El Catecismo de la Iglesia Católica señala la importancia vital de la caridad para la vida
cristiana.....En esta virtud se encuentra la esencia y el núcleo del cristianismo, es el centro de la predicación de Cristo y es el mandato más importante. Jn 15, 12; 15, 17; Jn 13, 34...No se puede vivir la moral cristiana haciendo a un lado la caridad. Es la virtud reina, el mandamiento nuevo que nos dio Cristo, por lo tanto, es la base de toda espiritualidad cristiana. Es el distintivo de los auténticos cristianos. Es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es la virtud por excelencia porque su objeto es el mismo Dios y el motivo del amor al prójimo es él mismo: el amor a Dios. Porque su bondad intrínseca es la que nos une más a Dios y haciéndonos parte de Dios y dándonos su vida. 1 Jn. 4, 8. La Caridad le da vida a todas las demás virtudes, pues es necesaria para que éstas se dirijan a Dios, sin ella las demás virtudes están muertas. Al hablar de la caridad, hay que hablar del amor. El amor “no es un sentimiento bonito” o la carga romántica de la vida. “El amor es buscar el bien del otro”. El papa emérito Benedicto XVI, en su Encíclica “Deus Caritas”, nos decía: “El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios, es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial y esto, en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad”. La Iglesia, porque es esposa de Cristo, continuidad de Cristo en el tiempo y en el espacio, para ayudarnos y educarnos en la caridad. En su catecismo se resumen los gestos de la caridad en catorce modalidades, a los que llamó ; “Las Siete Obras de Misericordia Corporales” y “Las Siete Obras de Misericordia Espirituales”, utilizando este término porque la forma más alta de la caridad es la Misericordia, que literalmente significa: “Dar al miserable el propio corazón”. Es decir, la propia vida para que el otro conozca a Cristo. Hoy en día estamos ante una verdadera crisis antropológica, más aún, ante una emergencia antropológica, como seres humanos hemos perdido la brújula de nuestro sentido de vida, es por ello que se requiere una especie de reseteo en nuestro interior por lo que es necesario el esfuerzo por superar la ética individualista que tanto ha corrompido nuestra sociedad actual. Nadie puede permanecer pasivo ante lo que sucede hoy en nuestras sociedades en el mundo. El individualista se encierra en sí mismo, levantando una especie de muro que impide no sólo el acceso de los demás, sino también salir al encuentro del otro, lo cual implica una grave injusticia personal y social. La actual sociedad necesita personas auténticamente comprometidas consigo mismas, que se abran al misterio de su vocación cristiana y se “donen” en amor generoso a sus familias, a sus comunidades y a toda la sociedad. Que durante esta cuaresma (y siempre) pongamos en práctica esta donación a los otros, a los prójimos, a Jesús reflejado en nuestros hermanos, especialmente en los más necesitados, no solo en el orden material sino también en el orden espiritual.