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Introducción
Dualismo ontológico:
En el mito, Platón se sirve de la imagen de una caverna para representar el mundo
sensible, y el exterior para simbolizar el mundo inteligible. La caverna tiene toda su
entrada abierta a la luz del exterior, es decir, el mundo sensible participa de alguna
manera de la verdad, aunque no sea la realidad auténtica.
El mundo sensible es la copia o imitación del inteligible. Es un mundo material,
cambiante e imperfecto. Este mundo se percibe por medio de los sentidos.
El mundo inteligible es la causa del mundo sensible, el modelo o paradigma que
inspiró al Demiurgo cuando moldeó el mundo sensible a partir de la materia eterna y
caótica. Está compuesto por entes inmateriales, eternos y perfectos: los objetos matemá
ticos y las Ideas, en cuya cima está la idea de Bien, representada en la alegoría por el
Sol del exterior. Este mundo se percibe por medio de la razón.
Dualismo antropológico:
Platón mantiene un concepto dualista del hombre, que estaría formado por alma
y cuerpo. En el mundo sensible el alma está temporalmente ocupando un cuerpo, y tras
la muerte del hombre el alma se reencarnará en otro cuerpo, puesto que es inmortal e
inmaterial. El alma constituye la naturaleza del ser humano, es decir, su verdadero yo.
Su unión con el cuerpo es violenta y accidental, y unida al cuerpo se encuentra
prisionera, debido a su caída desde el mundo inteligible cuando intentaba contemplar
las Ideas con su parte racional, pero las pasiones de su parte concupiscible las
arrastraron hacia el mundo sensible (mito del carro alado).
Aquí, en el mundo sensible, las almas se encuentran encerradas y encadenadas a la
ignorancia y a la falta de virtud, como los prisioneros de la alegoría están encadenados
en el fondo de la caverna –que simboliza al cuerpo-, incapaces de conocer la verdad si
no son educadas, pues como los prisioneros no pueden salir al exterior si no son
liberados y forzados a marchar mirando hacia la luz.
Dualismo epistemológico:
Platón alude en el texto al proceso educativo como una liberación del prisionero de sus
cadenas y una curación de su ignorancia. Encerrada en el cuerpo, el alma está atada a
los sentidos como fuente de información y sólo tiene opinión –doxa- (conocimiento
sensorial del mundo sensible), un conocimiento confuso, que no contiene la verdad (la
cual sólo se encuentra en el mundo inteligible, -mundo de las Ideas-).
Antes de ser educada en el conocimiento del Bien, el alma se encuentra en el nivel más
bajo de conocimiento: la conjetura –eikasia- sobre las imágenes de los objetos físicos.
Esta situación la simboliza en la alegoría con la situación forzosa de los prisioneros
tomando por realidad las sombras proyectadas en el fondo de la caverna y los ecos
que escuchan. Detrás de los prisioneros hay otra realidad que ver: objetos transportados
y una hoguera en lo alto de la caverna.
La percepción de los objetos de la caverna se corresponde con el siguiente grado de
conocimiento, menos confuso que la conjetura, pero opinión –doxa- al fin y al cabo: la
creencia –pistis- que tiene por objeto las cosas del mundo sensible (objetos naturales y
artificiales). Pero la visión del interior de la caverna (opinión), es incomparable con la
contemplación del exterior (el conocimiento propiamente dicho o Ciencia –episteme-:
conocimiento racional de lo inteligible, -las ideas-), algo que sólo se puede conseguir
forzando a los prisioneros a levantarse de repente, girar el cuello y marchar mirando
a la luz, es decir, obligando a la razón a que se oriente hacia la verdad, no hacia el
mundo sensible, y renuncie a los sentidos.
El paso de un grado de realidad menos verdadero a uno más verdadero produce
confusión, pues el alma no reconoce la nueva realidad, aunque esté más próxima a lo
real (está ascendiendo en los grados de realidad) y esté mirando más correctamente
Política:
El ascenso en los grados del ser y del conocimiento y la adquisición de la virtud, es
decir, la educación, tiene una finalidad práctica para Platón: preparar al individuo
para ser gobernante en un Estado justo.
El prisionero liberado, curado de su ignorancia, que ya ha contemplado el exterior debe
volver a la caverna, para intentar liberar a otros. Es decir, el alma educada en el
conocimiento del Bien debe ponerlo en práctica, intentando educar a otras almas. En la
visión platónica del Estado justo, los filósofos deben gobernar, pues en ellos está
presente la virtud de la sabiduría, y entre sus funciones de gobierno está la función de
educar a los miembros del Estado. El filósofo ha adquirido el saber, la verdad, pero no
es para su propio beneficio, sino para el bien de la polis.
Si la liberación de las cadenas y la curación de la ignorancia suponían la fase teórica
de la educación de los futuros gobernantes, el descenso de nuevo a la caverna para
liberar a otros compañeros de cautiverio es la fase práctica.
¿Por qué los filósofos deben ser los gobernantes?
Platón mantiene una estructura tripartita del Estado (gobernantes, guerreros y
productores) y solo en la medida en la que cada uno cumpla su función –principio de
especialización- tendremos un estado justo y organizado.
Sólo quien conoce el Bien, puede actuar de acuerdo a él tanto en su vida
privada como en la vida pública. Si gobiernan quienes sólo conocen “sombras” del
Bien, nunca actuarán de manera justa, ni buscando el bien del Estado. Por eso, en la
filosofía de Platón, la educación es un elemento que garantiza que sólo los sabios
puedan gobernar, y que aquellos en quienes no domine la parte racional del alma ni
hayan sido educados en el conocimiento del Bien se sometan al gobierno de los sabios,
cumpliendo las funciones de defensa (en quienes predomina la parte irascible del alma,
y tengan la virtud de la valentía) y de producción (en quienes predomina la parte
concupiscible del alma con la virtud de la moderación).
Ética:
La ética de Platón es eudemonista: el objetivo es alcanzar la felicidad mediante la prá
ctica de la virtud, que se logra gracias al conocimiento (he aquí la influencia del
intelectualismo moral de Sócrates).
La felicidad, por tanto, se logra mediante la educación que nos permite llegar al
verdadero conocimiento, y ello no es posible “dentro de la caverna”, pues allí sólo se
logra opinión –doxa-, sino fuera, donde la razón permite el conocimiento de las ideas.