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EUROPA OCCIDENTAL

1. EL ESTADO ABSOLUTISTA EN OCCIDENTE

En el transcurso del siglo XVI apareció en Occidente el estado absolutista, cuya


estructura administrativa era calificada por Marx como "instrumento específico burgués": la
condición fundamental de antigua monarquía era el equilibrio entre la nobleza terrateniente
y la burguesía, mientras que el poder estatal centralizado con sus órganos omnipotentes,
el ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura —órganos creados
con arreglo a un plan de división sistemática y jerárquica del trabajo— procede de los
tiempos de la monarquía absoluta y sirvió a la naciente sociedad burguesa como arma
poderosa en sus hechos contra el feudalismo.

Las monarquías absolutas introdujeron unos ejércitos y una burocracia permanente,


un sistema nacional de impuestos, un derecho codificado y los comienzos de un mercado
unificado; todas estas características, esencialmente capitalistas, dice el autor, coinciden
con la desaparición de la servidumbre que era la institución nuclear del primitivo modo de
producción feudal. Y añade que, sin embargo, las relaciones feudales no desaparecieron
en el campo mientras el trabajo no se transformó en "fuerza de trabajo"; las relaciones de
producción rurales continuaban siendo feudales, pues los señores que continuaron siendo
propietarios de los medios de producción fundamentales fueron los nobles terratenientes.
Según el autor, los cambios en las formas de explotación feudal que acaecieron al final de
la época medieval fueron precisamente los que modificaron las formas del Estado: y así
entiende que "el absolutismo fue un aparato reorganizado y potenciado de dominación
feudal", pues incluso cuando el campesino pide créditos al noble, los intereses son muy
altos y se arruina ("refeudalización", la llama). También C. Hill opina lo mismo: "la monarquía
absoluta fue una forma diferente de monarquía feudal".

El estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía, ni un


instrumento de la naciente burguesía contra la aristocracia. Y, mientras el feudalismo como
modo de producción, se definía por una unidad orgánica y política distribuida en soberanías
fragmentadas a lo largo de toda la formación social, el estado absoluto fue —lo mismo que
los estados monárquicos del Renacimiento— instrumento modernizado para el
mantenimiento del dominio nobiliario sobre las masas rurales; la nobleza tenía que
adaptarse, sin embargo, a la burguesía mercantil que se había desarrollado en las ciudades
medievales.

En el siglo XII los conceptos legales romanos comenzaron a extenderse hacia el


exterior de Italia. A finales de la Edad Media ningún país importante de la Europa Occidental
estaba al margen de este proceso: pero la recepción decisiva del derecho romano ocurrió
en la era del Renacimiento, correlativamente con el absolutismo.

Económicamente, la recuperación e introducción del derecho civil clásico favoreció el


desarrollo del capital libre en la ciudad y en el campo (la gran nota distintiva del derecho
civil romano había sido su concepción de una propiedad privada absoluta e incondicional,
mientras que el modo de producción feudal se definía precisamente por los principios
jurídicos de una propiedad escalonada o condicional, que servía de complemento a su
soberanía fragmentada). La reaparición plena de la idea de una propiedad privada absoluta
de la tierra fue un producto de la primera época moderna.
La recepción del derecho romano en la Europa renacentista fue un siglo de la
expansión de las relaciones capitalistas en las ciudades y en el campo, y económicamente
respondía a los intereses vitales de la burguesía comercial y manufacturera; políticamente
correspondía a las exigencias constitucionales de los estados feudales reorganizados de la
época. El sistema legal romano comprendía dos sectores distintos y aparentemente
contrarios:

—el derecho civil, que regulaba las transacciones económicas entre los ciudadanos:
"Ius"; y

—el derecho público, que regía las relaciones políticas entre el estado y sus súbditos:
"Lex" ("la voluntad del príncipe tiene fuerza de ley").

El auge de la propiedad privada desde abajo, se vio equilibrado por el aumento de la


autoridad pública: los estados absolutistas de Occidente apoyaron sus nuevos fines en
precedentes clásicos: el derecho romano era el arma intelectual más poderosa que tenían
a su disposición para programas de integración territorial y centralismo administrativo.

Innovaciones institucionales:

A. El estado absolutista echó los cimientos del ejército profesional. No constituían un


ejército nacional obligatorio, sino una masa mixta de hombres en la que los mercenarios
extranjeros desempeñaban un papel constante y central, y cuya explicación encuentra él
en la negativa de la clase noble a armar en masa a sus propios campesinos (según cita de
Jean Bodin, por si se sublevaban); y, a la inversa, se podía confiar en las tropas mercenarias
para aplastar rebeliones sociales.

B. La burocracia civil y el sistema de impuestos. El sistema nació en el siglo XVI y se


convirtió en un soporte financiero fundamental de los estados absolutistas durante el siglo
XVII (no parece tener en cuenta que también los no absolutistas y marxistas —que lo cobran
en directo sin incluirlo en el salario— de todos los siglos siguientes...).

La burocracia absolutista reflejó el ascenso del capital mercantil. Acusa al absolutismo


de tener también unos impuestos reales para financiar la guerra que gravaban también en
los pobres (no se fija en que la infraestructura en general era muy precaria, tanto más en
cuanto a la siempre difícil justicia distributiva).

C. El comercio: la teoría mercantilista —dice Bodin— era profundamente belicista, al


hacer hincapié en la necesidad y rentabilidad de la guerra (lo "recogen" del marxismo,
porque el mercantilismo era más bien y simplemente liberalista).

D. Diplomacia, que fue la marca del nacimiento del estado renacentista, y en la que el
autor ve también el predominio feudal. La entiende como un sistema formalizado de presión
e intercambio interestatal, con el establecimiento de embajadas recíprocamente asentadas
en el extranjero, cancillerías permanentes, etc. (se diría que piensa en la KGB...).

El E.A. realizó funciones sociales en la acumulación agraria necesaria para el triunfo


final del modo de producción capitalista, puesto que favorecía indirectamente los intereses
de la clase mercantil. La clase noble nunca tuvo un desplazamiento político, sino que era la
misma nobleza feudal, en época de transición al capitalismo y atada ahora al Estado:
ejército, burocracia, diplomacia y dinastía formaban un inflexible complejo feudal que regía
toda la maquinaria del Estado y guiaba sus destinos, hasta que la nobleza desapareció y
llegaron las "residencias" burguesas y la aparición del estado capitalista.

2. CLASE Y ESTADO: PROBLEMAS DE PERIODIZACIÓN (según las relaciones


entre nobleza y monarquía)

Los estados del reino representaban usualmente a la nobleza, al clero y a los


burgueses urbanos, organizados en un sistema de tres curias, o en otro diferente de dos
cámaras. El autor entiende la Iglesia como una parte más de la nobleza, y explica los
servicios que como tal prestaba en beneficio del Estado y de ella misma.

Época del Renacimiento (primera fase): consolidación del absolutismo, gran auge
secular de grandes señores provocado por el rápido crecimiento demográfico y cultura
universitaria en las aristocracias occidentales, pero subsistía la pirámide medieval en torno
al soberano, hasta que los teóricos del absolutismo empezaron a propagar las
concepciones del derecho divino que elevaba la soberanía regia por encima de la lealtad
limitada y recíproca de la Edad Media.

Bodin formula a este respecto la idea moderna del poder político como capacidad
soberana de crear nuevas leyes e imponer su obediencia indiscutiblemente: "Su signo
principal es el de imponer leyes sobre los súbditos, generalmente sin su consentimiento", y
"la ley no es más que el mandato de un soberano en el ejercicio de su poder"; pero también
habla en contra del mero arbitrio del monarca. Y, de hecho, ningún estado absolutista en
Occidente pudo disponer a placer de la libertad, ni de las tierras de la nobleza, ni de la
burguesía; tampoco pudieron alcanzar una centralización administrativa, ni una unificación
jurídica completa, sino que siempre estuvo doblemente limitada:

a) por la persistencia de los organismos políticos tradicionales que estaban por debajo
de ella,

b) por la presencia de la carga excesiva de una ley moral situada por encima de ella.

El siglo XVII presenció la implantación plena del estado absolutista:

—en un siglo de depresión agrícola y demográfica

—los ejércitos multiplican su tamaño

—el costo de estas enormes máquinas militares creó profundas crisis de ingresos en
los estados absolutistas: se incrementaron los impuestos sobre las masas, y se hizo venta
de cargos y honores públicos, que hace que crezca el número de burgueses "arribistas"
entre los funcionarios del Estado.

Pero la extensión de la guerra, la burocratización de los cargos, la intensificación de


los impuestos, la invasión de las clientelas..., empujaban a la eliminación de lo
que Montesquieu, un siglo después, teorizaba con nostalgia como los "poderes
intermedios" entre la monarquía y el pueblo: las asambleas de estados se hundían bajo la
fuerza centrípeta de la nobleza en torno al monarca. A pesar de todo, hubo en el siglo XVII
repetidas rebeliones locales nobiliarias contra el Estado absolutista (la Fronda en Francia,
la república catalana en España, la revolución napolitana en Italia, la rebelión de los estados
de Bohemia y la gran rebelión en Inglaterra; con diferentes proporciones), pero no hubo
nunca una rebelión permanente, pues estaba unida por cosas en común a la monarquía.
La gran rebelión únicamente triunfó en Inglaterra. El siglo XVIII es, en comparación, de gran
tranquilidad y consolación, estabilidad; la nobleza vuelve a ganar confianza en su capacidad
para regir los destinos del Estado. Las relaciones civiles del estado absolutista de Occidente
en la era de la Ilustración reflejan un exceso de adornos, refinamiento de las técnicas,
influencias burguesas, pérdida del dinamismo y la creatividad. Todavía se predicaba y
practicaba el mercantilismo, aunque las nuevas doctrinas insisten más en el comercio libre
y la inversión en la agricultura.

Se extendió el "vincolismo", para la protección y consolidación de las grandes


propiedades agrarias contra las presiones y riesgos de desintegración por el mercado
capitalista. Se prohibía a los propietarios de tierras la enajenación de la propiedad familiar
e investía de derechos únicamente al hijo. Así preserva intactos los grandes bloques de
propiedades, los latifundios de los potentados, contra los peligros de la fragmentación o
venta en un mercado comercial abierto.

Se extendió por toda Europa una nueva cultura, cosmopolita y elitista de corte y salón,
tipificada por la nueva preeminencia del francés como idioma internacional del discurso
diplomático y político (penetrado por las ideas burguesas representadas en la Ilustración).
La fuerza real de los ejércitos en general se estabilizó o disminuyó en la Europa Occidental
tras el tratado de Utrecht. Pero la frecuencia de las guerras y su importancia capital para el
sistema estatal internacional no cambió sustancialmente.

Común determinante fue la orientación feudal-territorial (Guerra de los Cien Años,


lucha de Habsburgo y Valois); reforma y contrarreforma (Treinta Años).

Que fue reemplazado por un tipo nuevo de conflicto militar, las guerras comerciales
capitalistas: angloholandesas (enfrentamientos marítimos, cuyo objetivo era el monopolio
colonial mundial); de ahí la guerra mixta del siglo XVIII —la de los Siete Años—.

EUROPA ORIENTAL

1. EL ABSOLUTISMO EN EL ESTE

La invasión otomana no llegó al este del Elba, pero la crisis económica de Europa
oeste en los siglos XIV y XV produjo en el Este una violenta reacción feudal represión del
campesinado, agudizada en el siglo XVI. En la política esto se tradujo en absolutismo, pero
no como compensación a que desaparecieran los siervos (como en Occidente), sino como
instrumento para la consolidación de la servidumbre, implantado desde arriba y a la fuerza,
para hacer frente a los absolutismos occidentales —bien organizados para la guerra—.

La invasión sueca fue la que más influyó en este sentido pues entre 1630 y 1720 llegó
a tener un arco de poderío en el Este semejante al que había tenido anteriormente España
en la Europa Occidental y aún mayor: con la Guerra de los Treinta Años Gustavo Adolfo
arrolla el poder de los Habsburgo en Alemania y ocupa Moravia y hasta la orilla del Moldava
(en Praga), Branderburgo y la Pomerania (por Westfalia en 1648); así Prusia organiza su
absolutismo para defenderse en 1650 y Berlín se hace su joven y temeroso aliado (de
Suecia) para esquivar su empuje.

Polonia es invadida en 1655 y todo el valle del Vístula queda desgarrado; se le priva
de la soberanía de Prusia, pero lo más grave es la crisis en que queda ya sumida Polonia
pues, si bien Sobieski dirigió la liberación de Viena del cerco turco en 1680, le siguió la gran
guerra del norte de 1701-21, cuyo principal escenario fue Polonia: la nobleza de este país
no supo recuperarse ni defenderlo con un absolutismo y el país dejó de existir como Estado
independiente.

En Rusia la aristocracia quiso crear pronto una monarquía militar debido a las
invasiones de la Horda de Oro hasta el siglo XV y luego los janatos de Kazán y Astracán
en busca de esclavos, hasta su derrota y absorción a mediados del siglo XVI; otro siglo más
los tártaros de Crimea en busca de botín y de esclavos, que dejaron Ucrania como un
páramo, aunque carecían de capacidad para la conquista y ocupación permanente; también
influyó lo que el autor llama "ideología de la Tercera Roma", cuando Iván III se casó con la
sobrina del último Paleólogo (Emperador de Constantinopla) y se arrogó en 1480 el título
de zar-emperador. Sin embargo lo más temible a partir del siglo XVI era la amenaza de las
armas más modernas del Oeste (Suecia, etc.).

Iván IV sufrió a finales del XVI las guerras de Livonia, en las que Suecia consiguió
Estonia en 1582, trampolín para el dominio del litoral del norte del Báltico. A los desmanes
tártaros del XVII y a la subida al trono de la dinastía Romanov, siguió la penetración sueca:
De la Gardie penetró con un ejército hasta Moscú para sostener al usurpador Shniski; 3
años después estuvo a punto de ser elegido un hermano de Gustavo Adolfo, pero fue
elegido por fin Miguel Romanov, no sin ceder a los suecos Carelia e Ingria que, junto con
Livonia que arrebataron a Polonia, les dio prácticamente el dominio del Báltico: el edificio
estatal ruso concluyó con Pedro I en el XVIII, con motivo de la ofensiva sueca de Carlos XII
sobre Nava y Ucrania que puso a prueba y consolidó el poder zarista. Prusia también se
hizo fuerte y resistió a Suecia.

De este modo, el Este imitó las estructuras estatales del Oeste empujado por la
necesidad de hacerle frente pero sin haber alcanzado un semejante estadio de transición
económica hacia el capitalismo.

También estuvo influido por las luchas de clase internas y se consolidó la servidumbre:
en Brandenburgo se hace un pacto (1653) por el que se aumenta el poder de la dinastía
sobre la nobleza y el de ésta sobre el campesinado; en Alemania la monarquía suprimió el
sistema de estados y la servidumbre quedó normalizada en todas las tierra de los
Hohenzollern; en Brandenburgo y Prusia oriental los Landtage pierden su poder en 1683;
lo mismo en Rusia: en 1648 la Asamblea de la tierra (Zemski Sobor) se reúne en Moscú
para aprobar el "Sobornoe Ulozhenie" que codificaba por primera vez la servidumbre de la
población rural y un estricto control sobre las ciudades y sus habitantes y comprometía las
tierras nobles al servicio militar: se consolida así el zarismo como sistema estatal y cae el
sistema de Estados; hasta que en 1683 la monarquía construye un amplio ejército
semipermanente y desbanca al "Zemski Sobor" que era ya un "fantasmal claque cortesana".
El pacto social entre la monarquía y la aristocracia rusa queda así sellado con el
establecimiento del absolutismo a cambio de la aprobación de la servidumbre; en Bohemia,
el tratado de Westfalia da el poderío a la monarquía Habsburgo y a los grandes
terratenientes sobre el campesinado checo (su vieja aristocracia había desaparecido en la
batalla de la Montaña Blanca y es sustituida por propietarios, aventureros militares y
funcionarios de la corte; junto con la Iglesia —dice el autor— controlaban las tres cuartas
partes de las tierras de Bohemia).

En el XVI las ciudades consiguen cierta prosperidad, pero con la maduración de los
estados absolutistas en el XVII pierden la posibilidad de su renacimiento: las nuevas
monarquías (Hohenzollern, Habsburgo y Romanov) aseguraron la supremacía política de
la nobleza sobre las ciudades (Koenisberg en Prusia oriental resistió al gran Elector en 1653
pero fue aplastada en 1662 y 1674 ante la pasividad de los junkers locales). Rusia carecía
de clase burguesa fuerte, pues el comercio estaba acaparado por boyardos, funcionarios y
mercaderes "gosti" que dependían del gobierno y el "Sobornoe" se promulgó por la
explosión de los grupos más fuertes y heterogéneos del trabajo semi-rural, fusileros de la
milicia y artesanos que se rebelaron ante la subida de precios de artículos básicos y el
aumento de los impuestos; fueron sofocados unos y anulados los fusileros y reprimidas
para siempre las ciudades aún rebeldes (Novgord y Pskov); en tierra checas la guerra de
los Treinta Años arruinó el desarrollo de las ciudades de Bohemia y Moravia.

Pero la represión del absolutismo estaba dirigida, sobre todo, contra el campesinado.
El XVII es un siglo de descenso demográfico y, en el Este, la extensión territorial tan grande
agudiza aún más el problema; de aquí el intento de los terratenientes de atar a los
campesinos a la tierra y éstos luchan en ocasiones simplemente huyendo a tierras
fronterizas sin explotación señorial (Siberia, por ejemplo): así había campesinos
propietarios hasta que fueron atrapados en servidumbre en el siglo XVIII. Hasta entonces,
nobleza y clero se disputaban —dice el autor— el "control de almas para el cultivo de las
tierras", admitiendo a su servicio incluso a fugitivos de fincas más pequeñas. Esto terminó
con el aparato coercitivo del Estado que imponía la adscripción a la tierra en todo el territorio
ruso (como ya habían querido conseguir las anteriores leyes señoriales al respecto, aunque
sin resultado): el absolutismo consigue convertir la teoría jurídica en práctica económica:

Polonia fue la excepción que tuvo que lamentar:

— exteriormente: la invasión de Suecia por no haber generado el absolutismo


defensivo;

— interiormente: tuvo una grave insurrección campesina en 1648: había


empezado en los cosacos de Dniper, libres y seminómadas organizados en comunidades
con:

— isla fortificada o sech (campamento guerrero)

— consejo de oficiales o starshina

— comandante supremo o hetman

el campamento principal era Zaporozhe, pero los errantes se mezclaban con


asentamientos aldeanos de agricultores; la nobleza polaca en su expansión hacia Ucrania
creyó conveniente tolerarlas y "englobarlas" bajo mando polaco, de modo que los utilizaron
como caballería auxiliar y sus oficiales llegaron a constituir una élite sobre los cosacos y
entre los polacos: se originó así el fenómeno de unas masas rurales capaces de presentar
ejércitos organizados contra una aristocracia feudal.

Repentino motín en 1648 dirigido por el hetman Jmelnitski que desencadena la


rebelión de los siervos de Ucrania y tres años después les imitan los campesinos polacos
de la región de Podhale (Cracovia): los ejércitos polacos (szlachta) fueron derrotados
repetidamente por las fuerzas zaporozhianas hasta que Jmelnitski transfirió su fidelidad a
Rusia con el tratado de Pereyaslavl en 1654, porque garantizaba los intereses
del starshina cosaco; pero pronto lo integraron en el Estado ruso, hasta que por fin los
escuadrones cosacos llegaron a formar un cuerpo de élite de la autocracia zarista, "Como
dragones encargados de la represión de las masas rusas": Rusia consiguió así, con el
absolutismo —dice el autor— rechazar a los suecos y utilizar a los cosacos, a pesar de que
sufrió también muchas rebeliones campesinas:

— 1606-7: campesinos y cosacos del Dnieper toman la provincia bajo el mando


del ex-esclavo Bolotnikov y a punto de instalar al falso Dimitri como zar de Moscú;

— 1633-4: siervos y desertores de guerra de la zona de Smolensko se rebelan


bajo el mando del campesino Balash;

— 1670-1: prácticamente todo el sudeste se sacude el control señorial, y subían


por el valle del Volga numerosísimos ejércitos de cosacos y campesinos dirigidos por el
bandido Razín;

— 1707-8: campesinos en masa del Bajo Don siguieron al cosaco Bulavín en una
violenta rebelión por la subida de contribuciones y trabajo obligatorio en los astilleros
impuestos por Pedro I;

— 1773-4: rebelión de numerosas poblaciones explotadas (desde los Urales al


Caspio) al mando de Pugachev que combinó cosacos, obreros, campesinos y pastores.

Pero la función del Estado era precisamente defender a la nobleza de sus rivales del
exterior y de sus campesinos del interior. También Brandenburgo sufrió estallidos de
violencia campesina en el distrito de Prignitz, por la concentración del poder nobiliario en el
Gran Elector. Y el campesinado de Bohemia, progresivamente degradado en su posición
económica, se levantó contra sus señores en 1680 y tuvieron que acudir los ejércitos
austriacos.

El absolutismo oriental nació con gran influencia de la guerra: En Brandenburgo el


Gran Elector comenzó toda su administración como subdepartamentos técnicos
del Generalkriegskommissariat y a partir de 1679 con Von Grumbkow se convirtió en el
órgano supremo (Generalkriegskommissariat) del absolutismo de los Hohenzollern (es
decir, que "la burocracia prusiana nació como una rama del ejército"): constituía un
ministerio de la guerra y de hacienda omnicompetente; mantenía ejército permanente,
recaudaba impuestos, regulaba la industria y suministraba a Brandenburgo el funcionariado
provincial, de manera que todos estaban ligados a los objetivos militares y destinados a
servirlos. El Estado adquiría así un corte militar y todo el sistema social se ponía al servicio
del militarismo, incluidos desertores y campesinos extranjeros. Los junkers tenían el control
del mando; absorbía el 70-80% de los ingresos fiscales en tiempos de Federico II.

Sin una burguesía mercantil que pudiera atemperar el carácter del Estado absolutista
mediante la "compra" de cargos en él (como sucedía en Occidente), sino con una sofocante
política anti-urbana por parte del Estado que controlaba tanto el comercio como las
ciudades (absorbiendo a su servicio tanto la nobleza como los junkers, que identificaban
sus intereses con los militares del Estado, pues éste les concedía posiciones de honor y el
beneficio en ese servicio). Así hicieron Federico Guillermo I e Iván IV (que promulgó en
1556 la obligatoriedad del servicio militar para los señores, y que era lo único que les
permitía la posesión legal de la tierra), y después Pedro I más radical aún.
2. NOBLEZA Y MONARQUÍA: LA VARIANTE ORIENTAL

Durante la Edad Media no se había producido ningún sistema feudal político


plenamente articulado como en Occidente, sino que generalmente, combinaban una
aristocracia guerrera dominante con una población heteróclita de campesinos libres y
siervos por deudas o esclavos capturados, mientras la estructura del Estado estaba muy
cerca del sistema tradicional de séquitos de acompañantes de los jefes militares; en la clase
dominante se fue produciendo una creciente adaptación a las normas jerárquicas de
Occidente (se adoptan blasones y títulos, etc.). La propiedad feudal y alodial estaban
obligados a la presentación de servicios militares, pero menos la segunda, por lo que los
nobles procuraban convertirlas en alodiales, al contrario que la monarquía. No había
apenas señoríos intermedios ni subvasallajes, y los soberanos conservaban el derecho de
imponer contribuciones.

En la crisis europea se introdujo el sistema señorial y trabajo servil, que dio a los
señores poder concentrado sobre los campesinos (que en Occidente estaba fragmentado
por el escalonamiento): en Rusia y Prusia los siervos podían incluso venderse, con
independencia de las tierras que trabajaban. Era una posesión aristocrática de la tierra, que
propiciaba el poder despótico local.

Llegó así el Absolutismo, también por el carácter específico de su nobleza, que no


había tenido ningún proceso de adaptación para integrarse en un dominio de instancia
superior.

Pero el sistema de servicios que en Occidente había sido expulsado por el


absolutismo, es reclamado en el Este por el mismo absolutismo: el ejemplo más claro fue
Rusia, con los zares:

— en Rusia, las posesiones alodiales se convierten en condicionales, (según servicios


caballerescos prestados al señor feudal, el zar);

— en Prusia, la organización horizontal de los junkers es rota e integrada en la vertical


del Estado absolutista: ya ho hay reciprocidad (feudal) sino servicio burocrático, ejército
permanente, obediencia incondicional a cambio de unas tierras; en Prusia es menos
extrema la concepción, pero arraiga más fuerte el sentimiento de obediencia militar
mecánica.

Así pues, siempre fue imperfecto su feudalismo, pero le llevó al absolutismo. Tampoco
había tenido monarquías renacentistas como Europa, a excepción de Polonia (que era una
república nobiliaria, gobernada por la Sejm o asamblea bicameral de nobles): impidió una
monarquía y aumentó prerrogativas de los nobles, hasta el punto que ningún rey acumuló
poder suficiente para enfrentarse a esta szlachta.

En Hungría: la nobleza magiar resistió al absolutismo con todas sus fuerzas, cuatro
veces en rebelión armada, hasta que fue sometida y gravados sus siervos con una
contribución central;

En Bohemia, Austria aplastó la rebelión de los Snem eliminando esa nobleza, en 1620.

En Rusia y Prusia no hubo grandes rebeliones aristocráticas contra la llegada del


Estado centralizado, sino que aceptaron con pocos reparos la nueva situación (el Zemski
Sobor ruso —Asamblea de Estados— era débil y artificial y fácilmente manipulable); en
cambio, hubo grandes luchas sociales por parte de las clases rurales y urbanas, que
hicieron que desapareciera hasta el Zemski Sobor y la Duma para que no pereciera la
monarquía, en el siglo XVII. En el XVIII vuelve a haber tal consonancia entre nobleza y
monarquía, que Catalina II dice que "ser aristócrata es su oficio"; adoptan el francés como
lengua culta; y entienden que la nobleza sirve al absolutismo, pero que el absolutismo sirve
a los intereses políticos de la nobleza; el Estado se paraba en la puerta de sus propiedades
y ellos obtenían el poder fundamental de la posesión de esas tierras (títulos) antes que de
su presencia temporal en el Estado (cargos). Se confirman muchos privilegios a la nobleza,
también en Prusia (Federico II) y en el imperio Austro-Húngaro (Mª Teresa: corte en Viena
y guardia húngara especial, personal). Estas buenas relaciones monarquía-nobleza
llegaron a su culmen cuando las figuras occidentales de la Ilustración (Voltaire, Rousseau
y Diderot) ensalzaron los respectivos regímenes de los tres monarcas que se repartieron
Polonia (Federico II, Catalina II y José II): adquirieron el apogeo del ejército, la burocracia,
la diplomacia y la política económica mercantilista del absolutismo en el Este. También
fueron por delante en el incremento demográfico (Prusia) y la tolerancia religiosa (Austria y
Prusia, al revés que España y Francia que expulsan a moriscos y hugonotes).

Con Catalina floreció la industria metalúrgica en los Urales e hizo una importante
reforma de la moneda. Federico II y José II duplicaron también la industria en sus dominios.
Austria insistió más en la producción agraria. Pero no transformaron estas monarquías,
cuyas estructuras seguían siendo arcaicas.

En Austria, la monarquía hizo un intento de reforzar el Estado con la emancipación del


campesinado y aislamiento de la nobleza (con José II), pero fracasó, y ya siempre el
absolutismo austríaco sería débil. Federico en Prusia mantuvo la servidumbre. Y Catalina
en Rusia la aumentó.

En el XIX terminó la servidumbre, con el ataque militar proveniente de Occidente y


representante del capitalismo: la victoria de Napoleón en Jena emancipó legalmente al
campesinado prusiano en 1811, y la derrota de Alejandro II en Crimea condujo a la
emancipación de los siervos rusos en 1861.

En el Este terminó la servidumbre, pero no el absolutismo.

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