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Zaffaroni y los habeas

corpus durante la
dictadura
Por Alfredo Luis Fernández*



Zaffaroni
Imagen: Sandra Cartasso

Hagan este ejercicio: pongan Zaffaroni y Habeas Corpus en el buscador


de Internet y se encontrarán con un aluvión de resultados de cuya lectura
surge que se trata de un juez que durante la dictadura se dedicaba
impiadosamente a rechazar los pedidos de habeas corpus presentados
por los familiares de desaparecidos.

Es tan masiva la instalación y es tan poderoso ese relato que a veces


hasta se pierden las ganas de averiguar, aprender, entender o despertar
otra mirada en cualquier persona habituada a repetir sin más lo que le
instalan machaconamente los medios.

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“¿Che, viste lo que salió? ¿Es cierto que rechazaba los habeas corpus?
¡Lo van a hacer mierda!”.Si hasta los que tienen afinidad con sus
posiciones y lo valoran como jurista, se preocupan, se sienten
abrumados y temen lo peor.

Frente a ellos, Raúl Zaffaroni, con plena conciencia de ese poder


mediático de construcción de realidad –es uno de los que mejor lo ha
descripto y desnudado- elige el camino de plantarse desde su verdad y
decirla sin pelos en la lengua, a riesgo de parecer temerario y
despreocupado por las consecuencias.

No me detendré en su sincera expresión de deseos respecto a la


continuidad de las políticas del gobierno de Mauricio Macri, porque temo
sentirme tonto explicando cuestiones elementales inherentes a la libertad
de expresión y porque, aunque le critican el tono, casi nadie se atreve a
controvertir las razones que expone para sostener sus afirmaciones.

Pero sí me parece importante analizar su actuación como juez frente a


los reclamos por violaciones a los derechos humanos durante la
dictadura, porque creo que, conociéndola en profundidad, podemos
llegar a sorprendernos de la dimensión del aporte de sus intervenciones.

Empecemos por lo más duro. Es cierto que Raúl Zaffaroni rechazó varios
habeas corpus. ¿Sus razones? Cuando todos los organismos oficiales
respondían que no tenían detenida a la persona y se carecía de datos o
elementos que pudieran permitir el inicio de algún tipo de investigación,
la aceptación terminaba en una simple respuesta negativa del gobierno
militar que daba por terminado el asunto. No había denuncias de centros
clandestinos de detención que dijeran que en ese lugar había un
detenido. Para terminar de entender el sustento de esta afirmación,
bueno es analizar algunos de los casos en qué decidió intervenir y
comprender la importancia que tuvo su tarea.

Uno de esos casos es la desaparición de la militante comunista Inés


Ollero. Al menos en dos libros podemos encontrar testimonio de la
trascendencia de la actuación de Raúl Zaffaroni como juez.

En su libro “La FEDE” Isidoro Gilbert, relata el caso.

“El padre de Inés, que había sido dirigente sindical metalúrgico y


comunista en los cuarenta, presentó un habeas corpus al entonces juez
Raúl Zaffaroni, que a su manera, y en el clima de la época, hizo avanzar
la pesquisa. El 15 de diciembre de 1977, un fallo de la Cámara Federal
firmado por Guillermo de la Riestra, Horacio Vera Ocampo y Néstor
Nicolás Gómez, con José Massoni de secretario, ordenó a Zaffaroni
seguir investigando luego de elogiar su “exhaustiva y tan meritoria
investigación cumplida”, a tal punto que acreditó que el procedimiento
“fue efectuado por personal de la Escuela de Mecánica de la Armada, al
mando de un oficial presumiblemente con grado de teniente”.

Gilbert continúa señalando que “ya con el aval de la Cámara, Zaffaroni


avanzó hasta construir lo que César Ollero definió como “el juicio de
habeas corpus más completo del mundo (…) La investigación fue tan
buena que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA
eligió el caso de mi hija para dar referencias, en catorce páginas, de todo
el andamiaje de la dictadura. Y la posibilidad de llegar a expresar al
conjunto de los afectados se desprendió de aquel trámite de habeas
corpus. La misma comisión elogió “las investigaciones realizadas por el
juez de la causa””.

Jaime Nuguer fue el abogado del padre de la joven en dicha causa. En


su libro “Un habeas corpus en dictadura”, se pregunta si “era posible
durante la dictadura militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983
desarrollar una investigación judicial sobre un desaparecido”, para
efectuar luego una crónica documentada del caso que demuestra su
utilidad decisiva para mostrar las contradicciones de un sistema que
negaba la legalidad y “desnudar y probar cómo operaba el plan
sistemático para la desaparición de los militantes antidictatoriales”. Se
trató de un proceso decisivo para fundar la intervención de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, lograr el
encarcelamiento del jefe de la ESMA, Rubén Chamorro y fundar el
juzgamiento y la condena a las Juntas.
Este solo caso bastaría para defender el criterio de intervención que
estableció Zaffaroni al elegir avanzar en aquellos casos en los que
encontraba elementos concretos para encaminar su actuación. Pero su
aporte fue aún mayor.

Cuando Raúl Zaffaroni debió afrontar el novedoso procedimiento de


Audiencia Pública que precedió a su incorporación a la Suprema Corte,
también aparecieron preguntas y cuestionamientos referidos a su
actuación como juez durante el gobierno militar. En aquella ocasión,
recibió y pudo aportar como prueba una carta que le envió Pablo Pizá.

Pablo Pizá estuvo detenido por un año y medio en Rawson en noviembre


de 1975 y luego quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.
Querían que diera el paradero de una de sus hijas, Liliana, quien
integraba la conducción de la JUP y había dejado su Bahía Blanca natal
para refugiarse en La Plata. Una vez que Liliana fue detenida, el 26 de
abril de 1977, dejó de estar a disposición del PEN. Para ese momento,
su otra hija, Diana, ya estaba detenida en el penal de Devoto. Estuvo
como presa “legal” desde el 18 de noviembre de 1975 hasta el año 1980.
Cuando, en 1976, Pizá quiso viajar a Perú para denunciar los crímenes
de la dictadura argentina, se topó con un obstáculo: su libertad a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional, que le impedía salir. Pizá
presentó un recurso de habeas corpus. El juez que se lo otorgó fue Raúl
Zaffaroni, determinando la inconstitucionalidad de la prohibición de
salida.

En 2003, mientras de discutía el pliego del juez en el Senado, Pablo Pizá


le envió una carta pública “Me llamo Pablo Alfredo Pizá y soy un
testimonio vivo de que usted nunca fue un juez adicto al Proceso. Saludo
complacido vuestro nombramiento como juez de la Corte, entendiendo
que es un paso que nos acerca más a la justicia en serio. Quedo a su
disposición si mi testimonio fuere de utilidad”, escribió en ese momento.
Su hija, Diana Pizá, también se refirió al caso, años después del
fallecimiento de su padre: “…mi papá tuvo esa iniciativa porque veía el
ataque que se estaba cerniendo contra él. El fallo de Zaffaroni que avala
la salida de mi papá del país es clarísimo. Zaffaroni no se comportó como
la mayoría de los jueces de esos años y mi papá quiso hablar porque
nadie podía poner en duda su palabra”

En su valioso libro “La historia de la impunidad”, Stella Maris Ageitos


documenta la reacción de Zaffaroni frente a “La ley del olvido” dictada por
la Junta Militar en 1982. Esa norma disponía, en su artículo
1º: “Declárense extinguidas las acciones penales emergentes de los
delitos cometidos con motivación o finalidad terrorista o subversiva,
desde el 25 de Mayo de 1973 hasta el 17 de Junio de 1982. Los
beneficios otorgados por esta ley se extienden, asimismo, a todos los
hechos de naturaleza penal, realizados en ocasión o con motivo del
desarrollo de acciones dirigidas a prevenir, conjurar o poner fin a las
referidas actividades terroristas o subversivas, cualquiera hubiera sido su
naturaleza o el bien jurídico lesionado. Los efectos de esta ley alcanzan a
los autores, participes, instigadores, cómplices o encubridores y
comprende los delitos comunes conexos y a los delitos militares
conexos”.

La autora recuerda que “en aquella época, un Juez Penal de Sentencia


de Primera Instancia de la Cap. Fed., el Dr. Raúl E. Zaffaroni”, respondía
negativamente al fiscal de su Tribunal, que había solicitado las causas
que estaban en su dependencia. La autora transcribe la respuesta de
Zaffaroni, de la que citaremos sólo unas pocas líneas, aunque merece
ser leída con detenimiento para valorar mejor la entidad de su oposición.

"Me encuentro ante la necesidad de responder negativamente a V.


solicitud del 4 del corriente en el sentido de poner a su disposición las
causas tramitadas con V. intervención para establecer cuáles pueden ser
encuadradas en el acto numerado 22.924. Sustancialmente, motiva mi
negativa la circunstancia de que considero que dicho acto no es una ley,
sino un simple acto de poder bajo la mera forma de ley; en otras palabras
: una ley inexistente, que no tiene contenido jurídico, que no es
Derecho…”

"Lamentablemente (…) no sólo se violaron Derechos Humanos para


reprimir el terrorismo, sino también para realizar una ideología política - la
de la " seguridad nacional " -, lo que nada tiene que ver con el terrorismo
y, por exceder sus límites, cae en un crimen contra la Humanidad, cuya
amnistía está vedada por los tratados internacionales más importantes
ratificados por la Nación y por la propia Constitución Nacional (…) Este
acto inexistente es el último eslabón de una cadena legislativa y fáctica
que ha puesto en serio peligro a la seguridad exterior e interior del
Estado. La seguridad exterior se pone en peligro porque los terceros
paises que se sienten alcanzados por las violaciones de Derechos
Humanos reaccionan ante ese Estado infractor, en primer lugar
aislándolo moral y políticamente, por lo que se debilita su posición
internacional".

Pero además, la minuciosa fundamentación de rechazo nos permite


tomar nota de la intervención del entonces juez en otros recursos de
habeas corpus: “El contenido de mi manifestación es susceptible de
configurar un conflicto de poderes. Sin embargo, no tengo otro camino,
toda vez que la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió que
dichos planteamientos deben ser resueltos por el propio Juez, en el
habeas corpus deducido en favor de Ernesto Capello (año 1977), en que
remití las actuaciones al Alto Tribunal ante la rotunda negativa del Poder
Ejecutivo a facilitarme información con la que pudiese establecer la
racionalidad pedida”. "El carácter masivo y pluriofensivo de las reiteradas
violaciones de Derechos Humanos ha quedado demostrado en el
"Informe sobre la situación de los Derechos Humanos en la Argentina "
producido por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la
O.E.A. (Secretaría General, Washington D.C.,1980), que se llevó a cabo
mientras se repartían en la ciudad obleas que decían " Los argentinos
somos derechos y humanos" y se pretendía encuadrar penalmente a los
dirigentes políticos que depusieron ante la Comisión (Deolindo Felipe
Bittel y Herminio Iglesias)”. Dos dirigentes que suelen ser recordados por
sus fallidos, pero no por el coraje que mostraron durante el Proceso.

Incluso pocos días antes del golpe, desde el juzgado federal Nº 2,


Zaffaroni ya había hecho lugar a un habeas corpus en el caso Zapata, lo
que recordaba en el mismo escrito: “En ocasión de declarar la
inconstitucionalidad del decreto 642/76, el 4 de marzo de 1976, dije que
la realidad exhibía una "violencia descarnada y cruel arropada en
ideologías que cumplen a nivel colectivo la función que las
racionalizaciones desempeñan en las psicosis de las patologías
individuales " y agregaba que al legislar se debía " eludir la trampa de la
violencia, de que el impulso emocional en defensa de la seguridad
jurídica de todos los habitantes lleve a la lesión irreparable de esa misma
seguridad, de que en la lucha por el respeto a la dignidad humana
queden en el camino a jirones del concepto que se corresponde " y
concluía en que "las dificultades para conservar la guía de la razón se
potencializan cuando la sangre mana por las heridas que la observancia
de esa guía en semejantes circunstancias se concrete en una conducta
auténticamente heroica " ( habeas corpus en favor de Néstor Antonio
Zapata, Juzgado Federal Nº 2)”.

En aquel escrito que rescata Stella Maris Ageitos, Zaffaroni también


destacó el testimonio de dos dirigentes peronistas ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, algo que la propia dirigencia
política comenzaría a valorar tiempo después.

Raúl Zaffaroni, en plena dictadura, sin ningún andamiaje político que le


diera contención, solo con sus convicciones, su inteligencia y su
creatividad jurídica, no quiso limitarse a iniciar expedientes que quedaran
sepultados en la negativa del gobierno militar y avanzó en casos
concretos que permitieron desnudar la naturaleza del sistema represivo y
brindaron elementos y herramientas para la lucha contra la impunidad y
en defensa de los Derechos Humanos. Lejos de ser un juez temeroso y
complaciente, buscó –y encontró- caminos para hacerle daño a la
dictadura, para plantarle cuñas que luego serían esenciales para el
juzgamiento de sus crímenes, en un ciclo que él mismo consolidaría con
su intervención decisiva como juez de la Suprema Corte.

Por eso, cuando hace declaraciones, se puede estar más o menos de


acuerdo. Pero quizá no convenga medirlo con la vara de corrección que
sugieren los posicionamientos político electorales, sino ponerlo en la
dimensión de una persona que sabe que tiene espaldas para decir lo que
sucede y que, a cada paso, nos ayuda a sacudirnos el relato abrumador
de los poderosos, para intentar comprender la realidad desde una actitud
crítica, solidaria y humanista.

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