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La Concentración
Base de la Meditación
La meditación de serenidad (Samatha) y la de visión cabal (Vipassana) tienen una base común,
la concentración mental. A los efectos de la práctica meditativa se reconocen los siguientes tres
niveles, o grados de intensidad de concentración mental:
Ésta es, sencillamente, el esfuerzo inicial que uno hace por concentrarse al comenzar el ejercicio
mental. Es la concentración normal que ejercitamos en la vida diaria cuando prestamos atención
consciente a un objeto determinado. Naturalmente, ésta varía según la capacidad normal (es
decir, no entrenada) de concentración de cada cual.
Hay quien se concentra con relativa facilidad, y quien tiene siempre la cabeza a pájaros. De
todos modos, aún en el caso de una persona bien dotada, pero sin entrenamiento particular,
esta concentración previa dista de ser suficiente para el ejercicio de la meditación. Por
consiguiente, hay que estabilizarla e intensificarla, centrando para ello la atención en uno de los
"objetos de meditación" que veremos en seguida, hasta conseguir:
Así llamada porque es la que da acceso tanto a la meditación de serenidad como a la de visión
cabal. Se caracteriza por una concentración estable e intensa de la atención en el objeto de
meditación, tomado, bien en su forma original, bien (en cierta clase de ejercicios) en la forma
llamada "contraseñal". No hay aún inhibición de la recepción de estímulos sensoriales o
mentales. El meditador sigue teniendo plena conciencia de lo que está sucediendo fuera y
dentro de él, pero ya no lo distrae. Su atención se mantiene centrada en el objeto de
meditación.
Es a partir de este punto que se separan los dos tipos de meditación. En la meditación de visión
cabal (vipassana), este grado de concentración basta para ir penetrando en la intimidad de los
fenómenos de todas clases, e ir adquiriendo conciencia cada vez más clara de su naturaleza
efímera e inestable. En la meditación de serenidad (samatha), en cambio, hay que continuar
refinando y fortaleciendo la concentración, hasta alcanzar:
Aquí la atención queda totalmente absorta, y el meditador tiene conciencia solamente del
objeto de meditación (o su contraseñal), con exclusión de otras percepciones. Ésta es la
concentración fija, llamada también de realización porque es la que realiza las distintas
abstracciones o absorciones meditativas (jhana) que veremos.
Fundamentalmente, hay dos maneras de practicar la concentración de la atención, que por sus
características denominamos respectivamente perceptiva y discursiva.
En el primer caso se trata de concentrarse en la pura percepción del objeto tal y como se ofrece
en la mismidad del instante, sin reflexionar ni discurrir sobre él. La percepción inmediata,
momento por momento, del objeto de meditación, sin distracción de ninguna clase, ni sensorial
(otras percepciones), ni intelectual (reflexiones ni pensamientos de ninguna clase, aun relativos
al objeto mismo) es la que produce la fijación de la mente que se recoge en el preciso momento
perceptual. Ese recogimiento, esa fijación en el momento infinitesimal del "eso-ahora" es lo que
los antiguos textos llaman la "unificación de la mente".
Para los ejercicios perceptivos pueden , como es natural, aprovecharse las percepciones de
cualquiera de los sentidos corporales. Sin embargo, el hecho de que sea preferible disponer de
una fuente de estímulo sensorial lo más estable y duradera posible hace que, en la meditación
budista, se utilicen de preferencia los sentidos de la vista (percepciones de colores, formas, etc.)
y del tacto (sensaciones táctiles en el mismo cuerpo del meditador).
En el caso de los ejercicios perceptivos, los dos primeros niveles de concentración; es decir, la
concentración previa y la de acceso; van correlacionados con tres "señales" (nimitta), las cuales
son experiencias perceptivas particulares que señalan el progreso de la concentración mental.
Ésta es pura y simplemente la percepción sensorial directa, normal, del objeto de meditación,
con la claridad y relieve que se consiga al empezar a prestarle atención consciente y exclusiva.
El antiguo manual Visuddhi Magga (Camino de Purificación), compuesto en Sri Lanka en el siglo
V, es una guía minuciosa de inapreciable valor para el estudio y la práctica de la meditación
budista, al que recurriremos con frecuencia ahora que estamos entrando en los detalles de la
materia.
Veamos cómo explica la señal de captación con respecto a las contemplaciones visuales: "Hay
que prestar atención, a ratos con los ojos abiertos, y a ratos con los ojos cerrados, perseverando
así cien veces, mil veces y más, hasta que surja la señal de captación. Practicando de este modo,
cuando con los ojos cerrados se tiene la imagen precisa del objeto con igual claridad que con los
ojos abiertos, se dice que se ha conseguido la señal de captación".
El meditador sigue practicando con la señal de captación como base, hasta que llega un
momento en que la concentración alcanza un nuevo grado de intensidad, que es la
"concentración de acceso", y surge la contraseñal. Ésta no es ya la simple imagen del objeto,
sino una percepción con características propias que varían, como veremos, según la naturaleza
del objeto inicial pero que ya no son en modo alguno su representación.
"La contraseñal, por el contrario, surge como brotando de la señal de captación, y es cien veces,
mil veces más pura, como un espejo que sacan de la funda, como una bandeja de nácar pulido,
como la luna al dispersarse las nubes, como grullas blancas que vuelan ante una nube
tormentosa. Pero no tiene forma ni color, porque si los tuviese sería perceptible al ojo, de
naturaleza basta, accesible al conocimiento, y ofrecería las tres características."
(Es decir que sería una "cosa" material, cognoscible como tal.) "Pero no es así, sino que es un
modo de manifestación, nacido de la percepción, que surge en el que ha alcanzado la
concentración." Se apreciará que nos estamos adentrando en una esfera de vivencias harto
difíciles de describir. Es ésta una de las razones por las que los maestros de meditación se
muestran siempre reacios a explicar o describir al discípulo por adelantado las experiencias por
las que va a pasar. Otra y más importante razón es que una descripción previa puede resultar
mas contraproducente que otra cosa.