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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE PEREIRA

UNIVERSIDAD DEL CAUCA


UNIVERSIDAD DEL VALLE

DOCTORADO EN CIENCIAS AMBIENTALES

Curso: TEORÍA GENERAL DE SISTEMAS

Clase 1: Pensamiento Sistémico y Concepto de Sistema

Profesor: Carlos Osorio M. PhD.


Escuela de Ingeniería Industrial y Estadística
Universidad del Valle
Septiembre de 2010.

1. LAS BASES DEL PENSAMIENTO SISTÉMICO1

La palabra “sistema” deriva del griego Synistánai, significa reunir, juntar,


colocar juntos. Sistema es un todo integrado cuyas propiedades surgen de las relaciones
entre sus partes; y “pensamiento sistémico”, la comprensión de un fenómeno en el
contexto de un todo superior. Comprender las cosas sistémicamente significa
literalmente colocarlas en un contexto, establecer la naturaleza de sus relaciones (Capra,
1996: 47).

Si bien el término sistema ha sido ampliamente usado en filosofía natural desde


Galileo, a partir de su Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo (1632), es
sólo hasta mediados del siglo XX que el término va a ser objeto de reflexión. La
atención a los elementos constitutivos de los objetos y las leyes generales que los rigen,
impidió toda emergencia de la idea de sistema. No hubo antes ninguna relación
concebible entre los diversos empleos de la palabra sistema: sistema solar, sistema
atómico, sistema social, entre otros (Morin, 1982: 122) 2.

Es con la Teoría General de Sistemas –TGS-, propuesta por Bertalanffy (1968:


37), que el sistema es concebido como un complejo de elementos en interacción, como
una totalidad; una organización de fenómenos no descomponibles en acontecimientos
locales; o bien, interacciones dinámicas manifiestas en la diferencia de conducta de
partes aisladas.

Según Bertalanffy, las filosofías más influyentes en las tempranas ideas de


sistema, son la teoría organicista de Whitehead (1949; 1968), los trabajos de Cannon
(1920) sobre homeostasis y los trabajos de Claude Bernard (1865). En Whitehead la

1
El presente material debe ser citado como apartes del Capítulo 3 del documento: Osorio, Carlos. (2007),
El Determinismo Tecnológico: Una Reflexión Crítica desde la Teoría de los Sistemas Tecnológicos, Tesis
de Doctorado, Universidad de Oviedo.
2
El artículo “Sistema” de la Encyclopedia de Diderot y D’Alembert, acumula las presentaciones de los
sistemas metafísicos y teológicos, de los sistemas de astronomía, de los sistemas mecánicos, de los
sistemas anatómicos, de los sistemas poéticos y fabulosos, de los sistemas mitológicos, de los sistemas de
fortificaciones (arte militar) y de los sistemas armónicos o de notación musical (Lemoigne, 1977). Sin
embargo, la obra de A. Bogdanov, Ciencia universal de la organización o tactología, publicada en Moscú
entre 1913 y 1920, ha sido reconocida como el primer tratado completo de la sistémica general
(Lemoigne, 1977).

1
idea de organización, presente desde el átomo a la molécula, representaba igualmente
un paso creador de la naturaleza en el tiempo (Whitehead, 1949; 1968). El concepto de
homeostasis propuesto por Cannon (1920), producto del estudio de las alteraciones
corporales provocadas por el dolor, el hambre, el miedo y el cólera, contribuyó con la
identificación de los bucles cerrados causales en los seres vivos. Para Wiener (1950), un
bucle de retroalimentación es una disposición circular de elementos conectados
causalmente, en la que una causa inicial se propaga alrededor de los eslabones sucesivos
del bucle, de tal modo que cada elemento tiene un efecto sobre el siguiente, hasta que el
último retroalimente el efecto sobre el primer eslabón en que se inició el proceso. Para
Wiener, la retroalimentación es el control de una máquina en base a su comportamiento
real y no al esperado, principio que puede ser extensible a los organismos y sistemas
sociales; mientras que automatización significa, desde Wiener (1948), funciones de
comando, regulación, vigilancia y control de los mecanismos involucrados en un
programa3. Lo más importante desde el punto de vista sistémico fue el reconocimiento
de que las retroalimentaciones describen patrones de organización (Capra, 1996: 82) 4.
Mientras que en el caso de Claude Bernard (1865; 1879), sus aportes vinculados a la
filosofía organísmica se refieren a los sistemas vivientes en términos de “idea directriz”
o “plan vital”, para explicar los fenómenos vitales rigurosamente bien determinados por
sus condiciones físico-químicas, y que al mismo tiempo se subordinan y se suceden
según un encadenamiento y una ley fijados de antemano: se repiten eternamente, con
orden, regularidad, constancia, y se armonizan con miras a un resultado que es la
organización del viviente (Bernard, 1865).

La teoría de los sistemas se distancia del paradigma cartesiano, propio de la


física clásica, basado en los términos de estructura-función; del paradigma estadístico,
en los términos de estructura-evaluación; incluso del cibernético, a pesar de que lo usa.
Bertalanffy (1968: 56) propuso las matemáticas clásicas, el cálculo infinitesimal, para
definir un sistema y sus propiedades formales generales: de un conjunto adecuado de
axiomas se deducirían proposiciones que expresasen propiedades y principios de
sistemas. Si un sistema puede ser definido como un complejo de elementos
interactuantes, la interacción significa que elementos P, están en relación R. De suerte
que el comportamiento de un elemento P en R es diferente de su comportamiento en
otra relación R’. R y R’ deben ser diferentes.

De acuerdo a un sistema de ecuaciones diferenciales, al denotar por Qi alguna


magnitud de elementos, Pi, (i= 1, 2,... n) para un número finito de elementos, las
ecuaciones tendrían, en el caso más sencillo, la forma:

dQ1 = f1 (Q1, Q2,... Qn)


dt

3
También el origen de la ciencia de los sistemas se relaciona con el tránsito de la ingeniería energética –
grandes máquinas que liberan energía, como la de vapor- hasta la ingeniería de control a partir de la
automatización. En el automatismo domina la función sobre el agente. Si la gran máquina fue el punto de
partida de la materialización técnica en la revolución industrial, bajo las nuevas condiciones de
automatización gracias a la electrónica, la automatización se orienta hacia la miniaturización y la
desmaterialización, con rapidez extrema de los flujos, reducción de los tiempos de reacción, precisión del
comando y uso de mínimas cantidades de energía (Séris, 1994: 180-199).
4
Tal retroalimentación significa el retorno de la información a su punto de origen, a través de un proceso
o actividad. En los sistemas se presentan dos clases de retroalimentación, una positiva (+)
autorreforzadora, en la misma dirección; y una negativa (-) o equilibrante en sentido circular. El principio
de retroalimentación nos dice que el bucle es autoequilibrante.

2
dQn = fn (Q1, Q2,... Qn)
dt

De este modo, el cambio de cualquier magnitud Qi es función de todas las Q, de


Q1 a Qn; a la inversa, el cambio de cualquier Qi acarrea un cambio en todas las demás
magnitudes y en el sistema en conjunto. Esta denotación involucra la interrelación del
todo con las partes y de las partes con el todo. No obstante, dicho sistema de ecuaciones
no permite captar la posible dependencia de situaciones que se derivan de la historia
previa del sistema, es decir, cuando el sistema es visto no solo espacial sino
temporalmente; tampoco informa de la naturaleza de las magnitudes, algo que hoy día
ha sido resuelto con otra clase de apoyo matemático.

Por último, cabe señalar que Bertalanffy definió algunas propiedades para los
sistemas biológicos, como es el caso de: crecimiento, sumatividad, mecanización,
centralización y finalidad. El “crecimiento” se refiere a la aplicación de la Ley
Exponencial (es directamente proporcional al número de elementos presentes). La
“sumatividad física o independencia” es la suma de las variaciones de sus elementos;
esto aplica para sistemas que son montones, tales como un montón de ladrillos, etc.; no
para sistemas que involucran configuraciones diferenciadas, como por ejemplo un
sistema biológico.

La “mecanización” creciente significa determinación creciente de elementos por


funciones sólo dependientes de ellos mismos, con la consiguiente pérdida de
regulabilidad sustentada en el sistema en conjunto. Mientras menores sean los
coeficientes de interacción, mayor es la mecanización, lo que hace que el sistema se
parezca más a una máquina. En el caso del organismo, aún cuando esté en parte
mecanizado, no deja de ser un sistema unitario gracias a los procesos de regulación y de
interacción con el medio. Tales consideraciones son extendidas a las estructuras sociales
(en una comunidad primitiva cada miembro puede hacer casi cualquier cosa que pueda
esperarse en su conexión con el todo). Y es este contraste entre totalidad y suma, pasar
de un estado de totalidad indiferenciada a la diferenciación de partes y de la segregación
a la mecanización progresiva, donde reside el progreso de evolución biológica,
psicológica y social (Bertalanffy, 1968: 68-72).

Conectado con lo anterior, se plantea el principio de “centralización”,


especialmente importante en el reino biológico, implica dependencia de la evolución. Se
refiere a la formación de partes conductoras que conllevan a una individualización. La
centralización progresiva hace más unificado al organismo así como indivisible la
individualización, con ello determina la conducta del conjunto (Bertalanffy 1968: 71-
75). Por último, la “finalidad”, es la propiedad del sistema que conduce el sistema a un
estado futuro, ya sea en estado de equilibrio o estacionario (asintóticamente en la
representación gráfica de una ecuación), o lejos del equilibrio, o con equilibrios
interrumpidos.

2. PROPIEDADES DE LOS SISTEMAS

Vamos a considerar algunas propiedades de los sistemas con base en una idea de
sistemas tecnológicos, en tanto puede servirnos de modelo para comprender algunos

3
rasgos de los sistemas ambientales. Un sistema tecnológico es una unidad compleja en
donde interactúan las personas, las organizaciones, máquinas, equipos, y sistemas
biológicos (en muchos casos), que tiene por objeto la transformación de unos recursos
para obtener unos resultados.
Los sistemas tecnológicos, al igual que los sistemas ambientales, pueden
considerarse como sistemas complejos. De acuerdo con Morin, en particular El método
(1970), el concepto de complejidad permite vincular elementos heterogéneos, sean estos
físicos, biológicos y sociales. La complejidad es vista como un tejido, complexus
significa “lo que está tejido en conjunto”, de constituyentes heterogéneos
inseparablemente asociados.
Veamos entonces algunas propiedades de los sistemas, con base en los sistemas
complejos de tipo tecnológico. Otras consideraciones como la participación pública en
un sistema tecnológico, serán tratadas en un documento posterior.

2.1. Organización

La organización en los tecnológicos, entre ellos los sistemas de agua potable,


remite a la composición de partes o componentes heterogéneas relacionadas, que van
desde artefactos físicos, organizaciones, conocimientos, normas y recursos naturales,
junto con la participación de una variedad de actores sociales (inventores, científicos,
industriales, ingenieros, gerentes, financieros, trabajadores y usuarios del sistema).
Estos componentes están conectados por una red de relaciones o de interacción, la cual
le confiere el estatuto de complejidad al sistema. El sistema funciona en completa
interacción entre sus componentes, en donde el estado o actividad de uno de los
componentes influye sobre el estado o actividad de los otros componentes del sistema.

Para hablar de organización, debemos volver a las fuentes de la teoría de los


sistemas. Como se señalaba, muchos de los conceptos iniciales de la Teoría General de
Sistemas de Bertalanffy fueron tomados como descripciones de características de
sistemas vivos, fue el caso de conceptos como organización y medio, entre otros. El
concepto de organización, ampliamente usado en biología desde el siglo XVIII, es lo
que rige la forma, las propiedades y el comportamiento de un ser vivo, en conjunto
corresponden a la organización (Jacob, 1970: 87).

En los seres vivos, la idea de una unidad organizacional está sugerida en


términos de integrón. Según Jacob (1970), el integrón implica que cada nivel de
organización dota de cualidades y propiedades nuevas al sistema, comprende una
jerarquía de niveles de organización, cada uno más complejo que el otro, caracterizado
por propiedades emergentes altamente significativas que aparecen en un nivel inferior y
luego no se encuentran en el siguiente superior, pues éste último contiene nuevas
propiedades. Este nivel de organización para los seres vivos también es entendido como
un patrón, en donde las propiedades sistémicas emergerían de relaciones ordenadas, la
muerte sería la destrucción de ese patrón de organización pese a que sus componentes
continúen.

La organización en un sistema tecnológico remite a las nociones de totalidad,


jerarquía y evolución, tal como veremos más adelante. La organización es la disposición
de las partes y las relaciones entre tales partes o componentes. Ella transforma, produce,
reúne, mantiene. La disposición de tales componentes asegura cierta posibilidad de

4
duración a pesar de las perturbaciones aleatorias que pudieran darse en el sistema. La
idea de la organización remite a la disposición de las partes dentro, en y por un todo.

2.2. Límites

Pese a que en la teoría de los sistemas los conceptos de medio y límites han sido
paulatinamente reemplazados por la diferenciación entre sistema y entorno, nos parece
que debido a las continuas referencias al problema de los límites en el sistema, dicho
tema requiere ser tratado.

En principio, el concepto de “medio”, ha jugado un papel importante en la


acepción de los sistemas. En Simon (1973: 25), por ejemplo, la distinción entre medio
exterior e interior nos puede ayudar a predecir el comportamiento de un sistema,
teniendo presente los objetivos del mismo, a partir de unos presupuestos mínimos en
relación con el medio interior. Podríamos tender a una ciencia de lo artificial que
dependiese de la relativa simplicidad de la interfaz como su fuente principal de
abstracción y generalidad. En algunos sistemas, por ejemplo para el control de un
motor, el interior consiste en una organización de fenómenos capaces de llegar a los
fines previstos. El medio exterior determina las condiciones favorables a la consecución
del fin propuesto. Si el sistema interno esta adecuadamente diseñado, se adaptará al
medio externo. Pero tal adaptación tiene límites, a saber, aquéllos planteados por las
propiedades limitadoras del medio interior.

A nivel biológico, el concepto de “medio” tiene un pasado fuertemente


mecanicista. Proviene de la mecánica de Newton, quien al término aristotélico de
“medio” le incorpora la noción de “éter”, como el fluido luminoso que cumple con la
acción a distancia ejercida entre individuos físicos distintos. El éter es el intermediario
entre dos cuerpos, entre dos centros, según el lenguaje de las fuerzas centrípetas y en
tanto está presente en todos los cuerpos, estos cuerpos están situados en el medio
(Canguilhem, 1965). Esta noción de medio como fluido será introducida de la física a la
biología por Lamarck en su Filosofía Zoológica, también con una significación
mecánica. Lamarck (1809: 80-86) habla siempre de medios y no de medio y se refiere
expresamente a los fluidos como el agua, el aire y la luz. Cuando Lamarck quiere
designar el conjunto de las acciones que se ejercen desde fuera sobre el ser viviente, es
decir, esto que hoy en día llamamos medio, él jamás dice el medio, sino “circunstancias
influyentes”. Para Lamarck, el organismo como tal no modifica al medio, sus relaciones
con el medio son de necesidad, lo padece y cambia gracias a él (teoría lamarckista de la
evolución).

Otra relación entre medio y organismo es la descrita por Comte en su Curso de


filosofía positiva, en este caso el medio es el conjunto de variables externas a las que se
encuentra sometido el ser vivo, éstas son: la pesantez, la presión del aire y del agua, el
movimiento, el calor y la electricidad, las especies químicas, todos los factores capaces
de ser experimentalmente estudiados y cuantificados por la medida. Nuevamente la
concepción de medio no se desprende de su herencia mecanicista, pese a que exista la
sospecha de una acepción más biológica del término, es decir, aquella en que el
organismo y su medio ejercen cada uno su influencia sobre el otro (Canguilhem, 1965).

En el caso de los límites, estos dependen del control ejercido por las partes del
sistema. Cuando se trata de sistemas tecnológicos, los humanos ejercen control

5
dependiendo de la estrategia que se lleve a cabo a través de la estructura organizacional
para la investigación y la gestión. La estrategia de control puede involucrar procesos
que pueden ser rutinarios y no rutinarios vinculados a formas organizacionales
específicas, siendo los no rutinarios los relacionados con actividades de innovación. Se
entiende que un proceso de innovación comporta cuestiones que exceden las cuestiones
técnicas, en tanto implican decisiones políticas, económicas, éticas y culturales, las
cuales son consideradas en las decisiones estratégicas humanas. En este sentido, el
control es mucho más que un acoplamiento funcional, puesto que los humanos deben
considerar cuestiones extraepistémicas, por tanto políticas y valorativas, a la hora de
tomar decisiones en un sistema tecnológico.

En las máquinas, equipos, estructuras materiales, etc., el control depende del


programa de acción y de la naturaleza material que contienen. Y en el caso de los
sistemas biológicos que hacen parte de un sistema tecnológico, el control se refiere a los
programas adaptativos y reproductivos de tales sistemas. El concepto de programa hace
referencia a una operación y ejecución de trabajo, que en el caso de los máquinas como
en las estructuras biológicas remite a una idea de automatismo.

Con Babbage (1832), lo automático prescribe que la máquina trabaja por su


propia cuenta, es su propio jefe y reemplaza al trabajador en su propia obra. El sentido
moderno de lo automático depende del programa. La noción de programa se refiere a las
instrucciones y datos comunicados a la máquina, para permitirle ejecutar una serie de
operaciones determinadas. Por el programa, la máquina puede adaptar su
comportamiento con lo externo a partir del principio de regulación, entendido como
una cierta autosuficiencia funcional. En el caso de los sistemas biológicos el programa
esta cifrado por el programa genético, al menos en sus condiciones básicas; en
consonancia con la homeostasis, que permite las regulaciones por las cuales el
organismo mantiene constantes las normas fisiológicas, retomando y corrigiendo las
influencias perturbadoras tanto externas como internas.

2.3. Totalidad

Estrechamente ligada con la noción de organización en un sistema tecnológico


se encuentra la noción de totalidad. El todo, el “holismo”, se opone a la noción de
“parte”, de elemento que invoca un orden reduccionista. En algunos casos se ha
cuestionado este exceso de holismo que no permite ver las diferencias y restricciones de
las partes y por consiguiente de la organización. No obstante, vamos a considerar al
todo como una condición de la noción de sistema tecnológico, noción que también esta
presente en los sistemas ambientales.

También la idea de totalidad para el pensamiento sistémico es tributaria de la


biología organísmica, principalmente de finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Para los biólogos organísmicos, el todo del organismo era un objeto irreductible, el cual
no podía ser explicado desde una base netamente analítica (Checkland, 1981: 77).

El tema del “todo” en el pensamiento biológico tiene sus raíces en Aristóteles,


cuando se refiere en la Metafísica (IV, 26), a:

“[...] aquello a lo cual no le falta ninguna de las partes que están llamadas a

6
constituir normalmente un todo. Es también aquello que contiene los componentes de
tal suerte que forman una unidad, o de su conjunto resulta la unidad. De estas últimas
clases de todos, los seres naturales son más verdaderamente un todo que los seres
artificiales[...] Además, al tener las cantidades un principio, un medio y un fin, aquellas
en las cuales la posición de las partes es indiferente son llamadas un total (pan) y las
otras un todo (holón)”.

Como vemos, el todo requiere de una condición, que la posición de las partes
tenga que ver con la organización. En otras palabras, el todo no es sumatoria de partes
(principio de sumatividad de Bertalanffy), es una esencia cuyo ejemplo a mostrar es el
viviente. Si el todo orgánico no es indiferente a la posición de las partes, la finalidad
orgánica aquí presente, en cambio, es de tipo técnico. Pero se trata de una finalidad
sometida a la disposición estructural distinta de como sucede en los cuchilleros de
Delfos en La política (Libro 1, Cap. 1), cuyos cuchillos sirven para muchos usos; por el
contrario, la naturaleza no procede así, sino teniendo en cuenta cada pieza.

La concepción aristotélica del todo organicista impide cualquier indiferenciación


orgánica, lo que confiere al todo una forma estática, de cierta forma una presentación
tecnológica: las partes son asimiladas a herramientas y a piezas de máquina, las cuales
están racionalmente concebidas como medios de la finalidad del todo, en tanto que el
todo es el producto de la composición de las partes (Canguilhem, 1966: 318-333).

Este modelo tecnológico del viviente habrá de ser radicalmente rechazado desde
finales del siglo XVIII y en la primera mitad del siglo XIX. Por un lado, bajo la
reacción romántica alemana y de los vitalistas5, luego por el advenimiento de la
embriología (en estados embrionarios hay una fase inicial de indeterminación) y por la
fisiología.

Un segundo momento de este “todo” organicista, ya no tributario de los modelos


tecnológicos, partirá de metáforas políticas y sociales, como sucedió con la teoría
celular6. El organismo se construye con respecto a la vida elemental, es decir, a la vida
celular. La célula es en sí misma un organismo, en el cual el animal o la planta son una
sociedad. El organismo es una totalidad que subordina elementos virtualmente
autónomos. La división del trabajo es la ley del organismo como de la sociedad.
Conforme a un modelo tecnológico, el organismo es un ajuste estricto de mecanismos
elementales; conforme a un modelo económico y político, el organismo está constituido

5
La escuela romántica Alemana considera a la naturaleza entera como un inmenso organismo viviente, el
cual se halla sometido y mantenido por una fuerza de configuración que actuaría como principio de
operación (Albarracin, s.f).
6
A comienzos del siglo XIX, los padres de la teoría celular Matthias Schleiden y Theodor Schwann,
planteaban que todo organismo viviente es un compuesto de células, consideraban a la célula como
elemento vital portador de todos los caracteres de la vida. Ya al concluir el siglo, se pontificaba que “las
células son los verdaderos ciudadanos autónomos que, reunidos por millares, constituyen nuestro cuerpo,
el estado celular”. Habría entonces dos formas de entender el status de la célula: en su propia
individualidad y en su cooperativa comunidad. Este último aspecto será interpretado por Rudolf Virchow
al señalar que es la organización, entendida como la suma de unidades vitales, la que proporciona el
elemento singular de cada organismo, dependiente a su vez de una organización superior o de tipo social
en la que una masa de existencias individuales dependen unas de otras, pero de tal modo que cada
elemento posee una peculiar actividad y de cada uno de ellos procede la propia ejecución. Este concepto
de organización social, cercano a la idea de estado libre de individuos con iguales derechos provenía de la
filosofía política de la revolución de 1848, que en Virchow cobra sentido para lograr una equivalencia
entre las concepciones celulares y los ideales revolucionarios (Albarracin, 1983: 241-245).

7
por la complicación progresiva de aparatos que diversifican las funciones primitivas
especializándolas.

El modelo económico y político proporcionó a los biólogos del siglo XIX la


comprensión de la totalidad del organismo, que el modelo tecnológico no había
permitido. La teoría celular permitió concebir el “todo”, no como el resultado de un
dispositivo de órganos, sino como la totalización de individuos (Canguilhem, 1966).

Sin embargo, esta noción del todo orgánico explicada por un modelo económico
y social también ha sido cuestionada, especialmente en el siglo XX, con los trabajos
acerca del cultivo de tejidos in vitro, al referirse a la situación del elemento individual.
Para que éste se comporte como el individuo de una sociedad, es decir, liberado de las
inhibiciones y estímulos que padece debido a su integración al todo y a su vez tenga la
capacidad de integrarse de nuevo a la sociedad; esta condición de vida en libertad y
regreso a la sociedad no se cumple en el organismo. La síntesis no permite llegar al
análisis en el todo biológico, la disociación de partes orgánicas conlleva a que pierdan
su carácter de parte. En otras palabras, un elemento orgánico no puede ser considerado
elemento más que en el estado de no-separado, el todo es el que realiza la relación de
partes entre sí como partes, de suerte que por fuera del todo no existen partes
(Canguilhem, 1966).

Como vemos, la noción de “todo orgánico” como base para la teoría de los
sistemas tecnológicos, tiene sus restricciones. Primero, porque el todo orgánico no
puede ser explicado por el modelo tecnológico, éste no permite restituir el carácter de
los organismos de que se crean a sí mismos. Como señala Kant en la Crítica del juicio,
una máquina es un todo donde las partes existen las unas para las otras, pero no las unas
por las otras. Ninguna parte es construida por el todo, ningún todo es aquí producido
por un todo de la misma especie. Una máquina no posee en sí misma energía formativa
del organismo. Segundo, el todo orgánico no opera bajo el modelo económico y social.
Para el organismo, la organización es un hecho dado, cuyo modelo de explicación es el
organismo mismo, el cual se conserva gracias a un programa genético, tal como lo ha
puesto de manifiesto la biología de mediados del siglo XX. La organización biológica
sigue unas líneas de estructura y funcionamiento dictadas por una información química,
las cuales se conservan por la homeostasis a nivel de la organización de cada organismo
y por la evolución en el caso de la especie. La organización biológica no es un quehacer
que deba ser permanentemente buscado como objetivo a compartir entre sus miembros,
a partir de la generación y apropiación de innovaciones, como sucede en un sistema
tecnológico. En este sentido, consideramos que el todo propuesto por Bertalanffy,
basado en el todo orgánico, resulta insuficiente como modelo explicativo para los
sistemas tecnológicos.

Una consideración acerca del todo, que sea incluyente de los sistemas
tecnológicos, debería cumplir algunos requisitos. En primer lugar, superar la noción
reduccionista que se concentra en el análisis de las partes individuales, ya sean
componentes físicos, organizaciones, personas, la naturaleza, etc. También debe superar
la tentación del holismo de ignorar los constreñimientos internos, las pérdidas de
cualidad a nivel de las partes. Se trata de que no haya aniquilación del todo por las
partes, ni de las partes por el todo. El todo retroactúa sobre las partes, entendida como
una retroacción organizacional. Un artefacto sea físico o no, en un sistema tecnológico,
interactúa con otros artefactos, de este modo contribuye directamente o a través de otros

8
a las metas comunes del sistema. Si un componente es removido, o si sus características
cambian, los otros artefactos en el sistema se alteran. El todo es más que la suma de las
partes, ya que de él emergen propiedades nuevas que no contienen las partes
separadamente; el sistema como un todo, es el que puede generar nuevos procesos.

Sin embargo, las emergencias pueden ser en el orden de las partes aisladas. Es el
caso de las invenciones en un sistema tecnológico, producto de una de las partes del
sistema, por ejemplo, del subsistema de los laboratorios de investigación. Tal
emergencia desencadenará todo un cambio en la organización del sistema. En este caso,
el todo no solo es más que la suma de las partes, sino que la parte es en y por el todo,
más que la parte.

Pero el todo también tiene constreñimientos que lo hacen menos que la suma de
las partes, es decir, las cualidades o propiedades del sistema al pasar de un nivel a otro
dentro del sistema tienden desaparecer. En un sistema tecnológico se presenta cuando
un componente físico del sistema, por ejemplo una máquina, impone constreñimientos
al sistema a partir del funcionamiento de sus partes o de la reorganización social que
demanda para que pueda funcionar.

Dicha perspectiva, que el todo sea al mismo tiempo más que la suma de las
partes y menos que ellas, es una característica de la complejidad. Bajo estas
características, el todo tiene emergencias, pero también tiene restricciones. Las
emergencias o innovaciones surgen en una especie de morfogénesis sistémica,
inseparable de la transformación de los elementos, pero también en una especie de
dialéctica de interrelación y antagonismo (una innovación requiere del mercado, pero el
mercado puede rechazar la innovación). Tal antagonismo conlleva a que la noción
organizacional que impera en el todo, necesita y actualiza un principio de
complementariedad, de las emergencias y los constreñimientos, que generan la
regulación o retroacción del sistema.

Ahora bien, el carácter antagónico que registra el todo le plantea el anuncio de


su propia desaparición en algún momento determinado, sin duda en respuesta a los
constreñimientos externos. Un ejemplo sobre dicha desaparición es el que nos plantea
Rifkin (2002), a propósito del sistema energético basado en los hidrocarburos. Señala el
autor que a lo largo de la historia de la humanidad, las diversas civilizaciones han tenido
maneras de resolver sus asuntos energéticos, lo que les ha permitido el uso, agotamiento
y sustitución de sus recursos, no sin el peligro de perecer en dicho proceso. Rifkin
considera que el grado de una civilización se puede medir a partir de su capacidad de
utilizar la energía para promover el progreso o satisfacer las necesidades. Desde la
revolución neolítica y el inicio de la agricultura, las sociedades no han cesado de
incrementar la cantidad y calidad del flujo energético. Ello daría una lectura de "plantas
energéticas" de baja potencia, a partir de los integrantes de pequeños grupos de
cazadores-recolectores, controladas por estructuras institucionales poco complejas. En
un régimen esclavista con mayor organización social, la disponibilidad de la energía
promedio aumentó, lo que permitió la construcción de las grandes pirámides de Egipto,
la Gran Muralla China y las construidas en América.

Pero la lectura de estos procesos es aún más compleja, puesto que se pone en
juego una interpretación del uso de la energía en las sociedades desde las leyes de la
termodinámica. Las sociedades, como lo hacen los seres vivos en la naturaleza, luchan

9
por remontarse a la segunda ley de la termodinámica, o a la degradación ineluctable.
Esta curva de entropía se altera al introducir nueva energía para sostener el orden
energético y por consiguiente el orden social. En este sentido, cabe entonces la
preocupación de ¿cuanta energía requieren las sociedades para conservar su estilo de
vida actual, frente al hecho de que los recursos energéticos se están agotando? Si la
energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma, el problema radica en el sentido de
esta transformación, el cual va de una energía disponible a una no-disponible. Con base
en esto, Rifkin (2002: 72) nos advierte que las sociedades que más duran son aquellas
que consiguen el mejor equilibrio entre el balance de la naturaleza y de la sociedad
humana, dentro de los límites que impone inevitablemente la segunda ley, de lo
contrario las sociedades colapsan.

Como vemos, el todo tiene constreñimientos tanto externos como internos que le
plantean su finitud. El todo es también uno y diverso. Lo uno es la unidad compleja que
contiene lo múltiple, como en el ejemplo de los grandes sistemas de potencia. Lo
múltiple son las partes o componentes (las máquinas, los grupos sociales, las
organizaciones, los conocimientos, las leyes, la naturaleza) que conservan una identidad
común de pertenencia a la unidad global. Para ello se requiere que el sistema funcione
retroactivamente, ya que no solo se optimiza la ejecución del sistema sino que se dirige
hacia el cumplimiento de sus propósitos. La retroalimentación conserva la
invariabilidad del sistema en condiciones de eficiencia. Pero la retroalimentación en un
sistema tecnológico solo es posible igualmente a condición de que se genere la novedad,
la innovación y con ello la evolución del sistema.

2.4. Evolución

Los sistemas tecnológicos evolucionan, el concepto de impulso tecnológico de


Hughes (1983; 1987) señala que la evolución tiene un sentido, el de la estabilización de
las trayectorias tecnológicas. Esta idea no implica necesariamente una condición
determinista, puesto que la existencia de mecanismos de regulación permitirían ajustar
el sistema a los fines que una sociedad le confiere.

Simon (1973) nos dice que los sistemas complejos evolucionan y que lo hacen
privilegiando los sistemas jerárquicos, cuyo ejemplo, agregamos nosotros, serían los
sistemas energéticos, ya sea con base en los hidrocarburos o con base en la producción
de energía eléctrica, entre otros. Ellos mismos son sistemas sociales, pero no del tipo
propuesto por Luhmann, puesto que guardan una heterogeneidad de otro orden, ya que
pueden evolucionar bajo la idea de artificialidad. Simon propone la artificialidad de
forma análoga a como se dan los procesos de selección natural. En este caso, se trata de
la resolución de problemas a nivel humano, a partir de un proceso de incorporación de
variaciones de apuestas de solución, en donde la selección de aquellas más
prometedoras van indicando los caminos que habrán de ser usados.

Ambos procesos, el de la selección en el sentido que nos propone Simon y el del


impulso tecnológico de Hughes, son compatibles. El primero conduce al segundo, el
segundo estabiliza la evolución, al menos hasta la aparición de novedades.

2.5. Autorreferencia

10
Las primeras versiones de la TGS buscaban tener una formulación y derivación
de aquellos principios que dieran cuenta de la unidad del todo y de la totalidad de las
partes. Posteriormente dichas versiones fueron sustituidas por la diferencia entre sistema
y entorno.

Inicialmente en la tradición de los sistemas se hablaba de totalidades


constituidas por partes, lo que implicaba pensar como unidad y como totalidad de las
partes, pero sin aclarar cómo el todo estaba constituido por las partes y un excedente, de
tal forma que pudiera constituirse en la unidad en el nivel de las partes. La diferencia
del todo y las partes se sustituyó por la diferencia entre sistema y entorno, lo que
condujo a la identificación entre sistemas abiertos y cerrados (en estos últimos los
entornos no tendrían ningún significado)7. La diferenciación del sistema no sería otra
cosa que la repetición de la diferencia entre sistema y entorno dentro de los sistemas. El
sistema total no sería tanto un determinado número de partes (al estilo de Bertalanffy),
sino una mayor o menor cantidad de diferencias operativamente utilizables entre
sistema y entorno.

En este cambio de postura los aportes de Luhmann (1984: 30-32) resultan


importantes, en tanto introduce un cambio de paradigma en la teoría de los sistemas
cuando adopta la noción de autorreferencia. Los sistemas autorreferenciales constituyen
la base de su propuesta, especialmente para los sistemas sociales, aunque se han hecho
intentos por llevar este enfoque a los sistemas tecnológicos (Colina, s.f).

La noción de sistemas autorreferenciales tuvo un primer impulso con el


concepto de autoorganización, alrededor de 1960, pero según Luhmann éste sólo se
refería a las estructuras del sistema; cambiar las estructuras del sistema, con sus propios
medios, consistía el problema conceptual. La teoría de los sistemas autorreferenciales
sostiene que la diferenciación de los sistemas sólo puede llevarse a cabo por
autorreferencia, es decir, sólo pueden referirse a sí mismos en la constitución de sus
elementos y operaciones elementales; los sistemas deben ser capaces de utilizar la
diferencia con el entorno como orientación y principio de organización. Esta capacidad
del sistema de producir su autorreferencia, es posible sólo bajo las condiciones
ecológicas en el marco de un entorno, el entorno sería el correlato necesario para las
operaciones autorreferenciales.

En la base del concepto de autorreferencia estaría el concepto de


autoorganización de Von Foerster (1911-2002) y posteriormente los trabajos sobre
autopoiésis de Humberto Maturana y Francisco Varela. Maturana (1995: 18-19, 51-52),
señala que el concepto de autopoiésis fue formulado a partir de los seres vivos en el
nivel molecular. La base fundamental de la autopoiésis consiste en el principio
homeostático de conservar la propia organización a través de sus continuas
interacciones y transformaciones, es pues una dinámica de autoorganización molecular.
Este sería un primer orden de autopoiésis, constituyendo los organismos multicelulares
el segundo orden y los sistemas sociales el tercer orden.

Maturana (1995), concibe los sistemas sociales como sistemas autopoiéticos


debido a sus componentes, es decir, a los seres humanos (y no a las comunicaciones
como lo propone Luhmann). Un sistema autopoiético existe en un espacio de
7
Los sistemas cerrados aparecen como sistemas de caso límite, los entornos no tienen aquí ningún
significado.

11
conversaciones, en donde el concepto de “conversación” implica el entrelazamiento del
“lenguajear” y el “emocionar”, en el cual tienen lugar las actividades humanas. En este
contexto, un individuo es para Maturana, en tanto sistema cognoscitivo, un
acoplamiento recursivo conformado por tres conceptos claves: el cuerpo, la emoción y
el lenguaje. El cuerpo como entidad biológica posibilita la emergencia del lenguaje,
determina la forma en que percibimos y reconstruimos nuestra experiencia en el
lenguaje. A su vez el lenguaje es un fenómeno biológico, pero ocurre en el dominio de
las coordinaciones de acciones de los participantes y no en la fisiología de los
individuos. De otro lado, las emociones nos permitirían percibir y por tanto conocer. El
“lenguajear” permitiría el fluir de las coordinaciones conductuales consensuales, es
decir, aquellas interacciones sociales fundadas en la emoción de la aceptación mutua
(amor). No sobra señalar, como mencionan Galassi y Correa (2001), que esta
fenomenología que podría llamarse de tipo fisicalista, excluye el conflicto, la costumbre
u otros aspectos de la interacción social.

La autopoiésis se produciría en este nivel de interacción, en donde son


importantes las personas, con ellas se especifica o singulariza la realidad percibida.
Dicho concepto de autopoiésis tiene una connotación distinta en el caso de Luhmann.
Aquí, las comunicaciones definen las interacciones de un sistema respecto de otro,
gracias a su carácter autorreferencial. El sistema autorreferencial propuesto por
Luhmann conlleva a que la clásica distinción entre sistemas cerrados y abiertos sea
sustituida por la preocupación acerca de cómo la clausura autorreferencial puede
producir apertura. Con esta perspectiva también es posible darle un papel diferente al
observador, al ser él mismo un pequeño sistema a considerar, y no como antes se
presentaba en función de la descripción del sistema. Podríamos decir con ello que se
hace justicia de un cierto principio de reflexividad aplicado al observador. Por otro lado,
desde esta perspectiva la preocupación por el diseño y el control, algo propio del
observador, pasa a la autonomía y a la sensibilidad ante el entorno, a su autoproducción.

Los sistemas son autopoiéticos al ser autorreferentes, se constituyen a sí mismos


mediante la autorreferencia y no mediante un observador externo que señale la
diferencia entre sistema y entorno. La teoría de los sistemas autorreferenciales implica
que los elementos que constituyen el sistema no pueden tener ninguna duración, son
incesantemente producidos por el sistema. No se trata de adaptación ni de metabolismo,
sino más bien de coacción especial hacia la autonomía, a tal punto que un sistema
dejaría de existir aún en un entorno favorable si la reproducción no proveyera los
elementos de que consta el sistema.

Luhmann adopta el concepto de autopoiésis para definir el sentido, entendido


como un logro evolutivo que permite que tanto un sistema psíquico como social,
seleccione determinados pensamientos que lo dotan de identidad como sistema respecto
de un entorno, siendo las comunicaciones los componentes autopoéticos de los sistemas
sociales8. Pero hay aquí una distinción fundamental, en tanto la comunicación no puede

8
El concepto de contingencia designa aquí algo que no es necesario ni imposible, algo por tanto que
puede ser como es, pero que también es posible de otra manera (Luhmann, 1984). La doble contingencia
permite que dos cajas negras lleguen a relacionarse entre sí, cada una define su propio comportamiento
mediante complejas operaciones autorreferenciales entre sus propios límites. En los sistemas sociales, la
doble contingencia tiene un efecto autocatalítico: fomenta la comunicación sin desgastarse ella misma. La
doble contingencia lleva a la formación de los límites de los sistemas sociales para producir sentido y
conservarlo.

12
ser reducida a la actividad individual. Es decir, para que la comunicación tenga sentido
debe ser seleccionada en una doble contingencia, entre un ego y un alter, por
consiguiente sin enfatizar el desempeño del individuo en el grupo9. La comunicación
solo se debe a la comunicación, es pues su rango autopoiético. La sociedad es un
sistema social autopoiético (clausurado operativamente) y autorreferente (que integra
los elementos del sistema como unidades de función).

La comunicación establece las fronteras entre sistema y entorno, entendida como


una comunicación sistémica y reiterativa gracias a la doble contingencia. Dos
subsistemas se comunican gracias a la “interpenetración”, cuya propiedad permite hacer
viable las condiciones para la propia contingencia. Lo único que realmente comunica el
sistema es la distinción entre sistema y entorno. El sistema también tiene la posibilidad
de evolucionar, debido a mecanismos de variación, de selección y estabilización; la
evolución no es otra cosa que su progresiva complejidad de diferenciación.

En esta idea de los sistemas autorreferenciales con énfasis en la comunicación,


en tanto esquema que se da en el alter-ego para producir la clausura autorreferencial y
lograr así la diferencia entre sistema y entorno, se excluiría la heterogeneidad del
sistema tecnológico. En este caso, se trata de sistemas que no son exclusivos a los seres
humanos ya que reúnen además componentes físicos, naturales y de conocimiento.

Ahora bien, estaríamos tentados por usar esta categoría de la autorreferencia, tal
como la hemos visto para los sistemas sociales descritos por Luhmann o para los
sistemas vivos en el caso de Maturana. En ambos casos, la idea de autorreferencia
remite a la condición de reproducción inmanente del sistema bajo sus propias
condiciones. En el caso de Luhmann, sería el lenguaje lo que permite la reproducción
del sistema social, en donde las personas no son las que comunican sino el sistema. En
Maturana, de acuerdo con sus propios términos, sería el “lenguajear” propio de las
personas, involucrando componentes cognitivos y emotivos. En ambos, la doble
contingencia asegura el alter-ego para definir las características de la interacción.

Sin embargo el asunto no resulta tan evidente cuando se trata de sistemas


tecnológicos al contener éstos, además de personas, máquinas e incluso el medio
ambiente. En este sentido, Hughes (1987: 54) apuesta por un “tejido sin costuras” que
permite relacionar objetos tecnológicos con personas, organizaciones sociales y medio
ambiente. En dicho contexto, las personas participan en el diseño y las funciones del
sistema, y a través de la realimentación de los demás componentes, con sus
condicionamientos y restricciones, se contribuye a la ejecución de las metas del sistema,
se corrigen los errores y se fuerza la unidad a partir de la diversidad, la centralización en
la forma del pluralismo y la coherencia a partir del caos.

El tejido sin costuras asegura la coherencia que permite la recursividad del


sistema. De este modo, lo que produce el sistema es reintroducido en un ciclo auto-
constructivo, bajo formas y productos diversos, pero en un ciclo que permite la
existencia del sistema. La característica de la totalidad, definida antes, hace posible el

9
El sentido remite al sentido, nunca a otra cosa. El sentido es una determinada estrategia del
comportamiento selectivo bajo la condición de alta complejidad; crea unidad en la multitud de lo posible
para orientarse, de ahí su carácter selectivo, el cual neutraliza o incluso niega otras posibilidades, pero sin
eliminarlas definitivamente. El sentido tiene dimensiones de temporalidad (un antes y un después), de
contenido (esto o aquello) y de dimensión social (alter-ego) (Luhmann, 1984).

13
juego de la creación de la novedad y de los constreñimientos internos, tanto como la
propia finitud del sistema.

3. CONCLUSIONES

Vamos a recapitular muy brevemente, sobre aquellas definiciones que más nos
interesan. La noción de sistema, según Bertalanffy, tiene sus orígenes en los sistemas
biológicos.
Un sistema es una unidad compuesta por partes, que en el caso de sistemas
complejos de tipo tecnológico o de agua potable, se trata de partes heterogéneas que
interactúan entre sí.
En un sistema tecnológico se presentan las siguientes propiedades:
i) composición heterogénea: en donde la complejidad deriva tanto de la
diversidad de componentes como de la heterogeneidad de las relaciones entre las partes;
ii) organización: el sistema presenta una organización que remite a la integración
entre la disposición estructural y funcional de los elementos que lo integran;
iii) límites: están dados por el control ejercido por las partes que lo conforman,
el control humano se realiza mediante procesos rutinarios y no rutinarios vinculados a
formas organizacionales específicas, pero en donde intervienen criterios que exceden el
funcionalismo básico, al ser tenidas en cuenta las cuestiones sociales, políticas,
económicas, éticas y culturales referidas a los sistemas tecnológicos; en las máquinas y
estructuras materiales, el control depende del programa de acción; y en el caso de los
procesos biológicos que hacen parte de los sistemas tecnológicos, el control se refiere a
los programas adaptativos, reproductivos y de comportamiento, los cuales se hacen más
visibles cuando consideramos el sistema tecnológico como un socio-ecosistema;
iv) totalidad: en los sistemas tecnológicos el todo retroactúa sobre las partes, es
más que la suma de las partes, ya que de él emergen propiedades nuevas que no
contienen las partes separadamente; el sistema como un todo es el que puede generar
nuevos procesos. Esto no impide que las emergencias, las invenciones, puedan surgir en
el orden de las partes aisladas. Pero el todo también tiene constreñimientos que lo hacen
menos que la suma de las partes, especialmente cuando las propiedades del sistema
pasan de un nivel a otro y tienden desaparecer. La retroacción permite optimizar la
ejecución del sistema, además de conservar la invariabilidad del mismo en condiciones
de eficiencia, pero la retroalimentación en un sistema tecnológico requiere de la
innovación;
v) evolución: los sistemas tecnológicos tienen procesos evolutivos que dependen
de la interrelación hombre-tecnología, en donde se tiende a la estabilización del sistema,
la cual depende de las trayectorias tecnológicas pero también de cuestiones económicas
y organizacionales; estabilización que es puesta en crisis durante los procesos de
innovación y cambio tecnológico;
vi) autorreferencia: la tendencia reproductiva del sistema podría ser considerada
desde la vía pragmática propuesta por Hughes, ya que permite mostrar las continuas
interrelaciones entre los componentes materiales y humanos presentes en el sistema, una
especie de tejido sin costuras que genera incesantemente las condiciones de
permanencia del sistema. La condición de autorreferencia depende de la interrelación
entre los componentes heterogéneos del sistema, y de la idea de totalidad que se ha
señalado antes. La presencia de tal diversidad es la condición de la autoproducción del
sistema, la cual entra en un ciclo autoproductor incesante basado en la retroalimentación

14
y en la novedad, antes que en la definición de algún valor propio del sistema como
puede ser la eficiencia, o la utilidad, entre otros;

REFERENCIAS

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