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Latinoamericana Scott Mainwaring

Director de colección: Sebastián Mazzuca Matthew Soberg Shugart


(compiladores)

l. G. O'Donnell: Contrapuntos
2. E. Kvaternik (comp.): Elementos para el análisis polftico
3. A. Przeworski: Democracia sustentable
4. J. C. Torre: El proceso poUtico de las reformas en América latina
Presidencialistno
y detnocracia
5. L. C. Bresser Pereira y N. Cunill Grau (comps.): Lo público no estatal en la
reforma del Estado
6. V. Tokman y G. O'Donnell (comps.): Pobreza y desigualdad en América lati­
na
7. Isidoro Cheresky e Inés Pousadela (comps.): Instituciones y política en las
en Atnérica latina
nuevas democracias latinoamericanas
8. Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart (comps.): Presidencialismo y
democracia en América latina

� Paidós
Buenos Aires-Barcelona-México
1
\
.

18 Sco/1 Mnimunring y Mnllllcw So/1crg Sl111gnrl

apoyo partidario para asegurar que sus vetos puedan sostenerse, de 1nodo
tal que sea improbable que se los margine del proceso de formulación de
políticas. Finalmente, desarrollamos varias hipótesis acerca de la relación
entre poderes constitucionales y partidarios, argumentando que tiende a ha­
ber una relación inversa entre ambas formas de poder presidencial.
Capítulo 1
¡'

Presidencialismo y democracia en América J�.H�a;


revisión de los términos del debate
.
. ,•

Mntthew Soberg Shugart y Scott Mainwaring*

' . .. .

En años recientes muchos académicos han argumentado que la forma


presidencialista de gobierno ha sido uno de los factores que contribuyeron a
las dificultades de la democracia en América latina. Este argumento ha sido
ampliamente aceptado, y se han publicado pocas contraargumentaciones.
Sin embargo, como esperamos dejar en claro en este capítulo, la evidencia en
favor de la posición antipresidencialista es más débil de lo que a menudo se
supone. El argumento empírico contra el presidencialismo se basa mayor­
mente en la experiencia latinoamericana. El fracaso de las democracias presi­
dencialistas en esta parte del mundo ha llevado a muchos estudiosos a afir­
mar que los regímenes parlamentarios hubieran tenido un mejor desempeño.
Este argumento presenta dos problemas: (1) la democracia presidencialista
ha existido sobre todo en América latina, lo cual hace difícil separar los obs­
táculos para la democracia en esa región que se derivan del tipo de régimen
y los que se originan en factores socioeconómicos o de otra índole; y (2) la
democracia parlamentaria se presenta casi exclusivamente en Europa o en ex
colonias británicas, lo cual debería inducirnos a sospechar de los argumentos
que sostienen que el parlamentarismo funcionaría igualmente bien fuera de
esos contextos. Por cierto, los críticos del presidencialismo y partidarios del
parlamentarismo no han basado sus posiciones enteramente en datos empí­
ricos; no obstante, han desarrollado convincentes defensas lógicas de las mis-
1

• Agradecemos a Robert Dix, Mark Jones, Charles Kenney, Timothy Power y Jeffrey Weldon
por sus ütilcs comentarios a este capítulo.
20 Mallllcw Sobcrg SJwgarl y Seo// Mai11tunri11g Prc:sicit'IICilllismo y democracia c11 América lnti1111: revisi611 de los térmiiiOS del deba/e 21

mas. Sin embargo, tal como esperamos demostrar, pu�den hacerse defensas res constitucionales, mientras que otros (los de Costa Rica y Venezuela, por
igualmente convincentes a favor del presidencialismo y en contra del parla­ ejemplo) tienen poderes constitucionales comparativamente limitados, como
mentarismo. lo muestran este célpítulo y otros estudios. Los poderes partidarios son la ca­
¿Qué concluir, entonces? Sostenemos que esto genera dudas ;¡cerca de pacidad de modelar (o, incluso, de dominar) el proceso de confección de la
que uno de los tipos de régimen sea claramente superior cll otro. Considera­ ley que se origina en la posición del presidente ante el sistema de partidos.
mos que ésta es una conclusión que no sólo tiene bases �mpíricas, sino que En un extremo (v.g. México), el presidente puede ser el líder indisputable del
también abre camino a un mayor optimismo respecto de América latina. En partido mayoritario. En el otro extren1o (v.g. Brasil), los partidos de los presi­
la mayor parte de los países latinoamericanos existen escasas perspectivas de dentes no <�lcanzan la mayoría en el Congreso. La interacción entre los pode­
un cambio hacia el parlamentarismo, de modo que si aceptáramos los argu­ res constitucionales y partidarios de los presidentes da forma al carácter de
mentos en contra del presidencialismo nos quedaríamos con pocas razones las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo y determina en gran medida
para ser optimistas acerca del futuro de la democracia latinoamericana. Da­ la capacidad de los presidentes para transformar en políticas un programa
da nuestra lectura más escéptica de la posición antipresidencialista, encon­ legislativo.
trarnos menos razones· para creer que América latina esté condenada a repe­
tir su ciclo de autoritarismo. O, en caso de que se encuentre efectivamente
condenada, el tipo de régimen es una razón menos central de lo que han su­ 1.1. Una definicióu de la democracia presidencialista
gerido algunos académicos.
Este capítulo se propone tres tareas principales. Primero, definimos la de­ Nuestra primera tarea consiste en definir los términos democracia y demo­
mocracia presidencialista en contraste con otros difundidos tipos de régi­ cracia pn'Sidcncialista. Optamos por una definición procedimental de la demo­
men, en especial el parlamentarismo. Tener una definición concisa del tipo cracia. Específicamente, una democracia debe satisfacer tres criterios. En pri­
de régimen es un primer paso crucial para poder distinguir variaciones entre mer lugM, l<�s democracias deben celebrar elecciones abiertas y competitivas
reg(menes presidenciaHstas. que detl•rminen quién será el encarg<�do de establecer la política pública. Es­
Segundo, abordamos el debate acerca de la eficacia de los regímenes pre­ to signiiica que los resultados de las elecciones no pueden ser determinados
sidenciaHstas para la supervivencia de la democracia. Al hacerlo, desafiamos por medio del fraude, la coerción o proscripciones importantes. Un país de­
el consenso existente, que se ha concentrado en exceso en las fallns del presi­ terminado puede tener un conjunto de instituciones que parezcan formal­
dencialismo y no ha hecl10 suficiente hincapié en el contexto más n mp lio en mente democráticas y, sin embargo, el carácter democrático del funciona­
que éste ha prevalecido. · miento real del sistema puede estar severamente en cuestión, como es el caso
Tercero, comenzamos analizando los factores que afectan mnrcadamente de México (véase W el don , en este volumen). Las elecciones deben, en princi­
el funcionamiento y el desempeño de las democracias pr esid encialis tn s A lo
. pio, co nte mp la r In posibilidad de al te rn<�n cia en el poder aun cuando, como
largo de este volumen, nosotros y el resto de los autores identificarnos va ria ­ en el cnsn de j¡1pón, la alternancia de hecho no se produzca durante décadas.
ciones en el tipo de régimen presidencialista. Muy a menudo, n nuestro en­ Segundo, en el período contemporáneo debe existir el sufragio adulto prácti­
tender, el presidencialismo es tratado como un tipo homogéneo. Este libro canH.mle universal.' Tercero, deben existir garantías básicas para los derechos
muestra que esa suposición es incorrecta. Algunas variaciones en el presi­ civiles trndicionales, tales como la libertad de palabra, la libertad de organi­
dencialismo -en la autoridad constitucional del presidente o en el sistema de Z.1Ción y el debido proceso legal.1
partidos, por ejemplo- son más afines que otras a la estabilidad de la demo­ ¿Qué queremos decir con la expresión "democracia presidencialista"? Hay
cracia. dos d�finiciones características: (1) El jefe del Ejecutivo (presidente) es popu-
Sostenemos que la "fortaleza" de los presidentes -su capacidad pMa ejer­
cer influencia sobre la legislación- descansa sobre dos categorías de poderes
presidenciales: poderes constitucionales y partidarios. Los poderes constitu­ l. II.ISIJ hact.: b.lst.mte poco tiempo, este criterio era dl!batible porque algunos países que
cionales, tales como la atribución de vetar proyectos de ley o de emitir decre­ er;�n nurm.llnwntl! considerados democr.iticos exclufan a una amplia porción de la población
tos-ley, permiten al presidente dar forma a los resultados de políticas del sis­ adolt.l, ¡�m l'SO ya no suci!Je. Por Lil!mplo, Suiu excluyó a las mujeres hasta 1971; y Brasil y

tema sin importar que sean o no los líderes de un partido o bloque de


01ill! l!l<Chl)'o:nlll a I.>S aniliabetos hasta 1985 y 1970, respectivamente.
2. Nu •.,.tr.l 41dim..:•<'in de ,,..,.,.,·rudtt sigue en lo eS<.'11cial la Jdinióón que proporciona Dahl
partidos en control de una mayoría legislativa. Algunos presidentes (tales co­ (1971) di! l.l¡lúllolfo¡uiol, excepto en lo que se refiere al criterio adicional relath•o a las libertades ci­
mo los de Colombia y los de Chile después de Pinochet) tienen vastos pode- VIl.-:. lr,ldi(IUII•IJ,'S.
22 Mnttlrcw Sobcrg Slwgnrl y Scotl MnirmNiriug Prcsidrucin/ismo y rlcmocrncin cu América lntiun: revisi611 de los términos del debate 23

larmente electo, y (2) los mandatos tanto del presidente como de la asamblea sucede en los sistemas presidencialistas) el gabinete es colectivamente res­
son fijos. Estas características pueden contrastarse con las del parlamentaris­ ponsable ante el parlamento. Así, el presidente no tiene autoridad constitu­
mo, en el cual (a) el jefe del Ejecutivo (primer ministro) no es elegido en for­ cional para despedir a los ministros (al menos cuando cuentan con la con­
ma popuJar sino que, en cambio, es elegido por el Parlamento, y (b) los man­ fianza del Parlamento). Dado que los gabinetes son responsables frente a l
datos no son fijos, dado que la permanencia en el poder del primer ministro Parlamento, el presidente puede funcionar como jefe de gobierno (líder del
y su gabinete depende de la confianza de la mayoría parlamentaria, y a veces Ejecutivo) sólo cuando su partido (o bloque de partidos) tiene una mayoría·
el gabinete puede disolver el Parlamento y convocar a elecciones anticipa­ de escaños parlamentarios, como ocurrió casi siempre en Francia entre 1958
das.3 Los rasgos fundamentales del presidencialismo -cualesquiera sean las y 1986. Cuando ello no sucede, el presidente debe ceder los poderes más im­
variaciones que existan entre sus diversos tipos- son el origen separado (es portantes al primer ministro y al gabinete (como sucedió en Francia en 1986-
decir, la elección popular del Ejecutivo) y la supervivencia separada (o sea, 1988 y 1993-1995).
que ni el Ejecutivo ni el Legislativo pueden recortar el mandato del otro).• Es­
tos dos rasgos definitorios del presidencialismo generan una matriz de dos
Cuadrol.l
por dos que puede verse en el cuadro l. l.
UNA CONCEl'TUAUZACIÓN DEL PRESIDENCIALISMO.
Un tercer tipo de democracia -que, fuera de América latina, es cada vez
más común- es el premier-presidencialismo (una forma que otros han deno­ Jefe de gobierno elegido por Mandato fiio
minado semipresidencialismo).5 En este tipo de régimen, el presidente es po­ Sf No
pularmente electo y tiene poderes políticos, incluida la autoridad para desig­ Vo/mr/C!S Presidencial Hibrido(Israel�

nar (o, al menos, para nominar) al primer ministro y, usualmente, para Legisladores Hibrido (Suiza) Parlamentario

disolver el Parlamento.' Sin embargo, en esos sistemas (a diferencia de lo que Fuente: Adapt�do de Lijphart (1984:70).
.,

•Sistema que scrfa utilizado por primera vez en 1996.


3. Quienes abogan por el parlament<�rismo, en parte basándose en la ausenci01 de mand01tos
fijos que le proporciona mayor flexibilidad, sugieren a menudo que el primer ministro tiene por '
definición la autoridad discrecional para disolver el Parl¡¡menlo en caso de par� lisis. No obstan­
Algunos estudiosos (v.g. Duverger, 1980; Lijphart, 1984) han sugerido que
te, muchos sistemas parlament<�rios depositan el poder de disolución no en el gabinete sino en estos regímenes alternan entre las celdas superior izquierda e inferior dere­
un presidente que, por un lado, no es popularmente electo y, por el otro, puede hnber sido ele· cha del cuadro 1.1, dependiendo de si es el presidente o la oposición quien
gido por un¡¡ coalición diferente de la que sostiene en el poder a un gabinete determinado. Al¡; u­
tiene la mayoría. Sin embargo, puesto que la capacidad del presidente para
nos presidentes en sistemas parlamentarios son elegidos con mayorfas extraordinarias y /o por
un perfodo más prolongado que el Parlamento y /o por medio de colegios electorales compues­
actuar de hecho como jefe de gobierno depende enteramente de la mayoría
tos por polfticos tanto regionales como nacionales. Contrariamente a las creencias más difundi­ legislativa, el sistema no es nunca "presidencial" en un sentido significativo,
das, en muchos sistemas parlamentarios -incluyendo Alemania e Italia- la disolución no se en­ dado que ello implicaría (por definición) que · el presidente es el jefe de go­
cuentra entre las prerrogatÍ\•as del Ejecutivo. bierno en todas las situaciones legislativas. Además, éomo ya hemos señala­
4. En teoría sería posible conservar el origen separado sin la elección popuiM, pero probable­
do, el presidencialismo implica mandatos fijos; bajo el premier-presidencia­
mente nunca hayan existido casos semejilntes. Un ejemplo scrfa el de las legislilh.rras estaduales
que eligieran al jefe del Ejeculi\'O en un sistema federal sin ninguna participación de los votantes lismo, en cambio, el líder del gobierno puede ser expulsado por medio de un
o los legisladores nacionales, pero los votantes eligieran a los legisladores n01cionales. voto de desconfianza, y normalmente (como es el caso de Francia) el presi­
5. Shugart y Carey (1992) prefieren premier·¡•rC!Sidcrrci•tlisrrro porque scmiprtsidmdn/ismo se dente puede disolver la asamblea. El premier-presidencialismo fue conside­
aplica a menudo a regúncnes en los cuales el presidente tiene poderes unilaterales de designa·
rado como alternativa para Brasil en la Asamblea Constituyente de 1987-
ción y revocación, pero donde l os gabinetes deben mantener también la confianz.1 parlamenta·
ria. Esos regimenes, pua los cuales Shugart y C¡¡rey prefieren el término prcsidrrrcinl·ptrrlamerrln·
1988 y nuevamente en un plebiscito en 1993, y fue propuesto oficialmente en
rios, maniriestan una relación confusa y connictiva entre la autoridad ejecutiva y la autorid01d la Argentina durante el gobierno de Alfonsín (1983-1989), pero no existen en
legislativa sobre los ministros. Los ejemplos incluyen a la República Alemana de Weimar, al Sri América latina ejemplos actuales.
Lanka desde 1977, y a Rusia bajo su Constitución de 1993. Ninguno de ellos debe ser equipara·
do al tipo de régimen presente en Finlandia y en Francia.
6. En unos pocos pafses, el presidente no cuenta siquiern con discrecionalidad p;ua nombrar
a los ministros del gabinete y tampoco puede disolver el Parlamento. En estos rcgfmenes el pre·
sidente es esencialmente sólo un jefe de Estado electivo en un sistema parlamentario sin un rol
gubernamental o una función constitucionalmente reconocida en rel.1ción con la formulación de luciones nue,·as en los ex pafses comunistas (t¡¡les como Bulgaria y Eslovenia) otorgan al presi­
pollticils. La Constitución h11itiana de 1987, iiSÍ como la Constitución irlandesa y .1l¡;unas consti· dente una 01utoridad tan débil que son esencialmente parlamentarias.
24 Mnllhew Soberg 5/wgar/ y Scoll Maimvnri11g Prt:sitic11cialismo y democracia c11 América lnliun: revisió11 de los térmi11os del debate 25

· Elección popular Mandatos fijos

, En un sistema presidencial, el jefe de gobierno es electo popularmente. Cuando nos referimos al régimen presidencialista como a un sistema en
Por lo general, elección popular significa elección directa, pero algunos países el cual tanto la asamblea como el jefe del Ejecutivo ejercen mandatos fijos,
tienen un colegio electoral que no se desvía en forma significativa del princi­ queremos decir que la supervivencia de cada uno de ellos en el cargo no de­
pio de la efección popular. En una elección directa, los votos se cuentan en pende del otro. No hay democracias presidenciales en América latina en las
un distrito único nacional. En un colegio electoral, los votos se agregan a ni­ cuales el presidente tenga la autoridad de disolver el Congreso cuando lo en­
vel subnacional y los delegados elegidos de ese modo eligen formalmente al cuentre políticamente conveniente, como sí pueden hacerlo los presidentes
presidente. Si, como en los Estados Unidos y en la Argentina hnsta 1995, los francés y finlandés.• Sin embargo, las constituciones peruanas de 1933, 1979
delegados en el colegio electoral no tienen otra función polít ica además de y 1993 han permitido al presidente disolver el Congreso en respuesta a repe­
elegir a l presidente, podemos hablar de todos modos de elección presiden­ tidas censuras de sus gabinetes. Con esta disposición, los mandatos dejan de
cial popular (aunque no directa). ser realmente fijos, y la Constitución se desvía marcadamente del tipo presi­
Una desviación potencialmente más significativa de la naturaleza popular dencialista.9 La Constitución uruguaya también permite la disolución luego
de las elecciones presidenciales se presenta cuando es el Congreso el que ha­ de que haya habido censuras, pero la censura es tan difícil de realizar (re­
ce la selección final. En un extremo, el Congreso podría elegir al presidente quiere del voto de los dos tercios y no de una mayoría, como en Perú) que el
sin ninguna intervención de la elección popular. Un régimen semejante evi­ régimen sigue siendo básicamente presidencialista.
dentemente no sería presidencialista. No obstante, si hay una elección popu­ No hay ninguna Constitución en los países americanos de habla españo­
lar pero existe el requisito de una mayoría absoluta para que ella sea decisi­ la o portuguesa en la cual el jefe de gobierno pueda ser relevado de su car­
va, la selección final en algunos sistemas recae en el Congreso más que en el go antes del final de su mandato, excepto en circunstancias extraordinarias.
electorado en una segunda vuelta [bnllofngc]. En ese caso, tenemos un híbrido La mayor parte de las constituciones contempla la posibilidad de impenc/¡-
de elección popular e intervención del Congreso. Ejemplos de procedimien­ 11/CIIt del presidente, pero sólo luego de haber descubierto una conducta de­
tos de esta clase son Chile antes de 1973 y Bolivia en la actualidad. En Chile, lictiva o anticonstitucional, a menudo en el marco de un proceso judicial; en
el Congreso estaba limitado a la elección entre los dos candidatos que hubie­ genera l, se requiere una mayoría extraordinaria del Congreso para remover
ran obtenido mayor cantidad de votos; en todos los casos el Congreso eligió al presidente de su cargo. Procedimientos de esa clase han conducido a la
al ganador de la pluralidad popular.7 En Bolivia,.hasta 1993 el Congreso po­ remoción de sólo dos presidentes en la historia latinoamericana: Fernando
día elegir entre los candidatos que hubieran obtenido los tres primeros luga­ Collar de Melo en Brasil, en 1992, y Carlos Andrés Pérez en Venezuela, en
res, Y. de hecho han sido elegidos tanto presidentes gue habían obtenido el 1993.
primer lugar en el voto popular como candidatos que habían salido terceros.
Una reforma de la Constitución boliviana realizada en 1994 redujo la libertad
de elección del Congreso a l exigirle que optara entre los dos primeros candi­ 1.2. U11n 1111cva cvaluació11 del desempeiío del presidencialismo
datos. Este cambio aumentó la probabilidad de que fuera elegido el candida­
to que obtuviera la primera pluralidad de sufragios, pues los candidatos ya Como señaláramos al comienzo, en la literatura especializada han abun­
no. tenían la opción de apostar por el tercer lugar esperando ser selecciona­ dado las críticas al tipo de régimen presidencialista. El punto de partida de
dos por el Congreso. esas críticas ha sido cierta evidencia empírica que indica que los sistemas
presidencialistas no han funcionado bien, al menos en lo que se refiere a la
sustentabilidad de la democracia a lo largo de períodos prolongados.
7. Este respeto observable por el primer candidato no necesariamente refl�jaba una norn1.1
de apoyo a la elección del electorado. Fue, más bien, parcialmente accidental: entre 1925 y 1970,
sólo en 1970, en una elección presidencial sin un ganador mayoritario, el primer candidato al­ 8. Existen, por supuesto, casos de presidentes que disuelven el Congreso en ausencia de la
canzó el30 % de los votos. En 1970, los demócrata�ristianos decidieron \'Ot.Jr por Allende (cuya autoridad constitucional para hacerlo -como sucedió en Perú en abril de 1992, cuando la situa­
diferencia sobre el segundo más votado era de36,6% a35,3 %) más que por sus archirrivales JI!! ción de las censuras no se había presentado-. No obstante, es necesario distinguir esos golpes
Partido Nacional. Además de 1970, la única otra elección realmente ajust.Jda fue la de J'J58, presidenciales (autogolpes) del poder constitucional de disolución.
cuando Allende (con el28,9 %) quedó segundo detrás del conscrv.1dor Alcss<�nJri (:11,6 %). Es 9. Aun en ese caso existe una diferencia básica con el sistema francés, en el cual el presiden­
dudoso que un Congreso donúnado por partidos tradicionales conservadores y ccntr ist.lS hubiL� te puede disoh•er el Parlamento por cualquier motivo siempre que no lo haya hecho pre\damen­
ra respetado "la elección del electorado" si los porcentajes se hubieran invcrtiuo. te en el curso del mio anterior.

1
, ,
26 Matthew Soberg 5/wgarl y Scolt Maimuari11g Prcside11cialismo y democracia en América latina: revisión de los términos del debate 27

La mayor parte de las críticas al presidencialismo parten de la observa­ espurias (véase Shugart, 1995b). Por ejemplo, si el parlamentarismo aparece más
ción de que pocas de las democracias que han sido estables por mucho tiem­ a menudo en sociedades que presentan condiciones contextuales relativamente:
po son presidencialistas. Se han realizado varios intentos por contar el núme­ más favorables para la democracia, entonces la correlación puede surgir de la
ro y establecer los porcentajes de democracias "estables" de uno u otro tipo. parcialidad en la selección y no de las fortalezas y debilidades inherentes al di-'
En general, la conclusión es que la democracia presidencialista es una fórmu­ seño institucional. Dado que tantos regímenes presidencialistas se han concen­
la mucho menos exitosa que la democracia parlamentaria. Más que revisar trado en América latina y que el parlamentarismo ha estado ausente de la re­
en detalle la literatura (véase Linz, 1994, pág. 71-74), utilizaremos como pun­ gión, la parcialidad en la selección constituye una posibilidad reaL Stepan y·
to de partida uno de los esfuerzos más ambiciosos en ese sentido, el de Ste­ Skach reconocen este hecho e introducen algunos controles para el nivel de de-·
pan y Skach (1994), quienes ordenan una gran cantidad de evidencia con el sarrollo y para los efectos del gobierno colonial británico, aunque probablemen­
objetivo de demostrar el superior desempeño del parlamentarismo. Estos au­ te continúen subestimando el impacto de esos factores no institucionales. ·
tores señalan que entre las 43 democracias consolidadas existentes en el Cuando se afirma que una ruptura de la democracia puede ser atribuida
mundo entre 1979 y 1989, había 34 sistemas parlamentarios, 2 semi presiden­ al presidencialismo, implícitamente se está argumentando que en ese mismo
cialistas y sólo S presidencialistas. E indican que el predominio abrumador país un régimen parlamentario podría no haber colapsado. Este tipo de con­
de los sistemas parlamentarios dentro del conjunto de las democracias es in­ trafáctico ha sido hecho para Chile (Valenzuela, 1994) y para unos pocos ca-•
dicativo de una capacidad mayor para sostener la democracia. En segundo sos más. En el caso chileno, un Ejecutivo en minoría como el que encabezaba
l':lgar, observan que los sistemas parlamentarios tienen probnbilidades mu­ Salvador Allende no hubiera durado bajo un sistema parlamentario. Sin em-·
cho mayores que los sistemas presidencialistas de ocupar los primeros luga­ bargo, para sostener el argumento contrafáctico de que un sistema parlamen-·
res [democratic overacllievers] en el Índice de Democratización de Vanhanen tario en general hubiera hecho a Chile un mejor servicio, debe ser posible
(1990), mientras que los sistemas presidencialistas tienen probabilidades mu­ afirmar también que el parlamentarismo hubiera sobrevivido a crisis anterio- •

cho mayores de encontrarse entre los últimos [democrntic ltlldernchievers].'0 res que fueron remontadas por el régimen presidencialista en .vigencia.
En tercer lugar, comparados con los sistemas presidencialistas, los siste­ Faundez (1997) afirma que el parlamentarismo bien podría no haber durado
mas parlamentarios que fueron democráticos durante por lo menos un año bajo las difíciles condiciones de los años treinta (época en que se produjo una
entre 1973 y 1989 tenían probabilidades mucho mayores de haber sido demo­ breve ruptura del régimen presidencial, pero en que la democracia fue rápi­
cráticos en forma continua durante al menos diez años consecutivos en ese damente restaurada) y de los años cincuenta (cuando los partidos tradiciona­
período, y los sistemas parlamentarios tenían probabilidades mucho menores les se vieron peligrosamente debilitados).
de haber experimentado un golpe militar mientras eran democráticos. En es­ Otro frente en el cual el argumento en contra del presidencialismo resul­
te ejercicio, Stepan y Skach excluyen a los países de la Organización para la ta vulnerable a la acusación de correlación espuria concierne a la agrupación
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para controlar parcialmente temporal y regional de las rupturas de la democracia, ya fuera presid�ncial o
el nivel de desarrollo. Finalmente, Stepan y Skach analizan comparativamente de otra clase. La mayor parte de los fracasos del presidencialismo que atraje­
el historial democrático de 93 países que se independizaron entre 1945 y 1979. ron la atención de los críticos se produjeron en el marco de una ola de ruptu­
De los 36 países que eran presidencialistas en el momento de su independen­ ras en los años sesenta y setenta. Durante este período, los colapsos de la de­
cia, ninguno fue democrático en forma continua entre 1980 y 1989. En con­ mocracia en la Argentina, Brasil y Chile· -todos ellos presidencialistas-·
traste, de los 41 países que eran parlamentarios en el momento de su indepen­ presentaban un marcado contraste con la exitosa restauración de la democra­
dencia, 15 permanecieron democráticos durante los años ochenta. cia en España bajo un sistema parlamentario. No obstante, dada la ausencia
Tomados en conjunto, estos hallazgos parecen ofrecer una fuerte evidencia de sistemas parlamentarios en América del Sur, no podemos estar seguros
de que el presidencialismo toma más difícil la construcción de una democrncia de que esos colapsos resultaran del presidencialismo más que de las condi­
duradera. No pretendemos abordar aquí todos los puntos tratados por Stepan y ciones más generales que afligían a la democracia sudamericana. Además, y
Skach, sino sólo algunos de esos argumentos en contra del presidencialismo que pese a la transición española, ese mismo período no fue particularmente aus­
caen presos de cierta parcialidad en la selección y, por lo tanto, de correlaciones picioso para los sistemas parlamentarios. Entre 1960 y 1980 hubo rupturas de
·
regímenes parlamentarios en Grecia (1967) y Turquía (1980)11 después de una
10. Stepan y Skach usaron el Índice de Recursos de Poder de Vanhanen para controlar el ni­
vel de desarrollo y determinar qué países eran rlcmocmtic ovmrclri.'V.:rs y cuáles eran dt•mpcmtic 11. Turquía es a veces caracterizada como un hibrido, pero se trata de una impresión erró­
wrdemcllie-.Jcrs. nc� b�s.1Ja en la rel,ltiva \'isil>ilidad del presidente en comparación con los presidentes en otros
28 Ma/IJU!'lu Soberg Slmgart y Scott Mniuwaring Presideucialismo y dcmocracin e11 América lati11a: reuisi611 de los térmiuos del debate '19

serie de elecciones abiertas y competitivas. Muchos otros regímenes parla­ país no fue considerado como ininterrumpidamente democrático si cualquie­
mentarios de más corta vida colapsaron en el mjsmo período, entre ellos los ra de los puntajes fue alguna vez peor que 4,0 en cualquiera de los estudios
de Burma, Kenia y Somalía (Shugart y Carey, 1992, pág. 40). Éstos, por algu­ anuales de Freedom House.
na razón, han recibido menos atención. La presencia de tan numerosos quie­ Los países del cuadro 1.2 son luego divididos según tres criterios: nivel
bres democráticos en un período tan breve (Huntington, 1991) debería pre­ de ingreso, tamaño de la población y herencia colonial británica. Se agregan
venimos contra la tentación de atribuir la ruptura de la democracia en un estas categorías porque es posible que ellas desempeñen algún papel respec­
determinado país a su tipo institucional, por no hablar de inferir que un tipo to de la probabilidad de que la democracia se mantenga en una sociedad de­
es universalmente más conducente que otros a la estabilidad democrática. terminada. Es ampliamente reconocido que un nivel de ingreso relativamen­
La naturaleza epocal de las rupturas de democracias presidenciales estable- te elevado constituye una importante condición contextua! para la
. ódas ocurridas en los años sesenta y setenta queda aún más de manifiesto si se
democracia (Lipset, 1960, págs. 27-63; Dahl, 1971, P.ágs. 62-80; Bollen, 1979;
toma en consideración la ola previa de colapsos democráticos. En los años Lipset, 1994), aunque la forma exacta de la relación sigue siendo objeto de
veinte y treinta las democracias cayeron en Alemania, Italia, Portugal, España disputas. Para clasificar a los países por niveles de ingresos, seguimos los cri­
y en los tres estados bálticos. Todos los regímenes, excepto el de Alemania, terios del Banco Mundial (1994): "bajo" es un Producto Bruto Nacional
eran parlamentarios; y, en Alemania, ciertos rasgos parlamentarios de la cons­ (PON) per cápita inferior a 635 dólares; "medio-bajo" corresponde a un PBN
titución -tales como la necesidad de formar gabinetes de coalición que pudie­ de entre 636 y 2.555 dólares; "medio-alto" a uno de entre 2.556 y 7.910 dóla­
ran mantener el apoyo mayoritario, y la posibilidad de disolución- fueron al res; y "alto" a uno que se encuentre por encima de 7.911 dólares. Hemos uni­
menos tan responsables del fracaso de la democracia como lo sería la "rigidez" ficado las dos categorías inferiores.
de los rasgos presidencialistas de los regímenes brasileño y chileno algunas dé­ Los países muy pequeños pueden tener ventajas en lo que se refiere a la
cadas más tarde. En tiempos de crisis económica y polftica internacional, los estabilidad democrática porque típicamente tienen poblaciones relativamen­
mecanismos institucionales que suelen funcionar en épocas "normales" pue­ te homogéneas, al menos en términos étnicos, religiosos y lingüísticos, lo
den transformarse en chivos expiatorios cuando la democracia fracasa.u cual atenúa fuentes potenciales de conflicto político (Dahl y Tufte, 1973). La
otra razón para separar a los países según el tamaño de su población es que
parece inapropiado contar como un caso tanto a un microestado como a la
Democracia, tipo de ré gimen y colldicio11es contextunles desde los a�ios sete11la india, sin prestar Lltención al hecho de gue en comparación con la población
de la India resulta microscópica la cifra gue resulta de la suma de las pobla­
En esta sección presentamos pruebas adicionales acerca del historial de­ ciones de todos los países del mundo con menos de 500.000 habitantes. Los
mocrático comparado del presidencialismo y el parlamentarismo. Descansa­ países que aparecen en los cuadros fueron clasificados como micro (pobla­
mos aquí en las evaluaciones de Freedom House, gue desde 1972 ha adjudi­ ción por deb<�jo de los 500.000 habitantes), pequeños (entre 500.000 y 5 millo­
cado puntajes a los países en el terreno de los derechos políticos y de los nes) y de medianos a grandes (más de 5 millones de habitantes). Utilizamos
derechos civiles con una escala de 1 a 7 (siendo 1 el mejor puntaje). En el cua­ los datos de población correspondientes a 1994; por supuesto, si hubiéramos
dro 1.2 aparece la lista de los 33 países que fueron democráticos en forma utilizado fuentes anteriores los agrupamientos hubieran resultado ligera­
ininterrumpida entre 1972 y 1994. Hemos considerado a un país "ininte­ mente diferentes (por ejemplo, Israel y Finlandia se hubieran encontrado en
rrumpidamente democrático" si tuvo un puntaje promedio de 3,0 o mejor en la categoría de los pequeños).
derechos políticos a_lo largo de todo el período 1972-94.u A la inversa, un La fuerte correlación entre herencia colonial británica y democracia ha si­
do ampliamente reconocida. No nos ocuparemos aqui de las razones de esa
sistemas parlamentarios. Sin embargo, el presidente turco es ele¡; ido por el Parlamento asociación, pero las posibilidades mencionadas en la literatura incluyen la
y no tic·
ne más autoridad sobre los gabinetes o la legislación que la que tiene, por ejemplo,
el presidente
italiano.
12. La representación proporcional fue uno de los chivos expiatorios inslilucion3lcs fJvori­
para proteger los d.:r<'C
. hos ch·iles, en parle debido a la lucha contra grupos violentos. Creemos
tos en el caso de las rupturas democráticas del perfodo de enlregucrras. Véase Hcrmens
(19-! 1) que un pais que puJo m;mlencr una competencia elccloral libre aun en tiempos de violencia anti­
para un ejemplo y Taagepcra y Shugart (1989, págs. 234-36) para una discusión.
¡;ubcmamcnt.ll prohabl<.•mcnle mcrczCil ser reconocido como un régimen democrático. Hemos
13. La utilización de un promedio de 3,0 para ambas medidas (derechos pol!ticos y dcr<.'Chos
induiJo los pun1.1jcs tic Fn.�-Jom Housc en los cuadros que aparecen a continuación, de modo
civiles) hubiera eliminado a algunos países (u. g. Colombi;�, India, Vanuatu) que
nosotros()' 1.1 que los t..-ch>rC$ qu� <.1<.-,:.."Cn adopt. u criterios más estrictos puedan ver cuáles son los países que
mayor pa.rte de los observadores) consideramos democráticos, pero que han tenido
c:.lificultadcs de ese modo qu..'t.lari.ln climirudos.
r.
1
30 Matthew Sobcrg Slwgarl y Seo// Maimuaring Presidencialismo y democracia en América latina: revisión de los términos del debate 31

CUADRO 1.2 han llegado a alcanzar un mejor desempeño democrático que los que carecen
PAISES INDEPENDIEI'ITES QUE RJERON DEMOCRÁTICOS EN FORMA CONTINUA ENTRE 1972 Y 1994. de ella. Así, la selección de los casos no nos autoriza a descartar' el posible
efecto independiente del colonialismo británico porque hay un problema de
Nivel de Tamaño de Parlamentario Presi denci alista Otros
dependencia lineal. . � ·· -�· ·"��: ;
ingresos la población
No es nuestro objetivo analizar aquí las contribuciones de estos factores a
Bajo/Medio-bajo Micro la democracia; más bien, lo que tratamos de ver es si esos factores parecen te..
Pequeño ]municn (1,8; 2,6) Costa Rica (1,0; 1,1) ner alguna correlación con el tipo de régimen. Si una condición contextual
Mnuricio (2,0; 2,3) que es conducente a la democracia tiene alguna correlación con el parlami:m­
Mediano/grand< Colombia (2,1; 3,1)
tarismo, entonces cualquier intento por establecer una correlación e�tre par­
República
Dominicana (2,2; 2,0) lamentarismo y democracia podría ser espurio a menos que se haga algún
Medio-alto Micro Bnrbndos (1,0; 1.0) esfuerzo por controlar las condiciones contextuales. j
Mnltn (1, 4; 2,1) El cuadro 1.3 amplía el cuadro 1.2 al añadir otros 24 países que, según los
Nnuru (1,7; 2,1)
mismos criterios utilizados en el cuadro 1.2, habían sido democráticos en fo�­
Pequeño Botswnua (1,9; 2,9)
Triuidnd y Tobago
ma ininterrumpida, pero por un período más breve (diez años). Se han prodll:­
(1,4; 1,7) cido numerosas transiciones a la democracia en casi todas las regiones del
Mediano/grande Venezuela (1,5; 2,3) mundo, en especial a partir de mediados de los años ochenta, y muchos países
Alto Micro Luxemburgo Islandia (1,0; 1,0)
se independizaron desde 1972, cuando comenzaron a registrarse los puntajes
(1,3; 1,0)
de Freedom House. Todos esos países aparecen en el cuadro 1.3 -que, al com­
Pequeño Irlanda (1,0; 1,3) Chipre (1,7; 2,2)
Nueva Zelandia binarse con el cuadro 1.2, nos proporciona un panorama completo de las de­
(1.0; 1,0) mocracias contemporáneas que han perdurado durante al menos diez años-. 1
Noruel!a (1 O· 1 0) Hay dos hechos sorprendentes en relación con los países del cuadro 1.3.
Mediano/grande Australia (1,0; 1,0) Estados Aushia (1,0; 1,0)
En primer lugar, un gran número de microestados se independizaron de
Bélgica (1.0; 1,0) Unidos (1,0; 1,0) Finla ndia
Canadá (1,0; 1,0) (1,7; 1,8) Gran Bretaña en los años setenta u ochenta, y todos ellos tienen sistemas par­
Dinamarca (1 ,0; 1,0) Francia (1,0; 2,0) lamentarios. En segundo lugar, se ha incrementado sustancialmente el mi­
Alemania (1,0; 1,7) Suiza (1,0; 1,0) mero de democracias presidencialistas, la mayor parte de las cuales se con­
Israel (2,0; 2,4)
centra en las categorías de ingreso bajos o medios-bajos, y la totalidad de las
Italia (1,1; 1,6)
cuales se localiza en América Latina." Así, si los obstáculos de los bajos in­
Japón (1,4; 1,2)
Paises Bajos (1,0; 1,0) gresos (u otros factores que no consideraremos aquí) en América latina con­
Suecia (1,0; 1,0) tin úan causando problemas para la consolidación de.la democracia, el núme­
Reino Unido (1,0; 1,2)
ro de rupturas de la democracia podría ser nuevamente elevado en el futuro.
Notn: Todos los regímenes que aparecen bajo la columna "Otros" son premier-presidencialistas, Por otro lado (más optimista), si las democracias latinoamericanas alcanzan
excepto en el caso de Suiza. Los números entre paréntesis corresponden a los promedios de los esta vez un mayor éxito en su consolidación, tendremos en el futuro un nú­
puntajes anuales de Freedom House para derechos políticos y derechos civiles, respectivamen­
mero sustancial de democracias presidencialistas.
te. Los países que se han independizado de Gran Bretai'la o de un estado del Commonwealth
Británico desde 1945 aparecen en itálicas.
El cuadro 1.4 sintetiza la distribución de los casos de los cuadros 1.2 y 1.3
según nuestros criterios contextuales. Vemos que hay muchos más regíme­
tendencia a. entrenar a los funcionarios públicos (Diamond, 1989; Weiner, nes parlamentarios (38) que de otros tipos entre los países que han sido de­
1987), las prácticas e instituciones gubernamentales (que no pueden ser re­ mocráticos sin interrupción desde al menos 1985; sólo 13 casos son sistemas
ducidas al parlamentarismo, aunque lo incluyen) creadas por los británicos, presidencialistas. Sin embargo, 17 de las democracias parlamentarias se en-
y la ausencia de control de las elites terratenientes locales sobre el Estado co­
14. A1 menos tres nuevas democracias presidencia listas han sido establecidas más reciente­
lonial (Rueschmeyer, Stephens y Stephens, 1992). En los casos africanos, el mente fuera de América latina: Benin (1991), Corea (1987) y Filipinas (1986). Además, hay nume­
nivel de desarrollo económico tiende a ser más bajo y el grado de pluralismo rosas dcmocrncias nue\'iiS que han elegido presidencias pero no son presidencialistas según
étnico tiende a ser mayor que en otras partes del mundo en desarrollo, pero nuestra definición (por ejemplo, sistemas premier-presidencialistas en Bangladesh y Polonia, e
híbridos en Namibia y Zambia).
incluso en África los países con herencia cultural británica (como Bots":'ana)
32 r
Matlhew Soberg Slmga f y Scolt Maimuarillg Prl!sidl!ncinlislllo y dciiJOCracin en A111éricn lnlilln: revisión de los lérmillos del debate 33

· .,, ., 1 , • , _. o •
Jl!J Cuadro 1.3 Cuadro 1.4
•¡, J I :· �'t PAISES INDEPENDIENTES QUE HACIA 1994 HABlAN SIDO DEMOCRÁTICOS DISTRIBUCIÓN DE LAS DEMOCRACIAS ININTERRUMPIDAS (DURANTE POR LO MENOS DIEZ
• :!J r !"('·¡h 1. , 1 ¡ ¡ ll,

Tamaño de
DURANTE AL MENOS DIEZ AÑOS (PERO MENOS DE 23).

Parlamentario Presidencialista O tros


1
1
AÑOS HACIA 1994) SEGÚN CONDICIONES CONTEXTUA LES Y TIPO DE RÉGIMEN (PORCENTAJES).

Nivel d e , 1 N" Parlamentarias Presidencialistas Otros

1
ingresos la pobla ción
Nivl'l de i11gn•sos
Bajo/ , , , . Micro Beliz:e (1,0; 1,5; 1981) Bajo/Medio-bajo 20 12 8 o
�edio-baj o . Dominica (2,0; 1,8; 1
(60,0)
¡
" (4 0,0) (0,0)
1978) Medio-alto 13 9 3 1
o
. > 1 . 1 1 '.· 1
Kiribali (1,3; 1,9; 1979) (69,2) (23,1) (7,7)
• [_, r� 1 :•
. .
J l : f:
\ 1
Saloman (1,5; 1,8; 1978)
Santa Lucía (1,3; 2,1;
1 Alto 24 17 2 5
! (70,8) (8,3) (20,8)
.. t, :':1.¡ , . '· 1979) í 23 22 1 o
.1 Here11cia culv11ial

.
. 1 �
San Vicente (1,6; 1,9; briltí11ica (95,7) (4,3) (0,0)
'
j.
¡
.
1979) Paúlnció11
',• .
·'' : ,

'
Tuvnlu (1,4; 1,6; 1978)
l Menos de 500.000 17 16 o 1
,, Vmnlalu'(1,9; 3,3; 1980)
[ (94 ]) (0 O) (5 9)
P11plÍa Nueva Guinea

¡
., ... j ,' ' •• ' Pequeño 500.000 - 5.000.000 10 8 2 o
lol' ! . . (2 1 · 2 4· 1975) (80 O) (20,0) (0,0)
f
'
,
Mediano/grande India (2,4; 3,1; 1979) Bolivia (2,0; 3,0; 1982) Más de 5.000.000 30 14 11 5
1· f :�
Brasil (2,3; 2,9; 1985) ¡
' (46 7\ (36 7\ (16,7)

, · . '•l o
·•.
Ecuador (2,0; 2,5; 1979) TOTA L 57 38 13 6
,o El Sa lvador (2,9; 3,6; (66,7) (22,8) (1 0,5)


1 1985)
,,
Honduras (2,4; 3,0;
cuentran en Europa o en otros países de altos ingresos tales como Canadá, Is­
1980\
Medio ..
Micro Antigua y Barbuda rael y Japón. Es probable que esos países también hubieran sido democráti­
(2,5; 2,9; 1981) cos entre 1972 y 1995 si hubieran tenido constituciones presidencialistas. Por
'
Granada (1,6; 1,9;
1986)
San Kills-Nrois
¡.¡ consiguiente, como lo han reconocido algunos partidarios del parlamentaris­
mo -aunque sin el énfasis que nosotros ponemos aquí-, parte del éxito de la
' J democracia parlamentaria es accidental: debido, en cierto aspecto, a la evolu­
f
(1 7 • 1 4· 1983)
1·: o .
Pequeño
i
ción de las monarquías constitucionales hacia la democracia, la región del
. , Mediano1 grande Grecia (1.5; 2,1; 1974) Argentina (1,8; 2,3; Portuga)b _{1,3; mundo que se democratizó y se industrializó primero se encuentra abruma­
• � 11 ! ; 1
1983) 1,8; 1976) dora mente poblada por sistemas parlamentarios.
Uruguay (1 ,6; 2,0;
' Claramente, no toda la ventaja del parlamentarismo se origina en el he­
il9RSl
Alto Micro Ba/Jamas (1 S· 2 2· 1 973 cho de que se localiza en países industriales avanzados. Incluso en las cate­
Pequeño
Med iano/gra nde España {1,3; 2,0; 1977) 1 gorías de ingresos que van desde bajos hasta medio-a ltos, hay más sistemas
parlamentarios (21, 1 1 sistemas presidencialistas). No
en comparación con
'
Vanu �tu fue administrada conjuntamente por Gran Breta ña y Francia hasta 1980.

· b Portugal tiene un si stema premier-presidencialista.


t. obstante, como lo muestra el cuadro 1.4, todas y cada una de las democracias
parlame11tarins fuem de la categoría de ingresos altos son ex colonias británicas. To­
f das las demás democracias en esas categorías de ingresos son presidencialis­

l
Nota: Losnúmeros entre paréntesis corresponden a los promedios de los punt aj es anuales de tas, y todas excepto Chipre se encuentran en América latina.
Freedom House para derechos políticos y derechos civiles, r espe ctiya m ente , y el año inicial a Hasta donde nosotros sabemos, los partidarios del presidencialismo no
partir del cual se co mputan dichos promedios. La fecha corresponde al comie nzo de la transi­

l
han reconocido la ventaja del tamaño con que cuentan los sistemas parla­
ción a la democracia (o a l a independencia de las ex colonias británicas quc,no eran i ndcpe n-
: dientes en 1972). Los pafses que se independizaron de Gran B re t.1 ña o de un Estado del Com­ mentarios. Cada uno de los 16 Estados de nuestra lista con poblaciones infe­
monwealth Británico desde 1945 aparecen en itálicas. 1 riores al medio millón de habitantes (en su mayoría estados isleños) son par­
� lamentarios, al igual que 8 de los 10 Estados con poblaciones de entre medio
34 Mallhew Soberg Slmgarl y Scoll Mnimooring Presidencialismo y democracia en América latina: revisi611 de los términos del debate 35

millón y cinco millones de habitantes. Por otra parte, no hay sistemas presi­ Cuadro 1.5
..

dencialistas entre los microestados; muchos de los Estados presidencialistas DEMOCRACIAS QUE COLAPSARON ENTRE 1977 Y 1995. ,..
i
son excepciona lmente grandes, como la Argentina, Brasil y los Estados Uni­
dos. Entonces, si el legado colonial británico o el tamaño reducido de la po­ Nivel de ingresos Parlamentarias Presidencialistas Otros
blación son conducentes a la democracia, el parlamentarismo cuenta con una
Bajo/Medio-bajo Turquía 1980 (2,1; 3,3) Cambia 1994 (2,3; 2,6) Perú 1992 (2,1; 3,3) .
ventaja incorporada simplemente porque sucedió que Gran Bretaña, un sis­ Turquía 1994 (2,6; 3,8) Sri úmka 1989 (2,4; 3,4)
tema parlamentario, colonizó muchos territorios isleños. Por regla general, Medio-alto Fidji 1987 (2,0; 2,0)
las colonias británicas tenían autogobierno local, siempre según el modelo Gmnndn 1979 (2,0; 3,5)
parlamentario, con anterioridad a su independencia.15 Además, si hay aspec­ Mnlasin 1984 (2,8; 3,6) -

tos de las sociedades latinoamericanas -la extrema desigualdad entre clases


Notn: Los números entre par�ntesis corresponden a los promedios de los puntajes anuales de
o regiones, quizás- que son adversos a la estabilidad de la democracia, en­ Freedom House para derechos políticos y derechos civiles, respectivamente. Una ruptura de la
tonces el presidencialismo lleva adosada una fuerte desventaja. democracia (indicada por el año del golpe o de la declaración del estado de emergencia) es defi­
El cuadro 1.5 proporciona la lista de las democracias que colapsaron entre ni�a como un p�ntaje de Freedom House de 5,0 en derechos ya sea pol!ticos o civiles para cual­
1977.y 1995. Para ser contado aqui, un país tiene que haber sido, antes de la qUier año postenor a un periodo democrático. Un periodo de democracia es definido como cin­
co años consecutivos previos cuando los puntajes promedio fueran de 3,0 o mejores y ningún
ruptura de su democracia, democrático según los criterios utilizados para los puntaje en ningún año fuera de 5,0 o peor. Todos los pafses del cuadro se encuentran en las ca­
países de los cuadros 1.2 y 1.3 -es decir, tener un promedio de 3,0 o mejor en tegorías de pequeños a grandes en términos de población, excepto Granada, que es un microes­
la escala de Freedom House para derechos políticos y ningún puntaje peor tado. Los países que se independizaron de Gran Bretaña o de un estado del Commonweallh Bri­
que 4,0 ni en derechos políticos ni en derechos civiles- durante al menos los tánico desde 1945 aparecen en itálicas.

cinco años inmediatamente precedentes. En esas circunstancias, se considera


que ha existido una ruptura cuando el puntaje con que Freedom House cali­ con firmeza. Tres de Jos países -Fidji, Cambia y Sri Lanka- habían sido de­
fica a ese país en el terreno de los derechos políticos o de las libertades civiles mocrá ticos desde comienzos de los estudios de Freedom House en 1972,
cae a 5,0 o peor en un año. La utilización del período 1 977-1995 nos permite mientras que los demás generalmente representan experimentos más breves
contar con cinco años de datos de Freedom House anteriores al período, de con la democracia. Con las excepciones de Fidji y Cambia, todos tenian pun­
modo de poder determinar la caída de regímenes que eran de hecho demo­ tajes promedio para derechos civiles peores que 3,0 -de hecho, de entre 3,3 y
crático según sus criterios; Freedom House comenzó a elaborar sus m11kings 3,8- mientras eran democráticos. Por consiguiente, sus democracias ya ha­
en 1972. La elección de un período dentro de la "Tercera Ola" (Huntíngton, bían comen zado a erosionarse aun cuando mantuvieran buenos puntajes pa­
1991) de democratización implica también que estarnos considerando las rup­ ra derechos políticos hasta la suspensión de la competencia electoral abierta
turas que ocurrieron a contramano de esa ola. De esa manera, controlamos o hasta el ulterior estrangulamiento de los derechos civiles. Este hallazgo su­
parcialmente los factores internacionales que estaban impulsando a un gran braya la importancia de los derechos civiles tradicionales en nuestra defini­
número de países en una dirección; así podemos tener más confianza en que ción de democracia ya que, sin esas protecciones, la democracia no solamen­
el tipo de régimen puede haber desempeñado algún papel en esos casos que te es hueca sino que puede resultar frágil incluso en su sentido electoral más
la que tendríamos si hubiéramos utilizado casos de los sesenta y de princi­ limitado. Para poner aún más énfasis sobre este punto, hay sólo 4 casos en
pios y mediados de los setenta, durante la previa "ola de marcha atrás". los cuadros 1.2 y 1.3 con puntajes promedio para derechos civiles peores que
A partir del cuadro 1.5 vemos que los quiebres de democracias parlamen­ 3,0, aun cuando nuestra definición permitía que esos países fueran contados
tarias (cinco) superan en nú mero a los casos de presidencialismos (uno), pe­ como ininterrumpidamente democráticos. Son los casos de Colombia (3,1),
se a que los casos son demasiado pocos como para que se pueda generalizar India {3,1), Vanuatu (3,3) y El Salvador (3,6). La brecha entre los puntajes pa­
ra derechos civiles de las democracias fallidas del cuadro 1.5 y los compara­
15. Algunas colonias británicas adoptaron posteriormente sistemas presidencialistas y no se tivamente exitosos casos de los cuadros 1.2 y 1.3 es notoria, aunque algunas
democratizaron, o no permanecieron democráticas. Sin embargo, en muchos casos la democra­ de las democracias ininterrumpidas de los cuadros 1.2 y 1.3 han tenido bre­
cia terminó (si es que alguna vez !legó a funcionar) con un golpe llevado a cabo por los prim� ves episodios similares y se las arreglaron para sobrevivir.1'
ministros y sus colaboradores. Se trató de rupturas, no de democracias presidencialistas sino de
protodemocracias parlamenti\rias- Un caso típico fue el de Seychclles. El hecho de que la mayor
parte de estos países no haya evolucionado de regreso hacia la democracia no puede ser atribui­ 16. Por ejemplo, Malta obtuvo un puntaje de 4,0 para derechos civiles durante cuatro años
do al presidencialismo. consccuti,·os (1983·1 986), pero desde entonces obtuvo siempre puntajes de 1,0 o 2,0.
36 Malthew Soberg Slwgarl y Scoll Mnimuariug Prcsirlcudalismo y democracia en América latina: reuisión de los térmiuos del debate :,7

En resumen, existen más probabilidades de que el presidencialismo sea rente a causa de la oposición del Congreso, pero ningún otro actor puede re­
adoptado en América latina y en África que en otras partes del mundo, y es solver el problema jugando dentro de las reglas de juego democráticas. En
posible que estas partes del mundo enfrenten obstáculos más formidables pa­ muchos casos un golpe aparece como el tínico medio para desembarazarse
ra la democracia cualquiera sea su forma de gobierno. Por otra parte, el parla­ de un presidente incompetente o impopular.
mentarismo ha sido el tipo de régimen elegido en la mayor parte de Europa y No sólo es difícil remover a los presidentes de sus cargos, sino que tam­
en las ex colonias británicas (un alto porcentaje de las cuales son microesta­ poco puede el jefe del Ejecutivo reforzar su autoridad ya sea mediante un
dos), donde posiblemente las condiciones para la democracia sean en general voto de confianza o por medio de la disolución del parlamento para convo­
más favorables. Así, existen razones para ser cautelosos en lo que se refiere a car a nuevas elecciones. Por consiguiente, el liderazgo presidencial puede ser
la correlación observada entre forma constitucional y éxito de la democracia, más débil que el que ejercen algunos primeros ministros. Las constituciones
p�se a lo impresionante que esa correlación pueda parecer en un principio. presidencia listas manifiestan a menudo una contradicción "entre el deseo de
Aunque los argumentos que exponemos aquí generan dudas acerca de la un Ejecu tivo fuerte y estable y la sospecha latente hacia ese mismo poder
afirmación de que una forma de régimen es claramente superior a la otra, 110 presidencial" (Linz, 1990, pág. 55).17 En virtud de su mayor capacidad para
se trata de argumentos que sostengan que la elección de un sistema de go­ promover cnmbios en el gobierno, los sistemas parlamentarios ofrecen ma­
bierno es irrelevante. Un tema central a lo largo de este libro es que la forma yores oportunidades para la resolución de las disputas. Esa válvula de segu­
en que el Ejecutivo es elegido y la forma en que éste interactúa con la Legis­ ridad puede incrementar la estabilidad del régimen, según algunos partida­
latura y los partidos y se mantiene en el poder, es de fundamental importan­ rios del parlamentarismo.
cia para la política democrática. Así, consideramos que la opción por el pre­ Así como el presidencialismo torna difícil el reemplazo de un jefe de go­
sidencialismo es de enorme importancia para la dinámica de la democracia, bierno democrá ticamente electo que ya no goza de apoyo, generalmente im­
pero que no necesariamente es tan crucial a la hora de determinar si acaso la pide la extensión del mandato de presidentes populares más allá de los limites
democracia sobrevivirá o colapsará. Además, las combinaciones y variacio­ fijados constitucionalmente. Aunque tales disposiciones no son inherentes al
nes institucionales específicas dentro de tipos de régimen amplios pueden tipo de régimen, la mayor parte de las constituciones presidencialistas prohí­
ser tan importantes como la elección de un gobierno parlamentario o presi­ ben la reelección presidencial par,\ mandatos consecutivos. En consecuencia,
dencialista. los buenos presidentes son dejados cesantes aun cuando la población en ge­
neral, las elites y los partidos políticos y otros actores importantes continúen
apoyándolos. Por consiguiente, los presidentes cuentan con relativamente
El argumento e11 contra del preside11cialismo poco tiempo para llevar a cabo sus proyectos, y por lo tanto a menudo se ven
tentados de tratar de realizar demasiado en muy poco tiempo. Según Linz, el
Los crfticos del presidencialismo no han basado sus argu mentos exclusi­ "temor a In discontinuidad en las políticas y la desconfianza hacia los poten­
vamente en las correlaciones entre el tipo de régimen y el historinl de éxitos ciales sucesores alimentan una sensación de urgencia ( . . . ] que podría condu­
y fracasos democráticos. A partir de esta c;orrelación han identificado varias cir a políticas mal diseñadas, a una implementación rápida, a la impaciencia
debilidades características de los sistemas presidencialistas. Ofrecemos aquí ante la oposición" y a otros problemas (Linz, 1994, pág. 17). Por otra parte,
una breve reseña de los argumentos básicos en contra del presidencialismo Linz ha argumentado persuasivamente que el deseo de restringir la reelec­
(Linz y Valenzuela, 1994; Lowenstein, 1949; Riggs, 1988; Suárez, 1982; Blan­ ción es en sí mismo un subproducto de la concentración del Poder Ejecutivo
de! y Suárez, 1981; Stepan y Skach, 1994; Mainwaring, 1993). en manos de una sola persona. Semejantes temores forzosamente no emer­
En primer lugar, los críticos del presidencialismo afirman que el mandato gen bajo el pnrlamentarismo y, en consecuencia, no se encuentran límites a
fijo del cargo presidencial introduce una rigidez que es menos favorable a la los mandatos en ningún régimen parlamentario.
democracia que la flexibilidad que ofrecen los mecanismos parlamentarios Una segunda crítica de los sistemas presidencialistas es que presentan
de no confianza y disolución. Sostienen que el mandato presidencial fijo pro­ mayores tendencias al inmovilismo que los sistemas parlamentarios, por dos
voca dificultades a la hora de hacer frente a crisis importantes. Aunque la razones principales. Primero, en comparación con los sistemas parlamenta-
mayor parte de los sistemas presidencialistas tienen mecanismos de impenclt­
mcllt, ofrecen menos flexibilidad en situaciones de crisis porque los intentos 17. Los p.utiJ.�rios Jel p;�rlament.lrismo reconocen t.1mbi6l la tensión entre la necesidad de
de deponer al presidente hacen peligrar fácilmente al propio rt!gimen. El pre­ un Ej ..-cutii'O ágil y ef<!divo y la necesidad de frenos y contrapesos. Pero ponen esta tensión bajo
sidente puede resultar incapaz de llevar adelante un curso de acción cohe- una luz di fl!rcntc, pcrdbi�ndola como constructiva y necesaria.
38 Mattlrew Soberg Sltugarl y Seo// Maimuari11g Prcsidcllcialismo y democracia en América latina: revisión de los términos del deba/e 39

rios, los sistemas presidencialistas son más aptos para engendrar gobiernos trar dramáticamente en erupción; no hay ningún principio democrático para
de minoría y poaeres ejecutivos débiles. Segundo, los sistemas presidencia­ resolverlo, y los mecanismos que pudieran exis� en la Constitución son ge­
listas son menos capaces que los sistemas parlamentarios de manejar esos neralmente complejos, altamente técnicos, legalistas y, por consiguiente, de
problemas cuando ellos surgen (véase Mainwaring, 1993). dudosa legitimidad democrática para el electorado" (Linz, 1994, pág. 7). Linz
Los sistemas presidencialistas carecen de los medios para asegurar que el argumenta que el parlamentarismo escapa a este problema porque el Ejecu­
presidente cuente con el apoyo de una mayoría parlamentaria. Dado que los tivo no es independiente de la asamblea. Si una mayoría de la asamblea fa­
presidentes son elegidos en forma independiente de la asamblea, y debido a vorece un cambio de dirección en las políticas, puede reemplazar al gobierno
que las cualidades personales con frecuencia son decisivas en las campañas por medio del ejercicio de su voto de no confianza. .
presidenciales, el ganador no necesita provenir de un partido mayoritario -si Una tercera crítica del presidencialismo, también desarrollada por Linz, es
es que hay alguno-. En algunos países, los partidos de los presidentes no que éste incorpora una lógica en la que "el ganador se lleva todo" que es poco
controlan nada que se acerque a la mayoría de los escaños en el Congreso. A favorable a la estabilidad democrática. "Una elección parlamentaria podría
veces resultan elegidos presidentes que disfrutan de un escaso apoyo en el producir una mayoría absoluta para un partido determinado, pero más nor­
Congreso, lo cual puede fácilmente conducir a amargas luchas entre el Ejecu­ malmente otorga representación a una cantidad de partidos [ . . . ] y se vuelven
tivo y el Legislativo. necesarias algunas negociaciones para obtener apoyo mayoritario" (Linz, 1994,
Muchos presidentes comienzan sus mandatos con un fuerte control sobre pág. 18). En los sistemas presidenciales, la elección popular tiende a imbuir a
sus propios partidos, pero lo pierden a medida que su inefectividad se vuelve los presidentes de la sensación de que no necesitan enfrentar el tedioso proce­
más evidente (Coppedge, 1994). No pueden disolver las legislaturas y convo­ so de construir coaliciones y hacer concesiones a la oposición. Por otra parte,
car a nuevas elecciones, como pueden hacerlo a veces los primeros ministros. "el peligro que presentan las elecciones presidenciales de suma cero se incre­
En consecuencia, los presidentes tienen que aguardar dolorosamente hasta el menta con la rigidez del mandato presidencial fijo. Los ganadores y los perde­
final de sus mandatos, incapaces de implementar un paquete coherente de dores quedan claramente definidos para todo el período que dure el mandato
políticas a causa de la falta de apoyo. Bajo estas difíciles circunstancias de pa­ presidencial [ . . . ] Los perdedores deben esperar al menos cuatro o cinco años
rálisis en las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo y con un calendario sin ningún acceso al Poder Ejecutivo y al patronazgo" (Linz, 1994, pág. 56). 18
fijo, tanto los presidentes como la oposición se ven a menudo tentados de re­ Una última crítica de los sistemas presidencialistas es la que se refiere a la
currir a mecanismos extraconstitucionales para alcanzar sus objetivos. Todo elección popular directa de los presidentes, que en sí misma parece ser un
lo cual sugiere que los presidentes democráticos, a pesar de las enormes ex­ desiderátum. Sin embargo, el lado negativo de las elecciones populares di­
pectativas que generan sus liderazgos, tienen a veces una capacidad limitada rectas es que pueden resultar elegidas personalidades ajenas a la cla.se políti­
para implementar sus programas. Pero allí donde la autoridad ejecutiva es ca [outsiders] con escasa experiencia en política partidaria y legislativa (Suá­
débil y no hay medios institucionales para llenar el vacío resultante, la estabi­ rez, 1982; Rose, 1981). Como lo mostraron los ganadores de las elecciones
lidad política y 1 o la gobemabilidad a menudo resultan dañadas. presidenciales de Brasil en 1989 y de Perú en 1990, esos individuos pueden
En las democracias presidencialistas, el inmovilismo ha sido con frecuencia crear partidos a último momento para competir por la presidencia. 19 En algu­
un ingrediente crucial de los golpes de Estado. En el contexto de un gobierno nos países (tales como Brasil y Ecuador), los presidentes no necesariamente
inefectivo, problemas sociales y económicos acucian tes y movilización política gozan de un apoyo seguro ni siquiera dentro de sus propios partidos (véase
alentada por actores de elite como medio para ganar poder en una situación Mainwaring, en este volumen). En el peor de los casos, la elección popular di-
de empate, los Hderes autoritarios pueden fácilmente justificar y reunir apoyo
para dar golpes. Además, el inmovilismo puede alentar el radicalismo, visto
como una forma de superar la ineficacia de las débiles democracias liberales.
18. En unil versión definitiva de su artfculo, Linz (1994 ) modificó de algún modo este argu­
Entonces, no resulta sorprendente que numerosos analistas (Dos Santos, 1986; mento ilcercil de que "el ganador se lleva todo" en los sistemas presidencialistas, reconociendo
Gillespie y González, 1994; Valenzuela, 1994) hayan atribuido los golpes en que los sistemas parlamentarios no proporcionan consistentemente una ventaja en este punto.
parte a la parálisis resultante del conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo. Citamos ilquf una versión anterior, aun conociendo el cambio en el pensamiento de Linz, porque
esa versión del argumento fue ampliamente difundida y aceptada.
De un modo similar, Linz ha sostenido que en los sistemas presidencialis­
19. El repentino surgimiento de Forza Italia, el partido de Silvio Berlusconi, en 1994, mues­
tas el presidente y la asamblea esgrimen reivindicaciones rivales de su legiti­ tra que los sistemas pilrlamentarios no son completamente invulnerables a los oulsiders. La d ife­
midad. "Dado que ambos [el presidente y eJ Congreso] derivan su poder del rencia, por supuesto, es que en un sistema presidencialista un outsider puede obtener para s{
voto del pueblo [ . . . ] hay un conflicto siempre latente y a veces a punto de en- mismo el control del Ejecutivo por un periodo fijo aun si carece de una base legislativa.

Matthew Soberg Sll llgarl y Scott Maimuaring Presidencinlismo y democracia en América latina: revisión de los térmi11os del debate 41
40

populismo y, por lo a la capacidad de los votantes para realizar una elección informada antes de
. recta puede servir como incentivo para la demag ogia y el
enfoqu es más realista s de política s alternativas . los comicios, basada en su capacidad para calcular el abanico probable de
tanto� puede desalen tar
. .
. · . gobiernos que puedan resultar de las elecciones .
.. . l l , o '
Cuanto más directa es la conexión entre las opciones hechas por los vo­
tantes en las urnas y las expectativas de los funcionarios electos, mayor es la
_lAs yen tajas del presidencialísmo
.
.
, '-� . ·. '•
accowrtnbility electoral. En función del principio de maximización de la rendi­
� En primer lugar, ción de cuentas directa de los funcionarios electos hacia los votantes, el pre­
'' · · En est sección presen tamos dos argum entos básicos.
tar algunos proble­ sidencialismo es superior al parlamentarismo en contextos pluripartidistas
sostenemos que el preside ncialism o, además de presen
icas . En se? und ? l_u­ porque el jefe del Ejecutivo es elegido en forma directa por el voto popular.
mas .peculi ares, tiene tambié n alguna s ventajas específ
del presJde nCialts­ Los presidentes (cuando está permitida la reelección) o sus partidos Pl:leden
gar, · afjrmamos que alguno s de los argum entos en contra
dores de una ser j uzgados por los votantes en elecciones subsiguientes.
mo· que acabam os de sintetiz ar, aun sie�do incisiv os y 1�erece
os. Los contraa r­ U na objeción a la afirmación de la superioridad del presidencialismo en
cuidad osa consideración, pueden ser directa mente rebahd
preside cialism o -c�­ términos de nccoull lnbility electoral es que, en la mayor parte de los sistemas
gumentos pueden o no constit uirse en una defens a del �
no cons1st e en ad_henr presidencialistas, los presidentes no pueden ser reelectos en forma inmedia­
mq y� se ha señalad o, nuestr o propós ito en este libro
contraa rgume ntos s1rven ta, si es que pueden serlo de algún otro modo. Cuando ése es el caso, se de­
a una u otra forma de gobierno-. No obstan te, los
ado fácil de las crí­ bilita el incentivo electoral para que el presidente permanezca en sintonía
·como un l lamado de atención contra la aceptac ión demasi
an que el parlam entaris­ con los votantes, y la accountabilíty electoral resulta dañada. Los partidarios
ticas a la democracia presidencialista, y nos recuerd .
os entonce s encara r la pnn­ del presidencialismo pueden responder a esta objeción que las prohibiciones
·mo tampoco se· encuen tra libre de fallas. Podrem
et l os poder�s
cipal t�rea del. resto de este libro: señalar las variaciones � de la reelección son deficiencias de la mayor parte de los sistemas presiden­
que hacen que alguno s s1stema s presi­ cialistas, pero no del presidencialismo como tipo de régimen. En algunos sis­
presidenciales y considerar los rasgos
temas presidencia listas existe la responsabilidad directa hacia el electorado,
dencialistas funcionen mejor que otros.
y ella es siempre posible bajo un sistema presidencialista. Si, como sucede
con frecuencia, la Constitución impone una prohibición de la reelección in­
�ayor cantidad de opciones para los votantes mediata pero admite reelecciones posteriores, los presidentes que aspiran a
regresar a sus cargos cuentan con poderosos incentivos para ser sensibles a
ar crisis en · los intereses del los votan tes, y enfrentan por consiguiente un mecanismo de
-Las reivind icaciones rivales de legitim idad que pueden provoc
una ven taja. La

accowrtabilit y electoral. Los incentivos para una accountnbility vía elección po­
· los ; sistema s preside ncialist as son también la o tra cara de _
dos opc10nes elec­ f.
elección directa del jefe del Ejecutivo otorga a los votantes pular se ven dramá ticamente debilitados sólo si un presidente (a) no p uede
torales en lugar de una sola -supon iendo un Legisla tivo unicmn
es
eral, e n aras
tanto para el
! ser reelecto bajo ninguna circunstancia y (b) se transforma en un actor secun­
dario o ausente en la política nacional y partidaria una vez que termine su
deJa simplic idad del argumento-. La existen cia de eleccion _
Ejecutivo como para el Legisla tivo propor ciona a los vota�te s un ab � mco manda to. Sin embargo, incluso en los casos en que se proruoe la reelección
parhdo o candtd ato inmediata, los votantes p ueden de todos modos exigir rendición de cuentas
más libre de opciones. Ellos pueden dar su apoyo a un
.
en el pl�o legislat ivo y a otro para la jefatura del Ejecutivo al partido del presidente.21 En el parlamentarismo, por el contrario, bajo las

�esponsabilida d e identificabilidad electora l aquello que O'Donnell (1994) ha denominado accormlnbility horizontal. La nccormlnbility electoral
tiene lugar por medio de las elecciones; laaccormtnbility horizontal ocurre en su mayor parte en­
' ' de rendici? n
. ·' El preside ncialism o presen ta algunas ventaja s en tér� i�os
tre elecciones e im·olucra a las instituciones que controlan al Ejecutivo, tales como el Congreso,
los tribunales }' la A uditoría General.
electoral desig­
de cuentas [accoun tnbilíty] e identificabilida d. La accowr talnltty 2 1 . La nccowrtability e l ec to ra l a través del partido es más prometedora cuando el sistema de
na el grado y los medios con que los funcion arios el : ctos .� on � lectoralm�nte par t id os se ennrent r,, relativamente i n s titu cio nal i zado En teoría, Jos brasi leños podrían haber
_ arl se reftere .
responsables· ante los ciudadanos/" mientra s que l a rden l iftcabtltd exigido a l )Xtr t ido de Collor de Melo, el Partido de la Reconstrucción Nacional (PRN), una ren­
a
dición de c u e n t s por los actos i m pro p i os del pres i de nte, pero ese partido era un vehículo elec­
. l porque no tenemos en mente toral hasta tal punto persona l izado que para la si g u iente elección ya habla desaparecido .
.. :·· 20. Hacemos explícita la definición de la nccolllrtnbility el ecto ra
Presidtmcinlismo y democracia en América latina: revisión de los Urminos del debate 43
42 Mnttlrnu Sobcrg Slwgart y Scotl Mnimoori11g

condiciones de un sistema de partidos profundamente fragmentado, la au­ parlamentarismo, los votantes pueden enfrentar una situación en la cual (1)
sencia de elecciones directas para el Ejecutivo debilita en forma inevitable la su opción se restringe básicamente a dos partidos principales, en el caso del
nccountnbility electoral, pues el ciudadano no puede estar seguro acerca de parlamentarismo de mayoría, o (2) tienen un abanico de opciones tan amplio
cómo votar a favor o en contra de un determinado potencial jefe del Ejecuti­ que no pueden emitir un voto efectivo en el plano ejecutivo, en el caso del
vo. parlamentarismo pluripartidista en el cual las coaliciones postelectorales que
·

Alü donde se admite la reelección presidencial, la necesidad de asegurar­ podrían emerger son numerosas.
se la candidatura y un nuevo mandato es en sí misma una fuerza para la El indicador de la identificabilidad que utiUza Strom va de O a 1, donde 1
ncoomrtnbilily del Ejecutivo. Las d isposiciones antireeleccionistas fueron in­ indica que en el 100% de las elecciones posteriores a la Segunda Guerra
troducidas básicamente para reducir los incentivos del presidente para utili­ Mundial en un país dado el gobierno electo era identificable como el resulta­
zar la política pública o el patronazgo para su crecimiento político personal do probable de la elección en el momento en que el electorado concurrió a
y, posiblemente, también para proporcionar a líderes en posiciones más ba­ las � rnas. El promedio de su muestra de países parlamentarios de Europa
jas la oportunidad de acceder al cargo más alto por medio del mandato de la Ocade�tal entre 1945 y 1 987 fue de 0,39%, lo cual significa que la mayor par­
rotación. Pese a su potencial para el abuso, la reelección puede ser au toriza­ te del hempo los votantes no pudieron saber por qué gobierno estaban vo­
da, y consideramos que debería serlo en aquellos países donde existan insti­ tando. En un sistema parlamentario, sin embargo, votar por un miembro del
tuciones confiables para proteger a las elecciones de manipulaciones flagran­ parlamento (MP) o por una lista partidaria es la única forma en que los elec­
tes por parte del oficialismo.u tores pueden ejercer influencia sobre la formación del Ejecutivo. En algunos
En los sistemas parlamentarios pluripartidistas, aun cuando el ciudadano sistemas parlamentarios, tales como los de Bélgica (0,10), Israel (0,14) e Italia
tenga una noción clara de cuáles son los partidos que deberían ser considera­ (0,12), el votante raramente pudo predecir el impacto de su voto en las elec­
dos responsables por las fallas de un determinado gobierno, a menudo no re­ cio �es parla mentarias sobre la �o�ación del Ejecutivo. La formación del Eje­
sulta evidente que votar por un cierto partido aumente la probabilidad de cu �IVO es el resultado de negoe1acwnes parlamentarias entre numerosos par­
_
hcrpantes. _
Por ese mohvo, el cálculo que debe realizar el votante para saber
excluir a otro de la coalición gobernante. Los gobiernos cambian a menudo
en el período entre elecciones, e incluso luego de unil elección no es infre­ cómo dar su apoyo en la forma más efectiva a un Ejecutivo determinado
cuente que los partidos que han perdido escaños sean invitndos a unirse a las puede ser virtualmente impracticable.
coaliciones gobernantes. En los sistemas presidencialistas con formato de pluralidad simple en una
Strom (1990) empleó el término "ident ificabilidad" para designar el grado ·
sola vuelta electoral, es probable que la identificabilidad sea cercana a 1 en la
en que las posibles coaliciones alternativas para controlnr el Ejecutivo son mayoría de los casos, pues los votantes emiten sus votos para el Ejecutivo, y
discernibles para los votantes antes de una elección. La identificabilidad es es probable que el número de competidores significativos sea pequeño. Los
elevada cuando los votantes pueden reconocer a quienes compiten por el casos de mayoría con segunda vuelta para la elección del presidente son di­
control del Ejecutivo y pueden establecer una conexión lógica inmediata en­ ferentes, pues antes de la primera vuelta es posible q·ue sean tres o más los
tre su �andidato o partido preferido y su voto óptimo. La identificabilidad es candidatos considerados como competidores serios (Shugart y Taagepera,
reducida cuando los votan tes no pueden predecir con facilidad cuál será el 1994). Cuando se utiliza un formato de pluraUdad para la elección del presi­
efecto de su voto en términos de la composición del Ejecutivo. Esto puede dente y las elecciones legislativas y presidenciales se llevan a cabo simultá­
suceder ya sea porque la naturaleza del Ejecutivo depende de negociaciones nea �ente, l a norma es que la competencia "seria" se vea restringida a dos
_
candtdatos mcluso cuando exista competencia pluripartidista en las eleccio­
postelectorales, como :;ucede en los sistemas parlilmenta rios pluripartidistas,
o porque la presencia de un amplio conjunto de competidores por un solo nes legislativas (Shugart, 1988, 1995a; Jones, de próxima aparición; véase
cargo hace difícil discernir en qué caso un voto será "desperdicindo" y en también el capítulo 6). En especial cuando el método electoral no es de ma­
qué caso votar por el "mal menor" podría ser una estrategia óptima. En el yoría con segunda vuelta, el presidencialismo tiende a alentar la formación
�e coalicione� mrtes de las elecciones, aclarando de ese modo las opciones bá­
22. En 1994 una convención constituyente eliminó en la Argentina la prohibición que pesa­ Sicas de polfhcas que son presentadas al electorado en las elecciones presi­
ba sobre la reelección inmediata al mismo tiempo que acortó el mandato presidencial de seis a denciales y simplificando de alguna manera el cálculo del voto.
cuatro ai\os (\'éase el capftulo de jones). También en Perú, la Asamblea Constituyente de 1993 Linz (1994, págs. 10-14) ha respondido a nuestro argumento previo (1993)
eliminó la prohibición de la reelección, aunque la elección a p3rtir de la cual se formó dicha de que el presidencialismo engendra mayor identificabilidad afirmando que
asamblea estuvo deslegitimada por la toma autoritaria del poder del por entonces presidente en
en la mayor parte de los sistemas parlamentarios los votantes ciertamente
ejercicio.
r
44 Matthew Soberg Slwgart y Scolt Mail!warillg
!: Presidencialismo y democracia e11 A mérica /ali11a: revisión de los términos del debate 45

pueden identiñcar a los probables p rimeros ministros y minis tros del gabine­
te. Su lógica es que dado que el Parlamento y el gabinete son un "invernade-
! una cuestión de "confianza" en el liderazgo del partido o la coalición gober­
nante. En este sentido específico, los legisladores ejercen un juicio indepen­
. ro",para la producción de liderazgos, en el momento en que los individuos se diente sobre l os asuntos legislativos. Por supuesto, es precisamente esta in­
aproximan a la posición de líderes ya son bien conocidos por los votantes. dependencia de la asamblea respecto del Ejecutivo lo que puede generar el
Aunque esta réplica es a primera vista válida, Linz utiliza el término identifi­ problema del inmovilismo. Esta independencia legislativa resulta particular­
cabilidad en un sentido diferente del nuestro o del de Strom. Se refiere a la ca­ mente problemática en presencia de sistemas pluripartidistas altamente frag­
pacidad de los votantes para identificar a las personas, más que a los equipos mentados, en los cuales los presidentes en minoría son la regla y los empates
gubernamentales, los cuales, como hemos señalado, pueden no ser identifica­ paralizantes son la consecuencia que se sigue fácilmente. No obstante, allí
bles. Y pese a que Linz tiene razón cuando argumenta que lo que los votantes donde los presidentes gozan de un apoyo sustancial en l a asamblea, la opo­
identifican en una elección p residencial "se basa a menudo en una opinión so- sición legislativa a las iniciativas del Ejecu tivo p uede promover la construc­
. bre un individuo, una personalidad, promesas y -seamos honestos- una ima­ ción de consensos y puede evitar que sean aprobadas leyes mal concebidas

1
gen, qtie .proyecta el candidato" (Linz, 1994, pág. 1 1), de todas maneras tam­ con el único propósito de prevenir una crisis de confianza. El inmovilismo
bién en las democracias presidencialistas con sistemas de partidos más tan temido por los detractores del presidencialismo es meramente la otra ca­
institucionalizados (Mainwaring y Scull y, 1 995) -tales como la Argentina, ra de los frenos y contrapesos tan apreciados por los Padres Fundadores de
Chile, Colombia, Costa Rica, Uruguay y Venezuela-, los principales competi­ 1 los Estados Unidos . 2'
dores .han sido casi siempre conocidos líderes del "invernadero" legislativo, j La independencia legislativa puede alentar la construcción de coaliciones

,
de .administraciones previas o, en sistemas federales como los Estados Uni­ ampl ias porque ni siquiera un presidente mayoritario tiene la garantía de un
dos, Brasil y la Argentina, de las gobernaciones estaduales o provinciales. .. apoyo sin reservas por parte de sus partidarios en el Congreso. En cambio,
Además, allí donde los sistemas de partidos se encuentran moderada mente i cuando el partido de un primer ministro cuen ta con una mayoría, los siste­
institucionalizados, la denominación partidaria provee información conside­ mas parlamentarios exhiben características a ltamente mayoritarias. Incluso
rable acerca., de laS polítiCaS que el Candida tO probablemente propugnará.D

Independencia del Congreso en cues tiones legislativas


¡¡· un partido con menos que una mayoría de los votos p uede gobernar casi sin
controles si el sistema electoral "fabrica" una mayoría de escaños para el par­
tido. El i ncentivo de no poner en peligro la supervivencia del gobierno pre­
siona a los miembros del parlamento cuyos partidos tienen cargos ejecutivos
1 ' 1 para que no se opongan a las directivas ministeriales. Así, puede argumen­
Dado que los representantes parlamentarios en un sistema presidencial is­ � tarse que el presidencialismo es más apto que el parlamentarismo para com­
ta pueden trabajar sobre l a legislación sin preocuparse sobre las consecuen­ binar la independencia de los legisladores con un Ejecutivo responsable e
r
cias inmediatas que ello pueda tener para la supervivencia del gobierno, ca­ identificable. Si se desea que la tarea consensual y a menudo delicada de
. da asunto puede ser considerado según sus propios méritos más que como constru ir coaliciones sea encarada para cada iniciativa legislativa importante
¡" y no solamen te en el momento de la formación de un gobierno, en tonces el
presid encialismo cuenta con una ventaja.
, 1 23. Un sistema de pa rtidos institucionalizado no el i m i na la posibilidad de que u n partido
qu'iera tratar d e cambiar s u base de sustentación y sus posiciones en términos de políticas, o de
que un presidente intente modificarlas en nombre del partido. Ello puede conducir a graves sor­
presas postelectorales. Sin embargo, éste difícilmente sea un rasgo privativo del presidencial is­ Manda tos fijos versus inestabilidad del gabinete
mo; de hecho, debería ser menos común en los sistemas presidencial istas, dada la existencia de
frenos y contrapesos. Por ejemplo, en Nueva Zelandia en los ochenta dos gobiernos consecuti­
La rigidez del presidencialismo, creada por los manda tos fijos, ·puede ser
vos d e d i ferentes partidos actuaron radical mente en contra d e sus promesas ·de campati a en el
curso de la reestructuración de la economía sustitutiva de importaciones del país (Na ge l , 1994).
una desven taja, en algunos casos de gravedad. Sin embargo, el argumento
Este proceso d e perseguir deliberadamente políticas opuestas a las que habían sido anunciadas sobre la "flexibilidad" para reemplazar gabinetes en los sistemas parlamen­
en las campañas tiene ecos similares en las prácticas de los países latinoamerica nos en los atios tarios es d e doble filo (Sartori, 1994b). En un sistema parlamentario, el parti­
ochenta y noventa: la A rgentina bajo el gobierno de Menem (1 989-1 995), Venezuela d u rante el
do del p rimer m i n istro puede reemplazar a su líder, o un socio de coalición
gobierno de Pérez (1988-1992), Perú durante el de Fujimori (1 990-1 995). Durante sus ca m p n tias
electorales para un segundo manda to, tanto Mcnem como Fujimori p romocionamn l.1s polft ic�s
pu ede rc t i riH su <� po yo y provoc¡¡r un cambio de gobierno sin recurrir a un
qu,e de hecho habían implementado durante sus primeros manda tos, aumentando de ese m odo
l a llCCOIIIIfllbi/ity. ¡, 24. V é a s e e n es p ecial El Federalista, 11° 51.
46 Matthew Sobcrg Slwgart y Seo// Maimunri11g
Presidel!cinlismo y democracia e11 A mérica /atína: revisión de los términos del debate 47

golpe, mientras que este último podría constituir la única forma de remover Otra posibilidad es la de un régimen que permita a una mayoría de legis­
a un presidente que carece de apoyo. Estamos de acuerdo con Linz y otros ladores convocar a elecciones anticipadas tanto presidenciales como legisla­
críticos del presidencialismo en que la inestabilidad del gabinete no necesa­ tivas. Aunque semejante régimen no sería estrictamente presidencialista,
riamente conduce a la inestabilidad del régimen, y que puede incluso p ro­ tampoco sería parlamentario, pues el Poder Ejecutivo no podría reconstituir­
porcionarle una válvula de seguridad. Sin embargo, hay otra parte de l a his­ se sin recurrir nuevamente al electorado·. Si no solamente la asamblea tiene el
toria: las crisis terminales de muchos sistemas parlamentarios fallidos, derecho de revocar al Ejecutivo, sino que también el Ejecutivo puede disol-
¡; ·

incluidos los de Somalía25 y Turquía, han sobrevenido precisamente a causa ·' ver la asamblea -y nuevas elecciones populares deben realizarse p a r a cada
de la dificultad para sostener gabinetes viables. Los estudios de durabilidad uno d e ellos luego de tales acciones-, tenemos entonces un nuevo tipo de hí- ·
de los gabinetes (Dodd, 1976; Powell, 1 982) han concluido que la presencia 1 brido, que figuraría en el casillero superior derecho del cuadro l. l. Un régi­
de partidos extremistas y l a volatilidad electoral contribuyen a que los gabi­ 1 men de ese tipo ha sido adoptado en Israel (véase Libai, Lynn, Rubenstein y
netes tengan corta vida. Como lo señalara Powell (1982), ambos factores es­ .
Tsiddon, 1 990, para una propuesta pionera), fue considerado en los Países
tán más difundidos en los países en desarrollo. Así, no debe suponerse que Bajos por una comisión oficial (Lijphart, 1 984), y ha sido recientemente dis­
la compatibilidad entre coaliciones pluripartidistas y l a estabilidad del régi­ cutido en I talia (Barbera, 1990).
men en Europa sea transferible al mmtdo menos desarrollado.
El presidencialismo eleva el umbral para l a remoción del jefe del Ejecu­
tivo; sus oponentes deben esperar hasta el fin a l de su mandato o promo­ El presidencialismo puede impedir los juegos en que "el ganador se lleva todo"
ver gobiernos no democrá tic�s. Puede haber casos en los cuales este um­ ,,

bral más a l to para el cambio de gobierno sea deseable, dado que se supone Estamos en desacuerdo con la afirmación de Linz d e que el presidencia­
que proporcionará mayor predecibilidad y estabilidad a l proceso de toma lismo induce más que el parlamentarismo a un enfoque de la política en que
de decisiones que los frecuentes desmantelamien tos y reconstrucciones de "el ganador se lleva todo". Tal como nosotros lo vemos, los sistemas p �rla­
los gabine tes que aquejan a algunos sistemas p a rlamen tarios, y que po­ mentarios no presentan ninguna ventaja en este sentido. De hecho, los Siste­
drían ser especialmente persistentes en l as condiciones de ines tabilidad mas p arlamentarios con un partido mayoritario disciplinado son los que
macroeconómica y escasez que afectan a buena p a r te del mundo menos ofrecen menores controles sobre e l partido gobernante y, por consiguiente,
desarrollado. promueven más que los sistemas presidencialistas un enfoque donde "el ga­
El problema d e los mandatos fijos podría ser mi tigado por l a ins titución nador se lleva todo". Pese a la argumentación de Linz (1994, pág. 1 8), citada
de mandatos más breves (digamos, cuatro o tal vez tres ai1os, pero con la po­ más arriba, de que por lo general ningún partido obtiene una mayoría, fuera
sibilidad de reelección inmediata) en lugar de períodos más prolongados (di­ de Europa existe escasa experiencia en gobiernos de coalición. Todos los sis­
gamos, d e seis años); los manda tos más cortos permitirían una resolución temas parlamentarios en las categorías de ingresos que van desde bajos hasta
más temprana de los problemas generados por los manda tos fijos. El proble­ med io-al tos (cuadro 1 .2) se basan e n el modelo británico de sistema biparti­
ma del mandato fij o podría teóricamente remediarse sin adoptar el parla­ dista y, por lo tanto, de gabinetes monocolores. Bajo este sistema, aun sin un
mentarismo mediante la posibilidad -bajo ciertas condiciones- de convocar a margen decisivo en el voto popular, un partido puede controlar el Ejecutivo
elecciones adelantadas. Luego de un golpe fallido en febrero de 1992, los po­ y el Legislativo en su totalidad d u rante un período de tiempo prolongado.
líticos venezolanos consideraron brevemente esa salida, que podría haberse Por ejemplo, en Gran Bretaña el Partido Conservador recibió tres veces en
asemejado al mecanismo que existe en algunos estados norteamericanos en los años setenta y ochenta mayorías parlamentarias de hasta el 60% d e los es­
,
los cuales puede realizarse una elección de revocación [recal/ electio11] a partir caños pese a haber obtenido menos del 44% de los votos.
de la recolección de un número d e terminado d e firmas entre el electorado. Debido a la combinación de partidos disciplinados, distritos electorales
Para evitar que estas elecciones sean empleadas con propósitos puramente uninominales en sistemas de pluralidad simple, y la atribución p.e disolver e l.
partidarios, el umbral de las firmas requeridas debe ser relativamente alto; parlamento en manos del primer ministro, los sistemas de tipo yvestminster
pe.t:o, aun así, la amenaza de una elección de revocación puede disuadir al proporcionan escasos controles legislativos sobre el primer ministro. E n
Ejecutivo d e abusar de su autoridad. principio, los miembros del Parlamento (MP) del partido gobe �� n t e �antro­
.
Jan el gabinete, pero en la práctica lo usual es que apoyen las mtctahvas le­
25. Los recientes acontecimientos e n ese país lo hacen olvidar fácilmente, pero Soma lía tuvo gislativas y las políticas de su propio partido con independencia de los méri­
un sistema democrá tico desde 1960 hasta 1969.
tos de cada propuesta concreta, p ues sus destinos electorales están
48 Matthew Sobcrg Slwgarl y Scott Mnimun riug Preside11cialismo y democracitl c11 América /aliua: revisión de los lérmi11os del deba le • 49

íntimamente ligados al del l iderazgo partidario (véanse Cox, 1987; Palmer, ferentes sistemas presidencialistas: el poder de los presidentes sobre la for­
1995). La norma es que un partido mayoritario disciplinado deje al Ejecutivo mulación de políticas. Cuando los observadores clasifican a los presidentes
virtualmente sin controles entre elección y elección.211 Aquí, más que en nin­ en "fuertes" o "débiles", tienden a centr�rse en la capacidad de los presiden­
gún sistema presidencialista, el ganador se lleva todo. Dada la mayoría de un tes para poner su propio sello sobre las políticas, o sea, para llevar a cabo su
solo partido en el parlamento, es improbable que prevalezca un voto de no agenda. Nosotros hacemos esencialmente lo mismo.- Hay dos medios princi­
confianza, de modo que hay poca o ninguna oposición para poner límites al pales a través de los cuales los presidentes pueden tener esa influencia. Uno
gobierno. Las elecciones anticipadas no son u tilizadas como un mecanismo es poseer poderes consti tucionales inherentes al cargo de presidente que
flexible para desembarazar al país de un gobierno ineficiente sino que quedan obliguen a que sus preferencias sean tomadas en consideración a la hora de
a discreción de la mayoría gobernante, la cual hace un uso estratégico de su aprobar las leyes. Otra es que tengan control sobre sus propios partidos y
poder de disolución para renovar su mandato por otros cinco años por medio que éstos controlen una mayoría de escaños. Presumiblemente, esos dos fac­
de un llamado a elecciones antes de que termine el mandato en curso.17 tores -a los que podríamos denominar poderes constitucionales y partidarios
El presidencialismo, en cambio, se basa en un sistema de frenos y contra­ sobre la legislación- i{tteractúan para determinar el grado de influencia que
pesos. Después de todo, ése fue el fundamento de la adopción del sistema es­ tienen los presidentes sobre las políticas -y, por lo tanto, su fortaleza-. Los.
tadounidense. Aunque p ueden ser criticados desde otras perspectivas, esos presidentes que no tienen a u toridad constitucional independiente sobre la le­
frenos y contrapesos inhiben las tendencias a que "el ganador se lleve todo". gislación serían muy débiles si carecieran de control sobre un partido mayo­
Los frenos y contrapesos están diseñados, precisamente, para limitar la posi­ rita rio, pero parecerían dominantes -pese a su debilidad constitucional- si
bilidad de que el que gana se quede con todo. Si pierde la presidencia, un fueran los líderes indisputables del partido mayoritario. Por otro lado, presi­
partido o coalición puede de todos modos controlar votos decisivos en el dentes con poderes legislativos sustanciales pueden ejercer una influencia
Congreso, situación que en la mayoría de los países le permiti ría poner lími­ significn tiva sobre la legislación a un si sus partidos carecen de mayoría legis­
tes al presidente y frenar las iniciativas presidenciales. Si los poderes legisla­ lativa -de hecho, incluso si su partido es un partido menor-. Esos presiden­
tivos con que cuenta el presidente son solamente reactivos (poder de veto, tes tend rían una influencia independiente sobre las políticas incluso si no
pero no poderes de decreto o de fijación exclusiva de la agenda), un Congre­ fueran l os l íderes indiscutibles de sus partidos. Por otra parte, presidentes
so controlado por la oposición puede incluso conservar la iuicia tiva en la le­ sin poderes legislativos constitucionalment e reconocidos no estarían en con­
', ,
gislación, como s ucede a menudo en los Estados Unidos. Es posible que e l d iciones de poner su sello sobre las políticas aun cuando sus partidos tuvie­
'
control d e l congreso no siempre sea el premio mayor, pero permite al parti­ ran mayoría en situaciones en que el partido mismo se encuentre d ividido
do o coalición establecer los parámetros dentro de los cua les se formulan las con respecto al liderazgo del presidente. De ese modo, debemos considerar
políticas, y p uede ser u n gran premio por derecho propio si la presidencia la i n t e racción en tre los poderes cons titucionales y partidarios.
tiene poderes legislativos rela tivamente débiles. En términos de los poderes constitucionales sobre la legislación, los presi­
d e n t es p ueden tener poder de veto -en cuyo caso ningún proyecto puede
convertirse en ley sin l a aprobación del presidente, a menos que el Legislati­
1.3. El poder de los preside11tes vo pueda reu n i r el vo to mayoritario que sea necesario para anular un veto-,
y muchos t ienen poderes de decreto, en cuyo caso puede ser posible para el
; En esta ú ltima sección pasamos revista a una de las principales variacio­ presidente legislar sin e l Congreso. Claramente, los poderes legislativos del
nes institucionales que pueden producir variantes en el desempeii.o de los di- presidente son un importante punto de partida para considerar las variacio­
nes entre sistem¡¡s presidencialistas. Luego de resumir los rasgos básicos de
26. Desde ya que esta afirmación descansa sobre el presupuesto de que el partido permane­
los poderes legislativos de los presidentes latinoamericanos, sugerimos for­
ce unido. Si ello no sucede, puede remover a su líder y de ese modo reemplazar al primer minis­
tro, como sucedió con Margaret Thatcher en Gran Bretaña y con Brian Mulroney en Canadá. mas en que esos poderes interactúan con las posiciones de los presidentes
Esas crisis intrapartidarias de liderazgo son, no obstante, la excepción más que la regla en los frente al sistema de partidos. Sin embargo, el grueso de la tarea que consiste
sistemas parlamentarios mayoritaristas (de tipo Westminster). en explorar esas in teracciones deberá esperar hasta los capítulos dedicados a
27. Una posible excepción a lo que es regla general en los sistemas de Westminster se produ­
ce conlos ocasionales gobiernos minoritarios, que son más comunes en esos sistemas que los go·
cada uno de los países y al capítulo 6 de este libro.
biemos de coalición (St.rom, 1990). Pero incluso entonces es p robable que las elecciones anticip.1-
das sean convocadas por el gobierno en un intento por convertir su pluralidad en mayoría, pues
como resultado de un voto de no confianza debe llamarse a elecciones.
50 Mattfrew Sobcrg Sl111gart y Seo// Maimunring Prcsirlcncinlismo y democracia en A mérica /ntiun: revisión de los términos del debate 51

Tipos de poderes legislativos mócra tas respondieron con soma que tal vez le enviarían una apropiación
aún menor la próxima vez. Finalmente, el presidente tuvo que retroceder en
En los distintos sistemas presidencialistas los jefes del Ejecutivo compar­ su amenaza". El veto no es efectivo para inducir más gastos en un determi­
ten ciertos poderes (v. g. en política exterior, como comandantes de las Fuer­ nado ítem, en una situación en que el presidente quiere modificar un statu
zas Arma?as, prerrogativas de designación de funcionarios). No obstante, quo con e l cual el Congreso está conforme. Si, por el contrario, fuera el Con­
hay enormes variaciones en los poderes legislativos de los presidentes. Una greso el que quisiera gastar en, por ejemplo, bienestar social, más de lo que
forma de pensar en los poderes legislativos de los presidentes es a partir d e manda la política en curso, e l presidente, en ejercicio de su poder de veto,
l a relación entre e l ejercicio del poder y el statu quo legisla tivo (Shugart, s / f) . podría preservar el statu quo frente al intento del Congreso por modificar­
Los poderes q u e permiten a l presidente establecer -o tratar de establecer- un lo.19 Desde el punto de vista del presidente, el problema es que es el Congre­
nuevo statu quo pueden ser denominados poderes proaclivos. El mejor ejem­ so quien tiene el poder de iniciativa pues es el que envía las leyes aprobadas
plo es el poder de decreto. Aquellos que sólo permiten al presidente defen­ al despacho presidencial para su promulgación o veto. La iniciativa de apro­
der el statu quo contra las tentativas de la mayoría legislativa por cambiarlo bar o rechazar la legislación permanece en manos del Congreso aun cuando,
pueden ser catalogados como poderes reactivos. El que resulta más familiar como es común en América latina, la gran mayoría de los proyectos de ley
aquí es el poder de veto, y es el que discu tiremos primero porque es el poder considerados en el Congreso sean originalmente enviados para su tratamien­
presidencial más común sobre la legislación. to por el Poder Ejecutivo. A menos que el Congreso no tenga la libertad de
dar inicio a sus propias propuestas legislativas o, lo que es más importante,
que no tenga el derecho de modificar los proyectos enviados por el Ejecuti­
Veto (e insistencia) vo, el Congreso hace la propuesta definitiva, frente a la cual e l presidente
reaccior.a. Más adelante consideraremos a lgunos casos en los cuales el poder
Los presiden tes con poder de veto pueden firmar o vetar una ley enviada de iniciativa o de enmienda del Congreso está de hecho restringido, como
hasta su despacho por el Congreso. Al firmarla, los presid en tes la aceptan en sucede en algunos países latinoamericanos.
la versión en que haya sido aprobada por el Legislativo, suponiendo que no Los requisitos para superar los vetos presidenciales varían desde una ma­
puedan vetar algunas pa rtes y promulgar el resto (una posibilidad que se yoría simple -en cuyo caso en ú ltima instancia no hay veto sino una· oportu­
discute más adelante). Si es vetada, prevalece el statu quo/R a menos que el nidad para el presidente de retrasar la promulgación y pedir una reconside­
Congreso logre superar el veto. El veto es un Poder Legisla tivo reactivo, en ración, como sucede en Venezuela- hasta el veto casi absoluto de Ecuador,
el sentido de que permite al presidente defender el statu quo renccionando a l donde n ingún p royecto además del presupuesto puede convertirse en ley sin
intento de la Legislatura p o r alterarlo. aprobación presidencial (pero donde el Congreso puede exigir un referén­
En tanto poder reactivo, el veto no habili ta al presidente a obtener más de dum acerca de una ley vetada) .30 Los procedimientos para superar el veto
aquello sobre lo cual trata la ley aprobada por el L.egisla tivo. Se trata de un que son por lejos los más comunes son los que requieren mayoría absoluta
instrumento que permite al presidente obstaculizar el cambio (Kiewiet y Mc­ -que se encuentran en Brasil y en Colombia- y los que requieren el voto de
Cubbins, 1 988). Considérese el ejemplo siguiente. En 1 986, el presidente Ro­ los dos tercios, presentes en l a Argentina y Chile, así como en los Estados
nald Reagan quiso incrementar los gastos de defensa a pesar de las medidas
de ajuste a l a inflación. Cuando el Congreso se negó, Reagan amenazó con
1
vetar la apropiación de fondos y exigió aún más. Como relata Kernell (1991, 29. Los ejemplos se refieren a la política de gastos, pero el juego funciona del mismo modo ·

pág. 103), "Cuando fueron informados de esta posibilidad, los diputados de- en áreas que no implican gastos por parte del gobierno. Supóngase que el statu quo es que se
permite a todas las tiendas abrir los días domingo, pero el Congreso aprueba una ley que re­
quiere que las librerfas cierren .los domingos. Si el presidente considera que salir a comprar Ji�
28. M�s precisamente, lo que sucede es que la política regresa a un punto ;m terior. En algu­ bros los domingos constituye un derecho fundamental, su veto puede evitar el cambio. Pero su­
nos casos, el punto al que retorna la política en ausencia de nue>Ja legislación puede ser algo d i­ póngase en cambio que el presidente prefiera que no sólo las librerías sino también las florerías
ferente del statu quo, como sucede cuando la autorización de un programa caduca en ausencia cierren los domingos. Si veta la ley, preserva entonces un statu quo en el cual .incluso las l ibre­
de una legislación que la renueve, o cuando la legislación existente apunta a un progresi\'o in­ rías permanecerán abiertas; no puede estar seguro de que el Congreso, presa tal vez del lobby de
cremento del gasto mientras que la nueva legislación exigfa recortes. Continuaremos utilizando los vended ores de norcs, volverá a la carga con una ley más cercana a sus preferencias. El resul­
el término "statu quo" porque es fácil de comprender en un modelo estilizado; no obstante, los tado más cercano a la preferencia del presidente lo lleva, entonces, a promulgar la ley. .
lectores deben tener en mente que el resultado de un retomo no es siempre aquello que está su­ 30. En realidad, el mecanismo ecuatoriano es aún más complicado. Véase la nota al cuadro
cediendo en el momento en que la ley e5 vetada. 1.6.
52 Malllrew Soberg Sltugnrt y Scott Maimun ring Presidencialismo y democrncin en América Jntinn: revisión de Jos términos del debate 53

Urüdos.31 Una insistencia que requiere de una mayoría absoluta -es decir, del rosos presidentes han afirmado su derecho a la promulgación parcial. Los
50% más uno del total del número de miembros- es clasificada aquí como tribunales en algunas instancias han respaldado esta práctica.32 En América
"veto débil" y en p resencia de cualquier otro requisito más estricto el veto es latina, sólo las constit uciones argentina de 1994 y brasileña de 1 988 otorgan
considerado "fuerte". Sin embargo, debe advertirse que en Brasil y en algu­ explícitamente a los presidentes la prerrogativa de vetar partes de una ley al
nos otros países incluso el criterio de la mayoría absoluta es difícil de alean- mismo tiempo que promulgan otras partes. Fuera de América latina, varias
. zar debido a las bajas tasas de presentismo que afectan al Cong eso. Como constituciones estaduales en los Estados Unidos y las constituciones d e Fili­
resul tado de las bajas tasas de presentismo, el requisito d e la mayoría abso­ pinas (tanto la de 1935 como la de 1 987) permiten en forma explícita el veto
luta puede equivaler a una mayoría calificada (es decir, a una mayoría supe­ parcial y la promulgación parcial, a l menos en lo que se ·refiere a las leyes
rior al 50% más uno) de los presentes. De todos modos, consideramos que se que invol ucren gastos. No obstante, los vetos parciales con promulgación
. trata 'de un veto débil porque un partido (o coalición) mayoritario cuyos parcial son materia legal disputable en muchos países, dada la existencia de
miembros consideraran que un cierto asunto es crucial para sus intereses po­ numerosas ambigüedades constitucionales.
dría insistir y anular el veto presidencial sin recurrir a la ayuda de legislado­
res de otros partidos. Con un requisito más fuerte para la superación del veto,
ni siquiera un partido (o coalición) mayoritario que t uviera esa determina­ Poderes de decreto
ción podría superar el veto sin esa ayuda.
Hemos discutido la lógica de poderes reactivos tales como el veto. Consi­
deraremos ahora sus contrarios, los poderes proactivos. Así como los poderes
Veto parcial reactivos se refieren a la capacidad de los presidentes para preservar el statu
quo frente a un proyecto de ley aprobado por el Congreso que lo alteraría,
En unas pocas constituciones los presiden tes pueden veta r disposiciones w1 poder proactivo es un poder que permite al presidente establecer u:n n ue­
específicas de una ley. En el caso de un verdadero veto parcial -conocido co­ vo statu qua. Si, por ejemplo, el presidente puede firmar un decreto que se
mo un veto de ítems (ítem veto]-, los presidentes pueden promulga r los ítems convierte en ley en el momento en que es firmado, ha efectivamente estable­
o a rtículos de la ley con los cuales están de acuerdo, a la vez g�1e vetar y de­ cido un n uevo statu quo. La mayor parte de las constituciones latinoamerica­
volver al Congreso para su reconsideración sólo las porciones vetadas. Este nas a firman que los presidentes o ministros del gabinete tienen autoridad
poder no es tan común en las constituciones latinoamericanas como lo es en para emi t i r decretos de naturaleza regulatoria a fin de implementar los tér­
la práctica. Numerosas constituciones latinoamericanas hacen referencia a la minos de la ley existente, pero son sorprendentemente pocas las que autori­
capacidad de los presidentes para objetar una ley "en todo o en parte", pero zan al presidente a establecer nuevn legislncióll sin que les haya sido antes de­
luego sugieren que la ley en su totalidad debe ser reenviada al Congreso pa­ legada la au toridad .explíci ta para hacerlo.33 Aquellas que confieren esta
ra · su reconsideradón. Sólo pueden ser reconsiderados los ítems sobre los au toridad potencialmente permiten que los p residentes sean muy poderosos;
cuales ·el presidente ha presentado objeciones, pero ninguna parte de la ley sin embargo, In Constitución usualmente permite al Congreso rescindir o en­
puede ser promulgada a menos que el Congreso vuelva a aprobar la misma mendar el decreto si así lo decide.
ley con la m ayoría que la Constitución estipule como necesaria para superar En América latina, sólo los presidentes argentino, brasileño y colombiano
el veto o que devuelva la ley al presidente sin los pasajes indeseables. Las tienen la a tribución de emitir nuevas leyes por decreto en prácticamente
constituciones argentina {1853), chilena (1925), colombianas (1 886 y 1991) y cualquier á rea de políticas. Los presidentes brasileños cuentan con las llama-
ecuatoriana se encuentran entre aquellas que con tienen estipulaciones de es­
ta clase. Ninguna de esas constituciones o torga al presidente la autoridad de
32. Para una discusión del debate sobre el veto y la promulgación parcial en la Argentina,
promulgar p a rtes seleccionadas de una ley y de ese modo dar "sintonía fina" véase Molinelli (1991a, págs. 191-194).
a la legislación rechazando el intercambio de favores que podría haber sido 33. La distinción entre leyes y regulaciones es importante y existe en todos los sistemas lega­
nece� ario para asegurar u na mayoría en la Legislatura. Sin emb rgo, nume- les latinoamericanos. La Corte o un procurador general son los que normalmente tienen el po­
. der de determinar si un decreto reg ulatorio excede de hecho la autorización de l.a legislación
existente. Obviamente, la medida en que este poder de supervisión es ejercido depende del gra­
31. En Bolivia y Brasil el voto de insistencia se realiza en una sesión conjunté\ de ambéls cá­ do de indepcndcncin garantizado a esas insti tuciones. Se trata de un terreno en el cual queda
maras.' En lqs otros sistemas bicamerales las dos cámaras deben emitir por separado el voto de mucho por in vcs t igar . Para una d iscusión más completa de estos puntos, véase Carey y Shugart
insistencia estipulado para exigir la promulgación de una ley que ha sido vetada. (en prensa).
54 Matthew Sob�g Shugarl y Scoll Maimvaring
Presidencialismo y democracia e11 América latina: revisi6n de los térmi11os del debate 55

das medidas provisorias; se trata de decretos que dejan de reg i r si no son


Los presidentes ecuatorianos pueden declarar una medida económica ur­
convertidos en ley dentro de u n plazo de 30 días.� El presiden te Fernando
gente, y ella se transforma en ley luego de 15 días, a menos que el Congreso··
Collar de Melo (1990-1992) utilizó este poder en forma extensiva durante sus
haya votado para rechazarla. Aunque es aún una forma de poder de decreto,
primeros meses en el cargo, emitiendo medidas provisorias a un ritmo de al­
esta disposición es significativamente diferente de o tras que otorgan a una
rededor de un a cada 48 horas en 1 990. Entre ellas estuvo el famoso "Plan Co­
medida fuerza de ley tan pronto como el presidente la ernite.36 Un poder adi­
llar" de estabilización económica. Muchos de sus decretos fueron converti­
cional que detenta el presidente ecuatoriano es el derecho de someter a refe­
dos en ley, lo cual sugiere que el presidente no actuaba en contra de los
réndum casi cualquier tipo de cuestión legislativa. Ello no equivale al poder
intereses del Congreso con tanta frecuencia como podría suponerse a partir
de decreto pero, al igual que éste, brinda al presidente la posibilidad de le-
del número de decretos. No obstante, existieron también conflictos impor­
gislar sin pasar por el Congreso.
tantes sobre algunos de sus decretos y en particular alrededor d e sus inten­ . . . · .' ·

Aun cuando una mayoría pueda rescmd1r un decreto, el pres1dente s1gue


tos de reeditar decretos que habían expirado por falta de acción por parte del
desempeñando un papel fundamental a la hora de dar forma a la legis ación, �
Congreso. Intentó incluso reintroducir algunas medidas provisorias que ha­
por tres razones inherentes al proceso que implica un d �creto : (1) a diferen­
bían sido rescindidas por el Congreso, lo cual originó un fallo de la Corte Su­
cia de una ley aprobada por el Congreso, un decreto p res1denc1al (fuera de la
prema en contra del presidente (Power, 1991, en prensa). En Colombia, los
disposición ecuatoriana a la que acabamos de referimos) es ya una ley -y no
presidentes han empleado sus extensos poderes de emergencia para legislar
una mera propuesta- antes de que la otra rama del gobierno tenga la oportu­
ampliamente por decreto, y desde 1 968 hasta 1991 pudieron intervenir en la
nidad de reaccionar ante ella; (2) los presidentes pueden invadir la agenda
política financiera y crediticia en tanto prerrogativa constitucional . En la nue­
del Congreso con una avalancha de decretos, tornando d ifícil para el on­ �
va Constitución se han colocado restricciones importantes a esos poderes,
greso la consideración de las medidas antes de que tengan un efect� posible­
pero los presidentes colombianos aún gozan de amplios poderes para cam­
mente irreversible; y (3) un presidente puede hacer un uso estratégiCO de su
biar el statu quo por medio de la emisión de decretos (para más detalles, véa­
poder de decreto, con el objeto de discernir un punto en el espacio de las po­
se Archer y Shugart, en este volumen). En la Argentina, la Constitución de
líticas en el cual la mayoría parlamentaria sea indiferente entre el statu quo y
1853 (que estuvo en vigencia entre 1 983 y 1994) no con templaba el poder de
el decreto. El poder de decreto en sí mismo no permite a los president�s do­
decreto pero, como lo indica el capítulo d e Jones, hacia mediados de los años
minar el proceso legislativo -no pueden emitir cualquier decreto, confiados
noventa se había transformado en un poder de facto detentado por los presi­
en que sobrevivirá en el Congreso- pero les permite mo�elarlo p �de�osa­
dentes. La nueva Constitución (1 994) codifica este poder. En las constitucio­
mente y obtener resultados legislativos que el Congreso libr� do a s1 nusmo
nes peruanas de 1 979 y 1 993 la a u toridad de decreto del presidente se en­
no hubiera logrado. Ciertamente, con un veto fuerte, los p �es1�entes puede�
cuentra limitada a las cuestiones fiscales. La disposición aparece redactada
estar en cond iciones de conseguir cualquier resultado leg1slabvo que consi­
de modo tal que puede haber sido pensada como un mero mecanismo admi­
deren deseable por medio de la emisión de un decreto que será invulnerable
nistrativo, y no como una herramienta para apartarse del statu qua legislati­ . - \
a la revocación parlamentaria. '

vo existente;» no obstante, debido a la ambigüedad que contiene, ha llegado . · . .

Hasta aquí hemos estado discutiendo qué es la autondad leg1slahva de


a ser generalmente aceptado que esta disposición equivale a la a u toridad pa­
decreto · también resultaría útil decir lo que ella no es -al menos tal como no­
ra emitir nuevas leyes por decreto en ma teria fiscal (Schmidt s/ f).
;
sotros los demás au tores de este libro util izamo� el término-. E� primer 1�­
.
gar, no se trata de una autoridad regulatona. Cas1 todos los pres1den es lati­ :
noamericanos o sus ministros pueden emitir decretos regulatonos (no
34. La reiteración de medidas provisorias luego de expirado dicho plazo ha sido tolerada (y legislativos) para implementar la legislación existe:üe. (En los Estados Uni-'
no está explfcitamente prohibida por la Constitución). Desde la entrada en vigor de la Constitu­
ción de 1988 hasta fines de mayo de 1995, sobre un total de 1.004 medidas provisorias 274 ha­
bían sido aprobadas, sólo 18 rechazadas, y 640 reeditadas. Véase " A explosao das MP", Veja, 36. Tambi�n el presidente uruguayo puede declarar una medida urgente, y esa e·d da se � �
n° 1.394 (31 de mayo de 1995), pág. 29. Véanse también Power (de próxima aparición) y Figuei­ � .
convierte en ley después de 45 días si el Congreso no actúa S n embargo, la Con;;htuc1ón un po­
redo y Limongi {1995). : .
ne nu merosils restricciones a l uso de este poder. Esas restnccwnes, sumadas al tiempo relativa­
35. Existía una disposición similar para la emisión de decretos-ley admin istrativos y fiscales mente prolongildo con que cue n t a el Congreso para decidir (que puede ser extendido en caso de
en la Constitución nicaragüense de 1987. Sin embargo, una reforma constitucional eliminó en
que una de lilS cilmaras apruebe la ley bajo una forma diferente de la otra), nos conducen a no
1995 la frase "con fuerza de ley" a continuación de la referencia a los decretos, y los restringió clasificar este caso como una forma de poder de decreto. No obstante, la Constitución otorga al
también a cuestiones meramente administrativas.
pr�idcntc un poder considerable de control sobre la agenda de poHticas.
56 Matthew Soberg Slwgart y Scott Mninwnri11g Presidcucinlismo y democracia 1!11 América /aliua: revisión di! los términos del debate ' 57

dos, la función regulatoria recae en su mayor p arte sobre agencias indepen­ mo sucedió en 1 993 cuando el Congreso venezolano delegó en el presidente
dientes establecidas por leyes del Congreso, tales como la Comisión para el in terino, Ramón José Velásquez, la au toridad para establecer por decreto un
Comercio Interestatal). En segundo lugar, la a u toridad administrativa para impuesto al valor agregado de entre S y 1 5%. (El presidente fijó el impuesto
emitir decretos es también diferente del Poder Legislativo al cual nos esta­ en 10%.) O tras veces la autoridad que se delega es delimitada en forma mu­
mos refiriendo. Por ejemplo, casi todas las presidencias -incluso la de los Es­ cho menos cuidad osa, dejando abierta la posibilidad de abuso de su prerro­
tados Unidos- tienen cierta a u toridad ejecutiva inherente para reorganizar t ga tiva por parte del presidente. De todas maneras es importante no p erder
las funciones dentro de la burocracia, para crear fuerzas especiales interagen­
cias o comisiones ad hoc, y así sucesivamente. En tercer lugar, el poder de
1 de vista que el Congreso puede recuperar aquello que delega
por no delegarlo-. En otras palabras, el poder de decreto delegado es sustan­
-o puede optar

emergencia también es diferente, puesto que e n l a mayor parte de los países ·


esta a utorida d se encuentra estrechamente circunscrita. Los presidentes pue­
lr · cialmente diferente del poder de decreto constitucionalmente garantizado,
como es el caso de la medida provisoria brasileña, que ha sido usada (y abu­
den estar autorizados -a veces con, y a veces sin el consentimiento del Con­ sada) por los presidentes según su propia iniciativa.
greso- a suspender ciertos derechos constitucionales bajo condiciones de ca­ ¡
tástrofe o desorden. Se trata de un poder importante que se encuentra sujeto
a abusos (y que, en última instancia, puede conllevar la abrogación de la pro­
t El poder exclusivo de iniciativa legislativa
pia Constitución, como sucediera en Uruguay y en Filipinas en los años se­
tenta). Sin embargo, en el marco de una democracia en funcionamiento, con­ Además de los poderes de veto y de d ecreto, varios presidentes latinoa­
sideramos que es importante mantener la distinción conceptual entre esos mericanos tienen también el derecho de iniciativa exclusiva para las pro­
p o deres de emergencia y aquellas formas de au toridad de decreto que clara­ puestas legislativas en ciertas áreas de políticas. A menudo este poder exclu­
mente permiten · al presidente instituir un nuevo statu qua legislativo -un sivo se extiende a algunos asuntos críticos, especialmente presupuestos, así
nuevo imp uesto, una nueva moneda o un nuevo sistema de pensiones, para como a la política militar, la creación de nuevas reparticiones burocráticas y
'
tomar ejemplos de varios de los estudios de casos-. La naturaleza del acto a leyes sobre políticas tarifarias y crediticias. Este poder es otra forma de po­
importa más que el nombre que lleve el instrumento legal en cada uno de los der reactivo, en el sentido siguiente: si los presidentes prefieren el statu quo
países.37 Si se considera que el poder a u toriza al presidente para imprimir a cualquie ra otra alternativa que estiman que probablemente suscitará el
apoyo de una mayoría a prueba de veto en el Congreso, pueden evitar todo
t
una nueva dirección a la política, lo denominamos autoridad de decreto legis­
lativo. Si se considera que implica la �uspensión temporaria de algunos dere­ cambio simplemente no introduciendo el proyecto de ley. La mayor parte de
,.
chos, lo denominamos poder de emergencia. las consti tuciones latinoamericana s que contienen poderes de introducción
. Finalmente, hay decretos-ley que -en contraste con aquellos que hemos exclusiva tienen también umbrales formales bajos para la superación d e los
considerado como prerrogativas constit ucionales- requieren la delegación vetos, tales com o los mecanismos de anulación del veto por mayoría absolu­
previa del Congreso para poder ser emitidos. Estos úl timos se denominan fa­ ta en Brasi l y Colombia. Las prerrogativas de introducción exclusiva, enton­
cultades delegad.as. Muchas constituciones latinoamericanas autorizan al Con­ ces, se vuelven débiles a la hora de moldear el resultado en caso de que el
greso a promulgar una ley o torgando al presidente el poder de decidir sobre presidente desee modificar el statu quo -o tenga la obligación de enviar u n
ciertas cuestiones mediante decretos-ley. Se proporcionan ejemplos de esta proyecto d e ley, como es e l caso del presupuesto anual- s i l a mayoría legisla­
clase de au'toridad en varios de los capítulos sobre casos nacionales. La ley tiva puede corregir a gusto la propuesta y superar un posible veto con relati­
de delegación normalmente debe indicar las áreas específicas de políticas en va facilidad. Estas disposiciones otorgan ventaja al presidente en las situacio­
las cuales pueden emitirse decretos y establ�cer un plazo a partir del cual la nes en que el Congreso podría querer iniciar algún cambio e� las políticas
. autoridad de decreto -aunque no necesariamente los propios decretos- expi­ pero el presidente prefiere no someter la cuestión a debate y pqr lo tanto n o
ra a menos que sea extendida por o tra ley del Congreso. Algunas veces la au­ introduce e l proyecto de ley.
toridad delegada para emitir decretos es definida en forma muy estrecha, co- Usualmente, la autoridad del Congreso para modificar un proyecto en­
viado por el presidente no tiene restricciones. Así, se trata simplemente de
un poder de guardabarrera. Hay, sin embargo, algunas constituciones e n las
37. En Colombia, por ejemplo, m uchos de los decretos que según nuestra definición serían
considerados actos legislativos, son emi tidos en el contexto de un estado denominado de emer­ cuales no solamente se prohíbe al Congreso considerar cambios en algunas
gencia económica. Su carácter, sin embargo, los vuelve más arrolladores que los 1JCios llc cmcrgcll­ áreas de políticas a menos que el presidente introduzca un proyecto de ley,
cia, tal COIY!O utilizamos ese término. sino que también se restringe su poder para proponer enmiendas. Varios sis-
•'¡ 1

. .!¡

58 Mal lhew Soberg Slrugart y Scoll Maimuarilrg


Presidencialismo y democracia en América latina: revisión de los términos del deba té 59

temas -entre ellos los de Brasil, Chile, Colombia, y Perú desde 1 993- l imitan Cuadro 1.6 . .

la autoridad del Congreso para aumentar las cantidades asignadas a los dife­ RESUMEN DE LAS CONSTELACIONES DE PODERES PRESIDENCIALES SOBRE
rentes ítems en el presupuesto enviado por el presidente. En Uruguay, el LA LEGISLACIÓN EN LAS CONSTITUCIONES LATINOAMERI �NAS.
Congreso no puede incrementar las exenciones impositivas propuestas por
el presidente ni disminuir los precios máximos propuestos, y la nueva Cons­ Autoridad legislativa del Configuración d e poderes Ejemplos
presidente, según l a
titución peruana (1993) estipula que sólo el presidente tiene la iniciativa para
Constitución
algunos tipos de legislación impositiva. :

Potencialmente dominmrte Decreto, veto fuerte, Chile 1980-89"


introducción exclusiva. Colombia 1968-91 !

S{n tesis de los poderes constitucionnles de los preside11 tes en Américn lntinn
Decreto, veto fuerte. Argentinab
Ecuador<
El cuadro 1 .6 contiene un resumen de los poderes presidenciales en todas
las constituciones actuales y en algunas importantes constituciones latinoa­ Prooctiva Decreto, veto débil, Brasil 198Sb , .

mericanas del pasado. Las constituciones están agrupadas por constelaciones introducción exclusiva. Colombia 1991
de poderes; las constelaciones que implican los mayores poderes globales es­
tán listadas en primer lugar en el cuadro, y aquellas que implican la autori­ Perú 1993• . ' 1
Decreto, veto débil. Perú 1979•
dad presidencial más débil para influir sobre la legislación son enumeradas
al final. En las categorías intermedias resulta algo más difícil definir cuáles Reactiva Veto fuerte, Brasil 1946
constelaciones son más fuertes y cuáles más débiles. ¿Es un presidente con introducción exclusiva. Chile antes de 1973
.,

importantes poderes proactivos más fuerte que otro con grandes poderes Uruguay ,1

reactivos? En términos convencionales, la respuesta parecería ser enfática­ '


Veto fúerte. Bolivia
mente positiva, puesto que un presidente con poderes proactivos puede ig­ República Dominicana
norar al Congreso al hacer la ley, mientras que un presidente con poderes so­ El Salvador ' f
lamente reactivos sólo puede evitar que el Congreso altere el statu quo. Es Panamá

con esta lógica en mente que hemos agrupado las constituciones. \ .

Potencialmente marginnl Sin veto. Costa Rica


No obstante, existe una advertencia importante: si el Congreso no está Honduras
impedido de legislar en las mismas áreas en que el presidente puede emitir México ..

decretos, entonces puede aprobar una ley que revierta o modifique un decre­ Nicaragua :
to presidencial. Así, sólo si el presidente tiene también poder de veto, el po­ - Paraguay
Venezuela
der de decreto garantiza que el presidente dominará el proceso legislativo.
Un presidente cuyos decretos son constantemente anulados es probablemen­ Nota: Decreto: e l presidente puede establecer nuevas leyes sin previa autorización del Congreso

te más débil que un presidente que tiene un poder de veto que requiere de (por consiguiente, no se incluyen los decretos de naturaleza regulatoria); veto fuerte: su anula­
ción requiere de más que una mayorfa de todos los miembros; introducción exclusivn: ciertos pro­
una mayoría extraordinaria, dado que las opiniones de este úl timo deben ser
. yectos de ley importantes además del presupuesto deben ser iniciados por el presidente, o el
tomadas en cuenta para aprobar cada ley. Aun así, hemos considerado a las Congreso no puede incrementar ftems de gastos en el presupuesto propuesto por el presidente.
presidencias con poder de decreto pero sin poder de veto como más fuertes , 1 ' ! �¡
que aquellas que tienen poder de veto pero no poder de decreto, dada la ca­ • Decreto restringido básicamente a cuestiones fiscales. , · , , 1
b Diferentes especificaciones para el veto se aplican a distintos tipos de leyes. El presidente co­
pacidad de los presidentes que u tilizan repetidamente sus poderes de decre­
lombi;�no tiene fuertes poderes de veto sobre el presupuesto pero un poder de veto débil sobre
to para fija r la agenda y forzar al Congreso a reaccionar constantemente a o tras formas de legislación. Ningún otro p residente tiene poder de veto sobre Jos presupuestos.
grandes cantidades de decretos ejecutivos. Los poderes de veto sobre otras formas de legislación son fuertes en Costa Rica, Honduras y
Hay a ún otra razón por la cual los presidentes con poderes de decreto México, y casi absolutos en Ecuador. · · · · · . ' :'

-incluso en ausencia de poder de veto- pueden ser vistos como más podero­ e El veto del presidente ecuatoriano no puede ser anulado si veta el texto completo, aunque el
Congreso puede solicitar un referéndum sobre la ley; si el presidente presenta objeciones sólo
sos que los presidentes con poder de veto (pero no de decre to) . Como ya he­
contra partes específicas de u11a ley, el veto (contra el conjunto de la ley) puede ser revertido por
mos señalado, el poder de veto sólo permite al presidente exigir menos que lo un voto de dos tercios.
60 Mal tl!ew Soberg Shugart y Scolt Maimuari11g Presidencia l ismo y dt!mocracin c11 A111érica lati11n: revisión de los términos del debate · 61

que demanda el Congreso. Si los presidentes quieren alguna cosa más que el sión o su superior acceso a los medios de comunicación . La clasificación de
st'a tu quo pero e l Congreso aprueba un incremento inferior a los deseos del los poderes legislativos constitucionales indica tan sólo cuán poderoso pue­
presidente, éste no puede amenazar creíblemente con un veto que lo perjudi­ de esperarse que sea un presidente en :'llgunas áreas de políticas cruciales
caría todavía más. Por consiguiente, los presidentes partidarios del statu quo aun en ausencia de apoyo significativo bajo la forma de legisladores de su
aparecen fuertes frente al Congreso si tienen poder de veto, pero los presiden­ misma opinión.
tes que desean más de una determinada política aparecen débiles (Kiewiet y En la parte superior del cuadro, los presidentes que tienen tanfo poder
McCubbins, 1988). En lo que se refiere a los poderes de decreto, en cambio, de veto como poder de decreto son potencialmente dominantes: capaces de
los presidentes que quieren más acción que el Congreso en relación con una emitir un decreto y vetar luego todo intento legislativo por introducir modi­
determinada área de políticas aparecen relativamente fuertes, puesto que ficaciones. Los casos incluyen a la Argentina, Chile desde 1 989, Colombia
pueden emitir un decreto que lleve a la política más lejos de lo que el Congre­ entre 1968 y 1991, y a Ecuador. E l potencial de las presidencias chilena y
so la hubiera llevado por su propia voluntad. Aún si carecen c;le veto, y en la ecuatoriana para el predominio se manifiesta sobre todo en las cuestiones
medida en que no se excedan y no emitan su decreto en un punto en que una fiscales, mientras que el potencial predominio del presidente colombiano se
mayoría se movilizará para actuar y devolver l a situación al statu quo, los mani f�s taba, con anterioridad a 1991, en prácticamente todas las áreas de
presidentes pueden llegar a obtener con éxito más de aquella pol ítica de su políticas.
preferencia.38 En muchos p a íses latinQamericanos, el electorado nacional de En el extremo opuesto del cuadro, los presidentes de Costa Rica, Hondu­
los presiden�es los vuelve más representativos de las fuerzas "progresistas", ras, México, Nicaragua, Paraguay y Venezuela son p o tencialmente margina­
mientras que el congreso, en especial si no existe proporcionalidad en la asig­ les. Se trata de un hallazgo sorprendente, en particular en lo que a México se
nación de bancas, es más representa tivo de las áreas rurales tradicionales refiere. Este ejercicio de clasificación de los poderes legislativos derivados de
(Packenham, 1970, 1971). En estos casos, sí los presidentes tienen poderes de la a u toridad de que gozan los presidentes es importante no porque dé cuen­
�ecreto es esperable que prefieran apartarse del s tatu quo y que sean capaces ta exhaustivnmente de lo fuertes que ellos son -pues no lo hace- sino porque
de utilizar s.us poderes para dirigir las políticas al menos a proximada mente nos permite realizar predicciones comparativas acerca del poder presidencial
hacia l a dirección deseada (véase Archer y Shugart, en este volumen). ante vnriaciones en la si tuación partidaria. Por ejemplo, los p residentes me­
·

Las constituciones del cuadro 1 . 6 son clasificadas en cua tro ca tegorías: xica nos han sido presu m iblemente los de lleclto más dominantes a la hora de
p o tencialmente dominante, proactiva, reactiva y potencialmente marginal. determinar la agenda legislativa; no obstante, ¿serán los futuros presidentes
Algunos países plantean �iertas dificultades para su clasificación a causa de igualmente dominantes si sus partidos carecen de mayoría legisla tiva o pier­
la existencia de diferentes regulaciones para el veto o el decreto que se apli­ den disciplina? A partir del cuadro 1.6 nuestra respuesta sería negativa. Para.
can a las distintas clases de legislación. Por ejemplo, los presiden tes de Costa el á rea presupuestaria, en particular, podemos predecir que, sin el monolíti­
Rica, Honduras y México cuentan con vetos fuertes en la mayoría de los ti­ co PRI tras sus espaldas, los presidentes mexicanos podrían haber parecido
pos de legislación, pero no p a ra las leyes anuales de asignación de gnstos. lisa y llanamente débiles en comparación con sus predecesores. El capítulo
Todos estos presidentes son clasificados como p otencialmente m a rginales en de Weldon trata en detalle estas cuestiones.
términos de ·sus p oderes constitucionales sobre la legislación porque, en au­ Por el contrario, los presidentes de Colombia anteriores a 1991 son clasifi­
sencia de apoyo legislativo, podrían de hecho ser marginados en lo que con­ cados como potencialmente dominantes. Sin embargo, aunque la mayor par­
cierne a un tipo de legislación muy importante . El grado en que estos presi­ te de los p resi d e n tes de esos años contaron con mayorías legislativas afines,
dentes aparecen como poderosos en vez de marginales depende de sus su predominio fue más potencial que real porque sus propios partidos esta­
poderes partidarios o de otras clases (no legislativos e incluso no consti tucio­ ban tan fragmentados internamente que no les proporcionaban un apoyo le­
nales), tales como el poder de hacer designaciones, su capacidad de persua- gislativo consistente. Como afirman A rcher y Shugart, el podl¡!r, de decreto
sólo alcanza hasta determinado punto; llega un momento en que los presi­
den tes d escubren que deben recurrir a la legislatura para la institucionaliza­
38. La misma lógica se mantendría si el presidente quisiera menos que el sta tu quo; no es f.
ción de largo pl azo de las reformas realizadas por decreto. Si los presidentes
que los presidentes que desean más que el statu quo sean más fuertes que aquel los que desean 1
col ombianos hubieran podido apoyarse en mayorías disciplinadas, podrían
menos cuando el único Poder Legislativo del presid en te es el decreto. Antes bien, lo que sucede
es que los p resid e ntes que desean más son más débiles s i sólo t ienen el veto que si t ie ne n poder haber convertido su pred o m i n i o potencial en predominio real.
de decreto, mientras que los que desean mod ificar la política a menos que el s t � t u quo pueden Los pod�r�s cons tit uciona les de los presidentes sobre la legislación entran
aparecer más fuertes con cualquiera de esos poderes. a juga r es p ecialmente cuando ellos carecen de una base sólida de apoyo. Por
62 Mattlrew Soberg Slwgart y Scoll Maimuaring Presidencialismo y democracia en A mérica latina: rcvisi6n de los términos del debate 63

ejemplo, en el caso colombiano arriba mencionado, el presidente no necesita­ Es importante señalar una de las implicaciones de nuestros argum entos.
ría hacer uso de sus poderes legislativos potencialmente dominantes para Estamos de acuerdo en que el presidencialismo ha contribuido al fracaso de
controlar la política si tuviera el respaldo de un partido al estilo del PRI. Los la democracia en algunos casos, y también acordamos con que el parlamen­
presidentes cuyos partidos los apoyan confiablemente y que controlan una tarismo funcionaría mejor en algunas circunstancias. No obstante, no somos
mayoría de escaños pueden aparecer como dominantes con independencia tan optimistas acerca de los efectos que se seguirían de un cambio hacia el
de sus poderes constitucionales. Además del caso mexicano, nos vienen a la gobierno parlamentario en países con partidos indisciplinados. Los partidos
mente algunas presidencias de Venezuela. A la inversa, a causa de la frag­ indisciplinados crean problemas en las democracias presidencialistas, pero
mentación del sistema de partidos y de la indisciplina interna de los parti­ crean problemas a ú n mayores en los sistemas parlamentarios (Sartori,
dos, por ejemplo, los presidentes brasileños han debido recurrir a sus a m­ 1994b). En los países con partidos indisciplinados existe el peligro de que un
plios poderes legislativos constitucionales para tener un impacto sobre las cambio hacia el parlamentélrismo exacerbe en vez de atenuar los problemas
políticas resultantes del sistema, tal como lo argumenta Mainwaring en su de gobernabilidad e ines tabilidad, a menos que se modificara simultánea­
capítulo. En otras palabras, los poderes legislativos constitucionales son una mente la legislación partidaria y electoral para promover una mayor discipli­
fuente i mportante de variaciones en los sistemas presidencialistas; la forma na, y a menos que la conducta política se adaptara rápidamente a las n uevas
en que esos poderes se traducen en capacidad presidencial para moldear de reglas.39
hecho las políticas es una cuestión que varía con otros factores tales como la En los sistemas parlamentarios la estabilidad del gopierno depende de l a
relación de los presidentes con sus propios partidos y con la mayoría legisla­ continuidad de la confianza de la asamblea. A!Ji donde los miembros indivi­
tiva. Todas e!Jas son cuestiones tratadas en los capítulos sobre casos naciona­ duales de la asamblea actúan como agentes l ibres, no constreñidos por sus
les y en el capítulo 6. lazos partidarios, las mayorías gubernamentales tan cuidadosamente ensam­
bladas en las negociaciones postelectorales se disipan fácilmente. Libres de
votar como gusten, los legisladores individuales abandonan al gobierno
1.4. Resumen cuando es políticamente redituable hacerlo. Bajo esas condiciones es proba­
ble que el clásico talón de Aquiles de algunos sistemas parlamentarios, los
A lo largo de este capítulo nos hemos centrado en el desempeño que his­ frecuentes cambios de gabinete, se convierta en un problema. Por consi­
tóricamente ha tenido e l presidencialismo y en las ventajas y desventajas de guiente, cualquier desplazamiento hacia un sistema parlamentario requeriría
este tipo de régimen. Como afirmáramos al comienzo, nuestro objetivo no del cui dadoso d isei'lo de una panoplia de insti t uciones que incrementaran la
consistía en abogar por la superioridad intrínseca de ningún tipo de régimen. probabilidad de su buen funcionamiento.

f
Aunque no estamos defendiendo al presidencialismo, hemos afirmado que Al margen de los méritos y las fallas de estos dos t ipos genéricos de siste­
los críticos de este tipo de régimen han exagerac;io sus fallas inherentes. Cree­ mas, es probable que la mayoría de los países latinoamericanos -y m uchas de­
mos que existen concesiones m u tuas que deben hacerse el presidencialismo mocracias fuera de· América l a tina- retenga sus constituciones presidencialis­

1
y el parlamentarismo; que el presidencialismo tiene algunas ventajas que tas, al menos en el futuro previsible. Desde este punto de vista, sería prudente
contrarrestan parcialmente sus desventajas, y que por med i o de una atención que los interesados en la reforma institucional para promover una gobernabi­
cuidadosa al d iseño constitucional e insti tucional sus ven tajas pueden ser lidad más efectiva no plantearan el debate exclusivamente en términos de 1a

1
maximizadas y reducidas sus desventajas. (Retomamos este último tema en dicotomía presidencialismo-parlamentarismo. Esa dicotomía podría colocar
el capítulo 6.) .· todos los huevos en una canasta --la de la opción por el parlamentarismo-, lo
Al mismo tiempo que reconocemos el generalmente pobre historial del . cual pod ría resultar políticamente inviable en l a m ayoría de lol? países.
presidencialismo en lo que se refiere a la sustentabilidad de la democracia, Finalmente, hemos comenzado la tarea de identificar variantes dentro del
creemos que l a explicación más importante de este fenómeno no es institu­ tipo de régimen p residencialista. Hemos señalado que con demasiada fre-
cional, sino que se trata de un efecto de los menores niveles de desarrollo y
de la presencia de cul turas políticas no democrá ticas. El presic,:l e ncialismo
ha contribuido a veces a los problemas de la democrélcia, pero la correla­ 39. Además, un cambio hacia el parlamentarismo requeriría de una decisión acerca de qué
hacer con las unidades subnacionalcs de gobierno. En Brasil el debate sobre el parlamentarismo
ción entre democracia i n in terrumpi d a y parlamentarismo es en parte u na
ignoró en gran medida esta cuestión. Algunos analistas temieron que la combinación de parla­
s imple consecuencia de los l u gares donde el parlamen tarismo ha sido i m ­ mentarismo en el ámbito nacional y "presidencialismo" (es decir, gobernadores esfaduales ele­
plementado. gi d os en fo rm a direct11) e n el ámbito estadual y local fuera problemática.
64 MnltiU!W Soberg Slwgarl y Scoll Maimvaring
f
cuencia el presidencialismo es tratado en la bibliografía especializada como �
f
si todos los regímenes presidencialistas fueran iguales. Hemos pasado revis­
ta a las variaciones que se presentan en lo que se refiere a u na característica
f
¡.
r
constitucional básica de los sistemas presidencialistas: los poderes legislati­
vos reconocidos a l presidente . Hemos introducido algunas nociones sobre la
forma en que esos poderes interactúan con la situación partidaria de los pre­
sidentes. Estos temas serán retomados con más detalle en el capítulo 6, así
f
..
Capítulo 2

p
como en los ca ítulos sobre casos nacionales.
r Pluripartidismo, federalismo fuerte
y presidencialismo en Brasil*
·1

Scott Mairzwaring

.. ,

En es te c n p í t u l o sostengo que el presidencial ismo brasileño ha sido


afectado por l a combinación d e · t res r asgos institucionales que ya he plan­
teado j u n t o con Shugart (véanse c a p í t ul os 1 y 6, en este volumen) y de otro
que hemos omitido. Primero, los presidentes han tenido poderes amplísi­
mos, en especial bajo la Const i tución d e 1 988. É sta les otorga a los presi­
den tes pod eres proactivos excepciona l mente fuertes y algunos poderes
reactivos sign i fica tivos; la Constitución de 1 946, por su parte, les propor­
.' cionaba fuertes poderes reactivos. Seg u n do, el presidencialismo brasileño
ha si d o a fectado ta mbién por un s is tema de pa rtidos a l tamente fragmenta­
do. Con un sistema de par tidos muy frag m en ta d o, los presidentes se en­
cuentran usua l mente en una si tuación d e gobierno de coalición informal o
(excepcion a lmente) en un presidencialismo de minoría. Cuando sus parti­
dos con trolan sólo una m inoría de los escaños, los presiden tes necesitan
·. construir coa l iciones i n terpartidarias p a ra i mplementar la mayor parte d e
"1 l a s políticCIS i m po r tan tes. Tercero, l o s partidos 11a t rapatodoll comparativa­
mente i n d iscipl i n n dos hncen d i fícil que el presidente pued a confiar exclu­
sivamente en los cana les de apoyo partidarios. Cuando los presidentes son
popula res, son respaldados por políticos de todos l os colores y pelajes, pe-

• Ronald A rchcr, Michael Coppcdgc, Argelina Figucircdo, Danicl l,.evine, Antonio Paixao,

r
Samucl Vah:!nzucla, y especialmente M.11lhew Sh ug a t, me han proporcionado sus útiles críticas
• \ 1 . a este capit u lo. Estoy en rl�ud.l con Argelina Figueiredo y con Antonio Kandir por las nu mcl'o·
.; . h sas convcrs.lcioncs que hcmós m;�ntcnido acerca de los temas de este capítulo.
Conclusión

Presidencialismo y sistema
de partidos en América latina1

Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart

El presidencialismo presenta variaciones significativas. Aunque intuitiva­


mente esta afirmación suena sensata, se han hecho pocos trabajos para concep­
tualizar cómo varía el presidencialismo. En este artículo intentamos desarrollar
un mapa conceptual especialmente centrado en los casos latinoamericanos:
aquí analizaremos las características de los sistemas de partidos en los países
latinoamericanos y discutiremos cómo estos aspectos interactúan con las va­
riaciones en los poderes legislativos. Desde nuestra perspectiva, la naturale­
za del sistema de partidos, en particular el número de partidos, establece una
diferencia fundamental en el modo como funcionan los sistemas presidencia­
les. El número de los partidos afecta a la compatibilidad general entre el Par­
lamento y el presidente. En un sistema multipartidista altamente fragmenta­
do ningún partido tiene la mayoría, y esta situación puede ser problemática
porque el presidente tiene habitualmente dificultades para formar coalicio­
nes de gobierno confiables. La situación opuesta, en la que el partido del pre­
sidente posee firmemente la mayoría, no es necesaria ni siempre deseable;
pero el presidencialismo usualmente funciona mejor si el partido del presi­
dente dispone de un considerable contingente legislativo. En relación con el
tamaño del partido del presidente, hay marcados contrastes entre los siste-

l. Grace !vana Deheza, Argelina Figueiredo, Mark Jones y ]eff Weldon han hecho útiles cñ­
en Mainwaring, S. y M. Shugart (eds.),
ticas a anteriores versiones de este artículo. Publicado
Presidentialism nnd Democrncy in l.atin America, Cambridge University Press, 1997, págs. 394-439.
Aquí se reproduce con el permiso de Cambridge University Press. Versión castellana revisada
por Martín D' Alessandro, Gustavo Dufour y Scott Mainwaring.
256 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart Presidencialismo y sistema de partidos en América latina 257

mas presidenciales latinoamericanos. En algunos países, los partidos de ¡ de cohesión interna se halla relacionado con el sistema electoral utilizado pa­
presidentes tienen al menos el 40% de las bancas en el parlamento, mientr �: ra las elecciones parlamentarias y presidenciales.
que en otros apenas poseen una pequeña minoría de ellas .
El presidencialismo también es afectado por el grado de disciplina de
l � s p � tidos polí��os. Los partidos disciplinados proporcionan mayor pre­ 6.1. Gobierno de mayoría bajo el presidencialismo
.
VIsibilidad, .
y facilitan las relacwnes entre el Ejecutivo y el Legislativo. Sin
embargo, los partidos extremadamente disciplinados pueden obstru r i las Uno de los temas más importantes para las relaciones entre el Ejecutivo y
relaciones presidente-parlamento cuando el presidente no tiene la mayoría, el Legislativo de los sistemas presidencialistas es el tamaño relativo del par­
y pueden anular las ventajas del presidencialismo cuando sí la tiene . En tido del presidente. Tal como es el caso en los sistemas parlamentarios, la ló­
términos de disciplina partidaria, los contrastes entre las democracias lati­ gica de los sistemas presidencialistas depende de si un partido mayoritario o
noamericanas son notables, variando desde partidos legislativos disciplina­ una coalición de partidos es la que proporciona apoyo al presidente. Algu­
dos como los que encontramos en Venezuela y México, hasta los compara­ nos analistas han observado que el presidencialismo tiende, con frecuencia, a
tivamente indisciplinados que dominan la competencia electoral en Brasil y situaciones de "gobierno de minoría" en las que el partido del presidente no
·
Colombia. posee mayoría de bancas en el parlamento (Abranches, 1988; Jones, 199Sa;
Más adelante examinamos las formas en que la legislación electoral y la Mainwaring, 1993). En estos casos, donde el partido del presidente se en­
referida a los partidos inciden sobre el número de partidos y su grado de dis­ cuentra en una situación marcadamente minoritaria (digamos, menos de un
ciplina. En efecto, si el número de los partidos y la naturaleza de la discipli­ tercio de las bancas), probablemente se suscite una de dos situaciones: o bien
na partidaria condicionan el funcionamiento del presidencialismo, entonces el presidente tenderá a la formación de gobiernos de coalición para asegurar­
resulta significativo analizar los factores institucionales que moldean esos re­ se apoyo parlamentario o, por el contrario, tendrá dificultades para lograr la
sultados. En tal sentido mostramos que las reglas electorales y sus efectos aprobación de leyes. . , ,
. . .
ejercen un poderoso impacto sobre el número de partidos, sobre la disciplina Ahora bien, es difícil determinar s1 el gob1erno de mayona es la s1tuaoon
partidaria, y por lo tanto, sobre la manera como el presidencialismo proba­ más deseada para los sistemas presidencialistas. Por una parte, podemos es­
blemente funcione. perar que las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo serán más fluidas
Asimismo, los temas discutidos en este artículo se conectan con la inci­ cuando un presidente tiene mayoría legislativa que cuando no la tiene. Por el
dencia que presentan los poderes legislativos del presidente sobre el funcio­ contrario, una de las ventajas del presidencialismo, en relación con los siste­
namiento del presidencialismo. En efecto, un presidente puede tener grandes mas parlamentarios del tipo Westminster, es que brinda una mayor oportuni­
poderes formales, incluyendo el derecho a aprobar nueva legislación por de­ dad para proporcionar un freno al Poder Ejecutivo. Estos frenos y contrape­
creto y, sin embargo verse impedido de efectuar un cambio real por una Le­ sos son neutralizados en forma considerable si el presidente y una mayoría
gislatura en la que su propio partido o bien tiene una minoría de bancas o, disciplinada del mismo partido tienen un control unificado sobre el gobierno.
aunque posea un gran número, se encuentra profundamente dividido e in­ De esta manera, si bien argumentamos que los sistemas partidarios altamen­
disciplinado. La primera situación describe a Brasil, la segunda a Colombia. te fragmentados tienden a ser problemáticos para el presidencialismo y que,
Por el contrario, los poderes formales del presidente pueden ser limitados, por tanto, es deseable tener un cierto grado de disciplina partidaria, el extre­
pero si su partido tiene una mayoría legislativa y es sumamente disciplinado mo lógico de una mayoría unipartidaria disciplinada dañará los beneficios
parecerá ser todopoderoso, como es el caso de México. Por tanto, la habili­ del presidencialismo derivados de la existencia de ramas independientes de
dad del presidente para implementar las reformas políticas a favor de las poder elegidas separadamente para un período fijo de gobierno.
cuales haya hecho campaña es producto de la interacción entre los poderes Una fragmentación partidaria significativa es con frecuencia un problema
formales que éste posee y la posición que ocupa con respecto a los partidos para el presidencialismo porque aumenta las posibilidades de una situación
representados en el Parlamento.2 A su vez, el número de partidos y su grado en la que el Poder Ejecutivo tenga poco apoyo legislativo y, por tanto, se pro­
duzca un bloqueo entre el Ejecutivo y el Legislativo. En efecto, con una frag­
mentación significativa del sistema partidario, el partido del presidente ni si­
2. Por supuesto, nada garantiza que las políticas del presidente tengan éxito sólo porque él quiera se acercará a obtener una mayoría de bancas en el parlamento y,
pueda convertirlas en ley. En efecto, éstas pueden haber sido mal aconsejadas o diseñadas, o el entonces, el presidente se verá forzado a confiar en una coalición. Sin embar­
Estado puede no tener la capacidad burocrática para implementarlas eficazmente. go, desafortunadamente las coaliciones interpartidarias tienden a ser más
258 Scott Mainwaring y Mattlzew Soberg Slzugart Presidencialismo y sistema de partidos en
América latina 259

frágiles en los sistemas presidencialistas por dos razones (Lijphart 19 95; de Brasil y Colombia. Una disciplina débil refuerza la inestabilidad
del a _
Mainwaring, 1993).3
En primer lugar, y lo que es más importante, mientras que en los sistemas
yo l�gislativo a la polític� gubernax:nental. P�r el �ontrario, en la mayorí
.
los �tstemas parlamentarios, los legt�ladores m�tvtduale
e
s tienden a apoyar al
t�
parlamentarios las coaliciones partidarias generalmente se forman desp ués .
gobterno salvo que su parhdo deCida no continuar en la alianza guberna­
de la elección y comprometen a las partes, en los sistemas presidencialistas mental. En este último caso, los legisladores se arriesgan a hacer caer al go­
habitualmente se crean antes de la elección y no comprometen a las part es bierno y perder sus bancas en nuevas elecciones si no apoyan al gobierno.'
más allá del día de la elección. Efectivamente, el Poder Ejecutivo no se inte­ Estos problemas en la formación de coaliciones interpartidarias estables
gra a través de acuerdos postelectorales entre los partidos y no se encuentra hacen que la combinación del multipartidismo fragmentado con el presiden­
distribuido entre varios partidos que son corresponsables por el gobierno, cialismo sea problemática, y contribuyen a explicar la escasez de democra­
aunque con frecuencia miembros de diversos partidos participan en los gabi­ cias presidencialistas multipartidistas establecidas por largo tiempo. En este
netes. Más aún, las coaliciones de gobierno en los sistemas presidenciali stas momento, Ecuador, que tiene una democracia sólo desde 1979 -e incluso con
pueden diferir marcadamente de las coaliciones electorales. Es también co­ problemas-, es la democracia presidencial más antigua del mundo con un
mún que las coaliciones legislativas y las gubernamentales difieran ligera­ número efectivo de partidos en la Legislatura de por lo menos 3,5.5 Sólo un
mente en sistemas parlamentarios multipartidistas, pero en general sólo so­ sistema presidencial con un alto número de partidos, Chile, ha logrado sos­
bre asuntos de política secundarios, puesto que, si una mayoría legislativa se tener una democracia durante veinticinco años consecutivos. Hubo por lo
opone al gabinete sobre temas básicos de la política del gabinete, es probab le menos otras catorce democracias presidencialistas multipartidistas antes de
que haya un cambio de gobierno a través del procedimiento de voto de con­ la presente ola de democratización, pero ninguna perduró tanto como el ré­
fianza, opción que no existe en un sistema presidencialista. gimen brasileño de 1946-1964 (Mainwaring, 1993).
Dada la separación de poderes que presentan los sistemas presidencialis­ Cuando la fragmentación partidaria es menos pronunciada, la necesidad
tas, un acuerdo entre los partidos puede referirse sólo a asuntos del parla­ de formar coaliciones interpartidarias disminuye. Aunque el presidente po­
mento sin una implicación que comprometa las relaciones entre los partidos drá no gozar de una mayoría parlamentaria, su partido con certeza será uno
y el presidente. A su vez, aun cuando varios partidos pueden apoyar al mis­ de los principales, controlando una porción significativa de las bancas. Es
mo candidato presidencial durante la campaña electoral, ello no asegura su más, a menos que el presidente no tenga poder de veto, las coaliciones legis­
apoyo una vez que el ganador asume el cargo. Y aunque los miembros de lativas casi siempre necesitarán tener en cuenta las preferencias del presiden­
varios partidos con frecuencia participan en los gabinetes, los partidos como te y su partido.6 Esta situación debería mitigar el problema de los reclamos
entidades colectivas no son responsables del gobierno. Los partidos o los le­ competitivos de legitimidad entre el Parlamento y el Ejecutivo (Linz, 1994)
gisladores individuales se pueden unir a la oposición sin hacer caer al go­ puesto que muchos legisladores tienen interés en el éxito del presidente. Si
bierno, de manera tal que los presidentes pueden concluir sus mandatos con bien pueden surgir conflictos entre la Legislatura y el Ejecutivo, éstos tien­
escaso apoyo en el Parlamento. den a ser menos graves que cuando una mayoría abrumadora de legislado­
En segundo lugar, en algunos sistemas presidencialistas el compromiso res se opone al presidente. Tales conflictos pueden incluso ser saludables pa­
de los legisladores individuales de apoyar un acuerdo negociado por el lide­ ra una mayor ventilación de los temas de lo que es a veces posible en los
razgo del partido no es seguro. El hecho de que un partido forme parte del sistemas parlamentarios con una limitada fragmentación del sistema de par-
gabinete no implica necesariamente un apoyo partidario disciplinado para el
presidente, tal como ocurre en la mayoría de los sistemas parlamentarios. El
grado de compromiso de los legisladores individuales de votar de acuerdo 4. El tema clave aquí es si los partidos son disciplinados o no, y nada garantiza que lo sean
con la linea del partido varía mucho, por razones que se mencionan más ade­ en los sistemas parlamentarios. Sin embargo, la necesidad de apoyar al gobierno sirve como in­
centivo a la disciplina partidaria en los sistemas parlamentarios, lo cual está ausente en los siste­
lante, y que van desde los partidos extremadamente cohesivos en Venezuela, mas presidencialistas. Véase Epstein (1964).
hasta los partidos "atrapatodo" [catch-all] comparativamente indisciplinados 5. El número efectivo de partidos es una manera de determinar cuántos partidos "serios"
hay. Su derivación se explica más adelante.
6. Las constituciones de Nicaragua (1986) y Venezuela (1961) proporcionan un poder de veto
3. Es necesario investigar más sobre las coaliciones gobernantes en los sistemas presidencia­ débil o inexistente. Como resultado de ello, los presidentes que no tenían mayorías operantes se
listas. Aunque hay razones para creer que tales coaliciones tienden a ser más frágiles que en los han encontrado, a veces, junto con sus partidos, fuera de las coaliciones legislativas. Esta situa­
sistemas parlamentarios, hay factores institucionales especificas que afectan a la viabilidad de ción puede ocurrir en Costa Rica con el tema del presupuesto, aunque no así en otros tipos de le­
las coaliciones tanto en los sistemas parlamentarios como en los presidencialistas. gislación.
260 Scott Mainwaring y Mattl1ew Soberg Shugart Pres dencialismo
i y sistema de partidos en América latina 261

tidos, en los que las disputas dentro del partido o entre los miembros de la voto de mayoría puede derribar los vetos del presidente. En tal escenario, es
coalición pueden significar la caída del gobierno. probable que continúe siendo difícil gobernar, a pesar del bloque sustancial
Del mismo modo, los problemas de un período fijo de gobierno se ven de bancas que posee el partido del presidente. Por el contrario, si este mismo
mitigados por una fragmentación limitada del sistema de partidos. El perío­ veto del presidente requiere un voto de dos tercios para ser levantado, en­
do fijo de gobierno es particularmente penúcioso cuando el partido del pre­ tonces no se puede lograr legislación alguna sin el apoyo del presidente y su
sidente se halla en una posición marcadamente minoritaria, tomando difícil partido. Es probable que el resultado de la primera situación sea un presi­
que el presidente logre cumplir su programa. En estos casos, el espectro de la dente que es ignorado en el proceso de legislar -con los conflictos resultantes
inmovilidad y la ingobemabilidad es frecuentemente omnipresente. Por tan­ sobre el proceso de implementación de las leyes aprobadas- mientras que en
to, probablemente no sea una coincidencia que las democracias más antiguas la segunda situación, el resultado puede ser llegar a un acuerdo, o incluso in­
y establecidas -Estados Unidos, Costa Rica y Venezuela (entre 1973 y 1993) ­ movilidad, dependiendo de los imperativos electorales para alcanzar algún
tengan sistemas partidarios de dos grandes partidos. Si bien no puede esta­ tipo de acuerdo. Contar con el apoyo para una agenda legislativa es sólo uno
blecerse un corte preciso por debajo del cual el presidencialismo no funcione de los muchos factores que determinan el éxito del gobierno del presidente,
bien, en general el sistema presidencialista tiende a funcionar mejor si la pero ser capaz de alcanzar alguna legislación es probablemente una condi­
fragmentación del sistema de partidos es moderada, puesto que los presi­ ción necesaria para una presidencia exitosa.
dentes pueden encontrar un bloque significativo de legisladores que apoyen La tabla 6.1 muestra la proporción media de bancas parlamentarias del
sus iniciativas o sustenten sus vetos. De modo que los presidentes no resul­ partido del presidente y la coalición electoral. Hemos incluido a la mayoría
tan marginales a la hora de legislar. de los casos latinoamericanos con alguna experiencia reciente de elecciones
Ahora bien, si el presidente tiene poderes para legislar por decreto, tal co­ democráticas. Los períodos de tiempo para cada uno de los países reflejan la
mo es el caso de la Argentina y Brasil, puede parcialmente contrarrestar la continuidad básica en las reglas y secuencias electorales. Por ejemplo, en Bra­
falta de apoyo legislativo previniendo el problema del inmovilismo. En efec­ sil hubo un cambio de elecciones presidenciales y legislativas mayormente
to, los amplios poderes presidenciales son probablemente incluidos en las simultáneas (1945-1950) a otras no simultáneas (1945-1962).7 Por el contrario,
constituciones donde precisamente los partidos son débiles. Un serio proble­ aunque Uruguay sufrió un golpe militar en 1973, sus elecciones democráti­
ma que presentan los sistemas presidenciales que permiten a los presidentes cas desde 1942 han ocurrido bajo reglas y secuencias electorales básicamente
legislar por decreto sin la autorización previa del parlamento es que tienen, similares, de modo que lo tratamos como un solo caso.
en relación con otras variantes, una mayor inclinación a lo que O'Donnell En la gran mayoría de los casos, determinar el partido del presidente no tu­
(1994} denomina "democracia delegativa", que se caracteriza por un escaso vo complicaciones. Unos pocos presidentes (Quadros en Brasil, Ibáñez y Ales­
desarrollo institucional y una rendición de cuentas [accountability] limitada. sandri en Chile; y Caldera (1993) en Venezuela) se presentaron como indepen­
Sin embargo, aun si el presidente tiene poderes de legislar por decreto, es dientes. En tales casos, consideramos como partido del presidente al más
probable que necesite apoyo del parlamento para sostener la mayoría de las grande de aquellos que lo presentaron como su candidato a la presidencia.
iniciativas políticas. De este modo, resulta crucial focalizar la atención sobre En los casos en los que no todos los miembros de una cámara son elegi­
el sistema de partidos. dos al mismo tiempo, cuando fue posible basamos las cifras en la composi­
No es solamente el número de partidos y la proporción de bancas del par­ ción de la totalidad de la cámara, y no en los resultados legislativos para esa
tido del presidente lo que importa. La proximidad político-ideológica de los porción de la cámara que fue elegida en un determinado año. Esto incluye la
partidos también afecta a las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Legisla­ Cámara de Diputados argentina (1985-1995), el Senado argentino (1989-
tivo. Siguiendo a Sartori (1976) y a Sani y Sartori (1983), podríamos esperar 1995}, el Senado brasileño (1947-1964, 1985-1994}, el Senado chileno (1937-
que mayores distancias ideológicas entre los partidos ocasionen mayor con­ 1973) y la Legislatura ecuatoriana (para la cual sólo parte de la legislatura
flicto en las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo. Consecuentemente, unicameral es renovada elección por medio, 1986, 1990, y 1994).
si una gran porción de las bancas es controlada por partidos con posiciones
ideológicas similares en la mayoría de los temas clave, la necesidad de que el
propio partido del presidente controle un gran bloque de bancas se reduce,
ya que es más fácil formar una coalición. Ahora bien, supongamos que el
partido del presidente controla una porción relativamente grande de las ban­
cas, digamos 40%, pero está aislado en el espectro ideológico y, además un 7. Sin embargo, en 1947 hubo elecciones al Senado no simultáneas.
262 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart Presidencalismo
i y sistema de partidos en América latina 263

Tabla 5.1 No fue tarea fácil determinar la coalición electoral del presidente, porque
PROPOROÓN MEDIA DE BANCAS PARLAMENTARIAS no hay una única fuente que provea esta información. Consultamos una di­
DE LOS PARTIDOS PRESIDENOALES EN AMátiCA LATINA (PORCENTAJES).
versidad de fuentes y expertos y finalmente incluimos a los partidos que se
encuentran en el listado del apéndice de este artículo. Incorporamos este
Proporción Media de
apéndice en parte para clarificar las elecciones metodológicas hechas en la
País Período N° de Partido del Partido del Coalición Coalición
Tabla 6.1 y en parte para reunir toda esta información en una sola fuente. Sin
Elecciones presidente, presidente, del del
Cámara Cámara presidente, presidente,
embargo, hay discrepancias ocasionales entre las fuentes con respecto a qué
Baja Alta Cámara Cámara partidos formaron parte de las coaliciones electorales de los presidentes.
Baja Alta Las cifras de la coalición reflejan la proporción de bancas ganada por los
partidos que formalmente apoyaron al candidato presidencial ganador du­
Argentina 1983-93 6 48,3 52,0 49,1 52,0
rante su campaña. No intentamos dar cuenta de las situaciones en las que (a)
Bolivia 1980-93 4 33,9 47,2
Brasil algunos partidos abandonaron la coalición electoral luego de las elecciones o
la 1945-50 3 34,8 44,0 52,2 48,6 (b) otros partidos, a pesar de no haber apoyado la coalición electoral, poste­
lb 1954-62 4 26,0 26,0 44,8 52,0 riormente se unieron a la coalición gobernante. Es decir, nuestro enfoque se
Ila 1985-90 4• 26,9 25,6 37,0 31,8 centra exclusivamente en las coaliciones electorales y no en las coaliciones de
IIb 1 994 1 12,1 13,6 35,4 42,0
gobierno. En los casos en que los presidentes se eligen por segunda vuelta
Chile
1 1932-73 18 23,3 20,8 41,6 41,2 por mayoría absoluta, utilizamos la coalición presidencial de la primera
n 1989-93 2 31,7 28,3b 58,3 46,3b vuelta. Para presidentes no electos (por ejemplo, Café Filho, Goulart, y Fran­
Colombia 1945-49, 1974-94 11 55,2 56,3 55,2 56,3 co en Brasil), no computamos una cifra para la coalición electoral pero sí pa­
Costa Rica 1953-94 11 49,6 51,8
ra la proporción de bancas del partido del presidente, dado que esta infor­
República
mación todavía es relevante.
Dominicana 1962, 1966-90 8 55,6 69,1
Ecuador 1978-94 7 22,0 Para presidentes elegidos en elecciones no simultáneas ingresamos una
El Salvador nueva cifra para cada elección. Por ejemplo, para la cifra de la coalición du­
I 1985-91 4 47,5 rante 1958-1970, en Chile, tornamos la proporción de bancas que obtuvo la
II 1994 1 46,4
coalición del presidente Alessandri (1958-1964) en las elecciones legislativas
Honduras 1981-93 4 54,2 54,2
de 1957 como cifra de 1958-1961, y la proporción de bancas de dicha coali­
México< 1982-91 4 65,8 95,8 65,8 95,8
Nicaragua< 1984-90 2 65,4 ción en las elecciones legislativas de 1961 para 1961-1964. Luego tomamos la
Paraguay 1993 1 47,5 44,4 proporción de bancas que ganó la coalición del presidente Freí (1964-1970)
Pe.rú (que consistió solamente en su propio partido) en las elecciones legislativas
1 1980 1 54,4 43,3 54,4 42,2d
de 1965 para 1965-1969, y la proporción de bancas de su coalición en las elec­
n 1984-90, 1995 3 47,1 40,Qd 47,1 41,7J
Uruguay 1942-71, 1984-94 11 45,6
ciones legislativas de 1969 para 1969-1970. Tomamos simplemente la media
43,8
Venezuela 1958-93 8 41,4 47,4 43,2 47,7 de estas cifras en lugar de una media ponderada que daría mayor peso a pe­
ríodos de tiempos más largos.
Ahora bien, ¿es más significativa la cifra para el partido o para la coali­
• incluye la elección presidencial indirecta de 1985. ción del presidente? Es difícil responder a esta pregunta en forma uniforme
b Para Chile ll, los senadores designados fueron incluidos en el cálculo de la proporción presi­
para todos los países, y por esta razón hemos proporcionado ambos datos.
dencial de bancas en el Senado. Si uno toma solamente las bancas elegidas, el porcentaje aumen­
ta a 34,2% para el partido del presidente y 56,6% para la coalición.
En algunos casos, por ejemplo en Chile después de 1989, los partidos de la
e Estos casos no están incluidos en las tablas que analizan una relación entre variables (por ejem­ coalición electoral han sido miembros fieles de las coaliciones gobernantes
plo las tablas 5.2, 5.3 y 5.4) porque las elecciones no son suficientemente democráticas. de los presidentes. Sin embargo, incluso teniendo en cuenta la marcada sepa­
d No se aplica para 1995; Perú adoptó un Legislativo w1icameral con la Constitución de 1996. ración entre las coaliciones electorales y las coaliciones gobernantes en algu­
Fuentes: Para datos electorales, Nohlen (1993); Mainwaring y Scully (1995). Países para los cuales
nos casos, confiamos en que los partidos que fueron parte de la coalición
tenemos sólo una observación (Paraguay), o que no cumplen con los criterios democráticos (Mé­
xico y Nicaragua) están excluidos de aquellas tablas que exploran relaciones entre las variables electoral en general tienen más probabilidades de proporcionar apoyo al pre­
(tablas 5.2, 5.3 y 5.4). sidente que aquellos que no lo fueron.
264 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart Presidencialismo y sistema de partidos en América latina 265

Sin embargo, en muchos casos los partidos de la coalición electoral no causas de estos problemas fueron múltiples y complejas; sería superficial
han sido aliados legislativos consistentes del presidente. En Brasil, por ejem­ atribuirlas exclusivamente o incluso principalmente a disposiciones institu­
plo, los partidos de la coalición electoral con frecuencia han abandonado 0 cionales. Sin embargo, en Brasil la búsqueda de respuestas a acuciantes pro­
permanecido de manera menos firme dentro de la coalición gobernante . En blemas políticos, económicos y sociales fue obstruida por la combinación ins­
general, un presidente debería ser capaz de esperar más acuerdo con los le­ titucional de un presidencialismo minoritario, un gran número de partidos y
gisladores electos por su mismo partido que con aquellos de otros partidos, partidos "atrapatodo" [catch-all] relativamente indisciplinados.9 Contraria­
incluso aquellos de la coalición. Por esta razón nos inclinarnos a pensar que mente, casi todos los casos de democracia más estables en América latina
la proporción de bancas del partido del presidente es la información más im­ han involucrado una menor fragmentación del sistema partidario.'0 Éstos son
portante para la mayoría de los casos.8 también los casos con la mayor frecuencia de mayorías absolutas.
La tabla 6.1 muestra una amplia variedad en el apoyo legislativo medio Por otra parte, Chile, que es el otro caso en el que el partido del presiden­
para los presidentes. La cifra media para los partidos de los presidentes en te ha tenido consistentemente una participación de bancas por debajo de
Bolivia, Brasil (para los cuatro períodos), Chile (para ambos períodos), y el 35%, ha sido exitoso desde 1989 en la mayoría de los aspectos, e incluso la
Ecuador es llamativamente menor que la de los otros países. Con la única ex­ democracia anterior, de1932-1973, registró muchos logros antes de desmoro­
cepción del Senado boliviano, en ninguna de las cámaras de estas legislatu­ narse. Hay así excepciones a la tendencia general hacia las democracias pro­
ras el partido del presidente ha llegado a promediar siquiera un 35% de las blemáticas en casos de sistemas presidencialistas multipartidistas altamente
bancas. La brecha entre estos cuatro casos y los otros se estrecha considera­ fragmentados. Los poderes de la presidencia chilena (en su mayor parte
blemente cuando se toman en cuenta las coaliciones electorales, pero por las reactivos) ayudaron a moderar las presiones de un sistema multipartidario
razones que ya se dieron, la coalición electoral no compensa plenamente la polarizado, hasta que en los setenta se perdió el control sobre la polarización.
debilidad del apoyo del partido del presidente. Otros sistemas de partido fragmentados han tendido a asociarse con presi­
En el otro extremo del espectro, no sorprende encontrar a México, dado dencias proactivas (aquellos que tenían poder de decreto, como se trató en el
que desde los años ochenta los partidos del presidente han promediado to­ capítulo 1 y más adelante en el presente capítulo), una combinación que pue­
davía un 66% de las bancas de la cámara baja y un 96% de las bancas de la de exacerbar las dificultades del multipartidismo extremo. En lo que respecta
cámara alta. En varios otros países (Argentina, Colombia, República Domini­ a Chile post 1989 su éxito se atribuye a la naturaleza consensual de la transi­
cana, Honduras), los presidentes han promediado como mínimo 50% en por ción del autoritarismo y a la voluntad de los partidos de participar en listas
lo menos una cámara de la Legislatura. conjuntas como resultado de un sistema electoral restrictivo.
¿Confirman los casos latinoamericanos nuestra hipótesis sobre las dificul­ Sin embargo, la fluidez del presidencialismo multipartidista puede en es­
tades del presidencialismo multipartidista cuando los partidos de los presi­ te caso ser temporal, especialmente por los altos poderes constitucionales de
dentes sólo tienen una marcada minoría de las bancas? La evidencia no es la presidencia.
concluyente pero tiende a apoyar esta hipótesis. En los años ochenta, los tres
países en los que los presidentes tenían consistentemente una clara minoría
de las bancas (Bolivia, Brasil y Ecuador) presentaron algunos de los proble­ 6.2. Disposiciones institucionales y el número de partidos
mas más dramáticos de gobernabilidad democrática en América latina. Boli­
via y Brasil experimentaron tasas de inflación anual extremadamente altas, En esta sección discutimos la relación entre las disposiciones instituciona­
alcanzando el 8.171% en Bolivia (1985) y 2.489% en Brasil (1993). Los tres paí­ les y el número de partidos. A fin de examinar este tema, utilizamos el nú­
ses experimentaron un ingreso per cápita decreciente o estancado y serios mero efectivo de partidos, N, una medida que permite que cada partido sea
problemas de legitimidad y responsabilidad democrática. Obviamente, las

8. El único caso en que esto podría ser diferente sería en el de listas preelectorales comunes, 9. Jones (1995) está de acuerdo con que la alta fragmentación es problemática para los siste­
tal como en Chile desde 1989. La estructuración de listas comunes antes de una elección, en las mas presidenciales. González argumenta que la creciente fragmentación contribuyó a los pro­
que los mismos partidos están en la misma coalición nacional, sugiere un nivel de compromiso blemas de gobemabilidad democrática en Uruguay antes de 1973. Sin embargo, Nicolau (1995)
con la coalición más alto que. el de las coaliciones en las que los partidos mantienen una identi­ argumenta que la alta fra gmentación en Brasil no fue problemática después de 1985.
dad de votación completamente separada. Sin embargo, incluso las listas comunes implican que 10. Por supuesto, el número de casos es pequeño, y es posible hacer falsas correlaciones. Sin
los partidos mantienen organizaciones separadas y mantienen la opción de dejar la coalición. embargo, creemos que las pruebas que apoyan nuestra afirmación son fuertes.
266 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart Presidencialismo y sstema
i de partidos en América latina 267

ponderado de acuerdo con su propio tamaño. La fórmula es N=[L. (p�)]·l, en los parlamentos latinoamericanos son elegidos por representación propor­
la que p;, es la proporción de votos o bancas del i partido (Laakso y Taagepe­ cional (RP) y, por tanto -de acuerdo con la experiencia convencional previa
ra, 1979). Si hay tres partidos de tamaño similar (33,3%-33,3%-33,3%), N=3 o sobre los sistemas electorales-, no se esperaría que tuvieran sólo dos grandes
Si uno de los tres se vuelve más grande a expensas de uno de los otros parti� partidos. Shugart y Carey (1992, págs. 293-300) desarrollan un modelo que
dos (43,3%-33Y-23,3%), N disminuye a N=2,84. Si en vez de esto uno de los predice el número de partidos bajo esta combinación de una presidencia ele­
tres se divide por dos (33,3%-33,3%-16,7%-16,7%), N aumenta a 3,60. N pue­ gida por mayoría simple y un parlamento elegido por RP al mismo tiempo
de medirse en votos o bancas; pero aquí nos concentramos en las bancas de­ que el presidente. La predicción es que el número de partidos efectivos en
bido a nuestra preocupación por las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el las elecciones parlamentarias sería entre dos y tres, incluso para aquellos sis­
Legislativo. temas electorales de mayor magnitud de distrito en los que el número efecti­
Como era de esperarse, a medida que aumenta la proporción de bancas vo de partidos comúnmente sería mucho más que tres si el sistema fuera
del partido del presidente, el número efectivo de partidos disminuye . La parlamentario en lugar de presidencialista.
correlación entre la proporción de bancas del presidente y el número efec­ Estos argumentos que hemos revisado sobre el número de partidos en los
tivo de partidos es un sólido (-0.85) para las cámaras bajas y (-0.86) para las sistemas presidencialistas se refieren a sistemas en los que las elecciones se
altas. llevan a cabo simultáneamente y el presidente es elegido por mayoría sim­
Ahora bien, si el evitar sistemas partidarios altamente fragmentados es ple. Sin embargo, para otras disposiciones institucionales, Shugart y Carey
deseable para el presidencialismo, ¿cuáles son los factores que más influyen argumentaron que: (1) cuando las elecciones legislativas no se llevan a cabo
en el número de partidos en las democracias latinoamericanas? Obviamente simultáneamente, se esperaría que el número efectivo de partidos fuera tres
las estructuras de clivaje y los factores históricos y culturales juegan un pa� o más, si se utilizan distritos de gran magnitud (o sea, si un alto número de
pel. Sin embargo, hay correlaciones muy fuertes entre ciertas reglas y se­ bancas fueran elegidas en cada distrito electoral), sin importar cómo se elige
cuencias electorales por un lado, y el número de partidos por otro. Puede el presidente; y (2) cuando el presidente es elegido en segunda vuelta por
que sea más probable que los países con ciertas estructuras de clivaje o expe­ mayoría absoluta, el número efectivo de partidos sería tres o más, una ve.z
riencias histórico-culturales elijan un conjunto de reglas y secuencias electo­ más si se utiliza una gran magnitud de distritos, sin tomar en cuenta el ciclo
rales más que otro, y, por tanto, tengan un sistema partidario determinado; electoral.
pero sea lo que sea que explique la adopción de un conjunto de instituciones, Al considerar la tendencia del sistema electoral para sostener muchos o
una vez instauradas éstas en general condicionan el accionar de los políticos pocos partidos estimamos la magnitud efectiva de los distritos. Si todos los
en el largo plazo y, por lo tanto, producen resultados predecibles.11 legisladores son elegidos en distritos del mismo tamaño, la magnitud efectiva
En la tabla 6.2 agrupamos los países de acuerdo con diversas configura­ es simplemente equivalente a la magnitud de cualquier distrito dado. Si las
ciones institucionales para mostrar el impacto de las disposiciones electora­ magnitudes son de tamaño variable, pero todos los legisladores son elegidos
les sobre el número de partidos. Mientras que la tabla 6.1 utilizaba al país co­ por distritos sin una conformación compleja (tal como la asignación de ban­
mo la unidad de análisis, aquí utilizamos al sistema electoral. De acuerdo cas en el ámbito nacional para compensar a los partidos con representación
con Shugart y Carey (1992) y Jones (1995a), la disposición en el tiempo de las demasiado baja en los distritos) y sin un umbral, entonces la magnitud efecti­
elecciones presidenciales con respecto a las legislativas -el ciclo electoral- es va es el promedio de todas las magnitudes individuales de distrito. Cuando
una variable crucial para explicar el numero de partidos en los sistemas pre­ se aplica un umbral en los distritos, la magnitud se reduce y utilizamos la fór­
sidencialistas. Si las elecciones legislativas se llevan a cabo al mismo tiempo mula diseñada por Taagepera y Shugart (1989) para determinar la magnitud
que la elección presidencial y el presidente es elegido por mayoría simple, es efectiva en tales casos.12 Aquí, presentamos promedios de los valores efectivos
probable que el sistema partidario esté dominado por dos grandes partidos. para cada elección considerada, tomados de datos de Jones (1995b) y Nohlen
El efecto típico de las elecciones por mayoría simple de producir una comp e­ (1993).
tencia entre dos partidos (Duverger, 1954) se verifica también en un grado
12. Su fórmula es: ��- SO(f, en la que Met es la magnitud efectiva y Tes el umbral, en por­
considerable dentro de las elecciones legislativas, aun cuando la mayoría de
centaje. La Argentina, Bolivia y Brasil son los tres países que necesitaron ajustes de este tipo.
Además, para la compleja distribución de distritos de Venezuela, computamos M.f como el pro­
medio geométrico de la magnitud del distrito compensatorio nacional (90) y la magnitud pro­
1 1 . Para una discusión de estos temas, véase Mainwaring (1991) y Shugart y Carey (1992, ca­ medio en el ámbito del distrito (alrededor de 8). Para una justificación de estos procedimientos,
pítulo 9). véase Taagepera y Shugart (1989: capítulo 1 2 y Apéndice C5).
268 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart Pres dencialismo
i y sistema de partidos en América latina 269

En la tabla 6.2 agrupamos a los países en cuatro categorías: (1) el parla­ Tabla 6.2

n:ento es elegido simultáneamente con un presidente elegido por mayoría


CONFI GURAOONES INSTITUCIONALES Y NÚMERO EFECTIVO
DE PARTIDOS PARLAMENTARIOS EN LOS PAISES DE AMDUCA LATINA.
sunple,13 (2) el parlamento es elegido en forma simultánea con un presid ente
elegido por mayoría absoluta en una segunda vuelta,•� (3) el parlamento y el Presidente elegido por mayoría simple, elecciones simultáneas
presidente no son elegidos simultáneamente, y (4) otros casos. Esta última
Número de Magnitud Número efectivo de
categoría incluye tres países (Argentina, Bolivia y Colombia) que no se ajus­ País
(y cámara) elecciones efectiva partidos. Promedio
tan a ninguna de los primeras tres categorías debido a sus especificas confi­
promedio (y desviación estándar)
guraciones institucionales.t5
Dado que nuestro interés central se ha desplazado de la dinámica de las República Dominicana (alta) 8 t• 1,70 (0,30)
relaciones Ejecutivo/Legislativo (tabla 6.1), al impacto de las leyes y secuen­ Brasil (1945-50) (alta) 3 1 ó 2b 2,71 (0,47}
cias electorales (ciclos electorales) sobre el número de partidos (tabla 6.2), el República Dominicana (baja} 8 3,4 2,17 (0,49)
Honduras 4 6,3 2,07 (0,09)
Venezuela (alta) 8 6,5 2,76 (0,80)
-
2,47 ( )
Perú, 1980 (baja) 7,0
Costa Rica 11 7,7 2,42 (0,41 }
2 6,5' 3,44 (0,94}
13. Incluimos a Brasil (1945-1950), Costa Rica, y Perú (1980) en esta categoría a pesar de pe­ Brasil (1945-50) (baja)
Venezuela (baja) 8 25,8 3,31 (0,97)
queñas desviaciones. En Brasil, las elecciones parlamentarias y presidenciales fueron simultá­
Uruguay (alta) 11 30 2,55 (0,41)
neas en 1945 y 1950. En 1947, cada estado eligió un senador para llevar el número de senadores
Perú, 1980 (alta) 1 60 3,22 {-)
a tres por estado. Pero el número de legisladores elegidos no simultáneamente en 1947 (un ter­
Uruguay (baja) 11 99 2,65 (0,38)
cio del Senado y ningún diputado) es menor en comparación con el número elegido simultánea­
mente en 1945 (la totalidad de la Legislatura) y en 1950 (toda la Legislatura excepto un tercio del
Senado). Por lo tanto, la dinámica general de este período fue establecida por las elecciones si­ Media de todas las
eleccione-; individuales 76 2,53 (0,68)
multáneas. En Costa Rica, si ningún candidato obtiene el 40% de los votos, se hace una segunda
vuelta. Dado que el umbral de la primera vuelta es más bajo que una mayoría absoluta, esta re­
gla funciona casi como mayoría simple. En Perú, en 1980, se hubiera evitado una segunda vuelta
si el candidato que lideraba las preferencias hubiera tenido por lo menos un tercio de los votos.
Presidente elegido por segunda ronda por mayoría absoluta, elecciones simultáneas
14. Incluimos a Ecuador en esta categoría a pesar de algunas pequef\as desviaciones. Alli las
elecciones legislativas de 1979 coincidieron con la segunda vuelta de la elección presidencial y
País Número de Magnitud Número efectivo de
no con la primera (que se llevó a cabo en 1978, nueve meses y medio antes). Desde 1984 1os pre­
(y cámara) elecciones efectiva partidos. Promedio
sidentes han tenido períodos de gobierno de cuatro años y siempre han sido elegidos en forma
promedio (y desviación estándar)
simultánea con el Parlamento. La mayoría de los diputados (por ejemplo, 65 de los 77 diputados
en la Legislatura 1994-1996) han tenido períodos de dos años, es decir que vez por medio son
elegidos en forma no simultánea. Doce diputados nacionales tienen períodos de cuatro años y Brasil, 1994 (alta) 1 1 6 2b 6,08
son elegidos en forma simultánea con el presidente. Chile, 1989-93 (alta}" 2 2 4,51
15. En la Argentina, además del uso de un colegio electoral para elegir al presidente hasta Chile, 1989-93 (baja) 2 2 4,91 {0,29)
1995, algunos miembros del parlamento son elegidos simultáneamente con el presidente, pero Ecuador, 1979-94 7 3,0 5,95 (1,28)
otros son elegidos durante elecciones no simultáneas llevadas a cabo durante el periodo de go­ El Salvador, 1994-97 1 5,3 3,06 (-)
bierno del presidente. Los diputados son elegidos por períodos de cuatro años y la mitad de las Perú, 1985-90, 1995 (baja) 3 7,0 3,79 (1,82)
banca� son renovadas en cada elección. Además, en forma única entre las cámaras altas de Amé­ Brasil, 1994 (baja) 1 9,5' 8,13 (-)
rica latina, el Senado argentino es elegido indirectamente; es más, no es elegido exactamente al Perú, 1985-90 (alta) 2 61,5 4,27 (1,80)
mismo tiempo que el presidente (las reformas constitucionales de 1994 han implementado las
elecciones directas, pero el cambio no tomará efecto plenamente hasta el año 2001). En Bolivia, las Media de todas las
elecciones legislativas coinciden con la primera vuelta de las elecciones presidenciales, pero el elecciones individuales 19 5,14 (1,61)
parlamento elige al presidente si no hay un ganador por mayoría absoluta. Este sistema se acerca
a nuestra segunda categoría (elecciones simultáneas con segunda vuelta), pero la segunda vuelta
no se realiza a través de elecciones populares. En Colombia, el parlamento es elegido unos tres
mes� antes que el presidente. De esta manera, las elecciones no son literalmente simultáneas, si­
no que se llevan a cabo durante la campaña presidencial, y los períodos de gobierno son simultá­
neos. La elección de 1991, convocada para reemplazar al parlamento elegido en 1990 cuando fue
disuelto para implementar la nueva Constitución, fue la única excepción a este ciclo.
270
Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart

Elecciones parlamentarias y presidenciales no simultáneas


Presidencalismo
i y sistema de partidos en América liltirul 2 71

País Número de Magnitud ' . efecti---


Numero
(y cámara)
partidos. Promvoedidoe
"número de elecciones" se refiere sólo a las elecciones legislativas}6 Los pro­

elecciones efectiva
medios para cada grupo y (con pocas excepciones) los resultados de países

promedio (y desviación estándar)


individuales apoyan las expectativas sobre la relación entre la configuración

Brasil, 1986-90 (alta) 1 o 2b


institucional y el número efectivo de partidos representados en el parlamen­

Brasil, 19.54-62 (alta) 1 o 2b


- to. En el grupo simultáneo mayoría simple, la N media es 2,53: nn sistema

El Salvador, 1985-91
2
3,91 (2,31)
partidario de "dos partidos y medio" es la norma aquí. Entre estos países, só­
Chile, 1932-73 {alta)
3
3,94 {0,53)

Chile, 1932-73 (baja)


3 4.4 lo la cámara de Venezuela tiene N promedio mayor que 3, y sólo en la cáma­
2,51 (0,32)

Brasil, 1954-62 (baja)


9< 5 5,17 (0,90) ra baja por su gran magnitud efectiva. Incluso esa cifra se ve exagerada debi­

Brasil, 1986-90 (baja)


11 5,2 5,65 (1,63) do a dos elecciones muy fragmentadas en los sesenta (nótese la alta
3 6,8< 4,55 (0,05) desviación estándar para la cámara baja de Venezuela). Desde 1973 a 1988, el

Media de todas las


2 9,3< 5,74 {4,12)
parlamento estuvo dominado por dos grandes partidos, con una alta frag­
elecciones individuales 33
4,88 (1,64)
mentación para el resto del parlamento. El hecho de que conjuntamente el ci­
clo electoral y la regla de mayoría simple para la elección presidencial debili­
tan significativamente el efecto de las magnitudes de distrito en el número de
Otros casos partidos se sugiere por el caso uruguayo con magnitudes en sus dos cámaras

País Número de
de 30 y 99, pero con N no mucho más altas que 2,5}7 Para quienes se inclinan

Magnitud Número efectivo


(y cámara) partidos. Promedde
por la representación proporcional, la buena noticia es que la RP no necesaria­
elecciones efectiva io
promedio (y desviación estándar)
mente produce una alta fragmentación en los sistemas presidencialistas.
En los sistemas con elecciones no simultáneas, la N promedio es 4,88, con­
Argentina (baja)
Bolivia (alta)
firmando las expectativas de que los sistemas de partidos tendrían nna ten­

Bolivia (baja)
6 5,9 2,62 {0,29) dencia hacia una mayor fragmentación con este ciclo electoral. La desviación

Colombia 1947, 1974-90 (altaY


4 3,0 2,64 {0,72) estándar es muy grande fundamentalmente debido a los grandes vaivenes

Colombia (baja)
4 14,4 4,24 {0,37) en el número efectivo de partidos en Brasil desde el retomo de la democracia

Colombia, 1991-94 (altaY


6 5,0 2,15 (0,18)
10 7,7 en 1985. Mientras tanto, cuando el presidente es elegido en segunda vuelta
2,22 (0,37)
2 100,0 2,99 (0,10) por mayoría absoluta, incluso en elecciones simultáneas, el número de parti­
dos es igualmente alto, con un promedio de 5,14.
Notas:

Cuando no se da un punto d · al, todos 1os distri


La tabla 6.3 muestra la incidencia del apoyo legislativo bicameral (o uni­

· tos son de la magnitud


Todos 1os_ d"IStritos tienen la magnitud indicada.
cameral) según las diferentes disposiciones electorales. Los datos muestran

1, luego 2, en elecciones alternadas


• ·

Para Bras1� entre 1950-1962 y después de 1985, uno podría dar fuert
ecnn
b que los presidentes elegidos por la mayoría simple, cuando el Congreso es

e c:r
.

r
.

a
���� d; ����:ec�iv� para las cárn� ra baja, por�ue las reglas electorales
e
elegido al mismo tiempo, tienen más posibilidades de obtener mayorías que

= �:�� = �!U:�
·

s�esp:Ub dos en el�caones proporcionales. Eran estas coalicion


un

más que los parti:s ;di�:ua es


los presidentes bajo los otros formatos institucionales. El 54% por ciento de

as que neces1taban alcanzar el umbral Esta u.� -> =spos1•a"6n redu-


las veces (25 de 46), los presidentes en tales sistemas han tenido una mayoría
ce el umbral para fd
t a um ��::u:.�:�;;:�i:�: ��:��e��:;��;se:�
·

16. En la tabla 6.1 (y nuevamente en la tabla 6.3), en casos de elecciones no simultáneas (ex­

�:�:�:��r�U:: ��s����i: f�::�i:� ·:::
debe a �e 1as �eglas referentes a las coaliciones p
han
La razón por la cual no hio.mos el aJUSte cepto Colombia), hemos calculado los datos tanto para las elecciones legislativas como para las
presidenciales. Para casos de elecciones escalonadas, los datos indican la composición de toda la
�� d ete�ar cuanto uno debería ajustar en un períodocamb iado con frecuencia, haciendo difí­

de tiemp
lncl�ye solo las bancas elegidas; excluye las bancas "designadas".o. cámara luego de cada renovación parcial.
17. En las elecciones recientes, N ha ido en aumento en Uruguay. Asumiendo que la confi­
El numero total de elecciones es de
1 1, pero 1os da son mcompletos para guración de elecciones simultáneas y las elecciones presidenciales por mayoría simple no anula
del senado colombiano hatossido

I Desde 1 99 1, la magrutud
completamente los efectos de M, se espera.ría que N sea más alta en Uruguay de lo que ha sido
·

Los sistemas están listados o de cada categoría en general. Incluso si fuera alrededor de 4 todavía sería baja en comparación con otros paises
. 1937 y 1957 ·

trito, excepto en la categoríadentr en orden ascendente por magmtud de d1s· con grandes magnitudes pero sin presidencias elegidas simultáneamente, como Israel u Holan­
100.

"Otros casos". da. Véase Taagepera y Shugart (1993). La obligación de votar también contribuye a limitar N en
· ·

Uruguay.
272 Scott Mainwaring y Mattltew Soberg Shugart PresidencÍillismo y sistema de partidos en América latinn 273

s.•
Tabla 6.3 Columna l . Número de veces con mayoría absoluta en ambas cámara
con mayoría absolut a en ambas cámara s.•
fORTALEZA PARLAMENTARIA DE LOS PARTIDOS D E LOS PRESIDENTES Columna 2. Porcentaje de veces
a 3. Númer o de veces con una proporción de bancas como para sostener un veto, pero
Column
Presidente elegido por mayoría simple, parlamento elegido simultáneamente. no una mayoría absoluta.b
de bancas como para sostener un veto, pe-
Columna 4. Porcentaje de veces con una proporción
País N• de 1 2 3 4 5 ro no una mayoría absolu ta.
a o bien con una proporción de bancas co-
e lecciones Columna 5. Porcentaje de veces con mayoría absolut
mo para sostener un veto.
Brasil, 1945-50 3 2 66,7 o 0,0 66,7
• O en la única cámara de un parlamento unicam
eral.
Costa Rica 11 6 54,5 4 36,4 90,9
es la proporción de bancas en una (o la
Rep. Dominicana 8 5 62,5 3 37,5 100,0 b La proporción de bancas como para sostener un veto
levanta miento de un veto, en caso de que al
Honduras 4 4 100,0 o 0,0 100,0 única) cámara que es suficiente para bloquear un
le falte una mayorí a absolut a en ambas cámaras (o en la única cámara).
Perú, 1980 1 o 0,0 1 100,0 100,0 partido del presidente
de un veto difieren por área de tema, se
Uruguay 11 5 45,5 o 0,0 45,5 Cuando las mayorías necesarias para el levantamiento
o utiliza la necesa ria para leyes no presup uestaria s.
Venezuela 8 3 37,5 0,0 37,S
ación hubiera tenido una mayoría abso-
' Parte del Senado chileno ha sido designado. La concert
TOTAL 46 25 54,3 8 17,4 71,7 luta sin los senadores designados.
d Basado en la concertación, una
lista preeleccionaria común, más que solamente en el partido
Presidente elegico por segunda ronda por mayoría absoluta, elecciones simultáneas. del presidente.
simultáneas.
<Algunas elecciones legislativas en Ecuador no son
1 2 3 4 veto de dos tercios, que se aplica cuando el
País N• de 5
/Basado en una mayoría para el levantamiento de un
e lecciones presidente devuelve una ley a la cual objeta sólo en
parte; sin embargo, el presidente puede tam­
cual la única manera que tiene el parlamento para
bién rechazar la ley por completo, caso en el
Brasil, 1994- o 0,0 o 0,0 0,0 miento de un veto es solicita r un referén dum sobre el tema.
intentar un levanta
Chile, 1989-93 2 ()< 0,0 2'' lOÓ,O 100,0 g Incluye la elección presidencial
indirecta de 1985.
tenía una mayoría absoluta en ambas cá­
Ecuador, 1984-94< 6 o 0,0 11 16,7 16,7 " A comienzos de la Legislatura de 1987-1990, el PMDB
El Salvador, 1993 1 o 0,0 1 100,0 100,0 caso como uno de mayoría presidenciaL Sin em­
maras, y como consecuencia hemos induido este
Perú, 1985-90, 1995 3 2 66,7 o 0,0 66,7 partido subsigu ientem ente privaro n al PMDB de esta mayoría absoluta.
bargo, las deserciones del
TOTAL 13 2 15,4 4 30,8 46,2

Parlamento y elecciones presidenciales no simultáneas. en ambas cámaras (o en la única cámara en el caso de un régimen unicame­
ral). Las mayorías presidenciales son mucho menos frecuentes en los siste­
País N• de 1 2 3 4 5
mas con elecciones no simultáneas (3 casos en 31) o cuando el parlamento es
elecciones
elegido de manera simultánea con una elección presidencial en segunda
Brasil, 1954-64 4 o 0,0 2 50,0 50,0 vuelta por mayoría absoluta (2 casos en 13).
Brasil, 1985-90 4f Jh 25,0 1h 25,0 50,0 En la tabla 6.3, también consideramos la probabilidad de que los presi­
Chile, 1932-73 18 o 0,0 2 11,1 11,1 dentes que tienen poderes de reacción estén capacitados para sostener vetos.
Ecuador, 1978-79 1 o 0,0 100,0 100,0 Aquí se muestra la frecuencia con la que los partidos de los presidentes tie­
El Salvador, 1985-91 4 2 50,0 2 50,0 100,0
nen la proporción de bancas suficientes para mantener un veto en aquellos
TOTAL 31 3 9,7 8 25,8 35,5 casos en los cuales carecen de mayoría absoluta. Si el presidente puede sos­
tener un veto, entonces estará capacitado para imponer su sello sobre las po­
Otros casos.
líticas, aun en ausencia de una mayoría absoluta. En la tabla 6.3 utilizamos
País N• de 1 2 3 4 5 los datos de las cámaras altas y bajas puesto que el presidente necesita el
e le cci one s apoyo de una sola cámara para sostener un veto. Los presidentes elegidos
por mayoría simple con elecciones parlamentarias simultáneas han tenido o
Argentina 6 o 0,0 6 100,0 100,0 bien una mayoría absoluta o una proporción de bancas como para mantener
Bolivia 4 o 0,0 3 75,0 75,0
un veto en más de un 70% de las veces.
Colombia 11 9 81,8 o 0,0 81,8
274 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart
Presidencialismo y sistema de partdos
i en América latina 275

Por el contrario, es mucho menos probable que los presidentes bajo otras
formalizada de datos en la tabla 6.2, tendremos motivos para estar más segu­
configuraciones institucionales tengan la proporción de bancas necesaria co­
ros en nuestro razonamiento. Aquí presentamos regresiones sobre nuestros
mo para sostener vetos. No calculamos una cifra por separado para las coa li­
datos de América latina, y también sobre un conjunto expandido de datos
ciones presidenciales, dado que estamos interesados en qué tan probable es

que incluye los otros dos países con una ex ensa experiencia en la democra­
que el presidente evite verse marginado cuando se enfrente a la {casi) peor
cia presidencial, Filipinas y los Estados Urudos. La tabla 6.4 muestra los re-
situación imaginable en términos de apoyo partidario: cuando sólo su propio
sultados.
partido le apoya (la peor situación posible es cuando ni siquiera su partido lo
apoya). Si bien es poco probable que los presidentes tengan la proporción de
bancas suficiente como para sostener vetos en configuraciones institucionales Tabla 6.4
distintas del formato simultáneo/ mayoría simple, es siempre mucho más ANÁLISIS ESTADÍSTICO DE VARIABLES INSTITUCIONALES
probable que puedan sostener vetos a que obtengan mayorías absolutas. Es­ y NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS EN SISTEMAS PRESIDENCIALES.
to se debe a las mayorías especiales requeridas para el levantamiento de los
vetos en tres de los casos que tienen sistemas partidarios altamente fragmen­ Variable 1 2 3 4 S 6 7
tados: Bolivia, Brasil (1946-1964) y Chile (antes de 1973). Cuando los presi­
Constante 3,701 ··· 3,486... 2,1ss ••• 3,460••• 2,898••• 3,278••• 2,065•••
dentes no tienen el apoyo partidario suficiente para poder sostener sus vetos,
(0,388) (0,401) (0,272) (0,310) (0,326) (0,318) (0,167)
pueden fácilmente verse marginados en el proceso legislativo, y quizás tenta­
dos a actuar de manera inconstitucional. Los datos presentados en la tabla SIM/MSlM -1,(122•" -0,0936'". -1,213"· '"
-1,074 .
6.3 sugieren que la elección legislativa simultánea con una elección presiden­ (0,346) (0,345) 1,2oo-•• (0,275) (0,294)
cial por mayoría simple es el formato que mejor evita este resultado. (0,293)

En suma, los sistemas partidarios que tienen grandes números efectivos ...
MAYABS 1,612. .. 1,681 ··· 1,724 1,385••• 1 ,776•••
de partidos y una probabilidad consecuentemente baja de que el partido del (0,387) (0,384) (3,52) (0,342) (347)
presidente tenga una mayoría de bancas en la Legislatura son principalmente
aquellos con elecciones no simultáneas y1 o elección del presidente en segun­ LOGMAG 0,009 0,021 0,183• 0,141 0,088 0,127 0,205••
da vuelta por mayoría absoluta: Bolivia, Brasil, Chile (antes de 1973),18 Ecua­ (0,160) (0,158) (0,092) (0,108) (0,117) (0,107) (0,063)

dor y Perú. Éstos son los únicos casos en los que el número promedio de par­
LIST 1,31o•••
tidos efectivos en por lo menos una cámara del Legislativo es mayor que (0,35)
cuatro. A continuación proporcionamos una prueba estadística de nuestra hi­
pótesis acerca de los efectos de las distintas configuraciones institucionales GOVLIST 0,780• 0,831 *•
sobre el número efectivo de partidos en los sistemas presidencialistas. El re­ (0,425) (0,394)

sultado de una regresión múltiple en una base de datos relativamente peque­


R' Ajustada 0,22 0,24 0,06 0,28 0,37 0,31 0,15
ña no puede ser considerado definitivo, pero si los resultados de las regresio­
nes coinciden con nuestras corazonadas y con nuestra presentación menos N 97 97 46 113 113 113 57

• p S 0, 10
•• p S 0,05
18. El Chile post-Pinochet tiene un bajo número efectivo de partidos de acuerdo con la tabla
••• p S 0,01
6.2, a pesar de utilizar elecciones presidenciales con segunda ronda por mayoria absoluta. Es
importante, sin embargo, hacer algunas advertencias aquí. Nuestra cifra refleja coaliciones pree­


lectorales más que organizaciones partidarias separadas. La coalición de partidos antes de las
elecciones puede atribuirse a dos factores primarios. En primer lugar, la magnitud de distrito es Nota: Las regresiones están basadas sobre distintos conjuntos de datos: 1,2, to os los cas� de
baja (2) para las elecciones parlamentarias (que fueron simultáneas con la elección presidencial América latina; 3, los casos de América latina con elecciones simultáneas y p�e�t�entes elegtdos
en 1989 y 1993, pero no Jo serán en el futuro, ya que el período de gobierno presidencial ha sido por mayoria simple; 4, 5 y 6, todos los casos de América latina �cluyendo Ftlipm�s Y los Est�·
extendido a seis años). De esta manera, las reglas electorales han producido una reducción artifi­ dos Unidos; 7, todos los casos de América latina con elecciones stmultáneas y prestdentes elegt­
cial y probablemente temporaria en el número efectivo de partidos (coaliciones). En segundo lu­ dos por mayoría simple, incluyendo Filipinas y los Estados Unidos.
ga.r, la transición de la dictadura fue bastante consensual. Por lo tanto, no se puede esperar que
esta baja fragmentación perdu.re.
y sistema de partidos en América latina 277
276 Scott Moinwaring y Matthew Soberg Shugart Pres dencialismo
i

los Estados Unidos :-aún


cho menor de partidos en Colombia, Filipinas y
Variables:
SIM/MSIM Variable dummy, fijada en 1 cuando el presidente es elegido por mayoria simp1e, utilizan elecciones presiden­
cuando se los compara con otros sistemas que
simultáneamente con la elección parlamentaria. o casi simultáneas- sea la
MAYABS Variable dummy, fijada en 1 cuando el presidente es elegido por segunda ronda ciales por mayoría simple y elecciones simultáneas
por mayona . abso1uta. ausencia de listas partidarias.
as y bloqu�adas- �s �ás
Sin listas partidarias -especialmente listas cerrad
LOGMAG Magnitud efectiva (logaritmo).
UST Variabl� dummy, fijada en 1 cuando el parlamento es elegido por un sistema de lis­ fácil para los grupos locales de un partido o inclus
o para candtdatos m vl­
_

tas partidarias. locales, a la vez que actuan
GOVUST Variable dummy, fijada en 1 cuando los gobernadores de provincias, estados 0 de­ duales ajustar sus campañas a las inquietudes
dentro de un partido que puede ganar la presid
encia. De e�ta naner : � , los
pa�amentos son elegidos directamente, y el Parlamento es elegido por un sistema mter­
n tener w:a dive �s1dad
de !!Stas. partidos en sistema sin listas partidarias puede
na mayor. Incluso con listas cerrad as con voto preferenoal, el liderazgo del

partido tiene el control de las nominaciones, que


le faltaría en is emas a los � �
de m�era uruca, esto no
De las regresiones 1 y 4 se desprende que nuestra hipótesis sobre los efec­ que hemos definido como sin lista (a pesar de que,
es de los legisla dores en Brasil). Por lo tanto, la
tos de elegir un presidente por mayoría simple y en forma simultánea al parla­ ocurre con las renominacion
n dentro del partido se
mento son bastante fuertes. Esta configuración institucional tiene el efecto es­ oportunidad de expresar una divergencia de opinió
sistem a sin lista partida ria, aunque_ se� proba­
perado de reducir el número de partidos, y este efecto es significativo. El reduce en comparación con un _
as con voto prefer enaal que baJO listas ce­
resultado es esencialmente el mismo, ya sea que utilicemos el conjunto de da­ blemente mayor bajo listas cerrad
t�� �
e América latina únic�ente (regresión 1) o el expandido, que incluye a rradas y bloqueadas. Hay otra razón por la cual las listas partid arias aumen­
s partid os: un desert or, al crear �a
Filipm�s y a los Estados Urudos (regresión 4). La expectativa de elecciones pre­ tan los incentivos para establecer nuevo
_ de su nombr e para ayuda r a elegrr a
stdenCtales en segunda vuelta por mayoría absoluta -que aumentarían el nú­ lista rival, puede utilizar un atractivo
listas los votos son para todos. De
mero de partidos- también se confirma en ambas especificaciones. Intentamos otros miembros, dado que dentro de las
o puede potenc ialmen te aumen tar su
(pero no mostramos) codificaciones alternativas sobre esta variable. Por ejem­ esta manera, el líder de un nuevo partid
plo, codificar el poco común procedimiento de elección presidencial boliviana propio poder dentro del parlamento; pero bajo sistem as par darios sin ?
�sta
estas razone s, los·ststernas de listas
como de segunda vuelta por mayoría absoluta, aun cuando la segunda vuelta esta oportunidad no está disponible.20 Por _
montar n�evos partidos que
se haga en el parlamento y no en una elección popular, no hizo diferencia en el partidarias proporcionan más incentivos para
esta tdea contra todo el
resultado. Sin embargo, la codificación de aquellos sistemas en los que se pue­ los sistemas sin listas. La regresión 5 pone a prueba
de hacer una segunda vuelta, pero en los que el umbral para evitarla es mucho conjunto de datos21 y lo encuentra muy plausi ble. Un sistem_a _list�
aumen­d�
que fueron stgrufi cativa s para
más bajo que el 50% más uno habitual, hizo alguna diferencia. Si tales sistemas ta el número de partidos, y las otras variables
-todas las elecciones costarricenses, Perú en 1980 y la Argentina en 1995- son la regresión 4 continúan siéndolo.
codificados como de segunda vuelta, esta variable sigue siendo significativa
pero es menos sólida. De esta manera, los resultados estadísticos refuerzan
20. Una excepción parcial es Colombia, pero el resultado esperado en los incentivos �ara
�uestra seguridad al considerar efectivamente como mayoría simple aquellos se describe para otros sistema s _ _
sm listas �roda­
slStemas de dos vueltas en los que el umbral para la victoria en la primera
formar nuevos partidos es el mismo que el que pero los votos son reurudos Y
rías. En Colombia hay múltiples listas dentro de los partidos,manera , ��da la falta de control
vuelta es considerablemente menor que la mayoría absoluta. compartidos dentro de la lista y no dentro del partido . De esta
También introdujimos otras dos variables en diversas regresiones. Una es partidar io sobre las nomina ciones (como se analiza más adelan� e), un dtstdente puede montar
compar odos por ot�os candida _ tos d� su
la presencia de un sistema de listas. Todos los sistemas presidencialistas lati­ su propia lista, y los votos que se registra n para él serán _
dad s1m1lar sean eleg1dos
noamericanos excepto Colombia utilizan un sistema de listas partidarias pa­ lista. De esta manera puede ayudar a que otros desertores con mentali está dis�oni ble en � o�de �ay
sin ayudar a elegir rivales dentro del partido (una opción que no
ra elegir por lo menos la cámara baja, aunque México, y desde recientes re­ o cerrada s o, como en Urugua y, �or �acc1 o� es). En ultima ms­
listas partidar ias, ya sean abiertas _
formas Bolivia y Venezuela, eligen alrededor de la mitad de sus diputados tancia, el desertor no necesita registrar su lista bajo un nombre partida no d1stJnto , y por �o tanto
hay un incentivo reducido para montar nuevos partido s, tal como en el caso de otros SIStemas
en distritos uninominales}9 Es plausible que una razón para el número mu-
sin listas partidarias. . . . .
19. Da�a la ausencia de elecciones primarias al estilo estadounidense o de procedimientos 21. Dado que Colombia es el único sistema en A_mérica
)�tina que no utiliz� listas p�mda­
s con LIST sena el equlval en­
descentralizados de nominaciones al estilo filipino, incluso la mitad perteneciente a los distritos rias, hacer una regresión solamente para los datos latJnoamencano por lo que no resulta _
mteresa nte
uninominales puede ser considerada efectivamente como candidatos electos dentro de un siste­ te de utilizar una variable dummy (sustitu ta) para Colomb ia,
ma con listas de un solo nombre. desde el punto de vista teórico.
279
278 Scott Mainwaring y MattJJeW Soberg Shugart Presidencialismo y sistema de partidos en América latina

Otra variable institucional que podría mejorar las oportunidades de los tas, la importancia de la presidencia sirve para reducir el n�er? de parti­
partidos locales de establecerse y, por tanto, aumentar el número de parti­ dos por lo menos cuando el presidente es elegido por mayona s1mple Y en
dos, es la elección directa de los gobernantes provinciales, estatales o depar­ for�a simultánea con el Congreso. De esta maner� los atributos es�ec�ale!
del presidencialismo superan el impacto de la magrutud efectiva_ de distnto.
tamentales. Hicimos interactuar esta variable con LIST porque, por la misma
r�zón mencionada anteriormente, los incentivos para establecer nuevos par­ Sin embargo, al incluir las regresiones (3 y 7) que t?man en cuenta �61� el
.
.
tidos en tomo a elecc1ones de gobernador deberían ser menores en sistemas subconjunto de casos que utilizan elecciones srmultanea:' P?� �yona sun­
sin lista. Elegir gobernadores y otras autoridades locales hace que el federa­ ple, encontramos que la magnitud efectiva es realmente s1gnifica�va para es�
. .
lismo o la descentralización administrativa sean más significativos porque te subconjunto, especialmente cuando se mduyen los c�sos no latinoamenca
aumenta la autononúa de los gobiernos subnacionales frente al gobierno cen­ nos (aunque la variación explicada es muy pequena) . Por lo t�to, no
tral (Riker, 1962). Sin embargo, puede esperarse que la manera en que esta podemos caracterizar a la magnitud como irrelevant� dentro de los SlSte�as
mayor autononúa se refleja en el sistema de partidos nacional varíe según el presidencialistas, si no simplemente como menos rm��rtante q�e el Ciclo
sistema electoral utilizado. Si no hay listas partidarias, la elección de autori­ electoral y que la manera de elegir al presidente, y tamb1en menos rmportan­
�ades locales contribuye a lo que Ordeshook y Shvetsova (1997) llama "par­ te que la presencia o ausencia de listas partidarias.
tidos descentralizados pero verticalmente integrados", en los cuales los gru­
pos locales tienen autononúa pero las elecciones locales sirven, en parte,
com? un canal de reclutamiento para los partidos nacionales. Sin embargo, 6.3. Presidencialismo y disciplina partidaria
los slStemas de listas pueden inhibir la descentralización de los partidos y así
mos en mer:te un fen�me­
crear una oportunidad para que los gobernadores establezcan partidos loca­ Cuando hablamos de disciplina partidaria, tooe
:'do juntos cas1 �odo el h�m­
les sobre cuyas listas pueden tener un control sustanciaL22 no simple: legisladores del mismo partido vota
leg¡sladores del �mo. partido
Así, dentro de los sistemas de listas partidarias, es más probable que se po. Incluso en partidos indisciplinados, los
muchos temas leglSlabvos_ son
desarrollen partidos locales separados en tomo a las elecciones para gober­ en general votan juntos, pero esto es porque
partido. Incluso con .partidos
nadores. En casos extremos, las elecciones para gobernador en los sistemas relativamente conserlSuales dentro y fuera del
ort te �vitar este eot�pos que
de listas partidarias pueden contribuir sustancialmente a la fragmentación comparativamente indisciplinados, es imp � a:10nes p�rh��an�s son a
rrun
de un sistema partidario. Los resultados de las regresiones 2 y, especialmen­ confunden: bajo estas circunstancias, las deno
tivos de la may ona de las_�clinaCiones �e
te, 6, proporcionan algún apoyo para esta noción (sin afectar sustancialmente pesar de todo indicadores significa
�os tema� �ue. d1V1den a la le�l�­
las otras variables que eran significativas en las regresiones 1 y 4). Es decir, si los políticos (J<inzo, 1990). Sin embargo, en . sc1plina�os se ven �vl­
idos mdi
bien la tendencia hacia la descentralización local puede ser aplaudida, cuan­ latura como un todo, con frecuencia los part
iplinado no ��e por que es­
do se combina con la tendencia a utilizar sistemas de listas partidarias en didos. Definido de esta manera, un partido disc programatico, a�que es
o ser
tar bien organizado, bien irlStitucionalizado,
iplinado. �ener �artidos �o­
América latina, las elecciones locales pueden no contribuir a la formación de
ido indi �
sistemas partidarios descentralizados, sino verticalmente integrados, que más probable que lo sea que un part
oón de parti.dos b�en orgaruza­
pueden resultar esenciales para hacer realidad el deseo conjunto de autono­ deradamente disciplinados facilita la corlStruc
ado" (Mamwarmg Y Scully,
mía local e integración nacional. dos y de un "sistema partidario institucionaliz
Una observación final sobre estas regresiones es la sorprendente insigni­ 1995), pero no es una condición suficiente. en
.
que un pres1den.te pue-
ficancia de la magnitud efectiva del distrito. Aunque la magnitud ha sido lla­ de disciplina partidaria afecta al grad o
El nivel
le den el voto d� su partido, o a
mado el factor "decisivo" en la determirlación del número de partidos (Taa­ de confiar en los líderes partidarios para que
iden�es �eces1tan asegura� el
gepera y Shugart, 1989; también Rae, 1967, Lijphart, 1994), los conjuntos de la inversa, influye en el grado en que los pres
os partidanos. Ju�tamente, Lmz
datos sobre los cuales se han basado tales conclusiones han sido extraídos apoyo de legisladores individuales y/o grup
mentan que los slStemas parla-
sustancialmente de sistemas parlamentarios. En los sistemas presidencialis- (1994) y Sartori (1994a, págs. 189-194) argu

(1994, pág. 1304) también encuentra que


el presi �
den alismo con � fo�ato si­
23. Lijphart mcluso
a Rica y Estados Unid os) reduc e e1 n�ero de part idOS,
22. Estas afinnaáones parece.rían aplicarse incluso al sistema de listas cerradas con voto pre­ multáneo-mayoría simple (Cost ment a nos (y en los cuales, por lo
ferenáal de Brasil. Allí los gobernadores tienen un mayor control sobre las nominaáones para r que incluye a los sistemas parla
en un conjunto de datos mayo
bancas de las delegaóones de sus estados al Parlamento naóonal que si no hubiera lista alguna. va).
tanto, la magnitud es significati
y sistema de partidos en América latina 281
280 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart Presidencialismo

mentarios funcionan mejor con partidos disciplinados. Nosotros elaboramos va de que el presidente y los miembros de la Legislatura del mismo partido
la hipótesis de que alguna medida de disciplina partidaria también facilita el compartan un conjunto básico de preocupaciones políticas sobre las cuales
funcionamiento de los sistemas presidencialistas. No podemos poner rigu ro­ en general están de acuerdo. .
samente a prueba esta hipótesis aqui, pero presentamos nuestra lógica y Con todo, el argumento de la disciplina no debería tomarse aquí como Sl
creemos que los casos latinoamericanos apoyan nuestra afirmación. implicara que en el presidencialismo son preferibles partidos rígidamente dis­
Los partidos en los sistemas presidencialistas no necesitan ser altamente ciplinados, dado que hay peligros potenciales de una disciplina excesivamen­
disciplinados, pero la indisciplina frecuente hace más difícil establecer rela­ te severa. Hemos mencionado la alteración de los frenos y contrapesos cuan­
El
ciones estables entre el gobierno, los partidos y la Legislatura . Cuando la dis­ do los presidentes cuentan con una mayoría disciplinada que los apoya.
ciplina es débil, los líderes partidarios pueden negociar un pacto, sólo para parlamento puede no funcion�r como � �
r eno efectivo o
� �� e �l pre �idente,
pre­
encontrar que los miembros legislativos del partido se negarán a cumplirlo. sino como un sello de aprobaaón automatlca a todas sus rn1c1atlvas s1 el
Los presidentes se ven entonces forzados a confiar en bases de apoyo ad hoc sidente y el liderazgo del partido están de acuerdo . Ésta es l� situación de M�­
de la Leg¡slat a son elegi­
más que en los líderes partidarios que pueden brindar los votos de sus cole­ xico, porque aunque la mayoría de los miembros �
da
gas legisladores. Ésta es una situación difícil para los presidentes y fomenta dos por distritos uninominales, la imposibilidad de su reelecc1ón no les
el uso extendido del clientelismo y el patronazgo para asegurarse el apoyo de incentivos para representar a sus supuestos mandan tes. De esta manera, l�s
los legisladores individuales. Puede incluso tentar al presidente a tratar de límites a la reelección legislativa, así como la centralización de todas las norm­
dejar de lado al parlamento mediante medidas de cuestionable constituciona ­ naciones del partido de gobierno en manos del presidente (quien actúa como
el
lidad, o a burlar la Constitución, posiblemente con los militares como aliados. líder del partido), refuerzan el dominio autoritario de la presidencia sobre
Bajo estas condiciones, los presidentes pueden no ser capaces de impulsar parlamento. . . .
. en
mínimamente sus agendas legislativas. Dada la naturaleza de los períodos Si el presidente se encuentra en una s1tuaao, n de gob1emo diVldido
11 11

mayoría de
presidenciales, esta situación puede llevar a un impasse prolongado, con con­ la que un partido o una coalición estable de oposición tiene una
s
secuencias perjudiciales (Linz, 1994). De esta manera, una débil disciplina bancas en ambas cámaras (o en la única cámara) del parlamento, entonce
acuerd os
partidaria puede contribuir a la posibilidad de un bloqueo institucional. una disciplina partidaria extrema le traerá dificultades para lograr
Con partidos disciplinados, el presidente no tiene que negociar una nue­ interpartidarios. Si el liderazgo del partido dominante b�sca s�r o stru�cw­ � _

va coalición ad hoc para cada propuesta legislativa, con la resultante necesi­ nista, los legisladores individuales están obligados a segu:rlo s� estan su¡et�s
_ li­
dad de distribuir patronazgo para lograr apoyo. Creemos que es deseable a una severa disciplina. Si, por el contrario, los miembros md1v1duales son
que haya un gran núcleo de asuntos en tomo a los cuales el apoyo del parti­ bres para actuar al margen de un liderazgo cuyo principal interés es oponer­
del
do pueda darse por sentado. De esta manera los presidentes pueden nego­ se al presidente, algunos podrán ser convencidos de unirse al partido
ciar primordialmente con líderes partidarios, reduciendo el número de acto­ presidente para ciertas propuestas legislativas. . .
res involucrados en las negociaciones, y simplificando así el proceso. Ellos Es más, si el liderazgo del partido tiene serias diferenoas con su prop10
pueden contar con que los líderes partidarios en general son capaces de ase­ presidente, una rígida disciplina partidaria puede hacer difícil para el presi­
­
gurar los votos de la mayoría de los representantes de sus partidos, y hay así dente trabajar con el parlamento, aun si su partido tiene la mayoría (Copped
Incluso en Costa Rica, como señala Carey (1997), la
una mayor previsibilidad y transparencia en el proceso político. Hay mayor ge, 1994; Espinal, 1991).
ree­
probabilidad de que los acuerdos y coaliciones interpartidarias en la Legisla­ combinación de las elecciones presidenciales primarias y los límites a la
ntes con frecuen cia tengan dificulta d en tratar
tura y en el gabinete afecten a un conjunto amplio de temas más que a una lección, hacen que los preside
ncial ha
sola ley; y la negociación ad hoc sobre políticas específicas es necesaria en ge­ con sus propios partidos una vez que el siguiente candidato preside
, si sale victorio sa, determi nará la futura
neral sólo frente a aquellas propuestas que podrían ocasionar grandes cam­ sido nominado, ya que esta persona
parlame ntarios del partido. Si, por el con­
bios en el statu quo. carrera electoral de los miembros
rígida, es poco probabl e que el presi­
Los partidos disciplinados también ayudan a que los votantes comprendan trario, la disciplina partidaria es menos
o
lo que representan las diferentes denominaciones partidarias y los políticos dente se quede sin legisladores que deseen trabajar con él, aun si el liderazg
individuales. Con partidos menos disciplinados, las diferencias ideológicas y del partido se le opone. .
programáticas entre los partidos pueden ser más opacas, obstruyendo el pro­ Esta posibilidad de alianzas entre sectores de distintos partid_o� irnp1de
duran­
ceso de accountability. Indudablemente, es deseable que el partido sea lo sufi­ que el presidencialismo estadounidense se vea abrumado por la crlSlS
el gobiern o dividid o ha llevado a
cientemente cohesivo como para que los votantes puedan tener la expectati- te períodos de gobierno dividido. Aunque
282 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart Presidencialismo y sistema de partidos en Amérial latina 283

numerosas crític� tanto populares como de expertos (por ejemplo, Robin­ Si los lideres partidarios controlan la selección de los candidatos, los
son, 1985; Sundqwst, 1986), se ha argumentado que el proceso legislativ no miembros obstinados del partido no pueden desviarse de la línea partidaria, y
sufre consecuencias bajo un gobierno dividido (Fiorina 1992; May � a la vez seguir usando el nombre del partido en elecciones futuras. Si el lide­
1991)2� o �ue lo� v?tantes incluso lo prefieren como una manera de forza �:Í razgo del partido controla la selección de los candidatos, a los miembros que
compronuso (F10rma, 1988; ��
g er �an y Villani, 1993). Riggs {1988) llega a se resisten a los deseos del partido les puede ser negado el derecho a ser can­
a�gumentar que la falta de diSciplma es preferible en el presidencialism didatos en el futuro.27 En estos casos, los candidatos potenciales deben estar en
Riggs exagera el �ado de in �
ciplina en los partidos estadounidenses (vé � � buenos términos con el liderazgo del partido para conseguir un lugar en la lis­
se Co � Y_ �
cCubb �, 1993); sm embargo, estos partidos tienen claramente
.
ta, ya que el partido dispone de medios poderosos para influenciar el compor­
.
una d1soplma lo suf1oentemente laxa como para que las alianzas entre s _ tamiento de los políticos. Por lo tanto, la habilidad de determinar qwénes son
t�res de distintos partidos sean comunes. Esta operación facilita la gobe ­ r: los candidatos es una característica elemental de la cohesión del partido. En la
.
� �
bili ad en los Esta os Unidos bajo un gobierno dividido, aunque puede re­
.
mayoría de las democracias industrializadas, así como en la mayo � de los
duorla baJO un gobierno unificado.15 países latinoamericanos, los lideres partidarios tienen este poder. Sm embar­
go, los Estados Unidos son un ejemplo prominente de un país en el que los lí­
deres partidarios no controlan quiénes se presentan como c�didatos.
5.4. Determinantes institucionales de la disciplina partidaria Si los líderes partidarios controlan el orden en que sus m�embros son pos­
tulados, pueden selectivamente premiar o castigar a sus miembros rasos mo­
El grado en que los miembros de una delegación parlamentaria dada vo­ viéndolos hacia arriba o hacia abajo en la lista del partido (Carey y Shugart,
tan c ?mo bloque, o bien independientemente uno de otro, está fuertemente 1995). Tales miembros tienen pocos incentivos para construir reputaciones
relaoonado con tres características básicas de las reglas de acuerdo con las personales más allá de las reputaciones de sus partidos porq�e los vot�tes
cuales se convierten en candidatos y son elegidos. Estas tres características no votan por ellos como individuos, sino más bien por la totalidad de la �ta
-control de selección de candidatos, control del orden en el cual los miem­ partidaria. Si, por el contrario, los partidos no controlr el orden e elecoón,
u:

bros son elegidos dentro de una lista partidaria, y la repartición de los votos los miembros tienen un fuerte incentivo para construu sus prop1as reputa­

entre os can�datos de los partidos- afectan fuertemente el grado de in­ ciones, porque su habilidad para ganar votos personales puede inclinar la
fluenoa que tienen los líderes sobre los miembros rasos.26 balanza entre la victoria y la derrota. En esta dimensión hay un continuo de
posibilidades, desde el control completo hasta la falta total de control del or-

�4. C�nsidérese un ejemplo reciente de gobierno dividido en los Estados Unidos.


La elección
den en que se eligen los candidatos.
_ _

pres1denoal de �992 fue prácticamente dominada por denuncias de bloqueo Si los votos son compartidos entre todos los candidatos de un partido, el
entre el presidente
Y el Congreso. Sm embargo, el Congreso y el presidente bajo la administración Bush
tuvieron im­
incentivo de los miembros para cultivar la reputación colectiva de su partido
portantes lo�os legislativos, in �uyendo las extensiones de las leyes de aire limpio y de Jos dere­ es mayor que si cada candidato gana o pierde solamente sobre la base de los
chos de votaoón, y una delegac1ón defast-traclc para negociar acuerdos de li
bre comercio. votos personales que él o ella consigue. Si el partido no controla el orden de
25. El gobierno dividido es más común en sistemas en los que es probable que
Jos votantes elección, una manera de ser elegido es ser personalmente popular, tal como
den sus votos para el Parlamento considerando temas locales o caracterfstic
as de Jos candidatos
más que prefer�cias de polfticas nacionales, que tienden a dominar el voto se indicó anteriormente; pero también se puede ingresar al Parlamento gra­
presidencial. De es­
ta mane�a, la m1sma caracter�tica del sistema electoral que facilita disciplina
limitada -la inde­ cias a la gran votación de algún otro miembro popular. Esto es posible al
p�nd�aa electoral de los leg.sladores ante los líderes partidarios- también
. lleva a un gobierno compartir los votos, porque el primer criterio para de� ignar bancas �s deter­
d1VJd1do, porque fomenta el voto cruzado [ticket-splitting]. Para un desarrollo
más detallado y minar el número de votos ganado por todos los candidatos del partido. Los
una prueba estadística de este argumento, véase Shugart (1995a).
�6. Las reglas parlamentarias también afectan la disciplina partidaria. Si el liderazgo del candidatos individuales muy populares son así un crédito para los candida­
partído en el pa �lamento controla recursos que son valiosos para otros miembros
de su delega­ tos menos populares, ya que sus votos inflan el apoyo del partido como un
.
eón, esto da al lid�zgo una herramienta para imponer disciplina (Cox y McCubbins
. , 1993; Fi­
gueredo Y Limong1, 1995). No tenemos suficiente información sobre paises
latinoamericanos co­
mo �ara tratar este �ema de manera sistemática aquí. Asimismo, aunque nos
concentremos en 27. Donde hay prohibiciones sobre la reelección parlamenta�ia inmediata, como e� Costa
los ststemas de partidos como unidad de análisis, aun dentro de un mismo .
sistema tos diferen­ Rica y México, los lideres partidarios obviamente n� pueden sanaonar neg�do la n�ouna�ón
t� partidos a vec�s �eren ma�cadarnente en su disciplina. En Brasil, por .
. ejemplo, el izquier­ en la próxima elección. Sin embargo, cuando el presidente es d�l mtsmo partido, la dtspos1aón
dista PT � n_tU� d.lSCiplmado, rruentras que los partidos de centro y de derecha son comparati­ .
0 negac;ón de futuras posiciones por designación ofrece un sustituto para la sanoón de la reno­
vamente mdisc1plinados (Mainwaring y Pérez Liñán, 1997).
minación. Véase Carey (1997) y el capítulo de Weldon en este libro.
284
Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart
Presidencialismo y sistema de partidos en América latina 285

todo y así le ayudan a ganar más bancas. Si, por el contrario, los votos no se
comparten, entonces un candidato muy popular puede ser una carga, dado ..
:E
que sus votos no pueden ser compartidos con sus colegas, los votos por sobre o o o E
z z z o
el número que el candidato necesitaba para ganar son desperdiciados, y no o
u
pueden ayudar a elegir otros miembros. El mejor ejemplo de un sistema tal es
el voto único no transferible que se utilizó en Japón hasta 1993 inclusive.
La tabla 6.5 presenta diversas leyes electorales latinoamericanas en fun­ �
ción de cada una de estas tres disposiciones. Para simplificar, asumirnos que :0
·- ·¡¡;
o o
cada categoría es dicotómica, aunque uno puede imaginar las posibilidades z z §
0..
Vi �
al
.�
intermedias (Carey y Shugart, en prensa). Alli vemos que los sistemas de lis­ "O
ta cerrada [closed list] son claramente los más comunes en América latina.28 In­
cluidos en este grupo se encuentran la Argentina, México y Venezuela,29 tres
países en los que los partidos son generalmente disciplinados. Costa Rica es
o
también un sistema de listas cerradas y bloqueadas, pero hay primarias que z
en términos formales son totalmente abiertas; sin embargo, el peso del patro­
nazgo es fuerte y otorga el control de facto a los candidatos presidenciales.
Los sistemas de listas cerradas y bloqueadas dan a las organizaciones par­
>.
tidarias mayor control sobre sus candidatos. Lógicamente, para que el con­ "'
:>
o bO
trol sobre una denominación partidaria sea significativo, debe haber primero Vi Vi :>
z ..
::>
una denominación que controlar. Las leyes electorales son tan sólo uno de
los factores para hacer que la denominación partidaria sea significativa. Los
partidos deben demostrar la integridad de sus denominaciones entre los vo­
tantes a través del suministro de bienes públicos o privados, de la creación
o
de una base social, y de la construcción de una reputación que merezca la z
aprobación pública. En algunos países, como Bolivia y Ecuador, las denomi­
naciones partidarias son menos significativas, y los sistemas partidarios son
"rudimentarios" (Mainwaring y Scully, 1995) a pesar de la autoridad de los
líderes sobre los miembros de sus partidos. La debilidad de la identificación
o
pública con los partidos hace que para los candidatos que no están satisfe­ z
.......
chos con su lugar en una lista partidaria sea menos costoso desertar y formar Vi
un nuevo partido. Cuando se respetan las denominaciones partidarias, es

28. En español, lo que la literatura en idioma inglés denomina dosed lists son las listas cura­
das y bloqueadas. Lo que en inglés se llama open lists son las listas cerradas y no bloqueadas o listas ce­
rradas con voto preferencial. Si los votantes pueden votar por candidatos de más de una lista, el
término es listas abiertas, o el término francés pmrachage. Aquí, cuando decimos open list quere­
mos decir que los votantes pueden (o deben) votar por uno o más candidatos, pero siempre
dentro de una lista.
29. En Venezuela, en México desde 1993, y desde 1997 en Bolivia, alrededor de la mitad de
los miembros de las legislaturas son elegidos por distritos uninominales, mientras que el resto
son elegidos por listas con diversos candidatos. En esos países, las organizaciones partidarias
determinan las nominaciones, incluso en distritos uninominales; de esta manera, el sistema elec­
toral para estas bancas es toda\'ía uno de listas partidarias cerradas, en el que las "listas" contie­
nen sólo un nombre.
i en América latina
287
286 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart Presidencialismo y sistemll de partdos

ones tienen una influencia considera­


más probable que un desertor encuentre que no puede conseguir muchos bre el orden de la boleta, pero las facci
Este sistema está ubica�o en la tabla
ble, porque ellas ordenan los sublemas.
y bloqueadas y los de �tas cerra� as
votos y su nuevo partido fracase. Tal ha sido el caso de Costa Rica y, hasta
6.5 entre los sistemas de listas cerradas
ntivos que generan son mterme? 10s:
las severas dislocaciones económicas y políticas a comienzos de los noventa'
Venezuela. con voto preferencial, porque los ince
de lista cerr�da y bloque�da (debido
a
En un sistema electoral de listas cerradas con voto preferencial, los parti­ más personalísticos que en el sistema list cerradas
os que en Sistex:nas de �
dos determinan quiénes son sus candidatos y comparten los votos entre la votación intrapartidaria) pero men _ os en s1 son cerra-
listas de grup os partidan
ellos, pero no controlan el orden en que son elegidos los candidatos. A un con voto preferencial (porque las
ciudadano puede pedírsele que dé su voto a uno o más candidatos,30 y este das y bloqueadas). .
voto no puede ser transferido a otros individuos, pero las bancas son asigna­ Colo mbia los part idos no pued en negar a los candidatos el uso �e la
En
s en realidad se presentan en listas,
das en primer lugar a los partidos de acuerdo con el número total de votos denominación partidaria. Los candidato
zar el mismo nom�re de partido en_ al­
_
que obtienen sus candidatos, y luego entre los candidatos del partido, de pero las múltiples listas pueden utili
Si todos los candid� tos de un �artido
acuerdo con el número de votos individuales. A pesar de que el número de gún distrito y no compartir los votos.
simplemente un Sistema de lista ce­
representantes es determinado por votos partidarios, si el candidato es o no se unieran en una lista, el sistema sería
rol sobre la �eno�ación, las listas
elegido depende de su capacidad de obtener votos individuales. Este sistema rrada. Sin embargo, dada la falta de cont
les de las facaones y Jefes locales. Un
propo�ciona fuertes in�entivos par� el individualismo en las campañas. Hay son construidas por líderes individua
un jefe de un grupo local lo/la co­
vanac10nes entre los SIStemas de listas cerradas con voto preferencial, pero candidato inconforme con el lugar en que
otro jefe, o sim�lemente lanzar su,pro­
Chile, Perú desde 1985 y Brasil se ajustan al modelo básico. locaría en su lista, puede negociar con �
sólo un ��d1dato cada a, asi que
En Brasil el personalismo utilizado por la lista cerrada con voto preferen­ pia lista. La mayoría de las listas eligen es . Est� ten­
o uno de listas per s onal
cial es reforzado por reglas para la selección de candidatos. Los partidos no el sistema puede ser caracterizado com , un can � dato,
electorale s de tan solo
pueden negar fácilmente a los diputados una nominación futura, incluso dencia hacia listas que son vehículos
cuando no se hayan ajustado a la disciplina partidaria durante su ejercicio. el no com part ir votos de una lista a o�a, hac� que el S1St�a
juntamente con _
o no transfenble utilizado e� Jap�n
La característica de la ley que proporciona candidatos con este grado de au­ funcione esencialmente como el voto únic
las reformas de las leyes pa_rtidanas
tonomía se conoce en Brasil como candidato nato, literalmente "el candidato (Cox y Shugart, en prensa).31 Desde 1991
mayor control de parte del liderazgo
por derecho de nacimiento" (Mainwaring, 1991). Dado que la mayoría de los se están moviendo en dirección de un
s múltip�es continúa.
diputados electos consigue en general la reelección, los efectos de esta dispo­ del partido, pero la práctica de las lista _ sobre las nommac . .
10nes
sición tienen gran alcance: la mayoría de los diputados que ganan una elec­ con limit ado cont rol partidano
En los sistemas un
idatos deben su elección en gran part_e
ción determinada no necesitan el apoyo del partido para aparecer en la bole­ u orden de las listas, o ambos, los cand
no se sient:n en deuda con el _ parti­
ta, aunque los que son candidatos por primera vez deben recibir la a sus propios esfuerzos. De esta manera
las cam�anas y en la r�olecaón de
aprobación partidaria en una convención estatal. do. Esto promueve el individualismo en_
idatos eXltoso� se� l���adores lea­
Uruguay es un caso sui géneris en términos de los tres temas instituciona­ fondos, y es menos posible que los cand
aseguró su victona rmaal. De esta
les que hemos identificado como cruciales para la disciplina partidaria. Cada les a un partido disciplinado que no le
uno de los principales partidos tiene diversas listas de facciones (denomina­
das sublemas), y cada sublema tiene inmumerables listas para diputados. Los ica que no es
lista para elegir más de un miemb�o signif
votantes seleccionan una de estas listas en lugar de un candidato directa­ 31. Sin embargo, el potencial de una candi datos prese nten sus

mente. Los votos para todas las listas dentro de un partido determinado (le­ un caso puro de voto único no transf
erible. El hecho de que t�nto
lo hagan bajo la denon unaa ón _de � o
.�
de l?s p_arti OS
ropias listas, pero que, sin embargo,

ma) son sumados en primer lugar para establecer el número de bancas gana­ �a c10n par tdan a. S•_ la
de la importancia de la den�
rincipales de Colombia, es testimonio as listas pod

nan �erse �­
das por el partido. Las bancas del partido son luego distribuidas datos que mont an sus propt
denominación no fuera valiosa, los candi b•a refl�¡a
arios para sus listas. De �sta ma�era, Colom
proporcionalmente a los sublemas, y las bancas de los sublemas son distribui­ clinados a inventar nuevos nombres partid nc�a anten o�e nt�. En esto� úl­
as a las que se hizo refere
das proporcionalmente a las l si tas. Los partidos en sí tienen poco control so- las instituciones bolivianas y ecuatorian ones en SI no
sus denominaciones, pero las denorrunaa
timos dos países, los partidos controlan _os omb�es y pueden l�g=:
tores deben inven tar sus prop1 �
son valiosas, y por lo tanto los deser _
Sl�aón se rev1erte.
a etiqueta partidaria. En Colo�b1a la.
30. En Chile, un votante debe votar por un candidato. En Brasil y Perú puede hacerlo por el votosbajo los auspicios de una nuev pnno pal,
_
y el hderazgo
utilizar el nombre de un partido
partido (sin indicar preferencia por un candidato), o puede dar su voto para un candidato los desertores generalmente prefieren
(Brasil), o para dos candidatos (Perú). del partido no puede oponerse a eUo.
288 Scott Mainwaríng y Mattlzew Soberg Sllugart Pres idencilllismo y sistema de partdos
i en América IDtina 289

manera, tales sistemas contienen fuertes incentivos para el individualis mo tema los lideres de los partidos juegan un rol más pequeño en la determina­
(como en Brasil) o para el faccionalismo (como en Colombia y Uruguay) . ción de quiénes serán sus nominados. Es incluso posible que un candidato
Excepto para las listas cerradas y bloqueadas, en todas las variante s de sea nominado por encima de los deseos manifiestos de muchos "insiders " del
sistemas electorales que aparecen en la tabla 6.5, pero especialmente en partido, tal como fuera el caso de Jimmy Carter en los Estados Unidos en
aquellas en que el liderazgo del partido no controla el uso de la denomina­ 1976, Carlos Andrés Pérez en Venezuela en 1988, y Carlos Saúl Menem en la
ción, los miembros rasos del partido tienen incentivos para diferenciarse de Argentina en 1989. Entre los países que ahora utilizan la forma de la prima­
sus compañeros (Caín, Ferejohn y Fiorina, 1987; Carey y Shugart, 1995) . Ta­ ria presidencial, en la cual pueden participar los votantes que no son activis­
les incentivos hacen que las elecciones tiendan a operar sobre la base del tas o que no pagan sus cuotas, se ubican Colombia y Costa Rica (véase Ca­
clientelismo. Los miembros aseguran sus bancas mediante la construcción de rey, 1997).
una reputación entre un conjunto de seguidores por ser capaces de proveer­ El atractivo de las primarias presidenciales es obvio: si el presidente es el lí­
les trabajos, proyectos en obras públicas, o una prebenda directa (Ames, der "del pueblo", entonces el pueblo debería participar en las etapas más tem­
1995a y 1995b; Geddes Ribeiro Neto, 1992; Hagopian, 1996). Esas leyes elec­ pranas de su proceso de selección, y no solamente decidir entre los candidatos
torales, por lo tanto, dificultan la articulación de alternativas de políticas pú­ elegidos previamente en reuniones de políticos. Aún para los líderes partida­
blicas y distorsionan el sistema partidario en favor de aquellos con dinero 0 rios, el requerir que los "precandidatos" presidenciales logren seguidores en el
con recursos tradicionales de poder, tales como el control de la tierra en mu­ electorado y estén a la luz pública antes de la campaña final, puede ayudarlos
chas áreas rurales. Adicionalmente, dado que los miembros pueden ganar su al asegurarse que un candidato popular sea escogido. Sin embargo, si el elec­
puesto independientemente de la aprobación partidaria, o bien ganar su torado de un partido en las primarias es significativamente diferente del elec­
puesto gracias a servicios personales y no a promesas de políticas, los parti­ torado general, la primaria podría producir un candidato inelegible.33Cuales­
dos bajo estos sistemas electorales tienden a estar divididos, y con frecuencia quiera que sean los méritos o problemas de las primarias presidenciales,
son indisciplinados y clientelísticos. parece justo decir que funcionan de la mejor manera sólo con partidos que no
Hemos considerado la manera como los partidos controlan el acceso a las tienen una disciplina rígida. Una situación de un presidente elegido en una
boletas de los candidatos legislativos, pero la cuestión también aparece con primaria y un partido parlamentario atado a un pequeño círculo de lideres
los candidatos a presidente. En la poco común circunstancia que el sistema que no apoyan al presidente puede exacerbar las tensiones entre el presidente
de partidos sea tan rudimentario que sea relativamente fácil para un partido y el parlamento.
adueñarse de un lugar, el tema es menos importante. Tanto Fernando Collar Así pues, ¿cuál es el sistema electoral preferible para el presidencialismo?
de Mela en Brasil (1989) como Alberto Fujimori en Perú (1990) fueron capa­ Si las listas cerradas y bloqueadas significan que los miembros responden
ces de ganar la presidencia luego de fundar nuevos partidos que sirvieron abiertamente a los lideres partidarios y no a los votantes, ¿qué pasa con las
como velúculos de sus campañas personales.32 Allí donde los sistemas parti­ listas cerradas con voto preferencial? Tal como lo hemos sugerido, la compe­
darios están más institucionalizados de manera tal que los presidentes perte­ tencia intrapartidaria requerida en un sistema de lista cerrada con voto pre­
necen a partidos grandes y establecidos, es importante considerar qué tan ferencial o voto único no transferible alienta a los miembros a responder a
abierto o cerrado es el proceso de nominación presidencial. Hasta hace poco grupos estrechos dentro de un electorado más amplio y a proporcionar pa­
casi todos los partidos latinoamericanos nominaban sus candidatos presi­ tronazgo como manera de ganar votos. El resultado es con frecuencia, como
denciales en convenciones partidarias en las que sólo los miembros que pa­ en Brasil y en Colombia, una disciplina comparativamente baja.
gaban sus cuotas (y a veces sólo un relativo puñado de "jefes") tenían voz. Aunque no estamos en condiciones de recomendar un sistema electoral
Sin embargo, los países latinoamericanos cada vez más están adoptando sis­ ideal para un sistema presidencialista -probablemente no exista tal cosa- po­
temas de primarias que se asemejan a los de los Estados Unidos. En este sis- demos esbozar los lineamientos que este sistema debería tener en cuenta.
En primer lugar hemos enfatizado que el presidencialismo probablemen­

32. Su habilidad para ser elegidos descansaba no en menor grado en el sistema de segunda te funciona mejor cuando los presidentes tienen un bloque relativamente
vuelta por mayoría absoluta utilizado para elegir a los presidentes en estos dos países, lo que
permite que una proporción relativamente pequeña de los votos sea suficiente para ser elegible
en la segunda vuelta. Por ejemplo, Collar ganó 30,5% en la primera vuelta (quien luego fuera su
33. La ley colombiana para la elección primaria resguarda contra esta posibilidad, al permi­

oponente en la segunda vuelta obtuvo sólo el l7%, pero hizo que la segunda vuelta fuera pare­ tir que cualquier votante participe de la primaria de un partido, ya sea que el votante tenga o no
ja: 53% - 47%) y Fujimori obtuvo sólo el 29,1% contra el 32,6% de Vargas Llosa, antes de derro­ lealtad hacia el partido en otros planos. Es decir, Colombia utiliza una primaria "abierta". Véase

tarlo 62,5% - 37,5% en la segunda vuelta. Shugart (1992).


290 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart Presidencialismo y sistema de partidos en América latina 291

grande en bancas legislativas confiables. Esto podría sugerir lo deseable de un gran número de partidos, los presidentes probablemente estén en una si­
tener elecciones legislativas simultáneas con una elección presidencial utili­ tuación de clara minoría en el parlamento (y probablemente también en la
zando la mayoría simple, o al menos una segunda ronda con un umbral me­ sociedad). Esta situación puede hacer difícil que los presidentes lleven ade­
nor que la mayoría absoluta para la victoria en la primera vuelta.34 lante sus agendas, puede llevar a un impasse, y puede fomentar que los presi­
En segundo lugar, y a fin de dar a los miembros del parlamento el incen­ dentes utilicen el patronazgo para lograr el apoyo de (o para evitar) al parla­
tivo de responder a su más amplio electorado más que a los jefes de cual­ mento y los partidos.
quiera de los partidos o redes patrones-clientes, aparecen como deseables los También hemos enfatizado que la disciplina partidaria o su ausencia afec­
sistemas intermedios entre las listas cerradas con voto preferencial y las ce­ ta el funcionamiento del presidencialismo. Con una débil disciplina partida­
rradas y bloqueadas. Tales sistemas intermedios, en los que ni el orden de la ria, las negociaciones de los presidentes con los legisladores individuales y1o
lista establecido por los líderes del partido ni la capacidad individual para los líderes partidarios regionales se convierten en algo crucial; con partidos
obtener votos de los candidatos es el único criterio para determinar el orden altamente disciplinados, los presidentes pueden negociar primordialmente
de elección, se pueden encontrar en muchos países europeos (Katz, 1986). con los líderes partidarios nacionales. Como hemos enfatizado también, bajo
Los sistemas tomados del ejemplo alemán, en el que cerca de la mitad de los el presidencialismo hay problemas tanto con los partidos indisciplinados co­
miembros son elegidos de listas cerradas y bloqueadas de RP y el resto en mo con partidos extremadamente disciplinados. Hemos mostrado también
distritos uninominales también son algo promisorio. Los sistemas de este ti­ que tanto el número de partidos como el grado de disciplina partidaria son
po funcionan hoy en día en Bolivia, México y Venezuela y frecuentemente se configurados como aspectos clave de la legislación electoral y partidaria. Fi­
discuten en Brasil y en otros lugares. En estos sistemas, se esperaría que los nalmente, argumentamos que el poder de los presidentes dentro del partido,
miembros elegidos de distritos uninominales atiendan la opinión local (sin discutido en este artículo, y sus poderes legislativos constitucionales, anali­
tener que competir con otros candidatos de otros partidos, tal como ocurre zados en otro artículo (Shugart y Mainwaring, 1997), modelan de manera
en los sistemas de listas cerradas con voto preferencial), pero el componente fundamental su capacidad de hacer las cosas.
de RP asegura que no domine ningún partido. Si las reformas electorales de La importancia de la interacción entre el presidencialismo y la disciplina
este tipo continúan llevándose a cabo en América latina, queda lugar para el partidaria no sorprende si es que tenemos en cuenta algo de la literatura
optimismo de que los parlamentos comiencen a proporcionar una represen­ comparativa sobre temas relacionados. En escritos sobre sistemas parlamen­
tación más significativa de sus electorados más amplios, más que de jefes tarios ha sido manifiesto, hace tiempo ya, que hay diferencias sustanciales
partidarios o estrechos grupos de patrones-clientes. Si así fuere, entonces el entre las situaciones de gobierno mayoritario y las situaciones de gobierno
parlamento estaría en una mejor posición para cumplir con un rol político in­ minoritario o de coalición (Lijphart, 1984; Strom, 1990). Por otro lado, ha sur­
dependiente y, por lo tanto, su freno al presidente sería más significativo. gido un fuerte debate en el contexto de los Estados Unidos sobre el impacto
Las disputas internas probablemente se resolverían entonces a través del del gobierno presidencial dividido (Mayhew, 1991; Fiorina 1992). Hasta hace
compromiso político, tal como frecuentemente sucede en los Estados Unidos, relativamente poco, sin embargo, se prestó poca atención a este tema para
más que por la distribución del patronazgo. los sistemas presidencialistas en América latina. Por otra parte, se ha hecho
poco sobre el tema de disciplina partidaria en el presidencialismo, a pesar
del amplio reconocimiento de su importancia.
6.5. Conclusiones Aunque nos hemos concentrado en las diferencias institucionales entre
los sistemas presidencialistas, somos conscientes de que hay otros factores
El tema global de este artículo ha sido que el presidencialismo se estudia muy importantes en la determinación de cómo funciona el presidencialismo.
más fructíferamente en relación con dos aspectos clave del sistema partida­ La calidad del liderazgo, la naturaleza de los clivajes sociales y los conflictos
rio. El primer aspecto es el número de partidos, o el grado de fragmentación políticos, el nivel de desarrollo y la cultura política afectan fuertemente la
del sistema de partidos. Con un sistema partidario altamente fragmentado, o manera de funcionar de la democracia. Sin embargo, las disposiciones insti­
tucionales inciden sobre la naturaleza de la representación y ayudan o difi­
cultan a los gobiernos democráticos en sus esfuerzos para gobernar de mane­
34. Por ejemplo, la regla en Costa Rica, donde un candidato tiene que obtener un 40% en la

primera ronda para evitar una segunda ronda, o una nueva disposición como en la Argentina,
ra eficaz.
que requiere una extensión mínima de votos. Véase también Shugart y Taagepera (1994) para un
análisis de los dos formatos de segunda ronda.
292 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Slzugart Presidencialismo y sistema de partidos en América latina 293

5.6. Apéndice Chile


Coaliciones electorales de los presidentes
Para 1957-1958 y 1958-1961, nos faltan datos sobre el Senado. El promedio
para el Senado se basa por lo tanto en 16 elecciones.
Listamos la información sólo cuando se trató de una coalición en la cual Las cifras para 1937-1945 son estimadas. Para esos años, Nohlen da infor­
por lo menos dos partidos lograron bancas en el Parlamento, en lugar de un mación solamente sobre los resultados de las elecciones, no sobre la composi­
único partido que formalmente apoyó al candidato presidencial. Incluimos ción del Senado. Para 1937-1938 y 1938-1941, agregamos los resultados de
en la lista solamente a los partidos que obtuvieron bancas; en algunos casos 1937 (20 bancas) a los resultados de 1932 (45 bancas). Para 1941-1942 y 1942-
hubo partidos minoritarios que no ganaron bancas en el Parlamento nacional 1945, agregamos los resultados de 1941 (20 bancas) a los resultados de 1937.
que también apoyaron al candidato presidencial ganador. John Carey, Brian 1932-1937 y 1937-1938: Partido Liberal, Partido Liberal Unido, Partido Li­
Crisp, Mark Jones, Charles Kenney y Michelle Taylor proporcionaron infor­ beral Doctrinario, Partido Liberal Democrático, Partido Demócrata, Partido
mación útil para esta apéndice. Democrático, Partido Radical Socialista, Partido Social Republicano y Parti­
do Conservador.
1938-1941 y 1941-1942: Partido Radical, Partido Comunista Chileno, Par­
tido Socialista, Partido Demócrata y Partido Radical Socialista.
Argentina
1942-1945 y 1945-1946: Partido Radical, Partido Socialista, Partido Comu­
nista Chileno y Falange Nacional.
1989-1995: Partido Justicialista, Partido Blanco de los Jubilados, Parti do
1946-1949 y 1949-1952: Partido Radical, Partido Comunista Chileno y Par­
Intransigente y Partido Demócrata Cristiano.
tido Liberal.
1995-1999: Partido Justicialista, Unión del Centro Democrático, Parti do
1952-1953 y 1953-1957: Acción Renovadora, Partido Agrario, Partido del
Renovador de Salta, Movimiento Popular Jujeño y Partido Bloquista.
Trabajo, Partido Nacional, Partido Nacional Cristiano, Movimiento Republi­
cano, Partido Agrario Laboralista, Partido Demócrata, Partido Socialista Po­
pular y Movimiento Nacional !bañista.
Bolivia 1958-1961 y 1961-1964: Partido Conservador, Partido Liberal, Movimien­
to Nacional del Pueblo y Falange Nacional.
No computamos una cifra para la coalición presidencial de 1982-1985 por­
1970-1973 y 1973: Partido Socialista, Partido Comunista Chileno, Partido Ra­
que no hubo elecciones populares en 1982. Siles Suazo fue elegido por el Par­
dical, Movimiento de Acción Popular Unitario y Acción Popular Independiente.
lamento en 1982, pero las elecciones parlamentarias fueron llevadas a cabo
1989-1993: Democracia Cristiana, Partido por la Democracia, Partido So­
en 1980.
cialista, Partido Radical y Partido Humanista.
1993: Democracia Cristiana, Partido por la Democracia, Partido Socialista
y Partido Radical. Los datos del Senado para 1989 al presente incluyen los
Brasil senadores designados.

1945-1947 y 1947-1950: Partido Social Democrático y Partido Trabalhista


Brasíleiro. Costa Rica
1950-1954: Partido Trabalhista Brasíleiro y Partido Social Progressista.
1955-1958 y 1958-1960: Partido Social Democrático y Partido Trabalhista 1958-1962: Partido Unión Nacional y Partido de Unificación.
Brasileiro.
1961: Uniao Democrática Nacional, Partido Demócrata Cristiano, Partido
Libertador y Partido Trabalhista Nacional. Perú
1985 y 1986-1989: Partido do Movimento Democrático Brasileiro y Partido
da Frente Liberal. Perú cambió a un Parlamento unicameral en 1992-1993 (el parlamento
1994: Partido Social Democrático Brasileiro, Partido da Frente Liberal Y constitucional de 1992 era unicameral, y la nueva Constitución entró en vi­
Partido Trabalhista Brasileiro. gor en 1993).
294 Scott Mainwaring y Matthew Soberg Shugart

1958-1990: Alianza Popular Revolucionaria Americana, Democracia Cris­


.
tiana, y Sociedad y Democracia.

Venezuela
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