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LA BATALLA DEL PICHINCHA

La historia del Ecuador está profundamente ligada a la historia de sus Fuerzas Armadas.
La historia de sus valerosos hombres, jóvenes soldados, indomables patriotas que desde
tiempos inmemorables con proezas épicas y hazañas heroicas como las de Atahualpa y
Rumiñahui, indiscutiblemente constituyen la herencia de sangre que gracias a Dios y a
la vida, corre por nuestras venas.

Siempre estuvieron presentes los recuerdos de aquellos inmortales héroes, alentándonos


a seguir su ejemplo de trabajo incansable por defender su tierra, como en las faldas del
Pichincha hace 187 años, donde se forjó a sangre y fuego la libertad definitiva de
nuestra nación gracias al puntal moral de la patria, el glorioso, memorable e
imperecedero, ejército ecuatoriano.

En este histórico escenario de los albores del nacimiento de nuestra nación, destaca de
sobremanera la indescriptible victoria de las fuerzas independentistas al mando del Gran
Mariscal Antonio José de Sucre, cuyos valerosos soldados provenientes todos los
rincones de la Patria, conquistaron un espléndido triunfo necesario para mantener la
dignidad nacional, la bendita y siempre indeleble Libertad.

Pero lamentablemente nuestra tranquilidad se ha visto continuamente asechada por más


de un enemigo ambicioso y voraz. Sin embargo, la voluntad incólume de nuestras
Fuerzas Armadas siempre estuvo dispuesta a empuñar su espada, carga su rifle, levantar
su frente y a ofrendar su pecho a las balas, si por la Patria fuera menester.

De esta manera el destino a través de la historia guardaba para nuestro glorioso ejército
otras espléndidas victorias. Ejemplos de coraje y de arrojo como los de Portete de
Tarqui, partida de nacimiento de nuestra fuerza e identidad; Paquisha y Machinaza
nombres legendarios para los ecuatorianos, donde murieron esforzados soldados
salvaguardando nuestra heredad territorial; y por sobre todo en el alto Cenepa, donde los
celosos guardianes de nuestra inmaculada soberanía, supieron repeler a fuego de
metralla el ataque del desenfrenado enemigo, amenaza continua de nuestra acrisolada
Libertad.

Aunque su vida haya sido el precio por defender Pichincha, Portete, Paquisha, Porotillo,
Jambelí Coangos, Twinza, destacamento Hugo Ortiz, los soldados que allí inmolaron
sus cuerpos, como Abdon Calderón, soldado Pilco, Chimborazo, Yuqui, y otros tantos
son ejemplos contundentes de la valentía del soldado ecuatoriano.

Fechas como éstas y hombres como aquellos, son la más amplia evidencia de la
grandeza de nuestras Fuerzas Armadas, conformadas por hombres y mujeres comunes,
con sufrimientos y alegrías, con éxitos y reveses, pero que gracias a sus acciones
heroicas han sido y serán siempre el sostén moral de la Patria amenazada.
Por eso hoy quiénes somos y nos sentimos ecuatorianos de corazón rendimos homenaje
a esa fragua imponente del Pichincha donde se forjó la verdadera identidad nacional. En
nuestro ejército los soldados aprendieron y continúan aprendiendo la consigna romana
de los héroes de siempre “Dulce et decorum est ro patria mori” “Dulce y honroso es
morir por la Patria”.

Al conmemorarse 187 años de la consagración definitiva de nuestra libertad, debemos


sentirnos orgullos de ser patriotas, de haber nacido bajo el regazo de esta bendita tierra,
tal vez pequeña en extensión pero infinitamente grande en coraje, civismo, valentía y
arrojo, al unísono del ejército ecuatoriano indisolublemente unidos al corazón de la
patria y al alma de nuestra nación.

Solo quien ama a su Patria es capaz de alcanzar la gloria.

Muchas Gracias.

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