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Comentario de México.

De su historia, penurias y esperanzas de Miguel

León-Portilla

Al recibir la medalla “Belisario Domínguez” en el Senado de la República, el 7 de octubre

de 1995, el historiador y antropólogo Miguel León-Portilla −ampliamente considerado como

la máxima autoridad en el ámbito de los estudios de la cultura náhuatl− pronunció un breve

discurso que, a mi juicio, constituye una lectura obligada para todos aquellos que abogan por

la apremiante reconstrucción de México. Con su característica sencillez prosaica, nuestro

autor describe los problemas primarios que aquejan al país –mismos que se han agravado

más de veinte años después de la elaboración del discurso− y propone una resolución que, en

la actual coyuntura pre-electoral, en la que se propende a depositar la esperanza por la

transformación de México en un solo individuo, parece necesario analizar.

León-Portilla atiende primero a su diagnóstico, reconociendo la que para él es la gran

contradicción de la realidad del país: la coexistencia de una envidiable abundancia de

recursos naturales (animales, vegetales, minerales, petrolíferos, etc.) y de una insalvable

desigualdad socioeconómica al interior de su población. Es claro, por una parte, que la causa

principal de dicha contradicción es la inicua distribución de los recursos económicos, pues

sólo así se entiende el hecho de que, a pesar de que el Estado permite cada vez más la

depredación del medio ambiente natural, las divisiones entre grupos socioeconómicos no

tienden a desaparecer –al contrario, se hacen aún más difíciles de franquear−. Por otra parte,

y en funesta amalgama con lo anterior, deben añadirse el descontrolado crecimiento

demográfico y la concentración poblacional en las ciudades, derivadas, respectivamente, de

una deficiente educación sexual de la sociedad y de la inmigración a las metrópolis de

1
campesinos e indígenas despojados de sus tierras ancestrales (y, consecuentemente,

mutilados de su identidad cultural). Como dice nuestro autor, las ciudades han crecido no

como centro de producción sino de carencias, con servicios pésimamente remunerados,

ambulantaje, inseguridad y nuevas formas de marginación.

La exposición que hace León-Portilla de los problemas arriba comentados podrá

parecer demasiado lacónica, pero, tomando en consideración las limitaciones inherentes al

formato del discurso, aquélla es más que suficiente. A partir, no obstante, de su lectura, no

debe caerse en el equívoco de que los gobernantes son los únicos responsables de la precaria

situación que atraviesa México, pues ésta se debe, en buena medida, al casi absoluto

desconocimiento del mexicano común de su historia patria. A este respecto, se ha dicho hasta

el hartazgo que “el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”, afirmación

que si bien resulta lógica, tiene un cierto carácter de predictibilidad que no tiene cabida en la

concepción contemporánea de la historia científica.

En cambio, nuestro autor nos aconseja emplear la historia como una fuente de

inspiración y motivación para la acción, de tal forma que cada vez que nos sintamos pequeños

ante los retos que impone la actual coyuntura, podamos fortalecernos con el recuerdo de los

avances artísticos, científicos y tecnológicos que se dieron en esa cuna de civilización que

fue Mesoamérica; o de los ilustres humanistas y literatos que el próspero virreinato de la

Nueva España dio a luz; o de los intelectuales que encabezaron los movimientos de

independencia y de Reforma y que hicieron frente las intervenciones extranjeras y a un

sinnúmero de adversidades más; o de los revolucionarios mexicanos que hicieron de sus

anhelos la primera gran utopía del siglo XX… En síntesis, hacer de “nuestra historia un

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espejo mágico que nos muestre quiénes somos y de qué hemos sido capaces y, por ende, qué

atributos tenemos para afrontar el presente y avizorar el futuro.”1

1
León-Portilla, 2016, p. 124.

3
Bibliografía

León-Portilla, Miguel. 2016. México y América. De su historia, penurias y esperanzas. 1ª ed.

México: El Colegio Nacional.

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