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La búsqueda de una música nacional de contenido popular ha sido y es uno de los más caros
objetivos del pueblo argentino. Sus artistas, desde los albores de una expresión popular propia han
intentado, con distinta suerte, incorporar la diversidad de géneros y manifestaciones de que
disponían a su sensibilidad con el propósito de cantar al país todo.
Ya Carlos Gardel, en los inicios de los modernos medios de difusión, incursionó como autor
e intérprete tanto en el género nativo, donde empezó su relevancia, como en el género típico
ciudadano, que encontró en el tango su forma más completa de expresión. Otros géneros, populares
entonces, como el vals, la polka, etc., no resultaron tan eficientes para traducir el modo de ser
y sentir de las amplias capas populares del país creciente.
En la búsqueda de su expresión, el artista popular adoptó y recreó los ritmos y melodías que,
por su contenido y su forma, se adaptan más totalmente al gusto y los sentimientos del pueblo.
Esa inter-relación entre el artista creador y el pueblo destinatario de sus obras, dio nacimiento al
tango que, penetrado de la circunstancia viva de las masas, sería desde entonces la canción popular
por definición, dada la preeminencia que en lo cultural, político, social y económico tendría,
también desde entonces, Buenos Aires sobre el resto del país. La deformación geosociológica
que este hecho político provocó en todos los ordenes de la vida del país, debía alcanzar también a la
música nacional de inspiración popular.
Es que el tango, merced a su buen suerte, ya había caído del ángel popular a las manos de los
mercaderes y era divisa fuerte para la exportación turística. Fue entonces cuando lo condenaron a
repetirse a sí mismo, hasta estereotipar un país de tarjeta postal, farolito mediante, ajeno a la sangre
y el destino de su gente.
No hay pues, para el hombre argentino, un dilema entre tango y folklore, música ciudadana o
música regional, tipismo o nativismo. El dilema real del hombre argentino es, en este plano de sus
intereses, o desarrollo vital de su propia expresión popular y nacional en la diversidad de su formas
y géneros, o estancamientos infecundo ante la invasión de las formas decadentes y descompuestas
de los híbridos foráneos.
Hay país para todo el cancionero. Sólo falta integrar un cancionero para todo el país.
Una toma de conciencia: el auge de la música nativa
En estos momentos, Buenos Aires y el país todo, asisten a un poderoso resurgimiento de la música
popular nativa, que ha motivado la inquietud por interpretar este fenómeno. Hay quienes se inclinan
por considerar este resurgimiento como una moda, a la manera de tantas que suelen asolar a la gran
capital cosmopolita, puerto de todos los puertos. Pero un ceñido análisis de nuestra realidad, no
puede menos que alejarnos de ese supuesto. Nosotros afirmamos que este resurgimiento de la
música popular nativa, no es un hecho circunstancial, sino una toma de conciencia del pueblo
argentino.
En lo que respecta a Buenos Aires, apuntamos este hecho: debido al auge industrial que se inicia a
raíz de la Segunda Guerra Mundial, la capital, recibió el aporte masivo de inmensos contingentes
humanos del interior del país. Ellos traían junto a la esperanza de una vida mejor en la gran ciudad,
sus raídas guitarras y la magia de sus paisajes natales. A la postre, serían el mercado que exigiría
cada día más música nacional nativa y que terminarían por imponer al hombre y la mujer porteños,
un gusto y una pasión inquietante por este inmenso y abismal país continente. Todo el país comenzó
a verse a sí mismo en el cancionero, sospechando que a sus espaldas, un mundo cautivante y
desconocido se había puesto en movimiento.
De este celo por las formas originarias y puras, sobrevendrán luego los vicios que quieren hacer
del cancionero popular nativo, un solemne cadáver.
En su tiempo, cuando lo principal era la difusión de la canción nativa, este estilo y este concepto,
tuvo una innegable justificación y esa labor de tantos abnegados cultores y difusores de la canción
vernácula, nos merece un alto respeto. Entonces, el cancionero carecía de un sitio hondo y visible
en la sensibilidad de amplios sectores del país; era natural y lógica la insistencia en mostrarlo tal
cual era o había sido su origen. Pero fue la fijación en ese estado lo que degeneró en un folklorismo
de tarjeta postal cuyos remanentes aún padecemos, sin vida ni vigencia para el hombre que
construía el país y modificaba día a día su realidad.
Es con Buenaventura Luna, en lo literario y con Atahualpa Yupanqui, en lo literario
musical, con quienes se inicia un empuje renovador que amplia su contenido sin resentir la raíz
autóctona.
A ese hallazgo se sumará luego el aporte de músicos, poetas e intérpretes de las nuevas
generaciones que,
urgidos por desarrollar esa yeta de la sensibilidad popular, han protagonizado el resurgimiento
actual.
Tanto Luna, como Yupanqui, surgen de las dos regiones más ricas en expresiones musicales: el
Norte y Cuyo.
Estos, sin ser los únicos, son los más representativos precursores por la calidad y la extensión de su
sobras y en su vocación de expresar renovadamente la canción popular nativa señala su origen
el NUEVO CANCIONERO.
Quiere aplicar la conciencia nacional del pueblo, mediante nuevas y mejores obras que lo expresen.
Busca y promueve la participación de la música típica popular y popular nativa en las demás artes
populares: el cine, la danza, el teatro, etc., en una misma inquietud creadora que contenga el pueblo,
su circunstancia histórica y su paisaje. En este sentido, adhiere a la inquietud del Nuevo Cine, como
también a todo intento de renovación que intente testimoniar y expresar por el arte nuestra
apasionante realidad sin concesiones ni deformaciones.
Rechaza a todo regionalismo cerrado y busca expresar al país todo en al amplia gama de sus formas
musicales. Se propone depurar de convencionalismos y tabúes tradicionalistas a ultranza,
el patrimonio musical tanto de origen folklórico como típico popular.
Desechará, rechazará y denunciará al público, mediante el análisis esclarecido en cada caso, toda
producción burda y subalterna que, con finalidad mercantil, intente encarecer tanto la inteligencia
como la moral de nuestro pueblo.
EL NUEVO CANCIONERO acoge en sus principios a todos los artistas identificados con sus
anhelos de valorar, profundizar, crear y desarrollar el arte popular y en ese sentido buscará la
comunicación, el diálogo y el intercambio con todos los artistas y movimientos similares del resto
de América.
EL NUEVO CANCIONERO luchará por convertir la presente adhesión del pueblo argentino hacia
su canto nacional, en un valor cultural inalienable.
Afirma que el arte, como la vida, debe estar en permanente transformación y por eso, busca integrar
el cancionero popular al desarrollo creador del pueblo todo para acompañarlo en su destino,
expresando sus sueños, sus alegrías, sus luchas y sus esperanzas.
http://www.tejadagomez.com.ar/adhesiones/manifiesto.html