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MONASTERIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL

Historia

El Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial es la fundación más importante de


Felipe II. Cuando el Rey Prudente regresó a España el 20 de agosto de 1559 tras varios
años de estancia en el norte de Europa, primero como rey de Inglaterra desde 1554 y
después como monarca católico tras la abdicación de su padre el Emperador Carlos V en
1556, se halló con el compromiso de tener que cumplir el testamento paterno, el cual le
encomendaba que le enterrase dignamente junto con la Emperatriz Isabel. Es entonces
cuando Felipe II decidió construir un mausoleo donde sepultar a sus padres y él mismo
enterrarse. Es así como en un lugar dónde no había más que un bosque de jaras y monte
bajo y dos manantiales, el rey decidió levantar una fundación de religiosos eremitas de la
Orden de San Jerónimo que se consagraran a la oración por los difuntos regios que debía
acoger el edificio.

Vista del Monasterio de El Escorial desde Poniente. Madrid, Museo Nacional del
Prado.
El emplazamiento del monasterio-mausoleo que quería construir Felipe II debía ser un
lugar sano, con buen aire y agua, aislado en el campo, como lugar de contemplación y
alejado de Madrid, pero no demasiado, ya que el acomodo definitivo de la corte en Madrid
en 1561 así lo requería. Entre 1558 y 1561, el rey, asesorado por los Jerónimos, estuvo
buscando el lugar perfecto, hasta que decidió que el paraje ideal para erigir el Monasterio
era una explanada en la base de la montaña a la vera de la aldea de El Escorial. Un lugar
privilegiado por sus sotos y dehesas, abundante agua, junto a caminos y cañadas, y con
una buena disponibilidad de materiales de construcción, en especial granito. Además, el
punto elegido se hallaba equidistante entre Segovia y Valsaín (véase el post dedicado a
este sitio aquí), y Madrid y El Pardo, lugares de residencias regias.

Vista del Palacio de Valsaín. Vista del Palacio Real de El Pardo, ca.
Patrimonio Nacional. 1630

Junto al Monasterio el rey quiso que se levantara un “cuarto real” provisto además de
habitaciones para el séquito. Por tanto, salta a la vista la singularidad e importancia del
programa en sí mismo, pues el edificio había de albergar, con una forma coherente, un
con-junto de funciones variadas, complejas y de fuerte tradición medieval, donde
corres-pondía un papel protagonista al templo conventual y funerario, pero sin que dejase
de dominar, desde su discreta retaguardia, la “Casa Real” desdoblada en “palacio
privado” y “palacio público”. La idea, pues, de construir un edificio que a la vez fuera
iglesia funeraria, sepulcro regio, convento para frailes y una casa real dónde pasar tiempo
de jornadas, hizo que, desde su origen, el Monasterio de San Lorenzo el Real, fuese un
edificio complejo. Además, la elección del emplazamiento conllevó que San Lorenzo el
Real se planteara, en el momento de su creación, como un bloque aislado, “antiurbano”,
que en el primer proyecto se enfrentaba solo con el paisaje donde está enclavado, y que
al final del proceso constructivo acabará tolerando únicamente tres edificios en sus
inmediaciones para descargarse de los menesteres mecánicos y viles.

El monumento establecía así un diálogo directo con la naturaleza que le circundaba, la


cual era toda propiedad del monasterio, ya que desde el primer momento el rey lo dotó
con una serie de fincas rústicas como: las dehesas de la Herrería y la Fresneda, así como
Campillo y Monesterio, o la más lejana de El Quexigal (ver post dedicados al entorno
natural de El Escorial aquí y aquí). Estas fincas no sólo tenían un papel paisajístico, sino
que también estaban destinadas a su explotación agrícola, ganadera y de recreo, ya que
los monarcas disfrutaban de la caza en ellas. Así amplias extensiones de terrenos, hasta
entonces baldíos y agrestes se transformaron en agradables parajes con arboledas,
jardines, estanques, fuentes…

Vista aérea de La Fresneda. En ésta es posible ver la Casa del Rey con su cubierta a
dos aguas escalonada y la Casa de los Monjes, en forma de “U” y con el patio de
columnas toscanas. Asimismo es posible ver uno de los estanques que forman parte de
la propiedad.

Para plasmar estos deseos Felipe II encargó el proyecto a Juan Bautista de Toledo,
arquitecto español que vivió largos años en Italia y trabajó en San Pedro bajo las órdenes
de Miguel Ángel. Juan Bautista llegó a España en 1560 y desde ese momento se ganará
la plena confianza del monarca, que además de las trazas de El Escorial le encargará
diversas obras. El 12 de agosto de 1561 Juan Bautista de Toledo es nombrado “arquitecto
del rey” con obligación de “hacer las trazas y modelos que os mandaremos y en todas
nuestras obras y edificios….“. Según el Padre Sigüenza este modelo de madera se hizo
“en forma harto pequeña para toda la planta y montea” y “se fue siempre puliendo y
mejorando“. Esta maqueta fue objeto de mucha labor y para servir al maestro se
nombraron en 1562 dos ayudantes, y en 1563 aparece a su lado como discípulo Juan de
Herrera, quien será el encargado de rehacer el aspecto exterior del monasterio por
mandato de Felipe II de duplicar el número de frailes del monasterio. Juan Bautista de
Toledo nombra aparejadores a Pedro de Tolosa y a Lucas de Escalante. Junto a ellos se
encuentra Jerónimo Gili, especialista en obras de madera, y como obrero, fray Antonio
de Villacastín. El 23 de abril de 1563 se coloca la primera piedra bajo la actual silla prioral
del refectorio, con los nombres del rey y del arquitecto. Se empiezan a levantar los muros
y ya desde entonces las variaciones se suceden. Si bien esta alteración no afecta al
perímetro y quizá a la planta general del monumento, pues como dice el padre Sigüenza,
“en lo que toca al cuadro de toda la casa fue siempre el mismo; lo demás ha avido grande
mudanza…“. Así pues, la planta diseñada por Juan Bautista en su traza universal, es tal y
como hoy aparece.

Las obras fueron avanzando y desde 1563 hasta que en 1574 se comenzó la basílica, todos
los esfuerzos anduvieron encaminados a terminar la zona del Monas-te-rio propiamente
dicho. A partir de 1571, cuando se terminó la fachada meridional, el edificio pudo
empezar a ser habitado por los frai-les -en los claustros menores-, la Corte -en las futuras
salas capitula-res- y el Rey -en el aposento situado bajo el coro de la “iglesia de prestado”.

Construcción del Monasterio de El Escorial.


Entre los años 1576-1579 el ritmo de los trabajos se acrecentó, firmándose nuevos
contratos para ir rematando las diversas zonas de la obra. Pero es en 1582 cuando la
actividad se hace más intensa, siendo ahora cuando se contrata la realización de la portada
principal del Monasterio. En 1587 el Padre Sigüenza dice que las obras, en lo que a la
arquitectura del Monasterio se refieren, están ya terminadas totalmente. Sin embargo
durante el siglo XVII se seguirá trabajando en algunos elementos arquitectónicos del
Monasterio, principalmente en el Panteón. El emplazamiento elegido para su ubicación
fue debajo del presbiterio de la gran basílica. Cuando Felipe III decidió convertir esta
cámara en Panteón de Reyes, encargó su proyecto y revestimiento actual de mármoles y
bronces al Superintendente de las Obras Reales, Gian Battista Crescenzi, y Juan Gómez
de Mora se encargará de la dirección del proyecto iniciado en 1617. La realización de esta
traza se prolongó debido a diversas dificultades durante todo el reinado de Felipe IV,
concluyén-dose en 1654. Pero la obra más importante que se realizó en el Monasterio
durante el siglo XVII fue como consecuencia del incendio que padecido éste el 7 de junio
de 1671. El fuego consumió todas las te-chum-bres y suelos de madera, excepto los de la
biblioteca alta y los de la Casa del Rey. Se salvaron también todos los espa-cios
abovedados. La reconstrucción fue emprendida de inmedia-to, concluyéndose en 1677,
según un proyecto, aprobado por el rey, de Bartolomé Zumbigo, Maestro Mayor de la
Catedral de Toledo. Zumbigo devolvió al Monasterio su aspecto externo original, salvo
ciertas alteraciones en el diseño de los chapiteles de las torres y de las lucernas.

El Incencio del Monasterio de El Escorial en 1633. Museo Nacional del Prado, Madrid.
Contemplado desde fuera, el monasterio de El Escorial parece una enorme estructura
horizontal, cerrada y hermética, salpicada por los acentos verticales de las torres que
rodean la cúpula central. Construido en granito, su masa gris bañada por el sol alcanza
tintes dorados en sus fachadas meridional y occidental. Los tejados están realizados a
base de pizarra, siguiendo una tradición más centroeuropea que española. El carácter
sólido y cerrado del edificio se acentúa todavía más por la relativa pequeñez de sus vanos,
que rítmicamente alineados puntean sus muros. Este estilo “desornamentado” es el
elemento característico de El Escorial. Vamos a desgranar ahora las partes más
importantes, arquitectónicamente hablando, del monumento:

La Fachada Principal: La organización final de la portada se debe a Juan de Herrera,


quién llevó a la fachada oeste la transposición de una típica iglesia contrarreformista
romana, con una nave central y sus capillas laterales. Son muchos los estudiosos que
apuntan que ésta se encuentra inspirada en un grabado de Serlio. En la fachada resulta
evidente su forma eclesiástica (con dos órdenes, dórico y jónico, superpuestos) y con sus
medias columnas lisas enfatizando el carácter religioso del conjunto.

Vista principal del Real Monasterio por la parte de poniente. Madrid, Patrimonio
Nacional.
El Convento: Ocupa la zona occidental del Monasterio. Esta organizada siguiendo un
esquema cruciforme, con cuatro brazos que enmarcan cuatro pequeños claustros,
llamados Patios Chicos. El centro de la cruz está constituido por un elevado zaguán,
verdadera lucerna interior de sobria apariencia y torre enchapitelada al exterior. Daba
paso a cuatro salas rectangulares: la cocina, el refectorio, la caja de necesarias y la ropería.

Vista de los claustros chicos en la Vista de los claustros chicos en la


actualidad. actualidad

Vista interior del lucernario del patio central del convento.

Refectorio en la actualidad. Vista de las necesarias en la actualidad


Claustro Principal: Ocupa la zona oriental del convento. Es una estructura de dos pisos
con arcos sobre pilares y medias columnas dóricas y jónicas, en correcta superposición
de los órdenes clásicos: su configuración parte de los patios romanos renacentistas, pero
los supera por su amplitud y horizontalidad. En el centro se halla el célebre templete de
los Evangelistas, última obra de Juan de Herrera para el monasterio: el exterior es de
granito mientras que el interior está chapado de ricas piedras duras y se presenta como un
tholos clásico. Está coronado por una cúpula también de granito. Posee estructura
centralizada con planta pseudoctogonal.

Vista del Patio de los Evangelistas del Real Monasterio. Madrid, Patrimonio Nacional.

Templete de los Evangelistas en la actualidad.


El Palacio: En el palacio se pueden distinguir dos zonas claramente diferenciadas, una en
el sector noreste, el palacio público, y otra, el palacio privado con los aposentos del Rey,
alrededor de al cabecera de la Basílica.

El palacio público: Se diferencian dos zonas, la de servicio y la de la Corte. No existe


realmente una puerta palaciega, sino que por el contrario parece se quiere disimular su
entrada al haber dado el mismo tratamiento a las dos puertas septentrionales.

El palacio privado: Se encuentran rodeando el ábside de la basílica. Se halla conectado


visualmente tanto con los exteriores ajardinados como con el altar mayor de la iglesia.
Sus habitaciones eran muy sencillas y de moderado tamaño. Su centro es el Patio de
Mascarones con tres galerías en el lado occidental, cubiertas con bóvedas de cañón,
realizadas en cantería y estructuradas a base de arcos fajones y lunetos. El cuarto lado del
patio queda ciego con dos fuentes en sus muros con surtidores con mascarones, de ahí el
nombre.

Colegio y Seminario: Situados en la zona norte, en un principio fueron ideados como área
de servicios, función que sólo permanecería en uno de sus cuatro patios. El seminario y
el colegio disponían de cocinas, refectorio, necesarias y dormitorios, añadiéndose las
correspondientes aulas para las lecciones y un pasadero utilizado como lugar de recreo.

La Biblioteca: Se halla en la parte central delantera. Es un enorme salón abovedado,


decorado por pinturas de Pellegrino Tibaldi. Adosadas a sus muros están las estanterías
para los libros realizadas en madera y compuestas de columnas dóricas con pedestales,
entablamento con triglifos y metopas, y bolas de remate.

Vista de la Biblioteca del Real


Monasterio. Madrid, Patrimonio
Nacional.
Patio de los Reyes: Tras atravesar al portada principal es el elemento que precede a la
basílica. Está compuesto de tenues pilastras asimétricas y al final consta de una escalinata
que da paso al templo “sacralizando ” de este modo el pavimento elevado de la basílica.

Vista del Patio de los Reyes del Real Monasterio. Madrid, Patrimonio Nacional.

Patio de los reyes en la actualidad.


La Basílica: Antes de penetrar en el templo, se accede primero a la capilla pública del
sotacoro, capilla funeraria y privada. Se trata de una estructura centralizada, célebre por
su planísima bóveda vaída central, y cuya planta repite a menor escala la zona principal.
La zona de la basílica propiamente dicha consta de un cuerpo centralizado, de planta
cuadrada y ábsides planos, con cúpula central y cuatro bóvedas de cañón, mientras que
los espacios de las esquinas se cubren con vaídas. La planta se inspiró en San Pedro de
Roma pero realizando cuadrados los ábsides que en aquella son curvos. Todas sus
bóvedas (de ladrillo) surgen de los muros, horadados en lo alto por un pasadizo que
recorre su perímetro interior, y de cuatro grandes pilares ochavados, decorados con
parejas de pilastras dóricas. A este bloque central se le añade, longitudinalmente, el
sotacoro centralizado y el coro alto a los pies y en la cabecera el sancta sanctorum ancho
y poco profundo. La iglesia, de dramática iluminación gracias a su empleo de vanos
termales y a la luz cenital de su cúpula. La cúpula es de granito careciendo de
revestimiento al exterior. Por primera vez se materializa en España una verdadera cúpula
de tambor, más a la manera renacentista que a la romana. La cubrición de la Basílica es
de madera (mediante arcadas de ladrillo longitudinales a la bóveda) cubierta con planchas
de plomo y teja de pizarra.

Vista del interior del templo del Real Monasterio. Madrid, Patrimonio Nacional.

Panteón de los Reyes: Consta de una cámara circular cubierta con media naranja y cuya
circunferencia se segmenta en ocho tramos. Originalmente era de granito pero Felipe III
la ordenó revestir de mármoles y bronces.
Panteón de Infantes: Se construyó por iniciativa de Isabel II. El estilo del conjunto da
lugar a formas nuevas de pesadez verdaderamente sepulcral. La fría riqueza del material,
su colorido y el interés histórico forman su atractivo.

ANÁLISIS FORMAL

El material de toda la construcción es el granito. Fue extraído de las canteras de


localidades cercanas como Alpedrete, Becerril de la Sierra, Zarzalejo y El
EscorialPeralejo, entre otras. Los tejados son de pizarra a dos vertientes. Este material
procede, por orden expresa de Felipe II, de Bruselas, ya que en España, en ese momento,
ese material no era conocido.

La planta de San Lorenzo el Real de El Escorial se trazó con tres zonas. La zona central
contiene el vestíbulo con la biblioteca encima; el patio de los Reyes, la iglesia con el
panteón bajo la capilla mayor y los aposentos reales. La zona izquierda es el colegio en
su parte delantera y el palacio público en la posterior. La derecha está destinada al
convento en la parte delantera y a la parte semi-pública de dicho convento.
Planta primera y general de San Lorenzo el Real.

Una fachada a destacar es la de mediodía que es un muro liso y desnudo que sólo está
alterado por 253 ventanas, incluyendo las de las torres del Prior y de la Botica (Rincón,
2007: 63). Todas las ventanas tienen las mismas dimensiones y nada hace pensar que
dentro hay dos alturas por la homogeneidad del muro

Una lonja en forma de L rodea los lados norte y oeste del monasterio. En la fachada
central, donde está la entrada principal y donde hay dos torres en sus extremos llamadas
la torre de la Botica y la torre de los Doctores o del Colegio, se superponen los órdenes
dórico y jónico en medias columnas que tienen los fustes lisos. Esta entrada, en palabras
de Manuel Rincón, «es como un anuncio del verdadero pórtico de la basílica, que sólo
será visible una vez traspasado el umbral, ya en el patio de los reyes».
Entrada principal a San Lorenzo el Real, El Escorial, Madrid.

Dentro de esta fachada, en el piso superior, se encuentra una de las estancias más
importantes del conjunto, la biblioteca. Es un enorme salón abovedado, con bóveda de
medio cañón, en cuyos muros se adosan las estanterías que contenían los libros. El patio
de los reyes sufrió cambios a lo largo del proceso proyectivo barajándose distintas
propuestas para sus galerías, que acabaron desapareciendo, aunque «sus paredes laterales,
con su juego de tenues pilastras asimétricamente dispuestas y faltas de relación con la
estructura que ocultan ‒convento y colegio‒, son todavía testimonio de la historia de sus
proyectos». La verdadera fachada de la iglesia se encuentra al final del patio de los reyes.
Está flanqueada por dos 4 torres rematadas con cúpulas. El piso inferior se ordena por
medio de pilares que están unidos por arcos de medio punto, a los lados de los arcos hay
seis medias columnas de orden dórico. En el piso superior destacan las estatuas de los
reyes de Judá que están dispuestas en línea recta con respecto a las columnas del piso
inferior. Acaba en un frontón de tipo sirio, porque se rompe por debajo al tener un vano
con arco de medio punto que servía para dar luz al coro en el interior, rematado con bolas.
Vista de la fachada de la basílica desde el patio de los reyes, El escorial, Madrid.

Una vez dentro de la basílica nos encontramos en una estancia centralizada, «de planta
cuadrada y ábsides finalmente planos, con la cúpula central y cuatro bóvedas de cañón en
los brazos de la cruz, mientras que los espacios de las esquinas se cubren con vaídas».

A este espacio se añade, longitudinalmente, el sotacoro centralizado y el coro alto a los


pies y en la cabecera el sancta sanctorum, la zona más sagrada del Templo1

Las dos zonas laterales se organizan alrededor de varios patios, cada uno con una función
determinada. Para la descripción formal de las partes laterales del edificio me voy a basar
en las estampas que Juan de Herrera hizo de la planta de la obra y que están reproducidas
en el libro de Cornelia von der Osten Saken. En la parte izquierda se encontraba el colegio
y seminario, seguida por la parte pública del palacio. La zona que abarca el colegio se
puede inscribir en un cuadrado estructurado con cuatro patios alrededor de los cuales se
encuentran las distintas estancias. El patio del seminario y los dos patios del colegio tienen
unas dimensiones muy parecidas mientras que el patio de la cocina del colegio y del
seminario es mucho más pequeño. A través de las cocinas se unen esta parte y la del
palacio público. Dentro de este último lo primero que llama la atención son dos patios
idénticos a los que dan los aposentos del servicio. Luego hay un patio mucho más grande
que es el principal del palacio y tiene dos aljibes en su interior. A este patio dan los
aposentos reales. De ahí pasamos al palacio privado que ya se encuentra rodeando el
ábside de la basílica y es donde están los aposentos privados del rey y la reina, que a su
vez dan a otro patio

En la parte derecha del conjunto está el monasterio con dos patios pequeños que son el
patio de la procuraduría y hospedería y el de la enfermería, este último cuenta con dos
aljibes. En esta parte del monasterio se encuentran salas importantes para el mismo como
el refectorio, las cocinas… Pero, sin duda la parte más importante del monasterio es la
que rodea al gran claustro porque es donde están las salas capitulares, la celda del prior,
la sacristía, etc.

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