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INTRODUCCIÓN
“Toma y lee”.
Esta fue la voz que oyó un día en Milán, antes de su conversión. San Agustín
Obispo y Doctor de la Iglesia: “ Tolle et lege”.
A ti, querido apóstol, que buscas sendas abiertas a tu apostolado, te repetimos
la invitación hecha un día a San Agustín: “ Toma y lee”.
El libro que tienes en las manos es importante y puede abrir una etapa funda-
mental en tu vida apostólica.
Por eso te lo entregamos, para que Dios N. S. Te hable a través de sus páginas.
El Asesor, el Presidente o cualquiera de tus Dirigentes te lo irá explicando de viva
voz. Esto será bueno, pero no suficiente.
Es necesario que lo leas, meditando.
Llévalo contigo, léelo, reléelo.
Procura, sobre todo, asimilar su espíritu, que es de amor, de profundo amor a la
Iglesia y a las almas.
“Due in altum...”.
“Mar adentro...” dijo un día Jesús a sus Apóstoles y ellos, fijándose en Su palabra,
soltaron las amarras y se hicieron ala mar.
He aquí lo que estas páginas te dicen: “Mar adentro...”.
El Centro ó Círculo de Acción Católica a que perteneces es la base de operaciones,
el puerto desde el cual el militante de la Acción Católica se hace a la mar y al que es
bello, dulce útil y necesario volver continuamente para retemplar las fuerzas al calor
de las prácticas formativas, al calor de la amistad fraterna y a la luz del recíproco
estímulo y ejemplo.
Pues bien, así como para la nave el campo de acción es el mar abierto, así para el
militante su misión se llena, sobre todo, en el seno de la sociedad.
Observa en la vida cuán diverso es el rendimiento del que cree y del que no cree...;
muchas veces has advertido que un acto de bondad puede conquistar los corazo-
nes...; conoces la vida de muchos seres a tu alrededor y te sientes, por la gracia de
Dios, distinto, más cristiano.
Cada día que pasa te va dando una visión más realista del mundo en que quieres
penetrar.
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Tienes que ser apóstol. Para serlo con inteligencia y dignidad, detente en estas
páginas.
Léelas, medítalas y “mar adentro...”.
PRIMERA PARTE
• Nuestra misión.
• El apostolado celular.
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• Nuestra misión.
• El apostolado celular.
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Somos hombres del siglo XX. Esto sólo es ya una responsabilidad. Nadie ha
nacido en el siglo XX impunemente. Sin embargo, ninguno de nosotros podría decir
que vive en este siglo por su voluntad. Tampoco el soldado elige su puesto de lucha;
es en las lejanas tiendas del estado mayor donde se disponen todos sus movimientos.
Y no obstante, solamente allí, en este puesto que el no eligió, puede dar testimonio
de su fidelidad.
Si tal cosa hiciéramos no tendríamos idea de lo que significa ocupar un puesto pro-
videncial.
No es el azar quien nos ha colocado en el siglo XX, es Dios mismo.
Desde toda la eternidad hemos sido destinados a este siglo, a esta tierra, a esta fa-
milia, a estos ambientes. Repitámonos constantemente: soy un hombre del siglo XX,
Dios lo ha querido así, la salvación de muchos y mi misma salvación dependen de mi
fidelidad en este puesto providencial en el que he sido colocado.
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Los hombres de este siglo llevamos sobre nuestras almas una herencia que nos en-
sombrece la existencia: el divorcio entre la Religión y la vida. Este divorcio tiene su
origen en la Reforma protestante, verdadera catástrofe universal ocurrida en el siglo
XVI y cuyas consecuencias continúanse multiplicando.
Así fue como se logró el primer divorcio entre la Religión y la Vida: el divorcio entre
la Religión y la vida social. En adelante la Religión sería un asunto privado, un asunto
individual. Este sistema ha sido llamado Naturalismo social o Laicismo.
Pese a este destierro oficial decretado contra Jesucristo, los pueblos conservaron en
gran parte su fe. Pero ¿qué ocurrió con el tiempo?
Con el tiempo ocurrió que las nuevas generaciones de cristianos solo conocieron una
sociedad oficialmente laicizada. Tuvieron que vivir, estudiar, trabajar, casarse, diver-
tirse, comerciar, leer, moverse, y morir en ella. La política, la economía, la enseñanza,
el arte, el pensamiento el teatro, el cine, la moda y la familia misma, todo se regía al
margen del Cristianismo y de la Iglesia.
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Pero el hombre no puede hallar paz, certeza ni felicidad en ningún género de divor-
cio. El hombre aspira a la Unidad, a lo Absoluto. El hombre quiere descansar en una
certeza que le dé un sentido radical a su vida, un significado total al Universo. Y como
tal certeza solo se alcanza en Dios, cuando el hombre está por un tiempo alejado de
Dios, acaba creándose sus propios dioses. Y esta es la hora en que el mundo, después
de haber arrancado a la Religión de su vida, comienza a forjarse falsas religiones, a
levantar nuevos ídolos ó “mitos”, como se los ha llamado.
La Nación, la Raza, la Clase, el Proletariado, el Estado, la Riqueza, el Sexo, el Núme-
ro, la Técnica, son ídolos ante los cuáles se sacrifican no solo hombres aislados, sino
pueblos y generaciones.
Ejemplo clarísimo de esta mitología moderna, con todos los caracteres exteriores de
una religión, lo hemos tenido en el Nazismo y lo hemos tenido en el Comunismo, la
gran herejía moderna, claramente denunciada por los Papas, y que abarca ó preten-
de abarcar todo el hombre y convertirse en el fin único de su vida.
Nadie duda de la definitiva quiebra del mundo burgués, liberal y laicista. Su agnos-
ticismo, su relativismo, su escepticismo, no satisfacen ese hambre y esa sed de Ab-
soluto que abrasan al hombre contemporáneo. Aun a riesgo de caer en la barbarie
pagana, las nuevas generaciones se alejan cada vez mas del laicismo liberal, autor del
divorcio entre la Religión y la Vida. Quiere decir que en medio de esta crisis podemos
avizorar claramente el porvenir: el mundo que se forja no será ya laicista, será cristia-
no o retornará al paganismo.
¿Debemos agradecer a Dios por habernos hecho nacer en días tan decisivos para su
Iglesia? Ciertamente que sí. No son los soldados que viven ociosos en los cuarteles
los que se cubren de gloria, sino aquellos que en las horas de angustia para la pa-
tria ofrecen alegremente su brazo, su sangre y su vida por ella. Debemos agradecer
a Dios el habernos amado tanto como para hacernos nacer en una hora en que la
Iglesia, a veinte siglos de la Redención, se apresta para la Reconquista de un mundo
que fue arrebatado a Jesucristo cuando mas parecía pertenecerle.
NUESTRA MISION
Nuestra misión - la misión de los cristianos del siglo XX- es la misión de toda
generación de vanguardia : avanzar sin vacilar para abrir la brecha o el camino por
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el que han de penetrar las generaciones siguientes. Nosotros debemos romper ese
divorcio entre Religión y Vida que constituye la herencia del pasado.
Primeramente, es preciso restablecer la unión entre la Religión y la vida
individual de los cristianos, formando una generación consciente del Misterio de la
Iglesia, de su responsabilidad en el Cuerpo Místico, una generación impaciente por
entregarse totalmente a Jesucristo, una generación que viva su vida sobrenatural con
mayor naturalidad y que sobrenaturalice todo lo natural.
Ante esta cuestión caben teóricamente tres caminos para el apostolado católico :
Primer camino: la conservación. – Es el camino que durante mucho tiempo se siguió
para evitar el alejamiento de las masa cristianas, desorganizadas y sin preparación
para una lucha de conquista. Consiste en aislar a los católicos del medio ambiente
para preservarlos de su influencia nociva. Actualmente sigue siendo necesaria en
muchas circunstancias, pero como táctica única y general ella sería totalmente defi-
ciente y antiapostólica.
Segundo camino: la competencia. – Este camino puede ser el único posible cuando
se trata de ambientes absolutamente hostiles a la influencia cristiana, o bien comple-
tamente indignos. En estos casos, lo que corresponde es aislarlos y luego eliminarlos
por la competencia. Hay dos clases de competencia: La negativa, que sólo combate el
mal (el boicot, la calificación moral de las películas, de libros, etc.) y la positiva que,
sin dejar de combatir el mal, crea substituto de las cosas combatidas (el cine moral,
el periódico católico, el club y la biblioteca cristianos, etc.).
Tercer camino: la penetración. – He aquí el camino que nos toca abrir a nosotros,
la táctica apostólica que, sin excluir a las anteriores, debe caracterizar al apostolado
moderno. La mayor parte de los cristianos –los laicos sobretodo- no viven aislados.
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“El apostolado laico tiene, como cualquier otro apostolado, por otra parte, dos
funciones: la de conservar y la de conquistar, y ambas se imponen con carácter de
urgencia a la Iglesia actual”.
• EL APOSTOLADO AMBIENTAL
¿Qué es un ambiente? Es todo grupo social más o menos permanente que ejerce al-
guna influencia sobre los hombres que lo forman o que tienen cierta relación con él,
comunicándoles modos de pensar, costumbres, simpatías y tendencias.
Una familia, una oficina, una escuela, un taller, un lugar de trabajo, un club, un café,
una “barra” de amigos, una sociedad vecinal, un gremio, una cooperadora escolar,
una biblioteca de barrio, son ejemplos de ambientes más o menos reducidos.
Por encima de ellos hay ambientes mas importantes y de mayor influencia, como un
periódico, una radioemisora, una empresa cinematográfica, una emisora de TV, una
Universidad, un partido político, etc. Y más allá de los ambientes propiamente dichos
podemos señalar los “climas” sociales: el político, el económico, el cultural, etc., que
sintetizan mentalidades y hábitos de muchos miles de personas y ambientes.
Todos estos ambientes o climas se caracterizan por ese rasgo ya señalado: la influen-
cia que ejercen. Esa influencia se impone insensiblemente a aquellos que la sufren,
forma o deforma sus mentes y sus costumbres, y llega en ciertas ocasiones a conver-
tirse en una verdadera dictadura moral.
¿De que depende esa influencia? Difícil es precisarlo. A veces depende de la tradi-
ción, otra de ciertos reglamentos, muchas veces de algún jefe ó caudillo.
Desgraciadamente, la influencia que ejerce la gran mayoría de los ambientes actua-
les – en contradicción con lo que ocurría en el mundo medioeval- es anticristiano o,
cuando mas, indiferente.
Para volver el mundo a Jesucristo es necesario transformar los ambientes, es de-
cir, hacer que la influencia de los mismos facilite o por lo menos – en una primera
etapa- no dificulte el ejercicio de la vida cristiana. Mientras tal cosa no se consiga,
toda la influencia educativa de la Iglesia – Parroquias, Colegios, Círculos de estudio,
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• LA ACCIÓN CATÓLICA
Para la empresa que hemos descripto se sentía en la Iglesia la necesidad de una mi-
licia nueva, joven y aguerrida. Y la Iglesia la creó. Así surgió la Acción Católica.
Los socios de la Acción Católica, por exigencias sociales, económica y profe-
sionales, deben vivir en los ambientes ya señalados.
La A. C. No los aísla de esos ambientes. Por el contrario, los forma, prepara, instruye
y organiza en ellos, les enseña a amar su puesto – puesto providencial señalado por
Dios desde toda la eternidad – y a sentir toda su responsabilidad.
Les hace comprender que es allí, en esa fábrica, en ese colegio, en esa familia, donde
el cristiano debe santificarse, salvarse y dar gloria a Dios.
Mientras sus socios van descubriendo todas esas cosas, la A. C. Los organiza para una
penetración eficaz y finalmente los lanza a la conquista. El apostolado de la A. C. Es,
pues, apostolado en al propio ambiente..
Usamos el término penetración en el siguiente sentido: el militante de la A. C. Per-
tenece a un determinado ambiente, como se explicó recién; en ese ambiente ha de
penetrar Cristo llevado por dicho apóstol, con el ejemplo y la palabra, con la vida
sobrenatural y la doctrina. Cristo penetrará el medio ambiente por medio de los mi-
litantes que pertenecen a ese medio, y a quienes la A. C. A. Debe capacitar para su
apostolado.
EL APOSTOLADO CELULAR
Hemos hablado así del apostolado ambiental. Dicho apostolado, mas que una
obra o medio concreto de apostolado, es un método, caracterizado por el fin que
se persigue: la conquista de los ambientes para la vida cristiana. Para alcanzar este
fin pueden y deben emplearse obras, campañas, servicios sociales, actos y medios,
concretos apropiados a las circunstancias de lugar y tiempo.
Uno de esos medios para la penetración ambiental es el apostolado celular.
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• APOSTOLADO INDIVIDUAL,
COLECTIVO Y CELULAR
De acuerdo con lo dicho, se puede definir al apostolado celular como “el apostolado
individual organizado” o bien como “la organización del apostolado individual”.
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2º - Lograr, como medio y para alcanzar lo anterior, cada socio irradie permanen-
temente su influencia personal sobre cierto número de personas de sus ambientes y
esto en forma permanente, inteligente y organizada. Ese número de personas sobre
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1º) En la familia: Por lo común el hombre convive con los demás miembros de su
familia, con quienes forma su hogar. Hay sin duda excepciones, pero son escasas
(internados, pensiones, cuarteles, etc.). la familia constituye la forma básica de so-
ciedad natural. Su trascendencia para la formación espiritual de los individuos que
conviven en el ambiente del hogar es absolutamente decisiva. De allí la responsabi-
lidad del socio de Acción Católica. En pocas circunstancias podrá ser su apostolado
tan eficaz como en su propio hogar, con parientes ó extraños (personal de servicio,
amistades, etc.).
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3º) Las familias que conviven en un mismo territorio se agrupan para formar las
sociedades políticas, entre las cuáles se encuentran fundamentalmente el Municipio,
la Provincia y la Nación. Estas sociedades dan origen a la autoridad pública, cuya
influencia puede ser decisiva sobre la vida material y espiritual de quienes le están
sometidos. También en este caso la responsabilidad de los socios de Acción Católica
es muy especial, ya que en un recto ordenamiento social las familias participan en
la vida política a través de sus jefes, y no cada miembro individual aisladamente. De
todos modos, es la opinión del jefe del hogar la que ha de orientar la actuación que
a los demás cupiera. Si a esto se le agrega que al ejercicio del poder público por lo
común se encuentra en manos de hombres de mas de treinta años, no podrá negarse
la necesidad de que los integrantes de la rama Hombres – y también las mujeres – es-
pecialmente se ocupen de un problema de tanta trascendencia como el apostolado
en la vida cívica en todas sus manifestaciones.
4º) Las familias constituyen también otras agrupaciones de gran importancia social,
que se fundan no ya en la ubicación territorial, sino en la similitud de ciertas carac-
terísticas, principalmente culturales y económicas. Se trata de clases sociales, cuya
influencia dentro del desarrollo de la vida de cada nación no puede de ningún modo
ignorarse. Suelen distinguirse en tres clases: el proletariado o clase obrera, la clase
media y la clase dirigente o alta. A veces se distingue también entre la alta y baja
clase media.
A pesar de lo arbitrarias que pueden parecer estas clasificaciones, tienen sin duda
un significado real y constituyen un importante factor para el éxito del apostolado,
siguiendo el principio del igual por el igual. Este y el siguiente son, sobre todo, apos-
tolados de orden económico social.
5º) Por su parte, las personas que desempeñan tareas afines se agrupan en profesio-
nes, que con frecuencia asumen el carácter de asociaciones formales, que van desde
la corporación medieval hasta los modernos sindicatos. También aquí las oportuni-
dades de apostolado son muy considerables, razón por la cual se ha juzgado opor-
tuno constituir con la profesión una de las seis líneas. Por cierto que los hombres en
el curso de su vida tienen oportunidad de actuar en otros ambientes y en asociarse
en otros grupos además de los cinco que se acaban de señalar. Por lo pronto ya se
ha visto que hay otros lugares de residencia además del hogar. Hay también otros
lugares donde el hombre actúa fuera del hogar y del trabajo: centros de estudio, de
recreación, de deporte, etc.
Hay otras asociaciones e influencias que revisten gran importancia desde el punto
de vista apostólico, sobre todo los de tipo cultural, como es el caso de las escuelas,
universidades, la prensa, la radio, la cinematografía, las artes, etc. Sin embargo, por
motivos de orden práctico no se ha juzgado oportuno constituir todavía líneas de
apostolado específicas relativas a estos temas.
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No es tarea fácil lograr los objetivos que hemos indicado. Para ello hace falta una
buena organización que sintetizamos ahora para desarrollar mas adelante.
El Grupo actúa dentro del Centro. El Equipo actúa en el ambiente y está formado por
todos los socios que aunque de distintos Centros, trabajan, estudian o se divierten
en el mismo ambiente. (El ejemplo más conocido es el de los Colegios Secundarios,
Facultades, grandes fábricas, oficinas y clubes). Cada Grupo y cada Equipo tienen un
Jefe, que es el responsable de la conducción del apostolado celular de sus socios. Esa
conducción se realiza por medio de las consignas, es decir de las tareas o misiones
concretas e inmediatas que se encomiendan a cada socio.
Finalmente, para completar la eficacia de esta organización, cada socio está obligado
a crear y determinar su Célula, compuesta por el conjunto de personas sobre las cuá-
les ejercen su apostolado celular permanente y en atención a las cuáles se imparten
las consignas.
Hemos dejado para lo último algo que está sobreentendido en cada línea de lo di-
cho anteriormente y que viene bien como coronamiento de este plan general de
apostolado celular. Toda organización por mas perfecta que sea, corre el riesgo de
tornarse ineficaz y hasta contraproducente cuando se traiciona su espíritu, eso que
tan bellamente suele llamarse la “mística” , es decir aquello que se lleva en el corazón
y anima el obrar. En cualquier movimiento y con mayor razón en la Acción Católica,
cuanto mayor es el cuerpo de la organización, mayor intensidad debe tener el fuego
de la “mística”.
No es difícil adivinar cuál es, en nuestro movimiento, el alma que moviliza y arrastra
la organización, la técnica, el mecanismo: es el Amor, la Caridad, la tercera y mayor
de las Virtudes Teologales, síntesis de toda la vida y la santidad cristianas.
Debemos habituarnos a verlo todo, a contemplarlo todo, a estudiarlo todo, a ha-
cerlo todo por ese Amor, en él y para él. Amor varonil, intrépido, ardiente, alegre,
arrollador, contagioso, inteligente. Amor capaz de atravesar los mares y derribar los
montes, ¡Amor de Cristo que se da a nosotros, y amor a Cristo que nos lanza a con-
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Es Dios quien mueve las almas. ¿Cómo olvidarlo cuando estamos empeñados en
nuestra tarea apostólica? Desde que nos olvidamos de Dios nuestra obra se convierte
en algo absurdo, semejante a una herejía: la herejía de las obras. Unidos constante-
mente a Dios por la oración, seremos instrumentos fieles en sus manos todopodero-
sas.
Y para estar en oración basta un requisito: querer estarlo. Siendo tan fácil orar ¿qué
disculpa podría invocar aquél que descuidara hacerlo?
El apostolado es una conquista. Eso es verdad: es una conquista para Dios. Pero,
recordémoslo siempre: esa conquista se alcanza – y no es paradoja – sirviendo. Je-
sucristo, que vino a salvarnos, sanó, consoló, apagó el hambre y la sed de aquellos
mismos a quienes enseñaba palabras de vida eterna. Así también será haciendo de
nuestra vida un servicio permanente como conquistaremos a los hombres para Dios.
Hacer el bien posible a todos los hombres posibles: he aquí una norma que pue-
de servirnos para medir la intensidad de nuestro amor. Mientras no la adoptemos,
nuestro apostolado será débil y difícil. Cuando la hayamos adoptado, nuestra vida
será un apostolado constante: nuestros saludos, nuestras sonrisas, nuestros favores,
nuestra palabra, nuestra compañía y nuestra sola presencia serán imanes que lleven
a las gentes hacia Dios.
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SEGUNDA PARTE
LA ORGANIZACIÓN COLECTIVA
-GRUPOS Y EQUIPOS-
• Problemas conexos
Vimos en la primera parte que el apostolado celular toma del apostolado indi-
vidual la acción personal sobre los hombres, y del apostolado colectivo, la organiza-
ción. Nos dedicaremos, en esta segunda parte, a estudiar la forma de organizarnos
para el apostolado, dejando para la tercera lo referente a la acción personal. Esta
organización tiene su asiento en los Grupos y Equipos de la A. C. La acción personal
del socio, en cambio, se realiza exclusivamente fuera de ellos en pleno ambiente y
por lo general a solas.
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• Problemas conexos
La organización del Centro o del Círculo para el apostolado celular gira alrede-
dor de los Grupos y de los correspondientes Jefes.
La Comisión Directiva es la que debe estudiar esa organización, nombrar a los Jefes y
dar las directivas y consignas generales. Para guiar ese trabajo daremos las siguientes
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normas orientadoras:
Si esos son los fines y las razones de los Grupos, evidentemente que no se los puede
formar al azar. Como principio general habrá que respetar los Grupos que natural-
mente se han ido constituyendo en el Centro y que tienen su origen en cierta afi-
nidad de carácter y de criterio, en ocupaciones mas o menos comunes, en similitud
de ambientes que frecuentan los socios, etc. Esa afinidad que hace naturalmente
fácil el intercambio espiritual y afectivo entre los miembros del Centro es una fuente
de actividad y energía que debe aprovecharse para el apostolado. Otro factor que
contribuye a crear una afinidad es la profesión, sobre todo algunas profesiones que
despiertan ciertas “conciencia de clase”. Esa conciencia se nota especialmente entre
los obreros, los agrarios y los estudiantes. Sin embargo, en nuestra patria dicha con-
ciencia no suele ser muy pronunciada, y cede a veces ante otros motivos de afinidad
mas estrechos, que los Centros deben juzgar y pesar al organizar los grupos.
Los Centros están por lo tanto en libertad para constituir sus Grupos atendiendo
a sus propias características, pero sin olvidar que mas que crearlos artificialmente,
deben reconocer los ya existentes en su seno, para lanzarlos a una acción apostólica
organizada.
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El número de miembros de un Grupo, sin contar al Jefe, no debe ser menor de tres ni
mayor de ocho. Menos de tres deja de ser un Grupo. Mas de ocho, resulta imposible
de dirigir por un solo Jefe con la dedicación que exige el apostolado celular. Cuando
un socio, por razones especialísimas (ausencia de toda afinidad con el resto de los
socios) no puede formar parte de ningún Grupo, la C. D. Estudiará la forma de vin-
cularlo a otros socios conocidos.
Al hablar de los deberes del Jefe y luego de la noción y fines del Grupo señalamos
dos cosas: primero, el lugar preponderante del apostolado celular en toda la orga-
nización que venimos estudiando y, segundo, su estrecha relación con las demás
actividades del Centro o Círculo. Esta integración y coordinación jerarquizada de
actividades se irá explicando mejor en las páginas siguientes. Por ahora solo insisti-
remos en un punto que es el complemento necesario de la organización en Grupos:
las Células.
• LAS CELULAS
Entre los deberes fundamentales del Jefe se señala la formación de las Células de
cada uno de los socios. Cualquiera que sea el criterio para constituir los Grupos
– afinidad o profesionalidad - la determinación de las Células es uno de los primeros
pasos de su desenvolvimiento.
¿Qué es la Célula? La Célula es el conjunto de personas sobre las cuáles el socio ejerce
o va a ejercer, preferentemente, su apostolado celular. En esto, lo mismo que en los
Grupos, no se trata de crear nada artificialmente, sino de reconocer lo naturalmente
existente, para aprovecharlo con fines apostólicos.
ferencia el apostolado celular, eligiendo dos, tres, cuatro o cinco de ellas. Como se
ve para concretar, es preciso seleccionar, y para seleccionar a unos hay que sacrificar
a otros.
En esto consiste, aunque parezca extraño, la gran ventaja de la Célula.
• CRITERIOS PARA LA
FORMACION DE LA CELULA
En algunos movimientos apostólicos los términos de grupo, célula y equipo han sido
reemplazados por otros.
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LA ORGANIZACIÓN EN EL AMBIENTE:
LOS EQUIPOS
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• RELACION ENTRE EL
GRUPO Y EL EQUIPO
• CASOS ESPECIALES
Cuando un Equipo está formado por socios de un mismo Centro de una rama, situa-
ción general en las poblaciones con una sola Parroquia, el Jefe de Equipo será desig-
nado por el Centro al que estos socios pertenecen. Con ello se simplificará la organi-
zación. Cuando hay socios de distintos Centros de una sola rama, el nombramiento
corresponderá al Consejo Diocesano de acuerdo con los miembros del Equipo. Cuan-
do en el ambiente existe ya un Centro o Círculo especializado (Universitario o Secun-
dario) la dirección de ese Equipo corresponde a ese Centro. Finalmente, cuando en
un ambiente haya muchos socios de A. C., en vez de un solo Equipo, se organizarán
varios (de acuerdo al año, división, sección u oficina especial) nombrándose a un Jefe
general para coordinar la tarea de todos ellos.
Cuando el Equipo esta formado por militantes de diversas ramas de una misma Pa-
rroquia, el Jefe de Equipo será nombrado por la Junta Parroquial. Es el caso de las
ciudades o pueblos de una sola Parroquia, o de los ambientes exclusivamente de
barrio. Cuando los Equipos estén constituido por militantes de diversas ramas y de
diversas Parroquias, el Jefe de Equipo será nombrado, en último término, por la Junta
Diocesana, que procurará constituir una Comisión especial para esta actividad.
• RESUMIENDO: UN EQUIPO
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SU ACTUACION : No debe tener personería propia como entidad. Se evitará con ello
inconvenientes y entorpecimientos.
Sin necesidad de hacer de su actividad un misterio, no darle la publicidad innece-
saria. El equipo actúa a través de sus miembros; ellos conocidos como cristianos de
acción, pero no como cristianos organizados dentro del ambiente.
LOS JEFES
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veces faltan jefes, es mas por ausencia de entusiasmo y espíritu de sacrificio que por
ausencia de aquellas condiciones. Tampoco es difícil formarlos. La parte de la forma-
ción intelectual puede satisfacerse con la abundante bibliografía sobre el espíritu del
dirigente y la técnica de apostolado y de la A.C. que fácilmente puede conseguirse. Y
para formación espiritual y práctica basta el Asesor y otro buen dirigente del Centro
o del Consejo o de la Junta que guíen al futuro Jefe en sus primeros pasos.
También en este punto vienen algunos consejos.
Ya que hablamos de la formación del Jefe señalemos rápidamente algunas de sus
virtudes necesarias. Supuestas las virtudes esenciales del cristianismo y del apóstol, el
Jefe debe tener por lo menos cuatro virtudes o condiciones que no siempre se tienen
de nacimiento y que casi siempre pueden adquirirse por la voluntad y el ejercicio. La
primera de ellas es el ascendiente, es decir, ese conjunto de condiciones que obligan
a reconocer a alguien como “mejor” que nosotros en algún aspecto de la vida. La
segunda es la simpatía, o sea, la capacidad de hacerse querer y de ganarse la amistad
de los hombres. La tercera es el entusiasmo, esa virtud que pone vida y calor hasta
en los detalles mas fríos de la organización, y que es capaz de convertir en héroes a
los hombres mas indiferentes. Y la cuarta es la facilidad de conversación. Decimos
facilidad de conversación y no de palabra, porque son cosas muy distintas. El arte de
conversar es la llave para convencer, entusiasmar y mover a los muchachos. Un Jefe
necesita de ese arte como el cirujano de su bisturí, pues en el “mano a mano” y no
precisamente en las reuniones o asambleas donde logrará el verdadero dominio de
sus hombres.
Esas son las virtudes esenciales. Digamos también algo sobre otros requisitos
secundarios. La edad, por ejemplo, no puede determinarse matemáticamente, pero
en líneas generales conviene que el Jefe sea mayor que sus socios y que los Juniores
tengan Jefes Seniores. La vocación particular del Jefe tiene mas importancia que la
edad. Si el Jefe no se halla a gusto en su Grupo y prefiere otro Grupo u otra actividad,
seguramente que no habrá entusiasmo en sus obras.
Hechas estas aclaraciones previas pasemos a considerar al Jefe elegido y con for-
mación mínima para comenzar a trabajar. ¿Cuáles son sus deberes?.
• DEBER FUNDAMENTAL:
CONDUCIR EL APOSTOLADO CELULAR
Esto es precisamente lo que estamos estudiando y que veremos en las páginas si-
guientes. Ahora haremos sólo un resumen de lo que al Jefe corresponde en esa tarea
para no olvidar que todo el apostolado celular gira a su alrededor.
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Con respecto al Presidente del Centro (tratándose de los Jefes de Grupos) o al Conse-
jo Diocesano o Junta Diocesana(tratándose de los Jefes de Equipo) el Jefe debe:
1. Cumplir fielmente y adaptar con inteligencia las consignas generales recibidas,
y
2. Rendir cuenta periódicamente de su misión y del apostolado de cada socio.
• DEBERES PREVIOS
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• DEBERES COMPLEMENTARIOS
Queda dicho que la conducción del apostolado celular es el deber fundamental del
Jefe. No debe ser, sin embargo, el único. El Jefe es el responsable de un apóstol, es
decir de un hombre completo y para conducir el apostolado celular es preciso simul-
táneamente preocuparse por toda la vida apostólica del militante y de muchos de sus
problemas formativos. Esta amplitud de los deberes del Jefe se advierte sobre todo
en el Jefe del Grupo, ya que éste debe guiar a sus socios en la parte de responsabili-
dad que les corresponda dentro de las campañas colectivas y servicios juveniles que
organiza el Centro; debe vigilar su cumplimiento reglamentario (asistencia, cuota,
distintivo, etc.); y debe también preocuparse por la formación completa de los mis-
mos, abarcando para ello todos los problemas de edad, ambiente, y profesión que
puedan tener. Para cumplir esta delicada misión recurrirá a las reuniones de Grupo, a
las charlas personales, a la circulación de libros, folletos y revistas dentro del Grupo
y al acercamiento de sus socios al P. Asesor, del cual será siempre un instrumento
responsable.
PRIMER TIEMPO:
EL ESTUDIO DEL AMBIENTE
Tanto para poner en marcha los Grupos o Equipos creados, como para coordinar el
apostolado celular subsiguiente, es conveniente la reunión de todos los miembros
de aquellos. Esta reunión tiene características especiales. Es una reunión que no tie-
ne fecha, lugar ni temas fijos. No es una reunión impuesta por reglamento sino una
reunión que surge espontáneamente como una necesidad.
Se realiza en la Parroquia o en el club, o en la plaza o en la casa de algún socio. Se
trata en ella, al principio, todo lo necesario para organizar el apostolado celular,
entusiasmar a los socios y aclarar ideas. Luego habrá que comenzar el estudio del
ambiente en su aspecto general, religioso, moral y económicosocial
Mas tarde se estudiarán las primeras consignas, las posibles campañas o servicios a
cargo del Grupo o del Equipo. Habrá que estudiar así mismo a los componentes del
ambiente, clasificarlos según sus ideas religiosas , morales, etc.
Otro tema de estas reuniones será el balance de los resultados obtenidos en cada
consigna o en cada campaña, para sacar enseñanzas para el futuro. Todo esto vale
tanto para las reuniones de Grupo como para las de Equipo. Ellas son muy semejan-
tes, pero no iguales.
Las reuniones de Equipo son casi exclusivamente apostólicas; siempre se realizan
para alguna actividad inmediata.
Aunque las reuniones no tienen fechas fijas, la experiencia indica que no deben
dejarse pasar muchas semanas sin ellas, pues de lo contrario el Grupo o el Equipo
pierden su unidad.
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1. una visión clara, precisa y lo mas completa posible de las realidades vivientes,
concretas, de éste nuestro mundo contemporáneo, de cuya dolorosa gestación so-
mos testigos y, en gran parte, actores: de sus concepciones, de sus ideas, sus leyes
sus prejuicios, sus costumbres, sus errores , sus posibilidades de redención, sus vir-
tualidades para el bien... Para ver hace falta mirar. Para mirar es necesaria la humil-
dad.
Ver esta realidad en la que estamos sumergidos –pues somos parte de este mundo-
es como hacer el exámen cuidadoso del enfermo, hacer nuestro propio diagnóstico,
porque padecemos algo de su enfermedad; todos tenemos algo de liberal... de socia-
lista... de naturalista... de racionalista... Hemos sufrido la influencia de este mundo.
2. luego, juzgar, confrontar esa realidad actual con lo que debe ser, con el plan
divino, examinarla a la luz de la doctrina de Cristo, a fin de formarnos un juicio per-
sonal, motivado, exacto, acerca de la actitud que debemos tomar, como bautizados
y confirmados –como apóstoles- frente al mundo contemporáneo. Juzgar es el diag-
nóstico que hace el medico a su enfermo después de haberlo examinado.
Para adquirir este juicio personal hacen falta la sabiduría y la prudencia. En efecto, nos
proponemos hacer prevalecer entre nuestros contemporáneos una noción de la vida
humana que aplique los principios eternos del Evangelio a las realidades terrenales y
que en cierta manera los incorpore, los encarne en ellas. Ahora bien, esto exige que
el Dirigente de A.C., inspirándose en el sentir común de la Iglesia y acomodándose
al juicio de la prudencia, sepa resolver los problemas que plantea incesantemente el
desenvolvimiento de la sociedad actual. No saldrán airosos en este empeño si no han
estudiado largamente la doctrina de la Iglesia y la Teología. Si hemos de imprimir una
forma, un orden, en este mundo contemporáneo, es necesario poseer, antes, esta
forma intelectual en nosotros mismos, es indispensable que primero ordenemos,
rectifiquemos nuestra propia cabeza, nuestra inteligencia. La primera conversión co-
mienza por la inteligencia, dice Santo Tomás.
Visión realista de nuestro mundo.
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3. por fin, actuar : es la “presencia activa” de los católicos en todos los campos y
ambientes. Presencia de levadura en la masa. No de acomodo, para escalar, sino de
testigos de la verdad, para decirla y vivirla y con ello ir imprimiendo forma y orden a
ese ambiente en que nos ha colocado la Providencia.
Actuar es aplicar el tratamiento prescripto por el medico después del diagnostico.
Para actuar la condición fundamental es la caridad dentro de la disciplina.
El celo apostólico es la llama de esa caridad. Se alimenta con un amor personal, apa-
sionante, generoso, sin reserva a Cristo. Ve en la empresa de Cristo y de la Iglesia su
propia empresa, a la que se entrega incondicionalmente.
Andemos esas tres etapas: veamos, juzguemos, para que nuestra acción sea eficaz.
Pese a la importancia que tienen las reuniones en la vida del Grupo o del Equipo,
no son ellas el vínculo principal de unión entre sus miembros ni el medio mas eficaz
para conducir el apostolado celular. Ese lugar corresponde a la conversación entre el
Jefe y cada uno de sus socios. Hay que pensar que el estudio general del ambiente
no basta. El apostolado celular, aunque organizado, es esencialmente personal. El
Jefe debe conocer, pues, la situación individual de cada socio, sus compañeros, sus
dificultades y sus posibilidades para poder orientarlos correctamente y controlar su
apostolado celular. Y naturalmente solo puede lograrse por la conversación “mano
a mano”, amistosa, intima, libre de toda atadura de tiempo y lugar, interrumpida y
reanudada en cualquier momento. El Jefe que no supiera conversar y no se esforzara
por aprenderlo está anulado como Jefe.
Mas no es esta la única razón de la importancia del contacto personal entre Jefe y so-
cios. Pensemos que tanto el Grupo como el Equipo lo pueden multiplicar sus reunio-
nes, pues se correría el riesgo de ocupar todo el tiempo libre del socio en reuniones,
cosa a la vez abusiva e ineficaz. No existiendo el vínculo que crean las reuniones fre-
cuentes, hay que asegurar, con ese permanente contacto la coordinación y la unidad
de todos los socios. Nunca es el Jefe tan Jefe como cuando conversa de hombre a
hombre, de corazón a corazón con sus muchachos.
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Los Jefes deben acostumbrarse a ser rigurosos consigo mismos si quieren conducir
de verdad a sus socios. Nada debe quedar en el aire, nada debe permanecer vago,
indeterminado, dudoso. Si no se concreta bien la meta, nunca llegaremos a ella. Por
eso, después de un estudio general del ambiente o de un estudio individual de un
socio, deben preguntarse: ¿qué se saca en limpio de todo lo dicho?. Eso obliga a
elaborar un plan que si es escrito, es mucho mejor. La elaboración de planes, aunque
sean provisorios, disciplina y habitúa al método. En esos planes deben enumerarse
las soluciones, directivas y consignas sugeridas por el estudio de la realidad. Este es
el “Obrar” del método “Ver-Juzgar-Obrar”.
Una advertencia hay que hacer sobre estos planes. Si su fin es ayudarnos a condu-
cir el Grupo o el Equipo, sería ilógico que nos esclavizáramos a ellos. Nada hay tan
variable como la realidad. En consecuencia, un plan realista, sobre todo si es a largo
plazo, debe sufrir siempre alguna modificación.
Para terminar recordemos que lo primero que debe proponerse el Jefe en los prime-
ros estudios con sus socios es la constitución de la célula de cada uno de ellos, de
acuerdo a las normas dadas anteriormente.
El estudio del ambiente y de la situación de cada socio –primer tiempo del aposto-
lado celular- se realiza para poder dar consignas apropiadas. La consigna – segundo
tiempo del mismo – es una directiva concreta inmediata, cuyo fin es dirigir u orientar
el apostolado celular del socio. Su importancia es extraordinaria porque si ella no
se da, o se da mal, o no se cumple, el apostolado celular queda reducido a cero. La
consigna es el eslabón que une el apostolado personal del socio con la organización
colectiva, y si ese eslabón se rompe, toda la organización ha sido inútil.
Así como en el estudio del ambiente hay que distinguir el estudio individual de
cada socio, en las consignas hay que distinguir las generales de las individuales.
La consigna general se da a un conjunto de socios que pueden ser todos los so-
cios de la A. C., todos los socios de la Diócesis, del Centro, del Grupo o del Equipo.
La consigna individual se da a un socio, para todos o algún miembro de la célula (por
ejemplo: entregar un libro determinado a un compañero de estudio). Hacemos esta
distinción para dejar sentado desde un principio que el apostolado celular no puede
quedar reducido a las consignas generales impartidas de tarde en tarde, sino que
debe bajar a los casos individuales y dirigir con consignas también individuales todas
las posibilidades apostólicas del socio.
Daremos ahora algunas reglas orientadoras para la elección de consignas, tanto
generales como individuales.
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las circunstancias.
Finalmente, conviene concretar el tiempo para la ejecución de la consigna. Un plazo
indefinido es muerte anticipada de la Consigna. Un plazo demasiado corto ahoga y
traba al socio, sobre todo al principio, cuando carece de experiencia y debe pensar
bastante y tomar coraje antes de obrar.
• RELACIONAR Y COMBINAR
LAS CONSIGNAS
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Volvemos a repetir la consigna no debe ser nunca artificial. Debe responder siempre
a una necesidad real de los ambientes. Y como esas necesidades están relacionadas
entre sí y solo puede satisfacérselas progresivamente, las consignas deben estar mas
o menos relacionadas y guardar cierto orden progresivo.
Un Centro de jóvenes dio en un mes estas cuatro consignas generales: invitar a una
Misa de Acción de Gracias, hacer leer un folleto sobre comunismo, eliminar las malas
conversaciones del ambiente y hacer suscripciones de tal revista. ¡Error funesto! .
Cada una de esas consignas, si verdaderamente se las quería cumplir a fondo, re-
querían mucho mas tiempo que el señalado. Por otra parte, ningún Centro puede
mantener un tren de una consigna general por semana, cuando esas consignas no
están perfectamente relacionadas entre sí.
Salvo en aquellos casos imprevisibles que requieren una solución inmediata, las con-
signas deben seguir cierto orden progresivo.
Ellas van jalonando una obra de penetración, lenta sí, pero inteligente y orgánica;
obra en la que el socio no se limita a cumplir mecánicamente la consigna sino que
pone toda su iniciativa para adaptarla y complementarla de acuerdo a su situación
personal.
Esto último pone de manifiesto la necesidad de combinar las consignas generales
con las individuales. Al cumplir una consigna general –por ejemplo, la entrega de
una revista- el socio descubre problemas nuevos que deben ser solucionados. Tal vez
un compañero se muestra disconforme con algún artículo juzgándolo inconsciente
o erróneo. Este solo hecho puede dar lugar –en el caso que citamos por ejemplo- a
que el socio le presente un libro sobre el mismo tema, o que le presente a otro ami-
go a un sacerdote para conversar sobre este asunto. Para todo esto será necesaria la
orientación del Jefe, es decir, la preparación de una o más consignas individuales. Es
aconsejable, entonces, dejar cierto espacio de tiempo entre las, consignas generales,
para dar lugar a los Jefes para estudiar sus resultados y sobre ellos impartir consignas
individuales que amplíen la brecha abierta por las generales.
Téngase presente que en el apostolado celular la consigna individual es la que da
siempre el toque definitivo. La conquista de un hombre no puede lograrse con con-
signas generales. Ambas consignas se complementan mutuamente. Solas, resulta-
rían ineficaces.
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nes íntimas entre esa consigna inmediata y otras futuras, y la relación entre todas
ellas y la conquista final del ambiente. Si un mes se da como consigna “aprender el
nombre completo de cada uno de aquellos que vemos diariamente en la ocupación”,
daremos un tono casi infantil al apostolado celular. Pero si esa consigna se engloba
en otra mayor que es “saludar todos los días sonrientemente a todos ellos”, y a su
vez se relaciona esta consigna con una campaña de dos o tres meses destinada a in-
teresarnos sinceramente por todos nuestros compañeros, comenzando por conocer
sus nombres, sus familias, sus ideas, el resultado será muy distinto. Los muchachos
comprenderán que se trata de algo serio e importante y se dispondrán a prestarle su
atención.
• DEJAR UN MARGEN A
LA INICIATIVA INDIVIDUAL
La consigna debe ser concreta para mover la voluntad del militante, no para encade-
narla. Lamentable papel desempeñaría un Jefe que aplastara la iniciativa de sus so-
cios, convirtiéndolos en ejecutores mecánicos y ciegos de sus consignas. Si hay algo
que distingue o debe distinguir a un Jefe es la capacidad de despertar entusiasmo y
la iniciativa. Toda consigna debe dejar margen a la iniciativa del militante para que él
pueda adoptarla y pefeccionarla. Para ser sinceros debemos decir que el apostolado
celular será una realidad victoriosa el día en que los socios se hallan habituado tanto
a su nuevo trabajo de penetración en los ambientes, que la conducción del Jefe pase
a segundo plano, para dar preeminencia a la iniciativa personal, ingeniosa, enérgica,
múltiple, flexible y arrolladora de los socios. Entonces cada socio habrá obtenido
“autonomía de vuelo” y será, si puede así decirse, Jefe de sí mismo.
• NO ESPERARLO TODO...
Las consignas generales pueden ser de orden diocesano, o aún nacional; pero
siempre requerirán ser adaptadas, desmenuzadas, convertidas en concretas e indivi-
duales.
He aquí el arte del Jefe y el arte del militante: adoptar las consignas y los planes a su
condición individual y a sus problemas de ambiente.
He aquí el secreto de la especialización. La especialización no es una organización,
sino una adaptación.
Cada uno debe hacer su trabajo; no lo esperará del Consejo, de la Junta, ni aún de
su Comisión Directiva.
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Con el control del cumplimiento de la consigna se cierra el ciclo del apostolado celu-
lar. Este control –lo llamaremos así pese a que la palabra es poco simpática- es abso-
lutamente necesario el apostolado celular por dos motivos. En primer término ¡cómo
se podría tenerse la seguridad de que el socio cumplió la consigna si no se controla
su cumplimiento?. Y en segundo lugar ¿cómo preparar las consignas futuras si no se
conoce el resultado de las anteriores?
Ambas razones exigen que, como complemento de la consigna, el Jefe converse con
sus socios para oír la relación de su acción personal tendiente a cumplir la consigna
impartida. Eso es, en suma, el control.
Gracias al control el apostolado celular se convierte en una cadena sin fin: se estu-
dia el ambiente para dar una consigna general; el socio cumple la consigna y rinde
cuentas al Jefe; ambos vuelven a estudiar los resultados de la primera consigna y
fijan otra, que puede ser individual, para completar la primera; vuelve el socio a in-
formar al Jefe y así sucesivamente hasta conquistar todo el ambiente, meta que si no
alcanzamos a ver realizada nosotros, la verán aquellos a quienes nosotros hayamos
abierto el camino.
• MODO
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El modo se adivina. Debe ser tolerante y a la vez firme, amistoso y serio, espontáneo
y estudiado. Si el Jefe logra ser el mejor amigo de sus socios no tendrá dificultades.
Debe privar en el Jefe el deseo de ser útil al socio, antes que el de exigir cuentas de
su responsabilidad. Hay socios que no trabajan por pereza y negligencia, pero aún
a ellos no se conseguirá moverlos sino con buenas maneras. Es necesario pedir a
los Jefes mucha paciencia y mucha perseverancia, que son las virtudes de todos los
comienzos. Muchas desilusiones se llevarán al principio. Serán mal interpretados y
desobedecidos. Pero si el Jefe resulta invulnerable a esos fracasos inevitables de la
primera hora, y su rostro no pierde la sonrisa del optimismo y el entusiasmo, el triun-
fo no tardará en llegar
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• EL APOSTOLADO CELULAR,
ACTIVIDAD CENTRAL
• ORGANIZACION Y JERARQUIZACION
DE ACTIVIDADES
• DISTRIBUCIÓN DE CARGOS
Los dirigentes son escasos. ¿Cómo distribuirlos?. Hagámoslo con el mismo criterio
empleado para las actividades. Ciertamente que el ideal es que todo socio, aparte
del apostolado celular, sea responsable de alguna actividad tales como Secretaría,
Tesorería, Educación, Publicidad y Propaganda, Moralidad, Económico-Social, la di-
rección del Curso de Cultura Religiosa, y hasta la misma Delegación de Penetración,
que pueden repartirse entre los socios según sus aptitudes e inclinaciones, después
de haber llenado los cargos principales que son aquellos que exigen una conducción
directa de hombres y no solamente de actividades personales. La conducción de
hombres es lo que caracteriza al jefe. Y ella corresponde en primer plano al Presiden-
te (Jefe de Jefes) y luego al Delegado o Delegada de Aspirantes o Niños (Jefe de los
Aspirantes o Niños), a los Jefes de Grupo, al Delegado de Juniores o Seniores (que
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puede ser algún Jefe de Grupo integrado por juniores y Seniores) y al Delegado o De-
legada de Provisorios. Estos son los cargos más importantes del Centro y los primeros
que deben ser distribuidos.
Si en el Centro no hubiera socios suficientes, un mismo socio podrá tener dos cargos.
Por ejemplo, Jefe de Grupo y Tesorero. Pero la actividad principal será para el socio el
Grupo, porque en el primero se juega el destino de hombres, es decir de almas, valor
supremo dentro de la organización.
“Está bien –dirá alguien después de haber leído las páginas anteriores, todo está
bien; pero sucede que en mi Centro o en mi Círculo somos tan pocos que ni siquiera
se pueden organizar Grupos”
¿Tendrá que renunciar ese Centro o Círculo al Apostolado Celular?. Eso será ridí-
culo y absurdo. Los Grupos no son un fin sino un medio. Y lo menos que se puede
pedir a un dirigente es que no confunda ambas cosas, es decir, que sepa adaptar una
directiva general a una realidad inmediata.
La adaptación es una tarea que requiere por parte del dirigente:
• TIPO MAXIMO
Todo Centro está dividido en Grupos, ya sea por afinidad, ya sea por profesión. El
Presidente no tiene ningún Grupo a su cargo.
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La división por afinidad permite las combinaciones más variadas. De ella no se pue-
den dar mas que ejemplo al azar; tendríamos en la J.A.C. Grupo Deportes, Econó-
mico-social, Colegio Nacional, barrio Oeste, etc., si no se tiene una característica que
pueda distinguirlo, se le darán nombres especiales: letras, números o patronos.
La división por profesión permite una clasificación más exacta. Teóricamente, un Cen-
tro de Jóvenes que abarcara socios de todas profesiones y edades tendría los Grupos
que aquí enunciamos: Obreros Juniores, Obreros Seniores, estudiantes Juniores, Es-
tudiantes Seniores, Empleados Juniores, Empleados Seniores, Independientes Junio-
res, Independientes Seniores, Agrarios Juniores, Agrarios Seniores. La enumeración
es teórica porque difícilmente un Centro podrá ser tan heterogéneo, pese a que la
heterogeneidad en este caso es un bien que debemos desear.
En la A.H.A.C.: Grupo de Empleados de Comercio, de oficinistas, de obreros, de pro-
fesionales, etc.
En las ramas femeninas de modo semejante
• TIPO MEDIO
EL Centro tiene un número suficiente de socios pero por distintas razones (falta mo-
mentánea de Jefes, conveniencia de marchar gradualmente, etc.), no llega a estar
totalmente dividido en Grupos con sus respectivos Jefes. Pueden darse casos diver-
sos. Por ejemplo: una parte del Centro está dividido en Grupos y la otra sigue como
hasta ahora. Otro ejemplo: como no hay jefes para todos los Grupos, el presidente se
encarga provisionalmente de uno de ellos
• TIPO MINIMO
El Centro tiene tan pocos socios que no puede dividir en grupos o, teniendo cierto
número como para permitir una división, carece en absoluto de Jefes. En este caso
todo el Centro se considera un solo Grupo y el Presidente hace las veces de Jefe. ¿Un
Centro de un solo Grupo? ¿Y que tiene de extraño?. Mientras se respete la “idea fun-
damental” del apostolado celular y se aplique su técnica (célula, consigna, control,
etc.) estaremos mejor que en un Centro con muchos Grupos, pero donde el aposto-
lado celular sólo existe en el papel.
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La organización ha de ser la misma. Cada grupo con su Jefe de acuerdo a los cursos
en que actúan los estudiantes, a los ambientes en que actúan los profesionales; o
divididos por carreras, o por Escuelas o facultades.
Incluso en los Centros y Círculos Internos este trabajo en Grupos será utilísimo para
lograr una verdadera formación apostólica.
TERCERA PARTE
LA ACCION PERSONAL
• Ejecución de la conquista
Al estudiar la organización del apostolado celular se pudo observar que ella tien-
de, en síntesis, a preparar y ejecutar eficazmente las consignas. la consigna es, efec-
tivamente, el eslabón que une la organización con la acción personal del socio en su
propio ambiente. Se pudo ver, así mismo, que las consignas debían guardar entre sí
cierta coordinación y orden gradual. No pueden ellas convertirse en hechos aislados
y arbitrarios. Por el contrario, vistas en conjunto, deben ser etapas o momentos de
una sola empresa; mojones que señalan el camino e la conquista de un alma para
Cristo.
Conviene, por lo tanto, después de haber estudiado la organización colectiva,
hacer lo mismo con la acción personal y ésta es lo fundamental.
Con ello ayudaremos a los socios a desempeñarse en su tarea de penetración
ambiental; y a la vez daremos a los Jefes una guía para ordenar las consignas –espe-
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Estudiaremos sucesivamente:
- Toma de posición
- Preparación
Ø ejecución de la conquista
- Consolidación de la conquista
- Multiplicación de la conquista
EL APOSTOL-CELULA
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sino de ser
¿Y que debe “ser” entonces el apóstol de la Acción Católica? Se ha dado de él
una hermosa y exacta definición”: El hombre que vive su vida de Cristiano, apostó-
licamente, en la unidad de la A.C., con mandato de la Jerarquía”. A esta definición
–explicada extensamente en “Juventud de Acción”- el término “apóstol-célula” sólo
agrega la idea de un método especial de apostolado: el apostolado celular.
Apóstol-célula significa que no se concibe un apóstol desvinculado del ambiente,
aislado o inmóvil. El apóstol debe estar en constante irradiación de vida y verdad.
Aquellos que reciben permanentemente esa irradiación forman con el apóstol una
sola célula, campo de ejecución de las consignas del apostolado celular.
Brevísimamente señalaremos los deberes que dentro del plan del apostolado
celular tiene el apóstol-célula, para luego, en las páginas siguientes, hacer el proceso
de su penetración y conquistas.
• DEBERES FUNDAMENTALES
El apostolado celular exige al socio una relación constante con las dos bases de ope-
ración del mismo: el Grupo y el Equipo. Un socio que no está vinculado al Equipo
de su ambiente traiciona sus deberes apostólicos fundamentales, abandona a sus
compañeros, se pasa al enemigo.
Por lo tanto, en el Grupo como en el Equipo, el militante de la A.C. debe:
1) Dar cuenta de la formación de su célula.
2) Colaborar con el estudio del ambiente.
3) Recibir y cumplir eficazmente las consignas.
4) Informar sobre su cumplimiento.
Lo que dijimos de los deberes previos y complementarios del Jefe puede aplicarse co-
rrelativamente al socio. Para poder cumplir los deberes fundamentales, el socio debe
formarse sólidamente, y debe participar de todas las demás actividades apostólicas
y formativas del Grupo y del Equipo. Pero por sobre todo, debe recordar siempre lo
que se dijo del espíritu del apostolado celular y de la triple relación con Dios, con los
hombres del ambiente y con la A.C.
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LA TOMA DE POSICION
Lo primero que debe hacer el apóstol al incorporarse a un ambiente o al decidirse a
realizar en él un trabajo serio de penetración, es fortalecer su posición moral ante los
demás. A esto llamamos “toma de posición”. Sin haberse hecho fuerte en el propio
puesto, cualquier avance posterior resulta imposible o, cuando menos, peligroso.
Para lograrlo recordemos las siguientes normas:
• DAR TESTIMONIO
Siempre se ha hablado del ejemplo, considerándolo como primer deber del apóstol.
La palabra testimonio es, sin embargo, mas exacta. Mas que dar ejemplo de vida
cristiana, el apóstol da testimonio de Cristo. Su vida es intachable porque él debe
hacer sensible la verdad del cristianismo y la posibilidad de la vida cristiana. Por eso
no dar ejemplo es ya dar escándalo; mas aún: es traicionar a Cristo echando sobre Él
la vergüenza de la propia vida. De nada vale una definición valiente si luego no se es
consecuente con esa definición. Nunca se es demasiado celoso del propio honor, tra-
tándose de la rectitud de nuestra vida, ya sea religiosa, moral, profesional o social.
Pero, ¡atención!, el apostolado no reside en el simple testimonio, el apóstol de la A.C.
se ha comprometido, además de la oración y el ejemplo, al apostolado de la acción.
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LA PREPARACION DE LA CONQUISTA
Los hombres (varones y mujeres) no pueden reducirse a un tipo único y teórico. Cada
hombre es un ser distinto de los de más y el apostolado tiene que tener en cuenta to-
das sus características individuales. Conviene intentar una clasificación aproximativa:
incrédulos, indiferentes, pecadores, tibios, buenos posibles apóstoles. Eso obligará a
aguzar la atención y creará un excelente hábito de preocupación apostólica.
Entre los hombres ya estudiados es necesario elegir algunos para realizar con ellos
un trabajo preferente y especial, o sea, determinar los miembros de la célula. Esta
limitación del campo apostólico tiene una gran ventaja psicológica: la voluntad no se
mueve si no se determina perfectamente el objetivo. Y como es imposible conquistar
a la vez a una multitud de hombres, mientras no concentremos nuestra atención en
algunos, no haremos nada.
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Determinada ya la célula, hay que buscar un punto de contacto con cada uno de sus
miembros. Todo hombre, aún los más inabordables, tienen un flanco accesible, un
lado fácil. Por allí hay que preparar la conquista. Hay que encontrar primeramente lo
que nos une para ir luego a lo que nos separa. Lo contrario resultaría desastroso.
• TRATAR DE COMPRENDER
Es decir, colocarnos en lugar de aquellos que forman nuestra célula y comprender to-
das sus preocupaciones, sus ilusiones, sus debilidades y sus prejuicios. A los hombres
les interesan sus problemas, sus ideas y sus negocios y no los nuestros; por eso hay
que conocerlos bien para poder adaptar luego nuestro “mensaje apostólico” a sus
características individuales.
PRIMERA CONQUISTA:
LOS CORAZONES
En la conquista de un hombre (varón o mujer) hay tres etapas casi siempre inevitables:
primero, la conquista del corazón; en segundo lugar, la conquista de la inteligencia;
finalmente, la conquista de la voluntad. Esto como todas las cosas humanas debe
entenderse dentro de cierto margen de flexibilidad y relatividad. Pero nunca estará
de mas recordarlo, sobre todo en lo que se refiere a la primera etapa. Si no logramos
hacernos amar, todos los caminos se cerrarán a nuestro apostolado. Y para hacerse
amar no hay otro remedio que amar y servir. Es amando y sirviendo de verdad como
lograremos hacernos escuchar. Y eso, no sólo por una razón psicológica elemental,
sino, ante todo, por una razón eminentemente sobrenatural: el apostolado es un
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A la virtud del compañerismo se rinde culto en todas partes. Cuando se dice de al-
guien “es un buen compañero” se le abren con ello muchas puertas. Buen compa-
ñero es aquel que no le saca el hombro al trabajo, que no acostumbra “avivarse” a
costa de sus compañeros; es aquel que odia los chismes, que tiene una sola cara y
una sola palabra, que esta siempre pronto para hacer una “gauchada”, ese pequeño
servicio que tanto se aprecia. Buen compañero es el que sabe esconder cuidadosa-
mente su mal humor, que no riñe ni ofende, que sabe aceptar una broma y disimular
una ofensa, que no vive adulando a los de arriba sino sirviendo a los de abajo.
Para ser buen compañero no es necesario traer todos los días un chiste nuevo ni ser
un maestro de la “cachada”. Por el contrario, cierta reserva y corrección exterior, su-
mada a las demás condiciones del apóstol ya enumeradas, hará que nuestros com-
pañeros se confíen a nosotros y nos descubran aquellos pequeños grandes secretos
que todos los hombres necesitan compartir de vez en cuando con alguien que sean
mejor o distinto de ellos.
Para todos se debe ser el mejor compañero. Pero no de todos se puede ser amigo.
Seámoslo especialmente de aquéllos que forman nuestra Célula y de aquellos que
comparten nuestro apostolado. El mundo muere envenenado por el egoísmo. Por
eso la caridad es el arma de la hora. Muchos no comprenden el lenguaje de las ra-
zones, pero entienden el lenguaje del amor. De allí que la frialdad o la infidelidad en
los deberes de la amistad sea la muerte anticipada de todo intento apostólico. Ne-
cesitamos, por lo tanto, jóvenes que sean maestros y cruzados de la amistad y sepan
sacrificarse alegremente por ella.
SEGUNDA CONQUISTA:
LAS INTELIGENCIAS
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• IR GRADUALMENTE
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TERCERA CONQUISTA:
LAS VOLUNTADES
El apostolado es un movimiento envolvente. Hay que aislar del mal al hombre que
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• HABLAR A SOLAS
Cuando un hombre está apurado, o sale de su casa, o se halla de mal humor o muy
preocupado, es muy difícil que nos preste la atención debida. Conviene mucho más
esperar una ocasión favorable, que puede ser tanto un momento de alegría como
uno de abandono, duda o tristeza; o bien provocar nosotros mismos la ocasión con
tacto y prudencia.
LA CONSOLIDACION DE LA CONQUISTA
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• NO ABANDONAR AL CONQUISTADO
También en la vida de la gracia hay que ir por grados. No se puede presentar un pro-
grama extraordinario al que apenas la conoce. Pero tampoco se lo puede abandonar
definitivamente en los primeros escalones o en la mediocridad. Cuando sea necesario
corregirle algunos defectos, hagámoslo en lo posible en forma indirecta, después de
haber elogiado sus adelantos y hablando de nuestros propios errores.
Cuando notemos un progreso, elogiémoslo y aplaudámoslo sin reservas. Hagamos
que los defectos parezcan fácilmente corregibles. No revelemos nunca impaciencia,
desagrado o contrariedad.
Sepamos insistir naturalmente sin ser cargosos ni molestos. Y sobre todo alentemos,
alentemos mucho.
• RELACIONANDO CON UN
AMBIENTE FAVORABLE
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LA MULTIPLICACION DE LA CONQUISTA
El campo es muy extenso. Trabajando solos nunca podremos conquistarlo. Pero
hay un recurso que permitirá multiplicar nuestro apostolado: suscitar nuevos após-
toles. Ellos asegurarán la conquista del ambiente y serán a la vez una garantía de
nuestra propia perseverancia en los momentos difíciles.
• RELACIONAR ENTRE SI
A TODOS LOS CATOLICOS
Muchas veces existen elementos católicos dispersos que no actúan por falta de orga-
nización. Al comenzar a trabajar en un ambiente debe tenérselos en cuenta, dándo-
les el temple apostólico del cual carecen, relacionándolos, uniéndolos y entusiasmán-
dolos. Por supuesto que si en el ambiente hay otros socios de la A.C. aunque sean de
otras ramas, el primer contacto debe ser con ellos. Todo militante de la A.C.A. debe,
en consecuencia, colaborar con el equipo de su ambiente, o formarlo si no existe.
• PEDIR COLABORACION
Aún aquellos que aún no han sido conquistados totalmente debemos pedirle cola-
boración, a título de simple amistad hagámoslo pintar un afiche, escribir unos sobres
de invitación para una campaña apostólica, y ellos se sentirán algo solidarizados con
nuestra misión. Recordemos que el que presta un favor suele quedar mas ligado que
quien lo recibe.
Entre los mejores debemos seleccionar a aquellos que han de compartir nuestro
apostolado. Una vez seleccionados debemos formarlos o hacerlos formar y luego ha-
cerlos actuar. Todo lo que se haga para suscitar nuevos apóstoles es poco. Es preciso
buscarlos, seguirlos, llamarlos, poniendo en ello toda nuestra inteligencia, nuestra
convicción y nuestro entusiasmo.
• ORGANIZAR UN EQUIPO
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ALGUNOS OBSTACULOS
EN LA MARCHA
El curso normal de la penetración celular puede verse alternado por choques mas o
menos violentos como son las provocaciones abiertas o las tan corrientes discusio-
nes. En estos encuentros se defienden, mas que ideas, posiciones personales car-
gadas de apasionamiento, vanidad y amor propio. De allí que casi siempre resultan
perjudiciales al apostolado.
• NO BUSCAR NI PROLONGAR
LAS DISCUCIONES
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La virilidad se impone. El valor de correr los riesgos, aun los físicos, que derivan del
apostolado, es un lenguaje mas claro para mucha gente, que la lógica impecable de
un silogismo. Cuando se injuria a Dios o a la Iglesia, en su honor o en sus leyes, llegue
el momento de dar testimonio de la verdad. En ese momento la timidez no es mas
que cobardía y el silencio no es mas que deserción. Pero hay que ser también gene-
roso, sabiendo perdonar aun a los que no lo merecen; pidiendo perdón si nos hubié-
ramos excedido en la defensa; y ofreciendo la paz apenas terminada la contienda.
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APENDICE
PRIMERA PARTE:
ESTUDIAR EL AMBIENTE
a) Situación general
b) Situación religiosa
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c) Situación moral
d) Situación económico-social-política
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SEGUNDA PARTE:
Tomando como base el estudio anterior, y guiándose con las normas dadas en este
folleto, debe hacerse lo siguiente:
NOTA: esta encuesta puede ser empleada por los Equipos y por los Grupos. Su am-
plitud es muy grande y, por lo tanto, habrá cosas que solo se podrán estudiar a fon-
do mas adelante. Por otra parte, ella contiene algunos puntos (salarios, enseñanza
religiosa, etc.) sobre las cuales, cuando llegue el momento de estudiarlos a fondo,
convendrá hacer encuestas especiales con mas detalles y ejemplos
2. EJEMPLOS DE CONSIGNAS
Para dar a los Presidentes y Jefes una idea de la variedad de consignas que pueden
impartirse en el apostolado celular y para ayudarlos a seleccionarlas conveniente-
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Estas consignas se prestan tanto para consignas generales como para individuales.
Hacer leer “Criterio” u otra revista católica, un diario, un folleto o un volante cual-
quiera.
No es necesario que se los haga leer íntegramente. Basta a veces, como consigna,
la lectura de un capítulo o de un artículo particularmente interesante.
Muchas veces en los diarios aparecen noticias muy interesantes desde el punto
de vista católico, que pasan inadvertidas para la mayoría de la gente. Otras veces los
diarios esconden cuidadosamente informaciones que conviene divulgar. Un discurso
del Papa, una de las frecuentes contradicciones del Comunismo, un acto realizado o
por realizarse, etc. , son circunstancias que se presentan para preguntar al compañe-
ro: “¿Viste el diario de ayer? ¿Que te pareció tal cosa?...¡Cómo! ¿No la viste?”
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Ejemplo: organizar una Misa de acción de gracias, o por los compañeros fallecidos.
Lograr para un acto cualquiera (fiesta patria, aniversario, etc.) se invite a un orador
católico. Eliminar leyendas o figuras inmorales. Colocación de un crucifijo. Eliminar
libros inmorales o anticristianos de una biblioteca. Hacerse presente en un organis-
mo gremial o directivo. Organizar algún servicio social.
Como se puede comprobar, estas consignas se distinguen de todas las demás por-
que por lo general no tienen un destinatario determinado. Ellas rompen los límites
de la Célula. Son verdaderas “misiones” de “penetración”
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ADVERTENCIA FINAL
Casi está demás decir que este folleto no es para leer y guardar, sino para leer una
y más veces hasta que el contenido se encarne en la vida de cada uno de los militante
de la A.C.A.
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