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LIBRO DE TRABAJO

OBRAS MISIONALES PONTIFICIO EPISCOPALES DE MÉXICO


CONGRESO NACIONAL JUVENIL MISIONERO

“JÓVENES CON CRISTO, CALLEJEROS DE LA FE”


Primera Edición Julio 2015
Libro de Trabajo para el XII CONGRESO NACIONAL JUVENIL MISIONERO

D.R. Obras Misionales Pontificio Episcopales de México A.R.


Prolongación Misterios 24,Col. Tepeyac Insurgentes. C.P. 07020 México, D.F.

Comentarios y sugerencias:
ompe@ompemexico.org.mx
www.ompemexico.org.mx

Tels: (55) 5750 0544, Lada sin costo. 01800 561 67 80

La reproducción total o parcial de esta obra - incluido el diseño tipográfico y de portada-,


sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, queda absolutamente prohibida.

Autores:
OMPE MÉXICO

ISBN: en trámite
Impreso en México

2 XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015


Índice
CONVOCATORIA .................................................. 4 TEMA 3 ........................................................... 20
Mi conversión permanente
Carta Mons. Guillermo Ortíz Mondragón ..... 5
Obispo de Cuautitlán TEMA 4 .......................................................... 25
Mi lugar en la Iglesia
Carta Mons. Fabio Martínez Castilla ............... 6
Arzobispo de Tuxtla Gutiérrez TEMA 5 .......................................................... 30
“Jóvenes callejeros de la Fe”
Carta Pbro. José Ayala Madrigal ...................... 7
Director Nacional de las Obras Misionales Pontificio CONCLUSIÓN .............................................. 35
Episcopales de México
HIMNO .......................................................... 36

INTRODUCCIÓN ................................................... 8 ORACIÓN XII CONAJUM ........................... 37

TEMA 1................................................................... 10 ORACIÓN POR LA PAZ .............................. 38


El encuentro personal con Cristo misionero
PÓSTER .......................................................... 39
TEMA 2 .................................................................. 15
Itinerario formativo del discípulo misionero
CONVOCATORIA

4 XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015


S.E. Mons. Guillermo Ortíz Mondragón
án
2015po de Cuautitl
XII CONAJUM · CUAUTITLÁN Obis 5
Presiden te del XII CON AJUM
o
CONAJUM: Pentecostés Juvenil Misioner

México entero:
Queridas y queridos jóvenes de nuestro
nuestro Señor
a, deseando que la paz y la alegría de
Les mando un abrazo lleno de esperanz preparación
y les llenen también de entusiasmo en su
Jesucristo reinen en ustedes y sus familias, julio de 2015.
Nacional Juvenil Misionero (CONAJUM) de
para su participar en nuestro XII Congreso
actualmente
io de la nueva etapa evangelizadora que
Todos, como discípulos misioneros en med XII CONAJUM,
importante celebración que se avecina: el
vivimos, nos alegramos sobremanera por la CRISTO,
de Cuautitlán, con el lema “JOVENES CON
que tendrá lugar en la Diócesis hermana tra fe que la
Iglesia en salida, jóvenes orgullosos de nues
CALLEJEROS DE LA FE”, porque somos una
compartimos con gozo.
do todo nuestro
fiantes dificultades por las que va atravesan
Queridas/os jóvenes, en medio de las desa desesperanza,
por la violencia, la injusticia, la pobreza y la
país, dificultades dolorosamente marcadas s como Iglesia
ficado: jóvenes con Cristo comprometido
este CONAJUM adquiere un profundo signi transformador
jóvenes, luz y sal del mundo y fermento
en la transformación de nuestra sociedad; nes diciéndoles:
Francisco que en Filipinas invitó a los jóve
para nuestro México. Escuchemos al Papa ión, sino sean
sean ‘jóvenes museo’, llenos de informac
“Jóvenes no tengan miedo de amar”. “No
r”.
sabios, aprendiendo a amar y dejándose ama
zón abierto.
gran fiesta misionera y nos espera con cora
La Diócesis de Cuautitlán ha preparado una ada por la
tés juvenil misionero, una celebración marc
Seamos parte de esta fiesta, un Pentecos ión de la paz
icio y el compromiso por la construcc
alegría, el entusiasmo, la voluntad de serv
os amigas/os.
que las/os caracterizan a ustedes, queridas/
ha esperanza este Cuaderno de trabajo.
Les presento con mucho gusto y con muc
esfuerzo de mucha gente comprometida
Sepan que tienen en sus manos el fruto del
ia. Se trata de un material que ha surgido
con la misión evangelizadora de la Igles
Episcopal de Misiones, de la cual soy
de la efectiva comunión entre la Dimensión
ificio Episcopales de México y la Iglesia de
el Responsable, las Obras Misionales Pont
Obispo Guillermo Ortiz Mondragón.
Cuautitlán, encabezada por mi hermano el
n
muy útil para prepararnos para la celebració
Este Cuaderno de trabajo ofrece una ayuda ión. Espe ro
necesita una buena preparac
del XII CONAJUM, ya que una gran fiesta
es que aquí se les proponen y que con ellas
que puedan aprovechar las reflexion
así reavivar su compromiso con la
puedan avivar aún más su entusiasmo y
/os jóvenes, nuestras sociedades
evangelización del mundo entero. Queridas
que sean “jóvenes con Cristo,
necesitan de su valiente testimonio, necesitan
nuestro Congreso. No dejen de
callejeros de la fe”, según reza el lema de
sus esfuerzos por demostrarles
ser valientes y generosos, y no desistan en
o otro mundo es posible, otro
a todas las demás personas que con Crist
ano.
mundo más justo, más humano, más herm
tro Señor Jesucristo, el
Que la paz plena que vino a traernos nues
s. Les envío un fuerte
misionero del Padre, inunde sus corazone
abrazo.

Su servidor

S.E. Mons. Fabio Martínez Castilla


6 Arzobispo de Tuxtla Gutiérrez
l de Misiones
Responsable de la Dimensión Episcopa
Queridas/os jóvenes de México:
colme
quien siempre nace y renace la alegría,
Jesucristo, el misionero del Padre, con
Que la paz y el amor de nuestro Señor
a.
sus vidas y las llene de gozo y esperanz
importantes que la Iglesia misionera
nues tros jóven es, prep aramos uno de los acontecimientos más
Con la mira da pues ta en AJUM). El equipo de las Obras Misionales
reso Nacional Juvenil Misionero (CON
que peregrina en México realiza: el Cong Misiones y la Diócesis de Cuautitlán,
nos
unión con la Dimensión Episcopal de
Pontificio Episcopales (OMPE), en com parti cipar en el XII CON AJUM .
jo, que nos ayudará a prepararnos para
permitimos presentarles el Libro de traba
.
rio que consta de cinco temas generales
os es en realidad un itinerario preparato
El material que ahora tienen en sus man o al núm ero de cont inen tes que hay en
jos adoptamos el número cinco, aludiend
Tradicionalmente en este tipo de traba nues tra men te y cora zón. Este simbolismo nos lleva a fortalecer
estar siem pre prese ntes en
nuestro planeta y que debe n nes de la Tierra”, a fin de que todos
ienci a de esa misió n sin front eras, que se extiende hasta los “los últimos confi
nuestra conc
nto de la Verdad.
conozcan a Cristo y lleguen al conocimie que son fruto de una serie de reflexione
s
a usted es dirig imos los contenidos de este Libro de trabajo, por la
Muy queridos jóvenes, distin tas pers onas apas iona das
go responsable, cordial y profundo entre
atentas a nuestra realidad y de un diálo a ustedes, a ser discípulos misioneros
y
n de Cristo, el misio nero del Padr e, que nos invita a todos, y en especial
misió
callejeros de la fe.
Pero también sabemos
difíci l y muc has vece s dolo roso contexto por el que atraviesa nuestro país.
Estamos conscient es del ranza para nuestro pueblo. Queridos
opor tunid ad de ofrecer un signo claro de paz y de espe s
que este Cong reso es una sición y capacidad para entablar relacione
y espontánea, su creativa vitalidad, su dispo
jóvenes, sepan que su alegría profunda la construcc ión de una socie dad más justa y
ganas intensas de comprometerse en
de una amistad franca y auténtica y sus y reno vado r para todo s nosotros. ¡Muchachos, no teman en ofrec
er
ierte n en una boca nada de aire fresc o a!
más libre, se conv hace a la Iglesia de nuestra patri
profundo y alentador que tanta falta le
con alegría y generosidad este respiro
enlo y ‘dis-frútenlo’, es decir,
jo será muy útil para ustedes; aprovéch
Confiamos en que este Libro de traba y com pañeras/os que son y
anse, júntense como amigas/os
‘extráiganle el fruto’. Organícense, reún nlo. Sean discí pulos misioneros
critíquenlo y compléte
léanlo, analícenlo, discútanlo e, incluso, stro, que
pre dispuestos a ir más allá con el Mae
dispuestos a estar siempre en salida, siem
la misión.
nada ni nadie les arrebate la alegría de
as para
corazón y oramos con todas nuestras fuerz
Queridas/os jóvenes, deseamos de todo risto hech o hom bre para nues tra
ifestado en Jesuc
que el amor del Padre, que se ha man de ser testig os
idad, la perseverancia y la valentía
salvación, les conceda la gracia de la fidel a Marí a de Guad alup e,
alegres del Señor de la vida y de la historia. Que Sant
y Estre lla de la evan geliz ación , los
Reina de las misiones
mate rnal cariñ o. Espe ramo s enco ntrarnos
cuide con
tras tanto
con ustedes en el XII CONAJUM; mien
este encu entro .
oremos por el éxito de
frate rnal abra zo de sus
Reciban un fuerte y
hermanos en Cristo.

¡Jóvenes con Cristo,


callejeros de la fe!

Pbro. Rafael Pérez Méndez


ión de la Fe
Pbro. Lic. José Ayala Madrigal Obra Misional Pontificia de la Propagac
Obras Misi·onal es Pontificio Episcopales de México Secretario Nacional 7
XII CONAJUM CUAUTITLÁN 2015
Director Nacional Liga Misional Juvenil
Asesor Nacional
INTRODUCCIÓN

La Misión que Dios Trino y Uno ha realizado en el mundo se hace presente en la acción evangelizadora
de la Iglesia. Así, al igual que en los primeros siglos del cristianismo, la Iglesia continúa llevando a los
límites del mundo el anuncio de la Buena Noticia de la salvación.

Sin embargo, este anuncio debe ser adecuado, no en su contenido pero sí en su presentación,
a los hombres y mujeres de cada época y lugar. Recientemente el Santo Padre Francisco nos ha
presentado la exhortación apostólica Evangelii gaudium en la que nos invita a todos los bautizados a
una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría y el entusiasmo (cf. Eg 1).

Para entrar en esta renovada dinámica evangelizadora es preciso partir del encuentro con
Cristo, misionero del Padre, que nos lleva al anuncio del Evangelio. Por eso, para prepararnos
a la celebración de la gran fiesta misionera de los jóvenes, el XII Congreso Nacional Juvenil
Misionero (CONAJUM), es preciso retomar la urgencia de una formación integral en la que,
partiendo de temas de reflexión acerca de la misión, podamos integrarnos con una visión
renovada en las actividades de la pastoral juvenil y de la animación misionera, especialmente
teniendo en cuenta la situación de nuestro país, tan necesitado del testimonio de cristianos
comprometidos por la vida, por la justicia y por la paz.

Los temas de este Libro de trabajo pretenden suscitar una reflexión que motive a un
renovado compromiso misionero, de tal forma que tanto en el XII CONAJUM como en la
vida parroquial y diocesana se refleje esta nueva etapa de evangelización a la que nos ha
invitado el Papa, en la que la alegría y la conversión sean una constante.

8 XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015


JÓVENES CON
CRISTO

FE
CALLEJEROS DE LA

XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015 9


Dios sale a nuestro encuentro constante e incansablemente. La historia de la salvación no es la historia de un
Dios que espera pasivamente a ser encontrado por la humanidad; es la historia de un Dios que ha salido, que
sale ahora y que seguirá saliendo siempre al encuentro del ser humano. Dios es quien ha tomado la iniciativa;
es Él quien ha salido al encuentro de nosotros, y lo ha hecho mediante una fuerza inigualablemente poderosa
e irresistible: el amor. Sólo el amor hace posible que una persona vaya al encuentro de otra. El amor es la causa
del encuentro personal, y, como nos lo recuerda la primera carta de Juan, “Dios es amor, y quien permanece
en el amor permanece en Dios y Dios en él” (4,16); sólo en el amor hay un encuentro con Dios; sin el amor, hay
sólo una falsa ilusión.

Como nos ha insistido nuestro Santo Padre el Papa Francisco, no olvidemos que “sólo gracias a ese encuentro
-o reencuentro- con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra con-
ciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que
humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser
más verdadero” (Eg 8).

· Algunos desafíos del mundo de hoy

Es notorio que en su reciente exhortación apostólica el Papa Francisco haya dedicado un largo capítulo ―titulado
“En la crisis del compromiso comunitario”― a reflexionar acerca de los desafíos que enfrenta la Iglesia hacia afuera

10 XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015


y hacia adentro de ella, es decir, tanto algunos desafíos del mundo actual como las principales tentaciones de los
agentes pastorales. Para identificar los más importantes desafíos del mundo de hoy debemos echar una mirada
atenta al contexto en que nos ha tocado vivir, “ya que algunas realidades del presente, si no son bien resueltas,
pueden desencadenar procesos de deshumanización difíciles de revertir más adelante. Es preciso esclarecer
aquello que pueda ser un fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios” (Eg 51). Ahora
bien, en nuestro esfuerzo por mantener esa “siempre vigilante capacidad de estudiar las señales de los tiempos”
(Es 19), constatamos que:

la humanidad vive en este momento un giro histórico, que podemos ver en los adelantos que
se producen en diversos campos. Son de alabar los avances que contribuyen al bienestar de la
gente, como, por ejemplo, en el ámbito de la salud, de la educación y de la comunicación. Sin
embargo, no podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive
precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento. El
miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados
países ricos. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen,
la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca
dignidad. Este cambio de época se ha generado por los enormes saltos cualitativos, cuantitativos,
acelerados y acumulativos que se dan en el desarrollo científico, en las innovaciones tecnológicas
y en sus veloces aplicaciones en distintos campos de la naturaleza y de la vida. Estamos en la era
del conocimiento y la información, fuente de nuevas formas de un poder muchas veces anónimo
(Eg 52).

El papa enuncia algunos desafíos que nos presenta el mundo de hoy, particularmente algunas situaciones que
vulneran a las personas de modo dramático y que las ponen en una condición muy crítica: la pobreza, la falta
de respeto, la violencia, el miedo, la desesperación, etcétera.

Hacia un discernimiento evangélico

En la exhortación apostólica Evangelii gaudium, el papa Francisco ha dedicado una primera gran parte
(que va del número 52 al 75) del capítulo segundo, que tituló “En la crisis del compromiso comunitario”, a
reflexionar sobre algunos desafíos del mundo actual. Esta breve reflexión comprende los siguientes temas:

· No a una economía de la exclusión (números 53-54)


· Desafíos de las culturas urbanas (números 71-75)
· No a la nueva idolatría del dinero (números 55-56)
· No a un dinero que gobierna en lugar de servir (números 57-58)
· No a la inequidad que genera violencia (números 59-60)
· Algunos desafíos culturales (números 61-67)
· Desafíos de la inculturación de la fe (números 68-70)

El sentido de esta reflexión no es de la realización de un análisis; de hecho, el mismo


Santo Padre advierte: “No es función del Papa ofrecer un análisis detallado y com-
pleto sobre la realidad contemporánea, pero aliento a todas las comunidades a
una «siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos» (Es 19)”
(Eg 51). La intención de Su Santidad Francisco al echar una mirada al mundo
actual no es la de iniciar un discernimiento evangélico más bien que la de
realizar un diagnóstico minuciosos y concienzudo: “Hoy suele hablarse de un
«exceso de diagnóstico» que no siempre está acompañado de propuestas
superadoras y realmente aplicables. Por otra parte, tampoco nos serviría
una mirada puramente sociológica, que podría tener pretensiones de
abarcar toda la realidad con su metodología de una manera supuesta-
mente neutra y aséptica. Lo que quiero ofrecer va más bien en la línea
de un discernimiento evangélico. Es la mirada del discípulo misionero,
que se «alimenta a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo» (Pdv 10)” (Eg 50).

XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015 11


En lo general, y casi siempre después de distintos procesos más o menos complicados, todas estas situaciones
tienen su base en una cultura individualista basada en el consumo. Con su frenético desarrollo basado en la
producción y el consumo, y que no deja a las personas desempeñar más que dos papeles: el de productores y
consumidores, las sociedades actuales han terminado por producir un fantasma que recorre todo el mundo: el
fantasma de la insatisfacción, del desánimo, de la desilusión y de la tristeza; “es una tristeza individualista —nos
dice el Papa— que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de
la conciencia aislada” (Eg 2). La cultura del consumo y del hedonismo egoísta ha terminado envuelta en la oscura
sombra de este fantasma de la tristeza, que se somatiza y se manifiesta en las cada vez más comunes y ordinarias
enfermedades de nuestro tiempo: el tedio, el fastidio, el estrés, la frustración, la depresión, el hastío, el desánimo,
la desesperanza, la pérdida del sentido…

La tristeza individualista, como una atmósfera que envuelve a nuestras sociedades, ha entrado, por desgracia,
en muchos ámbitos de nuestras vidas. Predomina en los lugares donde se instaura una rutina, como los ámbitos
laborales y otros espacios sociales, pero frecuentemente llega a entrar también en nuestros hogares. Cada vez
con más frecuencia, las personas sienten la necesidad de un escape, de un respiro, de un paréntesis, de un
descanso que les permita salir de la triste monotonía que ha llegado a inundar sus vidas. La tristeza ha instaurado
una monotonía en el ambiente, una monotonía que fomenta el desánimo y el desaliento en la sociedad.

La tristeza empuja hacia el ensimismamiento, hacia el aislamiento, hacia la reservación o hacia el distancia-
miento; la tristeza individualista va más allá de los solos gestos y actitudes exteriores. Ella opera una especie
de autismo, que conlleva una clausura de la conciencia y una ceguera del espíritu que impide ver más allá del
propio yo. Y esto termina preparando el terreno para lo que algunos analistas han llamado el ‘eclipse de Dios’
de la cultura contemporánea: “Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio
para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de
su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien” (Eg 3). Claramente, toda esta situación dominada por
la tristeza individualista apunta en dirección contraria al Evangelio. “Ésa no es la opción de una vida digna y
plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo
resucitado” (Eg 2).

Por desgracia, la atmósfera de la tristeza termina cerniéndose sobre todos. “Los creyentes también corren ese
riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida” (Eg 2).
En este sentido, la invitación que el Santo Padre incluye en su exhortación, la invitación de recuperar la alegría
que brota del Evangelio a partir de una renovación impostergable del encuentro personal con Jesucristo vivo,
está dirigida a todo cristiano, en cualquier situación en que éste se halle. “No hay razón para que alguien
piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor»
(GD 22)” (Eg 3).

Ante todo este escenario, ciertamente complejo y lleno de adversidades y grandes desafíos, hay quien podría
sentirse desalentado, desanimado, decepcionado, y que diga hacia sus adentros “pensé: «Se ha agotado
mi fuerza y mi esperanza en el Señor». El recuerdo de mi desgracia y mi amargura es ajenjo y veneno.
Constantemente lo recuerdo y me encuentro deprimido”. Pero el encuentro siempre renovado con el Señor
provoca también que esta persona pueda pensar: “Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza:
el amor del Señor no se acaba, ni se agota su compasión. Cada mañana se renueva; ¡qué grande es tu
fidelidad!” (Lm 3,18-23).

· El encuentro con Cristo

Es Dios quien ha tomado la iniciativa de salir a nuestro encuentro porque es Él quien nos ha amado primero:
“El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su

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Hijo como víctima por nuestros pecados” (1Jn 4,10)., y la manera como Dios nos ha salido al encuentro es por
medio de su Hijo: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no
perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

Ahora bien, el encuentro con ese Hijo entregado, aunque puede darse en medio de la angustia y el sufrimien-
to, no es en sí mismo angustiante ni sufriente, sino gozoso y alegre. “La alegría del Evangelio llena el corazón y
la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de
la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Eg 1).

El cristianismo tiene su origen en el encuentro de Dios, por medio de su Hijo, con la humanidad, y la vida de un
cristiano no debe ser más que un testimonio vivo y latente de este encuentro. En este sentido, el cristianismo
más que un conjunto de preceptos, en lo práctico, o de doctrinas, en lo teórico, es una forma de vida, una
manera de vivir una vida transformada por el amor, una vida reorientada por el encuentro con Dios, una vida
que ha sido llevada a nuevos horizontes, que ha sido elevada a la plenitud. Recordemos una de las enseñanzas
del Papa Benedicto XVI: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental
de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con
un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”
(Dc 1).

· Jesús, el enviado del Padre


El evangelio de Lucas nos presenta el inicio de la misión de Jesús en Nazaret, en
su mismo pueblo, precisamente en la sinagoga, donde Jesús proclama que se ha
cumplido un texto del profeta Isaías, el cual, además de definir a Jesús como ‘un-
gido’ y ‘enviado’, describe de manera muy concreta cómo llevará a cabo su misión:

“El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena
noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos, a dar
vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del
Señor” (Lc 4,18).

Esta escena puede verse como el programa de lo que va a ser el ministerio de


Jesús y, al mismo tiempo, el anuncio de lo que deberá ser el camino de la Iglesia.

Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no
decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos
convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de
Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41). La samaritana, apenas salió de
su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús «por la palabra de
la mujer» (Jn 4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar
que Jesús era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros? (Eg 120).

Jesucristo, el Hijo de Dios vivo que sale a nuestro encuentro constante e incansablemente, es el enviado del
Padre y, en ese sentido, a él corresponde de modo incomparable el título de ‘Misionero’ (con mayúscula). Él es
el misionero del Padre, el enviado de Dios al mundo para su salvación.

XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015 13


· La misión como lugar del encuentro con Cristo

El discípulo misionero que se ha identificado plenamente con el Evangelio que lo llena y que le da vida, siente
inevitablemente la urgente e incontenible necesidad de comunicarlo a los demás de manera fiel y gratuita: “¡Ay
de mí si no predico el Evangelio!” (1Co 9,16).

Ahora bien, esta necesidad incontenible de comunicar el Evangelio no es algo que violente a la humanidad ni
mucho menos algo que vaya en contra de la naturaleza humana; esta necesidad no sólo permite al hombre ir
hacia lo más profundo y auténtico de su humanidad, sino, inclusive, ir más allá de ella misma, siendo invitados
a ser, de alguna manera, más que humanos:

Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz
amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a
ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos
lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial
de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de
la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?” (Eg 8).

La comunicación del Evangelio, como deseo incontenible que experimenta el discípulo misionero, abre como
en automático un nuevo espacio de encuentro con Cristo Jesús, un espacio que es nuevo y totalmente inaudito
para quien recibe el mensaje del Evangelio, pero un espacio que también es nuevo para quien es portador del
mensaje, quien re-nueva su encuentro con Jesucristo, quien es la novedad siempre nueva para todos. Dios no
sólo sale al encuentro, sino que Él mismo, mediante su Hijo, aparece en el encuentro; no es en el aislamiento
o en el alejamiento donde privilegiadamente se manifiesta el Dios de Jesucristo, sino en el encuentro plano y
radical con los hermanos, en el encuentro que está basado en el amor y en el servicio.

El amor a la gente es una fuerza espiritual que facilita el encuentro pleno con Dios hasta el punto
de que quien no ama al hermano «camina en las tinieblas» (1 Jn 2,11), «permanece en la muerte»
(1 Jn 3,14) y «no ha conocido a Dios» (1 Jn 4,8). Benedicto XVI ha dicho que «cerrar los ojos ante el
prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios»,[209] y que el amor es en el fondo la única luz
que «ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (Dc 39).
(Eg 272).

· Abreviaturas empleadas:
· Dc: Carta encíclica Deus caritas est, de Benedicto XVI, sobre el amor cristiano (2005)
· Eg: Exhortación apostólica Evangelii gaudium, de Francisco, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (2013)
· Es: Carta encíclica Ecclesiam suam, de Pablo VI, sobre el “mandato” de la Iglesia en el mundo contemporáneo (1964)
· Pdv: Exhortación apostólica Pastores dabo vobis, de Juan Pablo II, sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual (1992)

· Preguntas para la reflexión:

El mundo y la sociedad en los que vives ¿permiten o más bien obstaculizan el encuentro personal con
Jesucristo? ¿Qué crees que necesitaría hacer para que pudiera darse este encuentro? ¿Cómo crees que se
dé realmente el encuentro personal con Cristo Jesús en la vida cotidiana de una persona común? ¿Crees que
pueda darse este encuentro dentro del ámbito de lo ordinario? ¿Qué consecuencias imaginas que traería
este encuentro? ¿Has experimentado un encuentro personal con Jesucristo?, ¿cómo podrías describirlo y qué
cambios y consecuencias trajo para ti?

14 XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015


Este número de la Evangelii gaudium señala de manera clara y sumaria una de las implicaciones más impor-
tantes del envío misionero: el itinerario formativo del discípulo misionero. En esta implicación hay, por lo
menos, dos aspectos fundamentales: 1) el discípulo misionero requiere de formación, él debe formarse, y 2) su
formación es un camino, es un itinerario. Ambas cosas son imprescindibles no sólo para comprender en toda
su profundidad el envío misionero, sino también para obedecerlo con fidelidad.

Así, por un lado, quien no se forma ―o, peor aún, quien no tiene ni siquiera voluntad de formarse― no es un
auténtico discípulo misionero, y, por otro lado, quien no camina, quien no avanza, quien no anda poco a poco
y gradualmente por el camino trazado por el Evangelio, tampoco es un discípulo misionero auténtico. Está
muy claro: la evangelización busca el crecimiento de la persona; la falta de crecimiento, en consecuencia, es
contraria a la evangelización. La falta o carencia de formación y, en consecuencia la incapacidad y la ignorancia
culpables, son contrarias a la voluntad que el Señor ha mostrado al hacer el envío misionero; asimismo, el
estancarse, el acomodarse, el resistirse a andar por el camino también son actitudes contrarias al espíritu
evangélico cristalizado en la misión que nos ha dado nuestro Señor Jesucristo.

· El kerygma

El camino formativo del discípulo misionero tiene su comienzo en el primer anuncio del Evangelio, en el
‘kerygma’; sin embargo, este primer anuncio no es primero en sentido cronológico, sino en sentido cualitativo,

XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015 15


es decir, es el primero no porque esté al inicio sino porque es el prioritario, el principal, el más importante:
“Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio” (Eg 165). Una
peculiaridad de este kerygma es su permanencia: él no se queda solamente en el comienzo, sino que debe
mantenerse siempre presente a lo largo de todo el camino formativo del discípulo misionero:

Cuando a este primer anuncio se le llama «primero», eso no significa que está al comienzo y
después se olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido
cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas
maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la
catequesis, en todas sus etapas y momentos (cf. Propositio 9) (Eg 164).

La razón por la que el kerygma debe ser el principio, el centro y el fin de toda la vida cristiana, la cual debe
entenderse como un camino continuo de crecimiento, es porque en el kerygma trasluce la Trinidad, que es la
fuente de la que procede ese primer anuncio. “El kerygma es trinitario. Es el fuego del Espíritu que se dona en
forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica
la misericordia infinita del Padre” (Eg 164).

Ahora bien, la naturaleza trinitaria del kerygma no debe hacernos pensar que este anuncio procede de una
fuente lejana o que es ajena al ser humano ni mucho menos que supone una especie de imposición violenta;
por lo contrario, precisamente porque es trinitario el kerygma es profundamente humano, incluso mucho más
humano que muchas otras realidades y situaciones. Este primer anuncio del Evangelio está en perfecta con-
formidad con la naturaleza del ser humano, y no sólo no la agrede ni la violenta, sino que la perfila hacia su
más completa plenitud y responde a sus necesidades más íntimas y profundas de realización y trascendencia;
el kerygma “es el anuncio que responde al anhelo de infinito que hay en todo corazón humano” (Eg 165).

Una de las consecuencias de que el kerygma deba estar presente en todos los momentos del itinerario forma-
tivo del discípulo misionero es que esto vale para todos los miembros de la comunidad de discípulos misione-
ros, sin excepción alguna. Así, los líderes de las comunidades, particularmente los sacerdotes, no pueden apar-
tar sus vistas ni sus empeños de este primer anuncio del Evangelio, incluso entendiéndose a sí mismos como
destinatarios de este anuncio. En este sentido, el orden sacerdotal no puede entenderse como una especie
de certificación que exime al ordenado de la necesidad del kerygma: “Por ello, también «el sacerdote, como
la Iglesia, debe crecer en la conciencia de su permanente necesidad de ser evangelizado» (Pdv 26)” (Eg 164).

Mirando hacia toda la comunidad eclesial, cuyo principal medio de formación es la catequesis, esta permanen-
te presencia del kerygma ha llevado a redescubrir, por ejemplo, que:

en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o, que debe ocupar el centro de la
actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial. […] En la boca del catequista
vuelve a resonar siempre el primer anuncio: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora
está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte» (Eg 164).

En consecuencia, el kerygma no es una realidad aparte ni separable de la catequesis; por lo contrario, la ca-
tequesis debe presentarse como una unidad armónica y coherente que surge como una prolongación del
kerygma y que nunca lo abandona:

No hay que pensar que en la catequesis el kerygma es abandonado en pos de una formación
supuestamente más «sólida». […] Toda formación cristiana [paradigmáticamente cristalizada en la
catequesis] es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y
mejor, que nunca deja de iluminar la tarea catequística, y que permite comprender adecuadamente
el sentido de cualquier tema que se desarrolle en la catequesis (Eg 165).

16 XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015


· Maduración en la fe

Instrumentos como el Catecismo de la Iglesia Católica simbolizan el esfuerzo que la Iglesia, desde sus inicios, ha
realizado por cumplir el mandado que aparece en el envío misionero de “enseñándoles a observar todo lo que
les he mandado” (Mt 28,20). La Iglesia tiene la misión de enseñar, y la enseñanza siempre, desde cualquier punto
de vista, está dirigida al crecimiento de la persona. “La educación y la catequesis están al servicio del crecimiento
de la persona” (Eg 163), y nunca al revés.

Ahora bien, educar no es adoctrinar ni tampoco sólo instruir. La educación busca el crecimiento de la persona, y
la persona no es sólo cerebro o inteligencia. Una auténtica educación debe tocar todas las dimensiones que con-
forman a la persona humana y motivar su desarrollo para que la persona sea capaz de vivir plenamente. En este
sentido, la educación debe ser una formación para la vida, y la labor educativa que lleva a cabo la Iglesia en su
tarea evangelizadora también está orientada hacia el fomento y la promoción de la vida de las personas. Por esto,

no sería correcto interpretar este llamado al crecimiento exclusiva o prioritariamente como una
formación doctrinal. Se trata de «observar» lo que el Señor nos ha indicado, como respuesta a su
amor, donde se destaca, junto con todas las virtudes, aquel mandamiento nuevo que es el primero,
el más grande, el que mejor nos identifica como discípulos: «Éste es mi mandamiento, que os améis
unos a otros como yo os he amado» (Jn 15,12) (Eg, 161).

· Un mandamiento nuevo, el más grande de todos

Es evidente que cuando los autores del Nuevo Testamento quieren reducir a una última síntesis, a lo más esencial, el
mensaje moral cristiano, nos presentan la exigencia ineludible del amor al prójimo: «Quien ama al prójimo ya ha cumpli-
do la ley [...] De modo que amar es cumplir la ley entera» (Rm 13,8.10). Así san Pablo, para quien el precepto del amor no
sólo resume la ley sino que constituye su corazón y razón de ser: «Toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Ga 5,14). Y presenta a sus comunidades la vida cristiana como un camino de
crecimiento en el amor: «Que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor
para con todos» (1 Ts 3,12). También Santiago exhorta a los cristianos a cumplir «la ley real según la Escritura: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo» (2,8), para no fallar en ningún precepto (Eg 161).

· Una catequesis mistagógica

Así como las ciencias de la educación han caído en la cuenta en los últimos decenios de la importancia de desarrollar
didácticas y pedagogías apropiadas, e incluso cuidar los ambientes y los entornos en los que se lleva a cabo la actividad
educativa, la Iglesia ha sido muy consciente de la importancia de este tipo de cuidado, y ha desarrollado una caracterís-
tica de la catequesis: la iniciación mistagógica

“Otra característica de la catequesis, que se ha desarrollado en las últimas décadas, es la de una iniciación mistagógica
(cf. Propositio 38), que significa básicamente dos cosas: la necesaria progresividad de la experiencia formativa donde
interviene toda la comunidad y una renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana. Muchos ma-
nuales y planificaciones todavía no se han dejado interpelar por la necesidad de una renovación mistagógica, que podría
tomar formas muy diversas de acuerdo con el discernimiento de cada comunidad educativa. El encuentro catequístico
es un anuncio de la Palabra y está centrado en ella, pero siempre necesita una adecuada ambientación y una atractiva
motivación, el uso de símbolos elocuentes, su inserción en un amplio proceso de crecimiento y la integración de todas las
dimensiones de la persona en un camino comunitario de escucha y de respuesta” (Eg 166).

XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015 17


Por otra parte, este camino de respuesta y de crecimiento está siempre precedido por el don, es decir, por la
gracia; recordemos que, en el envío misionero, al mandato de ir y enseñar lo antecede aquel otro pedido del
Señor: “bautizándolos en el nombre…” (Mt 28,19). La filiación que el Padre regala gratuitamente y la iniciativa del
don de su gracia (cf. Ef 2,8-9; 1 Co 4,7) son la condición de posibilidad de esta santificación constante que agrada
a Dios y le da gloria. Se trata de dejarse transformar en Cristo por una progresiva vida «según el Espíritu» (Rm
8,5) (Eg 162).
Ahora bien, no debemos olvidar que la evangelización es el anuncio del Evangelio, de la Buena Noticia, que es
culmen y centro de toda la Palabra de Dios.

Toda la evangelización está fundada sobre ella, escuchada, meditada, vivida, celebrada y
testimoniada. Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización. Por lo tanto, hace falta
formarse continuamente en la escucha de la Palabra. La Iglesia no evangeliza si no se deja
continuamente evangelizar. Es indispensable que la Palabra de Dios «sea cada vez más el corazón
de toda actividad eclesial» (VD 1). La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la
Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico
testimonio evangélico en la vida cotidiana (Eg 174).

Las Sagradas Escrituras, en cuanto Palabra viva de Dios dada a la humanidad, debe ser el motor de toda la
Iglesia y de todas sus actividades, particularmente sus distintas labores evangelizadoras y catequéticas. Por
esta razón,

el estudio de las Sagradas Escrituras debe ser una puerta abierta a todos los creyentes [cf. Propositio
11]. Es fundamental que la Palabra revelada fecunde radicalmente la catequesis y todos los esfuerzos
por transmitir la fe (DV 21-22). La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y
esto exige a las diócesis, parroquias y a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio
y perseverante de la Biblia, así como promover su lectura orante personal y comunitaria (cf. VD
86-87) (Eg 175).

Finalmente, la catequesis, realizada en toda su profundidad y atendiendo a todos los elementos y dimensiones
que la conforman, en tanto procuración del crecimiento de la persona y de la maduración de su fe, debe ofrecer
también una opción cultural y estética que resulte atractiva para el mundo y que le devuelva su profundidad;
la catequesis debe presentarle a la humanidad un ‘camino de belleza’ por el cual ella se sienta atraída a andar.

Es bueno que toda catequesis preste una especial atención al «camino de la belleza» (via
pulchritudinis) [cf. Propositio 20]. Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es
sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor
y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas. En esta línea, todas las expresiones de
verdadera belleza pueden ser reconocidas como un sendero que ayuda a encontrarse con el Señor
Jesús. […] Hay que atreverse a encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una nueva carne
para la transmisión de la Palabra, las formas diversas de belleza que se valoran en diferentes
ámbitos culturales, e incluso aquellos modos no convencionales de belleza, que pueden ser poco
significativos para los evangelizadores, pero que se han vuelto particularmente atractivos para
otros (Eg 167).

· Dar razón de la esperanza

Alcanzar una madurez en la fe implica poder dar testimonio ante el mundo de esa fe que nos mueve y nos
hace vivir de manera plena. Pero este testimonio, si es fiel al espíritu cristiano del cual se quiere dar fe, debe
realizarse con sencillez y respeto. En la primera carta de Pedro se nos aclara que una de las maneras de ese
testimonio ante el mundo implica estar “siempre dispuestos a dar razón de su esperanza a todo el que les pida

18 XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015


explicaciones” (3,15b). Pero no debe olvidarse que inmediatamente después se nos pide hacerlo “con sencillez
y respeto” (3,16).

Una de las tentaciones que más frecuentemente se encuentra quien quiere dar razón de algo es no solamente
convencer al otro, sino también muchas veces humillarlo y hacerlo sucumbir ante sus propios pensamientos.
Muchas ocasiones querer dar razón no solamente se queda allí, sino que avanza a un probar que el otro está
equivocado. Pero nada más contrario al espíritu de la esperanza de la cual se pretende dar razón si se olvida
la sencillez y el respeto.

El itinerario formativo de un discípulo misionero debe llevarlo a un crecimiento tal que lo prepare a estar siem-
pre dispuesto a dar razón de su esperanza. Esto no quiere decir que él deba aprenderse un cuestionario o unas
claves para poder refutar y objetar a sus contrincantes, en un debate agresivo, irrespetuoso y que, en definitiva,
no tiene caso. Dar razón de la esperanza cristiana es entrar en un diálogo cordial, fraterno, respetuoso y atento
a la libertad y a la condición de nuestras/os hermanas/os. Las ‘razones’ que un discípulo misionero debe adu-
cir, más que argumentos y planteamientos teóricos o especulativos, son razones fundadas en el kerygma, que
es un anuncio del amor, que es el mayor de todos los mandamientos cristianos; se trata de razones ―como
decía Blaise Pascal― que tiene el corazón, razones que muchas veces ni la misma razón conoce.

La centralidad del kerygma demanda ciertas características del anuncio que hoy son necesarias en
todas partes: que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, que no
imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad,
y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más
filosóficas que evangélicas. Esto exige al evangelizador ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor
el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena (Eg 165).

· Abreviaturas empleadas:

DV: Concilio Vaticano II, constitución dogmática Dei Verbum, sobre la divina Revelación (2005)
Eg: Exhortación apostólica Evangelii gaudium, de Francisco, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (2013)
Pdv: Exhortación apostólica Pastores dabo vobis, de Juan Pablo II, sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual (1992)
VD: Exhortación apostólica Verbum Domini, de Benedicto XVI, sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia (2010)

· Preguntas para la reflexión:


¿Participas o has participado en la catequesis, ya sea como alumna/o ya sea como catequista? ¿Te gustó tu
experiencia? ¿Qué es lo que más recuerdas de ella? ¿Consideras que la catequesis, además de ayudarte a
comprender algunos contenidos doctrinales, te ha ayudado a crecer como persona? Si es así, ¿cómo? ¿Crees
que es posible que alguien pueda llegar a ser madura en su fe e inmadura en otras áreas de su vida? ¿Qué
características crees que pudiera poseer una persona que ha alcanzado una madurez en su fe? ¿Cómo tendría
que actuar en relación con las personas que profesan otra confesión, con las no creyentes o con las indiferen-
tes una persona que ha alcanzado una madurez en su fe?

XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015 19


Para muchas personas la palabra ‘conversión’ puede llegar a sonar como una palabra ambigua, que habla de
poses sentimentales y gestos externos de arrepentimiento; a otras personas puede evocar un retomar prácticas
interiores que buscan lavar los pecados cometidos mediante actos religiosos como rezos y otras prácticas de
piedad; lamentablemente a muchas otras personas más no les significa nada o muy poco, incluyendo en
ocasiones a personas cuya forma de vida no es alejada de la Iglesia.

Llama la atención que en las redes sociales abundan expresiones que, apoyadas en una reivindicación exagerada
de la libertad y la autonomía, denotan conformismo y un rechazo total a una evaluación de la propia vida, por
ejemplo: “Soy así y no cambiaré”, “sólo Dios puede juzgarme”, y otras por el estilo. Estas expresiones indican
una pobre o nula actitud de replantear las propias acciones y, sobre todo, revelan una certeza absoluta acerca
de lo correcto y justo de esas acciones.

Es de lamentar que poco a poco se infiltre en la mente de los adolescentes y jóvenes esta visión de autonomía
conformista, especialmente cuando suponemos que la juventud se caracteriza por ser en sí misma crítica y
disconforme respecto de los adultos y de sus instituciones. Por eso, no dejar de causar desconcierto que exista
―generalmente― muy poca autocrítica en los jóvenes.

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· ¿Qué es la conversión?

La conversión a la que nos llama Cristo es precisamente una actitud autocrítica, no basada en una conciencia
estricta que juzgue negativamente todo, sino basada en los criterios del Evangelio: justicia, paz, amor, verdad,
solidaridad, etcétera.

El llamado a la conversión aparece en la Biblia como un llamado de Dios al hombre que se ha perdido en el
camino. Así, el verbo ‘sub’ para el hebreo significaba “cambiar de rumbo, volver, dar marcha atrás, volver uno
sobre sus pasos”, mientras que en griego se usan dos verbos: ‘epistrephein’, que es algo así como cambiar en
la conducta práctica; y ‘metanoia’, que sería más bien la vuelta interior, el arrepentimiento1.

Posiblemente los profetas sean los que más énfasis hacen al llamado a la conversión, remarcando que la vuelta
a Dios y el arrepentimiento no se verifican en ceremonias de culto y sacrificios sino en la justicia, especialmente
con los más necesitados.

Lavaos, purificaos, apartad vuestras fechorías de mi vista, desistid de hacer el mal y aprended a hacer
el bien: buscad lo que es justo, reconoced los derechos del oprimido, haced justicia al huérfano. Abogad
por la viuda. Vamos a discutir esto ―dice Yahvé―. Aunque fuesen vuestros pecados rojos como la
grana, como nieve blanquearán; y así rojeasen como el carmesí, como lana quedarán” (Is 1,16-18).

El pueblo de Israel no siempre respondió a la llamada a la conversión, como nos lo muestra el siguiente pasaje:
“Porque esto dice el Señor Yahvé, el Santo de Israel; ´Por la conversión y calma seréis liberados, en el sosiego y la
confianza estará vuestra fuerza´ Pero no aceptasteis” (Is 30, 15).

En el Nuevo Testamento este llamado a la conversión adquiere un énfasis especial. Es Juan el Bautista quien
prepara al pueblo a la llegada del Mesías: “Por aquellos días se presenta Juan el Bautista, proclamando en el
desierto de Judea: ´Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos´” (Mt 3,1). Juan hace esto en la misma línea
que los profetas, especialmente en la parte de advertencia: “…la paja la quemará con fuego que no se apaga” (Mt
3,12). Jesús, por su parte, hace exactamente el mismo llamado a la conversión: “Desde entonces comenzó Jesús
a predicar y decir: ´Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado´” (Mt 4, 17). Pero, en vez de la advertencia,
Jesús indica con sus acciones una salvación integral del hombre: “Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus
sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino, y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mt
4, 23).

Por eso Jesús se acerca a los pecadores, es decir, a los que han equivocado el camino. Tal vez hoy las palabras
‘pecado’ o ‘pecador’ no tienen la misma fuerza que tenía en tiempo de Jesús; los pecadores eran conocidos y
señalados por todos, de tal manera que eran despreciados y marginados del resto de la comunidad; el peca-
dor era un paria del pueblo, alguien indeseable de saludar siquiera. Pues a ellos se acerca Jesús, convive y los
rescata de su condición: “Los fariseos y sus escribas refunfuñaban diciendo a los discípulos: ´¿Cómo es que coméis
y bebéis con los publicanos y los pecadores?´ Les respondió Jesús: ´No necesitan médico los que están sanos, sino
los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores´” (Lc 5,30-31).

¿En qué consiste entonces la conversión? Es, en primer lugar, reconocer que somos seres humanos, que no
somos infalibles ni que todo lo que creemos es correcto. De ninguna manera significa tener una visión nega-
tiva o pesimista de la propia persona; consiste más bien en revisar nuestra vida a la luz del Evangelio de Jesús,
descubrir lo que va contra el Reino de Dios, lo que daña o desprecia a las personas, lo que lleva la semilla de
la injusticia y del egoísmo en nuestras acciones y actitudes y regresemos a Dios, a la forma de vivir que quiere
para sus hijos. Nos dice el Documento de Aparecida que uno de los aspectos fundamentales en el proceso de
formación de discípulos misioneros es la conversión. El Documento define así la conversión: “Es la respuesta
inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu, se decide a ser su
amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente de que
morir al pecado es alcanzar la vida” (DA 278).
1 Voz: ‘Conversión’, Dufour, X. León, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 1993.

XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015 21


El Santo padre Francisco también ha invitado a todos a la conversión y lo ha hecho de una forma muy emotiva:

Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo
su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por
Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación
no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor. Al que arriesga,
el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya
esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor,
me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi
alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos
redentores»” (Eg 3).

· Itinerario de conversión permanente

Es importante que todos los creyentes, tengamos una dinámica de evaluación constante, tanto a nivel personal
como comunitario, de tal forma que todo lo que hacemos se revise y valore con los criterios del Evangelio. Por
eso somos llamados por Jesús a la conversión.

Es común escuchar, especialmente respecto de los jóvenes, frases que se alejan de la realidad de la conver-
sión: “tanto que vas a la Iglesia y sigues igual”; “te confiesas y vuelves a pecar”, y otras por el estilo, que pare-
cieran indicar que la conversión es definitiva, de una vez para siempre. Es verdad que el camino de conversión
debe ser ascendente, no un círculo interminable de pecado y reconciliación, pero también es verdad que
nuestra fragilidad y tendencia al pecado nos acompañan siempre, recordándonos lo mucho que necesitamos
de Dios en nuestras vidas.

El mensaje de Jesús es siempre novedad: ilumina las diferentes circunstancias por las que pasamos. Por eso
no existe un momento único y total de conversión; es más bien una actitud continua ante la vida, un proceso
constante, un camino que sólo termina cuando termina la vida. La renuncia al pecado a la que estamos llama-
dos desde nuestro bautismo se verifica en cada día, caemos y recibimos la gracia para levantarnos.

En la oración del Padre nuestro nos reconocemos pecadores, por lo cual pedimos y otorgamos el perdón; en la
Misa nos reconocemos pecadores al decir: “Yo confieso...”, pero con la certeza de que Dios es misericordioso
y tiene piedad de nosotros; al confesarnos en el sacramento de la Reconciliación expresamos el dolor por
nuestras faltas, y somos liberados de la carga del mal, etcétera. Durante nuestra vida experimentamos un
camino, un itinerario de conversión.

De la definición de Aparecida podemos hacer hincapié en lo que específicamente le compete a los jóvenes en
este camino de conversión que puede seguirse en las comunidades parroquiales y diocesanas y en los grupos
de pastoral juvenil:

· Es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración. La escucha del Señor
implica estar atentos a su voz, tanto en la realidad cotidiana como en la vivencia diaria en la familia, la
escuela, el trabajo y la parroquia; también en lo que acontece en el mundo y que puede descubrir en los
medios de comunicación, ahora en especial en las redes sociales. Dios nos habla en los acontecimientos
cotidianos y nos invita a involucrarnos. Pero esta escucha debe ser al Señor; en medio de tantas voces
que nos invitan a determinados estilos de vida, Jesús nos habla con voz firme y dulce a la vez. Además,
la escucha debe ser con admiración, en medio de las dificultades cotidianas, de la presencia del mal
en nuestro mundo; no debemos dejarnos llevar por una visión pesimista y negativa del mundo ni de
nosotros mismos, recordemos que frente a su creación Dios “vio que todo estaba muy bien” (Gn 1,31). Dice el
Santo Padre: “Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo” (Eg 85).
No podemos iniciar el camino de conversión viéndonos como unos malvados que quieren ser buenos, sino
como personas creadas buenas por Dios que han desviado el camino y quieren volver a él.

22 XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015


· Cree en Él por la acción del Espíritu. Creer es tener fe, y la fe nos es dada por el Espíritu Santo, ya
desde nuestro bautismo y confirmación, pero también a lo largo de nuestra vida. Creer en Jesús significa
saber que lo que Él vive y dice es la verdad. No es una verdad de tipo académico, sino la verdad de la
vida, el sentido más profundo de nuestra existencia. El camino de conversión es un camino de fe, sólo
teniendo confianza en lo que Jesús propone para nuestra vida y con la ayuda del Espíritu podemos ser
mejores personas, teniendo unos criterios claros para evaluar nuestras acciones y discernir correcta-
mente lo que es mejor para nosotros.

· Se decide a ser su amigo e ir tras de Él. Jesús no es un celador que vigila que nos comportemos
adecuadamente; el Maestro nos llama a ser sus amigos (cf. Jn 15,13-17) precisamente porque quiere que,
siguiéndolo, tengamos vida plena y compartamos esta vida a los que nos rodean. Jesús nos llama a ser
sus discípulos, es decir, a que aprendamos a vivir como él, que lo imitemos de tal manera que lleguemos
a ser “otros cristos” para los demás. En este camino de seguimiento de Jesús tendremos que corregir
constantemente nuestras acciones y formas de pensar, de la misma forma que lo hicieron sus primeros
discípulos, con errores y aciertos, pero siempre tras de Jesús, quien como amigo verdadero nos conoce
y nos confronta.

· Cambiando su forma de pensar y de vivir. Es importante para el que sigue a Jesús nunca estancarse
ni conformarse con lo que sabe, con lo que vive, incluso con lo que cree. Ya hemos dicho que el camino
de conversión es ascendente, esto significa también estar vigilantes para no pretender encerrar a Jesús
y su mensaje en pequeñas ideas, en conceptos que se creen conocidos de sobra; esta es una tentación
constante de los discípulos: casarnos con ideas que se cierran a la eterna novedad del Evangelio.
Cuestionar continuamente nuestra forma de pensar y de vivir y hacer los cambios oportunos debe ser
una constante en el itinerario de conversión.

· Aceptando la cruz de Cristo. Jesús nos dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la
encontrará” (Mt 16, 24-25). ¿Esto quiere decir que Jesús quiere que suframos? No, pero el sufrimiento y
las dificultades son parte de la vida de los seres humanos. Aceptar la cruz significa asumir el dolor coti-
diano en el seguimiento de Jesús, y así, encontrar la verdadera vida. Nos dice el Papa Francisco: “El triun-
fo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva
con una ternura combativa ante los embates del mal” (Eg 85). El camino de conversión es un camino
con la cruz de Cristo que es, al mismo tiempo, responsabilidad y “yugo suave y carga ligera” (Mt 11, 30).

· Consciente de que morir al pecado es alcanzar la vida. Los cristianos somos “hombres nuevos”
con una forma nueva de vivir, ya que hemos muerto y vuelto a la vida (cf. Ef 4, 17-32), conscientes y
agradecidos con Dios de que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Alcanzamos
la vida que nos ofrece Jesús, y eso implica siempre compartirla con los demás, es decir, de discípulos
pasamos a ser misioneros, anunciadores de la vida nueva que da Cristo, hacer que todos los hombres
sean “hombres nuevos”.

Terminemos este apartado aclarando que, si bien la conversión requiere voluntad y esfuerzo humano, en
realidad es un don de Dios: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae” (Jn 6,44). Dios es
quien otorga este don al hombre, pero es éste quien responde libre y generosamente a este don.

· Conversión y misión

Nos dice Aparecida que la formación de los cristianos debe ser:

un proceso de iniciación en la vida cristiana que comience por el kerygma y, guiado por la Palabra
de Dios, que conduzca un encuentro personal cada vez mayor con Jesucristo, perfecto Dios y

XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015 23


perfecto hombre experimentado como plenitud de la humanidad, y que lleve a la conversión, al
seguimiento en una comunidad eclesial y a una maduración de fe en la práctica de los sacramentos,
el servicio y la misión” (DA 289).

Esto quiere decir que el seguimiento de Jesús que incluye la conversión debe llevar a la vida cristiana, en la
que es fundamental la misión.

Recordemos que la misión no es algo agregado a la vida del creyente, sino que es un elemento de su propia
identidad, no se puede ser cristiano sin ser misionero. Nos dice el decreto conciliar Ad gentes que la Iglesia es
“por naturaleza misionera” (Ag 2), ya que la Iglesia nace de la gran misión de la Santísima Trinidad. Todos los
cristianos estamos llamados a continuar en nuestras vidas la misión de Dios. Llevar el Evangelio a todas las
personas es la forma plena de vivir la fe.

Los jóvenes, como todos los demás cristianos, son llamados a la misión, pero no se puede llevar el Evangelio
de la conversión si uno mismo no ha iniciado este itinerario. Más aún, es indispensable que el joven respon-
sable de la misión parta de una actitud permanente de conversión, en la que, sin falsa humildad, nunca sienta
que ya tiene todo resuelto, que va a compartir la sabiduría que le ha dado su estudio o su experiencia; por lo
contrario, es necesario que viva la conversión en la experiencia de la misión y de la vida pastoral, es decir, que
descubra que la escucha, la relación con los demás y la misma evangelización son los lugares en los que los
creyentes podemos vivir una auténtica conversión.

´El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio´ (Mc 1,
15). La voz del Señor nos sigue llamando como discípulos misioneros y nos interpela a orientar toda
nuestra vida desde la realidad transformadora del Reino de Dios que se hace presente en Jesús (DA 382).

Hoy en nuestro país hay un urgente llamado de Dios a la paz y la justicia, pero desde la esperanza, tanto en
Dios como en las personas, nuestros obispos han dicho al respecto:

Vemos en esta crisis un llamado para construir un país que valore la vida, dignidad y derechos de
cada persona, haciéndonos capaces de encontrarnos como hermanos… vemos con esperanza el
despertar de la sociedad civil que, como nunca antes en los últimos años, se ha manifestado contra
la corrupción, 0as protestas a las propuestas (¡¡Basta ya!! Mensaje de los Obispos de México, 12 de
noviembre de 2014).

· Abreviaturas empleadas:
Ag: Concilio Vaticano II, decreto Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia
DA: Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe de Aparecida (2007)
Eg: Exhortación apostólica Evangelii gaudium, de Francisco, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (2013)

· Preguntas para la reflexión:

La conversión implica superar un conformismo en acciones y actitudes, ¿haces autocrítica a lo que piensas y a lo
que realizas? Una de las tentaciones a que están expuestos los discípulos misioneros es creer que su cercanía a la
Iglesia es una garantía de su conversión, ¿qué piensas de esto? ¿Crees que pueda entenderse la pertenencia a la
Iglesia de la misma manera que se entiende la pertenencia a un club? ¿Sigues, a nivel personal y comunitario, un
itinerario continuo de conversión? ¿Qué implica seguir un camino continuo y permanente de conversión?

24 XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015


Son muchas las personas, especialmente jóvenes, que, habiendo recibido el bautismo en la niñez, en realidad
viven con criterios y valores diversos, que no siempre están basados en el Evangelio. Esta situación es lo que
generalmente se conoce como secularización. La secularización implica un proceso en el que la vida cotidiana
de las personas, su trabajo, la escuela, y todos los ámbitos de la vida se desliga de la fe y lo religioso. En muchos
casos esta separación trae beneficios, por ejemplo, a nivel científico y tecnológico. Esta autonomía de lo religioso
ha traído nuevos descubrimientos que llevan a mejorar la vida de las personas en cuanto salud y calidad de vida.

Nos dice al respecto el Concilio Vaticano II en la Gaudium et spes:

Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan
de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es
absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es sólo que la reclamen imperiosamente
los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del Creador... Son, a este
respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima
autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que,
seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la
fe (Gs 36).

Sin embargo, el que la fe respete y valore lo que compete a la razón y la técnica no quiere decir que deba ser
desechada o por lo menos ignorada en la vida. La fe que nos viene del bautismo es necesaria no solo para los

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creyentes sino para el mundo. El testimonio de vida de un bautizado que conoce y madura su fe, que ama y se
entrega en lo que hace, da esperanza a un mundo cada vez más deshumanizado. Ante la secularización y su
exageración, el secularismo, es indispensable que el cristiano se reconozca miembro del Cuerpo de Cristo y viva
como tal. Nos dice el Evangelio a este respecto: “Vosotros sois la sal de la tierra. Más si la sal se desvirtúa ¿con
qué se le salará?” (Mt 5, 13)

· Soy bautizado

El testimonio esperado de los bautizados implica vivir los valores del Evangelio, tener una espiritualidad basada
en la oración y centrada en la Eucaristía, realizar actos de piedad y demás acciones y actitudes de caridad para
con los demás. Sin embargo, el testimonio no se agota ahí, sino que también implica una vida insertada en la
sociedad, es decir, que los cristianos estemos verdaderamente comprometidos con el trabajo, la familia, en fin, allí
donde estemos. Nos dice San Pablo: “todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de
honorable, todo cuanto sea virtud o valor, tenedlo en aprecio” (Fil 4, 8).

Esto es, además, un signo que hace creíble la fe que profesan los creyentes a los demás al ser ejemplo de vida
virtuosa e íntegra. “Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues
buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuanta que la propia fe es
un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno”
(Gs 43).

Es por eso que ante el mundo secularizado de hoy somos llamados por Dios a asumir nuestro bautismo, a vivir
como hombres y mujeres renacidos, que aunque están en medio del mundo viven con valores diferentes a los del
mundo, no para aislarse sino para transformarlo. Así era en los primeros tiempos del cristianismo y a eso estamos
llamados especialmente hoy:

Los cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra ni por su habla ni
por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni hablan una lengua extraña, ni
llevan un género de vida aparte de los demás. A la verdad, esta doctrina no ha sido inventada gracias
al talento y especulación de hombres curiosos; ni profesan, como otros hacen, una enseñanza
humana; sino que, habitando ciudades griegas o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo,
y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres de cada país,
dan muestras de un tenor peculiar de conducta admirable, y, por confesión de todos, sorprendente.
Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo
lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña.
Se casan como todos; como todos engendran hijos, pero no exponen los que les nacen. Ponen
mesa común, pero no lecho. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan el tiempo en
la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Obedecen a las leyes establecidas; pero con su
vida sobrepasan las leyes. A todos aman y por todos son perseguidos. Se les desconoce y se les
condena. Se les mata y en ello se les da la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Carecen de
todo y abundan en todo. Son deshonrados y en las mismas deshonras son glorificados. Se les
maldice y se les declara justos. Los vituperan y ellos bendicen. Se les injuria y ellos dan honra. Hacen
bien y se les castiga como malhechores; condenados a muerte, se alegran como si se les diera la
vida” (Carta a Diogneto1).

Es por eso que no puede haber “divorcio” entre la fe y la vida de las personas; ya no es posible ―aunque en
realidad nunca lo fue― que el creyente lo sea de puertas adentro del templo, que fuera de él viva como si Dios no
existiera, y, si bien esto aplica para todos los bautizados, los jóvenes pueden llegar a ser los principales impulsores
de un cambio de mentalidad en la multitud de cristianos sólo de nombre.

1 Se sugiere leer completa la carta, se puede consultar en http://www.iglesiaviva.org/237/237-50-PAGINA.pdf.

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Como podemos ver, este llamado a la coherencia entre fe y vida es antiguo entre los cristianos, pero tiene su
origen en las denuncias de los profetas del Antiguo Testamento. Para esto es importante revisar los siguientes
textos del AT: Is 1,10-20; Am 5,21-25; Sal 50,8-15 y del NT Mt 7,21-23; 11,2-6; 23,13-31; 25,31-46.

Terminemos este apartado recordando nuevamente la Gaudium et spes con unas palabras pronunciadas hace 50
años pero con una actualidad impresionante:

Cuando actúan, individual o colectivamente, como ciudadanos del mundo, no solamente deben
cumplir las leyes propias de cada disciplina, sino que deben esforzarse por adquirir verdadera
competencia en todos los campos. Gustosos colaboren con quienes buscan idénticos fines.
Conscientes de las exigencias de la fe y vigorizados con sus energías, acometan sin vacilar, cuando
sea necesario, nuevas iniciativas y llévenlas a buen término. […] Los laicos, que desempeñan parte
activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que
además su vocación se extiende a ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad
humana” (Gs 43).

· Soy joven

La juventud, como todas las demás etapas de la vida, es transitoria. Implica una evolución en la persona en la que
ésta se va haciendo responsable de su propia vida y se va comprometiendo con los demás en varios aspectos de
la vida: social, económico, familiar, eclesial, etcétera. La alegría, el entusiasmo, la apertura, aparecen aquí como
cualidades características de los jóvenes. Esto aparece como cierto en condiciones ideales, pero muchas veces las
circunstancias son diferentes.

Hace unos años, los Obispos de América hacían un análisis de lo que vivían los jóvenes, especialmente en
América Latina. Echémosle un vistazo a este análisis:

Están muy afectados por una educación de baja calidad, que los deja por debajo de los niveles
necesarios de competitividad, sumado a los enfoques antropológicos reduccionistas, que limitan
sus horizontes de vida y dificultan la toma de decisiones duraderas. Se ve ausencia de jóvenes en lo
político debido a la desconfianza que generan las situaciones de corrupción, el desprestigio de los
políticos y la búsqueda de intereses personales frente al bien común. Se constata con preocupación
suicidios de jóvenes. Otros no tienen posibilidades de estudiar o trabajar, y muchos dejan sus países
por no encontrar en ellos un futuro, dando así al fenómeno de la movilidad humana y la migración
un rostro juvenil. Preocupa también el uso indiscriminado y abusivo que muchos jóvenes hacen de
la comunicación virtual (DA 445).

En el mismo documento, pero en un número anterior, también enfatizan el gran problema actual que es el dinero
y su valoración:

La avidez del mercado descontrola el deseo de niños, jóvenes y adultos. La publicidad conduce
ilusoriamente a mundos lejanos y maravillosos, donde todo deseo puede ser satisfecho por los
productos que tienen un carácter eficaz, efímero y hasta mesiánico. Se legitima que los deseos
se vuelvan felicidad. Como sólo se necesita lo inmediato, la felicidad se pretende alcanzar con
bienestar económico y satisfacción hedonista (DA 50).

Esta situación hace llevar a los hombres, desligados en gran medida de la fe, a una nueva idolatría, la del dinero.
Así lo hace notar el Papa Francisco:

Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero,
ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis

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financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica:
¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo
becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del
dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano
(Eg 55).

En las comunidades eclesiales hay jóvenes, muchos de ellos involucrados en la vida de la Iglesia y comprometidos
con diferentes apostolados en los que expresan su fe; además de eso, viven los valores cristianos en los diferentes
ambientes en los que se desenvuelven. Con los diferentes y constantes cambios en nuestra cultura, hoy global y
digital, se vuelve cada vez más compleja la forma de entender y acompañar a los jóvenes. Y en la Iglesia no es la
excepción, así lo ha entendido ya el Papa Francisco:

La pastoral juvenil, tal como estábamos acostumbrados a desarrollarla, ha sufrido el embate de


los cambios sociales. Los jóvenes, en las estructuras habituales, no suelen encontrar respuestas a
sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas. A los adultos nos cuesta escucharlos con
paciencia, comprender sus inquietudes o sus reclamos, y aprender a hablarles en el lenguaje que
ellos comprenden (Eg 105).

Es importante mencionar que el Papa Francisco no propone para los jóvenes una “salvación” externa desde arriba,
más bien percibe la acción del Espíritu en las iniciativas surgidas de los jóvenes mismos:

La proliferación y crecimiento de asociaciones y movimientos predominantemente juveniles pueden


interpretarse como una acción del Espíritu que abre caminos nuevos acordes a sus expectativas
y búsquedas de espiritualidad profunda y de un sentido de pertenencia más concreto. Se hace
necesario, sin embargo, ahondar en la participación de éstos en la pastoral de conjunto de la Iglesia
(Eg 105).

Esto quiere decir que para el Papa la solución y el trabajo de la pastoral juvenil debe mantener esta dinámica
enfocada en el mismo trabajo y actividades de los jóvenes, aunque siempre con la cercanía de la comunidad
eclesial.

Aunque no siempre es fácil abordar a los jóvenes, se creció en dos aspectos: la conciencia de que
toda la comunidad los evangeliza y educa, y la urgencia de que ellos tengan un protagonismo mayor.
Cabe reconocer que, en el contexto actual de crisis del compromiso y de los lazos comunitarios,
son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas
formas de militancia y voluntariado. Algunos participan en la vida de la Iglesia, integran grupos de
servicio y diversas iniciativas misioneras en sus propias diócesis o en otros lugares. ¡Qué bueno es
que los jóvenes sean «callejeros de la fe», felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza,
a cada rincón de la tierra! (Eg 106).

Finalmente la Evangelii gaudium nos da una importante orientación respecto a la perspectiva que presentan los
jóvenes a la Iglesia y la importancia vital que tienen en ella: “Los jóvenes nos llaman a despertar y acrecentar la
esperanza, porque llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad y nos abren al futuro, de manera que no
nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo
actual” (Eg 108).

· Soy misionero

La misión es el origen y la expresión de la fe. Los jóvenes bautizados muestran su fe precisamente en la actividad
misionera y en la cooperación con las misiones. La misión exige que los agentes de ella estén involucrados en un
proceso de conversión continua, centrada en el encuentro con Jesús, quien es “el «Evangelio eterno» (Ap 14,6), y

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es «el mismo ayer y hoy y para siempre» (Hb 13,8), pero su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre
joven y fuente constante de novedad” (Eg 11).

Es un reto en nuestros tiempos presentar a Jesús y su Evangelio a los demás hombres. Ha habido muchas de-
cepciones de antiguas esperanzas, el progreso, la ciencia, el bienestar universal, y muchas más. La propuesta de

Cristo puede encontrar resistencias de quienes, decepcionados de otras promesas han iniciado un proceso de
envejecimiento prematuro a nivel espiritual, ante esto hay que presentar al Cristo de san Ireneo de Lyon, quien

en su venida, ha traído consigo toda novedad. Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra
vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta
cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales
pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina (Eg 11).

Cristo rompe los esquemas antiguos y envejecidos, hoy que en nuestra Iglesia se buscan nuevos caminos para
la evangelización ―hablamos de Nueva Evangelización, Misión continental, Renovación parroquial y diocesana,
etcétera― es el momento propicio para replantear el compromiso misionero de los jóvenes en las parroquias y
en la diócesis. Para esto se pueden proponer varios esquemas, sin embargo, como ya hemos valorado, lo mejor y
más enriquecedor será que los mismos jóvenes, desde sus equipos de trabajo, hagan propuestas en las que, des-
de su realidad concreta, puedan ser más eficaces en la transmisión de la fe en los ambientes en los que viven. Para
esto, es importante centrar nuestra vista tanto en nuestro contexto actual como en lo fundamental de nuestra
fe, la Palabra de Dios, los escritos de los santos padres, el magisterio de la Iglesia. Así lo piensa el Papa Francisco:

Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan
nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras
cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción
evangelizadora es siempre «nueva» (Eg 11).

· Abreviaturas empleadas:

DA: Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe de Aparecida (2007)
Eg: Exhortación apostólica Evangelii gaudium, de Francisco, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (2013)
Gs: Concilio Vaticano II, constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual

· Preguntas para reflexionar:

La fe que recibimos en nuestro bautismo y confesamos en cada eucaristía, ¿de qué forma es manifestada en los
ambientes en los que nos desenvolvemos? ¿Hay separación entre nuestra fe y la vida diaria? ¿De qué manera
podemos las/os jóvenes involucrarnos en nuestros propios procesos formativos y de maduración en la fe, de tal
manera que seamos corresponsables con los pastores de la Iglesia de nuestro compromiso bautismal?

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Cuando escuchamos expresiones como “ese muchacho es muy callejero” o “esa chica se la pasa todo el día en la
calle” nos indican, y así lo entendemos por tradición, que aquella persona habitualmente no está el mayor tiempo
en su casa, ya que por ciertas circunstancias, sean de estudio, trabajo o de otras muy diversas actividades, no es
tan fácil localizarla allí, en su casa. A modo de comparación la expresión “jóvenes callejeros de la fe” indicaría algo
similar; pero vamos dándole el sentido que corresponde, tomando en cuenta que se está hablando cuestiones
sobre la fe.

· ¡Ser “callejeros de la fe”!

Así entonces, sabemos que la fe se adquiere, fundamentalmente, en las instituciones por excelencia: la familia y
la Iglesia ―y que si hiciéramos una comparación, ambas serían ‘la casa’―. Pero una vez adquirida la fe, estamos
llamados a transmitirla afuera de estas dos instituciones, así como lo indica el Documento de Aparecida:

No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino urge acudir en todas las
direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte,
que hemos sido liberados y salvados por la victoria pascual del Señor de la historia, que Él nos convoca
en Iglesia, y que quiere multiplicar el número de sus discípulos y misioneros en la construcción de su
Reino en nuestro Continente (DA 548).

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El “afuera” indicaría el mundo. Salir es, por tanto, llevar como “callejeros” la fe a los demás:

[…] en las grandes ciudades y campos, en las montañas y selvas de nuestra América, en todos
los ambientes de la convivencia social, en los más diversos “areópagos” de la vida pública de las
naciones, en las situaciones extremas de la existencia, asumiendo ad gentes nuestra solicitud por la
misión universal de la Iglesia (DA 548).

Ser “callejeros de la fe” implica situarse fuera de las “seguridades” y “comodidades” que se obtienen al vivir todo
el tiempo “dentro de casa”; es salir y descubrirse frente a la realidad que cada día cuestiona la manera “cómoda”
de anunciar el Evangelio, porque muchas veces se busca evitar riesgos y permanecer sin preocupaciones, lo cual
se logra solamente al “permanecer dentro de casa”, para “estar tranquilos” y hacer así sólo lo indispensable, sin
esforzarse más allá de los posibles riesgos. Es, en definitiva, aventurarse con todo e indecisiones, conflictos y hasta
miedos causados por el “encierro”, por lo “seguro”.

Indudablemente, el salir implica correr riesgos, y en la vida de la Iglesia de eso se trata. Ya lo decía el
Papa Francisco:

[…] prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia
enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una
Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y
procedimientos. (Eg 49).

Sabemos, por tanto, que el salir es llegar hasta los lugares más distantes, por el simple hecho de que todos tengan
el gozo de conocer a Jesús. Esta es la tarea, nuestra inquietud: “Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar
nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con
Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida” (Eg 49).

Descubrirse Iglesia en salida posiblemente inquietaría a muchos, no obstante es el fundamento de la identidad,


de una innegable e irrenunciable labor. Empero, hay que tomar en cuenta que no se trata de un salir sin dirección
ni objetivo, por lo que no es conveniente, como ya comentaba el Papa Francisco:

Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y
sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y
escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es
como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda
entrar sin dificultad (Eg 46).

De esta manera, una Iglesia en salida es aquella que va al encuentro de personas concretas, con rostros definidos;
que por el agotamiento y desgaste mismo que les va dejando la vida, “se van quedando en el camino” y están
por todas partes. A esas personas vulnerables e indefensas son a las que está dirigido primordialmente el anuncio
alegre del Evangelio, por esto mismo, “es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos
los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo” (Eg 23).

· Desde y con la comunidad eclesial

Llevar la fe fuera de nuestro entorno inmediato implica superar, por un lado, el reto de hacerlo desde y con
la comunidad eclesial; por otra parte superar, y que sería un efecto de lo anterior, el obstáculo mayúsculo del
individualismo. La transmisión de la fe siempre ha sido respaldada por el testimonio de la comunidad creyente
(cf. Hch 4,32-33); por el anuncio que se hace en nombre de la Iglesia (cf. Hch 2,14-36), con las conversiones por
consecuencia (cf. Hch 2,37-41); y porque sólo es auténtico lo que se anuncia en nombre de la comunidad eclesial
respaldada por el Espíritu (cf. Hch 13,1-5).

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Sin embargo, unir esfuerzos hoy en día, sea desde cualquier ámbito social y no sólo religioso, en unidad o hacer
equipo con los demás, es difícil y complejo. Y es que habría que decirlo con toda intención: se está educando
intencionalmente en el individualismo, ya desde el seno familiar o desde las mismas instituciones sociales, entre
ellas la escuela. Las relaciones interpersonales se van desgastando, el Papa francisco lo comenta: “El individualismo
posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos
entre las personas” (Eg 67).

El “salir” implica enfrentarse a esa realidad, a un escenario que está presente con todo y sus consecuencias: “El
gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que
brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”
(Eg 2). Cambiar tal conciencia es el reto que plantea la fe. Se plantea tal reto, porque es necesario que los jóvenes
anuncien la Buena Nueva con base en criterios claros y justos, que humanicen y cristianicen su entorno, y esto
sólo se logra desde el trabajo en conjunto, sólo siendo enviado y apoyado por la comunidad eclesial.

Mostrarle a los jóvenes que existe una forma de vida más humana y que el ser solidarios y empáticos con aquellos
que han sido transgredidos en su dignidad es la tarea, revertir el fuerte individualismo en el que están viviendo
un gran número de jóvenes es el gran desafío.

Lo anterior implica trabajar, dentro de la pastoral, en procesos serios que den como frutos la fraternidad, la
comunión, la esperanza y el compromiso con aquel que está a un lado: “La acción pastoral debe mostrar mejor
todavía que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos
interpersonales” (Eg 67).

Por tanto, “ser jóvenes callejeros de la fe” implica salir con sentido de comunidad, nunca actuar de manera aislada
y egoísta, como si se tratara de una secta, que aun, incluso, haciéndose inconscientemente, se acabaría por
presentar un Evangelio con intereses particulares, fragmentado, como nos lo dice el Papa Francisco:

En el mundo de hoy, con la velocidad de las comunicaciones y la selección interesada de contenidos que
realizan los medios, el mensaje que anunciamos corre más que nunca el riesgo de aparecer mutilado y
reducido a algunos de sus aspectos secundarios. […] El problema mayor se produce cuando el mensaje
que anunciamos aparece entonces identificado con esos aspectos secundarios que, sin dejar de ser
importantes, por sí solos no manifiestan el corazón del mensaje de Jesucristo. Entonces conviene ser
realistas y no dar por supuesto que nuestros interlocutores conocen el trasfondo completo de lo que
decimos o que pueden conectar nuestro discurso con el núcleo esencial del Evangelio que le otorga
sentido, hermosura y atractivo (Eg 34).

Intentar no tomar en cuenta o darle poca importancia a lo antes mencionado, es ignorar las inquietudes de los
jóvenes y sobre todo sus dudas, ya que precisamente es fácil hacerlos caer en tales riesgos, incluso a aquellos
que son los más “comprometidos”:

Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no en-
tran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita
el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos
caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna
y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón
de Cristo resucitado (Eg 2).

Por eso es esencial dejar bien claro lo que se pretende: “la tarea evangelizadora […] Procura siempre comunicar
mejor la verdad del Evangelio en un contexto determinado, sin renunciar a la verdad, al bien y a la luz que pueda
aportar cuando la perfección no es posible” (Eg 45). Pero también hay que dejar en claro lo que debe evitarse:
“No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y
procedimientos” (Eg 49).

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· Transmitiendo la alegría del Evangelio

“El bien siempre tiende a comunicarse” (Eg 9), escribía el Papa Francisco. El Evangelio entra, precisamente, en esta
dinámica, así de simple, a pesar de que muchos vean la cruz como algo contradictorio a la alegría, “El Evangelio,
donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría” (Eg 5).

Se inicia este apartado con palabras del Papa Francisco con toda intención, y es que esencialmente el Evangelio
no es sola y simplemente una “buena noticia”; ya lo escribía en 2007 el Papa Benedicto XVI: “Recientemente se ha
traducido como «Buena Noticia»; sin embargo, aunque suena bien, queda muy por debajo de la grandeza que
encierra realmente la palabra «evangelio»”1. Al ser una palabra que utilizaban los emperadores romanos, porque
“se consideraban señores del mundo, sus salvadores, sus libertadores”2; al referirse a sus proclamas, “indepen-
dientemente de que su contenido fuera especialmente alegre y agradable”3, manifestaban de un modo concreto
que lo que procedía como tal “del emperador —ésa era la idea de fondo— es mensaje salvador, no simplemente
una noticia, sino transformación del mundo hacia el bien”4.

Inmediatamente después de estos antecedentes, el Papa Benedicto pasa a explicar de manera clara y categórica
cuál sería el significado profundo de la palabra Evangelio:

Cuando los evangelistas toman esta palabra —que desde entonces se convierte en el término habitual
para definir el género de sus escritos—, quieren decir que aquello que los emperadores, que se tenían
por dioses, reclamaban sin derecho, aquí ocurre realmente: se trata de un mensaje con autoridad que no
es sólo palabra, sino también realidad. En el vocabulario que utiliza hoy la teoría del lenguaje se diría así:
el Evangelio no es un discurso meramente informativo, sino operativo; no es simple comunicación, sino
acción, fuerza eficaz que penetra en el mundo salvándolo y transformándolo. Marcos habla del «Evan-
gelio de Dios»: no son los emperadores los que pueden salvar al mundo, sino Dios. Y aquí se manifiesta
la palabra de Dios, que es palabra eficaz; aquí se cumple realmente lo que los emperadores pretendían
sin poder cumplirlo. Aquí, en cambio, entra en acción el verdadero Señor del mundo, el Dios vivo5.

Por lo tanto, si el Evangelio es un bien que se manifiesta esencialmente en la vida concreta de las personas,
en el aquí y en el ahora, no queda más que comunicarlo, transmitirlo. Esta es la razón por la cual no se debe
silenciar la novedad del Evangelio, que en sí mismo tiene mucho que aportar para la transformación social hacia
un bien común.

Para finalizar, y a manera de invitación, el “ser callejeros de la fe” implica transformar la realidad desde los criterios
evangélicos, siendo fieles misioneros del Señor Jesús, con una gran capacidad y creatividad para intervenir en el
mundo y renovarlo. “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los
estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangeliza-
ción del mundo actual más que para la autopreservación” (Eg 27).

1 Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Primera Parte Desde el Bautismo a la Transfiguración, Planeta, México 2007, p. 73.
2 Ibid.
3 Ibid.
4 Ibid. p. 74.
5 Ibid.

XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015 33


· Abreviaturas empleadas:

DA: Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe de Aparecida (2007)
Eg: Exhortación apostólica Evangelii gaudium, de Francisco, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (2013)

· Preguntar para reflexionar:

En el camino pastoral recorrido hasta ahora, ¿te has esforzado para escuchar y poder entender a las/os jóvenes
que te rodean y necesitan encontrarse de frente con la persona de Jesús de Nazaret? En la vida eclesial, ¿eres
creador de comunión y del trabajo en equipo?, o, por lo contrario, ¿llegas a crear con tus actitudes divisiones y
sectarismo dentro de la comunidad eclesial? ¿Cómo se podría irradiar, en una salida entusiasta y comprometida,
la comunión interna de la Iglesia al mundo de hoy? ¿Cómo podrías contribuir, como joven callejero de la fe, a esa
salida de la Iglesia?

34 XII CONAJUM · CUAUTITLÁN


XII CONAJUM · CUAUTITLÁN2015
2015
CONCLUSIÓN
“Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Eg 1). Éstas son las palabras del Papa
Francisco para los fieles de nuestro tiempo. Por eso somos llamados al encuentro con
Jesús. “Invito a cada cristiano ―nos dice el Santo Padre―, en cualquier lugar y situación
en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al
menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin des-
canso” (Eg 3).

El próximo XII Congreso Nacional Juvenil Misionero es una excelente oportunidad para
encontrarnos con este Jesús alegre que nos llama, como comunidad de agentes de la
misión, a renovar nuestro compromiso misionero como jóvenes. El Santo Padre Francisco
nos ha recordado que:

Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque
atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece.
Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos
encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina (Eg 11).

Los temas de este Libro de trabajo pretenden hacer un llamado a los jóvenes que
trabajen con ellos a una conversión constante y una urgente renovación de los proyectos
evangelizadores en los que colaboren, siempre con la certeza de que la gran obra
misionera de la Iglesia se lleva a cabo con la gracia de Dios y el esfuerzo de los hombres
de buena voluntad.

35
Himno del XII CONAJUM
CALLEJEROS DE LA FE

¡Aleluya!, ¡aleluya!, ¡Es maravilloso!


¡aleluya!, ¡aleluya!, Somos jóvenes misioneros.
¡aleluya!, ¡aleluya!,
¡aleluya!, ¡aleluya! ¡Es lo más glorioso!
Somos jóvenes callejeros.
¡Hey!, ¡hey!, ¡hey!,
¡hey!, ¡hey!, ¡hey!, Sí, sí, sí,
¡hey!, ¡hey!, ¡hey!, somos felices.
¡hey! Sí, sí, sí,
por llevar a Cristo.
Uuuuuuu Sí, sí, sí,
Uuuuuuu a cada esquina.
Uuuuuuu Sí, sí, sí,
Uuuuuuu. a cada plaza,
a cada rincón de la tierra.
Nos gusta que nos llamen Salimos a las periferias.
jóvenes misioneros.
¡Aleluya!, ¡aleluya!,
Nos gusta que nos digan ¡aleluya!, ¡aleluya!,
jóvenes callejeros. ¡aleluya!, ¡aleluya!,
¡aleluya!, ¡aleluya!
Callejeros de la fe,
callejeros de la paz, ¡Hey!, ¡hey!, ¡hey!,
callejeros del amor, ¡hey!, ¡hey!, ¡hey!,
y de gozo. (bis) ¡hey!, ¡hey!, ¡hey!,
¡hey!

Firma: Chavo Guerrero

36 XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015


Oración para el XII CONAJUM 2015

Señor Padre nuestro,


mira con amor a tu Iglesia,
especialmente a los jóvenes.

Concédenos que en este XII CONAJUM


fortalezcamos nuestro encuentro
con tu Hijo Jesucristo,
y como discípulos misioneros
seamos Iglesia en salida.

Que el Espíritu Santo nos impulse


a primerear la alegría del Evangelio,
como verdaderos callejeros de la fe.

Que santa María de Guadalupe


y san Juan Diego Cuauhtlatoatzin
nos acompañen en nuestra misión,
construyendo la civilización del Amor.

Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

“¡Jóvenes con Cristo, callejeros de la fe!”

XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015 37


Oración por la Paz

Señor Jesús, tú eres nuestra paz,


mira nuestra Patria dañada por la violencia
y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren.

Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.

Toca el corazón de quienes olvidan


que somos hermanos
y provocan sufrimiento y muerte.

Dales el don de la conversión.

Protege a las familias,


a nuestros niños, adolescentes y jóvenes,
a nuestros pueblos y comunidades.

Que como discípulos misioneros tuyos,


ciudadanos responsables,
sepamos ser promotores de justicia y de paz,
para que en ti, nuestro pueblo tenga vida digna.

Amén.
 

Santa María de Guadalupe, Reina de la paz, ruega por nosotros.

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XII CONAJUM · CUAUTITLÁN 2015 39
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XII CONGRESO NACIONAL JUVENIL MISIONERO CONAJUM 2015 · CUAUTITLÁN


“Jóvenes con Cristo, callejeros de la Fe“

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