblo; Hugo Chávez en Venezuela,
Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Néstor Kirchner en Argentina han sido los
ejemplos más destacados.
Existen sustanciales diferencias entre las distintas oleadas populistas. Mientras que en las dos primeras fases
el ejercicio del poder de los gobernantes populistas se asentó sobre procedimientos autoritarios, en la más
reciente se han utilizado los procesos electorales libres, estructurando partidos políticos y movimientos
sociales de respaldo y legitimando desde un primer momento su ejercicio del poder por el triunfo de las
urnas. A diferencia del populismo de los años noventa, con prácticas neoliberales, el populismo del periodo
clásico y el de comienzos del siglo XXI ha utilizado planteamientos nacionalistas y autárquicos, oponiéndose
a las tesis generales de la economía de mercado y a las corrientes de integración económica internacional.

El limitado desarrollo económico

Desde finales de los años setenta América Latina entró en la peor crisis de su historia. México y Venezuela,
ambos productores de petróleo dilapidaron los beneficios de su exportación por la especulación, la huida de
capitales y la corrupción de las élites políticas. La crisis afectó plenamente a los países de América Latina
como consecuencia de la elevación de los tipos de interés aplicados a la deuda externa y el fin del ciclo
desarrollista basado en las exportaciones. Los Estados se endeudaron masivamente para pagar los créditos
antes suscritos y para reflotar los créditos privados de empresas que eran nacionalizadas ante su declaración
de quiebra viéndose incapaces de pagar los intereses, por lo que el bloqueo económico fue total. Se generó
un estancamiento generalizado y esta gran depresión ha sido denominada como la Década perdida.
Durante los años noventa se conjugaron políticas económicas que tendían a la homologación con los criterios
de las instituciones financieras internacionales. La liberalización del mercado comercial y laboral, las
reformas fiscales y la privatización de empresas públicas tuvieron un efecto macroeconómico muy positivo.
El aumento de las exportaciones y la reanudación de la entrada de capitales netos posibilitaron una balanza
de pagos más sólida, pero de nuevo dependiente de flujos externos. Esta dependencia exterior y la fragilidad
de las bases sobre las que se sustentaba el crecimiento explican que los indicadores macroeconómicos
positivos fueran alcanzados al mismo tiempo que se sucedían crisis de gran profundidad. En 1994 México
padeció una inesperada crisis que se extendió al resto del continente, el efecto tequila. Las inversiones
norteamericanas y europeas fueron sustituidas por capitales españoles. La caída de los mercados del Sureste
asiático en 1998 que repercutió negativamente en América Latina, también la crisis de 1999 ocasionada por
devaluación de la moneda brasileña. Sin embargo, la más dramática fue en Argentina entre 2001 y 2003 con
el secuestro gubernamental del los ahorros privados (corralito), el fin de la paridad peso-dólar y la quiebra
de numerosas entidades que tuvo un efectos devastador en el tejido industrial, el mercado de trabajo y el
consumo interno. La primera década del siglo XXI fue de gran dinamismo en el campo económico. La
superación de los efectos de la crisis, la rentabilidad de las políticas de reajuste, el mantenimiento de la
inversión exterior, favorecido por la estabilidad institucional, el entorno externo favorable y sobre todo al
incremento del precio de las materias primas, especialmente hidrocarburos y productos alimentarios
produjeron una mejora sustancial. El impacto de la crisis global truncó esta dinámica, contrajo el crecimiento
hasta alcanzar la recesión. Sin embargo, esta crisis encuentra a la región mejor preparada que en décadas
pasadas e incluso países como Brasil, Perú y Chile mostraban el retorno al camino del crecimiento desde el
primer semestre de 2010. A nivel global América Latina tan sólo tiene trascendencia como suministrador de
materias primas y su crecimiento actual está lejos del que sostienen otros países y regiones en vías de
desarrollo. En conjunto su importancia en el mercado global está disminuyendo de forma constante desde los
años setenta. El éxito de las economías de algunos países no puede compensar la pérdida de competitividad e
influencia a nivel mundial de la economía latinoamericana.

Crecimiento demográfico y conflictividad social

Uno de los rasgos más sobresalientes de América Latina ha sido el crecimiento demográfico que ha sido
motivado por el descenso de la mortalidad gracias a la mejora de las condiciones de vida y la mejora de la
sanidad. La población se encuentra muy desigualmente repartida, con altas densidades en el centro de
México, el este brasileño y el estuario del río de la Plata, frente a la práctica despoblación amazónica o del
norte de Chile. El rasgo más significativo ha sido el abandono de las zonas rurales y el crecimiento de las
ciudades, que en casos puntuales han conformado algunas de las megalópolis más grandes delbmundo. Esto
ha tenido consecuencias negativas ante la imposibilidad de atender las necesidades con el resultado de la
ampliación constante de barrios marginales, con una población desempleada o subempleada y con pésimas
condiciones de vida, estallando en ocasiones conflictos sociales y con proliferación de la delincuencia
organizada. La conflictividad social ahonda sus raíces en la oposición campo-ciudad, la diversidad étnica y
cultural, en los altos niveles de analfabetismo y especialmente en el muy desigual reparto de la riqueza.

Procesos de integración

Durante la década de los años noventa se materializaron los procesos de integración económica más
ambiciosos y efectivos de la historia latinoamericana. Desde 1969 persiste la Comunidad Andina de
Naciones (CAN, integrada por Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y hasta 2006, Venezuela) pero con
resultados bastantes parcos. Más alcance tuvo el proyecto de un mercado unificado de Argentina, Brasil,
Uruguay y Paraguay que tomó el nombre de Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Desde 1999 forman
un área sin arancel aduanero, salvo en los sectores del azúcar y automovilístico. A lo largo de la última
década se han profundizado los programas de cooperación y se ha producido una institucionalización de
mayor nivel y desde 2006 cuenta con un Parlamento con sede en Montevideo. Venezuela solicitó ese mismo
año su integración, Bolivia comenzó los tramites de incorporación al año siguiente y los países de la CAN y
Chiles son miembros observadores. En la primer década del siglo XXI los gobiernos del subcontinente
lanzaron el proyecto más ambicioso de cooperación e integración, la Unión de Naciones Sudamericanas
(UNASUR), vertebrando un espacio geográfico muy definido y muy variado social y económicamente que
presenta la necesidad de una urgente cooperación supranacional que ayude al establecimiento de
instituciones fuertes y responsable que garanticen la gobernabilidad y el desarrollo de la región. Ninguno de
los doce países ha querido quedarse al margen de este proyecto. La creación y el desarrollo de UNASUR es
fruto de cambios estructurales en las políticas exteriores nacionales y las relaciones internacionales de
Suramérica. Emerge una agenda que prioriza las dimensiones sociales, políticas y de seguridad centrando los
aspectos económicos en los campos de la energía y las infraestructuras. UNASUR visualiza una unidad
geográfica muy definible y con gran homogeneidad. Este proyecto coincide con un ciclo político inaugurado
por nuevos Gobiernos de izquierdas y con liderazgos regionales que promueven una mayor autonomía de la
región frente a EE.UU. La capacidad de actuación de la que ya ha hecho gala UNASUR en la gestión de
crisis parece haber relegado a un segundo plano a la OEA y evidenciado el liderazgo brasileño en su seno.

La geopolítica latinoamericana

Tradicionalmente la geopolítica latinoamericana ha tenido dos vectores fundamentales: el indiscutible


liderazgo estadounidense y la percepción de desconfianza de un país sobre las capacidades de su vecino. A lo
largo de la primera década del siglo XXI la geopolítica suramericana se caracterizó por las notables
ausencias de actuación estadounidense ante los acontecimientos que protagonizaron algunos países y la
incidencia sobre las relaciones suramericanas de proyectos antagónicos de proyección exterior. Pero por
encima de todo ello, se evidenciaron tres dinámicas estructurales que fundamentaban las agendas exteriores:
la primacía de las políticas bilaterales, más allá de los esfuerzos de integración, la pervivencia de las
referencias tradicionales, persistiendo la apreciación del vecino como principal amenaza potencial y el
incremento sustancial de las tensiones bilaterales y el aumento de los presupuestos de defensa. La
disminución del interés de EE.UU. en la región ha propiciado a un cambio de correlación de fuerzas
regionales, emergiendo proyectos alternativos de proyección exterior y dando lugar a políticas activas de
captación de intereses. Brasil, Argentina,Chile, Colombia y Venezuela, se disputan el liderazgo regional si
bien la actuación más sistemática, coherente y convincente es la de Brasil. Los proyectos de cooperación
interestatales más ambiciosos fueron auspiciados por Brasil que sin embargo, mantiene una política de
negación ante concesiones de soberanía. Los elementos más innovadores y a la vez más desestabilizadores
son la vocación de expansión continental de la revolución bolivariana, lanzada por Hugo Chávez y la
creciente articulación política de las poblaciones indígenas autodenominadas “pueblos originarios”. El
alcance de estas transformaciones está en relación directa de las capacidades nacionales y la ambición de las
políticas exteriores y de defensa. Las políticas exteriores de mayor proyección en el conjunto de América
Latina han sido las de Venezuela y Brasil, con la gran diferencia entre sus objetivos prioritarios, mientras
Brasil buscaba mercados, Venezuela buscaba aliados. El tercer proceso en marcha es el indigenista, que ya
alcanzó el poder en Bolivia y cuenta con apoyo sustancial en Perú y Ecuador.

Inseguridad y crimen organizado como amenazas de la gobernabilidad

En América Latina no se ha producido una verdadera reforma en la concepción estratégica y en las políticas
de seguridad y defensa. La principal razón de esta permanencia es la persistencia de unas amenazas
tradicionales. Los conflictos tradicionales pueden surgir con fuerzas a consecuencia de disputas territoriales.
El nacionalismo irredentista ha sido siempre utilizado como instrumento de vertebración interior y su alto
valor como arma política puede resultar muy útil en coyunturas de crisis. En manos de líderes populistas es
manejado habitualmente en el discurso y puede ser la salida ante una situación compleja. En la actualidad las
reclamaciones territoriales mantienen tensiones que pueden ser utilizadas para los mismos fines. El final de
los gobiernos autoritarios explica el nuevo ascenso de las tensiones bilaterales, se cambió el discurso de
enemigo interno por el de enemigo externo y este era el vecino más cercano. Las principales amenazas a la
seguridad en América Latina son la amenaza terrorista que proveniente fundamentalmente de la antigua
guerrilla reconvertida en cartel del narcotráfico y de las grandes organizaciones transnacionales de
delincuencia organizada y la descomposición institucional susceptible de degenerar en Estado fallido, como
lo muestra la cruda realidad de Haití y el incremento de las muestras de incapacidad institucional para frenar
la inseguridad y la acción del crimen organizado. Mientras, en Bolivia crecen las tensiones regionales y
étnicas. El conjunto de América Latina padece unos extraordinarios niveles de inseguridad, en buena parte
motivados por una delincuencia común organizada transnacionalmente, dedicada al tráfico ilícito de todo
tipo de bienes. Las riquezas generadas de estas actividades insertadas en el mercado financiero tiene como
consecuencia el incremento de la corrupción de las instituciones y el aumento de la ingobernabilidad estatal.
El combate al crimen organizado y los tráficos ilícitos ha dejado de ser una misión policial exclusiva en
América Latina, para centralizar buena parte de la actuación de las Fuerzas Armadas. El problema está
extendido por toda la región y en Brasil y México los cárteles monopolizan la introducción de cocaína y
heroína a EE.UU. con unos beneficios que les permite sostener amplias redes clientelares y corromper las
instituciones, El crimen organizado y el narcotráfico se han convertido en una amenaza directa a la seguridad
de todo el continente.

TEMA 9
LA DIVERSIDAD DE EUROPA

La Unión Europea (UE) es una experiencia de integración única en el mundo, pero sigue estando compuesta
por un conjunto de Estados soberanos que mantienen su propia identidad cultural y política.

Alemania desde la unificación


La reunificación de Alemania y la reunión de las dos Europas escindidas durante la Guerra Fría dibujaron
una nueva realidad continental. Utilizando como base su sólida economía, la eficaz diplomacia consiguió
reaccionar rápidamente a los sucesos del Este y tomar la iniciativa para realizar la unificación con la que
pasó a ser el corazón de Europa. El proceso de reunificación fue muy rápido, de mayo a septiembre de 1990
una serie de tratados bilaterales prepararon los cambios constitucionales, económicos y sociales para la
incorporación de la RDA a la RFA el 3 de octubre de 1990, 11 meses después de la caída del muro. La
Alemania reunificada por su mayor demografía, su ubicación geográfica y su gran desarrollo económico
pasó a ejercer un claro liderazgo dentro de una Europa inmersa en un proceso de transformación institucional
y política. La fortaleza alemana tuvo mucho que ver en las transiciones hacia la democracia de los países del
Este y la apertura de negociaciones para la integración en la UE. Las diferencias socioeconómicas entre
ambos lados del muro fueron más difíciles de solventar que los obstáculos constitucionales o de influencia
exterior. Mientras los alemanes occidentales manifestaban su preocupación ante el precio económico que
suponía la anexión, los ciudadanos de la antigua RDA denunciaban la falta de solidaridad y la permanencia
de prejuicios. A pesar del alto coste económico, la mayor parte de la población respaldó la decisión política.
1. Helmut Kohl (CDU, 1982): es necesario reconocer el liderazgo ejercido por el gobierno de Helmut
Kohl que había alcanzado el gobierno en octubre de 1982. En 1989 Kohl era uno de los principales
líderes europeos y su gestión en la unificación le consagró definitivamente. La Democracia
Cristiana (CDU) venció en las primeras elecciones de la nueva Alemania, en diciembre de 1990, y
Kohl inició su cuarto como canciller, el más complicado hasta la fecha a consecuencia del estallido
de la crisis económica, con un crecimiento negativo del -2%, el crecimiento del desempleo, y las
críticas a la nueva política exterior (por primera vez desde la IIGM, soldados alemanes participaban
en misiones en el exterior.). Las muestras de recuperación y creación de riqueza previas a las
elecciones de octubre de 1994, junto a la mala campaña del Partido Socialdemócrata (SPD) le
permitieron volver a imponerse. La quinta legislatura del gobierno Kohl se caracterizó por un mayor
protagonismo de la política exterior, las dificultades para cumplir los requisitos de su incorporación a
la nueva moneda común, el euro, y la salida a la luz de escándalos que minaron la popularidad del
canciller. Su voluntad de persistir en el cargo hizo que en las elecciones de septiembre de 1998 con
un discurso innovador y un nuevo líder, Gerard Schroeder, el Partido Socialdemócrata (SPD)
consiguiera la victoria electoral y formara Gobierno en coalición con Los Verdes.
2. Gerard Schroeder (SPD, 1998): el gobierno de Schröder incrementó la participación del Estado en
la conducción económica, realizó una reforma fiscal y de las pensiones, reformó el código de
nacionalidad e introdujo importantes medidas de protección ecológica, ahorro energético y apuesta
por las energías renovables. En política exterior mantuvo una gran continuidad, reforzando el
liderazgo de Alemania en Europa y aumentando sus responsabilidades en la seguridad internacional.
A pesar de continuar defendiendo posturas atlantistas y de participar en la intervención de
Afganistán, las relaciones con EE.UU. sufrieron un giro, en contra de la agresiva política de Bush.
La trascendencia de este posicionamiento hizo que el SPD se impusiera en las elecciones de
septiembre de 2002. Durante el segundo mandato, también en coalición con Los Verdes, se puso en
marcha un ambicioso programa socioeconómico, Agenda 2010, centrado en la creación de empleo, la
reforma sanitaria y de las pensiones y la mejora para la integración de los inmigrantes. La
persistencia del desempleo y los resultados electorales regionales, le hicieron adelantar las elecciones
a septiembre de 2005, y la CDU se impuso por un estrecho margen.
3. Angela Merkel (CDU, 2005): la apretada victoria de Angela Merkel (CDU), que no podía
aliarse con partidos menores, impulso la segunda Gran Coalición (la primera fue en los sesenta),
una coalición entre los dos grandes partidos. El SPD tendría más ministros a cambio de respaldar el
nombramiento de Angela Merkel, del CDU, como canciller, convirtiéndose en la primera mujer
canciller y el primer gobernante federal procedente de la extinta RDA. La primera legislatura se
caracterizó por la necesidad de consenso con sus socios de Gobierno, una nueva reforma tributaria
redujo la progresividad fiscal y se mantuvo el programa de cierre de centrales nucleares para 2020.
Durante su semestre de presidencia europea, Merkel impulsó la superación de la parálisis producida
por la no aprobación del Tratado Constitucional lanzando la iniciativa que concluyó con el Tratado
de Lisboa. Esta recuperación del liderazgo en la UE junto con la mejora de las cifras
macroeconómicas y la creación de empleo condujo a que en las elecciones de septiembre de 2009 la
CDU consiguiera una amplia victoria, manteniéndose Angela Merkel en la Cancillería apoyada en
una coalición de Gobierno con los liberales.

Gran Bretaña durante los gobiernos de Major y Blair


En Gran Bretaña en 1987, tras tres mandatos consecutivos Margaret Tatcher se encontró con fuertes disputas
dentro de su partido. El fondo del problema radicaba en la escisión dentro del Partido Conservador de dos
corrientes antagónicas respecto a Europa, los euroescépticos que pretendían retrotraer la incorporación de
Gran Bretaña al proyecto europeo y los partidarios de una integración efectiva eficiente en la Comunidad
Europea. Por otra parte, el deseo de hacer recaer los gastos de las administraciones locales y regionales sobre
los ciudadanos respectivos hizo que se aumentaran los impuestos provocando movilizaciones y la caída de
popularidad de la Primer Ministro. Esta situación, unida a la incidencia en Gran Bretaña de la crisis
económica internacional y las tensiones generadas en el interior de su propio Gobierno hizo anunciar su
retirada en noviembre de 1990. Su ministro de Hacienda, John Major, fue elegido para sucederla.
– John Major (P. Conserv. 1990-1997): el Gobierno de John Major mantuvo un discurso
aparentemente crítico con el proceso de conformación europea, pero supo hacer partícipe a Gran
Bretaña de los grandes pasos de construcción europea (Tratados de Maastrich y Amsterdam), aun
manteniendo a la libra esterlina fuera del proceso de fusión en el euro. Un proceso semejante se
siguió con el IRA, se mantuvo un firme discurso público, pero se negoció con representantes de la
organización hasta lograr en 1994 un alto el fuego que abría posibilidades de diálogo. Semanas
después siguieron el ejemplo los grupos paramilitares de carácter contrario, pacificando Irlanda del
Norte. Fueron los grandes triunfos de Major, sin embargo, los problemas de liderazgo y de división
interna ocasionaron la derrota conservadora en las elecciones de 1997.
El laborismo británico consiguió una profunda transformación del partido. Una nueva generación de
políticos había renovado el discurso y los objetivos del partido abriéndose a nuevos nichos electorales. Era el
nuevo laborismo o tercera vía, una renovación de la socialdemocracia que optaba por usar la experiencia de
la gestión del mercado y los logros de la globalización para conseguir un más extenso, equitativo y eficaz
reparto de la riqueza.
– Tony Blair (Partido Laborista, 1997): al frente de esta generación se encontraba desde 1994 Tony
Blair y en las elecciones de mayo de 1997 el Partido Laborista se impuso por mayoría absoluta. Su
gestión política durante la primera legislatura se centró en definir el papel de Gran Bretaña en la UE,
alcanzar una pacificación definitiva en Irlanda del Norte, trabajar para recuperar los sistemas
públicos de salud y educación y abordar reformas institucionales, afectados por el neoliberalismo
thatcheriano. Se crearon las asambleas de Escocia y Gales, anulación del carácter hereditario de
permanencia a la Cámara de los Lores y creación del alcalde de Londres. La negociación entre los
diferentes actores políticos norirlandeses condujeron al acuerdo del Viernes Santo en el castillo de
Stormont, que preveía el establecimiento de un gobierno autónomo respaldado por una Asamblea
Legislativa, la retirada de las tropas británicas, la transformación de la policía militar, el desarme de
grupos paramilitares y el cese completo de la violencia política. Aunque el proceso tuvo periodos de
tensión que amenazaron con la ruptura ha sido un éxito relativo: en 2005 el IRA anunció el cese de la
lucha armada, dándose por disuelto en 2008, y los grupos paramilitares protestantes desaparecieron.
Blair convocó elecciones en junio de 2001. La buena situación económica, la mejor proyección
exterior y la resolución del problema norirlandés hicieron que el Partido Laborista se impusiera de
nuevo por mayoría absoluta. La segunda legislatura se caracterizó por el apoyo inquebrantable de
Blair a la política exterior de EE.UU., especialmente en la implicación de Gran Bretaña en las
guerras de Afganistán e Irak, en contra de la opinión pública mayoritaria. El éxito inicial de estas
campañas y el importante crecimiento económico de mediados de la década hicieron posible la
tercera victoria laborista por mayoría absoluta en 2005. Sin embargo, la actuación exterior pronto se
volvió en su contra y aparecieron figuras dentro del partido que exigían responsabilidades por la
implicación de Gran Bretaña en la guerra ilícita de Irak. La experiencia de Major aconsejó a Blair
facilitar la renovación de su Gobierno contando con el partido, y fue elegido primer ministro Gordon
Brown.
– Gordon Brown (Partido Laborista, 2005): ministro de Hacienda durante todo el mandato de Blair y
su principal compañero en la reforma del laborismo. El mandato de Gordon Brown debe ser visto
como una continuidad (incrementos presupuestarios en sanidad y educación, o pequeña reforma
fiscal bajando los tipos de retención, además del cambio de posición en el conflicto de Irak). Lo más
importante de su mandato fue su coincidencia con el estallido de la crisis global. El importante
crecimiento de los años anteriores impidió una reacción decidida del que había sido el director de la
economía británica. El mantenimiento de los gastos, el recorte de los ingresos fiscales y la reducción
de los ingresos por la bajada del comercio hicieron que en el 2009 se incrementará el déficit público
considerablemente.
Los resultados electorales de las elecciones de 2010 dieron el triunfo al Partido Conservador, con David
Cameron como líder, heredero de un thatcherismo destilado por la globalización, necesitando de una
coalición de Gobierno con el Partido Liberal, cuyo líder, Nick Clegg ocupó el cargo de viceprimer ministro.
La prioridad del Gobierno conservador-liberal era mejorar la acuciante situación económica y rebajar el
déficit público.
Francia desde 1988 (las dificultades de la Grandeur)
La V República Francesa vivió su mayor cambio de poder en mayo de 1981 cuando el líder del Partido
Socialista (PSF), François Mitterrand entró en el Elíseo con una pompa que hacía olvidar la majestad
institucionalizada desde De Gaulle. El régimen que tanto había criticado en la oposición Mitterrand no sufrió
tantos cambios, y éste supo personificar tanto o más que De Gaulle la grandeur de Francia. A partir de su
primera presidencia en la V República el régimen se puso a prueba. El poder ejecutivo de la V República
francesa se encuentra dividido entre un poderoso Presidente de la República (Jefe de Estado), que ostenta
competencias exclusivas, y un Gobierno responsable ante la Asamblea Legislativa. Aunque el primer
ministro y el Parlamento ostentan la mayor parte de los poderes ejecutivo y legislativo, el presidente francés
tiene una gran influencia en los asuntos de Estado. Quizás la competencia más importante que ejerce el
presidente es la de escoger primer ministro. Aun así, considerando que la Asamblea Nacional Francesa tiene
el poder de hacer dimitir al gobierno, el presidente se ve forzado a elegir un primer ministro que pueda
conseguir el apoyo de la mayoría de la Asamblea. Cuando la mayoría de la Asamblea es de un partido
político diferente al del presidente, se produce una situación denominada "cohabitación". Ello hace menguar
los poderes presidenciales, y aumenta los del primer ministro y los de la Asamblea Nacional. Mientras los
titulares de las dos máximas legislaturas pertenecieron al mismo partido o corriente ideológica no hubo
tensiones, ejerciendo el Presidente de la República un poder extensivo sobre el Gobierno. Pero en las
elecciones legislativas de 1986 dieron el triunfo a una coalición de fuerzas conservadoras y la mayoría en la
Asamblea Francesa aprobó la conformación de un gobierno presidio por Jacques Chirac. Por primera vez el
Presidente de la República, François Mitterrand, líder del Partido Socialista (PSF), y el presidente del
Gobierno, Jacques Chirac, pertenecían a partidos distintos e ideologías antagónicas obligando a la
introducción de nuevos procedimientos de armonización gubernamental que acabó denominándose
cohabitación. El programa socialista, en pleno momento del triunfo del neoliberalismo abandonó los
maximalismos de su programa para poner en marcha políticas monetarias liberales, centrando sus diferencias
en la profundización del estado de bienestar, educación laica, defensa de las minorías y política exterior
independiente con voluntad europeísta. El Gobierno de centroderecha (RPR, Reagrupamiento por la
Reública, conservador gaullista fundado por Chirac en 1976, + UDF, Unión para la Democracia Francesa, de
centro) presidido por Chirac reprivatizó algunas empresas anteriormente nacionalizadas, pasó a gestión
privada el primer canal de TV pública (RTF), introdujo reformas fiscales de bajada de tipos y lanzó un
programa de reforma universitaria.
– Elecciones 1988: en mayo 1988 se celebraron nuevas elecciones presidenciales y los resultados
fueron favorables a Mitterrand. En 1989 Mitterrand supo convertir el bicentenario la Revolución
Francesa en un acto de reafirmación nacional y proyección de la imagen de modernidad al exterior
consiguiendo reivindicar las aportaciones de Francia al mundo contemporáneo y relanzar la imagen
de un país que había visto disminuir su capacidad de influencia. Tras conseguir el triunfo electoral,
Mitterrand disolvió la Asamblea y convocó elecciones legislativas, en las que PSF obtuvo una
mayoría relativa que obligó a la búsqueda de apoyos puntuales durante toda la legislatura. Al frente
del ejecutivo se sucedieron Michel Rocard, Ëdith Cresson y Pierre Bérégovoy. La escasa mayoría y
las tensiones dentro del PSF caracterizaron este periodo por la inestabilidad.
– Elecciones de 1993 se impuso la coalición de centroderecha RPR–UDF, produciéndose la segunda
cohabitación. La Asamblea eligió como Presidente de Gobierno a Édouard Balladur. Su programa se
centró en la liberalización económica, tratando de insertar a Francia en el mercado internacional, la
formación técnica, las infraestructuras y la flexibilidad en el empleo.
– Las elecciones presidenciales de 1995 las ganó Jacques Chirac (18 años alcalde de París) volviendo
la derecha gaullista (tras 14 años de mitterrandismo) al Elíseo. Propuso un desarrollo económico
vinculado a la justicia, recuperó la visión del Estado republicano y la cohesión nacional, recuperó un
nacionalismo proyectivo y la permanencia de un franco fuerte en el momento más álgido de
construcción europea y de fortalecimiento del sistema monetario común y se reanudaron las pruebas
nucleares en una época de recortes en defensa. La política exterior de Chirac persiguió reincorporar a
Francia al liderazgo de la construcción europea y relanzar una política exterior de relieve e
independencia. Incrementó la participación militar para acabar con la guerra civil en Bosnia, anunció
la paulatina incorporación en la OTAN y trató de reducir la influencia de EE.UU. en Europa. Y se
opuso a la presión que Washington ejerció en Naciones Unidas para conseguir el respaldo a la
decisión del Gobierno Bush de atacar Irak en 2003. El eje franco-alemán también se resintió de los
cambios de orientación en la política exterior cambiando la capacidad de influencia entre ambas
partes. Alain Juppé al frente del Gobierno puso en marcha un plan de austeridad económica con una
reforma fiscal con incrementos impositivos, una congelación salarial para los funcionarios y una
reforma de la cobertura social. Estas reformas suscitaron una amplia protesta, pero resultaban
imprescindibles para reducir el déficit y cumplir las exigencias para la incorporación al euro. Para
legitimar estas políticas, Chirac anticipó la convocatoria de elecciones a junio de 1997.
– Elecciones 1997, se impuso el PSF de forma contundente al RPR–UDF, con Lionel Jospin, que supo
aunar a su alrededor el descontento mayoritario y realizar una labor pedagógica sobre la necesidad
de un giro social en las políticas económicas y en el proceso de construcción europea. Jospin formó
un Gobierno en el que participaron un conglomerado muy amplio de partidos y agrupaciones que
redujo el IVA, canceló el programa de privatizaciones, puso en marcha un plan de empleo juvenil y
redujo la jornada laboral a 35 horas semanales. La aplicación del programa en Francia produjo un
sostenido crecimiento de la producción del 3%, la creación de puestos de trabajo y el descenso del
desempleo.
– En las elecciones presidenciales del 2002, en las que se presentaba Lionel Jospin como presidente
de la República, la izquierda sufrió un duro varapalo, y fue elegido para un segundo mandato
Jacques Chirac, produciéndose la creación de una nueva fuerza política que trataba de unificar las
distintas agrupaciones de centroderecha y que se impuso por mayoría absoluta en las siguientes
elecciones legislativas. El primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, introdujo una política económica
liberal y reformó el sistema fiscal y de pensiones. También incrementó la atención sobre la
seguridad. Sin embargo, la política exterior fue la gran protagonista, en manos de Chirac. La
oposición a la guerra de Irak afectó seriamente a las relaciones con EE.UU. El resultado negativo de
la consulta plebiscitaria para aprobar el Tratado Constitucional Europeo conllevó la dimisión de
Raffarin, que fue sustituido por Dominique de Villepin que profundizó en las medidas liberales.
– En las elecciones presidenciales del 2007 (desde el 2000 el mandato pasó de 7 a 5 años) se impuso
en segunda vuelta la candidatura de centroderecha de Nicolas Sarkozy (Ministro del Interior de
Villepin) frente a la socialista Ségolène Royale. El programa presidencial de Sarkozy pretendió abrir
a nuevas generaciones y modos de ejercer la gestión pública el control de la República. Con
François Fillon como primer ministro y una amplia mayoría en la Asamblea, la gestión de Sarkozy
se caracterizó por el ejercicio de un vehemente nacionalismo republicano, un explícito giro pro
atlantista, una firme voluntad de integración europea, una política económica liberal (recorte de
impuestos, reducción de funcionariado, liberalización laboral) y un endurecimiento de la política
inmigratoria. El impacto en la economía de la gran crisis global produjo un descenso de la
popularidad del presidente, que había gozado de un gran respaldo inicial.

TEMA 10
LA HERENCIA SOVIETICA: RUSIA Y UCRANIA
Rusia: perfil demográfico, económico, social y político
Este capítulo trata sobre la transición a la economía de mercado, el limitado avance de la economía liberal, el
estancamiento demográfico y el conflicto de Chechenia.
El mantenimiento de la URSS sin el recurso de la fuerza se hizo imposible cuando en diciembre de 1991 el
pueblo ucraniano ratificó en referéndum la opción por la independencia y el presidente de Rusia apoyó el
proceso. Boris Yeltsin se reunió con sus colegas de Ucrania y Bielorrusia, que constituían el núcleo central
de la Unión Soviética, acordando su disolución y dando paso a la vaga Confederación de Estados
Independientes. En la historia de Rusia desde 1991 se pueden distinguir fácilmente dos etapas:
1. La primera, la de los años noventa bajo la presidencia de Yeltsin, en la que se produjo una transición
rápida hacia la economía de mercado que generó una situación de caos y un retroceso inicial del
nivel de vida, y se estableció un sistema político inspirado en los principios democráticos.
2. La segunda es la de comienzos del siglo XXI, en los que con la presidencia de Putin se produjo un
crecimiento económico importante y se ha consolidado el nuevo sistema político que, bajo una
fachada democrática, se caracteriza por rasgos autoritarios.
La transición a la economía de mercado se realizó de manera mas lenta en Ucrania, donde las dificultades
fueron mas graves que en Rusia. Tras la “Revolución naranja” de 2004 Ucrania se acercó mas al modelo
democrático europeo. En cuanto a Bielorrusia, la transformación económica ha sido menor y su sistema
político es el más autoritario de Europa. Son tres países con mucho en común pero que han seguido caminos
distintos.
Visión de conjunto

– La demografía. Los tres países analizados (Rusia, Ucrania y Bielorrusia) difieren considerablemente
en su cifra de población. Rusia tiene tres veces más habitantes que Ucrania y casi quince veces más
que Bielorrusia, sin embargo, los tres coinciden en su estancamiento demográfico que ha sido en
parte producto del descenso de la natalidad. A comienzos de siglo XXI la tasa de fecundidad (hijos
por mujer) es en los tres países muy similar a la de España, donde también esta muy por debajo para
poder asegurar el relevo generacional. Pero la diferencia mas notable estriba en el comportamiento
de la esperanza de vida que desde hace treinta años se ha reducido. En Rusia se ha dado el retroceso
más marcado.
– La economía. Las cifras sobre el producto interior bruto se han calculado mediante dos métodos
distintos. De acuerdo con el método tradicional del PIB, se mide de acuerdo con el tipo de cambio de
las respectivas monedas respecto al dólar, España parece tener un PIB total muy superior al ruso y la
tasa de crecimiento anual desde 1990 ha sido negativa en Rusia y aún más en Ucrania. De acuerdo
con la paridad de poder adquisitivo PPA, es decir teniendo en cuenta el nivel de precios, más usado
en los últimos años, ocurre lo contrario y España parece tener un PIB total inferior al ruso. El
producto por habitante, se muestra solo en términos de poder adquisitivo, es casi tres veces inferior
al español. El índice de libertad económica tomado de la publicación anual Economic Freedom of
the World refleja lo mucho que ha avanzado Rusia y Ucrania hacia un sistema económico liberal tras
la caída del comunismo, aunque todavía no han alcanzado el nivel de España.
– El bienestar social. El índice de desarrollo humano, combinando datos de PIB por habitante,
esperanza de vida y nivel educativo, sitúa a los tres países considerados en torno al limite entre el
nivel de desarrollo alto y nivel medio. El nivel de alfabetización es muy elevado. Más difícil es tener
datos precisos sobre la desigualdad económica. Según los resultados de los estudios que en cada país
han analizado la desigualdad de los niveles de ingreso o de gasto, el resultado de los tres países es
bastante cercano al que se da en la mayoría de los países desarrollados, aunque Ucrania y Bielorrusia
son sociedades algo más igualitarias que Rusia El porcentaje del PIB que estos países dedican al
gasto público en salud, un componente esencial del Estado de bienestar, es más bajo que en la
mayoría de los países desarrollados, lo que explica en parte su baja esperanza de vida en la que
también incide un estilo de vida poco saludable, sobre todo entre los varones. Respecto a los
resultados de los diversos sondeos para comparar el nivel de corrupción a nivel mundial y en este
aspecto la situación de los tres países es desastrosa y parece que no está disminuyendo. Corrupción y
crimen suelen ser fenómenos interrelacionados y las cifras confirman la gravedad del problema,
sobre todo en Rusia, pero también en Ucrania y Bielorrusia. La tasa de reclusión depende tanto de la
severidad del sistema penal como del nivel real del crimen y Rusia tiene unas de las tasas más altas
del mundo y al igual que ocurre con la tasa de homicidios.
– La política. Según el índice que representa una aproximación al grado en que un Estado se acerca al
modelo de la democracia liberal, Ucrania avanza hacia la libertad política mientras Rusia y sobre
todo Bielorrusia están lejos de ella. La reducción del porcentaje del PIB que Rusia destina a defensa,
tres veces menor que en 1990 por la desaparición de la URSS, resulta muy significativo del grado en
que se siente amenazado o desea respaldar su política exterior con el poderío militar.

Rusia durante la presidencia de Yeltsin, 1991-1999


La primera década de existencia independiente de Rusia puede definirse como un periodo en que se produjo
la transición de un sistema económico basado en la propiedad estatal a una economía de mercado, y de una
dictadura de partido a una democracia electoral. Aunque la realidad es que el gobierno de Yeltsin fue siempre
opuesto al espíritu democrático, donde la economía de mercado se caracterizaba por la corrupción y
arbitrariedad estatal, donde la mayoría de los ciudadanos se vieron perjudicados por el proceso que se
gestionó de manera caótica.
– El ascenso de Yeltsin. Boris Yeltsin fue el principal promotor de la independencia de Rusia y su
presidente en los años noventa, en los que se produjo la transición hacia la economía de mercado.
Nacido en 1931, realizó una brillante carrera política y en 1985 se convirtió en el primer secretario
del Partido Comunista en Moscú. Fue destituido de su cargo en 1987 tras un enfrentamiento con
Gorbachov, a quien acusó de falta de decisión al abordar las reformas necesarias. Este
enfrentamiento con la cúpula soviética, cada vez más desprestigiada, incrementó su popularidad,
quien a partir de 1989 se convirtió en impulsor de la soberanía rusa, frente a los intentos de
Gorbachov de defender el poder central. En 1990 abandonó el partido Comunista y en junio de 1991
venció en las primeras elecciones presidenciales democráticas que se celebraron en Rusia. En agosto
de 1991, se puso al frente de los manifestantes que se opusieron al intento de golpe de Estado
protagonizado por quienes deseaban poner fin a las reformas democratizadoras. En diciembre de
1991, junto a los presidentes de Ucrania y Bielorrusia, acordó la disolución de la URSS y Rusia se
convirtió en un Estado independiente.
– El nuevo Estado ruso. La desaparición de la URSS fue poco lamentada por la población rusa. Había
surgido una tendencia nacionalista rusa radical con un líder, Vladimir Zirinovski, pero era
minoritaria. De hecho, Rusia era un mosaico de etnias diversas y el nuevo Estado no se definió en un
sentido étnico. La ciudadanía rusa correspondía a todos los habitantes del Estado
independientemente de la etnia a que perteneciera y la lengua que hablaran. El hecho que muchos
ciudadanos de etnia rusa hubieran quedado en el territorio de otros Estados (Estonia, Uktania o
Kazajistán) no generó un conflicto. Únicamente en Moldova, entre Ucranía y Rumanía y de lengua
rumana, se produjo la secesión violenta de una franja de población mayoritariamente rusa. La mayor
parte de los líderes y cuadros de la nueva Rusia habían pertenecido a la burocracia soviética y no
existía un diseño institucional que pudiera sustituir fácilmente la dictadura de partido. No estaban
bien definidas las relaciones entre el presidente y el Parlamento y existía el complejo problema de
las relaciones entre el poder central en Moscú y las 89 entidades territoriales que integraban la
Republica Federal Rusa. Yeltsin no prestó gran atención a estas cuestiones en la etapa inicial porque
consideró prioritaria la reforma económica.
– Las reformas económicas. Yeltsin optó por una terapia de choque que transformara el sistema
soviético en una economía de mercado en el menor tiempo posible, asesorado por jóvenes
economistas como su primer ministro Egor Gaidar. El coste social fue muy alto y en los primeros
años de la reforma se deterioró el nivel de vida de buena parte de la población. El primer problema
fueron los precios, en enero de 1992 Gaidar liberalizó los precios de muchos artículos de consumo,
aumentado su oferta rápidamente y elevándose la inflación hasta 1995. Se aceleró la privatización de
las propiedades estatales, tales como viviendas y pequeñas y grandes empresas. Todos los
ciudadanos recibieron un bono para adquirir acciones de las empresas privatizadas, pero muchos
decidieron venderlo. El proceso fue tan rápido que en 1996 el 90% de los trabajadores de la industria
estaban empleados en el sector privado. Las empresas privatizadas en buena medida siguieron bajo
el control de sus directivos durante el periodo soviético, haciéndose con importantes paquetes de
acciones y esforzándose en evitar la entrada de inversores ajenos, una estrategia que frenó la
innovación empresarial. Surgieron empresas nuevas y se desarrollo la banca privada. En el sector
agrario el ritmo del cambio fue más lento, pero se redujo gradualmente el papel de las granjas
colectivas y aumentó el de los productores privados. A finales del 1995, la última fase de la
privatización, las mayores empresas en manos del estado fueron cedidas a buen precio a grandes
banqueros rusos, llamados oligarcas, que habían financiado al Estado y ofrecido su apoyo a Yeltsin.
– Una economía de mercado poco institucionalizada. En contraste con el ritmo acelerado de la
privatización, fue lento el desarrollo de compañías de seguros, empresas de auditoria y sobre todo
órganos de regulación estatal sin las cuales una economía de mercado no puede funcionar
correctamente. El nuevo Estado ruso se mostró incapaz de desempeñar adecuadamente funciones
básicas como asegurar que los contratos se cumplieran, recaudar los impuestos necesarios, evitar la
inflación y ofrecer una red de protección social. Los límites entre legalidad e ilegalidad se hicieron
muy difusos facilitando el ascenso del crimen organizado, que adquirió una influencia económica
considerable. No existía una mafia rusa en el sentido de una organización criminal centralizada, sino
múltiples organizaciones locales cuyas principales fuentes de ingresos incluyen la extorsión y la
exportación ilegal. Pero para el empresario medio, los obstáculos principales no venían de la
extorsión, sino de la burocracia arbitraria y corrupta. Las mayores empresas podían obtener
exenciones fiscales gracias a su influencia política, mientras que otras escapaban de la presión fiscal
mediante el falseamiento de su contabilidad. Era casi imposible que una empresa subsistiera dentro
de la legalidad. La salida de capital al extranjero ha sido también importante , en cambio, la falta de
seguridad jurídica y la arbitrariedad burocrática han frenado la inversión extranjera, a pesar del
atractivo que representan las riquezas naturales de Rusia, su amplio mercado, sus trabajadores
cualificados y sus bajos salarios.
– Los costes sociales de la reforma. Las reformas de los años noventa permitieron a algunos rusos
acumular grandes fortunas, pero perjudicaron a amplios sectores sociales. Sin embargo, era necesaria
una reforma drástica y acelerada para sentar las bases de un desarrollo económico protagonizado por
la iniciativa privada. El descenso de los salarios reales se mantuvo durante todos los años noventa,
en los que la productividad del trabajo se redujo, aunque si embargo el desempleo no aumento
mucho. La desigualdad de ingresos se incrementó y un 20% de la población se vio reducida a la
pobreza. La economía sumergida adquirió importancia e hizo aumentar el consumo. Por otra parte no
ha habido protestas sociales significativas.
– La crisis política de 1993. El malestar social generado por el inicio de las reformas y la ausencia de
un reparto de poder bien establecido entre el presidente y el Parlamento contribuyeron a que en 1993
se produjera una grave crisis política. Cuando en marzo de 1993 Yeltsin anunció que se disponía a
asumir plenos poderes, el Congreso de los Diputados intentó destituirle, pero no alcanzó la mayoría
cualificada de 2/3 de los votos. Yeltsin anuncio que se proponía disolver el Congreso y que
gobernaría por decreto hasta que fuera elegido un nuevo Parlamento. Ante ello el Soviet Supremo
acordó su destitución pero Yeltsin logró el apoyo de las Fuerzas Armadas y mantuvo el control del
Estado, recurriendo a la fuerza y envío carros armados para que bombardearan el Parlamento
ocupado por los parlamentarios que se habían negado a abandonar el edificio. Los enfrentamientos
causaron un centenar de muertes. Esto fue una tragedia para la naciente democracia rusa, pero
Yeltsin salió reforzado y en diciembre del 93 se eligió un nuevo Parlamento que retomó su antiguo
denominación de Duma, aprobando en referéndum una nueva Constitución que incrementó los
poderes presidenciales. Tras ello el Gobierno se hizo más arbitrario y corrupto y tendió a apoyarse en
los grandes magnates de las empresas privatizadas, los llamados oligarcas, que asumieron el control
de los principales medios de comunicación. Los débiles partidos políticos no han logrado convertirse
en representantes de la voluntad popular del conjunto de Rusia. A diferencia de lo ocurrido en otros
países, en Rusia el hundimiento del comunismo fue el resultado del cambio por el que optó la
dirección comunista. El movimiento democrático surgido no llegó a formular un programa coherente
y los niveles de afiliación cayeron. Ninguno de los partidos surgidos del movimiento democrático
tuvo resultados satisfactorios en las elecciones de 1993, en las que surgió una Duma muy
fragmentada en la que destacaba la importancia de los comunistas y los ultra nacionalistas. El PC
optó por una postura muy nacionalista, fue la fuerza más votada en 1995, pero al no lograr un
acuerdo con los ultranacionalistas no pudo articular una mayoría parlamentaria opuesta a Yeltsin.
– Los problemas de la federación. Rusia era una federación integrada por 89 entidades de diverso
tipo, 21 de las cuales tenían estatus de repúblicas autónomas que comenzaron a asumir a partir de
1990 amplios poderes. La relación entre estas entidades y el Gobierno central se basaba a menudo en
acuerdos bilaterales. Se evitó que la federación se disolviera, suscribiéndose en 1992 un Tratado de
la Federación con 19 repúblicas al que se sumó Tatarstán mediante un tratado bilateral. Sólo la
República de Chechenia, de mayoría musulmana, optó por la secesión. El resultado fue el
debilitamiento del poder central y el incremento de la desigualdad económica entre las distintas
repúblicas.
– La primera guerra de Chechenia. Pareció que Rusia iba a aceptar la secesión de Chechenia, un
territorio de apenas un millón de habitantes, pero en 1994 Yeltsin se decidió a actuar. Los chechenos
eran uno de los pueblos incorporados al imperio ruso en las guerras del siglo XIX y durante la II
Guerra Mundial fueron deportados por orden de Stalin a Asia central. En el momento de la
disolución de la URSS los nacionalistas chechenos pretendieron obtener la independencia. A finales
del año 1991, los nacionalistas radicales encabezados por Dzochar Dudaiev se hicieron con el poder
en Chechenia mediante un golpe de mano, convocando elecciones que ganó y proclamó la
independencia. Su régimen se caracterizó por sus tendencias autoritarias y por el colapso de los
servicios públicos lo que dio lugar al desarrollo de una oposición interna. Para el Gobierno ruso,
Chechenia se convirtió en un grave problema, por motivos políticos (la secesión unilateral de una
república era un mal precedente), económicos (el principal oleoducto pasa por Chechenia) y de
seguridad (en 1994 criminales chechenos secuestraron varios aviones). En una primera fase Rusia se
limitó a suministrar armas a los enemigos internos de Dudaiev que iniciaron una insurrección con
escaso éxito y Rusia decidió atacar la capital Grozny. El ataque fracasó y los rusos tuvieron
importantes bajas. Era el comienzo de una sangrienta guerra que se prolongó durante casi dos años,
fue impopular en Rusia y desacreditó a Yeltsin. El bombardeo masivo de Grozny causó miles de
muertos entre la población civil y en marzo de 1995 fue ocupada. La resistencia chechena adoptó
técnicas guerrilleras en las montañas fronterizas, recurriendo a tácticas terroristas y desacreditándose
por completo en los medios de comunicación rusos. Tras la muerte de Dudaiev por un misil ruso en
1996, ambas partes acordaron una tregua. En 1997 se celebraron en Chechenia elecciones que dieron
amplia mayoría al nuevo líder independentista Aslan Maschadov, pero siguió sin alcanzarse un
acuerdo sobre el futuro de Chechenia.
– Las elecciones presidenciales de 1996. En 1996 Yeltsin se encontraba delicado de salud, con una
popularidad que descendía y una oposición al alza de los comunistas, pero finalmente se impuso. El
apoyo de los grandes medios de comunicación, vinculados a los principales grupos económicos,
favoreció a Yeltsin que dominó la publicidad televisiva. El resultado electoral mostró que a pesar del
descontento la mayoría de los rusos respaldaba la opción de la economía de mercado.
– El segundo mandato de Yeltsin. Los últimos años de gobierno también estuvieron marcados por
dificultades económicas y políticos. En 1998 Rusia sufrió una grave crisis financiera y en 1999 se
produjo una fuerte tensión con las potencias occidentales, debido a la intervención de éstas en
Kosovo. En agosto de 1999 Yeltsin designó Vladimir Putin como nuevo primer ministro y en
diciembre le encomendó la presidencia interino hasta las próximas elecciones, tras anunciar su
propia dimisión. Falleció en 2007 a la edad (avanzada en Rusia) de 76 años.

Rusia durante las presidencias de Putin, 1999-2008, y Medvedev


Al ser designado sucesor de Yeltsin, la popularidad de Putin no tardó en crecer debido a la imagen de hombre
enérgico, sobre todo en relación con Chechenia y se mantuvo siempre muy alta a lo largo de los dos
mandatos presidenciales, en los cuales Rusia gozó de estabilidad política y desarrollo económico. El
distanciamiento respecto a los principios de la democracia liberal, vistos como una importación de
Occidente, preocupó poco a la mayoría de ciudadanos y además, en la opinión pública rusa se desarrolló un
sentimiento antioccidental, sobre todo a partir de la guerra de Kosovo de 1999. La tendencia al autoritarismo
en el interior y la confrontación en el exterior dificulta la modernización de las instituciones rusas.
– Putin: del KGB a la política. Nació en 1952 en Leningrado donde concluyó sus estudios de Derecho
internacional en 1975. Al año siguiente se incorporó al KGB. Su carrera política, iniciada tras la
independencia, se desarrolló en el ayuntamiento de San Petersburgo hasta que en 1997 se incorporó
al equipo de Yeltsin. En 1998 Yeltsin le puso al frente del FSB, el nuevo servicio secreto, puesto que
dejó para convertirse en primer ministro en 1999. Putin ha situado en puestos políticos decisivos a
hombres provenientes de los servicios secretos.
– La segunda Guerra de Chechenia. En contraste con la primera fase del conflicto, que fue muy
impopular en Rusia, la opinión publica apoyó la actuación del Gobierno a lo que contribuyó sobre
todo la actuación de los propios chechenos, a pesar de las bajas propias y las atrocidades de su
ejército. El acuerdo firmado en 1997 había dado un plazo de cuatro años para llegar a una solución
definitiva. Entre tanto, Chechenia mantuvo una independencia de hecho y se hundía en el caos mas
completo. Bandas armadas se dedicaban al negocio del secuestro (de rusos, extranjeros, periodistas)
y por otra parte, creció la influencia del islamismo y se adopto la sharía. Algunos islamistas
radicales acudieron a Chechenia para continuar la yihad iniciada en Afganistán y reforzaron al sector
encabezado por Basaiev que islamizó su discurso y aspiraba a crear un Estado islámico en todo el
norte del Cáucaso. En 1999 invadió la vecina región de Dagestan de la que fueron desalojados por
los rusos tras duros combates. Sin embargo, lo que más indignó a la opinión pública rusa fueron
varios atentados terroristas indiscriminados que justificaron el ataque sobre Chechenia que ordenó
Putin. Las tropas rusas actuaron con más eficacia, tomaron Grozny e instalaron un Gobierno
favorable a Rusia. El conflicto se prolongó sin embargo durante varios años en los que los chechenos
recurrieron a métodos terroristas, pero los métodos drásticos antiterroristas rusos terminaron por ser
eficaces, y una cierta paz ha retornado a Chechenia bajo un despótico gobierno local fiel a Putin.
– Apoyo popular y tendencias autoritarias. El continuado apoyo popular obtenido por Putin en las
elecciones celebradas en 2004 (71%) responde al genuino apoyo de los ciudadanos hacia él, que
muestran escasa confianza en la oposición, el Parlamento y los partidos, pero que también se ha visto
perjudicada por el creciente autoritarismo del régimen. Un claro ejemplo de ello es el retroceso de la
libertad de prensa. Las cadenas de televisión contrarias han pasado a manos de propietarios afines al
poder y los periodistas que tratan de sacar a la luz temas como corrupción y atrocidades de la guerra
de Chechenia han encontrado graves dificultades e incluso ha habido asesinatos de periodistas. Los
pocos periodistas que se atreven a analizar los excesos cometidos son tratados de traidores a la
patria. La extensión y diversidad de Rusia hacen que el reforzamiento del aparato central del Estado
no signifique un efectivo control del poder local. En los años noventa se avanzó de manera caótica
hacia el federalismo y los Gobiernos regionales adquirieron una gran autonomía real. Desde el
primer momento Putin se propuso reducir esta descentralización y ya en el año 2000 nombró
delegados del poder central para supervisar las autoridades regionales. A diferencia de Yeltsin, Putin
no necesita del apoyo de los gobernantes locales para gobernar y en 2006, suprimió la elección
directa de los gobernantes locales. La corrupción y la ausencia de una justicia imparcial representan
también graves límites para la efectiva consolidación de la democracia en Rusia. Observadores
extranjeros han llegado a la conclusión que el sistema político ruso no es democrático, sino
autoritario. Los nuevos dirigentes rusos piensan que la democracia liberal al estilo de Occidente
representa un modelo obsoleto y que en el siglo XXI se impondrán aquellos Estados que adopten
sistemas políticos que permitan una mayor eficacia la acción del gobierno. Con todo hay que
destacar que la Rusia de Putin es un país más libre que la antigua URRS.
– Desarrollo económico y declive demográfico. La popularidad de Putin debe mucho al crecimiento
económico sostenido que se produjo durante sus dos mandatos presidenciales. Tras la crisis del 1998
la economía se recuperó con rapidez. El principal estimulo para este desarrollo ha venido de la
empresa privada, pero la estabilidad política ha creado también un entorno favorable. El alza del
precio del petróleo en el mercado mundial ha favorecido también a Rusia, donde ¾ partes de sus
exportaciones consisten en petróleo, gas y metales, aunque ello demuestra también escasa
diversificación. Este crecimiento económico no ha resuelto los problemas estructurales de Rusia. La
población rusa ha comenzado a disminuir como resultado de una natalidad baja y también de una
esperanza muy baja de vida. La esperanza media de vida masculina, que es de 60 años, insólita en un
país desarrollado, se sitúa entre las más bajas del mundo, debido sobre todo a la incidencia de
enfermedades relacionadas con el estilo de vida (alcohol, tabaco, poco ejercicio), como las
cardiovasculares y las respiratorias, además de contar con un sistema sanitario peor que el de
occidente. A medio plazo la única solución al declive demográfico está en la inmigración, pero los
trabajadores extranjeros no son bienvenidos en Rusia, donde se manifiesta una fuerte tendencia
xenófoba.
– El problema de la corrupción. La magnitud que la corrupción alcanzó en los años noventa fue uno
de los problemas de la nueva Rusia, y cuando llegó a la presidencia Putin anunció que estaba
dispuesto a atajarlo. Las medidas más espectaculares fueron dirigidas contra algunos de los más
destacados oligarcas de la era de Yeltsin, cuyas fortunas tenían orígenes dudosos. En todo caso, la
corrupción sigue estando muy extendida en la Rusia de hoy, debido a la falta de transparencia con la
que operan las empresas y la ausencia de una justicia imparcial. Los jueces rusos, que en tiempos
comunistas no eran más que funcionarios públicos cuyo deber era servir al Estado y no a los
ciudadanos, gozan de escasa independencia. Rusia se ve afectada por una elevada tasa de
delincuencia y en particular su tasa de homicidios es una de las más altas del mundo.
– Exaltación patriótica y política exterior. En Rusia existe un deseo de recuperar el papel de gran
potencia perdido tras la desmembración de la URSS y se culpa a Occidente de lo ocurrido. El
patriotismo se ha convertido en el fundamento ideológico del régimen de Putin. La tendencia es a
percibir las relaciones internacionales en términos de confrontación en contraste con la tendencia a la
cooperación y el compromiso que predomina en la UE. La expansión de la OTAN hacia el Este ha
sido vista como una amenaza. El antioccidentalismo de la opinión pública se agravó a raíz de la
intervención de la OTAN en Kosovo en 1999 y se reforzó tras la invasión de Irak en 2003. La
ideología patriótica impulsada por el régimen de Putin ha reivindicado el pasado ruso. Esto no quiere
decir que exista nostalgia por volver al antiguo régimen comunista, sino que responde al deseo de
reafirmar la posición rusa en la escena internacional. El resultado ha sido que el temor a Rusia se ha
extendido por los antiguos países del bloque soviético e incluso en varias republicas ex soviéticas.
– Putin y Medvedev. Cumplido su segundo mandato, Putin no podía presentarse a un tercero sin
modificar la Constitución y optó por apoyar la candidatura de un colaborador suyo, Dimitri
Medvedev, quien ganó en las elecciones presidenciales de 2008. Como había anunciado
previamente, el nuevo presidente designó a su antecesor como primer ministro y los analistas dudan
en manos de quien está el poder efectivo en la actualidad. Los hechos más importantes que se han
producido en los primeros meses de Gobierno de Medvedev han sido la intervención militar contra
Georgia en agosto del 2008 y el contagio de la crisis financiera internacional. La República de
Georgia, con casi cinco millones de habitantes de tradición cristiana, se separo en 1991 de la URSS
poco antes de la disolución de esta. El principal factor de conflicto han sido las aspiraciones
nacionalistas impulsadas por la marcada diversidad étnica de la zona. Tras duros combates, las
regiones de Osetia del Sur y Abjazia, adquirieron una independencia de hecho. Los acuerdos de alto
el fuego estipularon el despliegue en ellas de fuerzas de paz, fundamentalmente rusas. De hecho
Rusia, que aspiraba a seguir ejerciendo una influencia determinante en el Cáucaso, dio un gran
apoyo a las republicas secesionistas, aunque no reconoció oficialmente su independencia. Las
relaciones entre Rusia y Georgia se deterioraron tras la “Revolución rosa” de 2003. Georgia adoptó
una política encaminada a librarse de la hegemonía rusa, a lograr el apoyo de Occidente,
especialmente de EE.UU. y a recuperar el control de las regiones secesionistas. Ello implicaba el
cierre de las bases militares rusas en Georgia. En agosto de 2008 las Fuerzas Armadas de Georgia
intervinieron en Osetia del Sur para poner fin a la secesión. La respuesta rusa fue una inmediata
ofensiva militar derrotando rápidamente a las tropas georgianas. Por mediación del presidente
francés Sarkozy, que ejercía la presidencia de turno de la UE, se firmó la paz. Días después Rusia
reconoció la independencia de ambos territorios. Desde la perspectiva de Moscú. Representa una
respuesta a la actuación occidental en Kosovo, pero desde la perspectiva europea supone una
inquietante demostración de que Rusia esta dispuesta a actuar con dureza para restablecer su
hegemonía en su antigua zona de influencia. En enero del 2009, una disputa con Ucrania por el
precio del gas, llevó a Moscú a cortar por unos días el suministro a través de un gaseoducto que
suministra no solo a Ucrania sino a bastantes países europeos. Esto mostró una vez más la tendencia
del Gobierno ruso a una política exterior agresiva. Por otra parte, tanto Rusia como Ucrania se han
visto afectadas por la crisis económica internacional. En 2010, la recuperación ha comenzado.

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