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La Naturaleza del Hecho

Educativo
PROGRAMA DE MAGISTER EN EDUCACIÓN 1
LA NATURALEZA DEL HECHO EDUCATIVO

Objetivo General:
Analizar el sentido de la educación, reconociendo las implicancias de los
conceptos de educabilidad y educación, comprendiendo el marco sociocultural en
que se desarrolla el hecho educativo, incorporando además los requerimientos
planteados por los valores y la autorrealización personal.

Objetivos específicos:
1. Profundizar en el estudio del fenómeno educativo desde diferentes
perspectivas, sobre la base de una visión actualizada de las problemáticas
que lo afectan.
2. Aplicar los conocimientos adquiridos en el análisis de lecturas seleccionadas.

CONTENIDOS

Unidad 1.
- El problema filosófico de la educación.
- Fundamentación antropológica de la educación.
- El marco sociocultural de la educación.
- Los valores, fundamentos de la educación.
- Autorrealización personal, fin fundamental de la educación.

Unidad 2.
- Los Fines de la Educación.
- La Educación Encierra un Tesoro.
- Concepto de Educación.
- La Educabilidad.
- Marco Socio-Cultural de la Educación.
- Desafíos para Recrear la Escuela.
- La Concepción del Mundo y la Finalidad de la Educación / El Problema
Teleológico.
- Los Valores Fundamento de la Educación.
- Autorrealización Personal, Fin Fundamental de la Educación.
- Los Fines de la Educación.
- No Hay Docencia sin Discencia.
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LA NATURALEZA DEL HECHO EDUCATIVO

INTRODUCCIÓN

La Educación, se define como el proceso de interior de formación del hombre


realizado por la acción consciente y creadora del sujeto que se educa y bajo la
influencia exterior o el estímulo del medio sociocultural con el que se relaciona
(Manganiello: 1984).

Avanzar en la concreción de tal intencionalidad supone la discusión respecto a la


naturaleza misma de la educación - ¿Qué es la educación? - y de los
fundamentos que le dan racionalidad y la circunscriben.

Teniendo como foco de interés el proceso educativo, debemos reconocer en él


una dimensión teórica y una operativa. La dimensión teórica tiene su punto de
partida en los elementos de la antropología y la filosofía. Antropológicamente, el
hombre – en tanto sujeto de educación – se define como una estructura
biopsicosociocultural unitaria de carácter incompleta, cuya misión existencial es
“hacerse”, “completarse”. Filosóficamente, la educación requiere un modelo de
hombre y sociedad hacia el cual mirar en la intención de dar al proceso educativo
una finalidad. Desde ambos referentes, la educación puede responder a distintos
paradigmas cada uno de los cuales presenta implicancias distintas para la marcha
de los procesos pedagógicos.

La dimensión operativa de la educación, supone dar cuenta de los diversos


factores condicionantes de la educación, los cuales a nivel concreto encuentran
cabida en los elementos culturales que rodean al centro escolar. La cultura escolar
y por tanto la práctica pedagógica constituyen el escenario concreto donde se
materializan las ideas teóricas respecto al para qué, qué, cómo, cuándo y quién
educar.
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El dar a los procesos pedagógicos mayor efectividad, conducentes a dotar de


calidad a los aprendizajes y de equidad a la oferta educativa, implica reconocer
que el educar es por definición y esencia una tarea perfectiva, optimizadora,
potenciadora. Al final de la acción educativa esperamos que los educandos sean
más valiosos, alcanzando ámbitos valóricos cada vez más completos. La calidad
de la educación viene determinada por la profundidad y extensión de los valores,
conocimientos, habilidades y destrezas que seamos capaces de suscitar y
actualizar. En tal imperativo, la aptitud y actitud del profesorado - su práctica -
pasan a jugar un rol clave.

En ese contexto, el módulo es una invitación a problematizar en torno al hecho


educativo a partir de sus referentes filosóficos, antropológicos, sociológicos,
sicológicos y biológicos a objeto de entender su racionalidad y las implicancias
que de estos se derivan frente a los procesos actuales de cambio y
transformación,
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LA NATURALEZA DEL HECHO EDUCATIVO

Unidad 1.

- El problema filosófico de la educación.


- Fundamentación antropológica de la educación.
- El marco sociocultural de la educación.
- Los valores, fundamentos de la educación.
- Autorrealización personal, fin fundamental de la educación.

Educabilidad y Educación.

Para que la educación logre los objetivos planteados con respecto a los miembros
de una sociedad, la educabilidad juega un papel importante, como una posibilidad
y una categoría humana.

Posibilidad, porque significa la eventualidad del proceso educativo y la afirmación


de que la educación es factible. La educabilidad ocupa un lugar de privilegio, que
para muchos es la condición primordial del proceso educativo de cualquier
persona. A su vez, es una categoría o cualidad del hombre, al ser “la capacidad de
cada persona de ir adquiriendo nuevos conocimientos integradores en el orden
social, lo que le permitirá un mejor desenvolvimiento y mejora tanto en ámbitos
individuales como colectivos” (Silvia Bugida Bel).
http://www.psicopedagogia.com/definicion/educabilidad)

Es un conjunto de disposiciones y capacidades del educando, que permiten que el


educando sea único y se desarrolle como persona en el contexto al que
pertenece. Por lo tanto, “la educabilidad le permite [al educando] enriquecerse
elaborando nuevas estructuras espirituales que le enriquecen como individuo y
como miembro de una comunidad, es decir, personalizándole y socializándole”
(Paciano F., 1981, p.236). Esto quiere decir que la educabilidad perfecciona
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exclusivamente al ser humano en las capacidades de pensamiento e inteligencia,


logrando la adquisición de saberes y de formación ética o virtudes del humano.

La educabilidad es más bien un llamado de responsabilidad personal ante el


proyecto de vida que se plantea cada individuo, ya que “el hombre no solo tiene
derecho a realizarse, sino que debe realizarse” (Paciano F., 1981, p.236), teniendo
así una autoexigencia de perfeccionamiento e insaciable búsqueda de si mismo e
ir mejorando su calidad de vida.

“La educabilidad es posible, porque el hombre es capaz de lograr aprendizajes,


tanto escolares como de comportamiento” (Paciano F., 1981, p.241). Desde que
nace, el hombre tiene cualidades que debe ir desarrollando, por lo tanto si el
hombre no pudiese aprender, no podría educarse. Las personas son educables
por sus virtudes, y porque juegan un importante papel en el medio ambiente en el
que viven. “El hombre es educable, porque es sujeto y agente de cultura, y esto le
adviene por el espíritu, porque por la educación se inserta el educando en el
mundo y es capaz de civilidad” (Paciano F., 1981, p.245). En definitiva el hombre
es dueño de sus decisiones y del rumbo de su mirar, haciéndolo educable por sus
cualidades espirituales, por la educabilidad que le posibilita al humano educarse,
porque puede reflexionar e interiorizar.

“La educabilidad es un conjunto de condiciones que facilitan al educando ingresar


al sistema escolar, lo cual le permite concluir su educación básica completa”
Tedesco (2005,
http://www.uned.es/catedraunescoead/publicued/pbc01/art_bened1_padula.htm,
citado en Padula, J.), indicando dos tipos de factores al respecto:

“a) Un desarrollo cognitivo básico que se produce en los primeros años de vida y
está vinculado a una sana estimulación afectiva, buena alimentación y condiciones
sanitarias adecuadas; y
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b) Una socialización primaria mediante la cual los niños adquieren los rudimentos
de un marco básico que les permita incorporarse a una institución especializada,
distinta de la familia, como la escuela”.

Educación

El término educación, tomado desde su sentido más amplio, muestra la acción


general y difusa de una sociedad sobre las generaciones jóvenes, con el fin de
conservar y transmitir su existencia colectiva.

Así, la educación viene a formar parte integrante y esencial de la vida del hombre
y de la sociedad. Por ello, podemos precisar que el proceso educativo existe
necesariamente desde los orígenes más remotos del ser humano, y habrá de
existir, por tanto, mientras permanezca el ser racional sobre la tierra.

La educación constituye un proceso y como tal adhiere a las siguientes


características: (Manganiello: pág 19- 25)

‰ La educación sólo acontece en el ser humano.

La idea de educación está asociada a una actividad de naturaleza cultural,


superior al sólo orden biológico. El hombre sobrepasa a todos los seres de la
naturaleza porque es el único que vive – porque ha logrado acceder a él - en un
mundo cultural. El es capaz de dar sentido, racionalidad y propósito a sus
acciones y elevarse hacia el plano de la cultura.

‰ La educación supone una finalidad.

No existe educación sin idea de fin. El proceso educativo implica un ideal de


perfección, de elevación, de transformación. La educación supone siempre
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un estado que se pretende alcanzar y que es distinto al original. La


educación supone un ideal, un estado individual o social que se quiere
alcanzar.

‰ La educación es un proceso permanente.

El acto educativo se realiza inexcusablemente en todas las etapas de la


vida, el proceso educativo se produce entre la individual de un hombre
concreto, particular, de una infraestructura individual, y un estado que se
quiere alcanzar y que está representado por la superestructura espiritual,
cultural.

La estructura biopsicosociocultural es incompleta, debe hacerse quiera o no


y precisamente esa tarea le acompaña toda la vida.

‰ La educación es un proceso de perfeccionamiento y transformación duradera.

La educación implica un cambio duradero, una verdadera transformación


interior del sujeto. Con la educación el hombre se posesiona de una
segunda naturaleza que supone una superación de la naturaleza primaria.
La verdadera educación transforma al sujeto en sus múltiples dimensiones:
el saber; el hacer y el valorar.

‰ La educación supone la disposición consciente y creadora del sujeto que


aprende.

La educación exige siempre la actitud creadora y consciente del sujeto


mismo que se educa. El auténtico proceso educativo se lleva a cabo dentro
de la interioridad del sujeto. No existe educación verdadera al margen de
una decisión consciente, voluntaria y libre por parte del educando.
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‰ La educación requiere un contexto social que facilite el acto educativo.

El hombre vive y forma parte de un mundo del cual no puede prescindir.


Dependiendo de las influencias de ese medio, el proceso educativo se
facilita o se limita, con implicancias diversas para la formación del sujeto.

A partir de esas características, y la influencia de diversos fundamentos y


factores, la educación puede asumir las siguientes direcciones:

Educación: como proceso de crecimiento y transformación

Este fundamental fenómeno ha sido estudiado a lo largo de la historia del


pensamiento por numerosos filósofos y pedagogos que se han detenido a definir,
según la concepción del momento, lo que significa el término educación.

Así, según John Dewey, representante de la Escuela Nueva en Norteamérica, la


educación supone de manera interdependiente una función social y una finalidad
individual.

Por una parte, asegura Dewey, la educación se puede definir como la suma total
de los procesos a través de los cuales una comunidad transmite sus poderes y
fines, con el objetivo de asegurar, de esta manera, su propia existencia,
permanencia y evolución.

Por otro lado, conlleva, la educación, del mismo modo la idea de crecimiento,
evolución y cambio. Dicho esto, el proceso educativo hace referencia
necesariamente al carácter de crisis interna que constituye la continua
reconstrucción de experiencias personales.

Educación como proceso de perfeccionamiento intencional


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En planteamientos del pedagogo español V. García Hoz (1984), la educación


puede ser definida a partir del propio fin preconcebido y operante por el cual el
proceso educativo se orienta hacia su meta. De ahí que la educación sea
reconocida como perfeccionamiento intencional de las facultades específicamente
humanas.

Dicho en otros términos, aunque la educación consiste, en cierta medida, en la


integración de experiencias, para García Hoz el proceso educativo se distingue
claramente del desarrollo evolutivo de crecimiento natural. Y es que, en realidad,
la educación se lleva a cabo de un modo eminentemente intencional, a través de
la especificación de las experiencias propuestas al individuo.

Se trata, por consiguiente, de un proceso sistemático, intencionalmente orientado


hacia la realización de ciertos objetivos propuestos para el aprendizaje del sujeto,
frente a los cuales el aprendiz tendrá que probar que realmente los ha alcanzado.

Educación: como proceso constructivo e integrador

A decir verdad, quien se preocupa por la educación considerándola como una


integración, por parte del sujeto, de conocimientos, leyes, principios o teorías
dentro de un programa, debe tener en cuenta también una serie de competencias
que vienen determinadas por las mismas operaciones que requiere la construcción
de conocimientos recogidos en ese programa.

Por tanto, se tendrá que considerar la estimulación de actitudes o de disposiciones


deseables que formen una cierta personalidad capaz de tomar conciencia de la
acción necesaria para alcanzar sus múltiples objetivos.

La educación, implica una acción finalizada, y al mismo tiempo implica la


existencia de ciertas reglas que hacen posible que esa acción sea eficaz.
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Así, pues, la consideración continua del fin constituirá la diferencia esencial entre
el proceso de desarrollo espontáneo, característico del ser humano, y el proceso
educativo sistemático e intencional.

De ahí que podamos tomar de Piaget (1969) el modelo constructivista, admitiendo


que la educación se realiza a través de una serie de «equilibraciones» sucesivas
entre el estado educativo actual y un objetivo propuesto al sujeto para ser aprendido
por él. Se trataría, por tanto, de construcciones e interiorizaciones continuadas.

Esta idea descarta como podemos ver, el modelo puramente acumulativo en


educación, para admitir así un modelo interactivo-integrativo.

Asumimos la educación como una actividad que no se da en un sujeto solo, sino


un proceso que tiene lugar junto a otro ser que tiene la tarea de guiar.

VER LECTURAS 1 + 2 + 3 + 4

Lo invitamos a revisar los siguientes documentos:

1. Los fines de la educación, Paciano Fermoso E. (200 – 216).


2. La educación encierra un Tesoro, J. Delors
3. Concepto de educación, Paciano Fermoso E. (127– 137).
4. La Educabilidad, Paciano Fermoso E. (235 – 247).

Luego de leer cuidadosa y reflexivamente los textos que se adjuntan – y


vinculándolos a los grandes lineamientos que guían al Sistema
Educacional chileno- deberá escribir un breve ensayo (no más de dos
páginas) en que se fundamente el sentido de la Educación (¿En qué
consiste el proceso educativo? ; ¿Cuáles son sus características?, ¿Qué
racionalidad asume?; fundamentando con citas del material revisado.

ESTE ENSAYO SERÁ INCLUIDO EN EL INFORME FINAL


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El Sujeto de la educación

Ninguna educación o proceso formativo es posible sin una determinada imagen


del hombre, concepto unitario que aúne diversos perfiles. La educación inten-
cional es la tarea común de los hombres, educandos y educadores, en la
traducción histórica de un tipo de hombre en la que cristalicen la totalidad de los
valores humanos. Como ya advertía Mounier (1974), en este sentido, la persona
se nos muestra como una presencia dirigida hacia el mundo y las otras personas,
sin límites, mezclada con ellas, en perspectiva de universalidad. Las otras
personas no le imitan, le hacen ser y relacionarse. Ella no existe sino hacia los
otros, no se conoce sino por los otros, no se encuentra sino en los otros

Esta es pues una de las notas más propias que caracterizan al ser humano: su
capacidad de relación, de comunicación, de convivencia. Lo cual no debe
aparecer en términos antagónicos con el carácter íntimo que acompaña al decurso
del pensamiento humano en su reflexión

El proceso formativo descansa y se orienta hacia la persona del alumno.


Solamente sabiendo quién es, cómo es el sujeto de aprendizaje y su
inconmensurable valor, podremos articular un proceso educativo dotado de
sentido y significado.

Al respecto:

Pierre Faure (1976), al referirse a la persona, dice: “A la hora de querer definir a la


persona con un mínimo de precisión, se nos escapa, porque es algo indecible, de
una riqueza inexpresable a través del lenguaje”.

Martín Buber, agrega de la persona lo siguiente: “Cada una de las personas


constituye algo nuevo. Cada hombre tiene el deber de saber que no ha habido
nunca nadie igual a él en el mundo, ya que si hubiera habido otro como él, NO
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habría sido necesario que naciese. Cada hombre es un ser nuevo en el mundo,
llamado a realizar su particularidad”.

Dimensionando a la persona, sus características pudieran plantearse en los


siguientes términos:

‰ La persona es una unidad indivisible (biopsicosocial); es estructura es


unitaria, por tanto la educación ha de responsabilizarse de la persona como
totalidad, sin tratar de parcelarlo. En esa unicidad existen sólo dimensiones
posibles de distinguir, pero no de separar (conceptual, procedimental y
actitudinal).

‰ La dignidad y la trascendencia supone el respeto a la persona del sujeto,


por tanto el proceso formativo ha de permitir al sujeto tomar conciencia del
valor infinito que tiene su vida y la vida de los demás.

‰ Toda persona es singular. Cada sujeto ha de llegar a saber e internalizar, a


través del proceso formativo, que él es por naturaleza una persona única, que
es irremplazable en la misión que a ella le toca cumplir en la vida; que nadie
puede desempeñar por ella la misión de hombre que está llamado a realizar,
confirmando con eso que su existencia es un suceso enormemente valioso.

‰ La capacidad de valorar. Es propio del hombre el asignar valor a sucesos,


propósitos, creencias, personas. A ellos confiere importancia, los aprecia con
sinceridad, los elige y los utiliza para normar su comportamiento o tomar sus
decisiones.

‰ La persona tiene ideales. Con ellos aspira a su autorrealización. Entre éstos se


encuentra el ideal de perfección.
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‰ Es el único ser que tiene conciencia de sí mismo. Si se forma una imagen


personal positiva, le ayudará a emprender acciones con la confianza en que
puede lograrlo.

A partir de estas características, surgen determinado requerimientos a la persona:

‰ Posee voluntad.
‰ Desarrolla su identidad en el tiempo, y esto se expresa en las
necesidades de conocer, de comunicarse y de afectos.
‰ Desarrolla la necesidad de relacionarse.
‰ La persona es educable. La educabilidad confiere a la persona un
inmenso poder para su desarrollo. Las personas encuentran en sí
mismas un poder ser. Todas pueden acercarse a un “deber ser”,
mediante una autoexigencia de perfeccionamiento y la búsqueda
constante de un sí mismo mejor.

En atención a los descriptores anteriores, la educación se apoya en hombres, en


personas, cada uno con métodos diferenciados.

De ahí la significación y relevancia de la educación intencional, que ha de conducir


a fomentar la independencia íntima, la autonomía personal, así como el desarrollo
integral y dinámico de toda personalidad. En efecto, es importante ser consciente
en todo momento de que el hombre se autorrealiza desde la cultura y necesita de
la educación para aprender y perfeccionarse. Por eso la intencionalidad es uno de
los distintivos más significativos de la educación. La intencionalidad no coarta la
libertad, sino que favorece la perfecta realización del hombre. La intencionalidad
conlleva responsabilidad, mientras que la acción exclusivamente natural exime de
esta característica y de todo comportamiento libre.

Pero la educación requiere, por otra parte, en la base misma de su acción efectiva,
sociabilidad. Dicho en otros términos más precisos, la educación es comunicación,
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ya que la apertura del hombre mediante su inteligencia y su libertad es la fuente


de la comunicación, al permitirle participar en el continuo trasvase de la verdad. La
comunicación es la base de la educación, educador-educando, docente-discente.
Y es que la educación permite al hombre realizarse en un doble sentido: personal
y socialmente.

Fundamentos Filosóficos de la Educación

En la comprensión de la naturaleza y la tarea de la educación es preciso


reconocer que el hombre requiere un proceso más lento de aprendizaje que el
animal, pues si bien éste debe aprender también el empleo de los órganos de que
la naturaleza le ha dotado, sin embargo, dichas capacidades están inscritas en su
estructura orgánica, en sus potencialidades. De ahí la idea de estructura
psicobiológica incompleta

El hombre, requiere algo más que las técnicas mecánicas y morales, que exigen
un adiestramiento mucho más dilatado, por lo que el ejercicio del lenguaje y la
necesidad de asociación implican procesos más complejos y más culturales.

El hombre, a través de su existencia, contrae ciertas responsabilidades, además


de instalarse en un mundo no sólo físico. De ahí que el carácter más general y
específico probablemente de una cultura es que debe ser aprendida y, por
consiguiente, transmitida en alguna forma.

En clara diferencia con las asociaciones primarias, las llamadas sociedades


civilizadas son aquellas cuya cultura está abierta a las innovaciones y dispone de
instrumentos aptos para hacerles frente, comprenderlas y utilizarlas. Pues bien,
estos instrumentos son forjados por el saber racional, el cual, desde este punto de
vista, podría definirse como la posibilidad de renovar y corregir las técnicas
culturales.
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A este respecto, desde la antigüedad clásica estas dos tareas, conservar y


renovar la cultura, fueron abordadas en forma racional y consciente por la filosofía.
Y es que la filosofía no es otra cosa que la toma de conciencia, por parte del ser,
de las manifestaciones, fines y valores de la realidad universal y del hombre,
insertos en una ordenada concepción del universo, o en una, si se prefiere, visión
de la vida.

Desde esa perspectiva, tal cual lo señala Roberto Munizaga, la Educación aparece
bajo distintas acepciones, tales como:

‰ Socialización de las nuevas generaciones.


‰ Proceso de adaptación al ambiente.
‰ Desenvolvimiento de la personalidad a través de la cultura.
‰ Reconstrucción de la experiencia.

En la estrecha interrelación filosofía – educación, es imperioso constatar que, al


margen de la perspectiva particular adoptada en cada momento, parece obvio
afirmar, como universal, que no hay concepto verdadero de la educación si no se
asienta sobre una imagen del hombre, convicción que encierra sus raíces en la
vida cultural. Ello debido a que una teoría educativa no es de origen arbitrario, sino
consecuencia y producto, inicialmente, de una determinada concepción del mundo
y de la vida. De ahí que, como recuerda E. Boutroux (en Mantovani, 1970), todo
sistema de filosofía lleva implícita o explícitamente una doctrina pedagógica. Y que
toda pedagogía sea siempre un esfuerzo por realizar principios o valores que
caracterizan y presiden una concepción del mundo o, en otros términos, una
filosofía.

Es inconcebible así una pedagogía como teoría de la educación sin una filosofía
del hombre. Por eso el primer planteamiento de fondo de toda pedagogía se
sintetiza en estos interrogantes:
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‰ ¿Qué es el hombre?
‰ ¿Cómo debe ser?
‰ ¿Cuál es su meta o des tino?... Preguntas éstas que constituyen, el
subsuelo de una teoría de la educación.

Para Kant, en la educación se encierra el secreto de la perfeccionabilidad de la


naturaleza humana. El hombre es lo que la educación hace de él, y teniendo en
cuenta la categoría del progreso, la educación juega un papel fundamental.

En los planteamientos de Kant (1983) toda educación es un arte, porque las


disposiciones naturales del, hombre no se desarrollan por sí mismas. La
naturaleza no nos ha otorgado para ello ningún instinto. Así, inevitablemente todo
arte de la educación que procede y actúa sólo mecánicamente ha de contener
faltas y errores por carecer de fundamentos en los que asentarse. De ahí que el
arte de la educación o pedagogía necesite ser razonado, si ha de desarrollar la
naturaleza humana para que ésta pueda alcanzar sus metas. En definitiva, al
hombre se le puede adiestrar, amaestrar, instruir mecánicamente, o realmente
ilustrarle. Se adiestra a los animales, y también se puede adiestrar a los hombres.
Sin embargo, no basta con el adiestramiento; lo que importa sobre todo es que el
educando aprenda a pensar, ahí está la clave de una educación verdadera.

De ahí que la contribución de la filosofía al proceso educativo, posea un


considerable valor. De hecho, y en relación con otras disciplinas próximas,
desempeña una labor distinta respecto a la actividad del pensar, elemento clave
en la comprensión del proceso educativo.

Ciertamente, resulta obvio señalar que el pensar es el cimiento mismo del proceso
educativo, ya que una educación construida sobre cualquier otra base será
superficial y efímera. La filosofía es la disciplina cuyo objetivo es fomentar el
pensar en las demás materias, según afirma, entre otros, Lipmann.
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LA NATURALEZA DEL HECHO EDUCATIVO

El mundo, según su tesis, no puede permitirse el lujo de proponer una idea


irracional como modelo para las generaciones futuras. La filosofía no busca sólo,
valga la expresión, perfeccionar la técnica del pensar, sino generar pensamiento y
hacer que éste sea fecundo, bien en planteamientos aseverativos, o bien en
interrogativos.

Dada la importancia de la filosofía, y la naturalezas de la estructura humana, la


educación y la educabilidad aparecen como las claves de que dispone el hombre
para “hacerse” y “completarse”. Para ser más precisos en nuestra consideración,
vamos a detenernos por unos momentos en explicitar el concepto de educación y
su significado, lo cual nos permitirá acceder, en un segundo estadio, al tratamiento
de la idea de educabilidad.

En la polisemia del concepto de educación es posible reconocer tres acepciones


claves: desarrollo, perfección y formación.

A partir de esos datos, la interpretación más plausible podría orientarse a subrayar


los aspectos del proceso evolutivo, finalidad perfectiva racionalmente prefijada e
integración holística de cuanto adviene y acontece en el hombre a través de esas
fases evolutivas.

La educación podría entonces ser definida en los siguientes términos:

«Es un proceso exclusivamente humano, intencional, intercomunicativo


y espiritual, en virtud del cual se realizan con mayor plenitud la instrucción,
la personalización, la socialización y la moralización del hombre».

A partir de ese concepto, surge la idea de un hombre sociable, histórico,


perfectible y educable. Pues bien, entre las categorías humanas, la educabilidad
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ocupa un lugar de privilegio; y, desde otra perspectiva, no cabe duda que la


educabilidad es la condición primordial del proceso educativo, tal cual lo señala
Castillejo (...) al hablar de ésta como una categoría antropológica

El hombre es un ser indeterminado, debe hacerse, constituirse, conformarse,


quiera o no. Y ese hacerse será la tarea que le ocupe todo su ciclo vital. Ese
hacerse radical y esencialmente humano se sustenta en la posibilidad de
modificación, de cambio, de perfeccionamiento. Es decir, como indica
explícitamente Castillejo (1981), el hombre es educable si se quiere poseer
educabilidad.

La educabilidad no se agota ni restringe a un período más o menos extenso y


definido de antemano. La educación es un proceso continuo, vinculado a la
existencia del hombre. De esta forma, el hombre se convierte en «autor»
responsable de su existencia, porque el hombre dispone de sí mismo. En su
educabilidad reside pues la posibilidad de ser más valioso para sí mismo y para
los demás. La educabilidad es así el primer supuesto y punto de partida de ese
proceso que le permitirá al hombre constituirse y realizarse, llevando a cabo su
proyecto a través de una adecuada educación.

Educabilidad y aprendizaje son así conceptos para expresar el hecho clave de que
el hombre es un ser plástico y abierto al mundo, que puede mejorar sus
capacidades de educación partiendo de sus experiencias.

En estrecha relación con la filosofía, uno de los núcleos ocultos de intersección en


el que convergen las más diversas perspectivas, ya sea de carácter teórico como
práctico: el hombre. Y es que la educación requiere disponer de los presupuestos
antropológicos que después tendrán traducción en el fenómeno educativo. En una
palabra, se precisa saber qué contenido subyace como modelo antropológico en
las principales tendencias contemporáneas.
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LA NATURALEZA DEL HECHO EDUCATIVO

De hecho, la acción educadora adquiere firme sentido si se apoya sobre una


manera de entender el mundo y la vida. El hombre en formación necesita alcanzar
una idea acerca del universo para orientarse y situarse en él.

Algo de ello logró percibir Sócrates al reconocer la urgente necesidad de abordar


rigurosamente los aspectos relativos a la educación y formación del hombre. En
efecto, el primer cambio propiamente antropológico se llevó a cabo cuando
Sócrates, tras la filosofía jónica de la naturaleza, dio el paso del «macrocosmos»
al «microcosmos», al mundo del «yo», produciéndose así en cierto modo un giro
copernicano en el pensamiento griego, pasando del polo filosófico objetivo al
propiamente existencial.

Un segundo momento en este itinerario lo constituyen las palabras de san Agustín,


que prácticamente podrían ponerse en boca de Sócrates:

«Allí van los hombres y miran con asombro las cumbres de las montañas, las
enormes mareas, el vasto curso de los ríos, la inmensidad del océano y el curso
de las estrellas, pero no se ven a sí mismos ni meditan sobre sí mismos».

Y es que los puntos de inflexión del pensamiento, como señala Dienelt (1979),
suelen, también la mayor parte de las veces, emerger de situaciones de crisis. Por
ello, no ha de extrañar que la autorreflexión del hombre vaya a la par de
importantes desvelos pedagógicos para obtener nuevos fundamentos que dirijan
la vida en el mismo sentido.

Más tarde, entre los pensadores de la Ilustración, tan preocupados por la vertiente
social y política, también el tema de la educación alcanza especial relieve.
Recuérdese v. gr. El Emilio de Rousseau y la clara interdependencia que es fácil
encontrar entre sus ideas pedagógicas, políticas y filosóficas, sin necesitar
extendernos en sus planteamientos morales, tan caros para él a lo largo de sus
obras y correspondencia.
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LA NATURALEZA DEL HECHO EDUCATIVO

Tras el florecimiento científico natural del siglo XIX, se produce un giro


antropológico, introducido y sostenido por la filosofía existencial con Kierkegaard,
Heidegger, Jaspers, Sartre, Así, a comienzos del siglo XX, el hombre y su
existencia se convierten de nuevo en el objeto central de la investigación. De ahí
el título que aparece con frecuencia como «leif-motif» en numerosas obras: ¿Qué
es el hombre?

De entre estos autores, K. Jaspers, se perfila como un claro defensor de la


autorrealización humana, en tanto concibe al hombre como un hacerse
continuado desde un estado de indiferenciación y de estructura imperfecta, hasta
la perfección máxima que pueda alcanzar. Eso no sucede con los animales, que
están determinados por sus instintos. Por eso se dice de ellos que son seres
cerrados, por lo que no pueden liberarse de su mundo fijo y constante. El hombre,
en cambio, es un ser abierto que no está en modo alguno sometido o circunscrito
en sus funciones superiores a las leyes inmutables. Así, pues, en base a lo
indicado, y como se constata a través de sus obras, probablemente ha sido el
existencialismo el sistema contemporáneo que más interés e hincapié ha puesto
en la libertad humana como clave de la autorrealización del hombre.

No ha de extrañar por ello, que uno de los pedagogos más eminentes, ya citado,
J. Dewey, afirme explícitamente, en su estudio Democracia y educación (1971),
que si estamos dispuestos a concebir la educación como el proceso de tomar
decisiones fundamentales, intelectuales y emocionales, respecto a la naturaleza y
los hombres, la filosofía puede, incluso, definirse como la teoría general de la
educación.

Es obvio que, detrás de cada práctica educativa y teoría, se encuentra alguna de


las tendencias filosóficas, como empirismo, idealismo, racionalismo, positivismo,
personalismo, marxismo, etc. En definitiva, y dicho en términos precisos, la
educación es un proceso subordinado al principio de formación. Y es que el
estudio filosófico del hombre en formación, es decir, en su tránsito del ser al deber
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ser conforme a una imagen humana, conduce a un concepto ideal de la


educación, y éste, a su vez, a la doctrina de la pedagogía, de donde proceden y se
derivan a continuación aspectos prácticos.

La contribución de la antropología filosófica para el conocimiento del hombre es


clave en tanto permite responder a preguntas radicales tales como:

‰ ¿Qué es el hombre?
‰ ¿Cuáles son sus características?
‰ ¿Qué principios deben orientar su acción? No obstante, deben tenerse en
cuenta también otras perspectivas.

De esta forma, los datos aportados por las diferentes vertientes podrían interpretar
y conformar una visión más completa del ser humano. De ahí que debamos
tenerlo en cuenta para poder reflexionar sobre ellos después. A este respecto, en
su concisa obra, Mantovani (1970) resalta el importante auge experimentado en
las últimas décadas por esclarecer el concepto del hombre. Esta disciplina aporta
valiosas contribuciones para la dilucidación de las cuestiones pedagógicas, como
señalar la posición del hombre en el conjunto de los seres y lo que él debe ser, es
decir, su origen y destino humanos.

No tiene sentido intentar una renovación pedagógica mediante simples


cambios de carácter metodológico, ya que con ello se obtendrían tan sólo
conquistas superficiales y efímeras. La discusión sobre el concepto de
hombre es irrenunciable

La relevancia de la componente antropológica en educación, es posible


precisarla a través de la figura de Pestalozzi, quien en uno de sus trabajos más
conocidos afirmaba la existencia en el hombre de tres estadios inseparables: el
hombre natural, el hombre social y el hombre moral, predominantes
respectivamente en las tres etapas fundamentales del desarrollo individual, es
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decir, infancia, adolescencia y madurez. Pues bien, sobre esa base, la educación
constituye el tránsito sucesivo de esos tres estadios con la intención de elevar la
vida del hombre desde su naturaleza original sensible hasta su naturaleza superior
moral.

La exigencia antropológica debe ser integral, holística dando cuenta de una de


las características esenciales del hombre: Unidad Indivisible. Por tanto, si sólo
nos centramos en la vertiente biológica de la antropología, desde una perspectiva
pedagógica sería claramente insuficiente, y algo similar sucedería si nos
limitáramos únicamente a las vertientes pedagógicas o sociológicas..

“Educación es un proceso exclusivamente humano, intencional, intercomunicativo,


y espiritual, en virtud del cual se realizan con mayor plenitud la instrucción, la
personalidad y la socialización del hombre” (Paciano F., 1981, p. 137). Si la vida
se desenvuelve en contacto con el medio ambiente al que se adapta el ser vivo, la
educación ha de perpetrarse también en las dependencias exclusivas del ser
humano.

Así es como Castillejo señala que “la educación vincula indiscutiblemente al


hombre con la realidad socio-cultural de la que forma parte. (1985, p. 38)

Contexto sociocultural

“Hablar de educación es aludir a la interrelación de los grandes ámbitos de la


realidad. Por una parte, el hombre, como realidad psicobiológica, y por otro el
ámbito sociocultural, en el que se realiza” (Castillejo, J., Escamez, J., Marín, R.,
1985, p. 38).
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El contexto sociocultural cobra mayor importancia al considerar que el hombre se


desenvuelve en él como entidad psicobiológica, y que además en éste se
desarrolla la educación, en la interrelación del hombre con su contexto, uniendo la
educación de esta forma esos dos ámbitos. “La educación se resuelve entre estos
dos ámbitos claves: el hombre (entidad psicobiológica) y el ámbito socio-cultural”
(Castillejo, J., Escamez, J., Marín, R., 1985, p. 38).

Dentro de este contexto, donde se desarrolla la educación, existen situaciones a


las que el hombre se ve enfrentado cada día. Castillejo, J., Escamez, J., Marín, R.
(1985, p. 38-39) señalan que el proceso educativo, y también la vida, se da en
estas situaciones sociales, que son concreciones en el tiempo y el espacio de la
estructura social (ámbito objetivo), percibidas y vividas por un sujeto (ámbito
subjetivo). Tales situaciones se resuelven en la interrelación de ambos ámbitos.
Además, señalan que esta situación puede ser considerada como una limitación o
una posibilidad que se dan en un contexto socio-cultural determinado, en el cual
una persona decide. Esta decisión está ciertamente influenciada por una instancia
personal.

“Por eso la ‘situación social’ es, en ultima instancia, peculiar, diferenciada, única
para cada hombre.” (Castillejo, J., Escamez, J., Marín, R., 1985, p. 39), ya que
cada hombre aprecia la ‘situación social’ considerando su visón, su proyecto vital,
y de acuerdo a éste, clasifica si es una posibilidad o no.

En el contexto socio-cultural, desde la perspectiva de Castillejo, J. et al (1985, p.


39), existen factores condicionantes de la educación que la configuran, ya sea
porque permiten la existencia de ésta o porque inciden y delimitan la educación.
Es en estos factores donde la investigación se detiene un momento a analizar
algunos de ellos, ya que configuran la realidad educativa.

a) “Factor Cultural: Está configurado por los conocimientos y técnicas que el


hombre ha conquistado, la producción estética lograda, el desarrollo y nivel de los
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lenguajes (…). Va a permitir al nuevo miembro de una comunidad insertarse e


incorporarse al esfuerzo común.”

Este factor, en definitiva, aporta el ‘contenido’ a la educación, es decir, la


condiciona a nivel de qué enseñar, qué transmitir a las futuras generaciones, ya
que permite y persigue incorporar a los nuevos miembros de la sociedad en ésta.

Desde la mirada de Castillejo, J. et al (1985, p. 40-41), los factores culturales,


religiosos y filosóficos están a la base de las cosmovisiones, que son una
comprensión holística del universo, del sentido de la vida. Dentro de la
cosmovisión, según Castillejo, J. et al (1985, p. 40-41), existen modalidades, de
las cuales sólo se aludirán las que son de interés para el estudio.

“- Modalidad espontánea o experiencial: elaborada a partir de la experiencia vital;


como resultante de la experiencia de la vida, que da sentido a la experiencia”
(Castillejo, J. et al (1985, p. 41).

Esta modalidad de cosmovisión resulta interesante para la investigación, ya que la


visión que se forman las personas de la vida, del mundo, se forma a partir de la
experiencia, de lo vivido, de la situación social que vive cada sujeto. La
cosmovisión también resulta una condicionante de la educación, ya que la
comprensión del mundo que posea un sujeto determinará la forma de considerar
una situación social.

VER LECTURA 5 + 6

5. Marco Socio-Cultural de la Educación, José Luis Castillejo, pág. 37 – 62.


6. Desafíos para recrear la escuela. J. Mardones.
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Luego de leer cuidadosa y reflexivamente ambos textos – y siguiendo las


líneas teóricas desarrolladas en el ensayo – problematice (no más de dos
páginas) en torno a las características del marco sociocultural de la
educación.

ESTE ENSAYO SERÁ INCLUIDO EN EL INFORME FINAL

Axiología y Educación.

En el ámbito educativo la filosofía, además de suponer una dimensión claramente


histórica y antropológica, ha de hacerse cargo de la dimensión ética, axiológica y
teleológica, que regula y promueve, en gran medida, la dinámica de toda práctica
educativa.

Mejorar para tender hacia un objetivo, perfeccionar para acercarse a un ideal,


supone la definición explícita de un sistema de valores a cuyo servicio se coloque
la educación. En este terreno, tanto los pensadores teóricos como los investigado-
res pragmáticos deben tener en común una filosofía educativa idéntica; la
investigación, debe tender a mejorar la práctica, y en definitiva la acción sobre el
alumno, acción que no puede plantearse dentro de la mera especulación filosófica,
desconociendo realmente el objetivo al que debe atender.

Así, pues, parece un principio admitido por todos que educar es esencialmente
una tarea perfectiva. Y es que la calidad de la educación viene en buena medida
determinada por la dignidad, profundidad y extensión de los valores que hayamos
sido capaces de transmitir y suscitar (Castillejo, J., 1981).

Todos, en cualquier momento del proceso educativo, estamos valorando,


prefiriendo, eligiendo, dirimiendo respecto a actitudes, comportamientos e ideales,
apreciando y adoptando unos y rechazando o excluyendo otros. Cabe decir que el
escéptico en el mundo axiológico no existe propiamente. Y es que el tema de los
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LA NATURALEZA DEL HECHO EDUCATIVO

valores exige obviamente plurales enfoques y soluciones, pero lo que no es


posible es omitir su consideración y olvidarlos. Aunque es factible, como hace
saber Marín Ibáñez (1981), que en épocas de estabilidad, donde la tradición y
continuidad de las conquistas pasadas es indiscutida, probablemente no sea
imprescindible poner en evidencia y mostrar los problemas que surgen en torno a
los valores.

Recordemos que valor, es aquello que quiebra nuestra indiferencia y es


estimado por su dignidad y conveniencia con el ser. El valor nos obliga a preferirlo
y a despreciar a su opuesto, ya que el orden preferencial les es consustancial a
los valores, pues no todos son iguales. Por lo que tampoco podemos dejar de
establecer un orden jerárquico, anteponer unos y posponer otros en caso de
conflicto.

Para ser más precisos, podemos señalar que, desde la perspectiva educativa, los
valores son simultáneamente motivos y criterio de conducta. Criterio para juzgar la
vida y motivos en cuanto ideales que refuerzan el carácter dinámico.

Por otra parte, y desde una consideración ontológica, los valores, en cuanto
bienes objetivos, son fijos e inmutables, pero en cuanto valiosos para el hombre,
atractivos e interesantes en mayor o menor grado, preferibles y preferidos en lugar
de otros, son cambiantes y tienen que ver con la evolución del individuo y la
sociedad, sobre todo con ésta.

De cualquier forma, lo que no parece laudable es que los valores se impongan o


deban provocar obligación. Muy al contrario, al margen de la dificultad que pueda
suponer la práctica axiológica, deben ser transmitidos siempre en un contexto de
libertad, teniendo en cuenta que los valores como tales se eligen.

En relación al valor, surgen los fines educativos los cuales son definidos de
acuerdo con la escala de valores aceptada. Esto es debido a que los fines
educativos comparten su consistencia ontológica con la propia del sistema
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filosófico-axiológico que les sustenta. Y en definitiva, no conviene perder de vista


que los fines educativos están determinados, por la idea que se tenga acerca del
hombre, ya que en toda teoría educativa la idea del hombre, constituye el
referente de toda actividad educativa.

Claro que, en períodos de transición, cuando emergen nuevos planteamientos y


fenecen ideas que han sido válidas durante largas épocas, surge la impresión de
incertidumbre, de inconsistencia y de carácter efímero. Aunque huelga decir que
los verdaderos valores, los más elevados, lo son siempre por sí mismos,
independientemente de las vivencias individuales y colectivas; de ahí que parezca
indiscutible que la calidad de la enseñanza penda y dependa inexorablemente de
los valores.

A este respecto, cabe decir que existen diversas posiciones respecto a su


naturaleza. Así, encontramos autores para quienes el valor no es algo puramente
subjetivo ni reside en la pura objetividad. Ha de radicar más bien en su
interrelación, y así su dinámica, multiplicidad y movilidad se explican más
fácilmente desde esa relación dual. A partir de ahí, podemos entender más
fácilmente los subjetivismos y relativismos que contemplan tan sólo una cara de la
moneda del valor.

Aunar ambas dimensiones será el ideal pedagógico que permitirá fundamentar


nuestra educación.

Cabe recordar, en este sentido, cómo Max Scheler distinguía entre valores
sensibles, que podían ser gratos e ingratos; valores vitales, que a su vez se
subdividen en valores lógicos (verdadero-falso), estéticos (bello-feo), éticos
(justo-injusto), y finalmente valores religiosos.
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Surge así la convicción que sin la antropología filosófica, todas las expresiones
teleológicas que fijan a la educación la tarea de formar hombres completos están
vacías porque no podrían responder en qué consiste la humanidad y la hominidad.

La educación por definición involucra el componente valórico, pues tal cual lo


señala Ibáñez Martín, el valor, como estrella polar para el navegante, dirige la
ruta, incentiva la acción y nunca se alcanza del todo; por ello la condición humana
se trasciende y sobrepasa incesantemente.

Por todo lo cual, es preciso tener en cuenta que entre las tareas más significativas
del proceso educativo está la de suscitar en el sujeto el conocimiento de hábitos y
actitudes hacia el máximo número y rango de valores, de acuerdo con sus
capacidades e intereses, profundizando en las áreas de su particular preferencia,
teniendo en cuenta que las actitudes no son otra cosa que las disposiciones
favorables o desfavorables hacia determinados valores. Hay que cultivar pues las
actitudes positivas hacia los valores positivos, y desviar las actitudes negativas
hacia los valores de este carácter.

En definitiva, la educación ha de tender, en base a lo expuesto, a desarrollar en


todos los educandos actitudes, hábitos y saberes que, trascendiendo la realidad
deficiente, hagan y consigan que la vida individual y colectiva sea más humana,
más valiosa.

La educación, como proceso que conduce al niño hacia su total plenitud, implica
necesariamente el encuentro vivencial del educando y los valores, a la vez que
procura guiar al alumno en la realización de los mismos. Tal punto en común, y el
reconocimiento de los valores en acción frente al ser en crecimiento, producen la
formación de la personalidad en el estudiante, quien, inspirando sus vivencias y
conducta en valores que lo atraen y motivan, tiende a autorrealizarse en comunión
con su maestro.
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LA NATURALEZA DEL HECHO EDUCATIVO

La relación educativa supone así, por una parte, un sentido de comunicación del
valor, ante el cual tanto el maestro como el discípulo se encuentran sujetos; por
otro lado, tal dependencia hacia el valor conlleva un sentimiento de connivencia
entre iguales que se ayudan, guiándose de forma permanente hacia la adquisi-
ción y cultivo de su carácter personal. Pero no olvidemos la clara relación
existente entre el desarrollo de la personalidad y el ambiente socio-cultural en que
se realiza. Por ello podemos afirmar que la relación axiológica en la pedagogía de
los valores existe en dependencia a la realización de valores de la colectividad o
sistema en donde se integra. Las relaciones de complementariedad y de-
pendencia entre la axiología y la cultura son expuestas de manera gráfica por la
representación del triángulo didáctico que defiende el pedagogo F. Huber, para
quien la pedagogía de los valores consiste en la relación dinámica entre un sujeto
en formación; un sujeto formado y una experiencia que se comunica.

A través de esta triada, podemos reconocer cómo el niño y el educador se


encuentran bajo la supremacía de los valores (ley de la común supeditación a los
valores), así como, al mismo tiempo, el educador se encuentra más próximo a los
valores que el educando (ley del desnivel pedagógico), y dispuesto a mediar entre
el valor a alcanzar (ley del amor pedagógico).

VER LECTURA 7 + 8 + 9 + 10 + 11

Finalmente, le solicitamos revise los siguientes documentos:

7. El problema teleológico. E. Manganiello. Pág 88 – 97.


8. Los valores fundamento de la educación, José Luis Castillejo, pág. 65 – 82.
9. Autorrealización Personal, fin fundamental de la educación, José Luis
Castillejo, pág. 87 – 97.
10. Los fines de la Educación. Dewey, J: Democracia y Educación. Pág. 1 – 19.
11. No hay docencia sin discencia. Freire. P.: Pedagogía de la autonomía.
Pág 23 – 46.
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LA NATURALEZA DEL HECHO EDUCATIVO

Luego de leer comprensiva y reflexivamente los textos que se adjuntan – y


vinculándolos siempre a los trabajos anteriores – deberá responder las
siguientes preguntas, fundamentando con citas del material revisado.

- Problema del fin de la educación: ¿Para qué educar? ; y


- Problema de los medios de la educación: ¿Cómo educar al sujeto?

ESTE ENSAYO SERÁ INCLUIDO EN EL INFORME FINAL

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