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Páginas legales

Jurado académico 2011


Presidente del Jurado
Francisco Sabatini Downey
Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile

Alan Gilbert
Universidad de Londres, Inglaterra

Alfonso X. Iracheta Cenecorta


El Colegio Mexiquense A.C., México

Alfonso García Santos


Universidad Politécnica de Madrid, España

Alfredo Stein Heinemann


Universidad de Manchester, Inglaterra

Analía Vazquez
Universidad Nacional de Mar de Plata, Argentina

Eduardo Mario Reese


Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina

Elena Jorge Sierra


Universidad de Alicante, España

Enrique Orozco Arria


Universidad Nacional Experimental del Táchira, Venezuela

Francisco Hernández Olivares


Universidad Politécnica de Madrid, España

Francisco Santiago Yeomans Reyna


Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, México
Georgina Isunza Vizuet
Instituto Politécnico Nacional, México

Gonzalo Martínez Barrera


Universidad Autónoma del Estado de México, México

Hilda María Herzer


Universidad de Buenos Aires, Argentina

Horacio Capel Saez


Universidad de Barcelona, España

Ignacio Carlos Kunz Bolaños


Universidad Nacional Autónoma de México, México

Irene Blasco Lucas


Universidad Nacional de San Juan, Argentina

Jahir Rodríguez Rodríguez


Universidad Autónoma de Manizales, Colombia

Juan José Gutiérrez Chaparro


Universidad Autónoma del Estado de México, México

Julio Calderón Cockburn


Pontificia Universidad Católica del Perú, Perú

Martim O. Smolka
Lincoln Institute of Land Policy, Estados Unidos

Montserrat Pareja Eastaway


Universidad de Barcelona, España

Patricia Ávila García


Universidad Nacional Autónoma de México, México
Pedro Abramo
Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil

Pedro Lorenzo Galligo


Universidad Politécnica de Cataluña, España

Peter M. Ward
Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos

Priscilla Connolly Dietrichcen


Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, México

Renato Cymbalista
Universidad de São Paulo, Brasil

René Marie Alexandre Coulomb Bosc


Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, México

Ricardo Jordán F.
Comisión Económica para América Latina y El Caribe (cepal)

Rosana Gaggiho Pacharoni


Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Ruby Mejía de Gutiérrez


Universidad del Valle, Colombia

Samuel Jaramillo González


Universidad de los Andes, Colombia

Sergio Manuel Alcocer Martínez de Castro


Universidad Nacional Autónoma de México, México

Sergio Vega Sánchez


Universidad Politécnica de Madrid, España
Silverio Hernández Moreno
Universidad Autónoma del Estado de México, México

Tanus Moreira
Pontificia Universidad Católica de Paraná, Brasil

Tito Alejandro Alegría Olazábal


Colegio de la Frontera Norte, México

Wiley Ludeña Urquizo


Universidad Nacional de Ingeniería, Perú
Jurado de calidad 2011
Ariel Cano Cuevas
Director General de la Comisión Nacional de Vivienda, México

Luis Foncerrada Pascal


Director General del Centro de Estudios del Sector Privado, México

Javier Gavito Mohar


Director General de la Sociedad Hipotecaria Federal, México
Secretaría permanente 2011
Francisco Sabatini Downey
Representante del Jurado Académico
Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile

Nadiezhda de la Uz Blanco
Representante de Sustentabilidad y Rentabilidad Social
Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores, México

Rosario Rogel Salazar


Representante del Sistema de Información Científica Redalyc
Universidad Autónoma del Estado de México, México

Rodrigo Zárate de Paul


Coordinación Técnica de la Secretaría Permanente
Universidad Autónoma del Estado de México, México

Miguel Ángel Aguirre Pitol


Asesor de la Secretaría Permanente
Universidad Autónoma del Estado de México, México
Organización 2011
Karen Capdeville Cureño
Silvia Castillo Ortega
Amelia Fuentes Marín
Alba Gámez Martínez
Liliana García Zárate
Miguel Ángel Guerrero Sámano
Martha Imelda Pacheco Palma
Edgar Gabriel Peña Valdés
Miguel Torres Blancas
Lizeth Vilchis Carbajal
Claudia Zenteno

Gracias al apoyo de
Eduardo Aguado López
Nelson Arteaga Botello
Arianna Becerril García
Víctor E. Pérez Orozco
Rosamaría Ortiz Chío
Mayela Vázquez Ávila
Mensaje del
Director General del Infonavit
Por tercer año consecutivo, el “Premio Iberoamericano de Tesis de
Investigación sobre Vivienda Sustentable: Infonavit-Redalyc” se ha
convertido en la oportunidad ideal para que diversos trabajos de
investigación de tesis de posgrado aporten conocimientos sobre la
realidad de las ciudades en Latinoamérica, enriqueciendo la estrategia
institucional en materia de vivienda.
Las aportaciones de las tesis de investigación básica y aplicada, nos
han permitido dar un paso más en la meta de consolidar ciudades
mejores y más habitables donde los conjuntos habitacionales se
integren al tejido urbano en entornos competitivos que aporten valor,
fomenten la vida en comunidad, familias con un desarrollo pleno,
buscando en todo momento estrechar lazos y unir esfuerzos ante
problemáticas que nos son comunes en la región iberoamericana.
Nos complace ver cómo este concurso ha estimulado el interés
por realizar investigaciones sobre vivienda sustentable en México y
América Latina y que las mujeres, quienes conformaron la mayoría de
participación en esta convocatoria, se hicieran acreedoras a tres de los
cuatro primeros lugares.
Es digno de mencionar que en esta ocasión uno de los estudios
realizados se llevó a cabo en Xalapa, Veracruz. El análisis de la
problemática de los asentamientos informales en México; la
producción y uso de espacios públicos en barrios informales; la
vivienda social de mercado: confluencia entre Estado, empresas
constructoras y capital financiero así como el análisis del ciclo de vida
de la vivienda de interés social en México, son los temas de los cuatro
lugares ganadores de esta emisión. Estudios que no nos queda duda
resultan de gran interés para mejorar las condiciones actuales que se
viven en estos asentamientos.
El Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los
Trabajadores (Infonavit) y la Universidad Autónoma del Estado de
México, a través de su Comunidad de Estudios Territoriales Redalyc
(cet) nos comprometimos a editar los trabajos ganadores en un
esfuerzo conjunto por concretar el acceso abierto al conocimiento. En
esta edición estamos innovando la presentación de estos materiales
en distintos formatos electrónicos, lo que representa un cambio
en la lectura tradicional al permitir acceder con un sólo toque a la
información que sustenta cada trabajo. Todos los materiales son de
acceso abierto para lograr una mayor y mejor difusión de los trabajos
ganadores, no sólo dentro de la comunidad científica sino al público
en general.
Esperamos que esta serie continúe contribuyendo a la generación
de propuestas y soluciones a la problemática de la vivienda sustentable
en Iberoamérica, abriendo espacios de comunicación e intercambio
entre instituciones sociales y academia, manteniendo vigente el reto
de construir ciudades sustentables en los ámbitos económico, social
y ecológico para impactar de manera favorable en la calidad de vida y
bienestar de la población.
Víctor Manuel Borrás Setién
Director General del Infonavit
Mensaje del
Rector de la UAEMEX
Investigación, docencia y extensión, son las tres funciones sustantivas
de toda institución académica comprometida con su entorno.
Fomentar la vinculación de estas actividades con los sectores sociales
y productivos es una tarea prioritaria, pues constituye la razón de ser
del conocimiento relevante. Y si bien este vínculo es indispensable, no
siempre se tiene la fortuna de lograr resultados fructíferos, duraderos y,
sobre todo, de excepcional valor.
Fue en el mes de noviembre de 2008 cuando se firmó un primer
convenio de colaboración entre el Instituto del Fondo Nacional
de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) y la Universidad
Autónoma del Estado de México, con el objetivo de consolidar un
sistema de información que permitiera difundir los principales trabajos
académicos generados sobre estudios de vivienda y territorio de toda
Iberoamérica.
Como parte de esta colaboración, se desarrolló la Comunidad de
Estudios Territoriales Redalyc (cet), que busca impulsar la generación
y difusión de nuevos conocimientos, métodos y estrategias de análisis
sobre temáticas de interés para las ciudades de Iberoamérica. Así, en
el marco de las actividades de esta Comunidad, en julio del 2009 se
lanzó la primera convocatoria al “Premio Iberoamericano de Tesis de
Investigación sobre Vivienda Sustentable: Infonavit-Redalyc” con una
excelente recepción por parte de la comunidad académica.
Este premio, estamos convencidos, vino a llenar un vacío existente
no sólo en el reconocimiento de los mejores trabajos de investigación
sobre temas relativos a la vivienda sustentable en el ámbito
Iberoamericano, sino particularmente –y acaso más necesario para
nuestra región– en la difusión de métodos y estrategias de análisis que,
las más de las veces, están condenadas al anonimato. La publicación
de las tesis ganadoras es parte del compromiso de las instituciones
convocantes, como también lo es desarrollar el –hasta ahora– único
y más grande repositorio de tesis digitales sobre temas de vivienda de
Iberoamérica.
El acceso abierto es el denominador común de este trabajo en
colaboración, en una región como la nuestra marcada por profundaas
desigualdades sociales, es indispensable desarrollar proyectos que
brinden el más amplio acceso al conocimiento que se desarrolla en los
centros de investigación. El invaluable apoyo y respaldo que brinda
el Infonavit, le otorga un valor adicional a este proyecto: un diálogo
abierto y franco entre academia e instituciones sociales, en beneficio
de la población que habita las ciudades, que unos construyen y otros
analizan.
En ocasión del 40 Aniversario del Infonavit, la comunidad de
la Universidad Autónoma del Estado de México se complace en ser
parte de este esfuerzo que permite poner a disposición del público en
general los cuatro libros electrónicos derivados de las tesis acreedoras
a los tres primeros lugares en la categoría “A” investigación básica, y al
primer lugar de la categoría “B” investigación aplicada, como parte de
la tercera emisión de este Premio que, estamos seguros, se consolida ya
como uno de los principales reconocimientos en este campo disciplinar
en la región Iberoamericana.
Eduardo Gasca Pliego
Rector de la Universidad Autónoma del Estado de México
Presentación
La realidad de nuestras ciudades, y en particular sus problemas
habitacionales, están cambiando más rápido de lo que imaginamos,
haciendo de la investigación en vivienda sustentable una necesidad.
Nuevos problemas, desafíos y oportunidades están surgiendo en
nuestros barrios, en los mercados inmobiliarios, en la industria
del sector, en nuestras instituciones y sistemas de gestión. La
sustentabilidad social, y no tan sólo la sustentabilidad ambiental, están
en jaque en el medio urbano.
El Premio Iberoamericano en Tesis de Investigación sobre Vivienda
Sustentable de Infonavit-Redalyc, que está entregando con estos
libros los resultados de su tercera versión correspondiente al año 2011
–ya empezamos a mirarlo como una tradición—ayuda a aliviar el
significativo vacío que hay en materia de investigación en este campo.
Debemos reconocer, por lo mismo, el aporte que han hecho estas
dos instituciones al haber creado y reeditado el Premio, lo mismo que
debemos nuestra gratitud a las personas que, con profesionalismo y
tesón, lo sostienen día a día: Nadiezhda de la Uz, Rosa María Ortíz,
Rosario Rogel, Eduardo Aguado y Rodrigo Zárate han sido sus
orfebres y merecen una explícita mención.
Entre las transformaciones que sobrellevan las ciudades y que
desafían nuestra comprensión, se cuentan las que han agravado
los problemas de sustentabilidad social y las que han agravado los
problemas de sustentabilidad ambiental. Los guetos urbanos y la
congestión del tráfico destacan entre esas amenazas, pero hay muchas
otras. También están los cambios que abren nuevos horizontes y
nuevas oportunidades, muchos de los cuales toman forma en la
actividad de las personas y comunidades, en los mercados urbanos
y sector inmobiliario más complejos, y en el papel más gravitante
que el Estado ha asumido, especialmente a través de programas de
obras públicas que se proyectan al conjunto del espacio urbano, o de
políticas de vivienda que crecen en cobertura social.
Nos debe complacer el hecho de que las tesis ganadoras en esta
tercera versión del Premio nos aporten, justamente, conocimiento
relevante de cara a esos desafíos: la construcción y recreación de barrios
y espacios públicos por sus mismos habitantes y usuarios, la relación
entre negocio inmobiliario y vivienda social, y los desafíos energéticos
y de diseño que encierra la producción de vivienda social en nuestro
medio.
Debemos destacar de esta tercera versión, además, el hecho de que
algo más de la mitad de los postulantes hayan sido mujeres, y que tres
de los cuatro premios, incluyendo el primero, haya sido justamente
para ellas
Por otro lado, el que los dos primeros premios hayan correspondido
a tesis elaboradas en universidades europeas resume muy bien el
propósito del Premio: más que estimular la investigación realizada en
vivienda sustentable en esta región del mundo, se pretende estimular
la investigación acerca de esta región. No deja de ser emblemático que
la tesis que obtuvo el primer premio sea la de la británica Melanie
Lombard, realizada en la Universidad de Sheffield uk, quien analiza
la problemática de los asentamientos informales en México. Por su
parte, el segundo lugar correspondió a Jaime Hernández García –
colombiano de origen– quien realizó sus estudios en la Universidad
de Newcastle uk, en torno a la producción y consumo de espacios
abiertos en asentamientos populares. La tesis acreedora al tercer lugar,
realizada por Lúcia Shimbo de Brasil, aborda una temática de crucial
importancia para el mercado inmobiliario: la confluencia entre Estado,
empresas constructoras y capital financiero.
En esta ocasión, se decidió otorgar un premio específico para las
tesis de investigación aplicada. Resultó seleccionado el trabajo de
Elizabeth Valdez Medina quien nos ofrece un análisis del ciclo de vida
de la vivienda de interés social en México.
Estos cuatro libros se suman a los seis anteriores derivados de las
emisiones 2009 y 2010 de este Premio. Con ello sumamos ya en total
10 volúmenes de la Serie.
Digno de mencionar es, también, que en esta ocasión se realice la
publicación de los libros en distintos formatos electrónicos, todos de
acceso abierto, haciendo posible una mayor y mejor difusión, amplia y
democrática de los trabajos ganadores. El que la construcción de estos
materiales haya sido pensada con tales características, revoluciona el
trabajo de investigación dado que facilita la búsqueda e identificación
de los contenidos, lo que permite acceder con solo dar un toque a toda
la información que sustenta estas investigaciones.
Francisco Sabatini Downey
Presidente del Jurado Académico
Introducción

Espacios públicos en asentamientos


urbanos populares

Los asentamientos urbanos informales son el presente y futuro urbano para


una gran parte de la población en América Latina. Son mucho más que
casas y calles, son personas interactuando con los espacios. Las dinámicas
de estos asentamientos van mucho más allá de la falta de viviendas y
establecimientos urbanos, como es común en la política habitacional de
Colombia.
Este libro analiza los espacios públicos (espacios abiertos) de los barrios
informales o populares en Bogotá. Presenta los principales hallazgos
de la investigación sobre estos espacios: ¿Qué son? ¿Cómo funcionan?
y ¿Qué significan para las personas? Esta investigación se realizó en la
Universidad de Newcastle Upon Tyne, en Inglaterra, con apoyo del
Programa de la Unión Europea de Becas de alto nivel para América
Latina, (ALBan, por sus siglas en inglés); y la Pontificia Universidad
Javeriana, en Bogotá.

Asentamientos urbanos informales o populares

Aunque los asentamientos urbanos informales o populares se han


estudiado desde hace mucho tiempo, de alguna manera han sido
olvidados. Sin embargo, en la actualidad la atención entre académicos
y profesionales resurge, así como nuevas evidencias y argumentos.
Como ejemplo de ello destacan los trabajos de Brillembourg et al.
(2005), Hernández, Kellett y Allen (2010) así como el número especial
de Harvard Design Magazine (2008), que vienen a complementar más
de cinco décadas de estudios y trabajos de académicos y profesionales
Latinoamericanos.
Sin embargo, estos ‘nuevos’ análisis que promueven caminos
diferentes y alternativos para explicar los asentamientos urbanos
informales coexisten con las ‘viejas’ ideas y perspectivas. Entre el
pensamiento ‘viejo’, que sigue vigente e influencia fuertemente las
políticas en Colombia, y en buena parte de América Latina, está la
idea de la existencia de dos ciudades dentro de la ciudad: la formal
y planeada junto a la informal no planeada e ilegal, la cual “es el
resultado de un proceso urbano, especulativo y caótico del desarrollo
periférico, sin vías, transporte ni servicios públicos” (Rueda-García,
2000: 2). A pesar de ciertas excepciones a nivel municipal, las
políticas están diseñadas para prevenir estas prácticas, erradicar estos
asentamientos cuando y en donde sea posible, y construir nuevas casas
en otras áreas de la ciudad para reubicar a las personas. Dichas políticas
han conseguido resultados muy limitados (“Vivienda informal esta
‘disparada’, edificaciones ilegales subieron 17% en los últimos años”)
(El Tiempo, mayo 11, 2010).
Si bien los ‘viejos’ enfoques en torno a los asentamientos urbanos
populares tienen ciertas limitaciones, los análisis ‘nuevos’ también
han sido criticados. A decir de Varley (2009) con esta ‘nueva’
literatura se corre el riesgo de generar percepciones equívocas acerca
de la precariedad de las edificaciones y de la lucha de sus habitantes.
De hecho, algunos de estos trabajos son considerados por varios
especialistas como un riesgo dado que pueden dar un mensaje
incorrecto a los gobiernos, tal como lo señalan Torres y Castillo
(2009), quienes abogan por cambios estructurales en las políticas
de desarrollo en Colombia, porque las acciones locales y creativas
de personas y organizaciones no pueden, por sí mismas, manejar
el complejo fenómeno expansivo de los asentamientos urbanos
informales. Sin embargo, esta ‘nueva’ literatura argumenta que la
informalidad no es necesariamente un problema, sino que puede
ser una oportunidad; como un modo alternativo de producción de
espacio (Roy, 2009). Para Brillembourg, Feireiss et al. (2005), los
asentamientos urbanos informales son el presente y futuro urbano para
una gran parte de la población en América Latina, e incluso pueden ser
la clave para el siglo xxi en términos de riqueza, creatividad y logros.
En primera instancia, estas ideas sobre informalidad se consideran
como un acercamiento válido a la producción de espacio urbano.
Segundo, cuestionan los discursos binarios y de marginación como
formal/informal, legal/ilegal, planeado/no planeado, etc. Con lo que
buscan ver los asentamientos como son, como parte de las ciudades,
con problemas, oportunidades, e incluso, con lecciones para otros
acerca de integridad, inclusión y diversidad (Fiori y Brandao, 2010:
190). Finalmente, la tercera contribución es reconocer a las personas
detrás de las casas y el espacio urbano. “El sector informal surge como
un sistema complejo de interacciones sociales” (Ramírez, 2010: 138),
así como los asentamientos urbanos informales son mucho más que
casas y calles –también son personas interactuando con los espacios.
Las dinámicas de los asentamientos urbanos informales van mucho
más allá de la falta de vivienda y servicios urbanos, como es común
en las políticas de Colombia. Estas ideas son el tema principal de este
libro, especialmente desde la perspectiva de las interacciones entre las
personas y los espacios y cómo estas relaciones influyen los aspectos
social y físico del barrio popular.

¿Espacios abiertos o públicos?

"Si un lugar es igualmente accesible a todos, independientemente de


sus capacidades físicas, edad, género, origen étnico, nivel de ingresos
y estatus social, se le puede llamar un espacio público" (Madanipour,
2010: 242). Con esta definición se puede argumentar que ningún
espacio es completamente accesible por igual a todos. Este es el caso de
los espacios públicos en los barrios populares, que no son totalmente
públicos, lo son en términos de accesibilidad (en cierta medida) y
de propiedad (la mayoría de ellos), pero no en las condiciones de su
uso, lo que influye en su accesibilidad. Estos espacios están más cerca
de lo comunitario, donde los extraños son identificados y no son
bienvenidos siempre. Su entrada no está físicamente impedida, pero
saben que están en el lugar del otro, sólo después de visitar un lugar
determinado en varias ocasiones y conocer a sus personas, se puede
sentir el derecho a estar allí, al menos como visitante bienvenido.
‘Público’ es un concepto complejo incrustado en la dialéctica, entre lo
privado y lo público, con implicaciones sociales, culturales y políticas.
La evidencia sugiere que en los barrios, es una cuestión de la relación
entre el interior de la casa y afuera en la calle, como argumenta Riaño
(1990), en lugar de una dicotomía entre lo privado y lo público.
Con esto en mente, los ‘espacios abiertos’ parecen apropiados para
identificar estos lugares.
Kohn (2004) identifica tres componentes de espacio público: la
propiedad, la accesibilidad y la intersubjetividad. La propiedad está
relacionada con la propiedad pública, la accesibilidad significa permitir
la entrada a todos, sin restricciones, y la intersubjetividad se refiere a
fomentar la comunicación y la interacción. La propiedad puede ser
entendida de manera similar en el contraste de los espacios abiertos
de los barrios populares con los de la ciudad, pero la accesibilidad y
la intersubjetividad se constituyen de manera diferente. Esto se puede
explicar –y se analizará en este libro– como resultado de la estrecha
relación entre las personas y los lugares. Los espacios abiertos de los
barrios tienen características particulares debido a su conexión con la
gente. En otras palabras, son socialmente producidos y construidos,
estos conceptos dobles y superpuestos ayudan a explicar cómo la
materialidad física se transforma, se expresa y se hace significativa. Por
lo tanto, el interés de esta investigación es explorar la relación entre la
gente y el lugar en los espacios abiertos de los asentamientos urbanos
informales. Holloway y Hubbard (2001: 7) afirman que "se ha
convertido en un axioma en la Geografía Humana que a medida que
las personas construyen lugares, los lugares construyen a las personas
(infiriendo la reciprocidad entre las personas y el lugar)", o Carmona
(2010: 158):"los espacios públicos urbanos forman y están formados
por la sociedad –sus relaciones de poder, prioridades y temores", por
lo que se investigarán estas relaciones en los espacios abiertos de los
barrios.
A pesar de que –comparado con los estudios sobre vivienda– los
espacios abiertos en los asentamientos urbanos populares o ‘barrios’,
en Colombia se han estudiado poco, destacan tres vertientes en su
abordaje:
• La primera es el punto de vista ‘institucional’, evidente
en las políticas nacionales, cuyo objetivo es evitar que los
asentamientos urbanos informales se desarrollen, y si es posible
erradicarlos y/o reubicarlos. En este contexto, donde el interés
está principalmente en la vivienda y la infraestructura, los
espacios abiertos pocas veces se discuten.
• La segunda visión se encuentra en algunas políticas y programas
municipales, especialmente en Bogotá, se centra en la creencia
de que las intervenciones masivas en los espacios abiertos de
los barrios, tales como parques y bulevares, puede contribuir
a la mejora de estas áreas y de las condiciones de vida. En
este sentido, el programa Favela Bairro, en Brasil, promueve
los espacios abiertos como integradores sociales, "hay una
fuerte dependencia en la función que el espacio público puede
desempeñar para unir a las personas, haciendo hincapié en
la importancia de la calidad del diseño y la arquitectura"
(Riley, Ramírez et al., 2001: 527). A pesar de que los recientes
proyectos desarrollados en Bogotá son importantes, limitados
en tamaño e impacto en comparación con la dimensión de la
ciudad y las necesidades de las personas.
• La tercera perspectiva está relacionada con la producción y el
uso de estos lugares, y se ocupa de documentar las prácticas
sociales y de apropiación del espacio abierto. En el contexto
colombiano, los trabajos de Riaño (1990), Saldarriaga (1996),
Viviescas (1997), Rojas y Guerrero (1997), Niño y Chaparro
(1997), y Avendaño y Carvajalino (2000) constituyen estudios
importantes. Esta investigación, informada por las dos primeras
perspectivas, tiene como objetivo contribuir al debate de la
tercera, a la relación entre la gente y el lugar, y el lenguaje formal
y los significados asociados con la materialidad observada como
resultado.

Objetivos, temas y preguntas de investigación

Este estudio explora la relación entre las personas y los espacios


abiertos en los asentamientos urbanos informales de Bogotá. La
gente en estas áreas desarrolla sus propios entornos construidos a
través de sus propias ideas, iniciativas y posibilidades económicas.
El propósito de esta investigación es entender cómo funcionan los
espacios abiertos de los barrios y las formas en que los usuarios locales
producen, consumen, transforman, expresan y les dan sentido. Los
espacios abiertos en los asentamientos urbanos informales, –como
la reserva de viviendas– son en gran medida producto de procesos
locales de autogestión; sin embargo, no se ha logrado un nivel
proporcional de comprensión de sus procesos quizá porque, con
frecuencia son vistos como espacios sobrantes con poco valor. Sin
embargo, desde las primeras etapas de la formación del barrio, juegan
un papel importante en la dinámica física y social, aunque su mejora
y consolidación no se realiza hasta varios años después. Mediante el
estudio de los espacios abiertos se propone contribuir al debate sobre
los asentamientos urbanos informales, considerándolos como una
oportunidad para conocer diferentes formas de pensar y hacer ciudad,
a partir de los siguientes objetivos:
• Identificar y caracterizar los espacios abiertos de los
asentamientos urbanos informales en términos físicos y sociales.
• Examinar la producción de los espacios abiertos, sus procesos de
transformación, así como los diferentes actores involucrados.
• Investigar el uso de los espacios abiertos, desde la perspectiva
cotidiana y funcional.
• Explorar la forma, el lenguaje y los significados, asociados a los
espacios abiertos, y reflexionar sobre su relación con las prácticas
de producción y uso.
• Contribuir a la comprensión de los asentamientos urbanos
informales y su potencial para construir ciudad y sociedad.
Los asentamientos urbanos informales, los espacios abiertos, y las
relaciones de las personas y el lugar, son temas que están cubiertos en
esta investigación, teórica y empíricamente, con el fin de alcanzar los
objetivos propuestos.
• Los asentamientos urbanos informales, son el contexto y el
marco de la investigación.
• Los espacios abiertos, son la herramienta con que se consideran
los asentamientos urbanos informales, y serán sujeto de análisis y
discusión.
• Las relaciones de las personas y el lugar, constituyen las
herramientas teóricas y metodológicas utilizadas para llevar a
cabo la investigación.
En la práctica, los tres temas anteriores están unidos entre sí y
tienen sentido en su interrelación, pues se orientan por las siguientes
preguntas de investigación:
• ¿Cómo es diseñado, construido, manejado, transformado y
sostenido el espacio abierto?
Los espacios abiertos en los asentamientos urbanos informales así
como las viviendas, son producidos y transformados por sus propios
usuarios. Sin embargo, no se conoce mucho cómo funciona esta
producción, debido a que estos lugares generalmente se consideran
poco importantes tanto para los colonos populares como para la
ciudad. Esta pregunta es acerca de la producción social del espacio
abierto, aborda las diferentes fases de producción de los espacios
abiertos, sus procesos de desarrollo, los actores involucrados y la forma
de actuar, así como las estrategias de mejora.
• ¿Cuál es la relación entre los espacios abiertos y las personas
(usuarios) que los crean y transforman?
Los espacios abiertos del barrio popular son principalmente usados
por las personas que viven en las inmediaciones, así como por otros
que viven y/o trabajan en la misma área, con la presencia ocasional
de forasteros. Estos espacios son utilizados de dos formas: funcional
y simbólica. La primera puede ser entendida como el vínculo físico
y cotidiano, la segunda, como experiencia y representación, que
generan diferentes niveles de relación entre personas-lugar y, al mismo
tiempo, estos intercambios influyen a la gente y el lugar. Se trata de
la construcción social de los espacios abiertos, por lo que con esta
pregunta se aborda el uso en los barrios de los espacios abiertos y sus
implicaciones.
• ¿Cuál es la forma y el lenguaje empleado en los espacios abiertos
y cómo pueden ser entendidos e interpretados?
Los espacios abiertos de los barrios están íntimamente relacionados
con sus colonos, y esta relación se manifiesta por el entorno
construido. La riqueza y creatividad que se puede encontrar sugiere la
existencia de un lenguaje específico en estas áreas. Esta pregunta busca
interpretar la producción tangible y observable acerca del lenguaje y su
significado del espacio abierto.
En suma, con esta investigación se pretende ofrecer una
mayor comprensión de las dinámicas sociales y espaciales de los
asentamientos urbanos informales, y de sus espacios abiertos que son
generalmente poco analizados. Si bien los datos cualitativos que se
ofrecen dependen del contexto que se analiza, los resultados pueden
ser útiles para contextos similares en Colombia y América Latina.
Por último, este estudio podría contribuir, de alguna manera, a la
mejora de las condiciones de vida en estos asentamientos, mediante la
concientización a sus potencialidades y dificultades.
Capítulo I

Espacios abiertos en asentamientos


urbanos informales en Bogotá

En Colombia, la mayor concentración de zonas urbanas se localiza en


Bogotá. Su evolución ha sido determinada por sus habitantes y se han
iniciado tanto de manera formal como informal. Los espacios abiertos en
los barrios se examinan centrándose en los programas municipales y los
actores involucrados.
Introducción

Esta investigación se desarrolló en la ciudad de Bogotá, capital de


Colombia que, como el resto de América Latina, se caracteriza por
sus altos niveles de urbanización. En Colombia, más de 70% de su
población habita en zonas urbanas y, de hecho, Bogotá concentra la
mayor aglomeración, con casi siete millones de habitantes, supera
a las otras grandes ciudades colombianas como Medellín, Cali o
Barranquilla, con cerca de dos millones cada una (dane, 2007).
"Desde la distancia, Bogotá parece cualquier cosa menos la metrópoli
supuestamente empobrecida de América Latina" (Gilbert, 1998:
2). Es el centro económico del país, con un ingreso per cápita de
más de 140% por encima de la media nacional y 15 puntos más
alto que el resto del país en el índice de calidad de vida (Banco
Mundial, 2007). Las últimas cuatro administraciones municipales
han mejorado mucho la ciudad, con espacios públicos, bibliotecas,
escuelas y medios de transporte. Sin embargo, este bienestar no es
compartido por la mayoría, según un informe municipal 49.6% de la
población se encuentra por debajo de la línea de la pobreza, con casi
el mismo porcentaje de las zonas urbanas existentes, que iniciaron
como asentamientos informales (Martín-Molano, 2000). A pesar de
su escala, estos asentamientos no son visibles a primera vista debido
a que normalmente los asentamientos urbanos informales de Bogotá
se encuentran en la periferia. Estos espacios se caracterizan por la
gran escasez de recursos económicos y urbanos, como infraestructura
y servicios sociales, y también por las deficiencias en materia de
vivienda, muchos de estos asentamientos avanzan gradualmente hacia
la consolidación, gracias a la autoconstrucción y a las prácticas de
autogestión.
Los asentamientos urbanos informales en Bogotá son una parte
dinámica de la ciudad en términos físicos, económicos, sociales y
culturales. Su desarrollo está determinado en gran medida por los
propios habitantes. Inician de manera formal o informal (se explica
más adelante), pero después de unos años ya no es posible confirmar
el origen de una parte específica o de la totalidad de ellos. Están en
constante cambio y transformación, a menudo con un apoyo mínimo
de las entidades públicas o privadas. "Los asentamientos informales
son, por definición, proyectos inacabados en los que la autogestión y la
creatividad de los ocupantes-constructores es central, en contraste con
la urbanización arquitecto-producida que enfatiza la forma física de los
edificios a menudo a expensas de los usuarios" (Kellett, 2008: 11).

Creación y expansión de los


asentamientos urbanos informales

Bogotá, al igual que la mayoría de las ciudades colombianas, mantuvo


una dimensión pequeña desde su fundación, en 1538, hasta el
comienzo del siglo xx. La población, en 1905, se estimó en alrededor
de 100 000 habitantes (Torres, 2009: 100). En la década de los años
veinte y treinta, con la incipiente industrialización, la ciudad comenzó
a expandirse debido a una afluencia de recién llegados de las zonas
rurales, lo que impulsó una considerable explosión demográfica. Por
primera vez, la tierra agrícola alrededor de Bogotá estuvo bajo presión
por el nuevo desarrollo urbano. Vargas y Zambrano (1988) explican
cómo en aquellos años los nuevos modelos de vivienda aparecieron
en forma de ‘inquilinatos’ (casas de vecindad que se encuentran
comúnmente en las áreas centrales, a menudo superpobladas y de mala
calidad), así como los primeros asentamientos urbanos informales en el
oeste y la periferia sur de la ciudad.
Sin embargo, fue en los años cuarenta y cincuenta que el
crecimiento de Bogotá se volvió realmente visible, con consecuencias
para la planeación urbana y económica. Esta tendencia se hizo aún
más evidente en los años sesenta y setenta, y sólo se desaceleró hasta
finales de los años ochenta y noventa (Torres y Castillo, 2009). La
industrialización fue una de las razones, pero una circunstancia
relativamente nueva contribuyó a llevar a la gente a las ciudades:
la violencia política en el campo, que continúa hasta nuestros días.
Estas tendencias produjeron una considerable demanda de vivienda
y servicios urbanos, para los que la ciudad no estaba preparada,
con lo que aparecieron otras 'soluciones', algunas en manos de los
especuladores y otras por parte de los propios habitantes. El proceso de
urbanización ‘pirata’ nació aquí, donde un propietario o promotor de
tierra agrícola en las afueras de la ciudad lotificó y vendió las parcelas
individualmente, sin servicios públicos, calles adecuadas, transporte,
ni permiso de planeación urbana o de construcción (Arango, 1982).
La invasión de tierras por comunidades organizadas e individuos
también fue moneda corriente en este periodo. Los planificadores
de la ciudad y los administradores no podían hacer frente a estos
nuevos asentamientos, pero hasta cierto punto los permitieron porque
significaban una forma de resolver la dinámica social y urbana de
la ciudad (Rueda-García, 2000). De 1930 a 1990 la población de
Bogotá se multiplicó veinte veces, pasando de 300 000 a 6 000 000 de
habitantes (Torres, 2009). Entre 1938 y 1985, se multiplicó por diez
su tamaño, de 2 514 a 24 056 ha (Red Bogotá, 2010). En gran medida
esta expansión se desarrolló por el crecimiento de los asentamientos
urbanos informales. Desde los años cuarenta hasta los ochenta, el
país pasó de tener una población en su mayoría rural, a una que se
concentra en aglomeraciones urbanas.
El origen de los asentamientos urbanos informales, por lo general,
se puede atribuir a uno de los siguientes factores, o a la combinación
de ellos: la urbanización 'pirata', la invasión de tierras o el desarrollo
individual de un proyecto público de lote con servicios o en un
esquema privado. La Tabla 1 resume las principales características:
Tabla

Hoy en día, Bogotá sigue en crecimiento y la migración forzada y


voluntaria de las zonas rurales presenta una contribución significativa
a este crecimiento. El desplazamiento forzado es debido a la violencia
política, mientras que la migración voluntaria se produce cuando las
personas buscan mejores oportunidades y tratan de evitar la pobreza
rural. Aproximadamente 30% de los nuevos habitantes urbanos en los
últimos años son inmigrantes provenientes de zonas rurales (Banco
Mundial, 2007). Una gran proporción de estos nuevos habitantes
urbanos se establece en los asentamientos urbanos informales (ver
Figura 1).
Figura

Características actuales de los


asentamientos urbanos informales

Los asentamientos urbanos informales son hoy en día una


característica constante del proceso de urbanización de Bogotá, no
crecen al mismo ritmo que en los años sesenta y setenta, pero siguen
un crecimiento más acelerado que el resto de la ciudad. Más de 50%
de la expansión urbana se da a partir de algún tipo de patrón informal,
urbano y/o desarrollo de vivienda (Rueda-García, 2000). Si bien es
posible encontrar este tipo de asentamientos en zonas centrales, lo más
común es que se localicen en la periferia. En las políticas de vivienda
estos asentamientos se definen como zonas urbanas que carecen de
recursos económicos y urbanos, infraestructura, viviendas adecuadas
y servicios sociales. Pero puede argumentarse que su principal
característica es que se han desarrollado, en gran medida, a través
de prácticas de autogestión, con poca participación de organismos
públicos o privados.
Hoy en día, además de las formas 'tradicionales' de creación y
transformación de los asentamientos urbanos informales, algunos
programas de vivienda pública y, más recientemente planes privados
de vivienda, intentan aportar a la solución de techo para la población
de escasos recursos. Sin embargo como Tarchopulos y Ceballos
argumentan, muchos de estos proyectos a pesar de sus inicios formales
han tenido una serie de transformaciones que es difícil distinguirlos de
los desarrollos informales cercanos:

Las soluciones ofrecidas [por los proyectos de vivienda pública y


privada] para usuarios de bajos ingresos no cumplen las expectativas
mínimas de la gente. Un gran número de estas casas tuvieron que ser
demolidas y 85% han tenido que adaptarse para poder satisfacer las
necesidades básicas.
(Tarchopulos y Ceballos, 2003: 16)

Actualmente los asentamientos urbanos informales de Bogotá no sólo


cubren grandes áreas, sino que también son diversos –en su origen,
en los niveles de consolidación y en la dinámica social (ver Figura 2).
En la misma zona coexisten diferentes orígenes formales e informales,
y después de la transformación y consolidación con el tiempo puede
llegar a ser imposible distinguirlos, como sugiere Kellett (2005). Los
asentamientos urbanos informales constituyen no sólo una práctica
espacial, sino también una respuesta social a los retos de la ciudad.
Figura

Políticas y programas

Las políticas urbanas de vivienda tanto nacionales como municipales,


tienen por objetivo organizar, mejorar y, en cierta medida prevenir la
formación de nuevos asentamientos urbanos informales. En general,
en las últimas décadas se ha registrado un cambio en las políticas de
provisión de vivienda y servicios con el fin de impulsar el mercado
en el sector; en otras palabras, de construir las casas e instalaciones
urbanas, se ha pasado a otorgar subsidios a los residentes y facilitar los
procedimientos del sector privado.
Las acciones derivadas de estas políticas vinculan las políticas
de vivienda a las macroeconómicas, lo que significa un apoyo a
la economía a través de la construcción de viviendas. Este tipo de
decisiones son ampliamente criticadas por algunos académicos,
como Saldarriaga (2003), quien argumenta que estas políticas
pueden beneficiar al sector privado de la construcción, pero no
necesariamente satisfacer las necesidades y recursos económicos de
los residentes, ni están siempre relacionados con la calidad de la
vivienda. También sugiere que esto podría ser parte de la razón por
la cual los asentamientos urbanos informales no han disminuido en
las últimas décadas, sino por el contrario, como la gente busca más
opciones asequibles y convenientes, se han expandido. Otras razones
se encuentran en el tamaño y la dinámica de dichos asentamientos,
que hacen que sea virtualmente imposible, para cualquier política,
tener éxito. En este aspecto, las actuales políticas urbanas y de vivienda
tienen por objeto, por una parte, proporcionar estrategias de gestión
urbana para desalentar la formación de nuevos asentamientos y, por
otro lado, mejorar los asentamientos existentes. Al respecto podría
decirse que los resultados han sido limitados, y los grupos urbanos
menos favorecidos siguen como siempre dotándose a sí mismos de
viviendas y servicios urbanos.
Entre los años 2006 y 2010, las políticas urbanas y de vivienda se
formularon por el gobierno nacional con los siguientes objetivos:
1. Mejorar las estrategias de gestión relacionadas con el uso y
tenencia de la tierra, a fin de proporcionar más suelo a bajo
costo para los proyectos de vivienda y combatir la urbanización
‘pirata’.
2. Fomentar la renovación urbana y la creación de espacios
públicos, además de la reubicación de asentamientos.
3. Mejorar los sistemas de información urbana.
4. Promover proyectos de vivienda mediante estrategias financieras
y concesión de subvenciones. (Giraldo, Bayona et al., 2009).
En el nivel municipal el Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá,
(pot) desde sus inicios en el año 2000, se orientó al desarrollo urbano
de la ciudad. El pot divide la ciudad en dos: la formal y la informal,
con más de 2 500 000 habitantes que viven ‘ilegalmente’ (dapd, 2010)
en la ciudad informal. Lo anterior deja claro cómo desde la política,
los asentamientos urbanos informales son vistos como ilegales y
marginales; un problema que necesita ser resuelto.
En este sentido, el objetivo principal de la política es cómo proveer
vivienda que fomente y facilite las iniciativas del sector privado. Para
esto desde el gobierno se definieron tres estrategias:
• Mejorar los procedimientos de gestión de la tierra, para ofrecer
más terreno disponible y combatir la urbanización 'pirata'.
• Mejorar los procedimientos para otorgar permisos de
planificación y construcción, así como facilitar y agilizar las
subvenciones de planeación y construcción formales.
• Ofrecer (a los compradores) y fomentar la construcción de
proyectos públicos y privados para animarlos a comprar.
Como una política de segundo nivel, para los asentamientos urbanos
informales establecidos se implementó el Programa de Mejoramiento
Integral de Barrios (pmib), con el cual se da atención principalmente
a la infraestructura urbana y las instalaciones; a regularizar la tenencia
de la tierra y la legalización de los barrios. La oficina central municipal
encargada de esta política es la ‘Caja de Vivienda Popular’ que también
cuenta con programas de mejoramiento de vivienda. Asimismo,
la Secretaría del Hábitat tiene responsabilidades derivadas de esta
política, pero más en términos de coordinación de las diferentes
oficinas municipales y de servicios públicos que trabajan directamente
en los barrios.
Lo anterior resume las políticas y programas existentes en
Colombia –especialmente en Bogotá– en materia de atención a los
asentamientos urbanos informales; pero éstas, aunque bien motivadas
no logran los resultados esperados en parte por el hecho de que estas
políticas no están dirigidas a fines puramente técnicos y sociales,
sino que siguen diferentes agendas económicas y políticas. También
puede argumentarse que –además de intentar atender las cuestiones
cruciales– entregan lo mínimo necesario para evitar la confrontación
y mantener el control social (Gilbert y Ward, 1985). Asimismo, el
tamaño de estos asentamientos es muy amplio, las dinámicas urbanas
y sociales son complejas y los recursos públicos limitados; dando como
resultado que la gente siga enfrentando su problema de vivienda y
servicios urbanos mediante estrategias autogestionarias.

Espacios abiertos en los asentamientos urbanos


informales: contexto e ideas generales

El espacio público, ampliamente contemplado en los debates


académicos y políticos en Colombia, ha tenido un creciente interés
en las últimas décadas. A principios del siglo xx, el concepto de
espacio público se asoció con dos temas: como un lugar urbano para
la recreación, el descanso y el encuentro; y, como un lugar donde
se ubicaban los monumentos públicos (Saydi y Duque, 2003). Sin
embargo, no fue sino hasta la década de los años cincuenta y sesenta
–cuando dieron inicio las primeras políticas de desarrollo urbano– que
el tema comenzó a figurar.
La Constitución Colombiana de 1991 reconoció el derecho de
todas las personas a los espacios públicos, y le confiere al Estado la
obligación de garantizarlo. El espacio público urbano se define en los
Reglamentos de Planificación de Colombia (Ley 9 de 1989, artículo
5), como las áreas de circulación de las ciudades, tanto para peatones
como para vehículos, áreas de recreación, activas (campos deportivos) y
pasivas (parques y jardines); el espacio libre entre los edificios, cuerpos
de agua y sus alrededores, las áreas naturales dentro de la ciudad, las
áreas alrededor de las instalaciones públicas necesarias para operar
estos sistemas; y en general todas aquellas áreas de interés público y de
uso colectivo. En la política, la interpretación respecto a la propiedad
principal es que el espacio público es lo contrario de la propiedad
privada. Y las principales medidas políticas, especialmente como se
observa en Bogotá, se relacionan con la recuperación de espacios
públicos de uso privado, incluidos los vehículos de motor utilizados
por vendedores ambulantes, para usos comunes. Se han desarrollado
nuevos proyectos de espacio público en Bogotá, incluyendo parques,
calles exclusivamente peatonales e iniciativas de renovación urbana
para liberar espacio y mejorar su uso. Un ejemplo de ello es la reciente
habilitación del sistema de transporte colectivo ‘transmilenio’, una
alternativa al transporte subterráneo que se ha constituido en ‘la cara
de Bogotá’ y cuyo éxito ha sido llevado a otras ciudades del mundo,
como lo reconocen Beckett y Godoy, (2010).
Algunas de las iniciativas importantes de rescate de espacios
públicos se localizan en los asentamientos urbanos informales, como
ejemplo de ello son los parques ‘El Tunal’ y el ‘Entrenubes’, o el
bulevar y ruta de ciclismo ‘Porvenir’. Estos son los macroproyectos
encaminados a generar un gran impacto, pero con influencia
limitada para los barrios populares y la vida cotidiana de la gente. El
parque ‘El Tunal’ cuenta con 14 campos de fútbol, varios campos
de juego, una biblioteca y otras instalaciones, y grandes zonas libres,
verdes y pavimentadas, está rodeado por una valla y tiene horarios
específicos de apertura. El parque ‘Entrenubes’ es un área protegida
en las montañas orientales al sur de Bogotá. El bulevar ‘Porvenir’ es
una vía de 18 kilómetros de largo para peatones y ciclistas que une
la periferia sur-este de la ciudad. Estas instalaciones y algunas otras
similares en una escala más modesta son importantes en términos de
conexión entre los asentamientos urbanos informales con la ciudad,
y la provisión de entretenimiento y espacio libre a colonos de barrios
populares pero cuyo impacto en la vida cotidiana es reducido. Existe
una falta de interés por habilitar espacios abiertos en los barrios, entre
otras razones porque se cree que sólo la vivienda es importante para el
habitante popular. "Los asentamientos no planificados se enfocan a la
obtención del máximo aprovechamiento de la tierra [para vivienda],
minimizando así la zona destinada a espacios públicos" (Ceballos,
2004).
La información actual, disponible por parte del gobierno, con
respecto a los espacios abiertos en los barrios consta de reportes que
contienen datos sobre cuestiones técnicas y financieras acerca de
los proyectos desarrollados o por desarrollar en determinadas áreas.
Muchos de ellos han sido impulsados por la política pmib o de los
programas osp y opc, que se explicarán en la próxima sección. Gracias
a estas iniciativas se construyen calles, escaleras, y se remodelan un
gran número de parques, lo que produce un impacto positivo en
los barrios; sin embargo, el alcance de estas iniciativas es bajo en
comparación con el tamaño de los asentamientos.
El otro ámbito de participación municipal se produce cuando se
celebran los eventos culturales en los parques del barrio, o cuando
el municipio les organiza, en conjunto con las comunidades y
Organizaciones No Gubernamentales (ong), eventos de música,
danza, cine, ferias y otras actividades que tienen lugar los fines de
semana, con un impacto positivo en los barrios. Sin embargo, como
ocurre con las iniciativas de mejora física, éstas sólo se desarrollan en
algunas áreas que tienen un estado relativamente bien consolidado.
Desde una perspectiva académica, la comprensión de los espacios
abiertos en los barrios también es limitada, ya que gran parte del
interés se centra en los temas de vivienda y se supone que estos
espacios no son importantes para las personas o para la configuración
de los asentamientos. De esa investigación, las obras de Riaño (1990),
Saldarriaga (1996), Viviescas (1997), Rojas y Guerrero (1997), Niño
y Chaparro (1997), y Avendaño y Carvajalino (2000) destacan como
importantes contribuciones al tema. Ellos documentan el uso de los
espacios abiertos, la estrecha relación con la casa en un vínculo fuera-
dentro, y el enfoque del juego en el uso de ‘la cancha’ como uno de los
principales espacios abiertos de los barrios (ver Figura 3). Asimismo,
argumentan la importancia social para los barrios de los espacios
abiertos donde se construye el intercambio cultural y los valores
sociales.
Figura

Políticas de los espacios públicos


y asuntos de planeación

La sección anterior explicó cómo el derecho al espacio público se


expresa en la Constitución Política de Colombia, y cómo el Estado
tiene la obligación de protegerlo. La política urbana nacional 2006-
2010, en relación con el espacio público, tiene como objetivo mejorar
la cantidad y calidad de la misma para todas las ciudades de más de
100 000 habitantes. El organismo nacional responsable de ello es
el Ministerio de Desarrollo Territorial, de la Vivienda y del Medio
Ambiente, que establece sus objetivos para el espacio público como:
• Mejorar los estándares de cantidad y calidad.
• Crear redes de movilidad accesibles a las personas con
discapacidad.
• Incorporar atributos ambientales.
• Asegurarse de que es propiedad común (para luchar contra la
privatización) y colectivamente utilizado (dnp, 2006).
En el ámbito municipal conecta directrices nacionales con dos tipos
de políticas: el pot y el Plan Maestro del Espacio Público (Ley 215,
de 2005). El pot entiende el espacio público como una manera de
buscar una ciudad más igualitaria mediante la liberación y la mejora
del espacio urbano de uso común (Saydi y Duque, 2003). También
vincula el espacio público con la movilidad (vías y rutas para ciclistas)
y los programas de transporte (‘transmilenio’). Así como lo que llama
‘Estructura Ecológica Municipal’, incluyendo montañas del perímetro,
ríos, arroyos y embalses de agua. Por otro lado, el Plan Maestro de
Espacio Público está más orientado hacia la gestión y la forma de
alcanzar los objetivos del pot con la participación no sólo de todas
las oficinas municipales, sino también de las comunidades. El Plan
Maestro establece tres líneas de trabajo: gestión, el aumento en el
tamaño y la accesibilidad y la calidad. Entre las estrategias de gestión
dos programas tienen especial relevancia para los asentamientos
urbanos informales: alentar la participación de las comunidades
en el diseño, construcción y mantenimiento de parques vecinales
y comunales; y la mejora de los programas culturales, recreativos y
deportivos en los parques. En cuanto al aumento del espacio público
disponible, el Plan Maestro define como objetivo 6 m2 por persona,
en comparación con el actual reparto de 2.4 m2 (dapd, 2010). Y, en
términos de accesibilidad, se pretende hacer los espacios públicos
disponibles para todos. Con respecto a la calidad del espacio, las
estrategias están relacionadas con la preservación de monumentos y el
suministro de más mobiliario urbano para calles y parques.
Las oficinas municipales participan en proyectos relacionados
directa o indirectamente con los espacios abiertos en los barrios
populares. El programa más importante es el pmib, que inició en el año
2000 y se revisó en 2010 (Escallón, 2006). Una de las características de
este programa es combatir la 'marginación' desarrollada entre 1998 y
2001, en el que una serie de vías e infraestructura del barrio, las aceras
y los parques, se mejoran (Hernández-García, 2007). El programa
con enfoque en los espacios abiertos fue Obras con Saldo Pedagógico
(osp), funcionó desde 1995 hasta 2003. Iniciando durante el primer
mandato de la Alcaldía de Bogotá de Antanas Mockus y continuó en
la administración de Peñalosa y hasta el segundo periodo de Mockus.
El objetivo de este programa fue mejorar los procesos de participación
y gestión y las habilidades de las comunidades, y proporcionar los
recursos para llevar a cabo sus propias iniciativas de construcción del
medio ambiente (Hernández-García, 2008). Durante el mandato
de Luis Garzón, el programa cambió de nombre a Obras con
Participación Ciudadana (opc), pero los objetivos y procedimientos
continuaron siendo los mismos. La administración (2008-2011) de
Samuel Moreno aún ejecuta el programa; sin embargo, lo que se llama
componente social (la participación de las comunidades y la mejora
de las propias habilidades de gestión) pierde importancia ante el
componente de construcción. El osp y el opc no representan grandes
programas en los recursos y en el número de proyectos desarrollados;
no obstante, sus pequeñas intervenciones influyeron de manera
positiva en los espacios abiertos de los barrios y contribuyeron a la
organización comunitaria.
Como se explicó, la oficina central municipal a cargo de los barrios
populares y los problemas de vivienda es la Caja de Vivienda Popular
y en términos de coordinación la Secretaría del Hábitat. Sin embargo,
otras dependencias públicas participan en esto, entre ellas el Instituto
Distrital de Participación y Acción Comunal (idpac) el cual dirige
el programa de opc; el Instituto Distrital de Recreación y Deportes
(idrd), que está a cargo de los parques de la ciudad; el Instituto de
Desarrollo Urbano (udi), que se ocupa de las principales cuestiones de
infraestructura y carreteras; y el Jardín Botánico, que proporcionan los
árboles, los jardines y consultoría ecológica.
Otro actor clave en este proceso son las Juntas de Acción Comunal
(jac), organizaciones de base comunitaria cuya función principal es
‘conectar’ al municipio con los barrios. Las jac es la organización
de las comunidades; tiene la responsabilidad legal – entre otras– de
asignar los recursos y los contratos de construcción. Las jac se crearon
en 1958 y se regularon en 1976 y 2003, en virtud de los Decretos
1930 y 2350, respectivamente. Cada barrio de la ciudad se permite su
jac propia (es el mismo caso en las zonas rurales, que corresponden
a las ‘veredas’, áreas rurales o aldeas); sin embargo, en general, sólo
los barrios populares las tienen, o en todo caso aquéllas que son
visiblemente activas. Las jac tienen una estructura de gestión en que
el presidente elegido es responsable directo ante la comunidad y el
municipio. Los miembros de las jac que trabajan de forma voluntaria,
son elegidos por los habitantes de los barrios, para un periodo de
cuatro años (Decreto 2350, 2003).
Cada una de las jac están destinadas a promover la participación
comunitaria en los problemas e iniciativas del barrio, y pueden
organizar actividades y obtener recursos para desarrollar proyectos de
interés para las comunidades. En este sentido, una jac puede negociar
recursos con el municipio y otros actores de los programas sociales y
también para mejoras físicas, tales como espacios abiertos. Este papel
de negociación ha abierto la puerta a las relaciones clientelares con
los políticos, como señala Torres (2002), y como se identifica en este
libro. Torres (2002) sugiere que las jac son una estrategia del gobierno
para controlar a las organizaciones comunitarias y las demandas de la
gente, en la misma línea de argumentación que señalan Gilbert y Ward
(1985: 238) cuando explican cómo "estos canales formales sirven a los
intereses del estado" más que los de las comunidades. Dentro de este
panorama, las jac tienen un papel activo en la transformación de los
espacios abiertos en los barrios, como se analizará a continuación.
En resumen, en Bogotá existen varias políticas, programas y actores
relacionados con los espacios abiertos en los barrios populares. Sin
embargo, y al igual que en la vivienda y los servicios urbanos, estos
planes no satisfacen las necesidades de todos, en razón de: la escala, la
complejidad, la falta de conocimiento preciso e información, así como
de la falta de los recursos necesarios. Por lo tanto, los habitantes de
los asentamientos urbanos informales no sólo se dotan a sí mismos de
casas, sino también en gran medida de espacios públicos. Las políticas
de Bogotá y los programas ayudan considerablemente a aliviar la
situación, si se compara con otras ciudades colombianas, sin embargo,
la escala y la necesidad son aún inmensas.
Capítulo II

Marco conceptual y diseño metodológico

Los espacios públicos pueden ser considerados como lugares donde se


construyen las comunidades. Su producción en los barrios se lleva a cabo en
gran medida por los mismos pobladores. Se describen los criterios utilizados
para la recolección, análisis e interpretación de datos, donde se recurre a
estrategias cualitativas y se presentan los casos de estudio.
¿Asentamientos informales, populares u ordinarios?

Antes de la Revolución Industrial, las prácticas de autoconstrucción


y autogestión eran las principales formas en que las personas se
dotaban de un refugio. Con los avances técnicos y una economía en
crecimiento, estas prácticas proliferaron especialmente en las áreas
urbanas y, poco a poco, decayó de los procedimientos formales de
la economía y la ciudad. La expansión urbana en las últimas cinco
décadas contribuyó al fenómeno de la vivienda y los asentamientos
informales en general. En América Latina, en 2001, más de 75% de la
población vive en ciudades y más de 30% (128 millones de personas)
de la población urbana del continente se calcula que viven en
condiciones definidas por las Naciones Unidas para los Asentamientos
Humanos como tugurios o asentamientos urbanos informales (unchs,
2003: 14). Las cifras podrían aumentar en el futuro, cuando las
nuevas poblaciones urbanas requieran de vivienda, servicios públicos
y bienestar social. Los barrios informales se caracterizan por la falta
de servicios básicos, viviendas precarias o construcción de estructuras
ilegales e inadecuadas, la sobrepoblación y alta densidad, condiciones
de vida insalubres y lugares peligrosos, tenencia insegura, pobreza
y exclusión social, y tamaño mínimo de los asentamientos (unchs,
2003).
A pesar de que estas cifras remarcan la importancia de tratar
el tema, esta investigación no se trata de números, ni sobre la
definición de lo que les falta a estos asentamientos ni a los efectos
de algún tipo de enfoque de "ponerse al día con el norte", o como
Robinson (2006: 11) lo denomina: "la camisa de fuerza imaginativa
de urbanismo imitativo". El unchs (2003: 9) reconoce que no
hay una caracterización universal de estos asentamientos y, hoy, el
término general de ‘tugurio’ es ambiguo y despectivo. Este estudio
trata cualitativamente la comprensión de dichos asentamientos y
las interrelaciones con las personas y los usuarios locales. Una de las
primeras tareas, por lo tanto, es encontrar un término adecuado para
identificarlos. En la literatura se encuentran varias acepciones, además
de ‘tugurios’; por ejemplo, ‘chabolas’, ocupaciones ilegales, irregulares,
marginales, espontáneos, no planificados, informales, etc. (ver más en
Payne, 1989 y Gilbert, 2007). La mayoría de ellos se definen por lo
negativo, sin embargo, el término ‘informal’ también puede reconocer
la aportación positiva de la participación de la gente en su producción
y transformación.
De acuerdo con lo mencionado, ¿cuál sería entonces el término
apropiado para el tema de estudio evitando los discursos marginantes?
Y ¿si dicho término incluye a las personas que ahí habiten? Se
utilizaron los términos asentamientos urbanos informales y barrios
populares, como es común en Colombia, lo que implica que son
asentamientos para las personas o para el ‘pueblo’. Sin embargo, esto
puede representar algún tipo de enfoque binario. En dicho sentido,
las ideas postcoloniales vienen a la mano, cuando el argumento de
que todas las ciudades y las partes de las ciudades, deberían llamarse
‘ordinarias’.

En lugar de clasificar y etiquetar las ciudades como, por ejemplo,


Occidente, Tercer Mundo, Desarrollados, En Desarrollo, Mundo
o Global, se propone que se piense en un mundo de ciudades
‘ordinarias’, que son todas estadios dinámicos y diversos, para la vida
económica y social.
(Robinson, 2006: 1)

Estos asentamientos pueden entonces también ser llamados


‘ordinarios’, con desafíos y características sociales, arquitectónicas y
urbanas particulares. Lo anterior, nos permite reconocerlos cómo son,
evitando la comparación con otras partes de la ciudad o con las ideas
globales de la informalidad. A pesar de que definirlos es importante,
puede causar confusión cómo acercarse a ellos, a pesar de que estos
asentamientos deben ser considerados ‘normales’. Por lo anterior en
este libro se les llamará ‘asentamientos urbanos informales’ y ‘barrios
populares’ pero dicha condición de 'ordinario' como enfoque se
mantiene.
Los asentamientos informales no sólo constituyen una gran
extensión de las ciudades latinoamericanas, sino que también son una
parte dinámica de ellas en términos físicos, sociales y culturales. Fiori
y Brandao (2010: 188) argumentan que "la informalidad urbana se
entrelaza inexorablemente con la ciudad como un todo –en cualquier
escala o nivel– y tiene que ser vista como otra forma de construir y ser
en la ciudad". Los asentamientos informales son también innovadores
y creativos: "Hoy reconocemos el genio innovador de la población
urbana de escasos recursos en el aprovechamiento de las oportunidades
culturales, específicas para sobrevivir y mejorar sus condiciones de
vida." (AlSayyad, 1993: 5). En cuanto al entorno construido están
sujetos a diferentes interpretaciones: “No creemos que ‘informal’
signifique ‘carente de forma’, esto implica algo que surge de dentro
de sí mismo y sus creadores, cuya forma no es reconocida, pero que
está sujeta a normas y procedimientos potencialmente tan específicos
y necesarios como los que gobiernan la ciudad formal y oficial”
(Brillembourg y Klumpner, 2010: 120).
O en la asociación con los asentamientos vernáculos: “... los
asentamientos espontáneos, tanto como los más ampliamente
admirados vernáculos tradicionales, pueden enseñarles mucho a los
diseñadores” (Rapoport, 1988: 72-73). Los procedimientos de diseño
y construcción que tienen sus raíces en los contextos locales pueden
ser similares a los que se encuentran en los asentamientos tradicionales
(Oliver, 2006). Hoy en día, la informalidad y ‘lo popular’ no sólo
están asociados con la pobreza, la marginalidad y la miseria, sino
que está cada vez más aceptada como formas alternativas de hacer las
cosas. 'Lo popular' se reconoce como una estrategia que utilizan los
habitantes informales para hacer frente a sus realidades económicas
cotidianas, pero también se refiere a los aspectos sociales y culturales.
La informalidad no se toma como una medida de transición a la
formalidad, entre otras cosas, porque la línea divisoria entre uno y
otro es cada vez más borrosa. En otras palabras, la relación entre la
formalidad y la informalidad es muy cercana, en términos económicos,
las actividades formales e informales están muy relacionadas entre
sí, y en los aspectos urbanos bien consolidados, los asentamientos
informales con el tiempo pueden llegar a no distinguirse de los
asentamientos formales, sobre todo cuando los programas de
mejoramiento tienen lugar y es implementada la regularización de
tenencia de la tierra.

Los espacios abiertos ubicados en asentamientos


urbanos informales

Hay una gran variedad de términos para hacer referencia a los espacios
urbanos al aire libre, o “la vida entre los edificios” parafraseando a
Gehl (1987): públicos, semipúblicos, áreas urbanas, espacios abiertos,
espacios comunales, etc. El ‘espacio público’ tiende a ser dominante
en la literatura, sin embargo, se encontró que este término no es
completamente exacto como identificación de espacio abierto urbano
del barrio popular: hay diferencias conceptuales y prácticas. Los
espacios urbanos al aire libre son grados comparativos de lo público
y lo privado (Madanipour, 1999 y 2003), y la interrelación entre
personas y lugares que pueden afectar a ambos lados de la interacción
comportamiento-morfología (Carmona, Heath et al., 2003; Chaparro
y Niño, 1998; Madanipour, 2003; Páramo y Cuervo-Prados, 2006;
Viviescas, 1997).
El espacio público no es exactamente lo contrario de privado, y no
sólo se define por la propiedad y la accesibilidad. Cada espacio público
se define en función de su uso. (Carmona, Heath et al., 2003; Gehl,
1987; Madanipour, 2003; Niño y Chaparro, 1997; Segovia y Oviedo,
2000); es decir, a través de la interrelación entre las personas y el lugar.
Para Páramo y Cuervo-Prados (2006: 23), los espacios urbanos al aire
libre son “lugares para conocer a otros, para descansar, jugar, celebrar,
y otras cosas relacionadas con la convivencia urbana”. Madanipour
(1999: 880) agrega que estos espacios "han tenido siempre un
significado político". En términos simbólicos, incluso puede haber
efectos adicionales de los espacios urbanos al aire libre, por ejemplo
Viviescas (1997) los presenta como escenario de expresión de la gente,
el lugar para la confrontación y la producción cultural para discutir
asuntos trascendentes y materiales de los individuos y las sociedades, y
el lugar para construir una comunidad.
Los espacios abiertos en los asentamientos populares juegan un
papel importante en la dinámica física y social, y, como en el caso
de la vivienda, son en gran parte desarrollados por la gente local.
Sin embargo, se les da poca atención comparado con la vivienda.
Los espacios abiertos son los lugares sociales importantes en el
barrio popular; son también lugares para el intercambio cultural y la
construcción de valores (Hernández-Bonilla, 2001; Niño y Chaparro,
1997; Segovia y Oviedo, 2000; Viviescas, 1997). Los espacios abiertos
en los barrios inician su vida en un contexto de confrontación, si
son asignados por el promotor (legal o ilegal), estos espacios son con
frecuencia invadidos o están constantemente en riesgo de ser ocupados
de manera privada. "El conflicto es una característica intrínseca de
los barrios de bajos ingresos como resultado de las disputas por la
tierra. Los habitantes luchan por hacerse el control de los espacios, y
protegerlos contra los agentes externos-internos que quieren privatizar
la propiedad colectiva" (Hernández-Bonilla, 2008: 404).
La relación y el intercambio entre la vivienda y el espacio abierto
es otra característica importante en estos asentamientos. El espacio
abierto con frecuencia es visto como una extensión del hogar, que
suele ser pequeño y limitado. Las puertas y ventanas son los puntos de
conexión y no es raro encontrarlas abiertas, y por lo tanto funcionan
como elementos de transición a través de los cuales el espacio abierto
entra a la casa y la casa se extiende a la calle. Ontiveros y De Freitas
(2006) en su investigación sobre los espacios abiertos en barrios
populares de Venezuela encontraron una estrecha relación entre el
interior y el exterior, por lo que el interior es un lugar totalmente
impregnado del espacio social exterior y viceversa. En este sentido,
Riaño (1990) sostiene que los espacios abiertos en los asentamientos
informales están más identificados por la relación entre el interior de la
casa y la calle, que por la dicotomía entre el carácter privado de la casa
y el carácter público del espacio abierto.
Los espacios abiertos en los barrios populares se asocian con una
escala peatonal (Segovia y Oviedo, 2000). Su uso es intenso y muestra
dinámicas significativas en comparación con las de los entornos
residenciales de mayores ingresos, tal como encontró Riaño (1990)
en barrios populares de Ecuador y Colombia. En la ‘ciudad formal’,
estos espacios se caracterizan principalmente por ‘la recreación pasiva’
la cual no es una prioridad en los contextos informales (Beardsley y
Werthmann, 2008: 33). Pero una de las características más importante
de los espacios abiertos en los asentamientos urbanos informales
es su estrecha relación con las personas que viven a su alrededor,
lo que confirma que estos espacios, a pesar de que son públicos en
términos de accesibilidad y la propiedad, no son en términos de uso y
apropiación. Riaño (1990) explica cómo la diferencia entre los espacios
de vivienda y los espacios abiertos en los asentamientos urbanos
informales no es tan fuerte como en las zonas residenciales de mayores
ingresos.

El espacio público [espacio abierto]1 del barrio se compone por el


espacio al aire libre alrededor de las casas, al que las personas que viven
en los alrededores pueden acceder todos los días a pie. Se trata de un
espacio familiar, con un significado común, con un valor simbólico
para un grupo reducido de personas; un lugar donde las características
especiales y las normas y valores específicos de determinados grupos
sociales son reconocidos. Debido a su tamaño y escala, los espacios
públicos del barrio son lugares para conocer a otros cara a cara y
para desarrollar acciones orientadas por el afecto, el compromiso y
la recreación.
(Segovia y Oviedo, 2000: 53)

Los principales espacios abiertos en el barrio popular son la calle, el


parque y sus variantes. Las calles pueden convertirse en las escaleras,
adaptándose a la topografía escarpada encontrada en muchos de los
barrios; y el parque también tiene espacios verdes, la 'cancha', así
como otras áreas de recreo a veces pavimentadas. Las grandes áreas
pavimentadas que se encuentran en otras partes de la ciudad, que
datan de la época colonial, conocidas como 'plazas', no existen en
los barrios populares. La plaza "ha sido objeto de inspiración estética
y controversia desde sus inicios [...] [que] también proporciona un
espacio físico, social y metafórico para el debate público acerca de la
gobernabilidad, la identidad cultural y ciudadanía" (Low, 2000: 32-
33). Se argumenta que la plaza se transforma en el ‘parque del barrio’,
lo que conlleva asociaciones y significados similares a los colonos
populares, como se verá más adelante.
Para Niño y Chaparro (1997) la calle es la unidad básica del espacio
abierto en los barrios populares. Las calles se utilizan para la conexión
y las actividades comerciales, y además la mayoría de las expresiones
sociales y culturales se canalizan a través de ellas: “Las calles son el flujo
de la vida urbana en los barrios, en ellas el amor se mueve, así como el
odio, la alegría, la tristeza y todas las fuerzas importantes que mueven
la vida de las personas” (Niño y Chaparro, 1997: 6), las calles trabajan
en una estrecha relación con los espacios cubiertos, domésticos y
comerciales. Para Rojas y Guerrero (1997) la calle es la extensión
de la casa, y la frontera borrosa entre los espacios abiertos/cerrados
o exteriores/interiores. El 'parque del barrio' o 'cancha' es también
un espacio abierto reconocible, en términos funcionales orientado al
deporte y la recreación; sin embargo, su uso y el significado va mucho
más allá. Al igual que las calles, tienen usos sociales, culturales y
simbólicos, y la mayoría de ellos son puntos de referencia físicos y de
identidad en los barrios (Niño y Chaparro, 1997). Otra característica
importante de los lugares abiertos/públicos en barrios populares es la
existencia de diferentes espacios que no cumplen con los criterios de
los espacios urbanos abiertos, pero debido a sus usos e importancia,
están muy cerca de ellos. Carmona (2010) los llama espacios terceros
o ‘espacios semipúblicos’, en referencia a aquellos lugares cubiertos-
cerrados, tales como cafeterías y librerías; que en los barrios populares
están representados por los ‘salones comunales’ (salas de reunión de
la comunidad), pero también por la 'tienda' y, más recientemente, la
‘tienda de minutos e Internet’. Esta investigación no entró en detalles
acerca de ellos, pero su importancia y relación con los espacios abiertos
es reconocida y discutida.

Relación de las personas y el lugar: la producción y la


construcción social del espacio
En los barrios populares la producción del espacio en los
asentamientos informales es en gran parte iniciativa de la gente. El
'espacio se impregna y soporta de las relaciones sociales, también
produce y es producto de las relaciones sociales (Lefebvre, 1991:
286). "El espacio social ‘incorpora’ las acciones sociales, las acciones
de los sujetos y los colectivos que nacen y que mueren, que sufren
y que actúan" (Lefebvre, 1991: 3). Pero, la producción del espacio
también está mediada por el consumo, como afirma Harvey (1996)
los procesos de producción y consumo trabajan en una relación
dialéctica. La producción y el uso o consumo son parte del mismo
proceso de transformación espacial. "La producción social del espacio
incluye todos aquellos factores –sociales, económicos, ideológicos y
tecnológicos– cuya meta prevista es la creación física de la material"
(Low, 1996: 861). Harvey (1996: 21) considera que existe una relación
recíproca entre la producción y el producto, sin embargo, sostiene que
"debemos centrarnos en los procesos en lugar de las cosas y debemos
pensar en las cosas como productos de procesos". En el mismo
aspecto, Lefebvre (1991: 36) afirma: "Si el espacio es un producto,
nuestro conocimiento de él debe reproducir y exponer el proceso de
producción". Se puede argumentar, por tanto, que la producción,
el consumo y la forma del espacio social pueden ser vistos como
elementos interconectados, cada uno es la consecuencia del otro y
viceversa, en un contexto social, económico, ideológico y tecnológico.
La producción y construcción social del espacio abierto están a
cargo de las personas que viven en el barrio y en las inmediaciones del
espacio. A pesar de que son públicos, en términos de accesibilidad y
propiedad, los espacios abiertos del barrio ‘pertenecen’ a la gente. La
construcción social del espacio se trata de las personas que interactúan
con un espacio, o como lo explica Low (2000: 127) ‘espacializar’ la
cultura: "Por ‘espacializar’ se entiende: localizar –física, histórica y
conceptualmente– las relaciones sociales y las prácticas sociales en el
espacio”. Para Relph (1976: 1), se trata de la construcción del lugar,
que es una condición de la existencia humana: "ser humano es tener
y conocer tu lugar". Esto también puede ser visto como la práctica de
construir lugares en la vida cotidiana: "Lugar es sinónimo de lo que
se vive en el sentido de que las prácticas cotidianas de la vida están
integradas a determinados lugares. La práctica social está unida al
lugar [...] La vida es dependiente del lugar” (Merrifield, 1993: 525).
En estos términos, la idea de creación de lugar puede contribuir a
la comprensión y el análisis de la producción y la construcción del
espacio en los barrios populares, que sustituye a los argumentos en
torno a la marginalidad y la pobreza a través de los cuales generalmente
se aborda. Como Lombard (2009) argumenta, la creación de lugar
puede ser entendida como la experiencia vivida por los usuarios y
productores de un lugar; como el sitio de relaciones de poder y como
un proceso continuo que nunca termina.
La relación entre personas y lugares es un intercambio de doble
vía, con lugares capaces de contribuir a la construcción de identidades
personales a través de un proceso de interacción con ellos, lo que
permite a las personas describirse en términos de pertenencia a un
lugar específico (Proshansky y Fabian et al., 1983). La gente puede por
su parte cambiar un lugar por medio de la personalización (Carmona,
Heath et al., 2003) y la apropiación (Jiménez-Domínguez, 2007).
Estos dos conjuntos de conceptos están estrechamente relacionados, es
decir, donde un lugar es apropiado, puede ayudar en la construcción
de identidades individuales y colectivas, y viceversa. Para Bassand
(1990: 9), “la apropiación del espacio se realiza cuando los actores
sociales toman posesión de un espacio de acuerdo a sus recursos y su
poder en el marco social, ya sea de las leyes, reglas y normas existentes,
o las leyes, reglas y normas que se elaboran específicamente para ese
propósito”. Jiménez-Domínguez (2007) sostiene que la apropiación se
trata de la comunicación con el espacio urbano, incluyendo la cultura
urbana y la memoria viva. Mientras que la personalización se trata
de “poner un sello distintivo en su entorno ... personalización de los
elementos visibles de la esfera pública comunicada con estos gustos
a la comunidad en general” (Carmona, Heath y et al., 2003: 98), la
personalización y apropiación pueden ser entendidas principalmente
como respuestas colectivas (pero también individuales), tangibles
(físico) e intangibles (actitudes) a los lugares, que van más allá de la
posesión y pueden implicar conflictos con las autoridades, tales como
los planificadores y la policía.
Debido a que los lugares son en gran medida definidos en términos
de experiencias vividas por la gente en ellos, “los espacios públicos
exitosos se caracterizan por la presencia de personas, en un proceso que
se refuerza a sí mismo” (Carmona, Heath et al., 2003: 99). Se puede
argumentar que la ‘identidad de lugar’ es, en gran medida lo que la
gente haga de ese lugar. En este sentido, Relph (1976: 61-62) distingue
varios tipos de identidad de lugar en relación con sus usuarios y si ellos
son internos, forasteros, individuos o grupos, y de acuerdo con sus
actitudes y comportamientos. "La identidad de lugar adopta muchas
formas, pero siempre en la misma base de nuestra experiencia en este
lugar en comparación con cualquier otro".
En esta investigación se analiza la estrecha relación entre las
personas y los espacios abiertos en los asentamientos urbanos
informales, debido a su participación global en los procesos de
producción, transformación y consumo. Por tanto, es posible
argumentar que el entorno construido como resultado de esta
relación ‘representa’ en gran medida a los residentes, un argumento
en línea con la literatura (Rapoport, 1988; Kellett, 1995 y Harvey,
1996). Kellett (1995: 52), por ejemplo, sostiene que “con frecuencia
se considera que las personas en todas las sociedades tratan de dar
forma a su propio entorno para corresponder y apoyar su estilo de
vida (es decir, la cultura)”. El ambiente construido puede leerse como
un ‘reflejo’ de la cultura de la gente, sus deseos y posibilidades y,
al mismo tiempo el ambiente construido impacta y transforma las
prácticas sociales y culturales de la gente. Este producto tangible que se
encuentra en los asentamientos urbanos informales puede verse como
un "lenguaje formal, con variaciones que expresan la individualidad
de los propietarios" (Kowaltowski, 1998: 300), y visualiza más que
las respuestas puramente prácticas a la pobreza (Viviescas, Gómez et
al., 1989). La riqueza y la creatividad que se puede encontrar en los
asentamientos urbanos informales confirman la existencia en estas
áreas de un lenguaje y formas con características significativas. Una
de las formas de la comprensión de éste lenguaje consiste en tomar
en cuenta los asentamientos urbanos informales y tradicionales como
entornos vernáculos. Rapoport (1988: 72) compara los asentamientos
tradicionales y populares en términos de proceso y producto, y
considera que ambos “funcionan bien cultural y estéticamente’ y son
‘muy superiores’ en términos de apoyo cultural y calidad perceptual
de los que diseñadores realizan en los mismos lugares". Kellett y
Napier (1995: 22), en un estudio detallado de los asentamientos
urbanos informales en Colombia y Sudáfrica, llegan a conclusiones
similares, señalan que estos asentamientos muestran una "expresión
arquitectónica valida que sin duda existe” más allá de un solo centro de
atención en las limitaciones económicas.
Una segunda perspectiva superpuesta –también relacionada
con las manifestaciones culturales en torno a la forma construida–
que nos ayuda a entender el lenguaje, el entorno ordenado de
los asentamientos urbanos informales, es la del urbanismo y la
arquitectura cotidiana. Estos fundan sus ideas en De Certeau (1984)
y Lefebvre (1991) con respecto a la producción social del espacio,
en el cual el espacio es producto de las interacciones sociales, el uso
diario y la apropiación. "La arquitectura cotidiana, pues, es la práctica
espacial de los habitantes y plantea la idea que las ciudades pueden ser
producidas por quienes las habitan" (Miles, 2000: 3). Este aspecto se
relaciona con los patrones de producción y consumo, lo que coincide
con los argumentos de esta investigación.
La arquitectura cotidiana ha evolucionado en urbanismo cotidiano
y espacio público cotidiano (Crawford, 1995; Chase y Crawford
et al., 1999), ideas que pueden contribuir a la comprensión de la
forma y el lenguaje de los espacios abiertos en los asentamientos
urbanos informales. Crawford (1995: 5) argumenta que "más que
ser fijado en el tiempo y el espacio, estos espacios públicos están en
constante cambio, ya que los usuarios reorganizan y reinterpretan
el espacio físico permanentemente". Crawford (1995) propone la
idea de movimiento, vinculándola con la idea de movimiento de
las favelas (barrios populares en Brasil) Berenstein-Jacques, (2001)
para comprender la estética que se produce en estos asentamientos
y por lo tanto en sus espacios públicos. Pero este no es el único
vínculo encontrado entre las ideas de la arquitectura y el urbanismo
cotidianos y los asentamientos urbanos informales, hay varios enlaces
adicionales que contribuyen a comprender e interpretar la producción
física de los espacios abiertos en los barrios populares. Tal vez el más
importante es la idea de que la arquitectura cotidiana se crea por las
acciones de producción y consumo, de forma paralela a lo que sucede
en los asentamientos urbanos informales. También que “el día a día
arquitectónico es una especie de lengua vernácula, que considera la
variación infinita local (Miles, 2000: 3) o de las formas arquitectónicas
que son en muchos casos no [profesionalmente] diseñadas sino
simplemente producidas" (Miles, 2000: 167), uniéndose a la idea de
considerar los asentamientos urbanos informales como vernáculos y
ayudando a comprender e interpretar el lenguaje encontrado en los
espacios abiertos en estos asentamientos.

Metodología

El estudio se basa en datos empíricos de 57 espacios abiertos en


diversos asentamientos populares de Bogotá recopilados entre 2003
y 2007. De ellos, seis casos fueron seleccionados para un trabajo de
campo que se realizó en 2008 y 2009. Debido a la naturaleza de las
preguntas de investigación que tienen como objetivo explorar los
procesos, hacer interpretaciones y establecer relaciones se recurrió
a estrategias de análisis cualitativos. Sin embargo, algunas técnicas
cuantitativas básicas se utilizaron en los 57 casos para identificar las
tendencias y características comunes, así como para proporcionar
un conocimiento general y como marco para la exploración de los
seis estudios de caso detallados. Los principales métodos utilizados
para la recolección de datos fueron la observación-mapeo y
entrevistas semiestructuradas complementadas con la cartografía, las
conversaciones informales, la fotografía, y las fuentes documentales.
Los casos generales se analizaron en términos de características
y patrones comunes que ayudaron a identificar los temas. Esta
información fue útil para aproximarse a los casos específicos que
se analizaron siguiendo los procedimientos tradicionales de datos
cualitativos de codificar, identificar, categorizar y clasificar (Miles
y Huberman, 1994). Se prepararon seis informes, uno para cada
caso, cuyo análisis y los resultados preliminares se discutieron. Estos
informes, junto con el análisis de los casos generales constituyen las
principales fuentes de datos para la interpretación y la elaboración de
los argumentos.
Se utilizaron cuatro diferentes tipos de entrevistas:
1. Semiestructuradas con actores claves de la comunidad.
2. Discusiones no estructuradas con los residentes.
3. Entrevistas no estructuradas con personal clave del municipio y
de la academia.
4. Conversaciones informales en los barrios.
Se realizaron 29 entrevistas semiestructuradas, además de las
discusiones no estructuradas con 47 residentes y otras personas. Los
principales actores de la comunidad se identificaron en cada caso de
estudio, entre miembros y exmiembros de las jac, que jugaron un
papel importante en la producción del espacio abierto, los fundadores
del barrio, dispuestos a contar la historia del lugar, personas que
estuvieron o están activamente involucradas en la producción y
transformación del espacio abierto, y las personas que tenían un interés
especial en el lugar porque, por ejemplo, tenían un negocio o una
tienda en el barrio, etcétera.
Se efectuaron 53 observaciones y ejercicios de mapeo. Se
calendarizaron para cubrir los días laborables y fines de semana por
igual, y las mañanas, tardes y noches cuando fue posible. Algunas de
estas observaciones coincidieron intencionalmente con eventos de
la comunidad en los espacios abiertos, tales como partidos de fútbol
(muy populares en las canchas) o con reuniones comunales. En todos
los casos, las observaciones se centraron en las características de las
interacciones entre el lugar y las personas, identificando los rasgos
especiales en cada caso.
Los métodos visuales y fuentes documentales se usaron como
métodos complementarios a los descritos anteriormente, y también
para proporcionar una base separada de los datos. Los métodos visuales
que se utilizan incluyeron levantamiento fotográfico, mientras que los
métodos documentales incorporaron cartografía y fotografías aéreas
municipales, informes sobre los programas públicos y análisis de las
políticas vinculadas en estos temas. También se integraron artículos
relevantes de periódicos y anuncios, tanto en versiones impresas como
en línea.
El análisis de la información de los casos de estudio se realizó
de acuerdo a las directrices de Miles y Huberman (1994): reducir y
visualizar los datos, elaboración y verificación de conclusiones. Se
produjo una lista con las principales características de cada caso y
se utilizó para hacer comparaciones e interpretaciones iniciales. Los
patrones fueron explorados y las características comunes aparecieron y
poco a poco se identificaron las categorías que se habían construido y
fueran útiles para el análisis posterior.
Los seis casos seleccionados mostraron las características
consideradas importantes para ayudar a reflexionar sobre las preguntas
de investigación y para mostrar la diversidad de espacios abiertos en
los barrios populares. Los casos seleccionados son de diferentes áreas
del sureste y oeste de la periferia de Bogotá, donde se encuentran la
mayoría de los asentamientos populares. Acerca de la posición de los
espacios abiertos dentro del barrio, los casos muestran los distintos
enfoques, algunos de ellos están en el centro y otros son periféricos.
Los orígenes de los asentamientos también están en concordancia con
lo que se encontró en la ciudad: urbanizaciones ‘pirata’, invasiones de
tierras, proyectos públicos de lotes con servicios y desarrollo de parcelas
individuales. En cuanto a la etapa de consolidación del asentamiento
y sus espacios abiertos, los casos muestran una gama de características
comunes, desde las primeras etapas hasta que están relativamente bien
consolidados. Otra característica importante fue el uso de los espacios
abiertos: los casos ilustran los diferentes usos funcionales y simbólicos.
Diferentes morfologías y el lenguaje abiertos son otras características
que los espacios abiertos muestran de manera bastante explícita, lo que
confirma la multiplicidad de geometrías, límites y diversidad física, en
general. Los casos seleccionados fueron los siguientes:
Figura
Figura
Figura
Figura
Figura
Figura
Figura
Figura
Figura
Figura
Figura
Figura
Capítulo III

Producción informal del espacio urbano

Se examina la producción social del espacio abierto en los asentamientos


populares, explorando las dinámicas de organización y desarrollo, así
como los orígenes y expectativas de los pobladores. Se explica cómo es que
la producción del espacio urbano en los barrios es definida por los propios
pobladores, lo que construye una estrecha relación entre la gente y el lugar.
Los espacios abiertos en los asentamientos urbanos informales, así
como la vivienda, en gran parte los producen y transforman los
usuarios –las personas mismas– pero a diferencia de la vivienda,
existe poca información y comprensión acerca de cómo se realiza
este proceso. Con base en el marco conceptual que se presentó, este
capítulo y los que siguen, se desarrollan a partir de la información de
campo obtenida para los seis casos de estudio y las 57 exploraciones
previas. A los efectos del análisis, los 57 casos proporcionan
información general sobre los temas y pueden indicar tendencias en
algunos de ellos. Los seis estudios de caso ofrecen relatos detallados
que ayudan a profundizar en la interpretación de los temas.
La producción, el uso y el resultado pueden ser vistos como
parte del mismo proceso. Esto puede ser aun mas cierto en los
asentamientos urbanos informales ya que la población participa de
forma considerable. Según Rueda-García (2000) Bogotá crece de
manera informal en terrenos de tenencia ilegal donde más de 50%
no tienen permisos de vivienda. Sin embargo, poco a poco, estos
asentamientos se integran casi en su totalidad al tejido urbano, hasta
el punto que se vuelve casi imposible rastrear sus orígenes informales.
Del mismo modo, Kellett (2005) explica cómo los asentamientos
de origen informal pueden llegar a ser indistinguibles de los que se
originaron por medios formales. Esto se puede ilustrar a través de los
casos de estudio, donde no importa cuáles sean los distintos inicios del
barrio, las peculiaridades de los espacios abiertos y su dinámica tienden
a ser similares, como se verá más adelante. La producción del espacio
urbano informal es un proceso continuo en Bogotá, con los barrios
más antiguos que se integran legalmente a la ciudad, al mismo tiempo
que se crean nuevos barrios.

El proceso inicial

Orígenes y expectativas
Cada barrio necesita tener un parque, necesitamos defender la parcela
para él mismo contra las personas que la quieren invadir.
(Entrevista con Marco Fidel, residente de Nueva Argentina, 2008)

El origen de los espacios abiertos en los barrios populares se relaciona


con el origen del mismo barrio, en el que cada uno tiene en común
dos características: en primer lugar, por lo general comienzan como
espacios vacíos que necesitan ser creados, apropiados y defendidos
en ocasiones y, en segundo lugar, que existen en los ‘planes mentales’
de los colonos populares: “cada barrio necesita tener un parque”. La
primera característica depende en gran medida del origen del barrio y
de si se asigna o no la parcela para el parque. En los orígenes 'formales'
el espacio para el parque se define en el trazo urbano inicial; sin
embargo, con frecuencia es solamente un espacio vacío, sin mobiliario
urbano ni de recreo. En las urbanizaciones ‘pirata’ o áreas invadidas,
el área para el parque tiene que ser ‘negociada’ con el promotor o con
la comunidad, lo que incluye la demanda y los conflictos, como se
explicará más adelante. La segunda característica, la idea del parque
en la mente de la gente, se relaciona con las expectativas de lo que
‘debe’ ser un barrio, con el parque como uno de los principales planes
mentales de los habitantes.

Amo mucho mi barrio, porque ahí me han pasado muchas cosas, por
ejemplo, el primer campeonato de fútbol en el que participé. Después
de eso, los equipos siempre me pedían que jugara con ellos, era muy
divertido.
(Entrevista con Rocío, residente de Aguas Claras, 2008)

Los espacios abiertos son una característica de los asentamientos


urbanos informales desde el principio, independiente de que el barrio
tenga un origen formal o informal. Pero ¿cuáles eran las percepciones
iniciales de los colonos y sus visiones de estos espacios? Niño y
Chaparro (1997) argumentan que el 'parque del barrio' o 'cancha'
son muy importantes para los residentes. Rocío (habitante de Aguas
Claras) parece confirmar esto, ya que tiene buenos recuerdos de las
actividades deportivas en el parque de su barrio. Esto también implica
que ella valora las relaciones sociales que se forman en el parque y
en torno al fútbol. Algunos autores, como Viviescas, Gómez et al.
(1989: 197) consideran que la 'cancha' no es un espacio colectivo
adecuado: “en los asentamientos urbanos informales no podemos
ni siquiera hablar de los espacios colectivos o plazas, porque no
existen. Se reemplazan por un campo de deportes”. Para otros, como
Beardsley y Werthmann (2008: 33), esto invita a reflexionar sobre los
espacios abiertos en los asentamientos urbanos informales desde una
perspectiva diferente: tienen que ser ‘conceptualizados’.
Según la exploración en 57 espacios abiertos en Bogotá, más de
la mitad tienen canchas que funcionan como parques de los barrios
o espacios colectivos, mientras que casi uno de cada seis son parques
sin ningún campo deportivo. Hay otros tipos y usos de los espacios
abiertos, como calles y escaleras, estas últimas son muy importantes
porque la topografía es inclinada en muchos barrios. También se
pueden observar dos tipos menos convencionales: salones comunales e
iniciativas de embellecimiento de fachadas, que confirman la dirección
del argumento de Beardsley y Werthmann (2008: 33): "tendremos
que impulsar nuestras concepciones del espacio público [espacio
abierto] incluso más allá de esto [la recreación y espacios abiertos
contemplativos], para incluir las instalaciones del mercado, cocinas y
lavaderos comunitarios, y lugares para la expresión cultural –como las
escuelas de samba en Río de Janeiro".
¿De dónde vienen estas percepciones y visiones? ¿cómo se
construyen? ¿por qué un espacio abierto es importante para el colono
popular? Contrario a la noción común de que la vivienda es la única
preocupación de los colonos, los espacios abiertos se consideran
importantes desde los mismos orígenes de los asentamientos. Sin
embargo, la atención a los espacios abiertos se da sólo después de
que la vivienda, al menos inicialmente, se construye y los acuerdos
básicos de agua, alcantarillado y electricidad se ponen en marcha,
como explica: Hernández-Bonilla (2004) en las colonias populares en
México. Hay dos argumentos que pueden explicar la importancia de
estos espacios: en primer lugar, la cuestión práctica de falta de espacio
interior en las casas; en segundo, los motivos y aspiraciones de los
residentes. La cuestión práctica sugiere que el espacio abierto funciona
como un campo de juego: "las instalaciones para la recreación activa
son en general más adecuadas para los asentamientos informales
que los espacios para la ocupación pasiva, en especial en lugares con
grandes poblaciones de jóvenes con educación y oportunidades de
empleo limitadas" (Beardsley y Werthmann, 2008: 33). El segundo,
implica que los espacios abiertos se entienden como la representación
de lo urbano, como es típico de la vida de la ciudad (Silva, 1992),
y las expresiones que lo aspiran: "Adoptan estrategias con base en el
optimismo y las aspiraciones, y sus viviendas [y espacios abiertos]
encarnan las aspiraciones futuras con poco tiempo para la nostalgia
de un pasado rural, y más bien con una fascinación por las imágenes
modernas, urbanas y progresistas: un esfuerzo hacia un futuro
imaginado" (Kellett, 2009: 4).
Este proceso de imitación y copia puede ser visto como una manera
peculiar de los colonos populares para desarrollar sus percepciones
y visiones y expresarlas en la materialidad de sus asentamientos. La
arquitectura se ha desarrollado a partir de los procesos de imitación y
por las experiencias de aprendizaje e intercambio entre los diferentes
grupos sociales en distintos momentos. Además, las fuentes imitadas
pueden estar más allá de la ciudad y las fronteras nacionales. Los
caminos peatonales de la fase tres del parque La Andrea son descritos
de la siguiente manera:

No recuerdo quién trajo una revista a la reunión y explicó cómo


funcionan los caminos en los parques ingleses: siguen trazos que las
personas han dejado marcados cuando cruzan el parque.
(Entrevista con Luis Murcia, residente de La Andrea, 2008)

El parque en los barrios inicia como una expectativa o aspiración


común: cada barrio necesita un parque. Entonces, el concepto de
parque toma forma, podría decirse que se vincula con la recreación
activa y la necesidad de un lugar en donde los niños puedan jugar. En
este sentido, la ‘cancha’ es vista como el objetivo: entonces, un parque
adecuado debe tener una cancha. Esto explica por qué el parque del
barrio se llama, con tanta frecuencia, ‘la cancha’. Sin embargo, las
visiones aquí se encuentran con realidades y visiones alternativas.
Algunos parques no incluyen canchas porque están establecidos
en terrenos escarpados, como el parque Los Cerezos; o debido a su
tamaño, como en Villa Sonia; mientras que en otros casos como La
Andrea, muchos residentes no quieren uno. El último caso demuestra
la existencia de visiones alternativas acerca de cómo se debe desarrollar
el parque; aunque todas tienen en común, el tema de la recreación.
Pero recreación no es solo jugar, también se trata de socializar. En el
capítulo 4 se desarrollará con mayor detenimiento este tópico, pero
es suficiente decir que la recreación en el parque es vista como una
actividad social importante unida a otras actividades sociales, como
las reuniones, actividades compartidas y reuniones comunitarias. Estas
actividades están íntimamente relacionadas con las cualidades de los
usuarios del parque. Lo que permite entender por qué los parques se
encuentran tan cercanos a ser espacios comunitarios, como se analizó
anteriormente.

Organización de la comunidad

Después de señalar la importancia de los espacios abiertos para los


asentamientos populares desde sus inicios y explorar las percepciones
y visiones de los colonos, el siguiente paso es entender cómo se
desarrollan. ¿Existe una organización comunitaria que trabaje a favor
de la realización de estas percepciones y visiones? Hernández-Bonilla
(2008: 396) encuentra en México que “la organización social de los
residentes que viven en las colonias [barrios] es muy importante si
se busca la permanencia y el desarrollo de sus espacios públicos”. Sin
embargo, los datos de esta investigación conducen a una conclusión
distinta, al menos en las etapas iniciales del desarrollo de los
espacios abiertos, más cercanos a los resultados de Kellett (2008: 23)
encontrados en los asentamientos urbanos informales en Santa Marta
(Colombia): "El barrio está lejos de ser coherente con la ausencia de
organización comunitaria clara y eficaz". Sin embargo, la comunidad
es el actor principal en la producción del espacio urbano en los
barrios, más que otros actores que normalmente participan en esta
producción (Carmona, Heath et al., 2003). De los 57 casos explorados
en esta investigación, todos muestran un grado de participación de
la comunidad en su creación y mejora. Sin embargo, la comunidad,
como un grupo que comparte características comunes, toma formas
diferentes en los barrios, y no es necesariamente estructurada, estable
y permanente (Hernández-García, 2009). La iniciativa con frecuencia
la toman personas que se las arreglan para convencer a los demás de
trabajar con ellos en la búsqueda de un objetivo particular.
En Danubio el proceso de establecimiento del parque se puso en
marcha a través de una iniciativa individual. En las primeras etapas
del asentamiento, en torno a lo que hoy es el parque, varias casas
estaban en riesgo debido a la inestabilidad de la tierra. Se le ofreció
a la gente la posibilidad de reubicación, pero una sola persona, José
Rubio, consideró la propuesta inadecuada y costosa a largo plazo,
para su numerosa familia: "después de 15 años, habré pagado por
una casa tres veces más pequeña y tres veces más cara que una que yo
pudiera construir". Él convenció a sus vecinos, y se organizaron para
llevar a cabo la tarea de estabilizar la tierra, que más tarde se convirtió
en el parque. Un ejemplo similar se presenta en La Andrea, donde
las personas que viven alrededor de un pedazo de tierra sobrante,
dejado por los desarrolladores como una ‘cesión’, se organizaron
para convertirlo en un parque. La diferencia, sin embargo, es que
el presidente de las jac en ese momento fue uno de los que vivían
alrededor de la tierra no utilizada. Él canalizó las jac para trabajar
en el proyecto, mientras que José Rubio tuvo que encontrar apoyo
y recursos de diferentes fuentes. En el caso de Aguas Claras, las
mejoras en las calles se iniciaron también por los actores interesados,
por ejemplo, la primera empresa de transporte (no autorizada por el
municipio), que ‘informalmente’ sirvió al barrio. La compañía logró
llevar tierra firme a la calle de acceso al barrio, y las personas de la
comunidad ayudaron a compactarla. Poco después, la recién fundada
jac asumió la responsabilidad, y continuó la organización de las
mejoras en las calles.
Dos ejemplos más de cómo las comunidades trabajan en las etapas
iniciales de sus espacios abiertos son la Nueva Argentina y Los Cerezos.
En Nueva Argentina, la comunidad se organizó en gran medida por la
participación de una ong llamada ‘Fundación Social’. Esta ong jesuita
ayudó a la gente a organizarse y fue una presencia en la comunidad
desde hace muchos años. El proceso de organización en Los Cerezos
fue asistido también, pero de una manera diferente, la estructura
organizativa estuvo en el lugar antes de que comenzara el proyecto,
y los habitantes se convirtieron, en cierto modo, en los socios del
proyecto, con derechos y obligaciones. El objetivo del promotor era
construir una comunidad utópica basada en la gestión autónoma de
los residentes, por lo que rechazó cualquier tipo de intervención de
la administración de la ciudad (Hataya, 2007: 255). Por último, en
Villa Sonia, en los primeros años no pasó mucho en el parque o en
la organización de la comunidad. El ‘parque’ se parecía a un espacio
sobrante con algunas vías cementadas que lo cruzan, y con muy poca
actividad. Las jac fue gradualmente capaz de conseguir el apoyo de la
comunidad, y ha realizado algunas iniciativas de mejora.
Las etapas iniciales de participación de la comunidad y
organización fueron diversas. Algunos barrios estuvieron más
organizados y algunos otros no tanto. Casi todos los casos revelan
un enfoque diferente en las vías de participación de la comunidad y
organización en la búsqueda de las percepciones y visiones respectivas
de los espacios abiertos. Se puede argumentar, sin embargo, que tarde
o temprano, los individuos o los grupos asumen el liderazgo para hacer
que las cosas pasen.

El proceso de mejora

Primeras etapas
Siguiendo la discusión de Carmona, Heath et al., (2003) sobre los
modelos de desarrollo en el entorno urbano, el ‘modelo de gestión’
es el que mejor encaja en la descripción del proceso en los barrios
populares: “derivado de las explicaciones del comportamiento o
institucionales, estos [modelos de gestión] se centran en los actores
y sus relaciones”. En los seis casos de estudio, los colonos populares
‘recibieron’ el espacio asignado al ‘parque del barrio’, como no mucho
más que un espacio vacío. Esta era la situación en algunos casos
claramente indicados, como La Andrea y Villa Sonia (ver Figura 16
y Figura 17), pero en la mayoría de ellos no era tan clara (Danubio,
Cerezos, Aguas Claras y Nueva Argentina). En las primeras etapas,
las personas actuaron en forma individual o en grupo, tomaron las
primeras iniciativas para desarrollar su parque. Podría decirse que
la participación de otros actores, especialmente el municipio, era
inexistente en estas primeras etapas. La gente empieza a relacionarse
con el espacio desde el comienzo de las decisiones y acciones, grandes
y pequeñas, es decir se apoderan de él. Esta producción social del
espacio está estrechamente relacionada con la construcción del
lugar en términos de la relación que las personas establecen con él:
“cada sociedad –y por lo tanto, todo modo de producción, con sus
variantes– produce un espacio, un espacio propio” (Lefebvre, 1991:
31). La producción y reproducción del significado en relación con el
espacio, como Lawrence y Low (1990) argumentan, empieza aquí y
se desarrollará aún más con el consumo activo del lugar, que inicia en
paralelo.
Figura
Figura

La agencia de los colonos populares en la producción y construcción


de su espacio urbano es evidente, y está marcada por la lucha, sobre
todo en las etapas iniciales. El caso de Danubio es especialmente
revelador en ese sentido. Cuando el municipio ofreció la reubicación a
las personas que habían construido sus casas en torno a lo que hoy es
el parque, debido a la inestabilidad de la tierra, la gestión individual,
familiar y comunitaria fueron cruciales en la búsqueda de un camino
alternativo. Estas fueron las etapas iniciales del Parque Danubio
(extracto de las notas de la entrevista con Lucía y José, en diciembre de
2008):
La oficina municipal a cargo –Emergencias y Desastres– pidió a las
familias que se fueran, ofreciéndoles la reubicación en otro lugar. A
las personas se les ofrecieron dos casas nuevas para dos familias (una y
arriba otra) en la misma zona a unos cinco kilómetros de Danubio. Las
casas eran de 5 metros de frente y 60 metros cuadrados en total, sin
posibilidad de extensión a los lados o en la planta superior. Se exigió
un pago inicial muy bajo, y el resto se debía pagar en 15 años.
La propuesta atrajo a muchos (no hay nada que pagar por
adelantado, y la casa estaba lista para habitarse –sin necesidad de
construir como en Danubio), pero no a todo el mundo, entre ellos
Lucía y José. Ellos pensaron en sus seis hijos y cómo encajarían en 60
metros cuadrados, y sin posibilidad de ampliación de la casa. Pero José
estaba especialmente preocupado por la hipoteca y las tasas de interés
variable, de las que no sabía nada en un primer momento, pero se hizo
con pleno conocimiento sobre el tema. Aprendió, por ejemplo, que
durante los primeros años de la hipoteca él estaría pagando sólo los
intereses, mientras que la deuda sobre el capital sería cada vez mayor,
según esto, después de 15 años, habría pagado más que el costo inicial
de la casa, por no hablar del riesgo de perderlo y lo que él ya había
pagado en el proceso. Explicó esto a sus vecinos y los convenció, y
comenzó la construcción del parque.
José fue a la oficina de Emergencias y Desastres para decirles que no
se iba a mudar y que podrían hacer algo para recuperar el lugar, pero
que necesitaban ayuda. El personal de la oficina se mostró reacio, pero
él explicó qué se podría hacer para estabilizar la tierra y aminorar el
riesgo de las casas, señalando que allí había que hacer un gran trabajo
de ingeniería. Era necesario canalizar la corriente, reemplazar y cubrir
los cuerpos de agua, organizar en esa zona el sistema de alcantarillado
y tapar toda el área con varias toneladas de tierra. La explicación podía
ser suficiente para desanimar a cualquiera y hacerlos pensar de nuevo
la propuesta de reubicación, pero no fue así para José y la comunidad
que estaba liderando.
José organizó a la comunidad, pidió ayuda de dependencias
públicas y privadas, estableció contacto con algunos políticos para
'trabajar' con ellos a cambio de ayuda y/o dinero para el proyecto.
Después de varios meses y largas horas de trabajo, la oficina de
Emergencia y Desastres aprobó –para su sorpresa– lo que José había
propuesto. Entonces comenzó la segunda batalla: ¿qué hacer con el
espacio abierto? Estaba claro que no se podían construir casas allí
(aunque algunas de las propuestas de este tipo fueron escuchadas),
pero la idea de un parque en esa zona parecía demasiado ambicioso
para algunos. No sin dificultad, la idea de un parque fue aprobada, y
por primera vez (según José) la jac asumió la responsabilidad para el
desarrollo del proyecto.
Las acciones iniciales en el espacio urbano en los barrios están
‘inspiradas’ por las dificultades y son promovidas por las personas y,
más tarde, por los grupos. En Danubio la inestabilidad de la tierra
era el problema, en Aguas Claras el transporte para entrar y salir
del barrio, en La Andrea era el riesgo de las casas de los alrededores
debido al tráfico de automóviles y camiones, y así sucesivamente. No
hay evidencia de que una comunidad estructurada y bien organizada
pudiera estar detrás de estas primeras acciones, al menos en los casos
explorados.

Las etapas de transformación

Una vez que el lugar para el parque se ha definido, ya sea porque


fue asignado, consensado o ‘creado’ como en Danubio, se inicia el
proceso de mejora. Por lo general, comienza con un espacio vacío –
nada más que una zona verde y, eventualmente, una zona de juegos
aportados por los promotores– como en la fase 1 del parque La
Andrea. En las etapas de mejora, nuevos temas y nuevos actores se
involucran. La gestión individual gradualmente da paso a la gestión
de los grupos, y una organización comunitaria vacilante, en las etapas
iniciales se hace más fuerte, aunque no necesariamente se involucra
la participación de toda la comunidad. Las jac, que existen desde
el comienzo de los asentamientos, tienen un papel más importante
que el papel del municipio, relativamente pequeño en el pasado. La
participación y los conflictos son ahora más evidentes en las dinámicas
de producción, en la forma en que Carmona, Heath et al. (2003)
sugieren, que cuando los actores se enfrentan unos a otros con sus
propios objetivos, motivaciones, recursos y limitaciones. Sin embargo,
las particularidades del proceso también producen un ‘espacio propio’,
como argumenta Lefebvre (1991), como un proceso permanente a
través de la transformación del espacio y las prácticas de consumo.
Junto con el papel principal de los integrantes del barrio en la
transformación de los espacios abiertos, el municipio comienza a
jugar un papel importante en las etapas de mejoramiento. Dicha
función abre una serie de cuestiones que se discuten en esta sección
y las siguientes. La dialéctica con fuerzas estructurales más amplias,
una de ellas como proponen Carmona, Heath et al. (2003), es cuando
mencionan el modelo institucional de la producción del espacio
urbano. La comunidad empieza a interactuar con las instituciones
públicas y los políticos para conseguir lo que necesitan, en este sentido,
las relaciones de poder se desarrollan. De los 57 casos explorados,
prácticamente todos han tenido algún tipo de participación municipal
para la mejora de las áreas urbanas abiertas. Esto incluye los barrios
que aún no son legalizados, como Aguas Claras, pero a los que el
municipio les asigna algunos recursos para mejorar sus parques.
Anteriormente se explicaron, dos programas municipales que han sido
especialmente importantes en los barrios para la mejora de los espacios
abiertos a través del trabajo conjunto con las comunidades: Con ellos
la mejora en la fase 2 del parque de La Andrea se llevó a cabo (ver
Figura 18 y Figura 19). Sin embargo, la participación del municipio a
través de otros programas más pequeños y los medios alternativos, tales
como subvenciones directas para obras específicas, abarcan la mayoría
de los casos estudiados.
Figura
Figura

El municipio entonces juega un papel en las diversas etapas de la


mejora de los espacios abiertos, y los programas municipales osp y opc
son de gran importancia. Esta participación dentro de la agencia de la
gente es por lo general bajo el liderazgo de las jac. Su importancia en
los años setenta y ochenta fue muy grande, porque podían disponer
directamente de recursos económicos que los políticos locales les
entregaban, en forma de 'subsidios' (auxilios) a cambio de votos.
El papel de los políticos en el desarrollo de los espacios abiertos se
examinó con mayor profundidad, ya que en la nueva constitución, de
1991, las jac no tienen derecho a recibir subsidios, pero siguen siendo
poderosas organizaciones comunales que negocian con las autoridades
locales en nombre de la comunidad (Torres, 2002).
En el proceso de desarrollo de los espacios abiertos en los
asentamientos urbanos informales el pueblo es líder, a través de
acciones individuales y colectivas. La lucha es por lo general, un factor
común en las primeras etapas y, las relaciones de interacción y poder
con el municipio en las etapas de mejoramiento. La organización
comunitaria y los procesos de participación a través de las jac, y de
los actores políticos, son parte de las mencionadas relaciones de poder.
Este espacio de producción es mediado por las relaciones sociales y
políticas, y da lugar a un espacio ‘particular’, parafraseando a Lefebvre
(1991). O, en términos de Schneekloth y Shibley (1995), se trata de
transformar el espacio en un lugar habitable.

Actores y roles

Se puede decir que en la producción de espacios abiertos en los


asentamientos populares, la mayoría de los papeles son caracterizados
principalmente por dos partes: la comunidad y el municipio.
Sin embargo, la comunidad también involucra a los individuos
y grupos que no necesariamente actúan como una comunidad
unida y organizada, y el municipio y las dependencias desarrollan
planes y programas. Sin embargo, hay otros participantes y los más
influyentes son sin duda los políticos. La relación entre los políticos
y los barrios populares tiene una larga historia en Bogotá (Hataya,
2007). Otros actores que no están involucrados en todos los casos, y
que desempeñan un papel importante son las ong y las instituciones
religiosas, sociales y culturales. Los urbanizadores ‘pirata’ o ilegales
pueden jugar un papel, pero su participación no suele ir más allá de la
venta de lotes, y muy de vez en cuando la definición y otorgamiento
de los espacios donde se pueden localizar los parques.

El papel de la comunidad

‘Comunidad’ no es un concepto sencillo y esto se refleja en la práctica.


García Giuliani et al. (1999: 734) la explican como: "a) sentimientos
fuertes por la gente y el lugar, b) la importancia dada a la interacción
social y la calidad de vida, c) la preocupación por la educación y el
respeto de los niños y, la colaboración, compartir y vivir juntos".

La evidencia de los casos de estudio, sugiere que la comunidad no


siempre es tan ideal como sostienen García Giuliani et al. (1999),
aunque puede ser el caso en algunas circunstancias. La comunidad o
las comunidades dentro de los barrios populares son diversas y siguen
agendas diferentes. En cuanto a la producción social del espacio, las
jac es tal vez de los grupos comunitarios más importantes dentro de
los barrios, a causa de su condición jurídica y sus vínculos políticos
y sociales. Sin embargo, desde la década de los años ochenta, en los
barrios populares de Bogotá, las asociaciones culturales, económicas
y femeniles empezaron a ser cada vez más comunes, en muchos casos
como una alternativa a las jac (Torres, 2002).
Pero las iniciativas de la comunidad no son las únicas presentes
en los barrios. Como se explicó en las primeras etapas del proceso
de desarrollo, la inventiva individual también está presente sobre
todo en las primeras etapas. Sin embargo, esto puede ser visto como
individualismo –como ‘buscar ser el número uno’– o quizás como
colocar las necesidades individuales y familiares por encima de las de
los demás. Esta actitud también se encuentra en el mantenimiento de
espacios verdes, cuando no es difícil de escuchar “Yo sólo me encargo
de la parte delantera de mi casa, no me importa lo que sucede en
otros lugares”, o ni siquiera de la parte frontal de su casa: “No hemos
visto que las personas alrededor de la fase uno del parque del barrio
se encarguen del espacio delantero de sus propias casas: dicen que eso
lo debe hacer el municipio o las jac”(Entrevista a Marta, presidente
actual de las jac y residente de La Andrea, diciembre de 2008).
Las comunidades en los barrios están lejos de ser unidades sólidas
y cohesionadas, que participen y actúen por el bienestar de todos,
el conflicto es parte de las relaciones sociales y de la producción del
espacio abierto, ya que éstas forman parte de la dimensión política
(Carr, Francis et al., 1992; Carmona, Heath et al., 2003).
Sin embargo, los individuos son también el motor de las
comunidades y hay muchos ejemplos en los barrios. Este es el caso
de José y Lucía, en Danubio, que lograron movilizar a la comunidad
para estabilizar la tierra en la que el parque se desarrolló, o Lidya,
en Aguas Claras, que enfrentó el proceso de legalización del barrio,
aún en curso. Carmen, en Tanque Laguna (de los 57 casos generales
explorados), que dirigió una larga lucha contra los organismos
públicos y privados en nombre del parque en su barrio, lo cual es un
ejemplo para la localidad: "Luchamos por nuestro parque, pero la
lucha no ha terminado, necesitamos muchas otras cosas en nuestro
barrio" (Entrevista a Carmen, diciembre de 2008). Lucía, Lidya y
Carmen confirman el importante papel de la mujer en la producción
del hábitat en los asentamientos populares en América Latina, como
se reconoce en otras investigaciones (Kellett, 1995; Avendaño y
Carvajalino, 2000; Hordijk, 2000; Segovia y Oviedo, 2000).
A pesar de la falta de consensos plenos entre las personas y sus jac,
la organización de la comunidad es visible en los barrios populares,
y en relación con la producción de espacios abiertos, éstas tienen un
papel importante, como lo confirman los casos de estudio. Las jac eran
y siguen siendo el único vínculo formal y reconocido entre el pueblo y
el gobierno. Desde sus orígenes el vínculo entre las jac y los políticos
es crucial. Hasta 1991, las jac recibieron recursos directamente de los
políticos en lo que se llamó ‘los auxilios parlamentarios’, sin embargo,
esta práctica se prohibió debido a la corrupción y 'clientelismo'
(Borrero, 1989). No obstante, la relación jac-políticos existe como
una forma de patrocinio político, lo que significa que el político actúa
como el patrón o ‘enlace’ con el gobierno y la oficina del municipio
(Hataya, 2007). Arturo, actual presidente de las jac de Danubio, lo
expone de esta manera: "Jugamos el juego de acuerdo con el político
en el poder". Las jac forman parte de la política de los barrios, y a
pesar de sus críticos, significan el principal escenario de participación
para la negociación con el gobierno.

El papel del Municipio

Carmona, Heath et al. (2003) reconocen al sector público como


un actor clave en la producción del entorno construido. El sector
público incluye a los organismos gubernamentales, las autoridades
de planificación y los organismos reguladores. En la producción del
espacio en los barrios, el sector público es el municipio. El Municipio
en los asentamientos urbanos informales tiene dos funciones: primero,
facilitar las políticas y los marcos regulatorios, y segundo, la provisión
de infraestructura y servicios comunitarios. Para algunos autores,
como Viviescas, Gómez et al. (1989), el papel del municipio en los
barrios populares no se trata tanto de cómo debe ser la planificación,
sino más bien de ‘ponerse al día’ en relación con el desarrollo de
barrios, su legalización, llevarles servicios públicos y de 'ayudar' a
la gente a mejorar su propios asentamientos. En esta perspectiva, el
municipio es visto como un actor pasivo, pero necesario en la relación
dialéctica entre los colonos populares y el sector público en relación
con la creación y transformación de los asentamientos y la mejora de
sus condiciones de vida. Las pruebas de esta investigación tienden a
confirmar esta interpretación.
El Municipio aplica políticas nacionales en materia de planeación,
vivienda y espacios abiertos de la ciudad, y también desarrolla sus
propias políticas a nivel local. En relación con los asentamientos
informales, las políticas municipales tienden a centrarse en la
participación, la legalización y la reducción de la marginación para
reducir la marginalidad urbana socioeconómica de los pobres urbanos.
Respecto a la participación, y a pesar de que haya otros programas
y otras oficinas públicas que tienen que ver con los espacios abiertos
en los barrios, como se explicó anteriormente, la oficina del idpac
ahora es el actor principal en el lado del municipio y opc, el programa
principal. El programa pretende un componente de obra con un
componente social, es decir, la materialidad del espacio abierto no
es el único objetivo, sino también el aspecto del empoderamiento de
la comunidad en el proceso. Así como las jac son el actor clave en
nombre de la comunidad en la producción del espacio, el idpac es el
actor clave por parte del municipio. Este último, sin embargo, persigue
una agenda que no sólo es social y técnica, sino también política,
como apoyar la gestión del alcalde a cargo, lo que pone de relieve
una característica particular de la relación entre las comunidades y
el gobierno (nacional y municipal) –la politización– y contribuye
a explicar por qué los políticos están tan involucrados con los
asentamientos urbanos informales, junto con las relaciones de poder
que se crean.

Otros actores

Aunque la comunidad y el municipio son los actores clave en la


producción y transformación del espacio urbano en los asentamientos
urbanos informales, existen otros actores centrales: los políticos,
las ong, las asociaciones religiosas y, profesionales –especialmente
arquitectos e ingenieros– las empresas privadas (incluidos los
constructores y vendedores de materiales de construcción) y las
universidades (incluyendo a los estudiantes de licenciatura y posgrado).
Como se explicó anteriormente, el papel de los políticos es vincular
a la comunidad y al municipio para entregar los recursos económicos
para objetivos específicos (la escuela, la calle, el parque, y así
sucesivamente) o influyendo en las oficinas municipales para gestionar
la prestación de servicios públicos y de otro tipo a los barrios. En los
seis casos de estudio, el papel de los políticos se aprecia en acción
cuando el barrio trabaja en las etapas iniciales lo que confirma que
son una importante fuerza detrás del desarrollo de los asentamientos
urbanos informales de Bogotá, contribuyendo a la relación
ambivalente entre la formalidad y la informalidad. En Aguas Claras,
que todavía está en proceso de legalización y de gestión de los servicios
públicos (tienen electricidad, teléfono y gas, pero carecen de agua
potable y alcantarillado), la relación con los políticos es ilustrativa:

En esta misma silla (refiriéndose a la silla en la que el autor estaba


sentado en el interior de su casa) dos candidatos a alcaldes para
Bogotá (en diferentes elecciones) se sentaron: el Sr. Caicedo y el Sr.
Lozano2. Ellos han sido muy buenos con nuestro barrio.

(Entrevista con María, residente de Aguas Claras, 2008)

Hataya (2007) analiza la relación entre los políticos y los barrios


populares en detalle, argumenta que los políticos han sido una parte
constante del desarrollo de los asentamientos informales en Bogotá;
que esta relación es mutuamente dependiente, en una especie de
relación patrón-cliente. Auyero (1999) explica cómo esta relación
de poder de los políticos sobre las comunidades es el resultado de su
ayuda en la mejora de los asentamientos; en otras palabras, la relación
entre los políticos y las comunidades se basa en el intercambio de
votos por ayuda. La relación es conflictiva y cambiante, debido a los
nuevos poderes, fuerzas políticas e instituciones que han aparecido en
Bogotá y Colombia recientemente, en especial con referencia a la Junta
Administradora Local (jal)3 como un centro de poder alternativo a las
jac en los barrios y las localidades.

Las ong también desempeñan un papel en la producción del


espacio en los barrios, aunque menos prominente que la de los
políticos. La participación de las ong es evidente en Los Cerezos
y Nueva Argentina, menos importante en Danubio y La Andrea,
y podría decirse que inexistente en Aguas Claras y Villa Sonia. El
mejor ejemplo es el de Los Cerezos, en el barrio Manuela Beltrán,
donde una ong llamada ‘Empresa Comunitaria Integral' guiada por
el sacerdote católico, Saturnino Sepúlveda, organizó al asentamiento
mediante la movilización de la comunidad. "No era sólo un proyecto
de vivienda, sino también una propuesta social y política".
(Entrevista con Tito López, fundador y actual residente de
Manuela Beltrán, diciembre de 2008)

No sólo las viviendas, también los servicios públicos y los espacios


abiertos, en sus inicios fueron organizados por la Empresa
Comunitaria. En Nueva Argentina, la ong ‘Fundación Social’ trabajó
junto a la comunidad para construir la Iglesia Católica y organizar
las áreas básicas del parque. Las ong, así como otros actores, tienen
sus propios objetivos y motivaciones, y con frecuencia sostienen
enfrentamientos, sobre todo con las jac para competir por los recursos
municipales, por el interés político y por el apoyo de la gente. Este
fue el caso del barrio Manuela Beltrán, donde a pesar de la inmensa
popularidad inicial de la Empresa Comunitaria y de las ideas de
Saturnino, poco a poco perdió credibilidad y apoyo en favor de las jac.
De hecho, esta última desplazó a la ong en materia de organización
comunitaria y liderazgo. La historia de la ‘Fundación Social’ es similar,
sin embargo, el conflicto en este caso fue con otras ong que trabajan
en el barrio, debido a una competencia subyacente entre ellos. A pesar
de las dificultades, las ong desempeñan un papel importante.
Las asociaciones religiosas, que están presentes en todos los
asentamientos en la actualidad, procedentes de medios católicos y
evangélicos4 se consideran otro factor importante. En Danubio, por
ejemplo, ambos cultos promueven campañas para el mantenimiento
de los espacios verdes e incluso trabajan juntas en algunas iniciativas.
La participación de otros actores es menos frecuente, casi de forma
ocasional. Los arquitectos e ingenieros, por ejemplo, dependen tanto
de un interés específico como del compromiso personal con el barrio
o de los contactos con las comunidades que se pueden convertir en
actividades remuneradas. En general, la participación de los arquitectos
en estas áreas es muy limitada.
Capítulo IV

Interacciones cotidianas, funcionales y de poder

Las interacciones cotidianas, funcionales y de poder, se centran en el uso


de los espacios abiertos en los barrios desde diferentes perspectivas. Se
relaciona con la transformación del espacio mediante la construcción
social, por medio de interacciones materiales e inmateriales. Reuniones,
juegos, tradiciones, cultos religiosos e iniciativas comerciales integran estas
interacciones, lo que hace que la relación entre las personas y el lugar sea
estrecha.
Como se mencionó en el capítulo anterior, los espacios abiertos en
los asentamientos urbanos informales se desarrollan principalmente
debido a la iniciativa y participación de la gente. Se puede afirmar
que el espacio urbano en el barrio popular se produce socialmente,
pero la producción social y el uso del espacio están intrínsecamente
relacionados (Low, 1996) y se perciben como aspectos del mismo
proceso; de manera similar, la producción y el consumo pueden estar
vinculados con el producto (Harvey, 1996).
Para propósitos explicativos, el capítulo tres examinó la producción
social del espacio urbano, y en el capítulo cinco se analizará el
‘lugar’ producido en términos de forma, lenguaje y significado. Este
capítulo explora la construcción social del espacio, que corresponde
a la segunda pregunta de investigación: ¿Cuál es la relación entre los
espacios abiertos y las personas (usuarios) que los crean? La relación
está definida por conexiones entre las personas y los lugares; donde los
lugares son transformados por las interacciones de las personas, y las
personas pueden ser transformadas en sus rutinas y relaciones sociales
al interactuar con los lugares.
La transformación de los espacios abiertos por medio del proceso
de construcción social, o de la interacción entre la gente y el lugar,
se encuentra en primera instancia en el uso cotidiano (De Certeau,
1984); en el espacio de la vida cotidiana o el espacio representacional
(Lefebvre, 1991); o en “los actos cotidianos de renovar, mantener y
representar los lugares que nos sostienen” (Schneekloth y Shibley,
1995: 1). En los asentamientos urbanos informales, estas actividades
se relacionan con las prácticas sociales y culturales desarrolladas en los
espacios abiertos, se constituyen principalmente por eventos sociales,
manifestaciones tradicionales, expresiones religiosas y manifestaciones
políticas. El segundo grupo de interacciones son las funcionales –
movimiento (Carmona, Heath et al., 2003), descanso y relajación
(Carr, Francis et al., 1992) y reuniones de la gente– que se superponen
con las prácticas cotidianas (Gehl, 1999). En los espacios abiertos
de los asentamientos urbanos informales, se presentan actividades
recreativas desarrolladas en los parques, y actividades comerciales
que se llevan a cabo especialmente en las calles. Un tercer grupo de
interacciones son las que se relacionan con el poder y el conflicto
(Low, 2000; Rosenthal, 2000), lo cual es explicado por Madanipour
(1999: 880) en los siguientes términos: “El control del espacio público
es esencial en el balance del poder en una sociedad particular”.
Las relaciones de poder se perciben en el control territorial y la
apropiación que diferentes grupos intentan ejercer sobre los espacios
abiertos, así como en el uso conflictivo de estos espacios. Este grupo
de interacciones es consecuente con los anteriores (usos cotidianos
y funcionales) y con los usos simbólicos que las personas les pueden
dar a los espacios abiertos. Estos usos pueden estar relacionados con
la construcción del lugar a partir de las experiencias en términos de
identidad del lugar (Relph, 1976); pertenencia (Proshansky y Fabian et
al., 1983) así como apropiación y territorialidad (Jiménez-Domínguez,
2007; Bernardo y Palma-Oliveira, 2008).

Prácticas sociales y culturales: interacciones cotidianas

Como Low (1996) lo explica, el lugar está modelado por las


expresiones culturales, tecnológicas, políticas e ideológicas de aquéllos
que interactúan con él. En el mismo sentido, las prácticas sociales y
culturales cotidianas, transforman los espacios abiertos y contribuyen
a su creación (Schneekloth y Shibley, 1995). Las actividades sociales
cotidianas en los espacios abiertos contribuyen a modelar los espacios
abiertos en términos de cómo son utilizados y cómo son transformados
por medio de ese uso. Las relaciones sociales se construyen en las calles
y los parques, se les dan ‘nuevos’ usos a las esquinas y los bordes del
parque, y se observa una verdadera transformación del espacio cuando,
por ejemplo, una silla se coloca en la calle para beber una cerveza, o
cuando un jardín se construye frente a una casa. Pero estas actividades
de consumo también ayudan a construir una red de conexiones en
el lugar, como sugieren: Carr, Francis et al. (1992: 193) “Asumiendo
un cierto grado de relevancia o congruencia entre los usuarios y
los asentamientos, pueden resultar del uso diversas conexiones
simbólicas”.
Las prácticas culturales en torno a los espacios abiertos en los
asentamientos urbanos informales contribuyen a la construcción
social y definen la forma dada a esos lugares. La cultura es entendida
como las opiniones, creencias, valores y tradiciones de los grupos
sociales (Rapoport, 1976), que ayudan a "dar forma a su entorno para
corresponder y apoyar su estilo de vida" (Kellett, 1995: 52). Hay varias
expresiones culturales que se encuentran en los casos de estudio, y, de
hecho, se pueden agrupar en cinco temas, –aunque como se mencionó
algunos de ellos pueden ser vistos también como expresiones sociales o
actividades funcionalmente relacionadas. Estos son: reuniones, comida
y bebida, juegos tradicionales, práctica de algún culto religioso o
actividades comunitarias y políticas.

Reuniones

La evidencia deriva de los seis casos de estudio, muestra que las


calles y parques son vistos como buenos lugares para reuniones y
celebraciones en los barrios populares. Van desde reuniones informales
con amigos hasta celebraciones más elaboradas con un grupo grande
de personas –incluso la comunidad completa. Las reuniones pequeñas
con los amigos, con los que conversan, beben, escuchan música, y a
veces bailan, son comunes, especialmente los fines de semana. En La
Andrea, por ejemplo, un grupo de hombres lleva sillas de sus casas al
parque, deja sus puertas abiertas de tal manera que pueden escuchar
la música desde el aparato de sonido en su casa, y entran y salen con
provisiones de la cocina. Pasan la tarde de esta manera (ver Figura 20),
a veces también participan las mujeres, mientras que los niños juegan
alrededor.
Figura

Comida y bebida

Conectadas con las reuniones están las actividades de comida y bebida.


La Andrea muestra un ejemplo explícito de cómo estas actividades le
dan forma al espacio abierto. En el proceso de diseño participativo
del parque “El Ocho”, un lugar era particularmente importante (ver
Figura 21)
“Era muy importante para nosotros tener un lugar redondo
[anfiteatro] dentro del parque para tener nuestra “olla comunitaria”.
(Entrevista con Marta, residente de La Andrea, diciembre, 2008).

La ‘olla comunitaria’ (ver Figura 21) es una reunión mensual, en la


que los vecinos del parque se reúnen para cocinar, comer y beber.
Escuchan música, y eventualmente también bailan. La comida puede
ser ‘sancocho’5 (de ahí el nombre de ‘olla’). Este barrio es especialmente
conocido por su comida, los tamales y la lechona6, siendo común los
fines de semana ver a las personas compartiendo estos platillos con una
cerveza y una conversación, en la calle o en el parque donde también
juegan los niños.

Figura

Juegos rurales y tradicionales

Hay una variedad de juegos relacionados con los espacios abiertos que
representan manifestaciones culturales (Niño y Chaparro, 1997). Son
relativamente comunes en los asentamientos urbanos informales y
poco frecuentes en el resto de la ciudad. El mejor ejemplo es la práctica
de ‘El Tejo’7. Se puede jugar en un espacio abierto, como en Aguas
Claras (ver Figura 22), o bajo techo, pero siempre está relacionado con
un espacio abierto al frente. Es un juego rural tradicional del centro
del país, y algunos autores afirman que puede estar relacionado con
el pasado rural de las comunidades. (García-Canclini, 1989; Niño y
Chaparro, 1997; Rojas y Guerrero, 1997). Otro juego tradicional es
‘la rana’8, sin embargo, para este juego se necesita estar bajo techo. En
estos dos juegos participan principalmente hombres; no obstante es
común ver participar a mujeres. La música y la cerveza son parte del
entretenimiento en estos juegos, y a veces hay comida involucrada; y
como en el caso de otras actividades en espacios abiertos que incluyen
bebidas, los conflictos pueden aparecer.

Figura

Hay otros juegos observados en los espacios abiertos de los barrios


populares, que no se ven tanto en las zonas residenciales con mayores
ingresos; entre los más comunes está ‘El Trompo’ como se aprecia en
La Andrea (ver Figura 23), ‘Golosa’, ‘Ponchados’, ‘Checa’ y ‘Bolas’.

Figura

Práctica de cultos religiosos

Los espacios abiertos en los asentamientos urbanos informales también


son utilizados para la práctica de cultos religiosos. Los casos de estudio
mostraron tres tipos de usos religiosos, además de las celebraciones
de Navidad y Semana Santa: primero, la iglesia situada en la calle
principal o el parque y su interacción con el espacio abierto (en Aguas
Claras y Nueva Argentina); segundo, el altar en el parque (Danubio,);
y tercero, las imágenes religiosas en las fachadas de las casas (en Los
Cerezos).
En los 57 casos explorados inicialmente para esta investigación, en
cada barrio se localiza al menos una iglesia católica, y la mayoría tiene
una o más iglesias de otras religiones, como Evangelistas y Testigos
de Jehová. La ubicación de la iglesia católica en el barrio reproduce,
–cuando es posible– la ubicación de las iglesias de las áreas centrales
de la ciudad: por lo general se encuentra en los bordes de las plazas,
para enfatizar su importancia (Niño y Chaparro, 1997). Se encuentran
muchos ejemplos en los 57 casos, uno de los más interesantes, debido
a su evolución conflictiva, es el de Tanque Laguna (ver Figura 24).

Figura

Los altares, y en especial las imágenes religiosas en las fachadas, son


comunes en los barrios populares. Para Hernández-Bonilla (2004)
los altares no son sólo expresiones de la fe religiosa, sino el resultado
de las acciones diarias de uso y apropiación. Rojas y Guerrero (1997)
afirman que las imágenes religiosas son importantes debido a sus
valores histórico, culturales y de identidad. En Danubio, se erigió un
altar en una de las esquinas del parque (ver Figura 25 y Figura 26). Es
un espacio cerrado en forma de cueva que no es perceptible a primera
vista. La gente explica que un expresidente de las jac lo puso ahí, y
que él y su familia le dan mantenimiento básico de vez en vez, limpian
la “cueva” y la decoran con flores. De manera similar, las imágenes
religiosas como las encontradas en Los Cerezos (ver Figura 26) son
parte de la construcción simbólica del barrio e impacta la percepción
de los espacios abiertos.

Figura
Figura

Actividades comunitarias y el activismo político

Muchos autores reconocen la dimensión política de los espacios


públicos (abiertos) (Niño y Chaparro, 1997; Carmona, Heath et al.,
2003; Madanipour, 2003; Páramo y Cuervo-Prados, 2006), ya que son
importantes para las actividades comunitarias y el activismo político,
ayudan a desarrollar la democracia y construir gobernabilidad. En
los barrios populares, las actividades relacionadas con la comunidad
y la política se aprecian sobre todo en la cancha y en la sala comunal,
la mayoría de ellas organizadas por las jac del barrio, con intereses
políticos que son ‘negociables’ en relación con los políticos actuales
y los candidatos. Mientras los datos se recolectaban en la fase uno
del parque La Andrea, por ejemplo, la oficina del Alcalde y las jac
organizaban un evento cultural para la comunidad que se llamó:
‘Bogotá, Territorio de Paz’ y un escenario temporal se construyó sobre
la cancha (ver Figura 27). De acuerdo con Marta (actual presidenta
de las jac), estos eventos son importantes porque contribuyen a
cohesionar a la comunidad y trabajar con la oficina del alcalde a favor
de los proyectos de interés mutuo.

Figura

Actividades recreativas y comerciales:


interacciones funcionales

El patio de juegos
En términos funcionales, los parques del barrio se dedican a juegos y
deportes. Usualmente (como en Danubio), tienen una o más canchas
multifuncionales (para jugar básquetbol, microfútbol o voleibol)
y muchos también cuentan con estructuras metálicas o de madera
para juegos de niños (ver Figura 28 y Figura 29). El resto del parque
está pavimentado o tiene áreas verdes, también adecuadas para jugar.
Como en las calles jugar en el parque es una actividad social que
conecta a las personas; aunque en el parque, el actor difiere de alguna
manera de los usuarios de las calles. No se observan niños pequeños
sin que vayan acompañados de sus madres, mientras que los usuarios
adultos tienden a estar presentes casi todos los fines de semana. Pero
los principales usuarios de estos espacios, en una base diaria, parecen
ser los jóvenes adultos. Una de las principales actividades que se
desarrolla en los parques son los torneos de micro-fútbol, organizados
en grupos intra e interbarrios. Este evento, que se lleva a cabo por
algunos meses, durante los fines de semana, atrae un buen número de
personas que van a ver los partidos. Después de que finaliza el partido,
comienzan las celebraciones (no importa cuál haya sido el resultado),
por lo general incluyen cerveza, música y a veces comida y baile.
Las relaciones sociales también se desarrollan, y al mismo tiempo,
en algunas ocasiones, surgen los conflictos. Las prácticas sociales
y culturales se desarrollan alrededor de las actividades deportivas
que también contribuyen a generar relaciones con el espacio y su
transformación.
Figura
Figura

Por medio del juego, se revelan conexiones sociales y culturales. Tal


vez el mejor ejemplo aquí es el provecho que los adolescentes obtienen
de estos lugares, ya que ellos son los principales usuarios. Los jóvenes
adultos tratan de hacer ‘suyos’ estos espacios, especialmente en las
tardes cuando no hay niños, ni nadie más jugando en los parques. Esta
situación es reforzada físicamente por las rejas alrededor de la cancha:
uno los ve y ellos lo ven a uno, ambos en el entendido que así es como
ellos quieren que sea, con o sin rejas (ver Figura 30). Los adolescentes
pueden ser observados pateando un balón, o atrapándolo entre ellos,
chicos y chicas por igual. Algunas veces escuchan música, y a veces
fuman y beben.
Figura

Iniciativas comerciales

Los espacios abiertos en los barrios también tienen que ver con el
comercio. Aunque la recreación es quizá el uso más visible, el comercio
también es significativo. Las actividades comerciales dentro de los
espacios abiertos pueden ser divididas en dos tipos: el comercio en
las viviendas que dan a las calles y los parques; y el comercio que
invade lugares en los espacios abiertos. En el primer tipo, la tienda
con sus variantes, es la principal manifestación comercial; en cuanto al
segundo tipo, los vendedores ambulantes son el ejemplo más visible.
Como muestran los casos de estudio, cada uno de ellos proporciona
y permite formas particulares de usar y apropiarse de los espacios
abiertos.
La actividad económica en los barrios se conoce como una manera
de generar ingresos adicionales para las familias; algunas veces incluso
es el ingreso principal. La casa es la primera fuente de posibilidades,
con la subdivisión de lotes, rentando cuartos y pisos independientes,
y estableciendo pequeñas empresas en el hogar (Kellett, 1995). El
hogar “también es un lugar de producción” (Kellett y Tipple, 2000:
203); y rentar un cuarto o “poner un negocio” en la parte frontal de
la casa es algo que consideran los residentes. Este uso económico de
la casa refuerza la relación de los residentes con los espacios abiertos;
no sólo debido a las razones prácticas de tener un espacio limitado en
el interior, así como la necesidad de encajar en el intercambio social,
sino por las transacciones económicas. Las actividades comerciales en
casa van desde los espacios abiertos, a través de arreglos en la vivienda,
ya sea con la venta de helado a través de la ventana o la sala, hasta
talleres de carpintería o trabajos metalúrgicos, o mercados de tamaño
medio, todo ello propicia el uso y apropiación de las calles y parques
frente a ellos. Incluida la tienda, que quizá es la forma más común
de comercio, también conocida como ‘miscelánea’ o ‘panadería’ (ver
Figura 31).
Figura

Las tiendas no sólo son lugares de comercio, también son centros


sociales para la comunidad (Coen, Ross et al., 2008). Los residentes no
sólo van a la tienda a comprar víveres (usualmente pidiendo ‘fiado’9);
incluyendo cerveza para beber en sus casas o afuera en la banqueta
o en el parque; sino también es un espacio al que van a compartir
historias y escuchar las de otros (Rojas y Guerrero, 1997). El ‘tendero’
(el vendedor y propietario de la tienda) también es un ‘consejero’
comunitario y por lo general es alguien que conoce muy bien el barrio
y a la gente que vive allí (Rojas y Guerrero, 1997; Coen, Ross et al.,
2008). Las tiendas son parte de las dinámicas sociales y culturales de
los barrios populares y sus relaciones con los espacios abiertos son
conspicuas. En este aspecto, este tipo de espacios pueden ser vistos
como un ‘tercero’, o espacio semipúblico, según los argumentos de
Carmona (2010). En los seis casos de estudio, el uso y significado
social de las tiendas se observa especialmente en los asentamientos más
antiguos y consolidados, como La Andrea o Danubio, en donde se
pueden encontrar diferentes tipos de tiendas. Una de nueva aparición
relativa en los barrios y que empieza a tener un lugar importante, en
términos de significado práctico y social: es la ‘tienda de minutos’. Es
un lugar donde se pueden hacer llamadas a teléfonos fijos y móviles,
y en donde pueden tener acceso a Internet. Son muy populares en
los barrios, y como en otros países de América Latina (Averweg y
Villanueva, 2009), se están volviendo puntos de encuentro, en especial
para la gente joven.
En términos de las actividades económicas desarrolladas
directamente en los espacios abiertos, el ambulantaje es el más común.
Los vendedores ambulantes son un fenómeno muy difundido en
Bogotá, y se percibe de una forma polarizada; por un lado, es visto
como un camino válido para que las personas pobres se ganen la vida,
y por otro, se ve como una invasión de los espacios públicos que es
necesario controlar (Donovan, 2008). En los barrios populares, sin
embargo, el segundo punto de vista no es muy escuchado, al menos
por la propia comunidad. También resulta que el ambulantaje se ve
más en el centro de la ciudad que en los barrios, donde prevalece
menos pero aun así existe. En los asentamientos más consolidados,
como La Andrea, se observa más (ver Figura 32), como la venta de
frutas y vegetales en la calle. Esta actividad se realiza principalmente
los sábados y domingos, aunque algunos vendedores también ofrecen
sus productos entre semana. Sin embargo, la mayoría de los casos de
estudio muestran que el ambulantaje es una característica que genera
actividad en los espacios abiertos, y está conectada directamente con
eventos específicos como la parada del autobús, o el partido de fútbol
que se juega en el parque los domingos.
Figura

Conflictos y apropiación territorial:


interacciones de poder

El poder y el conflicto

Se puede decir que la ambivalencia entre la formalidad y la


informalidad de los asentamientos urbanos informales, se trae a
primer plano en las discusiones sobre el poder y el conflicto. Los
barrios populares son vistos como transgresores de las prácticas y leyes
formales. Por lo general inician desafiando las normas de planeación
urbana existentes al invadir la tierra o comprarla a un promotor ilegal.
Pero pronto inician las negociaciones con el municipio para obtener
los servicios públicos. La mayoría de los barrios comienza su vida en
una forma conflictiva, no obstante son una parte integral de la ciudad
y por lo tanto tienen poder de negociación. Este poder se aprecia
explícitamente en las relaciones con los políticos, como se analizó en
el capítulo anterior. Para desarrollarse, los barrios inician mecanismos
informales que después se convierten en formales; este proceso no está
libre de conflictos. En el uso de los espacios abiertos, los mecanismos
formales e informales se observan cuando se lucha con los conflictos
y se establece un balance de poder entre los usuarios. Por ejemplo,
llamar a la policía para reportar que están bebiendo y haciendo ruido
en un parque es un mecanismo ‘formal’ usado por algunos para
combatir un ‘problema’; el grafiti y el vandalismo pueden verse como
respuestas ‘informales’ para tratar con otro “problema” (la exclusión,
por ejemplo).
Los espacios públicos y abiertos tienen un significado político y un
simbolismo de poder (Madanipour, 1999; Rosenthal, 2000). Quizá
por ello, es común el conflicto entre los diferentes actores involucrados
en su creación, transformación y uso. Para Low, (2000: 1289) la
“producción y construcción del espacio es impugnada y disputada por
razones económicas e ideológicas, y entenderlas puede ayudarnos a
ver cómo los conflictos locales sobre el espacio descubren e iluminan
grandes cuestiones culturales”. Van Deusen, (2002: 150) confirma que
“el espacio público [abierto] siempre es un espacio de conflicto; es un
sitio de lucha para ver quién lo controla y quién tiene acceso, quién
determina su constitución y como se reproduce”. En términos del
uso, las restricciones de acceso y control de los espacios abiertos y las
actividades relacionadas, son las principales cuestiones que provocan
conflicto entre los colonos populares. Kilian, (1998) sugiere que estas
restricciones pueden ser entendidas como relaciones de poder, y son
especialmente importantes en los espacios abiertos. Argumenta que los
espacios urbanos abiertos contienen tres categorías de usuarios: 1) los
habitantes; 2), los visitantes; y 3), los extraños, y el conflicto es sobre la
inclusión exclusión de estos grupos.
En los asentamientos urbanos informales, estos grupos se advierten
como:
• Los usuarios directos o personas que viven alrededor del espacio
abierto.
• La gente del barrio o las áreas cercanas que usan el espacio
abierto.
• Las personas ajenas (como usualmente es el caso) que quieren
tomar el control del espacio por alguna razón particular.
Este grupo puede incluir gente joven, porque con frecuencia son
abandonados y excluidos de otros espacios, y están en busca de su
“propio” espacio. Hay un cuarto grupo que representan las autoridades
locales y los representantes de la comunidad, como las jac. Los
conflictos por el uso de espacios abiertos ocurren entre los grupos y al
interior de los mismos, debido a sus diferentes interpretaciones del uso
del espacio abierto.
Los casos de estudio muestran dos temas principales de conflicto
por el uso del espacio: uno es por la defensa de los derechos sobre
un territorio, el cual puede estar relacionado con el acceso, control y
seguridad; y el otro, se relaciona con los conflictos surgidos por el uso
cotidiano. Los dos se pueden sobreponer, y un conflicto que comienza
como un problema del uso cotidiano se convierte en un asunto
territorial y viceversa. El uso y apropiación de los espacios abiertos por
parte de los jóvenes es un buen ejemplo de esto, y también confirma
que los conflictos son sobre las relaciones de poder.

Acceso, control y apropiación

Los conflictos por el uso de los espacios abiertos también son asuntos
de acceso y control; en otras palabras, las relaciones de poder, como
señala Madanipour (1999: 880): “el control de los espacios públicos
es esencial en el balance de poder de una sociedad particular”. En
los barrios populares, el gobierno local es en teoría, uno de estos
controladores por medio de leyes y regulaciones de la ciudad como
un todo; sin embargo, en términos prácticos, es la comunidad la
que organiza explícita e implícitamente los códigos de uso y trata de
operarlos. En este aspecto, Lawson (citado en Carmona, Heath et al.,
2003: 108) afirma que “las personas habitan colectivamente un área,
tienden a hacer ‘reglas’ para regir el uso del espacio, y que algunas
reglas son una cuestión de convención local, social y cultural”.
Estas reglas son creadas por los usuarios de los espacios abiertos de
la primera categoría definida por Kilian (1998) como los habitantes o
dueños de las casas. Dichas reglas son generalmente desafiadas por los
otros dos grupos, visitantes y extraños, que las consideran controles
impugnables que median las relaciones de poder. En los barrios,
estos otros dos grupos son representados por gente que hace uso de
los espacios abiertos, particularmente los parques, fuera de las horas
regulares; por los jóvenes, tanto de dentro como de fuera del barrio; y,
por las pandillas, pertenecientes o ajenas al asentamiento.
Por lo general, estos tres grupos se convierten en uno sólo, de ahí
la tendencia de estigmatizar a los jóvenes residentes de los barrios
populares; sin embargo, la evidencia muestra que no siempre es el
caso. Estos grupos también son asociados con la delincuencia, o “más
correctamente, con el miedo a la delincuencia” (Carmona, 2010: 130).
Con el uso de diferentes estrategias, las comunidades y las
autoridades locales tratan de controlar el acceso de estos grupos,
rodeando con rejas o cercas (sin embargo, comparado con su uso
en grupos con más recursos en la ciudad, esta alternativa casi no se
usa), contratando guardias (también es raro que suceda en los barrios
populares) o guardianes de la comunidad. Las comunidades también
usan controles suaves o restricciones simbólicas (Carmona, 2010)
como el altavoz, la alarma de la calle10, o simplemente el sentimiento
consciente de ser observado. “…la mayoría de los entrevistados están
de acuerdo con la prescripción básica de Jane Jacobs de que la paz
pública se mantiene principalmente por la red de controles voluntarios
a los que la mayoría de los individuos en la sociedad se suscribe…”
(Carmona, 2010: 131).
El primero de estos grupos ‘transgresores’ son especialmente
hombres, que usan los parques a horas ‘irregulares’ para beber
alcohol y fumar algunas drogas suaves. La comunidad asocia el
ruido, el vandalismo y la delincuencia con este tipo de usuarios.
Ocasionalmente un representante de la comunidad trata de
enfrentarlos, si es que conoce a alguien del grupo, pero la mayoría
de las veces, termina por llamar a la policía para salir del problema.
Riaño, (1993) encontró un cuadro similar en Ecuador, en los barrios
populares de Quito, donde además de beber, hacían apuestas.
Hernández-Bonilla (2004: 282) registró la misma situación en
las “colonias populares” en México, en donde “esto contribuye a
perjudicar la imagen de los espacios públicos”. En los seis casos de
estudio, los residentes declararon que con frecuencia enfrentan este
tipo de problemas; sin embargo, en ciertas épocas del año –Navidad
por ejemplo, o durante eventos como los juegos de fútbol– esta
situación empeora.
El segundo grupo se conforma por jóvenes, entre los 15 y 25
años, aunque también hay de mayor y menor edad. Son los usuarios
más comunes de las calles y parques del barrio. Caminan por rutas
específicas: son los ‘dueños de las calles’ en las tardes y por las noches;
se reúnen frente a las tiendas y los locales con juegos electrónicos;
caminan constantemente por las calles, callejones y parques; se reúnen
en las esquinas de las calles para conversar por muchas horas, beben
cerveza, e incluso bailan” (Segovia y Oviedo, 2000: 63).
El tercer grupo son las pandillas. A diferencia del anterior, a las
pandillas se les conecta con actividades de vandalismo, violencia y
crímenes. Algunas están relacionadas con la guerrilla o las actividades
paramilitares, o son percibidos como traficantes de drogas; pero la
mayoría están ligados a la delincuencia cotidiana. No son notorios
en los barrios a pesar de los frecuentes reportes de los medios de
comunicación, pero contribuyen a crear esta imagen marginal y
peligrosa de los asentamientos urbanos informales, con base más en
los rumores que en lo que realmente hacen. Sin embargo, las pandillas
ciertamente existen, y los colonos populares previenen rápidamente
a los nuevos visitantes: “no pases por esa calle o parque, puede ser
peligroso porque ahí operan las pandillas”; no siempre es cierto, pero
por lo general los visitantes no intentan confirmarlo. “Hay grupos en
los barrios que imponen su voluntad con el uso de la fuerza” (Rojas
y Guerrero, 1997: 28). Algunos de estos grupos son acusados de
‘limpieza social’; son gánster armados y pagados por grupos poderosos
tanto de dentro como de fuera del barrio, para que amenacen a los
rateros, los traficantes de drogas y todos a quienes consideren ‘persona
indeseable’. La mayoría de estos barrios tiene una historia acerca
de este tipo de intimidación, y como muchos de los ‘problemas’ de
delincuencia en los asentamientos urbanos informales, son parte mito
y parte realidad. Este es el caso en Danubio, en donde, de acuerdo con
Lucía y José, cinco años atrás varios jóvenes fueron asesinados en el
parque porque los encontraron con drogas: “se escucharon los disparos
en todo el barrio, sólo una chica se salvó porque ella les imploró que
no la mataran”. Mito o realidad, las pandillas son un problema en
los barrios populares, y desafían el acceso y control de los espacios
abiertos. Y, en común con los jóvenes, las pandillas tratan de marcar
su territorio. Sus herramientas tangibles son el grafiti, el vandalismo
y las amenazas que a veces aparecen en las paredes y postes del
barrio, aunque el marcador más poderoso de su presencia es el miedo
intangible que generan (ver Figura 33 y Figura 34).
Figura
Figura
Capítulo V

Un lugar en la ciudad: construcción de lugares de los


residentes en colonias populares

El lenguaje de diseño encontrado en los espacios abiertos del barrio va más


allá de los problemas de pobreza y supervivencia y se vincula a significados
complejos, sobrepuestos e intensos. Se examina la estética del lugar desde
varias perspectivas, la forma de los espacios abiertos, la existencia de
tipologías y otras herramientas de planificación, así como el papel de las
áreas verdes y el mobiliario urbano.
En los capítulos 3 y 4 se analizó la producción y la construcción
social de los espacios abiertos en los asentamientos urbanos informales,
en este capítulo se enfatizará el producto tangible que es el resultado,
en términos de forma, lenguaje y significado. Como propuso Low
(1996), la producción y la construcción social del espacio pueden
ser consideradas parte del mismo proceso, y también pueden estar
vinculadas con el producto, como señala Harvey (1996). Los espacios
abiertos en los asentamientos urbanos informales son ampliamente
producidos, transformados y consumidos por los propios usuarios,
de suerte que se puede confirmar que el producto por sí mismo está
íntimamente ligado a las personas. De manera similar, se afirma en la
literatura que hay una relación entre la cultura y la forma; por ejemplo,
Rapoport (1988: 58) explica que en los asentamientos informales, el
colono “generalmente intenta crear escenarios y elementos que apoyen
los componentes de la cultura”. Si la relación parece clara, entonces
la pregunta es acerca de cómo entender e interpretar esta producción
tangible y observable. Así, este capítulo se enfocará en la tercera
pregunta de investigación: ¿cuál es la forma y lenguaje empleados en
los espacios abiertos? y ¿cómo pueden ser entendidos e interpretados?

¿Planificación informal?

Tipologías

La tipología es una noción problemática cuando se aplica a los


asentamientos urbanos informales. La tipología, entendida como un
‘tipo formal’ común, no se encuentra en los barrios; a menos que
sea un tipo descrito como ‘diverso’. De los 57 casos, 41 son parques,
la mayoría de ellos canchas deportivas; 13 son calles peatonales,
incluyendo escaleras, y 3 son otro tipo de estructuras, consideradas
la luz de los espacios abiertos debido a su cercana relación con
ellos: específicamente, los salones comunales y los proyectos de
embellecimiento de fachadas. En términos de tipologías formales,
los casos no mostraron virtualmente ‘tipos formales’ en común, en
términos de diseño. Cada caso es único, tan único como los procesos
de producción y consumo que están detrás de las formas observadas.
Los seis casos de estudio mostraron diversidad: el parque Danubio,
se encuentra en el cruce de tres tramas ortogonales diferentes que
están en un área escarpada del asentamiento; el parque de Villa Sonia
también es el punto de unión de varias tramas ortogonales, pero en
este caso la superficie del parque es plana y rodeada por calles en
tres de sus cuatro lados; en los parques de La Andrea, aunque tienen
un origen formal, exhiben varias geometrías y tipos de bordes; el
diseño del parque en Nueva Argentina es una especie de triángulo
que hace difícil acomodar una cancha rectangular, pero el proceso
de producción explica la forma; las calles y parques de Aguas Claras
muestra diseños restringidos tanto por el entramado ortogonal de la
calle como por su topografía; y el parque Los Cerezos, es un rectángulo
casi perfecto con una calle en un borde y casas en los otros tres lados,
muy cerca del área abierta.
Los casos de estudio confirman lo que los 57 casos generales
muestran: diversidad en los tipos formales, las razones de esta
diversidad se derivan de los propios procesos, como se explicó
en el capítulo 4. Las prácticas de consumo también impactan las
formas observadas, el ejemplo más evidente es la prevalencia de las
instalaciones deportivas, pero también hay otros ejemplos como
los pequeños actos de transformación en los frentes de las casas y
las tiendas para adecuar actividades sociales y culturales: las camas
(macetas, jardineras) de flores en La Andrea; las sillas de cemento en
los bordes del parque en Los Cerezos, o la terraza en la tienda de Doña
Rosa en Danubio. Si bien la mayoría muestran diferencias, hay una
similitud en términos de diseño: la trama ortogonal y la intención
de adaptarse a ella; lo que incluso omite la lógica topográfica. Esto
se puede explicar como un legado colonial urbano, usado con o sin
consciencia de sus orígenes, que ahora es el diseño más común en las
áreas urbanas de Colombia.
Vegetación y mobiliario urbano

Los otros elementos de diseño y planeación que merecen atención


son las áreas verdes y la vegetación; así como el mobiliario urbano.
Ambos son considerados “esenciales para el diseño urbano” (Carmona,
Heath et al., 2003). Mientras que las áreas verdes se necesitan para
“proporcionar condiciones cómodas dentro de los espacios públicos
[…], niveles de luz solar, sombra, temperatura, humedad […] [y
una] ‘experiencia estética’ […], el mobiliario urbano contribuye a la
identidad y carácter, así como al confort y calidad del espacio urbano”
(Carmona, Heath et al., 2003: 161, 162, 185). Los espacios verdes
y la vegetación son controversiales en los asentamientos urbanos
informales: por un lado aparentemente no son frecuentes, lo que lleva
a suponer que no les importa a los colonos. Como Monteiro, De
Mattos et al. (2006) encontraron en Brasil: “La vegetación está ausente
o sólo está en forma de cubierta vegetal escasa”; y estos espacios no
son siempre bien vistos. Por otro lado, cuando se pregunta sobre los
elementos verdes, la gente muestra entusiasmo: “se les solicitó nombrar
los elementos positivos de diseño, y la población encuestada citó en
secuencia: la calle bordada de árboles, una casa muy visible, una cerca
muy alta, lote con cemento, un grupo grande de árboles, una casa de
dos pisos y balcones” (Kowaltowski, 1998: 309). El mobiliario urbano
sigue una tendencia similar; los bancos, cubos de basura y los postes de
luz son considerados importantes por los colonos, pero con frecuencia
son ‘vandalizados’.
De los 57 casos, 20% no tenía áreas verdes ni árboles. En el 80%
restante, una mitad tenía un poco de vegetación en el espacio abierto
y la otra mitad tenía una cantidad considerable de áreas verdes. La
calidad y nivel de cuidado dedicado a esas áreas varía mucho, algunas
son bien cuidadas, mientras que otras parecen abandonadas. Los seis
casos de estudio replicaron los descubrimientos de las 57 observaciones
generales; sin embargo, el detalle de los casos de estudio ayuda a
identificar las razones. El parque de Villa Sonia, por ejemplo, no tiene
vegetación en lo absoluto; es evidente la ausencia de áreas verdes y
árboles en todo el asentamiento. Esto se explica parcialmente por las
condiciones áridas de esta parte de la ciudad y el tamaño relativamente
pequeño del parque. Sin embargo, las fotos del parque en sus etapas
iniciales, muestran áreas de pasto. Idelfonso (residente del barrio)
comentó que los residentes preferían estas áreas para que jugaran los
niños pero dificultó el mantenimiento del césped. De hecho esto
mismo se observó en los otros cinco casos, en donde, en algunas partes
tenían problemas evidentes de mantenimiento y recolección de basura.
En contraste, el parque de Los Cerezos es el que tiene más áreas
verdes, vegetación y árboles y parece funcionar bien en términos de
uso y cuidado general. Luis Emilio (residente entrevistado) comentó
que el dueño de cada casa tiene la responsabilidad de cuidar el frente
de su casa y una porción del parque, lo que incluye cortar el pasto y
atender su propio jardín, si tiene. No todos cumplen, señaló, pero la
mayoría lo hace. La fase tres del parque de La Andrea, o “El Ocho”
también ofrece un buen ejemplo: el parque no tiene tanta vegetación
como Los Cerezos, pero las pocas áreas verdes, árboles y camas de
flores son muy importantes para la gente y presentan una imagen
identificable del espacio abierto que lo hace único.
Respecto al mobiliario urbano, los 57 casos mostraron su
existencia en algún grado. Todos tienen bancos –de madera, cemento
o metálicos– la mayoría de los cuales fueron proporcionados por el
municipio en algún momento (los de madera son los más antiguos,
mientras que los metálicos son más recientes). Los cubos de basura y
los postes de luz se encuentran en casi todos los casos, con solo un par
de excepciones; sin embargo, el número y diseño varía en cada caso.
Existen otros tipos de mobiliario urbano: bolardos o postes, racks para
bicicletas, teléfonos, paradas de autobús cubiertas y ‘paralibros’ (ver
Figura 35 y Figura 36); los cuales tienen relación con la consolidación
del espacio abierto así como una mayor participación por parte del
municipio. Los postes están hechos de cemento y sirven para prevenir
que los carros entren y se estacionen en el espacio abierto, mientras
que los racks para las bicicletas son recientes, no sólo en los parques
de los asentamientos urbanos informales sino en toda la ciudad. Los
teléfonos públicos se están reemplazando por las ‘tiendas de minutos’
que se encuentran en casi todas partes dentro de los barrios; las paradas
de autobús cubiertas son raras; y los ‘paralibros’ (armario metálico con
libros, a modo de biblioteca), presentan una idea interesante, en la fase
2 del parque. El mobiliario urbano que se encontró en los seis casos
de estudio sigue los mismos lineamientos explicados para los 57 casos;
todos tienen bancos, cubos de basura y postes de luz, y entre más
consolidado es el espacio abierto, más tiene estos elementos, como es
el caso de La Andrea, cuyos parques tienen ejemplos de la mayoría del
mobiliario urbano listado aquí; en contraste, en los parques de Aguas
Claras, se encontró muy poco mobiliario.

Figura
Figura

En los seis casos de estudio una cuestión importante respecto al


mobiliario urbano es que casi siempre es el blanco del vandalismo; sólo
la fase tres del parque en La Andrea estaba libre de esto. Las esquinas
de los bancos están rotas, o las partes metálicas dobladas, los cubos de
basura están rotos y las luces de los postes dañadas. El vandalismo se
estudió en el capítulo anterior como una manera en que los diferentes
grupos marcan su territorio y se apropian de los espacios. Esto también
demuestra la naturaleza conflictiva de los espacios abiertos, y cómo
las comunidades la abordan; por ejemplo, en La Andrea, el fuerte
compromiso entre los vecinos ha hecho que se reduzca esta situación.
Las áreas verdes y el mobiliario urbano tienen una fuerte relación con
los procesos de producción y consumo de los espacios abiertos y su
apariencia.

Estética popular

Estética es un concepto complejo de definir claramente. “En algunos


casos, se refiere a ciertas características del sujetos o efectos en él (…)
o bien se trata de cualidades del objeto, cualidades de un acto o el
análisis de un campo determinado de la práctica social, como es el arte,
y aún de un periodo o estilo determinado de esta práctica” (Mandoki,
2007: 3). Se asocia tradicionalmente con las formas de arte de élite y
se vincula con grupos de altos ingresos (Mandoki, 2001). Desde esta
perspectiva, las prácticas cotidianas y las manifestaciones de los grupos
de bajos ingresos han sido marginados de cualquier posibilidad de ser
consideradas ‘estéticas’.
A pesar de las incertidumbres y dificultades para definir la estética,
se puede decir que “la estética está relacionada con la experiencia en
tanto dimensión viva de la realidad, sin implicar necesariamente una
relación con la belleza o el placer” (Mandoki, 2007: 75). Por otra
parte, “la percepción de la estética es sensorial y afectiva” (Taylor,
2009: 193), y la belleza, depende de “las normas y convenciones
que todos podamos aceptar” (Scruton, 2009: 3). Este concluye,
entonces, que "la experiencia de los efectos estéticos se relaciona con
grupos específicos, y depende de las normas y convenciones que se
compartan"; en otras palabras, de su cultura.
Dimensión urbana: legibilidad

“La apreciación estética del ambiente urbano es principalmente visual


y cinestésica, por ejemplo, la consciencia envolvente del movimiento
de todas las partes del cuerpo” (Carmona, Heath et al., 2003: 130).
De ello se deduce que la percepción y calidad estética de los espacios
urbanos van de la mano: la percepción como legibilidad y la calidad
estética como la apreciación sensorial del espacio. La legibilidad
remite a la ‘claridad’ del espacio, “…la facilidad con que sus partes
pueden ser reconocidas y organizadas en un patrón coherente” (Lynch,
1963: 2-3). En otras palabras, cómo está relacionada con “los mapas
mentales o imágenes que las personas se forman de sus alrededores
para orientarse y encontrar su camino” (Taylor, 2009: 191). Lynch
identificó cinco elementos físicos que ayudan a las personas a
estructurar las imágenes de los espacios urbanos: caminos, límites,
distritos, nodos e hitos (Lynch, 1963: 46).
Cuando se investigaron los cinco elementos que Lynch describe
para hacer legible un espacio, los casos de estudio mostraron diversos
resultados. Los caminos, como “canales en los cuales se mueve el
observador habitual, ocasional o potencial” (Lynch, 1963: 46), están
representados por las calles. En los parques, los caminos a veces están
demarcados con claridad, pero en la mayoría son ‘invisibles’ para el
observador externo; sólo la gente local, con su rutina diaria los conoce.
Una situación similar se encuentra en relación con los límites o bordes,
algunos de los cuales son evidentes para el observador –por ejemplo el
inicio de la montaña en Aguas Claras– pero muchos otros son límites
tácitos entre un área del barrio y otra. La gente conoce esos bordes, y
algunas veces como observador, uno es informado. Por ejemplo, en
Danubio, Arturo (el presidente de las jac) le advirtió al autor no ir
a la parte alta del barrio: “puede ser inseguro por que le ‘pertenece’ a
‘La Paz’ [otro barrio]. Los barrios pueden verse como distritos, son
diversos internamente, pero similares en general; en otras palabras,
se observan diferencias al ver los detalles de las calles y las casas, pero
domina una impresión de homogeneidad cuando se observa al barrio
como un todo. Tiene que ver con el lenguaje de transformación
permanente que se observa. Sin embargo, las personas del lugar
distinguen diferentes áreas dentro de sus barrios, y las identifican como
las partes altas o bajas, como en Danubio o Nueva Argentina; el área
de la parada del autobús o el área de la miscelánea en Aguas Claras;
o la ‘del tanque’ en Los Cerezos, incluso a pesar de que hace muchos
años se movió el tanque. Los nodos “como puntos estratégicos”
(Lynch, 1963: 46) son vistos en algunos cruces entre calles; sin
embargo, las personas entrevistadas se refieren a nodos particulares
que tienen significados únicamente para ellos, tal como encontraron
Ontiveros y De Freitas (2006) encontraron en los barrios de Caracas:
la esquina de los jóvenes, la esquina de los músicos, la esquina de los
maleantes, o simplemente el punto para comer helado, como en Los
Cerezos.
Los hitos, como puntos de referencia físicos, no son comunes:
de los 57 casos estudiados, menos de la mitad mostraron algún tipo
de hito. Algunos eran de imágenes religiosas, otros eran salones
comunales, y unos más eran elementos que parecían ser importantes,
como el altavoz colocado en un poste, un grafiti o una pared con
forma distintiva. Sin embargo, al explorar esta cuestión con los
residentes, emergieron hitos menos obvios, por ejemplo, la casa azul,
de Luis Emilio, en Los Cerezos, o la casa rosa del presidente de las jac,
en Villa Sonia, o la panadería de don Gustavo, en Nueva Argentina.
Con base en estos resultados, se sugirió que mientras los espacios
abiertos de los barrios no son legibles a simple vista para los externos,
pueden estar llenos de significado para las personas que viven en ellos.
En este mismo aspecto, se sugiere que la percepción estética puede,
de acuerdo con Taylor (2009), ser sensorial, emocional, afectiva,
placentera o interesante para los residentes, pero no necesariamente
para los visitantes. También se infiere que la percepción estética está
relacionada con los significados, los cuales son construidos en la
experiencia social y cultural de los lugares, lo que se conecta con la idea
de la sección anterior: la estética como experiencia. De la evidencia
encontrada en los barrios, la legibilidad y la percepción estética pueden
ser vistas como unidas y relacionadas con los residentes. Esto confirma
la necesidad de explorar formas diferentes y alternativas para entender
estos espacios.

Dimensión visual: fachadas

En la relación entre la dimensión visual y la estética de los espacios


abiertos, los edificios circundantes juegan un papel importante.
“El carácter visual-estético del ambiente urbano deriva no sólo de
sus cualidades espaciales, sino del color, textura y detalles de sus
superficies circundantes” (Carmona, Heath et al., 2003: 149). En
los asentamientos urbanos informales, estos bordes están definidos
por las viviendas, que, de la misma forma que los espacios abiertos,
son autoproducidas, como la literatura lo documenta ampliamente.
Contribuye a esto Buchanan (citado en Carmona, Heath et al., 2003:
150) quien argumenta que las fachadas deberían crear un sentido
de hogar, mediar entre lo interno y lo externo, y sugerir la presencia
potencial de las personas detrás de las paredes, establecer un diálogo
con los edificios adyacentes, estar compuesto de tal manera que
atraigan la mirada, tener un sentido de masa, contar con materiales
sustanciales, táctiles y decorativos, y tener una decoración que
distraiga, deleite e intrigue. La mayoría de estos criterios están sujetos
a interpretación ya que involucran un juicio subjetivo. La integración,
por ejemplo, involucra la armonización con los alrededores, otro
concepto también difícil de definir. Para Cantacuzino (citado en
Carmona, Heath et al., 2003: 156-158) lo anterior tiene que ver con
el emplazamiento (la manera en que un edificio ocupa su sitio), la
concentración (la disposición tridimensional del volumen del edificio),
la escala, la proporción y los materiales. Sin ir más lejos, se puede decir
que las fachadas de las viviendas contribuyen a la experiencia del lugar
abierto.
Lo primero es acerca de la relación entre el exterior y el interior,
la cual como se discutió anteriormente, revela un vínculo cercano
entre la privacidad de la casa y el aspecto público de la calle o del
parque frente a ella (Riaño, 1993; Rojas y Guerrero, 1997), haciendo
la casa menos privada y los espacios abiertos menos públicos que en
otras áreas residenciales. En este sentido, la fachada es el componente
de transición entre ambos espacios, con un intercambio mediado a
través de ventanas, puertas, terrazas y balcones; cuando la casa tiene
una tienda el intercambio es aún mayor. Pero las ventanas, puertas y
terrazas no sólo son elementos encontrados en las fachadas, que hablan
de la relación entre el exterior y el interior u objetos de composición,
también revelan la interacción de los humanos y los animales con el
espacio abierto. Como se muestran en los casos de estudio, la actividad
alrededor de las ventanas, puertas y terrazas es importante, y puede
afirmarse que es parte del espacio abierto y del ‘diseño’ de la fachada.
Siempre hay una probabilidad de ver a alguien en la terraza viendo
hacia la calle o el parque, como en Villa Sonia, por ejemplo, un perro
ladrando a la gente que pasa, como en Tanque Laguna, o ropa colgada
para secarse en las terrazas y ventanas, como en Danubio (ver Figura
37 y Figura 38).

Figura
Figura

Otro elemento es la composición de la propia fachada, descrita


por Buchanan como una atracción para el ojo y un diálogo con
los edificios adyacentes. Algunos autores afirman que no se puede
encontrar mucho, más allá que estrategias de supervivencia en los
asentamientos informales, y debido a limitaciones económicas críticas,
la arquitectura y el espacio urbano desarrollado en esas áreas sólo
responde a aspectos funcionales, mientras que “los valores de elección,
creatividad y estética están más allá de las posibilidades de las personas
de la localidad” (Viviescas, Gómez et al., 1989: 282). Sin embargo los
barrios populares muestran otra cosa.
La característica principal de la fachada puede ser explicada en el
estado de construcción y transformación permanente, el elemento de
progresividad, y el sentido de algo que nunca se termina debido a que
siempre hay una oportunidad de modificar, adaptar o alterar. Como
describen Avendaño y Carvajalino (2000), el progreso en las fachadas
crece en proporción con la mejora de la vivienda: de una fachada
con materiales temporales, como cartón, madera o plástico, a un
edificio de un piso con bloques de arena, sin yeso o colores, hasta una
fachada completamente enyesada, pintada y decorada, en la misma
casa con dos o tres pisos, que puede continuar creciendo en tamaño y
decoración. Esto forma la piel de los espacios abiertos en los barrios,
contribuye a la diversidad y a la atmósfera incompleta y abierta que se
observa, y declara que la progresividad y sentido de inacabado son las
principales herramientas estéticas (ver Figura 39 y Figura 40).

Figura
Figura

Lenguaje y significado

Lenguaje

En términos del lenguaje formal, aparecen tres temas dominantes en


los casos de estudio: la transformación permanente (movimiento);
la mezcla de elementos formales (hibridación); y la decoración
(‘engalle’). Estos temas también integran otros presentados a lo largo
de este texto: la diversidad, complejidad, orden o un ‘tipo diferente de
orden’, ‘el potencial de expandirse’, un ‘producto nunca terminado’ y
‘fragmento vs. el todo’. La suma de esto converge en la producción y
construcción social del espacio en los barrios populares y se explica por
las decisiones conscientes e inconscientes que la gente toma acerca de
su propio espacio.

Transformación permanente

Para Berenstein-Jacques (2001: 30) la favela es un espacio de


movimiento en donde “están todas las estéticas espaciales del
movimiento”; Mehrotra (2010) describe a la ciudad informal como
en constante movimiento, donde la materialidad está en constante
cambio. Por su parte, Brillembourg, Feireiss et al., (2005) argumentan
que los asentamientos informales están en un estado permanente
de flujo, inventando y reinventándose a sí mismos diariamente.
Estos autores, entre otros, reconocen el cambio como la principal
característica de los asentamientos informales. En los espacios abiertos,
el movimiento es visto en el paisaje urbano y en las viviendas que
rodean al espacio: diferentes niveles de consolidación de las viviendas,
colores, materiales, mobiliario urbano, caminos y vegetación. La
mayoría de estos elementos están en constante transformación debido
a las necesidades y expectativas siempre cambiantes de las personas,
que alteran la imagen del lugar. Esta imagen cambiante deriva de
las percepciones de diversidad y complejidad, que son difíciles de
comprender por los extraños, pero que tiene sentido para los usuarios
locales. De manera similar, el movimiento está relacionado con el
orden, pero con ‘un tipo diferente de orden’. Es un orden que no
necesariamente concuerda con el orden o los cánones del ‘mundo
exterior’; esta es la razón por la cual se observa como desorden. Este
orden se encuentra ligado al conocimiento (del espacio), la experiencia,
la memoria y los afectos; por lo tanto, como con la percepción,
tiene sentido para los usuarios y transformadores cotidianos y no
necesariamente para los visitantes externos. Por último, el movimiento
como un tema de lenguaje está relacionado con la idea del potencial a
expandirse, un proceso en marcha que nunca termina.

Mezcla de elementos formales


Otra característica del leguaje que se encuentra en los barrios populares
es la mezcla de elementos, objetos e incluso estilos de diseño –que
algunos teóricos como García-Canclini (1989) llaman hibridación.
De hecho, García-Canclini (1989) afirma que la expresividad en
América Latina mezcla lo moderno y lo premoderno, lo local y lo
global en una especie de hibridación. Hernández (2002), sin embargo,
considera que no es hibridación sino sincretismo, síntesis o mestizaje;
porque mezcla los elementos sin considerar los fundamentos políticos
y hegemónicos de estos conceptos. Él argumenta que la hibridación
conlleva significados culturales y políticos, y no es sólo la combinación
de elementos y temas. Además, sugiere que un ambiente construido, es
híbrido porque emerge dentro de un proceso de hibridación cultural
y “expulsa las estructuras jerárquicas que la califican como inferior”
(Hernández, 2002: 85), es por ello que prefiere usar el término
‘transculturación’, en oposición a ‘aculturación’, que significa la
supremacía de una de éstas, específicamente, del centro (Hernández,
2005). Estas ideas soportan los argumentos de este libro, en el que se
propone que la forma y el lenguaje de los espacios abiertos del barrio
sean analizados y comprendidos dentro de su propio contexto, donde
tienen valor y significado.

‘Sobre’ decoración

La tercera herramienta del lenguaje comúnmente observada es el uso


de decoración, sobredecoración o sólo ‘engalle’. De manera similar a
la transculturación y la hibridación, ‘engalle’ se prefiere a decoración o
embellecimiento, porque representa con más exactitud el significado.
‘Engalle’ es más que sólo el embellecimiento, y está relacionado
con la personalización; sin embargo, algunos pueden verlo como
sobredecoración. ‘Engalle’ como personalización funciona para los
individuos y sus casas y para la comunidad y sus espacios abiertos: es
acerca de cómo los residentes hacen su casa más ‘suya’ –y se la muestra
así a los demás– a través del uso de formas, elementos y colores. Como
con los otros dos elementos del lenguaje, sólo tiene sentido dentro de
su contexto, porque cuando es observado desde el exterior, puede ser
percibido como sobredecoración o ‘pastiche’. De la misma manera,
se puede argumentar que ‘engalle’ es parte de la arquitectura y paisaje
encontrados en los barrios populares, y, por lo tanto componente
integral del lenguaje, desafiando las ideas que afirman lo contrario
(Kowaltowski, 1998). Los significados detrás del ‘engalle’ muestran a
otros lo que los individuos o grupos son, quieren ser o cómo desean ser
vistos, y no necesariamente significan en términos de su funcionalidad.
Los ejemplos sobre mobiliario urbano en los parques y las rejas en
los frentes de las casas ilustran esto. La comunidad requiere bancas y
cubos de basura en sus parques, pero casi sin excepción son blancos
del vandalismo y por lo tanto su funcionalidad es limitada. Las rejas
en las ventanas de las casas se explican debido a la preocupación por
la seguridad, pero al mismo tiempo, las puertas se dejan abiertas y los
niños juegan frente a ellas.

Significados

Los significados no solo están detrás del lenguaje y las prácticas


estéticas, sino que también pueden ser vistas y construidas a través
de la manera en que el espacio es producido y consumido. En este
sentido, algunos significados pueden ser interpretados a partir de
la arquitectura tangible y el tejido urbano observado, mientras que
otros están profundamente integrados en las memorias intangibles y
las prácticas diarias de la gente. Los siguientes párrafos exploran los
significados asociados con el lenguaje y la expresividad a través de tres
categorías: la creación de conexiones; ordenar o imponer; aspiración y
personalización.

Creación de conexiones

“Las personas necesitan vínculos con el mundo, y algunos son


proporcionados por los espacios que habitan y las actividades que
ocurren en estos espacios” (Carr, Francis et al., 1992: 187). En el
capítulo 4, el consumo de los espacios abiertos también fue discutido
en el contexto de relaciones que se tejen, en donde estas pueden
verse como conexiones que van más allá de los asentamientos y la
ciudad y están enfocados a las tradiciones locales o rurales e incluso a
tendencias globales. El transporte y las ‘tiendas de minutos’ son dos
ejemplos explícitos de cómo funcionan estas conexiones; la primera
con la ciudad y más allá, la segunda no sólo con la ciudad sino con el
mundo a través del Internet. Asociaciones similares se encuentran en el
ambiente construido, donde varios elementos formales y las decisiones
de lenguaje pueden interpretarse como formas de hacer conexiones
con el pasado rural (premoderno en palabras de García-Canclini,
1989), con el presente moderno y urbano, e incluso con el consumo
mundial. La hibridación o transculturación como una característica
del lenguaje encontrada en los asentamientos urbanos informales,
puede ser explicada por las ideas conscientes e inconscientes de las
personas para conectar y expresar estas conexiones a sus viviendas.
Elementos como los altavoces, los juegos rurales y tradicionales, la
necesidad de tener bancas y cubos de basura que no siempre funcionan
apropiadamente, los colores festivos de las fachadas, otras fachadas
con rejas y barandales, pueden ser interpretadas como herramientas
para conectar con el pasado (que representa tradición), presente
(que representa a la ciudad y el consumismo) y tal vez el futuro (en
la forma de aspiraciones). Estos elementos también contribuyen a
la construcción de los residentes de ‘su’ propio espacio (apego) y a
mostrárselo a los demás (identidad).

Orden e imposición

Aunque algunos elementos y el lenguaje implicado pueden ser


vistos como estrategias de conexión, otros, o en algunos casos los
mismos, pueden ser interpretados como intentos de dar orden a los
asentamientos y, a los espacios abiertos en particular. Además, las ideas
de orden pueden ser vistas como enfoques de conexión. En cualquier
circunstancia, las medidas de orden también pueden ser interpretadas
como ideas impuestas por externos; en otras palabras, seguir los
cánones de orden que se construyen en otros lugares. La más evidente,
que se presentó anteriormente en este capítulo, es el paisaje de trama
ortogonal, que la mayoría de los barrios tratan de seguir, incluso
omitiendo su topografía. Aunque el uso de la trama viene de tiempos
coloniales, y en este aspecto puede ser usado inconscientemente, puede
estar ligado a la idea del colono de conseguir respeto al seguir los
paisajes convencionales. Pero también puede ser interpretado como un
orden social y un sistema de valores que quiere ser impuesto a través de
una planeación rígida como sugirió Kellett (2009). Aun la diversidad
y complejidad pueden ser interpretados como intentos inconscientes
de conferir orden, pero siguiendo una lógica diferente a la explicada
anteriormente, el orden o ‘un tipo diferente de orden’ pueden ser
descubiertos con una cuidadosa mirada, y la comprensión de los
colonos, no sólo desde un punto de vista morfológico y visual, sino
dentro de un contexto social y cultural complejo.

Aspiraciones

Para Kellett (2009) la planeación y el lenguaje observados en los


barrios populares son expresiones conscientes e inconscientes de los
habitantes informales para ser aceptados como parte de la ciudad
al apropiarse de otros patrones de áreas más opulentas. Los colonos
populares “aspiran a crear vecindarios convencionales, legales y
con todos los servicios”. Además, él afirma que se pude interpretar
como un lenguaje de aspiración “prestado de los grupos dominantes
a los que los habitantes informales aspiran: un lenguaje de orden,
formalidad y opulencia” (Kellett, 2009: 3-5). En este sentido, la
transformación permanente y la decoración o ‘engalle’ pueden ser
explicados como intentos de expresar los deseos y expectativas de
las personas. La transformación permanente puede ser vista como
una idea de mejora continua, de mostrarse a sí mismos y a los otros
que se puede lograr el progreso. De manera similar, ‘engalle’ es una
manera en que los habitantes pueden mostrar a través de su fachada
su “estatus autopercibido” (Carvajalino, 2004), su “futuro imaginado”
(Kellett, 2009), su éxito. Pero este lenguaje y la estética observada
en los barrios populares también pueden ser interpretados como
una forma de los habitantes para personalizar sus propios espacios,
usando elementos e imaginarios de diferentes contextos. En el caso del
‘engalle’, las fachadas de las casas ‘compiten’ para sobresalir entre otras
y ser claramente visibles, o en términos del espacio abierto mismo,
el jardín redondo de don Luis, en La Andrea, proporciona un buen
ejemplo. Este lenguaje de aspiración o personalización, o ambos, no
sólo expresa una materialidad observable, sino que ayuda a construir
apego e identidad de lugar, y junto con esto, contribuir a la identidad
del individuo y del colectivo.
Conclusiones

Más allá que espacios públicos informales

Se exploran las implicaciones de los análisis precedentes para la


comprensión de los espacios abiertos en los asentamientos populares.
Se confirma la riqueza de los asentamientos urbanos informales, en
términos de estructuras sociales y físicas y la necesidad de ir más allá de
las construcciones binarias que llevan a considerar estas áreas como si sólo
fueran marginales y problemáticas.
Este estudio exploró la relación entre las personas y los espacios
abiertos en los asentamientos urbanos informales. Su objetivo ha sido
contribuir al debate en torno a los asentamientos urbanos informales,
más allá de los discursos sobre marginación y pobreza. En este
aspecto, y alineado con la ‘nueva’ literatura sobre informalidad, esta
investigación afirma que los asentamientos urbanos informales pueden
ser vistos como un enfoque alternativo en la producción de espacios
urbanos, a pesar de sus limitaciones innegables. También documentó y
discutió el significado de los espacios abiertos en los barrios populares
no sólo para propósitos urbanos, sino para los procesos de edificación
social y cultural. Al hacerlo, se contribuyó al análisis de esos lugares,
que, en comparación con la vivienda, no han logrado el mismo nivel
de concientización. Los espacios abiertos en los asentamientos urbanos
informales son vistos tradicionalmente como áreas dispersas, sin uso,
con poco valor; posiblemente sea la razón por la que se han estudiado
poco. Sin embargo, en esta investigación se encontró que hay mucho
movimiento en esos espacios, y que aunado al conjunto de viviendas,
forman una parte constituyente de los asentamientos en términos
del ambiente construido y las relaciones sociales. En esta sección se
presenta una conclusión del estudio, retomando los temas y preguntas
señaladas en la introducción, y las discusiones presentadas en los
capítulos anteriores.

Asentamientos urbanos informales: lugares ordinarios


con características extraordinarias

Los asentamientos urbanos informales son el centro de interés de


esta investigación. A pesar de que han sido ampliamente estudiados,
aún hay espacio para mejorar su comprensión y explorar su papel
dentro de la ciudad y la sociedad. Esta investigación confirmó que los
asentamientos urbanos informales representan un papel importante
en Bogotá y, hasta cierto punto, en la mayoría de las ciudades de
América Latina. Juegan un rol significativo no sólo por su tamaño,
sino por lo que pasa en esas áreas. La evidencia que se encontró
confirma que los barrios populares están llenos de actividades, se
encuentra gente jugando en las calles y parques, conversando unos
con otros, comprando cosas en las tiendas, construyendo relaciones
sociales y transformando el espacio constantemente para acomodar
estas interacciones. Los asentamientos urbanos informales no son sólo
grandes partes de las ciudades que constantemente están creciendo y
cambiando, sino lugares con relaciones fuertes entre las personas, y las
personas con relaciones fuertes respecto de los lugares.
La investigación confirma la riqueza y creatividad encontrada en
los asentamientos urbanos informales, en línea con lo que puede ser
llamado la ‘nueva literatura’ sobre los asentamientos informales que se
analizó a lo largo del libro. Sin embargo, aún hay necesidad de ir más
allá de las construcciones binarias de formal/informal y legal/ilegal,
que están tan vivas en la política pública y la práctica, en las cuales
estas áreas se consideran como marginadas y problemáticas.

Los asentamientos urbanos informales son conceptualizados como


marginales por los discursos hegemónicos. Esto contribuye a su
aislamiento, tanto teórico como material.
(Lombard, 2009: 295)

Lo que Lombard encontró en las colonias populares de México,


también se advierte en los barrios populares de Bogotá: son lugares
ordinarios habitados por personas ordinarias viviendo sus vidas
cotidianas, detrás de sus propios sueños y en busca de un mejor
futuro –como todos los demás, en todos lados. Hay características
especiales, tanto urbanas como sociales, y no pueden ser ignoradas
las limitaciones y desigualdades, pero los asentamientos urbanos
informales son parte de la ciudad– o quizá como afirman
Brillembourg, Feireiss et al., (2005), ‘son’ la ciudad. Parafraseando a
Robinson (2006), son lugares ordinarios y no deben ser etiquetados de
otra manera ni como marginales o ilegales, pues como señala Lombard
(2009) esto puede contribuir a su marginación.
Espacios abiertos en los asentamientos urbanos
informales: entre lo público y lo privado

En esta investigación se analizaron los espacios abiertos ubicados en


los asentamientos urbanos informales. La literatura al respecto se ha
enfocado especialmente a los asuntos de las viviendas; sin embargo, la
exploración de los espacios públicos o abiertos ha sido limitada. Entre
las cusas de esta aparente falta de interés, se encuentra la creencia de
que los espacios abiertos no existen realmente en estos asentamientos
–sólo son áreas esparcidas con poco valor tanto para las personas
como para los asentamientos urbanos. Esta investigación desafió estos
supuestos: los espacios abiertos existen más allá del contexto de meras
áreas sobrantes, se observó una participación activa en su producción y
consumo, y son claramente importantes para las personas
Los espacios abiertos de los asentamientos urbanos informales
no caen fácilmente en los tipos y clasificaciones encontradas en la
literatura. El caso que el espacio abierto, público, urbano y al aire
libre (entre las definiciones más comunes) no es un concepto estático,
y tampoco es simple definirlo. Puede haber tantas definiciones como
espacios abiertos, ya que cada uno tiene características distintivas.
Esto fue lo que se encontró en la investigación, los espacios abiertos
en los barrios populares son al mismo tiempo ordinarios y únicos. Son
espacios ordinarios en asentamientos ordinarios, y espacios cotidianos
que “sin restricciones por los dictados de la forma construida, se
vuelven lugares para la expresión de nuevos significados a través de
individuos y grupos que se apropian de los espacios para sus propios
propósitos” (Crawford, 1999: 28-29). Pero como consecuencia,
también son ‘especiales’. Sus procesos de producción, similares a las
viviendas en los asentamientos urbanos informales, son decididos,
manejados y en muchos casos construidos por las personas. Sus usos
están orientados a la recreación y el deporte, y el uso contemplativo
pocas veces se incluye. También están íntimamente relacionados con
las actividades productivas: la tienda frente al parque o de la calle
donde se compra la cerveza, el vendedor ambulante de ‘arepas’ y
‘empanadas’ o el carrito de los helados, son parte de estos espacios,
son actividades sociales de construcción que contribuyen a hacer estos
lugares ordinarios, lugares ‘especiales’. Por último, pero no menos
importante, está la materialidad observada, podría decirse que con una
conexión directa con las prácticas de producción y consumo.
Lo anterior confirma la idea de que estos espacios no caen
fácilmente en una clasificación ‘establecida’ por la literatura asociada.
Como se presentó en la introducción de este texto, fue necesario
encontrar un nombre para referirse a ellos, y así inició la búsqueda de
su caracterización teórica. ‘Espacio público’ fue la manera ‘normal’
de llamarlos (la forma encontrada en la literatura); sin embargo,
se explicó que no son completamente públicos en términos de
accesibilidad y uso. Espacios abiertos comunitarios puede ser más
exacto en ese aspecto, pero nuevamente, no son completamente
comunitarios, porque no son de propiedad comunal. El término usado
en esta investigación –espacios abiertos– evitó estos malentendidos;
no obstante aún se necesita una caracterización completa. Entre estas
características, se encuentra la relación cercana con los usuarios, que
son en gran medida los productores de éstos espacios.

Relaciones de las personas y el lugar:


apropiación e identidad

Como parte de esta investigación se exploró la relación entre las


personas y los lugares en los espacios abiertos ubicados en los
asentamientos urbanos informales. Esta relación fue señalada al
inicio del libro como importante, y el desarrollo del estudio lo
confirmó. En partes más opulentas de la ciudad, la gente se relaciona
normalmente con su ambiente solo a través de su uso, porque otros
producen el espacio por ellos. La forma y el lenguaje observados es
lo que los profesionales decidieron expresar, en el mejor de los casos,
interpretando como las necesidades y expectativas de las personas,
pero también siguiendo las tendencias y dinámicas de la profesión.
La relación entre las personas y el lugar tiende a ser débil. En los
asentamientos urbanos informales la lógica es diferente, las personas
no sólo se relacionan con el ambiente construido usándolo, sino
produciéndolo y dándole forma. La forma y el lenguaje observado
corresponden, en gran medida, a lo que las personas han decidido
hacer de él, siguiendo también las dinámicas y posibilidades de los
individuos y las comunidades. Hay una relación a ‘largo plazo’ entre
las personas y el lugar, los habitantes populares están profundamente
involucrados en la creación de sus propios espacios, lo que en muchos
casos incluye el enfrentamiento y el conflicto, y la relación se torna
más profunda con el uso diario. Esta relación, por lo tanto, tiende a
ser cercana y va en ambos sentidos: los lugares son transformados por
las acciones sociales, y las prácticas sociales son transformadas por
su interacción con los lugares, como sugieren Holloway y Hubbard
(2001).
Los espacios abiertos ubicados en asentamientos urbanos
informales son el resultado de la producción y las prácticas de
construcción social, y la forma y el lenguaje observados, son las
consecuencias de éstas prácticas. En este aspecto, los significados
son construidos a través del proceso entero. Los espacios abiertos
en los barrios populares no son áreas sobrantes con poco valor; por
el contrario, tienen usos funcionales y simbólicos desde las etapas
iniciales del asentamiento. Los espacios abiertos son un producto
social, “creado por las demandas del uso diario y las luchas sociales
de los habitantes urbanos” (Crawford, 1999: 7). Estos espacios son
socialmente producidos y transformados por “las acciones de sujetos
individuales y colectivos que nacen y mueren, que sufren y actúan”
(Lefebvre, 1991: 3). La transformación de estos espacios continúa
con su construcción social “a través de intercambios sociales entre
las personas, las memorias, imágenes y uso diario del sitio material”
(Low, 1996: 861-862). El producto es el resultado de la producción
y las prácticas de construcción social, como sugiere Harvey (1996).
Rapoport (1988: 58) afirma en el mismo contexto: “los colonos
populares generalmente intentan crear escenarios y elementos que
soporten los componentes de la cultura”. De manera similar, Carr,
Francis et al., (1992), explicaron que los espacios abiertos son un
espejo de los valores sociales y representan realidades físicas, sociales,
políticas y económicas. Los espacios abiertos son partes constituyentes
de los asentamientos urbanos informales; son socialmente producidos
y construidos por medio de las interacciones cotidianas. La
materialidad observada es el resultado de estas interacciones y los
significados también son construidos y transformados en el camino.
Los espacios abiertos son sujetos de apropiación y contribuyen a
construir las identidades individuales y de la comunidad.

Observaciones finales

El marco de trabajo estuvo motivado por conocer más acerca de los


asentamientos urbanos informales y por la complejidad de las ciudades
de América Latina, en donde estos asentamientos forman la mayor
parte del tejido urbano. Desde entonces, con base en los espacios
abiertos a partir de los cuales se exploraron estos asentamientos,
se probaron los interesantes hallazgos en términos de producción,
consumo, lenguaje y significado de esos lugares. En el camino, se
tuvieron que tomar otras decisiones, sobre qué herramientas teóricas
y metodologías se usarían para llevar a cabo la exploración de los
espacios abiertos, encontrando en las ideas de la relación entre las
personas y el lugar, una fuente fructífera de luz e inspiración.
Para esta investigación fue crucial escuchar a los residentes; fue
una experiencia de aprendizaje sobre cómo conectarse con el espacio
y con los demás. Los asentamientos urbanos informales se tratan,
sobre todo, acerca de las personas y lo que éstas han hecho por
construir su entorno y su bienestar. La pobreza y la lucha son parte
del cuadro, y es algo que necesita solución de manera más responsable
y exitosa por parte de las entidades gubernamentales, pero los barrios
populares también están llenos de posibilidades y logros: involucran
especialmente a gente dispuesta a tomar responsabilidades por sus
propios ambientes y vidas. Si ellos tuvieran más recursos y apoyo, los
logros serían aún mayores y la lucha de la gente sería menor. Según
Robinson (2006), estos asentamientos deberían ser vistos como
ordinarios para evitar ser etiquetados como diferentes y marginados de
otros. Sin embargo, como se analizó en el capítulo de introducción,
el autor cree firmemente que estos lugares son extraordinarios,
con personas igualmente extraordinarias, y con características
arquitectónicas y urbanas excepcionales.
Notas • Bibliografía • Siglas y Acrónimos • Hipervínculos
Figuras • Tablas • Universidades
Notas
1
Estos autores, en conjunto con otros de la misma área de estudio, se
refieren al espacio público como una categoría general. Sin embargo,
una vez elaborado, es claro que el carácter público de estos espacios no es
necesariamente intencional, como aquí se analiza.
2
Ambos han sido miembros del parlamento de Colombia. Lozano fue
Ministro de Vivienda, Desarrollo Territorial y Agua durante el último periodo
presidencial de Uribe. Caicedo fue Alcalde de Bogotá por un periodo, sin
embargo, cuando fue al barrio era candidato para un segundo periodo.
3
jal son las iniciales de ‘Junta Administradora Local’ y sus miembros
son ‘Ediles’. La jal inicia después de la constitución de 1991, como una
herramienta para la descentralización política y una mayor participación. La
jal trabaja a nivel localidad (Bogotá está dividido en 20 localidades) y los
ediles son elegidos por voto popular democrático. Por lo tanto, la jal pierde
parte de su papel en la vinculación de la comunidad y los políticos, ya que la
comunidad se las puede saltar e ir directamente con los ediles y viceversa.
4
Este no era el caso hace 10-15 años, cuando la iglesia católica era la
única con presencia en los barrios. aún en la actualidad predomina; pero
recientemente, han aparecido en escena otros cultos religiosos.
5
Un platillo tradicional colombiano, cocinado en casi cualquier parte del
país pero con algunas diferencias regionales, es una sopa con ‘todo’ –papas,
plátano, yuca, carne roja, pollo y vegetales– como ingredientes principales.
6
‘Tamales’: pudín de maíz relleno con pollo o carne de res; y ‘lechona’: lechón
relleno de arroz y vegetales. Son dos platillos tradicionales del centro y sudeste
de Colombia (Huila y Tolima), que además brinda pistas de los orígenes de
algunos residentes del barrio.
7
Tejo es una actividad grupal que consiste en lanzar un disco de metal del
tamaño de un puño desde una distancia de 20-30 metros para golpear una
mecha.
8
Anillos metálicos lanzados desde lejos a la boca de una rana metálica.
9
‘Fiar’ (dar crédito) no es sólo una transacción financiera, también es una
tradición en los barrios. Con frecuencia las personas prefieren comprar en la
tienda que en un supermercado, dispuestos a pagar un poco más si pueden
liquidarlo después. Esto también ayuda a crear relaciones sociales cercanas
entre el tendero y los habitantes.
10
Una campana en algunas casas de la calle, que es activada cuando algo pasa,
para alertar al resto de los vecinos.
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Redalyc
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Universidad de Newcastle Upon Tyne, Inglaterra
http://www.ncl.ac.uk
Figuras
Figura 1 •
Asentamientos informales en Bogotá
Vista de la periferia del sudeste de Bogotá, donde se localizan varios
asentamientos informales
Figura 2 •
Diferentes niveles de consolidación de los asentamientos informales
en Bogotá
Figura 3 •
Los espacios abiertos en asentamientos informales en Bogotá, están
asociados con las calles y con las canchas, ambos están hechos para
socializar y jugar
Figura 4 •
Parque Danubio. Vista aérea y croquis de localización
Figura 5 •
Diferentes vistas del parque Danubio
Figura 6 •
Parque Los Cerezos. Vista aérea y croquis de localización
Figura 7 •
Diferentes vistas del parque Los Cerezos
Figura 8 •
Parque Villa Sonia. Vista aérea y croquis de localización
Figura 9 •
Diferentes vistas del parque Villa Sonia
Figura 10 •
Parque Nueva Argentina. Vista aérea y croquis de localización
Figura 11 •
Diferentes vistas del parque Nueva Argentina
Figura 12 •
Parques La Andrea. Vista aérea y croquis de localización
Figura 13 •
Diferentes vistas de los parques La Andrea
Figura 14 •
Parques y calles Aguas Claras. Vista aérea y croquis de localización
Figura 15 •
Diferentes vistas de las calles y de los parques Aguas Claras
Figura 16 •
Diseño original del parque Villa Sonia y el inicio de la construcción
Figura 17 •
El parque Villa Sonia en 2008
Figura 18 •
Mejora en la fase 3 del parque La Andrea
Figura 19 •
Una cama de flores y don Luis cuidando ‘sus’ plantas
Figura 20 •
El anfiteatro para los días de campo de la comunidad, para que los
niños jueguen y un grupo de hombres reunidos en el parque La
Andrea
Figura 21 •
Anfiteatro de La Andrea para la ‘olla comunitaria’
Figura 22 •
Pario de Tejo en Aguas Claras
Figura 23 •
Trompo en el parque La Andrea
Figura 24 •
Parque del barrio Tanque Laguna
Figura 25 •
Altar encontrado en el parque Danubio
Figura 26 •
Imágenes religiosas sobre las fachadas en Los Cerezos
Figura 27 •
Evento comunitario en la fase uno del parque La Andrea
Figura 28 •
Cancha multifuncional en el parque Danubio
Figura 29 •
Mobiliario del parque La Andrea
Figura 30 •
Parque de Aguas Claras. Apropiación del espacio por grupos
particulares
Figura 31 •
Tiendas. Una panadería en Los Cerezos y una dulcería un poco más
arriba
Figura 32 •
Vendedores ambulantes en La Andrea
Figura 33 •
Grafiti en el salón comunitario de Nueva Argentina y en la fase uno
del parque La Andrea
Figura 34 •
El bote de basura (se quedó sin base) y los bancos son los
principales blancos del vandalismo. Parque Villa Sonia y Danubio,
respectivamente
Figura 35 •
Rack de bicicletas en el parque Molinos
Figura 36 •
‘Paralibros’ en La Andrea, fase dos del parque
Figura 37 •
Algunos elementos de las fachadas en Villa Sonia
Figura 38 •
Ropa colgando en Danubio
Figura 39 •
Danubio y Villa Sonia. Temas de composición de fachadas.
Diversidad, progresividad y diferentes etapas de la consolidación
de la vivienda. El uso de colores también añade características
especiales
Figura 40 •
Nueva Argentina y Tanque Laguna

Tablas
Tabla 1 •
Orígenes y condiciones básicas de los asentamientos urbanos
informales
Universidades
y Centros de Investigación
Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile
http://www.uc.cl
Universidad de Londres, Inglaterra
http://www.lon.ac.uk
El Colegio Mexiquense A.C., México
http://www.cmq.edu.mx
Universidad Politécnica de Madrid, España
http://www.upm.es/institucional
Universidad de Manchester, Inglaterra
http://www.manchester.ac.uk
Universidad Nacional de Mar de Plata, Argentina
http://www.mdp.edu.ar
Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina
http://www.ungs.edu.ar/ms_ungs
Universidad de Alicante, España
http://www.ua.es
Universidad Nacional Experimental del Táchira, Venezuela
http://www.unet.edu.ve
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, México
http://www.itesm.edu
Instituto Politécnico Nacional, México
http://www.ipn.mx
Universidad Autónoma del Estado de México, México
http://www.uaemex.mx
Universidad de Buenos Aires, Argentina
http://www.uba.ar/homepage.php
Universidad de Barcelona, España
http://www.ub.edu/web/ub/es
Universidad Nacional Autónoma de México, México
http://www.unam.mx
Universidad Nacional de San Juan, Argentina
http://www.unsj.edu.ar
Universidad Autónoma de Manizales, Colombia
http://www.autonoma.edu.co
Pontificia Universidad Católica del Perú, Perú
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Lincoln Institute of Land Policy, Estados Unidos
http://www.lincolninst.edu
Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil
http://www.ufrj.br
Universidad Politécnica de Cataluña, España
http://www.upc.edu
Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos
http://www.utexas.edu
Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, México
http://www.azc.uam.mx
Universidad de São Paulo, Brasil
http://www5.usp.br
Universidad del Valle, Colombia
http://www.univalle.edu.co
Universidad de los Andes, Colombia
http://www.uniandes.edu.co
Pontificia Universidad Católica de Paraná, Brasil
http://www.pucpr.br/especializacao
Colegio de la Frontera Norte, México
http://www.colef.net
Universidad Nacional de Ingeniería, Perú
http://www.uni.edu.pe
Trabajadores
Trabajadores

Arturo
Diciembre de 2008
Residente de Danubio
Presidente actual de las jac de Danubio
Carmen
Diciembre de 2008
Residente de Tanque Laguna
Lucía y José
Diciembre de 2008
Residente de Danubio
Luis Murcia
Diciembre de 2008
Residente La Andrea
Marco Fidel
Diciembre de 2008
Residente de Nueva Argentina
María
Diciembre de 2008
Residente de Aguas Claras
Marta
Diciembre de 2008
Residente de La Andrea
Presidenta actual de las jac de La Andrea
Rocío
Diciembre de 2008
Residente de Aguas Claras
Tito López
Diciembre de 2008
Fundador y residente de Manuela Beltrán
Versión PDF del ePUB que contiene el libro
Espacios públicos en barrios informales:
Producción y uso, entre lo público y lo privado,
publicado por Infonavit-Redalyc, ISBN 978-607-95865-6-0.

Título original en inglés:


Informal Public Spaces
Between Public and Private Production and Consumption
Título traducido:
Espacios públicos en barrios informales:
Producción y uso, entre lo público y lo privado
Fecha de la edición original 2011-11-16
Primera versión de este ePUB: 2012-06-13
Versión actual: 2012-06-13

Formado en Adobe Indesign CS5.5 Versión 7.5


y Adobe Dreamweaver CS5.5 Versión 11.5
Revisado en Calibre Versión 0.8.41 creado por Kovid Goyal

Producido por Orozco Creativas y Asociados S. de R.L. de C.V.


Avenida Prolongación 5 de Mayo No. 727 int. 45
Col. Lomas de Tarango · Del. Álvaro Obregón
C.P. 01620 · México D.F.
www.somosorozco.com

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