Sistema penal y crimen organizado

Estrategias de aprehensión y criminalización del conflicto

Omar Gabriel Orsi

© 2007 Editores del Puerto s.r.l.

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Diseño de tapa: Diego Grinbaum Orsi, Omar G.

Sistema penal y crimen organizado. Estrategias de
Impreso en marzo de 2007 en aprehensión y criminalización del conflicto - la ed. - Ciu-
Artes Gráficas Candil dad Autónoma de Buenos Aires : Del Puerto, 2007.
Estévez 2184 264 p. ; 22815 cm.

ISBN 978-9137-9120-W5 ISBN 978-987-9120-96-5

Tirada: 1.000 ejemplares 1. Crimen Organizado. 2. Tráfico de Drogas. 3.

Legislación Argentina, I. Titulo
CDD 345.0277
Hecho el depósito de ley 11.723

Libro de edición argentina. Fecha de catalogación: 21/02/2007

 1
Capítulo I

Definición del conflicto

1. Aproximación a la criminalidad organizada
Una descripción de los fenómenos implica cierto sesgo, algu-
na especie de perspectiva que, en tanto selecciona algunos ca-
sos, descarta otros. Si nos limitáramos al mundo formal pres-
cindiendo de la realidad, quizá podría resultar sencillo fijar los
atributos de nuestro campo y operar una clasificación exhausti-
va de modo de predicar que tal o cual conjunto contiene todos
y cada uno de los componentes propios de su clase. Sin embar-
go, la realidad no se ajusta con tanta facilidad a la bella armo-
nía de las ideas A este problema no ha escapado el derecho pe-
nal, y ello se reitera en el análisis de cada figura delictiva, donde
el fenómeno a regular dista de ser algo dado para convertirse en
punto de probable debate.
Esta ambigüedad, complejidad y terreno de disputa se extre-
man en el caso del crimen organizado: campo peculiar, pues no
se percibe cual conducta lesiva, sino como grupo en sí desvalo-
rado. Pese a sus indeterminaciones, es evidente que el término
se ha abierto paso con suma facilidad y que forma parte ya del
habla cotidiana, con características propias de una convención
lingüística, destinada a identificar rápidamente cierta porción
de realidad para actuar sobre ella; empero, tal acuerdo comuni-
cativo se ve sometido a no pocas fluctuaciones cuando de enfo-
car y operativizar sus núcleos componentes se trata'. Podría-

1 "Todo lenguaje es un sistema o conjunto de símbolos convencionales.

Esto último quiere decir que no hay ninguna relación necesaria entre las
palabras, por un lado, y, por el otro, los objetos, circunstancias, hechos o su-
cesos, en relación con los cuales aquéllas cumplen sus múltiples funciones

3
mos decir entonces que se ha operado cierta naturalización del
concepto de modo que su mera referencia oculta la fuerte dispa-
ridad de criterios que, desde el punto de vista técnico, su empleo
suscita. A este nivel, resulta difícil fijar exhaustivamente las ca-
racterísticas de la criminalidad organizada, de modo de poder
diferenciarla claramente de otros delitos. Y es que, aunque po-
damos obtener consenso respecto de los casos más relevantes,
algo muy distinto ocurre con las agrupaciones criminales meno-
res, que son, a no dudarlo, la inmensa mayoría2 . En efecto,
¿puede decirse que hay organizaciones de tres miembros?; ¿da
(...) el 'significado' de una palabra o expresión lingüística depende, por lo
tanto, de una convención. Definir una palabra es hacer explícitas las reglas
de uso de la misma, esto es, decir para qué sirve, y señalar cuáles son las
oportunidades, circunstancias o fenómenos en presencia de los cuales es
'correcto' —según esas reglas de uso— valerse de la expresión definida (...) Al-
canzan su precisión máxima en las ciencias formalizadas. Allí la regla de
uso incluye un conjunto de condiciones siempre necesarias y suficientes pa-
ra el empleo de la palabra, cualquiera sea el contexto en que ella aparezca.
De ese modo, los objetos a que la misma se aplica constituyen una clase rí-
gida e inequívocamente delimitada (...) no es así como se usan y definen las
palabras de que nos valemos en los lenguajes naturales para hacer referen-
cia a los fenómenos de la realidad. Decir esto, y afirmar que tales palabras
son actual o potencialmente vagas, o que el lenguaje exhibe una irremedia-
ble textura abierta, es, para estos fines, decir la misma cosa". CARRIC:), Gena-
ro, Notas sobre derecho y lenguaje, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1986, p. 91.
2 CARRIC) se refiere, en general, a este tipo de problemas clasificatorios:
"Tal fenómeno acaece, por ejemplo, cada vez que una palabra tiene como
criterio relevante de aplicación la presencia de una característica o propie-
dad que en los hechos se da en la forma de un continuo, como la edad (.•.)
y pretendemos hacer cortes en ese continuo valiéndonos de palabras o ex-
presiones tales como 'joven', 'adulto', 'anciano' (...) Todo cuanto podemos
decir es que hay casos centrales o típicos, frente a los cuales nadie vacilaría
en aplicar la palabra, y casos claros de exclusión respecto de los cuales na-
die dudaría en no usarla. Pero en el medio hay una zona más o menos ex-
tendida de casos posibles frente a los cuales, cuando se presentan, no sabe-
mos qué hacer (...) El problema irrumpe con la aparición de los casos
marginales o atípicos, en los que faltan algunas propiedades, por lo común
concomitantes, o está presente una adicional, de carácter insólito (...) Entre
el área de los casos claros y la de los inequívocamente excluidos se extiende
una imprecisa zona de fronteras, no susceptible de deslinde, como no sea
por una decisión arbitraria". CARRIC), Notas sobre derecho, cit., ps. 32-34,
4 Capítulo I
lo mismo que él proyecto abarque delitos graves o leves?; ¿bas-
ta con que la organización alcance una economía de subsisten-
tia o se requiere la generación de enormes dividendos?; ¿el ca-
rácter internacional o local es más relevante que la dimensión,
estructuración y productividad del grupo?; ¿debe reunir el cri-
men organizado todos los aspectos citados o basta con una
combinación variable de algunos de ellos?
Como fuere, y a despecho de sus imprecisiones, es claro que
el fenómeno presenta ciertos aspectos sensibles al horizonte de
interés del saber jurídico, lo cual permite desarrollar una prime-
ra aproximación al problema3. Un aspecto del fenómeno -que le
da parte de su nombre- guarda relación con" el sujeto actiVo -del
delito: ni autor individual ni mero concierto de voluntades, sino
un verdadero grupo organizado. El término organización englo-
ba una serie de factores, todos ellos necesarios. Organización
implica así un comportamiento conjunto medianamente homo-
géneo y dirigido a la prosecución de alguna finalidad. También
implica una determinada cantidad de integrantes, parámetro
que permite diferenciar el grupo -que se interpreta vasto- de un
accionar meramente conjunto, por ejemplo, entre dos personas.
Al encontrarnos ante una agrupación amplia que exhibe un
comportamiento coordinado, organización implica también
una suerte de régimen regulador en la toma de decisiones: las
más de las veces, bajo la forma de una estructura jerárquica. Un
nuevo predicado de la ditnensión del grupo suele encontrarse en
la diferenciación de roles, rasgo que -al igual que en los proce-
sos productivos modernos- aumenta el grado de eficacia en el
cumplimiento de los cometidos fijados. Finalmente todos estos
atributos deben mostrar además cierta permanencia temporal,
sin la cual no resultaría posible su desarrollo.
Un segundo aspecto -responsable del tramo restante del
nomhre- guarda relación con los objetivos que el grupo persi-
gue:Para el derecho penal resulta relevante, entonces, que la or-
ganización persiga la finalidad de cometer delitos. Se trata de
3 La aprehensión criminológica del fenómeno, en Emú:tacuil, F. y BRU-
NO, F., La criminalita organizzata nella prospettiva criminologica, en Forme
di organizzazione criminale e terrorismo, Milán, Giuffré, 1988, p. 66.
Definición del conflicto 5
 una pauta imprescindible, Pues es'este rasgo el que permite di-
ferenciar el grupo criminal de las organizaciones que persiguen
fines lícitos o, aunque ilícitos, no delictivos. Parece haber cierto
consenso en que la organización no debe procurar la comisión
de un solo hecho, incluso —según ciertas opiniones— tampoco
basta con la planificación de un número reducido de delitos
concretos. Por el contrario, una organización vasta, con estruc-
tura jerárquica, división de roles y permanencia temporal sólo
tendría sentido en tanto albergase un proyecto criminal. Así co-
mo una empresa no se forma para vender un producto sino pa-
ra dedicarse a su venta como actividad habitual, un emprendi-
miento criminal se conforma, de manera similar, para cometer
delitos regularmente.
Un tercer aspecto particular de los delitos cometidos o a co-
meter es que ellos deben generar un rendimiento económico.
Este punto admite divergencias, pues existen organizaciones
criminales que persiguen otros objetivos: por ejemplo, el terro-
rismo o los grupos radicales movidos por el odio racial. Pero
"criminalidad organizada" parece delinear un recorte específico
dentro de este campo colindante, de modo de segregar del con-
fuso mundo de las asociaciones delictivas las denominadas "em-
presas criminales"; esto es, aquellas que persiguen un rédito
económico incursionando en el campo delictivo. Por ello esta
definición, un tanto sesgada, se encuentra necesariamente vin-
culada con el lavado de dinero de origen delictivo4 .
Además de los rasgos propios recién citados, existen también
4 Esto se explica mayormente por el contexto histórico en el cual se im-
pulsara la creación de figuras que apuntan directamente a los grupos por
su mera existencia. En la Argentina, por ejemplo, la asociación ilícita siem-
pre se asoció a épocas no democráticas, con lo cual pretendía reprimirse a
los grupos de activistas políticos que se oponían al régimen. A nivel inter-
nacional se aplicaron figuras similares para reprimir la resistencia políti-
ca, cuando ésta adquiría formas terroristas. El crimen organizado se inser-
ta, en cambio, dentro de un elevado número de delitos de índole
económica y financiéra, en especial si se producen en el terreno interna-
cional. Actualmente —y aunque el nombre no lo exprese acabadamente
criminalidad organizada se reserva para la vertiente económica mientras
que el término terrorismo se reserva para aquellas vertientes violentas que,
criminalmente, persiguen finalidades políticas.
6
alpinos condimentos adicionales que, conforme los diferéntes
autores, pueden agregarse u obviarse sin mayores consecuen-
ciasS. Así hay quienes sostienen que el comportamiento concre-
to de la organización debe mostrar ciertos aires de clandestini-
dad u ocultamiento, lo cual parece obvio a la luz de la finalidad
delictiva que el grupo persigue6. Pero esta clandestinidad suele
también relacionarse —de manera menos obvia— con el empleo
de métodos violentos o, en general, con un comportamiento po-
co urbano que aproxima el crimen organizado a ese difuso pro-
totipo del criminal modelo; esta aproximación suele mostrarse
refractaria a una plétora de delitos de "cuello blanco".
2. Descripción del conflicto
En este punto pretenderemos exponer algunos ejemplos de
criminalidad organizada como modo de dotar de cierto conteni-
do concreto a la caracterización general que acabamos de ensa-
yar. Puesto que tal operación no carece de preconceptos, tanto
teóricos como valorativos enfrentaremos esta tarea más con un
sentido crítico que meramente descriptivo. Enfrentaremos pues
el conflicto y la base material que éste representa de una mane-
ra mediata para captar el modo en que aquella realidad ha sido
incorporada y reconfigurada hasta fomentar la alarma social.
La opción no carece de razones, toda vez que el legislador penal
no suele mensurar por sí la magnitud y extensión del problema,
sino apelar a información de segunda mano, generada funda-
5 Un aspecto reiteradamente señalado es el del ámbito de actuación de
la organización criminal. Suele decirse que, dada la actual globalización de
las relaciones políticas, sociales y económicas, los grupos criminales usual-
mente extienden su ámbito de actuación más allá de las fronteras de su •
país de origen. Sobre el punto FLOSI, Leone, La dimensione internazionale
della criminalita organizzata, en Forme di organizzazione criminale e terro-
rismo, Milán, Giuffré, 1998. p. 79; REY, Guido y SAVONA, Ernesto, The Ma-
fia: an International Enterprise, en SAVONA (comp.), Maffia Issues. Analyses
and proposals for combating the mafia toclay, Milán, International Scienti-
fic and Professional Advisory Council of the United Nations Crime Preven-
tion and Criminal Justice Programme, 1993, p. 69.
6 por ejemplo, en BERNASCONI, P., Ricicclaggio, corruzione internaziona-
le e segreto bancario, Nápoles, La Cittá del Sole, 1994, p. 318.

mentalmente por los orgánismos de seguridad y los especialis-
tas en la materia. Ante este estado de cosas nos parece impor-
tante tomar como un dato esta construcción del problema, toda
vez que tal irreversible estado de cosas es el que ha generado los
actuales conatos de tipificación de esta peculiar forma delicti-
va7. Como fuere, rápidamente el lector advertirá que se han re-
cogido los casos más significativos, decantando manifestacio-
nes triviales, esporádicas o eminentemente locales, toda vez que
son aquellos ejemplos los que, en realidad, reúnen la mayoría de
los parámetros delineados en el punto previo. Tal estrategia de
déscripción permitirá conformar una suerte de arquetipo que,
diferencias mediante, puede aplicarse -para acotar o extender la
respuesta represiva- a los ejemplos menores. De hecho, y como
hemos dicho, sólo se busca extraer de los casos una serie de de-
nominadores comunes que permitan cumplir, en el grado míni-
mo e indispensable, con el reflejo más objetivo posible de sus
núcleos constitutivos.
Cabe, sin embargo, hacer una importante salvedad. De una
manera creciente se entiende que el terrorismo es una forma
particular de crimen organizado. Esta inclusión no es pacífica,
aun si consideramos el poco pacífico recorte genérico. Se trata
de un campo sumamente complejo que puede diferenciarse del
•crimen organizado de vertiente netamente económica, por lo
cual, y al no estar ligado tan directamente con el lavado de di-
neroa, preferimos no incorporar su fenomenología en nuestra
breve descripción. Como fuere, estimamos que el lector podrá
operar su propia clasificación del terrorismo dentro de los ras-
7 Efectuar un relevamiento en regla de las aristas materiales del con-
flicto no sólo escapa a nuestras posibilidades sino que implicaría una re-
formulación más vasta de la discusión que aquí pretendemos dar, con el
consecuente riesgo de desencadenar un verdadero diálogo de sordos. Nos
parece interesante demostrar entonces que, aun aceptando que el conflic-
to es tal y como se lo ha pretendido presentar, tanto las estrategias de ci-
minalización primaria como secundaria diseñadas para morigerarlo ado-
lecen de graves inconsistencias internas.
8 No porque el terrorismo deje de emplear mecanismos de lavado para
financiarse, sino por la relación que existe entre los delitos económicamen-
te productivos -entre los que aquél no se cuenta- y la legitimación de di-
chos capitales.
8
ea nit. iln I
gos o generalizaciones con que caracterizaremos el crimen or-
ganizado y merituar si éste del* incorporarse al mismo conjun-
to o, en cambio, recibir un tratamiento separado: esta última es,
en definitiva, la solución por la cual nos inclinamos9.
En cuanto al sistema que emplearemos para describir los ca-
sos, nos parece útil dividir la exposición entre las manifestacio-
nes históricas y actuales de estos grandes grupos. De hecho sue-
9 El terrorismo es un caso particular debido a su fuerte componente
político. En la mayoría de los casos se trata de enfrentamientos abierta-
mente declarados que no llegan a un estado de guerra convencional debi-
do a la disparidad de fuerzas existentes entre ambos contendientes. Actual-
mente existe una fuerte tendencia a desplazar el problema del campo del
enfrentamiento político y militar -lo cual implica, de hecho, una evalua-
ción de las razones o justificaciones que cada bando esgrime, en especial
para iniciar un ataque- al de la lisa y llana delincuencia. La lucha contra
el terrorismo se analoga, entonces, al ámbito de la criminalidad, aunque
sólo en lo que respecta a su definición como componente marginal de la
sociedad: con ello se suprime cualquier intento por legitimar tal modali-
dad de lucha. La respuesta, en cambio, parece seguir el camino militar. Las
excepciones a este esquema (terrorismo como crimen-respuesta militar)
parecen ser aquellas organizaciones que operan dentro de las democracias
occidentales (como ocurre con la organización ETA o el IRA), en cuyo ca-
so la persecución puede recorrer el camino político y judicial. La otra vía
posible es la efectiva puesta en funcionamiento de la Corte Penal Interna-
cional, emprendimiento que siquiera ha logrado zanjar los claros intereses
divergentes que existen entre las potencias económicas occidentales signa-
tarias. Como fuere, el hecho que consideremos que ambos fenómenos pile-
den analizarse por separado no significa que no encontremos entre ellos
algunas relaciones significativas. Así, y según nuestro criterio, el principal
punto de contacto radica en su condición -junto con el crimen organiza-
do- de factor iluminador de la nueva disposición de los factores de control,
los cuales se desplazan del paradigma de la represión al de la prevención.
Mientras en el ámbito de la criminalidad organizada asistimos al auge de
las figuras de peligro abstracto y a la instauración de mecanismos especia-
les de investigación (idóneos para prevenir resultados sin que siquiera ha-
ya comienzo de ejecución, sino la mera existencia del sujeto peligroso y la
finalidad de cometer delito), en el terreno militar presenciamos la irrup-
ción de guerras preventivas que no enfrentan naciones entre sí, sino un de-
terminado orden o coalición internacional contra algún que otro villano de
turno. El combate contra el terrorismo adquiere las formas de tina acción
preventiva desarrollada en otro territorio, sin necesidad de declaración de
guerra o la existencia de un ataque militar previo.
9
Definición del conflicto
 le decirse que las formas organizadas de cometer delitos han
existido siempre, y ello eS evidentelo; la apelación a sil dilatada
existencia histórica se explicaría por el hecho de que algunos de
sus elementos se reproducen en el crimen organizado tal y co-
mo hoy se manifiesta, mientras que su importancia actual pro-
vendría de un cambio cualitativo tanto en la propia dinámica de
aquellos viejos grupos criminales como en el contexto general.
Pero más allá de lo explicativo o no de esta variable de con-
texto, la lupa suele ponerse en las transformaciones que estas
estructuras han sufrido desde sus expresiones históricas hasta
el presente, de modo de representar casos actpales de crimen or-
ganizado conforme el contenido que hoy se da a esta definición.
Por ello seguiremos el mismo criterio, en especia] si nos atene-
mos a que algunos casos parecen demostrar que esa continui-
dad no es sólo teórica sino empíricamente comprobable. No
creemos pertinente llevar adelante más razonamientos, sino re-
marcar simplemente que los autores han reconocido cierta cla-
se de. continuidad entre la antigua y la nueva "criminalidad or-
ganizada", lo cual puede aportar elementos importantes para su
configuración definitiva' 1 .
I° PECO daba, en 1921, una definición de las asociaciones criminales,
muy similar a las actuales. Como advertirá el lector, sorprende en esta de-
finición el hecho de que la asociación criminal haya sido tratada como un
tema reciente y preocupante, extremos que parecen recurrentes en la ma-
teria: "La asociación criminal constituye un fenómeno específico de la de-
lincuencia contemporánea. Los criminales mancomunan sus esfuerzos y
dividen sus tareas así para asegurar el resultado eomo para granjear la im-
punidad. Llegan hasta constituir verdaderas corporaciones con sus ritos,
leyes, lenguajes, como ocurre con la Teppa de Milán, la
les y la Magia Camorra de Nápo-
de Sicilia, por no citar sino las más célebres". PECO, José, La
reforma penal argentina de 1917-1920 ante la ciencia penal contemporánea
y los antecedentes nacionales y extranjeros,
1921, p. 403. Buenos Aires, Valerio Abeledo,
11
Cabe, sin embargo, poner de resalto que los antiguos grupos difícil-
mente puedan catalogarse directamente como asociaciones criminales: el-
ta última categoría se encuentra destinada a designar, con exclusividad, un
fenómeno contemporáneo. El paneo histórico recoge entonces aquella
continuidad, pero debe ser puesta bajo una mirada crítica de modo de evi-
tar conclusiones apresuradas.
10
Capítulo I
2. 1. Antecedentes históricos
Dentro de nuestra tradición occidental, la primera manifes-
tación histórica de interés es el caso italiano. Se trata de lá ca-
racterización que, sobre el crimen organizado, primero asalta
tanto al ciudadano común como a los legisladores y autores que
incursionan en la materia. Aunque suele tenerse una idea mono-
lítica de este tipo de organización bajo el nombre de mafia, lo
cierto es que su historia nos demuestra la coexistencia de diver-
sos grupos complejamente articulados, con particularidades,
objetivos y antecedentes propios.
Una de las representaciones tradicionales en Italia es la
N'Drangheta, cuyos antecedentes pueden rastraerse hasta el si-
glo XIX, en Calabria —una de las zonas más pobres dentro de
Italia en particular y de Europa en general—, en el marco de un
sistema productivo eminentemente rural. En cuanto al proceso
de adscripción al grupo, éste se basaba en las propias estructu-
ras familiares, las cuales estaban ya de por sí rígidamente con-
formadas en torno a la figura parental en el seno de la familia
entendida en términos extensos; sobre este haz de relaciones se
asentó una estructura jerárquica extremadamente rígida12 .
Tal como ocurre con el resto de las organizaciones luego de-
venidas delictivas, no cabe comprender a la N'Drangheta como
un modo asociativo naturalmente ilícito. En sus inicios se trata-
ba más bien de la instauración de un orden propio ante el esca-
so grado de desarrollo estatal. En tal sentido la estructura se
asemeja más a un sistema de tipo tribal, con sus correspondien-
tes cacicazgos y luchas entre clanes por lograr supremacía o
más propiamente, dado sus antecedentes históricos concretos, a
las viejas estructuras del señorío medieval, con sus reglas de or-
den y métodos —consensuados y violentos— de extraer el exce-
dente a los campesinos que se encontraban en su dominio. Des-
12 Las relaciones hacia el interior de la familia y hacia otras se refor-
zaba con la institución del padrinazgo (compadre) quien, aunque designa-
do en el marco religioso, patrocinaba al joven en las actividades sociales.
En las familias organizadas el jefe era designado como Mamma Santíssi-
ma, otros grados eran los de contador, maestro de la jornada, "puntaiolo"
y camorrista.
nnflnir.ión tini conflicto 11.

. de este punto de vista -no sorprende que, ante un poder central
débil, tales organizaciones tuvieran fuertemente imbricados los
focos económicos y políticos. Es recién bajo la influencia del
Estado que se intentarán diferenciar ambas esferas y ello ha si-
do una de las razones por las cuales la NDrangheta pasó a ser
disfuncional. Sin embargo no puede desconocerse que la reso-
lución de conflictos distaba de adoptar la vía pacífica e implica-
ba, en la mayoría de los casos, una demostración de fuerza que
podía llegar o no a su efectivo ejercicio. Y ya en este contexto se
puede apreciar que los sistemas de acumulación de las familias
prominentes eran,ta la vista del nuevo prisma legal, ilícitas. _
Otra de las organizaciones reiteradamente mencionada por
los autores es la Camorra napolitana, cuyos orígenes se remon-
tan a comienzos de 1800 13. A diferencia de la
N'Drangheta, la
Camorra era una agrupación esencialmente urbana. Esta orga-
nización no siempre se encontró ligada al ámbito delictivo: por
ejemplo, y cuando regía en Nápoles el sistema absoluto, eran
sus miembros de las más elevadas clases sociales y hacían gala
de tal condición de pertenencia14.
Dada la mayor movilidad existente en las ciudades, la Camo-
rra no se estructuró primordialmente sobre lazos familiares si-
no sobre adscripciones más o menos voluntarias13. Estos siste-
13 Se sostiene que la Camorra
fue fundada en tiempos de FERNANDO II
de Nápoles y que desde 1820 se extendió a toda la península itálica. Cfr.
Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana, Madrid, Espasa-Cal-
pe, 1991, t. X, p. 1182.
14 Esta relación ambigua con el poder formal se mantuvo a lo largo de
su existencia: en 1848 el gobierno quiso aprovechar los servicios de la
Camorra para contrarrestar el poder de los liberales; pero la sociedad exi-
gió una condiciones que FERNANDO -Rey de Nápoles- no se atrevió a cum-
plir; FRANCISCO II quiso aniquilarla deportando a sus principales afiliados,
los que adquirieron nueva influencia con la llegada de GARIBALDI. Liborio
ROMANO y el gobierno hicieron varios esfuerzos para utilizarla con fines
policíacos, pues aquélla se había revelado como enemiga de todo orden so-
cial y aun auxiliaba a FRANCISCO II que la tenía a sueldo, lo cual creó gra-
ves dificultades a %nema MANUEL. Privada luego de todo poder político des-
pués de la caída de los Borbones, se convirtió en sociedad electoral
apoderándose de la ciudad de Nápoles.
15 El grado más bajo de la sociedad era el
garzone di malavita, grado
que se concede al neófito a su ingreso y hasta que acredita su habilidad pa-
12
Ca pít u lo l
mas de ingreso se encontraban revestidos de pasos altamente ri-
tualizados, cuya finalidad era denotar el cambio de estado y ge-
nerar fuertes criterios de pertenencia, indisolubles una vez su-
perados16. En este sentido podemos mencionar que dicho
sistema de adscripción se asemejaba a aquel que, en el mismo
contexto urbano, emplearan los gremios de oficios: éstos ya no
podían reconocerse por lazos familiares sino por su función
económica concreta, y la razón de su unificación obedecía tan-
to a obtener beneficios del poder formal como a controlar la
competencia ajena al gremio. Como fuere -y hasta una época
posterior, en la cual recibiera el influjo de,sus pares estadouni-
denses- la Camorra no presentaba una organización excesiva-
mente rígida, sino un concurso de bandas que operaban con re-
lativa autonomía, aunque con el tiempo llegaron a desarrollar
ciertas estructuras superiores.
Al igual que en el caso anterior, la Camorra reunía en sí un-
campo de actividades económicas y su propia estructuración
política, con la creación de un orden propio y coactivo tendien-
te a resolver sus disputas internas o sancionar a quienes traicio-
naran las reglas de adscripción. Aunque no reconocía una es-
- tructura piramidal rígida, lo cierto es que su componente
asociativo era elevado; reunía doce distritos de la ciudad de Ná-
poles17. Se conformaba así un sistema delimitado geográfica-
ra el robo y los lances apurados, momento en el cual ascendía al grado de
picciotto di egarro. El aprendizaje solía durar cuatro años, llamándoselo ta-
inurro: es recién después de su cumplimiento, de realizar determinadas
pruebas y de prestar juramento que era definido su acceso a la organiza-
ción como camorrista.
16 Para su ingreso, el camorrista debía prestar el siguiente juramento:
"Juro hacer una tirata con un compañero; ser fiel a mis asociados y enemi-
go de las autoridades públicas; no tener ninguna relación con la policía; no
denunciar a ninguno de mis compañeros ladrones, y amarles más que a los
otros, porque ponen su vida en peligro". También tenían un sistema ritua-
lizado para resolver sus ¿mínelos internos, con castigos tales como la
muerte, la desfiguración o la expulsión.
17 El núcleo de la sociedad estaba en Nápoles, que tenía doce centros,
uno en cada barrio, dirigidos por jefes elegidos por los camorristas. A su
vez los jefes cumplían las funciones de cajeros y presidentes de ventas y
distribuían la camorra o impuesto que imponían en todas las transaccio-
Definición del conflicto 13
 mente en zonas con sus propios liderazgos, los cuales se integra-
ban en uhidades mayores bajo una dirección elegida entre los
propios participantes. Por el lado del sistema económico sus ob-
jetivos se aproximaban más a la administración de la ilegalidad
urbana tal y como hoy la conocemos: el manejo del delito como
fuente de ingresos18.
Empero, la faceta delictiva de esta organización no derivaba,
necesariamente, en un enfrentamiento directo con el conjunto
de ciudadanos ajenos a la Camorra. Como muchas otras de si-
milar corte en Italia, estas organizaciones buscaron lazos de afi-
nidad con amplios sectores urbanos excluidos o precariamente
incluidos en la economía legal. De allí que, junto a los chantajes
y el robo, articularan cierta economía marginal como el juego y
la prostitución, generando un sistema de beneficios y protec-
ción para amplios segmentos populares, de un modo similar al
que luego implementarían los carteles de la droga. Este manejo
de la econorñía marginal no se limitaba, por otra parte, al ám-
bito delictivo, sino que incluía un considerable conjunto de ac-
tividades lícitas.
Pero si hay alguna asociación que ha recibido el reconoci-
miento general como arquetipo del crimen organizadoesa_ha
sido
_ .la Mafia siciliana. Nuevamente vemos en su formación los
mismos componentes apuntados en los casos anteriores. En
efecto, su visibilidad se produjo en el vertiginoso y convulsiona-
do pasaje entre el definitivo hundimiento del antiguo sistema
cuasi feudal que imperaba en la zona y el surgimiento del nue-
vo orden central representado por el Reino de Italia. Al igual
que en el caso de la camorra, el surgimiento de la
mafia no liga-
ba la organización al espectro marginal o directamente delic-
nes. El producto de los robos iba a agentes subalternos a los que auxilia-
ban un contarnolo o tenedor de libros; un
capo carusiello o jefe de caja y
un secretario. Los jefes se dividían en nzasto (maestro) y
maestro). si ;trasto (jefe
18
Esta sociedad se dedicaba, entre dtros negocios, al Contrabando, la
usura, la prostitución, las malas artes en el juego, la mendicidad, las intri-
gas de los poderosos. Además imponían sus condiciones en la bolsa, los
bancos y demás establecimientos de crédito para cobrar el barato, y
en el
puerto no dejaban vender pescado más que a quienes pagaban la camorra,
14
Capítulo
tual, sino todo lo contrario: es recién«con el tiempo que este ejer-
cicio de poder se desplazará hacia el espectro de la clandestini-
dad y, con ello, al de la persecución declarada por parte del po-
der formal que otrora la utilizara para sus propósitos19.
En cuanto a su estructura, y al igual que la Camorra, se tra-
taba de un conjunto de grupos con base territorial en las dife-
rentes zonas que componían las ciudades sicilianas, con epicen-
tro en Palermo. Estas zonas estaban a cargo de una familia, con
lo cual vuelven a reproducirse aquí ciertos lazos de sangre que,
a la par, involucraban a un extenso grupo de personas unidas
por compromisos altamente simbolizados: entre ellos, el más
conocido, la onzertri 20. Cada una de esta familias estaba coman-
dada por un capo. Estas unidades se vinculaban con otras en
estructuras mayores, las cuales se concentraban, a su vez, por
ciudad en una única instancia 21 . Tales uniones, como en la po-
19 "El origen de esta sociedad se encuentra en las Compagine d'armi,
que organizó el gobierno en el año 1800, para mantener la seguridad pú-
blica contra los desmanes de los bandoleros y gente del hampa. Cuando,
en 1860, disolvió GARIBALDI aquellas compañías de gente armada, no había
cesado aún la anormalidad, y desde entonces continuó la Mafia siendo una
sociedad poderosa, de la que se sirvió algunas veces el gobierno para sus
fines políticos, y fue tanto el poder de la agrupación secreta, que llegó a in-
fundir más temor que los mismos tribunales de justicia, sobre todo al pue-
blo bajo". Ver Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana, Ma-
drid, Espasa-Calpe, 1991, t. 32, p. 36. Vemos aquí un claro ejemplo de que
el inicio de estas organizaciones se vincula con la propia dinámica e inicia-
tivas de los poderes que pretenden regulare! tejido social, más que con el
crecimiento de grupos marginales o delictivos.
20 Se trata de un pacto de silencio sobre la pertenencia a la organiza-
ción y las actividades que desarrolla. La violación de este compromiso era
severamente castigado. Sus individuos, llamados mafiori, se dividían en
dos categorías: los giovani d'onore, que constituyen una suerte de aristo-
cracia de la organización, y los nzalandrini, que eran los encargados de eje-
cutar las acciones violentas.
21 Cada familia tiene un jefe, el conjunto de jefes de familia designa a un
responsable de zona (capomandamento). Estos responsables de zona inte-
gran una suerte de consejo (Camión), uno con influencia en Palermo y otro
para el resto de Sicilia. A su vez las familias se organizaban en grupos por
afinidad de actividad (cosca), las que generaban unidades mayores (la unión
de coscas constituía un consorcio y la de éstos una honorable sociedad).
 complejo y sus ritmos han sido absolutamente diferenciales en
* tenían grandes dosis de acherdo y enfrentamientos,
lítica, con
Europa, dependiendo del grado de desarrollo de las fuerzas pro-
los cuales derivaban a veces en cruentas disputas por el control
ductivas y de sus estructuras políticas. No es por ello de extra-
de las zonas rivales. Pero -y esto también es un rasgo común-
ñar que en las zonas periféricas a este proceso de cambio sub-
en las anteriores organizaciones, el empleo de tal estructura y la
sistieran hasta muy tarde ciertas formas propias de épocas
utilización de métodos violentos o, en su caso, de un sistema de
pretéritas. Y es particularmente en el Sur de Italia donde tal si-
alianzas, tenía corno objetivo establecer un sistema de produc-
tuación se recrea: una zona excluida que debió enfrentar un
ción y acumulación de riquezas: nuevamente, ya desde su ori-
proceso de unificación impulsado por el Norte. -
gen, política, economía y violencia formaban un haz inescindi-'
En el anterior contexto, los viejos actores sociales dominan-
ble. Hasta allí la mafia manejó porciones significativas de la
tes -como ocurriera con los señores de las ciudades- no trepida-
actividad lícita e ilícita, controlando el juego, la prostitución, la
ronten utilizar grupos armados provenientes de las clases dubal-
trata de blancas, el préstamo usurario, cobraban por reducir la
ternas, tanto para contener a los excluidos como para hacer
competencia de sus protegidos, controlaban la provisión y dis-
frente a los poderes centrales. De allí que se mencione usual-
tribución de mercaderías, etcétera.
mente la función que estas organizaciones jugaran en los proce-
Como vemos, y más allá de sus especificidades, todos los ca-
sos de resistencia contra la agresión central o extranjera, fun-
sos nos exponen ciertas condiciones comunes. Aunque estas or-
ción que se extendió incluso hasta la época del fascismo y de la
ganizaciones se toman visibles a fines del siglo XVIII y princi-
ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial. A me-
pios del siglo XIX, su gestación y conformación estructural
dida que crecía la importancia de estos grupos se acrecentaba
puede percibirse mejor al acudir a un período anterior. Así, y si
su estructura organizativa y su articulación con los-diferentes
nos remontamos un tanto arbitrariamente en la historia, pode-
niveles sociales. La protección -y su contrapartida, la amenaza
mos buscar una situación equivalente, como ya anticipáramos,
y el uso de la fuerza- hacía confluir en ellas parte del excedente
en la caída del antiguo orden, al cual la revolución industrial y
obtenido, lo cual luego derivaría en el control de negocios pro-
política vino a reemplazar22. Es este un proceso sumamente
pios, tanto ilícitos como lícitos. Pero los nuevos tiempos deter-
minaron el resquebrajamiento del antiguo poder y la generación
de grandes bolsones de sectores excluidos altamente conflicti-
22 Yendo un poco al núcleo disparador de este proceso, es sabido que vos, contexto en el cual las antiguas organizaciones -siempre
la caída de las viejas estructuras se produjo por el irrefrenable avance de paralelas al poder oficial- resultaron otra vez de utilidad para
las fuerzas burguesas en su alianza con los sectores más altos de la noble-
contener y ordenar el tejido social. Como se ve, la historia de es-
za. Su manifestación en el orden político es el progresivo debilitamiento de
los señoríos eclesiásticos y feudales intermedios a favor de los regímenes tos grupos se articula con complejos procesos políticos que, en
absolutistas. Este proceso implicó una doble aceleración, la cual puede su contexto de origen, no pueden adscribirse como meramente
rastrearse tanto en el ámbito urbano como en el rural. En este último ca- delictivos, aunque sí violentos.
so, la estructura agrícola sufrió un cambio radical. El campo asistió a un Es recién con la instauración de un orden total como el que
proceso de concentración y explotación económica a gran escala con la representaban los estados modernos y su consecuente capaci-
producción latifundiaria. En los hechos ello implicó una profunda ruptu-
ra en la relación entre los campesinos y la tierra como medio de produc-
ción, lo cual devino, a su vez, en un fuerte trasvase de población hacia los
centros urbanos y su creciente demanda de mano de obra. La explotación ciaciones ocuparon tanto el espacio rural como el urbano. Estos procesos
a escila comercial de la tierra implicó el empleo de innovaciones técnicas se ven luego acelerados por la revolución industrial y política que llevara a
y de inversión que sólo podía ser afrontada por los grandes terratenientes. la creación de los estados nacionales y las modernas democracias capita-
Un proceso similar ocurría en las ciudades, donde la producción artesanal listas: es en estos últimos procesos de concentración del poder formal que
y el pequeño comercio urbano dejaban paso a la producción y al comercio cobran visibilidad las agrupaciones que venimos tratando.
a gran escala. Este doble movimiento sirve para graficar por qué estas aso-
Definición del conflicto 17
16 caoítuio
dad para discriminar entre la empresa lícita y la ilícita, que es-
tos grupos pasan, por así decirlo, al mundo clandestino del cri-
men. Pero su matriz de surgimiento debe inscribirse en un mun-
do donde economía, política y violencia conformaban un haz
común que poco tenía que ver con el paradigma de las socieda-
des democráticas burguesas tal y como hoy las conocemos. Qui-
zá a ello se deba cierto barniz romántico que todos los autores
reconocen en este tipo de agrupaciones. Como fuere, y es bueno
ponerlo de resalto, ellas no hubieron de ingresar en un antago-
nismo con los nuevos poderes burgueses, así como los mercena-
rios no entraron en contradicción con los señores de las ciuda-
des: más bien cumplieron un determinado papel funcional
hasta el momento en que la esfera económica cobró nueva au-
tonomía y los antagonismos fueron reconducidos hacia una téc-
nica de control social diferente. Cuando ello ocurrió aquellos
grupos pasaron de ser un aliado a un oponente, aunque no por
ello dejaron de cumplir cierta especie de función reguladora del
mundo ilícito.
El resto de Europa ha conocido manifestaciones similares.
Por ejemplo, en el contexto urbano londinense se produjo un
notable incremento de grupos organizados, tributario en cierto
modo del enorme cúmulo de excluidos que generaba la revolu-
ción industria123. Se trataba de los mismos sectores que, lejos de
la disciplina de la fábrica, era necesario controlar mediante le-
yes contra la vagancia y noveles cuerpos policialel. Estas agru-
paciones tenían fuertes lazos establecidos sobre la base de las
antiguas organizaciones de oficios, aunque ahora ligados a la
regulación de la economía de los sectores marginales mediante
el empleo conjunto de operaciones lícitas e ilícitas. El hampa en
Inglaterra no alcanzó, sin embargo, el nivel de articulación y re-
levancia de sus pares italianos.
En un afán por reconocer manifestaciones del mismo fenó-
meno en los lugares más recónditos del planeta, los autores se
23 Una descripción del origen y formas adquiridas por el crimen orga-
nizado en este país, en 1-lonas, Thomas, Crimen profesional y organizado en
Inglaterra, en MAGUIRE y otros, Manual de criminología, t. IV, Toluca, Ox-
ford, 1999, p. 232.
18 Capítulo I
encargan también de señalar la existencia de estructuras simila-
res en China: las Tríadas. De un modo similar al constatado pa-
ra el caso italiano, las Tríadas no pueden equipararse, cuanto
menos en su origen, a la mera actividad delictiva. En estos casos
también constituían un foco de resistencia del antiguo orden
frente a la expansión de un poder centralizado o la resistencia
ante el invasor24. Al hacer confluir nuevamente en un mismo
plano poder, política, violencia y economía, es usual que su es-
tructura sea catalogada como de adscripción personal, basada
en pactos de sangre, ceremonias iniciáticas y férreas reglas de
pertenencia. Su devenir histórico a lo largo de -sucesivas etapas
de resistencia derivó en que la generación de recursos basculara
entre la economía legal e ilegal, según como fuera discriminado
por el poder de turno. Es claro que con estas palabras no quere-
mos hacer una apología de la violencia o revestir de un halo de
romanticismo a las postreras manifestaciones de estos grupos.
Pero sí cabe tener en mente que su objetivo de resistencia los DO-
locaba, política y no penalmente, en un ámbito clandestino.
Nuevamente, es recién cuando se impone el orden central que
estas estructuras político-económicas serán calificadas, in to-
ttan, como delictivas. En Japón, por su parte, también se ha de-
tectado la existencia de antiguas agrupaciones luego devenidas
delictivas. Se trata de los yakuza o boryokudan, agrupación simi-
lar a la mafia siciliana, con una rígida estructura vertical. La an-
tigüedad de estas organizaciones es de más de dos siglos y, en
sus inicios, controlaban principalmente las actividades de juego.
En el caso americano creemos que no es posible reconocer
antecedentes históricos de utilidad para abordar el problema de
las organizaciones criminales. Comparada con la experiencia
europea o la asiática, cabe marcar un distingo fundamental. Las
viejas estructuras no fueron readaptadas a la nueva conforma-
24 Para el caso de las Tríadas -término de origen británico que descri-
be los símbolos angulares que se encuentran en las banderas o estandartes
usados por el clan Hung o Sociedad del Cielo y la Tierra-, éstas nacieron
como un movimiento de resistencia a la dinastía Manchú Quig, para res-
taurar a la Ming. Cfr. MONTOYA, Mario, ///formatites y técnicas de investiga-
ción encubiertas, Buenos Aires, Ad-Hoc, 1008, p. 30.
Definición del conflicto 19
ción expansiva de la economía, sino enfrentadas y sometidas en
el previo movimiento de la conquista inglesa, española y portu-
guesa. No hubo pues una verdadera integración o incorporación
al nuevo modo de producción pues la población local o fue ex-
plotada o fue excluida y perseguida. De allí que no pueda ras-
trearse la incidencia de antiguos sistemas de organización que
pasaran de la disolución de un orden a su reconversión en otro.
En la época colonial —tanto española como portuguesa e ingle-
sa—, el conflicto por la hegemonía se había planteado entre el
poder central y el ejercido en América por sus supuestos delega-
dos. La historia de ruptura.no se da entre dos sistemas distintos
sino entre los intentos de uno por escapar, entre otras cosas, a
los tributos que el otro le imponia25. De hecho los dos polos de
sociedades complejas existentes en el continente americano (los
aztecas y los incas) utilizaban ya un sistema de extracción de ex-
cedentes a las sociedades que, a su vez, dominaban. De este mo-
do, los .españoles explotaron desde un primer momento este
mismo sistema, cuanto menos hasta el posterior auge de las ha-
ciendas donde emplearon mano de obra en igual grado de some-
timiento. Fue en este contexto en el cual se produjeron fuertes
actos de resistencia, varios con final cruento, pero ellos no pue-
den considerarse de ningún modo como hechos criminales,
aunque así fueran catalogados en su momento por los conquis-
tadores.
Por lo demás toda la historia revolucionaria de fines del siglo
XVIII y principios del XIX se vio teñida de largos procesos de
luchas intestinas hasta la postrer consolidación de los estados
nacionales. Estas luchas se ubicaron casi siempre en el terreno
25 Es el caso de las haciendas y demás explotaciones comerciales exis-
tentes en el largo período colonial, donde los delegados locales evitaban el
pago de tributos al poder central. Es conocido que los centros de intercam-
bio ultramarino de la época colonial -uno de ellos, Buenos Aires- se carac-
terizaban por lo que hoy denominaríamos como economía negra, evasión
y con-upción. Pero estos sistemas de regulación de la economía no se opo-
nían sino que se articulaban con el poder político local. La creciente auto-
nomía política y financiera de los reinos americanos deparó no pocos en-
frentamientos con el poder monárquico, antagonismo que se ubica, a la
sazón, como una de las fuentes del proceso revolucionario.
20 Capítulo 1
político y militar, aunqu varios focos de resistencia al proceso
de centralización —como las montoneras— pretendieron ser ins-
criptos en el marco de la ilegalidad26. Es a principios del siglo
veinte que pueden rastrearse fuertes procesos de incremento de-
mográfico —fruto de la inmigración— y trasbase de población a
las ciudades, generadores de amplios sectores. marginales. Sin
embargo este foco de conflicto surge aquí en pleno proceso de
consolidación del sistema económico yen la manifestación aca-
bada del poder estatal, con sus modernos sistemas de regula-
ción y control. Así el peligro que estos conjuntos presentaban a
los poderes consolidados provenía más de su carácter anárqui-
co que de su articulación con viejas estructuras organizativas27.
2. 2. Manifestación contemporánea
Los cambios en el contexto social trajeron aparejados impor-
tantes mutaciones en las estructuras preexistentes y el surgi-
miento de nuevas modalidades, ahora catalogadas directamen-
te como delictivas. En esta parte nos dedicaremos a exponer la
influencia que estos procesos han tenido en algunas de las orga-
nizaciones analizadas en el punto precedente y a identificar las
nuevas estructuras adicionadas al catálogo28.
26 Una breve reseña de estos enfrentamientos en LÓPEZ ZURINI, Mario.
Nociones de historia de derecho político, Buenos Aires, Cooperadora de De-
recho y Ciencias Sociales, 1976, ps. 217 y siguientes.
27 Algunos grupos han sido los vinculados con el anarco-sindicalismo.
Sin embargo se trata de procesos de organización y resistencia obrera cu-
ya ilegalidad provino principalmente de la definición arbitraria operada
por el poder central para justificar su violenta represión. Por lo demás -y
hablando ahora de estructuras delictivas- se han destacado las usuales:
trata deIlancas, juego clandestino, contrabando, etc. Sin embargo, su ni-
vel de conflictividad no alcanza la magnitud de los casos ya vistos para el
ámbito italiano.
28 La función de estas organizaciones en el nuevo proceso globalizador,
en BERIA DI ARGENTINE, Adolfo, Tire Mallas in ¡tal', en SAVONA (comp.), Mar
fin lssues, cit., p. 29. La importancia del narcotráfico en estas estructuras,
en LAMAS Pucci°, Luis, Crimen organizado y narcotráfico, en CDS, 1990-
1991. número especial dedicado a Marc ANCEL, p. 233; LLOBET RODRIGUEZ,
Javier El lavado de dólares producto del narcotráfico, en "Ivstitia", n" 38,
1990, p. 10.
Definición del conflicto 91
 •En relación a la N'Drangheth podernips decir que se fué adap-
tando, a lo largo del tiempo, a las posibilidades que le daba el
nuevo contexto económico. Esta organización controló sectores
marginales de los mercados, la construcción y las concesiones
públicas Su componente organizacional también se adaptó a
los nuevos requerimientos de la política formal, permeando la
estructura de los partidos políticos, participando activamente
del financiamiento de las campañas, el control de los votos y su
articulación con los representantes electos. En este período se
desarrolló al extremo el perfil empresario y su carácter preben-
dario, al amparo de las estructuras del poder político. Su apro-
vechamiento de las economías marginales se observa claramen-
te en el manejo de las drogas, negocio que, por lus abultadas
ganancias y extrema ilegalidad, produjo un cambio cuantitativo
y cualitativo de suma importancia 29.
En cuanto a la Can-zorra, ésta también se adaptó a los nuevos
tiempos. En el plano económico se acentuaron los negocios ile-
gales, como el chantaje, el robo, el contrabando, los juegos de
azar y la prostitución, junto al creciente aprovechamiento de los
intersticios de la economía legal, como discotecas, cafeterías,
restaurantes, las industrias de la carne, pescado, ropa y calzado.
El florecimiento económico y su perfil empresarial corrió de la
mano de un proceso de concentración política, reflejado en la
institución de "El Padrino" y sus lugartenientes, o capo zona: a
esta estructura se la conoció como la Nuova Camorra Organiz-
zata, con fuerte influencia ítaloamericana. Al igual que en el ca-
so anterior, esta organización no se mantuvo al margen de los
aparatos formales del poder político, permeaba este espacio y
llegaba incluso a generar un discurso horizontal de masas. Su
inserción en la política servía entonces para potenciar sus acti-
vidades económicas, ahora por el aprovechamiento directo de la
administración pública y los contratos con el Estado. De suma
importancia ha sido también el hecho de que esta organización
29 En este punto en concreto la N'Drangheta controla el transpone de
la droga proveniente de Europa Oriental, como punto de distribución ha-
cia los centros de consumo ubicados en el occidente europeo. Para 1995 se
habían identificado 141 familias con un número aproximado de 5.100
miembros.
22 ranít. dr. I
se involucrara en el narcotráfico, lo cual dio nueva forma a la
tradicional inserción económica, potenciada por el enorme vo-
lumen de dinero generado por esta actividad. Así comenzó a no-
tarse la utilización de los espacios económicos mediante el em-
pleo de sociedades fantasma y nuevas inversiones de modo de
aplicar tan ingente flujo de fondos".
Otra organización que puede sumarse al catálogo es la Sacra
Corona Unita. Se trata de un desprendimiento de la Camorra na-
politana, pero su ámbito de influencia se ubica en la costa
opuesta, sobre el Mar Adriático. Se reproducen aquí los mismos
componentes ya apuntados, en cuanto a su inserción econórhi-
ca, estructura organizacional y articulación con el entramado
político. Su rasgo distintivo consiste en que esta organización
tiene influencia sobre los países de Europa del Este, en el con-
texto poscomunista y de los conflictos bélicos que derivaran en
la -disolución de Yugoslavia. Se señala así su participación en el
contrabando de heroína y armas.
En cuanto al auge de la mafia siciliana en la época contem-
poránea, suele marcarse un punto de inflexión en la Segunda
Guerra Mundial. Durante el período fascista, la mafia permane-
ció en estado latente, resistiendo los embates del poder central
que disputaba fuertemente el protagonismo económico y políti-
co. Se ha señalado que, en su papel de resistencia, estableció la-
zos con las fuerzas aliadas, a través del gobierno estadouniden-
se, hecho este facilitado por el fenómeno migratorio y la
reproducción en aquel territorio de estructuras mafiosas. Una
vez ocupada Italia por las fuerzas aliadas la mafia fue uno de los
actores sociales relevantes en la regeneración del tejido social y
en la contención de una población que había visto desarticula-
da .su estructura política, primero por las persecuciones fascis-
tas y luego por el desplazamiento de ese aparato totalitario por
el sistema de la libre empresa y el juego democrático. Su inser-
30 Los autores suelen señalar que esta organización interviene en la ni-
ta de los narcóticos provenientes de Colombia como paso previo a su dis-
tribución en el resto de Europa. Cuantitativamente se han identificado 111
familias con un número de afiliados de 6.700, mencionándose un cieno
componente internacional que la habría llevado a operar en Alemania y
Austria.
Definición del conflicto 23
 ción en la política formal sirvió entonces como factor de media-
ción entre la población y las nuevas fuerzas de ocupación. Esta
articulación se consolidó con el tiempo y ejerció una fuerte in-
fluencia sobre el partido Demócrata Cristiano. Así, fuertemente
imbricada con la política, la mafia pudo mantener y acrecentar
sus tradicionales negocios, como el mercado de la carne y los
productos agrícolas, ingresando en la construcción y el comer-
cio. Con la consolidación de su participación política y el resur-
gir económico, la mafia amplió su espectro al sistema crediticio
y bancario y la utilización de los fondos públicos, a través del
control directo de ciertos sectores de la administración y los -
contratos y concesiones que otorgaban. En la mafia siciliana se
observa casi un perfeccionamiento de la relación entre política
y economía, cuya operatividad reposaba en un complejo siste-
ma de alianzas y mutuas concesiones desarrolladas a espaldas
de sus manifestaciones formales: una caracterización acabada
del poder detrás del poder, con los conocidos componentes de
invisibilidad y clandestinidad 31 .
Dentro de este entramado, las funciones se complejizaron al
extremo, abarcando desde representantes políticos, pasando por
"cerebros" y profesionales del derecho y la economía, llegando
hasta los componentes capaces de ejercer, cuando se lo requirie-
ra, acciones de extrema violencia. Este proceso se incrementó de
la mano, nuevamente, del comercio de estupefacientes, en espe-
cial de la heroína, y su vinculación con el mercado estadouni-
dense. Merece particular Mención el carácter violento que adqui-
riera esta organización, tanto para solucionar sus conflictos
internos como para enfrentar la oposición proveniente, en su
oportunidad, de los poderes legalmente constituidos. Los enor-
mes dividendos en disputa transformaron los códigos tradiciona-
les y derivaron en homicidios a periodistas y funcionarios, como
claro mensaje de intimidación general. Sin embargo, estos episo-
dios de violencia coincidían con épocas de inestabilidad y cam-
bios dentro del poder relativo entre cada facción o en su articu-
lación con los poderes formales: en épocas de acuerdo suelen
31 Se calcula que existen más de 180 familias en Sicilia, con cerca de 5
mil miembros.
24
Capítulo 1
primar las relaciones estables y el comportamiento se encarrila
hacia el propio de los anteriores grupos facciosos.
Una derivación de la mafia siciliana es la Cosa Nostra, la cual
cobró vida en suelo estadounidense. Su génesis debe rastrearse a
los amplios procesos migratorios producidos durante el convul-
sionado período de las dos guerras mundiales. Esta profunda cri-
sis determinó el desplazamiento de franjas de población exclui-
da, ubicada en aquellas zonas de Europa ajenas al epicentro de
la expansión burguesa (especialmente el Sur de Italia, España,
Irlanda y el Este europeo), hacia América (en especial, Estados
Unidos y Argentina). En los Estados Unidos _las organizaciones
mafiosas no se limitaron a las de origen italiano, sino que diver-
sas comunidades de inmigrantes apelaron a estructuras simila-
res: judíos, irlandeses y polacos, entre otros; sin embargo fue
aquélla la más relevante. Las organizaciones mafiosas estadou-
nidenses se vieron influidas y potenciadas por el período de ale-
targamiento que, en Italia, había producido el fascismo.
En Estados Unidos, la Cosa Rastra era eminentemente urba-
na y se afianzó en los centros industriales y comerciales, funda-
mentalmente en Nueva York y Chicago32, para luego expandirse
por las urbes de todo el país. En esta nueva vertiente la organi-
zación siguió conservando una estructura vertical, solventada
por un conjunto de grupos de variadas dimensiones (]as fami-
lias), con ámbitos de influencia basados en la distribución terri-
torial y el tipo de actividad. Estas constituían agrupaciones ma-
yores (los distritos), mientras que sus jefes conformaban una
nueva estructura mayor que operaba colegiadamente (la comi-
sión o cúpula). Así, de un modo ramificado, la estructura seguía
integrándose hacia arriba hasta llegar, en algunos casos, a la coe-
xistencia de unas pocas cúpulas nacionales o, incluso, al recono-
cimiento de un único y preeminente liderazgo33. En relación a la
32 Sendas caracterizaciones de las formas que adquiriera el crimen or-
ganizado en las ciudades de Chicago y Nueva York a principios del siglo
XX, en PETERSON, Virgil W., Chicago: Shades of Capone, y LEFKOWITZ, Louis,
New York: Criminal infiltrado o( me securities industry, en Combating orga-
nized crime, Nueva York, The American Academy of Political and Social
Science, 1963, ps. 30 y 51.
33 Hacia 1990 se calculaba que la Cosa Nostra estaba integrada por 24
familias, con un número aproximado de 1.700 personas.
Definición del conflicto 25
 integración y reproducción de esta estructura, ella se basaba, co-
rno hemos visto, en el ingreso a través de un juramento de fide-
lidad; por su parte, la disciplina era mantenida Mediante un ver-
dadero cuerpo de leyes y sistemas propios de juzgamiento. En
este punto cabe advertir que la tradicional forma de liderazgo y
estructuración de la Cosa Nostra incorporaba verdaderos ejérci-
tos de profesionales que brindaban el soporte técnico necesario.
A su vez, la organización permeaba ampliamente la estructura
política formal, con acólitos en los cargos electivos, las fuerzas
policiales e, incluso, dentro de la magistratura. Además, contaba
con una eficaz cobertura simbólica, apelando a artistas del mun-
do del espectáculo y comunicadores sociales.
En su aspecto económico la Cosa Nostra es otro claro ejem-
plo de empresa criminal. Sus negocios presentan ese perfil ca-
racterístico que mezcla legalidad e ilegalidad. Así obtenían exce-
dentes de actividades marginales como el juego clandestino, la
prostitución, la protección, la depuración de la competencia, el
manejo de los sindicatos con fines de hegemonizar actividades,
etc.; además de ello incursionaban en actividades formalmente
lícitas, aunque obtenidas de manera espuria, lograndó —corno
ocurriera con su símil del viejo mundo— contratos y concesiones
estatales. A la par, los dividendos eran invertidos en múltiples
actividades lícitas, las cuales a su vez eran utilizadas para legi-
timar aquellas ganancias mediante complejos mecanismos lega-
les. Durante la época de la gran depresión esta organización co-
bró una fuerza inusitada gracias a la prohibición del consumo
de alcohol que se estableciera en ese país. Esto generó una enor-
me economía marginal, potenciada por su ilegalidad. En efecto,
:al encontrarse amenazada por la represión estatal, este negocio
tendía a aumentar la concentración y a elevar los precios del
producto, con el consecuente aumento de las ganancias. En es-
ta época se produjeron múltiples disputas entre los distintos
grupos para hegernonizar el negocio, pero una vez decidida la
contienda, su rendimiento aumentaba debido a las nuevas con-
diciones monopólicas. Una consecuencia colateral fue la cre-
ciente inserción de la organización en la estructura política for-
mal. La ilegalidad acrecentó la corrupción y el involucramiento
creciente de las fuerzas policiales y la política local en la activi-
dad ilícita. Esta relación funcional quedó en evidencia, como
26
Capitulo I
hemos dicho, durante la Segunda Guerra Mundia134. Pero vol-
viendo a los réditos obtenidos durante el imperio de la ley seca,
este esquema se reproduciría con más fuerza ante una nueva
prohibición: las drogas. La Cosa Nostra ingresó así al tráfico de
heroína —proveniente de La Habana por la ruta de Marsella— y,
posteriormente, al de cocaína —producida en América Latina— El
nuevo negocio elevó sustancialmente el nivel de ganancias, in-
suflando fondos frescos al resto de la estructura.
Veamos ahora lo ocurrido con las organizaciones de extremo
oriente. En el nuevo contexto las Tríadas chinas desplazaron su
terreno de operaciones desde territorio natal hacia aquellos en-
claves que sirven de de-ntros de intercambio con el mundo occi-
dental: Hong Kong y Taiwán. Es en estos centros comerciales y
financieros donde las Tríadas encontraron las condiciones nece-
sarias para explotar ciertas actividades económicas ilícitas: re-
des financieras, condiciones de mercado y apertura a los cen-
tros comerciales mundiales. De allí que hayan también
extendido su ámbito de actuación *hacia otras ciudades que
cuentan con grandes comunidades de inmigrantes como Ams-
terdam, Londres, Manchester, Nueva York y San Francisco33.
En cuanto a las actividades ilícitas que desarrollan, estas son, a
nivel local, la extorsión, el juego, la prostitución y la venta clan-
destina de videos, libros, periódicos y servicios de entreteni-
miento. Por su parte, a nivel internacional son importantes las
actividades de tráfico de heroína hacia Estados Unidos y Euro-
pa, el contrabando de armas, el robo y contrabando de automó-
viles de lujo, interviniendo también en el mercado de yates de
lujo y bienes de consumo para la República Popular China y en
34 Tal fue el grado de confusión entre el mundo legal e ilegal -que se
suponen separados- que la reacción del poder central para controlar esta
creciente infiltración debió apelar a recursos extremos. Tenemos así el ca-
so del FBI que debió crear una estructura cerrada para perseguir a esta
modalidad delictiva, debido, precisamente, a que las instituciones se en-
contraban altamente comprometidas y no resultaban confiables.
35 Para fines de la década pasada se estimaba la existencia de cincuen-
ta bandas -compuestas por un total de 160. mil integrantes-, entre las que
se destacaban las denominadas Sun Yee On, Wo Sin Wo y I4K. Cfr. MON-
TOVA, Informantes, cit., p. 31.
Definición del conflicto 27
 el fraude internacional mediante el uso de tarjetas de crédito36.
Por el lado de los yaku zas o boryokudan japoneses, podemos de-
cir que ellas son otra muestra del carácter maleable de estas
agrupaciones y de su facilidad para adaptarse a los cambios de
contexto. Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial re• - to a la economía de mercado, con las enormes posibilidades de
presentaron un papel fundamental en la regulación del sector
obrero, principalmente como grupo antihuelgas, lo cual les per-
mitió adquirir una condición de semilegalidad. En cuanto a sus
fuentes de ingresos, no se diferencian mayormente de las otras
agrupaciones: el tráfico de anfetaminas, la extorsión, el juego, la
prostitución y las inversiones en el mercado inmobiliario37 .
Una modalidad contemporánea de criminalidad organizada•
señalada por los autores es la que ha cobrado vida en territorio
de la ex Unión Soviética. En este caso la complejidad del fenó-
meno hace difícil su caracterización en unas pocas líneas38. Sin
embargo, una descripción general podrá servirnos para señalar
las diferencias y semejanzas que existen con los casos anteriores.
Como es sabido la URSS contaba con un sistema productivo
Fuertemente integrado -si no confundido- con la estructura po-
lítica. Dadas las enormes dimensiones de este país y su fabulo-
sa capacidad productiva, la Unión Soviética contenía verdade-
ros estados dentro del Estado, cuyo poderío se acrecentaba
debido al sistema centralizado empleado en su administración.
A diferencia de los casos anteriores, la disolución del antiguo ré-
gimen no se produjo por un dilatado proceso histórico sino por
un colapso súbito. Desaparecida la superestructura que conte-
36 Cfr. BLANCO CORDERO, E/ cielito de blanqueo, cit., p. 41.
37 Se calcula que la Yak/iza se compone de tres mil bandas organiza-
das, coñ un tate de cien mil hombres y un volumen de negocios de 18 mil
millones dc dólares por año. Los grupos más significativos que componen
la Boryoltudan son la arnaguclzi-gtoni, inagawa-kai y stuniyoshi-kai, que
cuentan con 2.190 grupos y 59.400 miembros. Cfr. MobrroyA, Informantes,
cit., p. 31.
38 Sobre el tema. KOUDRIAVISEV, V, Market Economy and Organized Cri-
me in me former USSR, en SAVONA (comp.), Maffla Issues, cit., p. 205; GER-
BER, J., 011 me relationship between organized and Ivhite-collar crime: govern-
mem, business,. and criminal enterprise in post-communist Russia, en
"European Journal oí Crime, Criminal Law and Criminal Justice", vol. 8/4,
2000, ps. 327-342.
28 Capítulo I
"nía tan poderosas fuerzas, éstas se vieron absolutamente libera-
das. Además este proceso se vio potenciado por los sucesivos
procesos de desmembramiento territorial y por el ingreso direc-
acumular ganancias rápidas a costa de la vieja capacidad pro-
ductiva estatal. Esto generó, como es obvio, enormes bolsones
de actividades ilegales que abarcaban las ya tradicionales del
crimen organizado (juego clandestino, trata de mujeres, droga y
contrabando de antigüedades) junto a la floreciente industria de
la venta de armas, basada en uno de los dos arsenales más im-
portantes del planeta. Un proceso similar se dio en otras áreas
siempre proclives o fronterizas al terreno de lo ilícito, como la
férrea KGB y sus actividades de inteligencia, y los cuerpos mili-
tares o el control de la producción de armas. En igual sentido
las rígidas estructuras policíacas acrecentaron su ámbito de re-
gulación y control de la economía ilícita marginal: el juego clan-
destino, la reducción de automóviles, la prostitución, etc. Tam-
bién se vio reforzado el papel que Rusia jugaba en la provisión •
al resto de Europa de la droga producida en el sudeste asiático,
proceso ahora acrecentado por el auge del consumo interno de
estupefacientes.
Como hemos dicho una descripción fina de este complejo
mundo escapa a estas pocas líneas, pero cabe ver en la genera-
lidad dél proceso algunas constantes, como ser, su surgimiento
en épocas de disolución o crisis de los poderes centrales forma-
les, la imbricación entre economía y política, la resistencia a la
internacionalización y, claro está, el empleo de esta configura-
ción con fines delictivos39.
Respecto del continente americano hemos ya señalado que la
organización más visible es la Cosa Nostra estadounidense: en el
resto de América existieron estructuras similares aunque ellas
no tuVieron el auge ola importancia de la anterior. Como hemos
39 En las postrimerías de la década del noventa la mafia contaba con
un. total aproximado de 9 mil clanes que ocupaban aproximadamente 100
mil individuos, conjunto que controlaba el 50% de la circulación total de
bienes y servicios, el 60% de la banca privada y el 70% de las empresas co-
merciales, con una ganancia aproximada de 7.500 millones de dólares
anuales. Cfr. mourou, h2formantes, cit., p. 29.
Definición del conflicto 29
visto al enfocar lcis antecedentes históricos la exclusión social
derivó en un razonable auge de delitos pero no en estructuras
paralelas e ilícitas de tanta relevancia o, cuanto menos, tan per-
durables en la memoria histórica. A su vez la convulsión social
tuvo particularmente en América Latina vertientes combativas y
revolucionarias, fenómenos que, como anticipáramos, poco tie-
nen que ver con el terrorismo o el crimen organizado, tal y co-
mo hoy pretende definírselos.
En realidad es recién con la irrupción de los gobiernos dicta-
toriales que comienza a hablarse de crimen organizado, ello
principalmente como herramienta de persecución política".
Pero si de grupos organizados reales estamos hablando, los que
sí surgieron en esa época fueron los que anidaban eri el propio
poder dictatorial. Aunque es esperable que su ilegalidad se ma-
nifestara en el terreno político, con la represión de la oposición
y la caza ideológica, lo cierto es que las dictaduras, y como ca-
so paradigmático las de Argentina y Chile, extendieron su ámbi-
to de actuación delictivo al campo económico.
Así, desde una estructura altamente concentrada y jerárquica
v mediante la utilización de la violencia ideológica y física, estos
gobiernos operaron ya no desde la clandestinidad sino desde las
oscuras entrañas del poder totaI41 . Con la restauración de los
procesos democráticos ellas siguieron manejando grandes bolso-
nes de la economía lícita, liminar y, directamente, delictiva, en
especial en aquellos sectores afines a las Finanzas y las industrias
y servicios estratégicos. En el caso de Chile, esta supervivencia se
encontraba incluso institucionalizada en el régimen político, con
—entre otras— la figura de senador vitalicio, ocupada por el dicta-
dor Pinochet. En el caso argentino, los grupos volvieron a aflo-
40 De hecho fueron estos gobiernos los que generaron figuras delicti-
vas afines al tipo de asociación ilícita para reprimir toda clase de grupo or-
ganizado de resistencia.
41 Aunque temporalmente posteriores, estas manifestaciones resultan
similares a las que imperaran en Europa durante el auge de los gobiernos
de extrema derecha que desembocaran en la Segunda Guerra Mundial:
justamente su enfoque ha servido de ejemplo para los desarrollos teóricos
de la dogmática tendientes a resolver el problema de la autoría en el seno
de estructuras de poder
30 ranits e In 1
rar en la última década, provocando hechos de suma violencia:
su inserción en el mundo de la política respondió al patrón nor- •
mal de la mafia, a diferencia del caso chileno.
Otra de las manifestaciones más notorias de la criminalidad
organizada, mencionada recurrentemente en la mayoría de los
ejemplos anteriores, es la vinculada al narcotráfico. Se trata de
un fenómeno mundialmente extendido, por lo cual una buena
descripción pecaría de ingenua si se limitara a algunos pocos
casos. Por otra parte, no pueden analizarse con el mismo pris-
ma las diferentes facetas de este complejo proceso. Así es claro
que el narcotráfico adquirirá una determinada fisonomía en los
países de alto poder adquisitivo, allí donde prima el consumo,
donde se concentran los dividendos obtenidos de su venta direc-
ta y donde se emplean con más sofisticación los mecanismos
económicos y financieros para encubrir su ilícito origen. Vale
mencionar que la producción de droga se da tanto en países de
América Latina como en Asia, Oceanía y África, y ello sólo si nos
concentramos en las drogas naturales, pues si de semisintéticas
o sintéticas se trata, su producción se desplaza hacia otras zo-
nas del planeta. De hecho esta clase de productos no escapa a
la lógica general que rige el intercambio entre los países econó-
micamente desarrollados y aquellos en vías de desarrollo eco-
nómico. Mientras los segundos proporcionan la materia prima
semielaborada, los primeros o bien aportan los productos y tec-
nología necesarios, o bien operan por sí la síntesis dé la droga.
Ulteriormente, como dijéramos antes, también proporcionan la
demanda y la principal inyección de divisas. El problema es in-
cluso mucho más complejo, pues la producción de-la mayoría
de estas drogas no es en sí ilegal: gran cantidad de derivados tie-
nen uso medicinal o se aplican en investigación. Con ello se
abren las puertas no sólo a un sistema productivo directamente
filiado a la ilegalidad sino a otro que, legalmente amparado,
puede desviarse por múltiples mecanismos hasta ingresar en el
circuito clandestino. Como fuere, no puede dejar de señalarse
que la actual escala de producción global de drogas es impensa-
ble sin la connivencia de una buena parte de la industria quími-
ca, de los mercados financieros y de las agencias estatales.
De todos modos es usual que la descripción de las organiza-
ciones criminales vinculadas con la droga se concentren en los
neflnir.inn del conflicto 31

lugares de producción: para Arnérica, Colombia es el caso para-
digmático42. Este país reúne un número importante de condi-
ciones que lo han llevado a ser uno de los principales producto-
res de droga del mundo. A las condiciones geográficas y
climáticas cabe adicionar una serie de factores que, en realidad,
son los determinantes. Uno de ellos es la existencia de los Esta-
dos Unidos como centro principal de consumo y de enjuague fi-
nanciero de las divisas generadas por el negocio. Colombia se
encuentra dentro del área de influencia geopolítica de la prime-
ra potencia planetaria, con lo cual los carriles de distribución _
-aunque, paradójicamente, ilegales- no Se encuentran fuera de
su control, disminuyen así las posibilidades de sufrir interferen-
cias foráneas43. El segundo factor de importancia es su fluc-
tuante economía, por lo que el negocio de la droga puede gene-
rar un margen de prosperidad impensado ante la ausencia de
otras opciones lícitas. La falta de despegue económico de Co-
lombia hubo de generar grandes franjas poblacionales margina-
les -en especial en las zonas rurales- lo cual facilitaría la alian-
za que los carteles de la droga establecieran con los sectores
populares. La droga es una mercancía que no reconoce trabas
formales de importación (barreras aduaneras, subvenciones de
los países centrales, cupos, etc.), y, claro está, si su circulación
ilegal está asegurada, tal circunstancia implica la colocación del
producto en los mercados más rentables: ello exacerbó el proce-
42 En la década del 90, el cartel de Cali controlaba entre el 80 y el 90%
de la cocaína consumida en los Estados Unidos y Europa, respectivamente,
actividad en la que utilizaba no menos de 300 mil personas. Los carteles de
Cali y Medellín ingresan en conjunto a la economía colombiana un total de
2.300 millones de dólares por año. Otro caso significativo es el de México,
con doce organizaciones criminales —se destacan los carteles del Golfo, del
Pacífico y de Tijuca— que generaban unos 30 mil millones de dólares, lo cual
representaba el 10% de su PBI. Cfr. DAVID, Pedro, Globalización, prevención
del delito y justicia penal, Buenos Aires, Zavalía, 1999, p. 41.
43 Es memorable la opinión de Henry KISSINCER cuando se le señala-
ban las sospechas sobre el origen del dinero empleado para honrar las deu-
das contraídas en los Estados Unidos por Colombia: lo que importaba era
el color verde del dinero o, como suele decirse, el hecho de que este no
"huele".
32 Capítulo I
so de sustitución de plantaciones lícitas a ilícitas. Otra condi-
ción surge de la propia magnitud de la producción: difícilmen-
te puede decirse que ella es combatida, sino que, de uno u otro
modo, se encuentra tolerada por el poder formal. Así en Colom-
bia se ha reconocido una debilidad estructural del Estado,
acompañada del afloramiento de verdaderas zonas liberadas,
con leyes y ejércitos propios. Este proceso se ha superpuesto
con la lucha armada por el control de parte del territorio colom-
biano, lo cual complejiza aún más la situación".
A todo esto cabe puntualizar que el caso colombiano puede
deparar un profundo cambio cualitativo en la región, desde el
momento eñ que los Estados Unidos han decidido intervenir ac-
tivamente en el conflicto, tanto con ayuda económica como con
asistencia militar Este proceso -aunque diferente- muestra
cierto paralelismo con la contemporánea ocupación de Afganis-
tán, un proveedor importante de los estupefacientes consumi-
dos en Europa y los Estados Unidos. Con estos pocos rasgos
queremos ejemplificar que'también en este caso se da una fuer-
te relación entre política y economía, y que los carteles colom-
bianos muestran quizá un caso extremo en el desarrollo de un
Estado paralelo.
Poca atención han prestado las agencias de seguridad y los
autores a la existencia de otras clases de empresas criminales
que no presentan los diacríticos de criminalidad expuestos por
los casos hasta aquí tratados: tal ausencia dificulta la clasifica-
ción de estas agrupaciones como extrasistémicas, esto es, no to-
leradas ni fomentadas por las relaciones económicas y políticas
formales. Sin embargo existen sobrados ejemplos de esta forrna
de empresa ilegal, con efectos aún más dañosos debido a su in-
serción directa en el manejo de los resortes de poder de las so-
ciedades modernas. Tal es el caso de la logia Propaganda Due,
44 En efecto, hay quienes sostienen que se trata de una lucha por la li-
beración de los sectores oprimidos —esencialmente rurales— del país, los
cuales utilizan el negocio de la droga como fuente de divisas o incluso co-
mo medio de pago directo por la compra de armas, operatoria que los gru-
pos en conflicto se achacan mutuamente. Desde el gobierno, estos grupos
han sido catalogados como terroristas.
Definición del conflicto 33
regularmente constituida en 1877 dentro de la esfera de la Gran
Logia de Italia (Logia del Grande Oriente), la cual llegó a contar
con poco menos que mil miembros durante la década de 1970,
bajo la dirección del Gran Maestro Licio GELLI Esta logia logró
permear amplios segmentos de la realidad social italiana, y
abarcaba los estamentos políticos, militares, fuerzas de seguri-
dad, magistratura y medios de comunicación, entre otros45.
Vinculada con el lavado de activos provenientes de la venta clan-
destina de armas y droga, sus efectos nocivos pronto se mani-
festaron en el plano económico, al llevar a la quiebra a la prin-
cipal banca privada italiana, el Banco Ambrosiano, el cual
arrastró al Banco Vaticano, con el consecuente escándalo46.
Además de estos negocios no han dejado de señalarse sus vincu-
laciones con regímenes dictatoriales y agencias de inteligencia
enfrascadas en la Guerra Fría 47, como así también su participa-
45 Entre sus miembros se contaban cuatro ministros, cuarenta y cua-
tro diputados, altos oficiales militares e integrantes del servicio secreto: La
lista de integrantes -obviamente secreta- vio la luz a raíz del allanamiento
de la casa de GELLI en Arezzo, ordenada por un magistrado de Milán que
investigaba el secuestro de Michele Sindona, en el año 1981. Entre otros
conspicuos personajes, integraban esa lista el entonces director del Corrie-
re de/la Sera Franco Di BELLO y el ex primer ministro conservador Silvio
BERLUSCONI.
46 El banco Arfibrosiano se encontraba a cargo de Roberto CALVI, inte-
grante de la logia P2, mientras que el Banco Vaticano contaba con la direc-
ción de Paul MARCINKUS. El montante vinculado al affaire ascendía a los
treinta y cinco mil millones de dólares. CALVI huyó a Inglaterra, donde al
poco tiempo apareció muerto, Eruto de un presunio suicidio inducido.
47 Tal era la estrecha relación que la logia estableció con la derecha na-
cionalista argentina, especialmente con la AAA encabezada por LÓPEZ RE-
CA -integrante de la P2-, relación que luego se profundizó durante la dic-
tadura militar: en este sentido, pertenecieron a la logia los genocidas
MASSERA y SUÁREZ MASON, facilitando la realización de importantes nego-
ciados económicos vinculados con la compra de armas y el petróleo, entre
otros. También se han señalado las vinculaciones de la logia con la CIA es-
tadounidense y las operaciones que esta desarrollaba en el contexto de la
denominada Guerra Fría.
34 Capítulo I
ción en la strategia della tensione48, todo lo cual desembocara la
caída del gobierno encabezado por el demócrata cristiano Ar-
y el ascenso al poder del republicano Giovanni
naldo
SPADouNt 49 . El caso resulta importante pues permite iluminar el
comportamiento político de ciertos segmentos sociales que uti-
lizan los sistemas de representación política y otros factores de
poder en función de intereses sectoriales: ellos representan, a no
dudarlo, profundos mecanismos de articulación de las socieda-
des burguesas, cuya tradicional opacidad incuba manejos inca-
paces de soportar la encuesta pública.
Hasta aquí la caracterización de las agrupaciones criminales.
Si repasamos lo expuesto podremos concluir rápidamente que
ellas son, a la par, las más conocidas y relevantes. El criterio que
usualmente se escoge para describirlas -el cual hemos intenta-
do seguir- es esa variable mezcla entre grupo organizado, deli-
to, violencia, clandestinidad y generación de volúmenes signifi-
cativos de fondos. Este esqueleto se ha ido rellenando -para
darle carnadura- con las actividades delictivas reales que tales
agrupaciones han desarrollado: la división entre su manifesta-
ción histórica y actual refleja en parte este cambio cualitativo.
Si repasamos los ejemplos veremos que todas estas agrupacio-
nes se dedican, mutatis mutandi, al mismo tipo de delitos y que
todas ellas sufrieron un cambio sustancial con la expansión del
mercado clandestino de las armas o de las drogas. Constituyen
ettas dos actividades la fuente de principal desvelo para quienes
desean reprimir el lavado de capitales, aunque su volumen no
resulte equiparable al que, con otra proveniencia menos com-
48 Acciones que en parte fueran atribuidas a grupos revolucionarios.
Sin embargo algunas investigaciones judiciales encontraron vinculaciones
entre los atentados producidos durante esta época con la P2: de hecho, en
1874 fue arrestado VILO MICHELI, miembro de la logia y jefe del Servicio de
Información del Estado italiano, por haber infiltrado y direccionado el
grupo Rosa cid venti, involucrado en actos terroristas.
49 GELLI huyó a nuestra región en el año 1981, dando comienzo así a
una larga hutcla que luego incluyó la violación del arresto domiciliario (pie
le fuera impuesto en Italia, por su estado senil. La primera acción de go-
bierno de SPADOLINI fue proponer una ley de disolución de la logia, mien-
tras acercaba la política exterior italiana hacia la OTAN y la CEE.
Definición del conflicto 35
 prometida pero igualmente ilegal, circula por estos alambicados
circuitos de ocultamiento: la evasión impositiva, los fraudes en
general, los dineros de la corrupción o el financimiento ilegal de
los partidos políticos, entre otros.
En los últimos tiempos se ha incrementado el empleo de es-
te segundo foco, centrado en las actividades delictivas vincula-
das con la obtención de rendimientos económicos. Y ocurre
que, por tal medio, el catálogo comienza a incrementarse peli-
grosamente, en una espiral que parece no tener fin o, siquiera,
contornos delimitados. Suelen mencionarse entonces delitos
contra el medio ambiente, maniobras con metales preciosos,
-pornografía infantil y un elevado número de actividades organi-
zadas. Ahora bien, las coordenadas que aparentemente habrían
permitido su reunión en este marco común no plantean una op-
ción binaria, de modo que el caso escogido pueda ser incluido o
excluido en tanto posea o no alguno de sus rasgos característi-
cos. En efecto, cierto grado de organización, dedicación a nego-
cios ilegales, clandestinidad uso de violencia o ingerencia en la
estructura política formal no excluyen una constelación de ca-
sos pasibles de ingresar en este cuadro de honor. Ello explicaría
el incremento producido en el catálogo de nuevas actividades
delictivas, aunque cualitativamente no alcancen la relevancia de
los casos ya apuntados. De hecho cabe recordar que la mayoría
de las legislaciones prevén la represión de las asociaciones ilíci-
tas, organizaciones criminales que -aunque de menor monta-
suelen ser descriptas por los mismos rasgos organizativos y de
emprendimiento criminal utilizados para caracterizar al crimen
organizado: sus límites son, por estos motivos, más que difusos.
Ejemplo de este problema es la clasificación que nos brinda
el Comité Europeo sobre Problemas Criminales del Consejo de
Europa. Este organismo emite informes anuales basados en los
insumos provistos por sus estados miembros. De ellos se des-
prende que, respecto de la estructura organizativa, se conside-
ran casos de criminalidad organizada aquellos que sólo tienen
una articulación de base, esto es, que no muestran una elevada
concentración media o superior, al estilo del paradigmático ca-
so de la mafia. La misma amplitud se constata en la relevanCia
económica de la empresa criminal, pues el umbral requerido es
bajo sino inexistente. De allí que en estos informes se contem-
plen no sólo los casos que hemos mencionado sino otras activi-
36
Capítulo I
dades ilícitas escasamente organizadas o de poca incidencia en
la esfera económica o política. El conjunto de delitos así deli-
neado sorprende por su diversidad, coexistiendo el contrabando
de armas con las pequeñas empresas criminales dedicadas a la
venta de autopartes robadas o a la comercialización de porno-
grafía infantil.
Cabe por ello advertir que la metáfora inicial empleada para
reunir los casos se afincaría en rasgos que soportan un amplio
gradiente, de modo que, según las apetencias de quien construye
la categoría, ésta puede abarcar sólo los casos relevantes o, por el
contrario, extenderse sin límite aparente. Como fuere, revisar es-
tos casos menos significativos poco aportaría a la caracterización
general que intentamos, cuyos rasgos se expresan de forma aca-
bada en las organizaciones criminales arriba revisadas.
3. Sistematización del conflicto
El derecho penal pretende dar solución a determinados pro-
blemas actuales, pero cabría preguntarse si es pertinente que al-
gunos autores -corno lo hemos hecho nosotros- hayan apelado
a la caracterización histórica del crimen organizado. Se ha men-
cionado que tal tarea resulta superflua y, aun cuando existan
ciertas vinculaciones, ellas no inciden en la manifestación ac-
tual del fenómeno. Quienes sostienen esto no dejan de llevar ra-
zón pues .uno de los requisitos esenciales de todo buen diagnós-
tico es efectuar un relevamiento de la modalidad criminal tal y
como es en el actual contexto global. Por otra parte, basar la ca-
racterización en sus manifestaciones históricas puede ser un
buen atajo para encubrir lo que ocurre en el presente".
5° Tal abordaje se ha limitado, por lo general, a destacar la permanen-
cia de la organización y de su estructura, de modo de poner el foco en el
fangoso campo de la actividad grupal y clandestina, paralela a la manifes-
tación del orden y la fuerza pública. En otras palabras, la constatación his-
tórica de estos grupos facilitaría la operación discursiva de crear sujetos
grupales ajenos al cuerpo social y dañosos para él: si el delincuente es una
célula enferma el grupo organizado es un tudior extendido. Afincada sobre
la misma operación mental la diferencia sería de magnitud, en tanto que
el segundo modelo de criminalidad puede ocasionar un daño mayor al
conjunto de la sociedad. Incluso actualmente este daño excedería el mar-
co de los estados nacionales, por lo que, cual enfermedad contagiosa, ame-
nazaría con extenderse al orden transnacional.
Definición del conflicto 37
• Por nuestra parte trataremos que la tarea vaya más allá del
dato de color o la naturalización del tema. De hecho se trata de
un enfoque relevante, siempre que sea empleado con cautela,
pues permite poner los nuevos fenómenos en perspectiva,.ayu-
dando a mensurar su verdadero espesor. Este ejercicio también •
permite comparar las condiciones de contexto en busca de recu-
rrencias estructurales que expliquen más acabadamente el fenó-
meno que tenemos entre manos. Pero en vistas a definir el cri-
men organizado, los ejemplos históricos nos dejan una
enseñanza aún mayor: el recorte de casos reVela, desde el inicio,
una determinada perspectiva y toma de postura frente al proble-
ma. Por ello cualquier recuento de casos que no declare los prin-
cipios de los que parte servirá de poco. El salto a la empiria de-
be estar precedido de algún marco de indagación, pues éste será
el único modo en que la información de campo permita conva-
lidar o descartar alguna hipótesis previamente formulada. En el
derecho en general, o en el ámbito legislativo en particular, esta
tarea previa suele encontrarse ausente y, cuando existe, la des-
cripción empírica es tomada muchas veces como un dato indis-
cutible, sin advertir los errores o intereses albergados por sus
mentores. Así, nuestra caracterización histórica ha pretendido
demostrar que la base empírica puede ser enfocada desde un
marco más o menos rígido -el nuestro, por ejemplo, decanta el
terrorismo y los casos más triviales-, de modo que, en vistas a
la caracterización del fenómeno, pueda circunscribírselo bien a
los casos mayores, bien a los casos menores.
Todo ello impide considerar el fenómeno como algo dado o
ajeno a la discusión, de modo que éste no puede validar por sí
solo ninguna teoría: punto importante desde que a la creación
de un conjunto -el crimen organizado- pretende adicionarse
una única y grave respuesta por parte del Estado. Por ello tam-
poco pretenderemos validar nuestro punto de vista apoyándo-
nos exclusivamente en los fenómenos. Sí, en cambio, el recorri-
do por ellos nos permite decir que lo que los autores consideran
como formas acabadas de crimen organizado presentan fuertes
componentes políticos, económicos y organizativos y que su pa-
saje de la legalidad a la ilegalidad parece derivarse más de una
determinada correlación general de fuerzas que de algún ele-
mento sustancial o permanente. La cuestión cambia a medida
38
Capítulo 1
que exigimos menos requisitos para cada uno de esos focos: de
este modo la cantidad de casos pasibles de ser considerados
"crimen organizado" crece exponencialmente. La opción por
uno u otro abordaje estará condicionada entonces -desde la po-
lítica criminal- por el umbral que escojamos: los casos con es-
tructuras políticas desarrolladas o las mínimamente organiza-
das, los casos tradicionales o los nuevos, los que apelan a la
violencia o no, los que persiguen un fin de lucro o liberar a un
pueblo de la opresión central, los que se dedican a ciertas acti-
vidades ilícitas o a todas, y la lista puede seguir51. Evidentemen-
te se trata de posturas extremas entre las que media un enorme
gradiente. Pero este solo hecho -y eso es lo que queríamos de-
mostrar- basta para probar que el criterio de selección reposa-
rá menos en el componente empírico que en el papel que, en la
solución de conflictos, le asignemos al derecho penal dentro del
conjunto de herramientas jurídicas y la clase de conductas lesi-
vas que queramos que éste abarque.
Como fuere, y con el material básico hasta ahora colectado,
estaríamos en condiciones de declarar ciertas recurrencias, en
busca de algún patrón o configuración que permita echar algo
de luz sobre el problema.52 . Nuestra sistematización básica del
51 La utilización de cierto criterio de continuidad histórica presenta
problemas cuando, además, se prescinde del contexto. En efecto, aunque
se reconozca continuidad en la subsistencia de ciertos rasgos a través del
tiempo, lo cierto es que las antiguas organizaciones poco tienen que ver
con la definición del crimen tal y como hoy lo conocemos. En los casos que
hemos revisado, las organizadiohes antiguas Se- presentaban como siste-
mas de articulación social con un cierto sustento de legitimidad: de allí que
sus enfrentamientos puedan ser enfocados con facilidad desde las coorde-
nadas de la política y la lucha armada por el poder. En la actualidad, y en
aquellos casos en que se detectara su subsistencia, algunas de estas orga-
nizaciones han actuado directamente en el marco de la ilegalidad, por lo
cual la apelación a su historia se presentaría como un ejercicio, además de
ocioso, desacertado. Para estos casos pareciera que la apelación a la histo-
ria de la organización funciona como un modo de conferir espesor y sus-
tancia a un sujeto grupal; de hecho cierta pretensión de permanencia es
uno de los rasgos que recurrentemente se señala para caracterizar a la cri-
minalidad organizada.
52 Vale aclarar que el sistema empleado no es deductivo: no se fijan las
condiciones necesarias para todo caso de crimen organizado. Se trata sim-
39
Definición del conflicto

fenómeno habrá de seleccionar algunos puntos relevantes para
el ten-eno del derecho penal. De sus manifestaciones serán de
interés los aspectos organizacionales, políticos y económicos. El
primero de ellos porque resulta pertinente desde el punto de vis-
ta de los modos de comisión de los delitos y, en general, desde
la problemática de la autoría. Los dos restantes porque señalan
posibles ámbitos de lesividad53. Posteriormente abordaremos
plemente de una descripción, una primera generalización en torno a algu-
nos rasgos -jurídicamente relevantes- constatados empíricamente. En
otras palabras, intentaremos operar como lo haría un observador de un
juego de ajedrez que no comprende sus reglas y objetivos: "luego de una
serie de partidas, el observador probablemente estará en condiciones de
formular, con un alto grado de precisión, las reglas del ajedrez, incluyendo
el final dcl juego, el jaque mate. Debe señalarse que podría llegar a ese re-
sultado aunque no contase con la posibilidad de solicitar información.
¿Significa esto que el observador ha 'explicado' la conducta de los jugado-
res? Preferiríamos decir que ha identificado una configuración compleja
de redundancias. Desde luego, de querer hacerlo, podría atribuir un signi-
ficado a cada tina de las piezas y a las reglas del juego. De hecho, podría
crear una elaborada mitología acerca del juego y su significado 'real' o 'más
profundo', incluyendo imaginativos relatos acerca del origen del juego, co-
mo en realidad se ha hecho. Pero todo esto es innecesario para el estudio
del juego en sí mismo, y tal explicación o mitología tendría la misma rela-
ción con el ajedrez que la astrología con la astronomía". Wkrzukwicx, Paul:
BAVELAS, Janet y JACKSON, Donald, Teoría de la C01771417iCaCión humana, Bar-
celona, Herdei; 1995, p. 38.
53 Obsérvese que tanto aspectos económicos corno políticos pueden
vincularse entonces con los bienes jurídicos pasibles de sufrir lesión mien-
tras que el aspecto organizacional puede vincularse con la conducta. Sin
embargo, esta última no se releva respecto del fenómeno en sus compo-
nentes típicos esenciales, por ejemplo, el contenido de la conducta o su fi-
nalidad; ello poco aportaría a la comprensión del grupo criminal tal y co-
mo hoy pretende aprehendérselo penalmente. Decimos ello en razón de
que la criminalidad organizada pretende definirse las más de las veces co-
mo un delito de peligro abstracto que reprime la mera existencia del gru-
po, con lo cual la conducta concreta es el mero hecho de formar parte de
tal organización. A nivel cle la conducta es relevante, en consecuencia, el
modo comisivo plural de este delito y las diferencias que median con otras
formas comisivas grupales -número determinado de autores, banda- y
asociativas -asociaciones ilícitas-, como así también el modo de atribuir
responsabilidades a los restantes integrantes del grupo por la actuación de
algunos de ellos en el contexto de un plan criminal compartido.
• 40 Capitulo 1
un sistema de recorte que pretende desagregar un conjunto aco-
tado del más vasto universo de las organizacitines en general: el
de aquellas cuya finalidad especial radique en el desarrollo de
un proyecto criminal.
3. 1. Aspecto organizacional
Un aspecto que caracteriza esta modalidad delictiva es que la
pluralidad de autores no refiere a un mero acuerdo o unidad de
actuación para cometer un delito: la fenomenología de los dife-
rentes grupos expone cierto sistema de organización interno y
permanente, el cual puede definirse —en determinados casos—
como una estructura.
Por organización cabe entender una disposición especial de
los factores que integran un conjunto, de modo que su configu-
ración exponga alguna especie de patrón que lo dote de cierta
homogeneidad. Aplicado al modo en que pueden vincularse lbs
seres humanos, un criterio organizativo es aquel que, en deter-
minados aspectos, tiende a que el conjunto se comporte como si
fuere una unidad, con alguna finalidad propia. Evidentemente
existen diferentes grados de organización que pueden fluctuar
entre mecanismos más o menos férreos, de modo de predicar
un comportamiento variablemente homogéneo o articulado de
sus integrantes. A medida que una organización acrecienta su
capacodad y el tipo de actividades que controla, suele aumentar
el número de integrantes; consecuencia de ello, y como ocurre
Con cualquier sistema organizativo, es posible aseverar que, su-
perado determinado umbral de complejidad, sus componentes
mostrarán ciertos rasgos de especialización, dividiendo las ta-
reas que, hasta determinado momento, podían desarrollarse
mancomunadamente54 . Superado el nivel celular e indiferen-
54 "La organización criminal es una entidad colectiva ordenada en fun-
ción de estrictos criterios de racionalidad. A modo de piezas que se inte-
gran en una sólida estructura, cada uno de sus miembros desempeña un
determinado cometido para el que se encuentra especialmente capacitado
en función de sus aptitudes o posibilidades personales. De este modo, la
corporación alcanza los rasgos propios de una sociedad de profesionales
del delito en la que se manifiesta un sistema de relaciones definidas a par-
tir de deberes y privilegios recíprocos". FABIAN CAPARROS, Eduardo, El deli-
to de blanqueo de capita/es, Madrid, Colet, 1998, p. 37.
Definición del conflicto 41
 ciado, el criterio de organización puede adquirir múltiples for:
mas: un .patrón de jerarquía individual de tipo piramidal, un sis-
tema colegiado, uno de tipo confederativo, etc. Las organizacio-
nes criminales llegan en este punto a establecer complejas
mallas de interconexión, por medio de las cuales vinculan, in-
cluso, diferentes especificidades delictivas 55.
Surge de lo., casos analizados que el componente organizacio-
nal no es efímero ni tiene por función la mejor comisión de un
único hecho delictivo 56 . Por el contrario, tiende a permanecer en
el tiempo, generando sus propios sistemas de reproducción 57. A
los fines de la permanencia de la organización resultará vital
contar con algún sistema interno de disciplina y control destina-
do a corregir comportamientos alejados de las expectativas del
conjunto. La permanencia por prolongados períodoS requiere
55 "Un claro ejemplo de tales vínculos está representado por la intensa
relación manifestada entre el mercado de las drogas y el tráfico ilegal de
armas, desarrollándose entre ambos submundos una estrecha simbiosis
mediante la cual se comparten métodos y personas". CAPARRÓS, El delito de
blanqueo, cit., p. 41.
56 En este sentido, la Convención de las Naciones Unidas contra la de-
lincuencia organizada transnacional define al grupo delictivo organizado
en su artículo I, inciso a, como: "un grupo estructurado de tres o más per-
sonas que exista durante cierto tiempo y que actúe concertadamente con
el propósito de cometer uno o más delitos graves o delitos tipificados con
arreglo a la presente Convención con miras a obtener, directa o indirecta-
mente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material".
57 Sobre la vocación de permanencia de las organizaciones ilícitas di-
ce CAPARROS: "... el significado del evento delictivo es muy diferente en el
marco en el que actúan las organizaciones criminales. Lejos de agotarse en
sí misma, la infracción penal, por grave que sea, es despojada de esa auto-
nomía para pasar a ser un elemento más de un programa preestablecido
que se prolonga indefinidamente en el tiempo. En estas condiciones, el
clan subordina todas y cada una de sus intervenciones a la unidad del fin
general y global del sistema en su conjunto, objetivo último que podría
quedar representado por el acaparamiento del poder real a través de la
conquista del capital y del conclicio.namiento de los demás poderes". Ve-
mos en esta cita, a la par del componente temporal, el alcance que el au-
tor da al concepto de criminalidad organizada, categoría que no parece es-
tar destinada a aquellas estructuras delictivas menores. Cfr. CAPARRÓS, El
cielito de blanqueo, cit., p. 38.
42
Capitulo 1
también de la existencia de mecanismos que legitimen el ingre-
so de los nuevos integrantes y que. permi tan la salida controlada
de quienes ya han agotado su función dentro del sistema.
En la medida en que la variable temporal se prolongue, los
criterios de organización tienden a superar la mera interac-
ción personal, objetivándose por fuera de los individuos. Es
posible así que ciertas organizaciones cuenten con un cuerpo
de normas -escritas o no escritas- y que, incluso, estas se ma-
nifiesten en rangos, privilegios y lugares concretos, que portan
en sí predicados organizativos. Cuando se alcanza este nivel
-podríamos decir, institucional- nos encontramos en presen-
cia de una estructura. Por estructura entendemos entonces—el'
conjunto de dispositivos de la organización, de una entidad di-
ferente a la de sus meros integrantes 58 . En tanto que el factor
58 Como dijéramos, un patrón de organización es cierta disposición y
funcionamiento coordinado de elementos. La variable organizativa es de
orden formal, por lo cual puede sostenerse que un conjunto de personas
puede actuar organizadamente, podríamos decir, por la simple disposición
de su ánimo y por los acuerdos que, de palabra, realicen entre ellos. El pro-
blema de estos sistemas es que generalmente impiden que el grupo supere
cieno umbral en cuanto a su extensión, magnitud, número de componen-
tes, etc. En efecto, tales dispositivos requerirían de la interacción cara a ca-
ra o, por lo menos, de la comunicación personal a distancia, con lo cual el
comportamiento coordinado dependerá de estas pautas de intercambio y
del aprendizaje individual. La estructura, en cambio, es un dispositivo ex-
terno, una suerte de objetivación de las pautas organizativas. Transforma-
da así la organización en una entidad independiente de los sujetos que
componen el grupo, aumenta la comunicabilidad y se reduce la variación
o desvíos dentro del sistema: con ello se facilita la producción-y reproduc-
ción del grupo, permitiendo que éste se amplíe. Podemos graficar el dife-
rente potencial que ambos sistemas poseen, comparándolo con el lengua-
je. Si el lenguaje se redujera al habla, disminuirían las posibilidades de
acumular e intercambiar información, además de que es esperable que el
contenido varíe a medida que cada sujeto recibe, procesa y transmite in-
formación. Pero si al habla cotidiana se adiciona la escritura (que es un re-
gistro externo objetivo y perenne, diferente a la comunicación verbal) la
potencialidad del sistema comunicativo crece exponencialmente: el regis-
tro es inmutable. incorpora a generaciones pasadas, todas las personas
pueden acceder a él en cualquier momento y lugar, es de consulta inmedia-
ta ante cada problema, etc. Dicha potencialidad crece, a su vez, con cada
avance técnico: de la escritura a mano a la imprenta, la máquina de escri-
bir, la computadora, etcétera.
43
Definición del conflicto
 organizativo es de orden relacional, el estructural es de orden
sustancia159.
En todos los casos analizados se ha constatado que este com-
ponente organizacional se expresa en la economía lícita y se em-
plea en el comando de los negocios ilícitos, por lo que es usual
que, sin más, se considere a la organización delictiva como do-
tada de una estructura empresarial. Sin embargo los ejemplos
históricos también nos indican que el símil organizacional es
analogable a las estructuras superiores de la política y que va-
rias de ellas funcionan de un modo similar al de las logias o gre-
mios profesionales60. A nuestrb criterio, el rasgo relevante es _ _
59 La Convención de las Naciones Unidas contra la criminalidad orga-
nizada transnacional no recoge esta diferencia entre organización y estruc-
tura, sino que el término estructura tiende a concretar los atributos del
"grupo delictivo organizado", de cuya definición forma parte. Así, en el ar-
tículo 1, punto c, la convención entiende por "grupo'estructurado" a "un
grupo no formado fortuitamente para la comisión inmediata de un delito
yen el que no necesariamente se haya asignado a sus miembros funciones
formalmente definidas ni haya continuidad en la condición de miembro o
exista una estructura desarrollada". De tan laxa definición cabe preguntar-
se cuánto de organizado hay en la delincuencia organizada, y si su recorte
no se opera, en realidad, por la serie de ilícitos subyacentes que desea per-
seguirse.
60 Existe un número considerable de agrupaciones lícitas cuyos inte-
grantes, sistemas organizativos e, incluso, fines perseguidos, se encuentran
parcialmente ocultos (por ejemplo, la masonería, los rotarios, ciertas orde-
nes vinculadas al terreno religioso y, en general, los diferentes grupos de
presión cuyo ámbito de actuación no suele ser públicamente ventilado). A
nuestro criterio los símiles del rasgo organizativo deben buscarse en la po-
lítica y no en la economía. Preferimos referirnos a esta clase de agrupacio-
nes puesto que lo que las caracteriza -al igual que al crimen organizado-,
es: a) número cerrado de integrantes, b) férreas normas de adscripción y
exclusión, c) invisibilidad hacia el resto de los integrantes de la sociedad,
d) estructura jerárquica rígida, e) depurados sistemas de acumulación y
gestión del dinero, f) articulación con la política y la economía formal, g)
transnacionalidad. Como ocurriera con las agrupaciones históricas que he-
mos analizado, éstas operaban públicamente en el período anterior a la de-
finitiva imposición del sistema democrático con sus componentes de vili-
bilidad pública. En este nuevo contexto todas estas organizaciones
-imposibilitadas de articularse explícitamente con la estructura de los nue-
vos partidos políticos- comenzaron a moverse, podríamos decir, entre los
pliegues del poder real, de modo de influir indirectamente en el ámbito de
44
Capitulo I
que la' estructura cumple claramente una 'finalidad política en
tanto se trata de un mecanismo que pretende aunar voluntades
individuales mediante el empleo conjunto del consenso y la
coacción. Que esa estructura —política— se emplee en la esfera de
la política como ámbito propio de los estados modernos o en ac-
tividades económicas, tanto lícitas como ilícitas, no hace variar
la esencia del rasgo. Variando el foco: la estructura u organiza-
ción de una empresa lícita no S un componente de orden eco-
nómico sino político.
De todo lo dicho hasta aquí es claro que una organización
que llega al nivel estructural y que tiene la capacidad de mante-
nerse y reproducirse a lo largo del tiempo debería alcanzar un
número considerable de integrantes. Ahora bien, el número de
integrantes no resulta, quizá, la pauta fundamental para delimi-
tar este parámetro: a nuestro criterio sí lo son la real existencia
de pautas organizacionales, manifestaciones estructurales, nor-
mas de Funcionamiento, distribución de roles, jerarquías y cri-
terios de adscripción y de depuración. Sin embargo, desde el
punto de vista de la tipificación penal, el número de integrantes
no deja de ser un parámetro objetivo capaz de dotar de extrema
previsibilidad a la conducta que se desea reprimir. Pero también
es claro que fijar el número de integrantes, como usualm.ente se
lo hace, en tres o más personas no parece guardar vinculación
alguna don todas las manifestaciones que hemos listado con an-
terioridad61 Las definiciones actuales sobre criminalidad orga-
la política formal. La diferencia, claro está, radica en lo delictivo o no de
su actuación. Empero la alusión a una suerte de empresa criminal no de-
ja de ser gráfica si con ello se pretende destacar la vinculación que existe
entre ellas y la producción, circulación y aplicación de los beneficios eco-
nómicos obtenidos.
61 Obsérvese, por ejemplo, que el número escogido casi coincide con el
empleado en el Código Penal para agravar diversas- figuras delictivas y,
además, con la Cantidad de integrantes de la banda y de la asociación ilí-
cita. Evidentemente todos estos eventos resultan por demás distintos y pre-
suponen una magnitud harto diferente. A nuestro criterio no puede decir-
se que la banda representa un acuerdo momentáneo para ejecutar y
participar en un delito, que una asociación ilícita implica una determina-
da estructura con especialización de roles y permanencia en el tiempo, y
45
Definición del conflicto

nizada suelen brindarse, por lo general, desde las propias agen-
cias policiales destinadas a combatirlo, las cuales se inclinan
por delimitar el fenómeno desde sus componentes marginales,
para extender el espectro preventivo. Mas desde el punto de vis-
ta represivo, si el componente organizacional se toma de mane-
ra sincrónica, es claro que predicaremos que la unión perma-
nente de un jefe con dos acólitos para vender droga califica
como un caso potencial de crimen organizado.
La magnitud de la organización resulta ser uno de esos tópi-
cos difíciles de circunscribir sin apelar a una solución arbitra-
ria. Pero si reparamos detenidamente en las virtudes del abor-
daje histórico y, fruto de él, lo que en realidad se entiende por
"crimen organizado", veremos que esta categoría apunta a algo
harto distinto que la asociación de tres individuos. Ello se deri-
va en parte de la propia esencia de la disciplina en cuestión, a
la sazón escbgida para agitar el parche de la alarma social: la
historia borra de los primeros plános aquellos acontecimientos
menores o sincréticos que, tan rápido como aparecen, se esfu-
man62 . En efecto, los casos que llegan hasta nuestros días, en
especial cuando se los toma como expresión de un conjunto,
suelen ser los más acabados é importantes. Consecuencia de
ello es que si comparamos la caracterización histórica con
cualquier catálogo actual sobre crimen organizado notaremos
una diferencia sustancial: mientras el primero recoge casos su-
mamente graves, los segundos acumulan, además, ejemplos tri-
que la organización criminal es, sencillamente, algo mucho más grave,
cuando, por el otro lado, en los tres casos se exige un denominador común
de tres personas. Más que un límite diferenciador se nos antoja como un
mínimo que permita penalizar todos estos acuerdos sin atender a la mag-
nitud diferencial que deberían poseer.
62 Por cierto que ello también ha generado conflictos en el plano del
saber histórico, donde las grandes caracterizaciones de época cedieron pa-
so a una plétora de enfoques micro, primero utilizados como manifestacio-
nes concretas de un proceso más abarcirivo y luego sencillamente por su
valor en sí, abjurando de toda clase de metadiscurso. Luego de una impor-
tante expansión, estos últimos enfoques no lograron cuajar verdaderos
programas de investigación, por lo cual comenzaron a desaparecer una vez
agotada la crítica, por reiterada, contra la necesidad de crear alguna clase
de conocimiento generalizable.
46
eanIti di, 1
viales63. Esto es especialmente importante en la modalidad de-
lictiva que analizamos. En efecto, mientras que 'una mayor o
menor extensión de la descripción en los casos de robo no alte-
ra laesencia de la categoría, ello sí puede ocurrir con el crimen
organizado. Si junto a una compleja red de producción y venta
clandestina de armamento se coloca a tres personas que, en una
perdida localidad pueblerina, venden regularmente material
pornográfico infantil o contaminan un arroyo -por más graves
que se estimen sus conductas-, los significados de las palabras
"organizado" y "crimen" adquieren un valor por demás amplio
que, casi podríamos decir, las vacía de sentido. Reforzando este
aspecto que hace a la magnitud de la estructura, se desprende
de los ejemplos que las organizaciones delictivas no suelen limi-
tar su campo de actuación al ámbito local, sino que varias de
ellas se han extendido por diversas zonas del mismo país o in-
cluso en otros países64. De allí que varios autores hayan soste-
nido que la transnacionalidad es uno de los componentes esen-
ciales del crimen organizado65. Como fuere, lo cierto es que ello
sólo puede Pensarse cuando el grupo adquiere cierta relevancia
cuantitativa -por el número de integrantes- y cualitativa -por la
complejidad de sus dispositivos organizacionales-. Pero inde-
pendientemente de la incidencia de este factor en la delimita-
ción del concepto, es evidente que los ejemplos expuestosindi-
63 Incluso suele tener lugar un desplazamiento por demás perverso.
Mientras la imposición de herramientas más violentas busca legitimarse
apelando a los casos graves de criminalidad organizada, SU aplicación sue-
le circunscribirse, en realidad, a los casos de menor conflictividad: justa-
mente aquellos que ingresan en el catálogo sin que exista una razón de pe-
so sino un cierto "aire de familia".
64 En realidad es. ta condición parece derivarse más de uno de los deli-
tos altamente asociado con la criminalidad organizada: nos referimos al
lavado de dinero de origen delictivo. En efecto, este delito suele utilizar la
enorme disponibilidad en la circulación global de bienes y dinero para pa-
sar por diversas jurisdicciones y dificultar así cualquier investigación.
65 Este elemento ha cobrado especial magnitud en los últimos veinte
años y sería este salto cualitativo en el mundo de los grupos organizados
el que habría desencadenado la preocupación de la comunidad internacio-
nal en su conjunto. Cfr. CAPARRÓS, El delito de blanqueo, cit., p. 39.
Definición del conflicto 47
 can que los grandes grupos criminales no han limitado su accio-
nar a los estrechos confines de un Estado en particular sino que,
inmersos en el mismo proceso globalizador, han trascendido las
fronteras.
3. 2. Aspecto económico
Se trata de uno de los aspectos que, desde el punto de vista
jurídico, se revelan como de suma importancia para lograr una
adecuada caracterización de la criminalidad organizada. Cabe
tener en cuenta que el aspecto económico no hace al ámbito le-
sivo de cada conducta que el grupo desarrolla; su incidencia
puede ser especialmente grave sobre otros bienes jurídicos, aje-
nos a la economía o el patrimonio. El aspecto económico im-
porta en tanto que esas actividades generen rendimientos, pero
no por este punto en sí, sino porque tales medios pueden em-
plearse para expandir la organización o aplicarse en la econo-
mía lícita, perjudicándola. Los casos analizados revelan que las
organizaciones criminales no circunscriben su accionar exclusi-
vamente al terreno ilícito. De hecho, diferenciar lo ilícito de lo
lícito es pertinente sólo desde el punto de vista de los órganos
del Estado: desde el de la organización, si de lo que se trata es
de maximizar ganancias, poco importa si ellas se logran en uno
de esos ámbitos o en ambos66. Cuando se señala este rasgo, de
hecho, no se apela a la simple incursión accidental de uno u
otro lado de la raya que divide lo legal de lo ilegal: cualquier per-
sona' o grupo de personas puede hacerlo. Tampoco se alude a
una diferencia de grados: una mayor proporción de actividades
ilícitas por sobre las lícitas. Las organizaciones actúan así en los
confines de la legalidad, pero no porque unó u otro sea su ám-
bito preeminente67. Lo que en realidad se requiere es que en
66 CAPARROS destaca esta relación estructural entre criminalidad orga-
nizada y beneficios económicos, señalando "la estrecha relación existente
entre el logro de fabulosas bolsas de riqueza ilícita susceptibles de generar
desequilibrios en el sistema económico y el actual desarrollo de las moder-
nas organizaciones criminales". CAPARSUSS, El delito de blanqueo, cit., p. 35.
67 Según CAPARRÓS: "Buena parte de las actividades realizadas por las
redes de delincuencia se desarrollan en una amplia zona incierta o de pe-
numbra en la que se alternan continuamente legalidad e ilegalidad y en la
48 Capítulo I
ambos campos los individuos se comporten con aquel grado de
organización y permanencia que hemos predicado para las orga-
nizaciones criminales y que ambas economías se vinculen fun-
cionalmente. De allí que este rasgo no goce de plena autonomía
sino que, inexorablemente, se encuentre ligado al anterior68.
que no siempre es fácil determinar dónde se encuentra la frontera que se-
para los comportamientos reglados de aquellos otros que se enfrentan al
Derecho". CAPARROS, El delito de blanqueo, cit., p. 42. La difuminación de
límites también ocurre entre lo ilícito y lo netamente criminal. Sobre el
punto, ALAGNA, Sergio, Impresa illecita e impresa mafiosa, en "Contratto e
Impresa", n" 1, enero-abril 1991, p. 141.
68 De hecho existe cierta resistencia a considerar que las empresas lí-
citas, en tanto que organización, pueden ingresar en la categoría que veni-
mos analizando cuando se dedican, además, a ciertas operaciones ilícitas.
Suelen por eso requerirse otros componentes, como, por ejemplo, el em-
pleo de violencia, la apelación sistemática a la corrupción de funcionarios
o su incursión en determinadas actividades ilícitas. VIRGOLIN1 expone con
claridad la resistencia existente cuando se trata de enfocar el crimen de
"cuello blanco": "es evidente que hay una fuerte tendencia a sostener que
no es lo mismo un delito cometido por funcionarios de una corporación en
beneficio de ésta o en beneficio propio, utilizando técnicas vinculadas al
ejercicio de la actividad económica que le es propia, que el delito cometi-
do por un grupo que presenta las imágenes estereotipadas de la ciiminali-
dad, que recurre con cierta frecuencia y visibilidad al empleo de medios
violentos, y que extrae sus beneficios del desarrollo de actividades inequí-
vocamente criminales como el juegó, la prostitución, la droga, etc. Parece
ser éste un planteo que tiene claras disonancias con el discurso dicotómi-
co tradicional del sistema penal y de la criminología, proclive a reificar la
delincuencia en una categoría ontológicamente distinta de la normalidad,
y que permite de esta manera, al aislar el campo del crimen organizado del
ámbito del delito de cuello blanco, establecer algo así como etapas o nive-
les de criminalidad. Una cosa es la criminalidad convencional, aun la que,
más peligrosa y amenazadora, se presenta bajo oscuras formas organizati-
vas, que ostentan los estigmas de una criminalidad fuertemente distintiva
y claramente identificable como lo otro del orden constituido, en este ca-
so, sus antípodas, y otra cosa, más suave y delicada, la transgresión excep-
cional (por ser una excepción) de las reglas de juego de la economía, en la
cual incurren algunos operadores del sistema, que verían criminalizados
esos actos en la medida en que se hayan hecho visiblemente disfunciona-
les para el despliegue de las fuerzas del mercado". VIRGOLINI, Julio, Crimi-
nología, derecho y política, en VIRGOLINI, Julio y SLOKAR, Alejandro, Nada
personal. Ensayos sobre crimen organizado y sistema de justicia, Buenos Ai-
res, Depalma, 2001, p. 48.
Definición del conflicto 49

En efecto, una estructura que supere determinado umbral y
tienda a perpetuarse deberá contar, entre otras cosas, con meca-
nismos que le permitan autofinanciarse. De allí que la compro-
bada inserción de las organizaciones criminales en el mercado
lícito o ilícito puede no indicarnos su objetivo principal sino,
precisamente, esa necesidad de obtener recursos69. Es por lo
que detemiinados autores han incluido las organizaciones terro-
ristas dentro del crimen organizado, siendo que su objetivo pri-
mordial no es la obtención de beneficios económicos, sino la dis-
puta de poder en el terreno político. Y es que, en realidad, si lo
que desea protegerse es el mundo de la economía lícita, no im-
porta tanto el objetivo que persiguen los sujetos activos sino, por
el contrario, los bienes que en su cometido lesionan". Así las co-
sas puede decirse sin temor a error que las organizaciones cri-
minales se han construido en torno a una finalidad principal o
instrumental de maximizar sus beneficios acudiendo a negocios
69 Una cuestión de interés es considerar si la incursión en el mundo de
la economía resulta ser una mera necesidad o el objetivo principal de la or-
ganización criminal. Cuando observamos los ejemplos históricos es usual
constatar que las posiciones de poder o de privilegio se confunden con el
control de los recursos económicos. Esta particularidad no debe atribuirse
exclusivamente a los objetivos de la organización, sino que puede explicar-
se por el peculiar modo en que se desenvuelve el contexto social. En efec-
to, es en épocas recientes que ambas esferas se presentan, real e intelectual-
mente, como ámbitos diferentes: el surgimiento de los estados modernos
como ente que monopoliza la función política va de la mano con la apari-
ción del mercado como ámbito regulador de la economía. Pero si retroce-
demos en la historia veremos que es difícil separar tan tajantemente estas
funciones, las cuales solían confluir en las mismas instituciones o perso-
nas. Los ejemplos históricos no inclinarían la balanza en uno u otro senti-
do, por lo que puede decirse que el objetivo perseguido era la acumulación
de poder, tanto por medio de actividades económicas como políticas.
70 Aunque la organización terrorista persiga beneficios económicos co-
mo un fin meramente instrumental, la conducta desplegada encuadraría
también en la definición del crimen organizado de vertiente económica de
no existir una norma más específica. Puede, sin embargo, que se decida
efectuar un nuevo distingo dentro del grupo "criminalidad organizada", de
modo de diferenciar las que persiguen una finalidad económica -principal
o secundariamente- y aquellas cuya finalidad última es sembrar el terror
ola alarma social por métodos violentos.
50
Capítulo I
lícitos .e ilícitos71. Si se utiliza una variable descriptiva externa
que presc inda de los fines perseguidos por los sujetos interVi-
nientes, el disparador de este rasgo en particular puede ubicar-
se en la acumulación de enormes excedentes en contraposición
con los ámbitos cada vez más reducidos en los que ellos pueden
reinvertirse: si sólo se tratara de maximizar ganancias, es hasta
esperable que confluyan actividades lícitas e ilícitas.
Ahora bien, desde el punto de vista de la génesis de las orga-
nizaciones criminales es claro que existe una relación compleja
entre los campos de la economía legal e ilegal. Un primer enfo-
que podría adoptar la siempre tranquilizadora imagen integris-
ta, predicando que lo delictivo es permanente y se encuentra ya
en el origen. Así, primero vendrían las actividades ilícitas y lue-
go, por necesidad, las lícitas: las organizaciones que acumulan
grandes volúmenes de excedentes no tienen otro camino que in-
vertir esos fondos en actividades lícitas. Desde un punto de vis-
ta sincrónico, es ello estrictamente cierto; pero constituiría un
error postular que representa, desde el punto de vista diacróni-
co, un orden generativo necesario. En este norte los ejemplos
históricos pueden darnos otra perspectiva: muchas de las orga-
nizaciones criminales surgieron, en realidad, de la actividad le-
gal o, cuanto menos, tolerada, y es recién cuando nuevas fuer-
zas hegemonizaron la economía que se demarcó, para ellas, el
campo de lo lícito y, para las otras, el de lo ilícito72. Esta pers-
pectiva es por demás problemática y no se encuentra exenta de
riesgos: empero, no deja de ser un indicio de que lo ilícito se en-
cuentra relacionado con los límites impuestos por cada socie-
dad al redefinir la actividad lícita73. Si la pauta definitoria se en-
71 Cfr. GUERRERO AGRIPINO, Luis, La delincuencia organizada. Repercusio-
nes en la autoría y participación, problemas de tipificación, regulación en el sis-
tema penal mexicano, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2000, p. 156.
72 Al presente, un pasaje similar de la organización legal a la organiza-
ción criminal, en ANIYAR DE CASTRO, Lolita, La sombra de "El Padrino". Con-
cepto criminológico del delito organizado, en "Cuadernos de Doctrina y Ju-
risprudencia Penal", año U, n" 2, 2003, p. 119.
73 VIRGOLINI nos señala las dificultades que acarrea para el sistema pe-
nal la definición de conductas delictivas que se encuentran fuertemente
imbricadas en la estructura profunda de un sistema social: "tanto para la
Definición del conflicto 51
cuentra en esta nueva demarcación de lo lícito, es posible que
nos enconti:emos con una inversión en el proceso de genera-
ción: el ámbito otrora lícito, tolerado o amparado es el que pa-
sa a ser ilícito, intolerable y, por lo tanto, perseguible. Puede
postularse entonces que los volúmenes iniciales invertidos en
las explotaciones ilícitas no necesariamente deben provenir, jus-
tamente, del mismo territorio ilegal o delictivo. Los volátiles
mercados de la decáda de los noventa, la burbuja de fondos ge-
nerada y la creación de grandes polos que concentraban las in-
versiones financieras derivaron,- en muchas ocasiones, en la in-
versión de fondos legales en actividades delictivas, con lo cual
obtenían un rendimiento mayor al esperado en los cada vez más
--
escasos nichos de inversión lícita. Este proceso también condu-
jo a que ingentes sumas dinárarias fueran detraídas de las eco-
nomías que las generaran para aplicarse en zonas periféricas,
con controles más laxos.
De allí que ciertas actividades delictivas no respondan al pa-
trón usual de irrupción de un grupo criminal per se, si no que sus
antecedentes se encuentran filiados a una larga actuación en una
actividad que, además de lucrativa, era tolerada o incluso fomen-
tada en anteriores contextos. Claro ejemplo de ello son determi-
nados delitos contra el medio ambiente generado por actividades
industriales o de explotación de recursos a gran escala, o la ven-
ta de objetos de arte pertenecientes al patrimonio cultural de
otro pueblo. Cuando ello ocurre, la herramienta criminalizadora
no suele aplicarse automáticamente ni expresa un punto de cor-
criminología como para los sistemas penales resulta difícil hacerse cargo
de las situaciones en las cuales el acto agresivo no manifiesta una diferen-
cia esencial con el acto normal del tráfico político o económico y el agre-
sor no es un extraño a ese tráfico. Esto es evidente en el ámbito de la de-
lincuencia económica, y también en el crimen organizado cuando se ha
mimetizado en la economía legal hasta formar parte de ella, donde se ha-
ce patente que las sociedades no pueden criminalizar aquellas conductas
que están en la base de las relaciones sociales dominantes o que se articu-
lan con ellas, y que, por eso, no Pueden ver al acto agresor o al agresor mis-
mo como un extraño, ni explicar su conducta como un derivado de las pa-
tologías sociales y personales asociadas tradicionalmente al crimen de los
otros". VIRGOLINI, Criminología, derecho y política, en VIRGOLINI y SLOKAR
(coords.), Nada personal, cit., p. 53.
52 Capítulo I
te abrupto sino que, por el contrario, suelen generarse amplios
procesos de transacción hasta reconvertir esas actividades, de
modo que tengan cabida y continuidad dentro de un marco de
legalidad. De hecho, y cuando no se apela a esta suerte de tran-
sacción, los embates violentos del aparato represivo contra de-
terminados -y seleccionados- sectores no suelen tener un efecto
pacificador o conversor, sin perpetuador del problema.
En el campo humano, no existe mayor caldo de cultivo para
el comportamiento arbitrario que el monopolio incontrolado
del ejercicio de un poder o una facultad. La economía así lo ha
señalado
reiteradamente, al describir los efectos nocivos que,
sobre el conjunto social, ejerce el monopolio de una actividad
comercial o productiva. Puesto que las actividades delictivas de
las que venimos hablando constituyen emprendimientos econó-
micos, no existen demasiados escollos para postular que una
tendencia monopólica elevaría el precio de los productos y dis-
minuiría su calidad. Pues bien, el grave problema que genera la
represión penal de las conductas económicas es que, técnica-
mente, ello puede recrear condiciones monopólicas si algunos
de los actores o grupos de actores tienen la capacidad suficien-
te para eliminar al resto de la competencia.
Si las agencias del Estado -que ostentan todos los poderes
delegados, incluido el ejercicio de la Fuerza- se emplean desvia-
damente con ese fin, tendremos una paradoja que, por recurren-
te, no parece ya ser tal: el auge de la productividad económica
delictiva acompañada de campañas -y partidas presupuesta-
rias- cada vez más agresivas para reprimirlas. De hecho suele
constatarse una regularidad bastante alarmante. Por ejemplo, si
revisamos los casos de contrabando de armas y de drogas pode-
mos notar que ellos existieron casi sin interrupciones a lo largo
de la historia74 ; sin embargo, estas actividades poco perturba-
Es enorme la lista de hombres probos que han contribuido a ilumi-
nar el pensamiento occidental que, a la par, consumían regularmente dis-
tintos tipos de drogas: tal conducta podía ser juzgada como bohemia o qui-
zá marginal, pero en ningún caso era ilegal y constituía, en otros tantos,
verdaderos tratamientos médicos. Por otra parte, la tarea de los contraban-
distas de armas también ha sido permanente e incluso reconocida por al-
gún que otro imperio, elevando a estos aventureros a la categoría de seño-
res honorables.
Definición del conflicto 53
•doras del orden social general crecieron exponenéialmente
cuando la intervención penal tuvo como efecto el generar con-
diciones monopólicas75. Esta enseñanza debería permanecer en
la mente de quienes diseñan las herramientas de prevención y
represión pues, además de su supuesta eficacia, cabe siempre
mensurar su mayor o menor incidencia en la generación de ám-
bitos de corrupción. De no ser así, se estaría potenciando, justa-
mente, lo que se declara combatir".
3. 3. Aspecto político
Se trata de otro de los aspectos significativos para el derecho,
desde que indica un ámbito en el cual la criminalidad organiza-
da puede ser especialmente lesiva. Hemos dicho que lbs aspec-
tos del fenómeno sólo pueden aislarse intelectualmente, ya que
ellos se dan necesariamente unidos en la realidad. Es así que,
eomo ocurriera con el aspecto económico, el político se encuen-
tra en función del nivel de organización. En efecto, tanto el po-
der de alterar o conmover el orden público como el de pertur-
bar la estabilidad económica dependen en gran parte de la
75 Esta afirmación parte de una situación ampliamente conocida: el
sistema penal sólo conoce o reprime una parte ínfima de los delitos efecti-
vamente cometidos. Por lo tanto siempre habrá delitos no perseguidos.
Tratándose de delitos económicos, como hemos dicho, esta dialéctica re-
presión/no represión funciona como una válvula depuradora que, a la par,
permite elevar los rendimientos de dichas actividades. El punto está, ob-
viamente, en si esa falencia estructural se produce al azar o, en cambio, po-
see direccionalidad, de modo que ciertas personas o grupos de personas
cuenten con protección para desarrollar la actividad criminal. Quienes es-
tán en mejores condiciones de usufructuar este marco son, obviamente, las
propias agencias de control, regulación y represión, lo cual explica la can-
tidad de recaudos que se han tomado para delegar estas funciones y el ele-
vado número de mecanismo de control establecidos para evitar tales des-
viaciones.
76 Como veremos luego, esta posibilidad de transacción entre las orga-
nizaciones criminales y las agencias represivas debería llevar a rever cier-
tas técnicas de investigación actualmente en boga: la denuncia anónima, el
agente encubierto, el testigo protegido, entre otras. Este tipo de herramien-
tas —cuyo sino es la ocultación e inserción en el subterráneo mundo de las
actividades de inteligencia— no representan, precisamente, el paradigma de
la transparencia ni facilitan el control jurisdiccional.
54 Canítuln 1
extensión, organización y operatividad del grupo criminal77. De
los ejemplos que hemos colectado surge que las organizaciones
criminales no han mostrado neutralidad ante las estructuras po-
líticas formales". Aunque todo delito implica una suerte de
agresión al conjunto social que supera el interés particular con-
cretamente ofendido, lo cierto es que reiteradamente se alude
aquí al peligro potencial que la criminalidad organizada repre-
senta para el normal funcionamiento de las instituciones políti-
cas de un país. No es por ello descabellado indicar que esta re-
77 Aunque la tendencia apunta a diferenciar la criminalidad organiza-
da transnacional por su productividad económica y su potencial lesividad
respecto del orden económico y financiero, lo cierto es que el terreno jurí-
dico preexistente parece bastante proclive a su incorporación como una fi-
gura lesiva del orden público. En el caso argentino, por ejemplo, las espe-
ciales manifestaciones de grupos organizados fueron tradicionalmente
captadas mediante una forma agravada del delito de asociación ilícita, ubi-
cada entre los delitos contra el orden público. Tal enfoque es, por otra par-
te, el que permite ensayar una suerte de unión entre criminalidad econó-
mica y terrorismo, pues ambas comparten esta faceta de perturbación del
orden público y manejo de grandes volúmenes dinerarios.
78 La construcción de ROXIN sobre el dominio del hecho en el Seno de
aparatos de poder organizado emplea justamente el foco político para dis-
criminar sus casos. Esos aparatos pueden darse dentro del orden estatal o
en su contra: "para una voluntad de dominio (...) sólo existen dos formas
típicas: a) el caso (...) en que el mismo detentador del poder del Estado co-
mete delitos con ayuda de las organizaciones que le están subordinadas
(...) b) (...) hechos que son cometidos en el marco de movimientos clan-
destinos, organizaciones secretas, bandas delictivas y asociaciones de tipo
parecido (...) tiene que haber una especie de Estado dentro del Estado que
se ha emancipado del orden comunitario en general, o en determinadas re-
laciones de la comunidad. Los delitos que aquí vendrían a consideración
podrían ser atentados políticos, o en casos de puras bandas delictivas, de-
litos contra el patrimonio, chantajes, etc". ROXIN, Claus, Voluntad de domi-
nio de la acción mediante aparatos de poder organizados, en "Doctrina Pe-
nal", 3/9, enero-marzo 1985, p. 408. Desde otras coordenadas, MAI-AOVES
también toma el rasgo político como variable central del crimen organiza-
do: "La noción de orden político puede elaborarse sobre la base de una dis-
ciplina legislativa de los delitos contra el Estado o bien ser formulada a tra-
vés de un plan criminológico, que contemple la fenomenología concreta e
histórica de la agresión contra la vida política por parte de la criminalidad
organizada". MAHICA/ES, Carlos, Las relaciones entre criminalidad organiza-
da y orden político, en "El Derecho", n° 178, 1998, p. 848.

lación es en parte simili a la predicada para los denominados
"delitos políticos", en los cuales las propias reglas de permanen-
cia del orden establecido son las que se ven amenazadas.
En este punto, los casos históricos exponen con claridad la
íntima relación que existe entre las condiciones políticas gene-
rales y la peculiar conformación del crimen organizado. Por
cierto que la información de base puede analizarse desde diver-
sos prismas: a modo de ejemplo nos dedicaremos ahora a expre-
sar algunos abordajes desde los cuales puede uno hacer chirriar
la base fenoménica, acudiendo a tres posibles formas de articu-
lación entre la esfera legal e ilegal.
La primera de ellas describe la relación entre estructuras cri-
minales y política formal como antagónicas. Esta relación de
disputa se observa principalmente en aquellos casos en que ha
ocurrido un quiebre importante en el antiguo orden y la apari-
ción de un nuevo actor político central o extranjero. Cuando los
antiguos lazos de organización no son funcionales para el nue-
vo orden, éste decide enfrentado abiertamente: en este caso, el
nivel de conflictividad puede adquirir diversos rangos. Ciertas
estructuras pretenden discutir de igual a igual su preeminencia
política con el orden que viene a imponerse, mientras que otras
sólo pretenden obtener su inserción dentro del nuevo esquema,
conservando sus privilegios. Al emplear este modelo puede que
varios de los casos analizados en el repaso fenomenológico sean
enmarcados en el terreno del enfrentamiento Político —incluso
cuando es violento— y no en el de la criminalidad —aun si parte
de su accionar se inscribe en el terreno de la ilegalidad—, con ello
dejarían de ser "criminales"79.
Otro modelo guarda relación con las teorías afines a la defen-
sa social. Bajo esta óptica las organizaciones criminales podrían
reputarse ajenas al cuerpo social. Al aislar lo delictivo corno ra-
79 Este modelo sirve entonces para interrogar los casos en que los gru-
pos pretenden instaurar un orden social general. Cuando estos procesos
triunfan o logran componer sus intereses con los nuevos factores de poder,
suele reconocérseles legitimidad. Cuando no lo hacen, suelen ser juzgados
por sediciosos. Un esbozo de enfoque criminológico basado en una inter-
pretación conflictiva de la sociedad, en PAVARINI, Massimo, Controly domi-
nación. Teorías criminológicas burguesas y proyecto hegemónico, México,
Siglo XXI, 1983, ps. 138 y siguientes.
56 Capítulo 1
dicalmente diferente se opera una suerte de doble.definición: la
consecuencia necesaria es que, al expurgarse el mal, se devuel-
ve al conjunto su carácter virginal. Este tipo de paradigma no
puede abordar la relación entre crimen organizado y estructura
política de otro modo que no sea el del antiguo juego entre po-
licías y ladrones: la política formal, a través de sus agencias (po-
liciales, judiciales, de inteligencia, penitenciarias, etc.), es la en-
cargada de perseguir y acabar con el delito". Entre ambas
esferas no se declara transacción alguna, sino la mera y siempre
improbable posibilidad de que algún que otro "bueno" pueda
ser corrompido81 . En este punto, el modelo presenta cierta ana-
logía con el analizado en primer lugar. Sin embargo, los térmi-
nos del enfrentamiento no son equiparables. Mientras que en el
primer caso la oposición se reconduce hacia la esfera de la con-
tienda política o incluso armada, en éste ella se estanca en la
dialéctica desviación/represión 82.
8° Un ejemplo histórico de reconversión de un conflicto político en
problema policial/judicial, en HOBSBAWM, Eric y GEORGE, RUCIO, Revolución
industrial y revuelta agraria. El capitón Swing, Madrid, Siglo XXI, 1978.
81 Este es el modelo que suele ser utilizado para enfrentar los casos es-
trictamente delictivos, esto es, aquellos que no implican fuertes interrela-
ciones con la estructura política o económica. Sin embargo, no resulta per-
tinente.para enfocar aquellos casos en que, como nos señalara ROXIN, la
organización anida o se articula con las propias entrañas del poder esta-
blecido.
82 En este modelo suele emplearse, incluso, el término "guerra", aun-
que en un sentido bien distinto ala del primer modelo y sólo como modo
de expresar que en ella se emplean todos los medios disponibles. Nos dice
MALAMUD GOTI respecto de la "guerra" contra las drogas: "cuando quienes
manejan la coerción estatal perciben que la amenaza se origina en activi-
dades muy corrientes, o muy arraigadas, ellos apelan a la retórica de la
guerra para concitar un apoyo más fuerte y también más general. Esta
aproximación al uso de la coerción estatal produce frecuentemente un
efecto incompatible con el poder político democrático: este efecto es la di-
visión bipolar del mundo. La producción y tráfico de drogas no son accio-
nes lesivas de intereses de terceros, si por lesión se entiende la afectación
de los intereses de un individuo contra su voluntad. Cuando la maquinaria
represiva alcanza la defensa o promoción de ciertos ideales en lugar de li-
mitarse a la protección de las personas frente a determinados ataques, el
Definición del conflicto 57
 Un tercer modelo permite enfocar esta relación desde el pun-
to de vista relacional. Aunque enfrentadas al nivel discursivo, la
organización política formal y la ilícita operan en realidad de
una manera, si se quiere, complementaria: aquí, las grandes em-
presas criminales no parecen provenir ni provocar un enfrenta-
miento crucial con las condiciones de contexto, siendo que va-
rias de ellas fueron incluso creadas o fomentadas desde el poder
político, como modo de asegurar su hegemonía. Existiría así
una especie de entente entre el orden legal y el ilegal, quebrada
y vuelta a restaurar conforme las fuerzas de cambio socia183.
Desde esta óptica, la permanencia puede indicar que el fenóme-
no es interno y estructural: una suerte de predicado necesario
de ciertos aspectos poco presentables de todo orden político84.
mundo pasa a dividirse en amigos y enemigos, virtuosos y delincuentes".
MALAMUD Gon, Jaime, Poder desarticulante y los discursos de emergencia: el
caso de la guerra contra las drogas, en AA.VV., Teorías actuales en el derecho
penal, Buenos Aires, Ad-Hoc, 1998, p. 651. En un sentido similar se emplea
la metáfora de lo anormal o lo enfermo: por ejemplo, cuando se dice que
la droga es un "flagelo". En este término se condensan, como mínimo, tres
sentidos: a) que el agresor es ajeno al "cuerpo" social, b) que aquél es en-
fermo y este sano, y c) que, por ello, el cuerpo debe combatir la enferme-
dad con todos los medios a su alcance.
83 He ahí el caso de la prohibición de la venta de alcohol en los Esta-
dos Unidos, lo cual hizo del vicio una industria a escala nunca antes vista:
su mascarón rufianesco fue colocado primordialmente en la despreciada
mafia ftaloamericana, pero sus alcances -como ahora sabemos- se exten-
dieron a la esfera policial, a la alta política y a un elevado número de ho-
nestos empresarios. Ni qué decir de las agrupaciones criminales italianas,
que han llegado a constituir partidos y formado parte del poder político.
He ahí también los ejemplos de la mafia en el sur de Italia o de los yakuza
en el Japón, ambos luego del quebranto producido tras la Segunda Guerra
Mundial: ejemplos claros de cómo las articulaciones -sea cual sea el grado
de ilegalidad que querramos atribuirle- sirven para mover profundos re-
sortes del orden social general.
84 Con ello parecen desacertadas aquellas visiones que enfocan la lu-
cha contra los grupos criminales de modo que la eliminación de todos y ca-
da uno de ellos es la solución al problema. La visión atemporal también fa-
cilita la explicación del fenómeno como la aparición ex nihilo de cuerpos
extraños, ajenos al "tejido social" y que, por ello, deben ser "tratados" has-
ta su eliminación. La permanencia indicaría en cambio que los factores
58
Capítulo 1
Ante la imposibilidad de eliminar d'ello tipo de comportamien-
tos estructurales —y no accidentales— puede resultar fructífero
complementar la regulación de la vida lícita por parte de la po-
lítica formal, y de la ilícita por parte de estructuras ilegales. En
este modelo, la estructura formal y la ilegal de control encontra-
rían un campo común de transacción, articulado por determi-
nadas agencias del Estado: precisamente aquellas que tienen co-
mo objetivo declarado la lucha contra el delito". Tal modelo de
articulación presenta además múltiples variantes, las cuales
pueden aproximarlo a niveles de estabilidad o inestabilidad. Por
ejemplo, si el espectro formal o legal logra contener el crimen
organizado de modo de circunscribirlo a ciertas actividades
concretas, sin que ello implique una contaminación creciente
del resto del mundo lícito, puede que se alcance un cierto mar-
co de estabilidad. En este sistema estable no se vería amenaza-
do ni el mundo de la política ni el de la economía y las finanzas,
los cuales, en realidad, utilizarían el marco ilegal como válvula
reguladora de ciertas actividades —intolerables a la vista social—
reconfigurando el propio sistema de orden del campo lícito. Es-
te parece ser el caso paradigmático de la venta de armas que
suelen desarrollar las democracias consolidadas. En este terre-
no, puede que el poder político no desee hacer pública su in-
fluencia o su política internacional, pero sí pretenda mantener
tan fabuloso mercado, con lo cual será usual detectar la crecien-
te proliferación de maniobras de triangulación, cuyos tramos fi-
nales son delegados en estructuras delictivas protegidas. Tam-
bién suele ser el caso de las drogas, donde los grupos criminales
son tanto puntuales como contextuales, de modo que la estrategia más idó-
nea para reducir los alcances del fenómeno apunta a inducir variaciones
en el contexto general, en el ámbito de lo lícito además de lo ilícito.
85 Obviamente que tal complementación funcional no es el resultado
de una conspiración del poder político, sino el emergente de un complejo
proceso en el que confluyen tanto elementos concientes como inconscien-
tes. Así, junto a personas decididamente corruptas, se agolpan las buenas
intenciones, la falta de capacitación, la ausencia de recursos, la ineficacia
estructural y un conjunto asombroso de dispositivos que pueden, en con-
junto, ofrecernos un resultado digno de una mente tan brillante como ine-
xistente.

cuentan con elevado amparo oficial, prindipalrnente de parte de
las agencias destinadas a su control. Si esta proporcionalidad en
el intercambio entre la esfera lícita y la ilícita se rompe -de mo-
do que la actividad ilegal permee grandes espacios sociales-
suele ocurrir que las propias reglas de estabilidad de las esferas
económica y política se vean amenazadas, encontrándose impe-
didas de cumplir con sus cometidos naturales. Cuando ello ocu-
rre el sistema puede ingresar en una fase de creciente inestabi-
lidad, al punto de desembocar. en una lucha cruenta y en el
empleo de herramientas extremas86.
El análisis de las relaciones de contexto ciertamente influye
sobre el abordaje de la genésis de estas estructuras. Desde cier-
ta óptica el origen de los grupos se encontraría confinado al te-
rreno ilegal, describiendo un patrón ascendente que va de las
pequeñas asociaciones a los grandes conglomerados delictivos,
y de los pequeños a los grandes delitos. La imagen no deja de
mostrar cierta correspondencia -valorativamente invertida- con
"el sueño americano" o el self nade man: se trata también del
mismo recorrido previsto a nivel individual, desde la delincuen-
cia juvenil hacia la adulta, típica de los abordajes etiológicos87.
86 Este es un modelo útil para entender por qué las organizaciones ita-
lianas se mantuvieron vivas dentro del Estado moderno. Es recién cuando
se alteraron las anteriores condiciones de contexto -la formación del espa-
cio integrado europeo- que la relación funcional se transformó en una lu-
cha sin cuartel: a este proceso se lo conoció como mani
87 Un ejemplo de generación ascendente, desde la delincuencia juvenil
y la banda hasta el crimen organizado, en RAUFER, Xavier y QUÉRÉ, Stép-
hane, Le crime organisé, París, PUF, 2000, caps. I y II. Si bien la existencia
de grupos organizados noveles podría estar relativizando las enseñanzas
que puede depararnos el abordaje histórico, lo cierto es que ello no es del
todo así. En efecto, el criterio sustancial ha servido para reconocer ciertas
características propias de todo grupo delictivo organizado, de modo que si
ellos se detectan -aunque sea en muy baja escala- el caso puede ser inclui-
do en la categoría por el peligro potencial que la agrupación implica: los
grandes grupos serían expuestos, entonces, como ejemplos extremos del
grado de desarrollo que aquéllas pueden alcanzar si no se las combate des-
de sus manifestaciones tempranas. Así, y aunque se apele a la historia, ella
es en realidad suprimida.
60 Cardfuln 1
Los casos históricos, por el contrario, pueden exponer otra rea-
lidad: estructuras de amplio alcance, integradas jerárquicamen-• •
te y sostenidas por largos períodos de tiempo, reconocen una
génesis diferente a los pequeños grupos criminales. Ello se ob-
serva con claridad en el caso italiano, donde tales grupos cum-
plían en el pasado una función integradora entre ciertas clases
sociales y los poderes establecidos, y su identificación con la ile-
galidad absoluta se produjo ante la caída de ese antiguo orden,
o bien ante la amenaza del poder central o fuerzas extranje-
ras88. En el caso ruso también se observa con claridad que el
factor organizativo provino de la propia estructura otrora lícita.
Colombia es otro caso significativo, pues allí los procesos de ex-
clusión derivaron en una virtual división geográfica y social del
país, realidad sobre la cual hubo de asentarse la droga como ne-
gocio internacional, en ambos lados de la línea divisoria. Los
ejemplos históricos podrían indicarnos entonces que las estruc-
turas criminales más desarrolladas no se han formado a partir
de la ilegalidad absoluta, lo cual tiene enorme incidencia en el
ámbito preventivo: este debe focalizar también los sectores sen-
sibles de los aparatos del propio Estado y de la economía lícita.
Resultaría por ello inapropiado analogar las pequeñas asocia-
ciones delictivas a los grandes grupos criminales, de modo que
las primeras representen un grado inicial cuyo desarrollo gene-
rativo derivará necesariamente en los segundos. Podríarbos pos-
tular, al contrario, que ambas constituyen conjuntos bien dife-
renciados y poco permeables89.
Empero, y como nos hemos encargado de aclarar, éstos son
sólo tres de los modelos posibles con los cuales puede enfrentar-
Efectos éstos al nivel político que son reacciones, a su vez, de la apa-
ricial. de nuevos elementos sociales y económicos. Un ejemplo de articula-
ción de estos niveles, en ROMERO, José Luis, La Edad Media, México, Fon-
do de Cultura Económica, 1961, ps. 75 y siguientes.
89 Nos referimos a la posibilidad de que una pequeña agrupación crez-
ca, naciendo de la absoluta ilegalidad, hasta el nivel de las grandes organi-
zaciones criminales. Sin embargo no ocurre lo mismo en el terreno de la
articulación operativa del mundo ilegal: en este caso sí se detectan interre-
laciones, de modo que las pequeñas bandas pueden cumplir funciones u
objetivos concretos dentro de la más vasta operatoria del grupo mayor.
Definición del conflicto 61
se el mismo cúmulo de insumos empíricos". Aunque aquí se
los explicitara, no cabe inferirde ello la falta de empleo previo,
al describir la base fenomenológica. Por ejemplo, para redefinir
los elementos organizativos y estructurales o para estimar el al-
cance del componente económico, hemos acudido a determina-
das guías que no provenían de los fenómenos mismos. Como
fuere, los diferentes modelos o guías, para ser pertinentes, no
deberían alterar los insumos que provienen de la realidad. Aun-
que el alcance que querramos darle a los factores organizacio-
nales, económicos o políticos pueda quedar en terreno de dispu-
ta, lo cierto es que su presencia no puede ser negada. La
realidad nos confiere, pues, la posibilidad de llegar a un mínimo
de acuerdos. En el caso del parámetro político qué venimos ana-
lizando es claro que, en todos los ejemplos, las organizaciones
han debido interferir en la configuración formal del poder polí-
tico de modo de desarrollar con mayor fluidez sus activida-
des91 . Así podemos constatar sin mayores problemas que ellas
han ejercido influencia sobre el poder político, la administra-
ción pública, las fuerzas policiales y la justicia, sea por la com-
pra de voluntades, sea por el aprovechamiento de sus debilida-
des. Este modo de incidir sobre el mundo de la política formal
se ha tornado complejo con el desarrollo actual de nuestras so-
ciedades, con lo cual esa interferencia también opera apelando
90 Una descripción de los modelos de explicación de la delincuencia ba-
sados en las condiciones de la estructura social, en BUSTOS RAmIREZ, BERGA-
in y MIRALLES (comps.), El pensamiento criminológico!. Un análisis crítico,
Barcelona, Península, 1983, ps. 133 y ss. Modelos específicos para el crimen
organizado, en ANDERSON, quien identifica tres factores favorecedores del
surgimiento y desarrollo de los grupos mafiosos: I) vacío de poder (cuyo
ejemplo es la mafia italiana), 2) el ejercicio de un poder burocrático excesi-
vo (mafia rusa), 3) generación de un mercado ilegal (instauración del régi-
men de la ley seca en Estados Unidos). Cfr. ANDERSON, Annelise, Organized
Crime, Mafia and Govenvnents, en The Economics of Organized Crime, Fio-
rentini y Peltzman, Cambridge University Press, 1997, ps. 35 y siguientes.
91 GUERRERO AGRIPINO señala el clientelismo y la corrupción como las
principales formas en que el crimen organizado se vincula con el poder po-
lítico. GUERRERO AGRIPINO, La delincuencia organizada, cit., p. 163.
62 Capítulo I
a los medios de comunicación y a los actores de la realidad eco-
nómica. Si extendemos la categoría de lo político a la Vida de los
ciudadanos, también veremos que estas organizaciones han lo-
grado preservar su poder y negocios acudiendo a la compra de
voluntades, la astucia, la intimidación o a la violencia92. Nos pa-
rece apropiado introducir estos peculiares medios (la persua-
sión, los premios o el castigo) pues ellos son también los com-
ponentes básicos de toda estructura política: su legitimidad o
racionalidad es lo que las distingue. El componente político va-
riará cualitativamente conforme los cambios operados en el
contexto social. Como hemos visto en varios de los ejemplos his-
tóricos, determinadas organizaciones difícilmente puedan de-
signarse como delictivas, ya que han encarado -con mayor o
menor legitimidad- verdaderas luchas por la hegemonía. En
otros casos en cambio, pueden ser ligadas al delito. Ello explica-
ría por qué algunos grupos que terminaron insertándose en el
poder n9 forman parte de nuestro listado pese a que, en puri-.
dad, han reunido todos los requisitos exigidos93. Finalmente, y
92 GUERRERO AGRIPINO nos enseña que esta peculiar apelación a méto-
dos ilegales guarda relación con las actividades económicas desarrolladas
en los confines de la legalidad: "la característica específica de las organiza-
ciones criminales radica en el objeto ilícito de su funcionamiento (...) Es
precisamente esa especificación lo que va a constituir la ratio de los rasgos.
distintivos en relación con las empresas legítimas. El objetivo y fin de to-
da empresa constituyen los factores determinantes de su particular orga-
nización. Y cuando éstos son ilícitos, para mantenerlos en la clandestini-
dad se suelen adoptar medios :y: medidas de operación extraordinarios que
garanticen cierta estabilidad y previsibilidad, pues toda relación con el
mundo circundante significa un peligro, y en ese ámbito surgen y se desa-
rrollan". GUERRERO AGFUPINO, La delincuencia organizada, cit., p. 159.
93 Dentro del ámbito del terrorismo es claro que algunas manifestacio-
nes de la denominada "resistencia" durante la Segunda Guerra Mundial
podrían catalogarse —no sin cieno exceso, en especial por el legítimo obje-
tivo que perseguían— como terroristas: no formaban parte de un ejército
regular, no utilizaban uniforme, su actividad era clandestina y sus actos de
sabotaje no tenían en cuenta, en muchos casos, los daños colaterales a ci-
viles. La resistencia afgana a las fuerzas soviéticas también fue reivindica-
da como el ejercicio de un derecho legítimo, aunque la visión de este fenó-
meno varió con el tiempo. Como fuere, son muchos los casos en que, según
63
Definición del conflicto
quizá en la mayoría de los casos, los grupos delictivos pueden
eStablecer múltiples teláciones funcionales con el' poder' políti-
co, conforme sus necesidades coyunturales".
3. 4. Aspecto teleológico
En los puntos anteriores hemos hecho un intento por carac-
terizar los rasgos propios y distintivos del crimen organizado.
Tal conato de definición nos ha llevado a encontrar algunas
guías interpretativas vinculadas con el componente organiza-
cional y las manifestaciones de la estructura ilícita cuando se la
interroga desde los focos políticos y económicos. Estos rasgos se
encuentran expresados al nivel de los fenómenos, aunque en un
grado diferente. El aspecto organizacional hace, en realidad, al
modo en el que la acción se desenvuelve: en este sentido el as-
pecto es reconocido y no creado por el derecho95. Los rasgos
económicos y políticos, en cambio, no son manifestaciones di-
rectas de la .acción, sino aspectos de la realidad social protegi-
dos por el orden normativo96. Expresándonos en otros térmi-
el cristal con que se los mire, estos grupos pueden ser bien heroicos, bien
terroristas.
94 ALLER da un ejemplo histórico de las diversas vías por las que los
grupos criminales pueden granjearse inmunidad e impunidad entrando en
una relación funcional con el poder: tal el caso de las "patentes de corso"
extendida por Inglaterra, para desarrollar una guerra marina encubierta
con España. ALLER, Germán, Prevención y represión del crimen organizado
en el Mercosur, en "Revista de la Facultad de Derecho", n" 14, julio-diciem-
bre de 1998, Montevideo, p. 151.
95 Aunque estructura y organización, en tanto que categorías, son he-
rramientas del intelecto, lo cierto es que la realidad presenta niveles de
complejidad y organización independientes al sujeto de conocimiento. Por
ejemplo, entre una ameba y un vertebrado existen diferencias reales que
describimos apelando a los grados de organización de una misma base ma-
terial: el carbono, el hidrógeno, el oxígeno y el nitrógeno que componen la
materia viva. Lo que puede variar es el modo en que nos referimos a estas
diferencias.
96 A diferencia de los niveles de organización, los rasgos económicos,
políticos, transnacionales responden a focos de interrogación de una úni-
ca realidad social: mientras que los patrones de orden u organización son
64 capítulo 1
nos: el primer aspecto enfo'ca el modo comisivo, mientras que el
segundo, el bien jurídico.
Claro que los rasgos listados sólo son relevantes para el d'él-e-
cho penal si ellos pueden relacionarse con alguna conducta o
proyecto delictivo: la organización o la incursión en los terrenos
económicos y políticos no son, en sí mismos, delictivos. Existe
pues un aspecto adicional -y, diríamos, vital- que permite deli-
mi tir y diferenciar cualquier clase de estructura u organización
de la que, en particular, venimos tratando: la finalidad delictiva.
En efecto, ésta será punible sólo si alberga un proyecto o plan
criminal, o -según decida tipificárselo- si bajo su férula se ha
cometido algún delito concreto. Pero dicha finalidad de come-
ter delitos en general tampoco parece bastar como criterio defi-
nitorio. En efecto, el crimen organizado es una de las manifes-
taciones delictivas que parece preocupar en mayor medida a la
comunidad internacional; tal amplitud en la definición viene a
operar a contrapelo del peligro que, se declama, ellas constitu-
yen. Así, junto a las grandes organizaciones dedicadas a la ven-
ta de material bélico, el lavado de dinero o el fraude fiscal, esos
rasgos pueden caracterizar también a los viejos levantadores de
juego clandestino, a los rufianes y su sempiterna oferta, a los re-
ducidores de vehículos, y la lista puede continuar. Desde lo más
complejo a lo más mínimo, sorprende la extensión y diversidad
d'el conjunto97 .
un atributo de la realidad -tanto natural como humana-, lo económico,
por ejemplo, es un modo de comprender las relaciones sociales. Con ello
no queremos quitarle sustancialidad a las relaciones económicas, pero sí
destacar que ambos grupos se ubican en diferentes niveles lógicos.
97 Se dirá que esta amplitud no sólo es propia del crimen organizado,
sino de cualquier delito. Por ejemplo, pueden haber infinitas variantes pa-
ra el homicidio y ello no ha desterrado el tipo delictivo que lo recoge. De
hecho esto es hasta esperable, pues una norma es general y, por ello, pre-
tende contener un número indeterminado de casos. Lo que ocurre es que
el homicidio, al igual que la mayoría de las figuras, se construye en torno
a la lesión de un bien jurídico o a su efectiva puesta en peligro. Es este
componente el que hace a los hechos determinables, permitiendo aleato-
riedad en otros componentes no esenciales. Este cuello de botella o nudo
Definición del conflicto 65

Ante esta realidad se ha sostenido que la cátegoría puede ser
limitada acudiendo a un número acotado de delitos. Si esta ope-
ración se hace mirando la estructura jurídica, puede que la so-
lución provenga más de las exigencias de una determinada po-
lítica criminal que de la particular configuración del referente
empírico: en otras palabras, es esperable que las conductas se-
leccionadas no compartan circunstancias estructurales determi-
nantes98. De hecho ello es lo que ocurre en un número signifi-
cativo de iniciativas represivas, donde la selección poco tiene
que ver con la realidad local, sino más bien con las pautas iden-
tificatorias creadas a nivel transnacional, evidentemente diseña-
das para otros contextos99. Este abordaje resultaría sumamente
constrictivo no existe en las figuras de peligro abstracto, cuando apuntan,
además, al modo comisivo qua estructura: por ello la indeterminación es
aquí grave.
98 Cabe distinguir entonces que, para estos casos, el referente empíri-
co se utiliza de una manera diferente. En efecto, los rasgos anteriores —or-
ganizacional, económico, político— existen en el conjunto de fenómenos se
asiente o no sobre ellos la definición del ilícito. Podríamos decir que esos
rasgos se destilan, de una manera más o menos extensa, del conjunto de
casos analizados. Ello sólo nos demuestra la pertinencia de la metáfora
empleada para colocar esos eventos bajo indagación: si esa primera apro-
ximación es correcta, debería soportar la acumulación de casos sin varia-
ciones sustantivas. Las correcciones provendrán, como de hecho lo hemos
constatado, del alcance que le demos a cada rasgo (por ejemplo, qué gra-
do de organización exigimos, qué número de integrantes, qué incidencia
debe jugar la obtención de dividendos, etc.). Pero cuando el criterio de se-
lección se afirma en el tipo de ilícitos que debe perseguir la organización
es claro que esta determinación no proviene principalmente del universo
de casos.
99 Señala RODRIGUEZ GARcIA que uno de los pasos esenciales en el pro-
ceso de integración europeo "será aprobar e incorporar a las diferentes le-
gislaciones un conjunto de disposiciones penales y procesales penales pa-
ra la protección de los intereses financieros de la Unión Europea,
articuladas en el conocido Corpus Juris. En este texto se recoge un Dere-
cho penal y procesal penal unitario para todos los Estados miembros en el
ámbito del cual el ejercicio de la acción penal, dentro de un espacio judi-
cial europeo, corresponda a un Ministerio Público Europeo, que en princi-
pio ve limitada su actuación a proteger penalmente los intereses financie-
ros de la Unión, en aras de una represión más simple, más justa y más
66 r,..tt..e.
nocivo, pues en puridad no interpone ningún obstáculo a la in-
corporación de nuevas modalidades: bastará con otra oleada de
recomendaciones foráneas o locales para ampliar la norma re-
presiva100, ante la impotente mirada de la dogmática.
Otra estrategia para limitar la amplitud de la categoría ape-
lando a un número cerrado de delitos consiste en tomar esta re-
ferencia de los casos efectivamente ocurridos: una definición
sintética y componencial. En estos casos la información suele
provenir de los trabajos de investigación llevados adelante, prin-
cipalmente, por las agencias policialesI 01. Dichas bases de da-
eficaz, y quién sabe si en un futuro para extenderla, entre otras, a la delin-
cuencia internacional en materia de tráfico de estupefacientes, terrorismo
o tráfico de inmigrantes". RODRÍGUEZ GARCÍA, Luis Enrique, Los sistemas
procesales penales frente al reto de controlar la corrupción, en FABIAN CAPA-
AROS, Eduardo (coord.), La corrupción: aspectos jurídicos y económicos, Sa-
lamanca, Ratio Legis, 2000, p. 77.
Esta tendencia no sólo debe adscribirse al nivel global, sino que un
énfasis similar se detecta en la integración regional. Dice BAIGC/N: "En el
ámbito penal (...) es primera condición la detección de los bienes comu-
nes, objeto de la protección. Si el Mercosur se orienta hacia una comuni-
dad organizada, el orden económico, medio ambiente y el aparato institu-
cional se constituirán en los ejes centrales del orden normativo penal,
simplemente porque sin ellos resulta imposible la integración. Aparece así
la necesidad de un Estatuto Penal comunitario que diagrame los compor-
tamientos dirigidos a lesionar los tres bienes tutelados y sus consecuencias
pero que, al mismo tiempo, prevea las reglas generales de aplicación o in-
terpretación". BAIGÚN, David,_Integración regional y delitos económicos, en
AA.VV., Teorías actuales, cit., p. 515. Por su parte, ARAUJO JUNIOR advierte
sobre la relación que con estos temas guarda el crimen organizado: "El te-
ma (...) es extremadamente actual y está en el centro de una verdadera
ebullición, ya sea en razón de la criminalidad económica, por fuerza del
crimen organizado, por crímenes contra el medio ambiente o por la extre-
ma necesidad de armonización de la legislación penal en el ámbito de los
llamados 'espacios económicos integrados', como es el caso del Mercosur".
ARAUJO JUNIOR, Joao M., Integración regional y delitos económicos. Societas
delinquere potes:. Estado actual, en AA.VV., Teorías actuales, cit., p. 533.
101 Lo cual siempre genera tensión, no sólo por la metodología em-
pleada, sino por el hecho de tomar como cierta información solapada o in-
diciaria y no los resultados acabados que arroja el estamento judicial al
Definición del conflicto 67
tos expondrían las manifestaciones reales -y no nnaginadas o
deducidas de la teoría- del crimen organizado: la conformación
del grupo, sus ramificaciones, objetivos primordiales, ámbito de
actuación, etc. Entonces, y dentro del cuadro general de delitos
cometidos, hay quienes desprenden un conjunto que, sin ser ex-
haustivo o taxativamente definible, presentaría un patrón co-
mún: cierta gravedad no sólo respecto del alcance de la organi-
zación o su productividad económica, sino de los delitos
contenidos en su plan crimina11. 02. Para delimitar los delitos por
su gravedad se acude entonces al monto de la pena: sólo se in-
cluirán dentro del crimen organizado aquellos que superen cier-
to umbrall 03. Ahora bien, tal conjunto no posee algún rasgo es-
pronunciarse definitivamente sobre el caso. Las estadísticas de este último
organismo suelen ser descartadas para estos menesteres, bajo el argumen-
to de que no representan el universo real, ora por ignorar la "cifra negra"
del delito, ora por hacer valer los principios de inocencia y favor reí.
102 Este doble juego se observa con suma claridad, por ejemplo, en los
informes anuales del Comité europeo sobre problemas criminales. Éstos se
construyen en base a las informaciones proporcionadas por las agencias
pertinentes de los estados miembros. Sin embargo, la selección de casos se
ve guiada por definiciones previas de lo que cabe entender por criminali-
dad organizada, la cual se limita a los delitos graves. En consecuencia la
base empírica sólo capta aquellas manifestaciones de la criminalidad orga-
nizada relativa a los siguientes delitos: tráfico de drogas, fraude, tráfico ilí-
cito de vehículos, contrabando, tráfico ilegal de armas, asaltos a bancos a
mano armada, secuestros y extorsiones, inmigración ilegal, tráfico de se-
res humanos, prostitución, pornografía infantil, juego ilegal, crímenes
contra el medioambiente y crímenes informáticos. A estos casos suelen
adicionarse los de blanqueo de capitales, actividades terroristas, tráfico de
objetos artísticos y culturales, hurto de bienes intelectuales, piratería ma-
rítima, comercio de partes del cuerpo humano, quiebras fraudulentas, in-
filtración en negocios ilícitos y soborno y cohecho de funcionarios públi-
cos, de funcionarios de partidos políticos y de representantes electos.
103 Con ello no se haría otra cosa que reproducir el mismo esquema
emple.ado para construir la remanida figura de asociación ilícita. Ocurre
entonces que el norte que parece seguirse es el mismo que ha permitido di-
ferenciar las agrupaciones dedicadas a cometer contravenciones o faltas
menores de aquellas que cometen delitos. Ahora, y dentro de este segundo
grupo, pretende dividirse las que cometen delitos leves de las que cometen
68 Capitulo
tructural que, a la par de ser relevante pára la definición de un
delito, presente una articulación interna más profunda. Vea-
mos, por ejemplo, el primer componente que hemos aislado de
nuestra descripción fenomenológica: el aspecto organizativo y
estructural. Los delitos subyacentes no se cometen necesaria si-
no usualmente de manera organizada. En este punto, tal situa-
ción no se diferencia de otros ilícitos: ellos también pueden -o
suelen, según el caso- cometerse de tal maneral". Respecto de
los dos restantes aspectos (económicos y políticos) también pa-
rece haber un cierto aire de familia. Sin embargo, este compo-
nente de desafío al orden político, afán de lucro o generación de
dividendos también se encuentra presente en otros delitos. Lo
mismo cabe decir de otros componentes, corno la transnaciona-
lidad de las actividades, pues ella no es exclusiva de la crimina-
lidad organizada. Ello se reitera al nivel de la gravedad de los
delitos cometidos, de modo que la pauta que les confiere unidad
es, literalmente, el artículo o inciso que los contiene.
Vale aclarar aquí que todo enfoque que defina un delito des-
cribiendo conductas concretas y específicas resulta altamente
conveniente. Pero lo que introduce cierta incoherencia es que
pretenda reprimirse a un sujeto -grupal- por su mera existen-
cia. La descripción de los delitos no opera entonces como defi-
delitos graves y asociados a los factores ya expuestos. Sin este umbral po-
dría considerarse que un grupo destinado al robo regular de lapiceras en
la Argentina para venderlas en Uruguay, puede ser considerado como un
caso de criminalidad organizada. Nuevamente, el problema no es que la
categoría sea útil para describir determinados casos sino que no sea lo su-
ficientemente clara como para excluir otros. Y, en este punto, el problema
es doble y no sólo se ubica en los casos más triviales, como los del ejemplo
que hemos dado. Ciertas definiciones generales del crimen organizado po-
drían dar cabida a las alambicadas estructuras que se dedican a encubrir
y transparentar el dinero deducido del fraude o la evasión impositiva, ac-
tividad ésta que en ciertos países constituye un delito. Lo que pretenden
varios de los intentos por introducir delitos subyacentes es, justamente, ex-
cluir estos últimos casos.
104 No otro ha sido, por ejemplo, el motivo por el cual la legislación ar-
gentina tipificara el delito de asociación ilícita, al decir que ella puede es-
tar destinada a cometer cualquier delito.
Definición del conflicto 69
nición directa sino como requisito para penar otra conducCa
bien diversa: la pertenencia a la organización y su potencial
amenaza al orden económico y financiero. He ahí el delicado y
complejo marco en el que se insertan los delitos subyacentes co-
mo criterio limi tador. Lo que los reúne bajo la férula del crimen
organizado es entonces una combinación de todos los rasgos
que venimos tratando: principalmente, un poco de organización
y un poco de amenaza al orden económico; complementaria-
mente, otro poco de desafío a la autoridad política, un poco de
transnacionalidad, un poco de determinados delitos "sensibles"
a esos otros factores. El conjunto de todos estos rasgos altamen-
te heterogéneos es lo que suele darle a la definición del crimen
organizado ese aire pastiche. Sobre una base tan abierta el cri-
terio de definición tiene, de hecho, pocas restricciones: "crimen
organizado" será lo que se decida que sea105.
De este modo, el criterio político en el recorte de delitos sub-
yacentes cobra una autonomía excesiva, transformándose en un
factor determinante. La escasa limitación que sobre él impone
el campo lo transforma, en realidad, en una operación arbitra-
ria. Pese a ello la introducción de delitos base se explica por la
imposibilidad de alcanzar exhaustividad acudiendo a los otros
rasgos. Pero esta falencia no resultaría tributaria tanto de la
complejidad del fenómeno como de la óptica jurídica empleada
para definirlo. En efecto, si la represión de las organizaciones
criminales se diagramara desde el punto-de vista de las conduc-
tas desarrolladas, tal problema no se presentaría. Al pretender-
se la punición del propio sujeto grupal por su sola existencia y
sin la necesidad de que haya comenzado la ejeCución de un de-
lito en particular, los problemas de indefinición y extensión se
potencian. El recorte por el tipo de delito incluido en el proyec-
1°5 En efecto, si los rasgos se han abstraído de los casos pero sin gene-.
rar una estructura troncal perenne, puede ocurrir que el tipo delictivo que:
de ligado a cada nueva modalidad que, de manera organizada, extraiga
rendimientos relevantes cometiendo delitos graves. El número posible de
ilícitos pasibles de ingresar así al "crimen organizado" es enorme y sólo se-
rá cuestión de tiempo para que alguien reclame la inclusión de tal o cual
delito dentro del catálogo.
7/1
to criminal, aunque es un sano' intento por evitar la explosión de
la categoría, no parece, pues, exento de graves indeterminacio-
nes: ellas provienen de una interpretación preventiva y sustan-
cialista del derecho penal que pretende la punición del sujeto
grupal mismo en tanto que fuente potencial de peligro106.
106 Cuando el derecho penal selecciona conductas que indican su di-
reccionalidad lesiva, resulta relativamente fácil encontrar los núcleos es-
tructurantes de su definición típica. Pero si se pasa de esta clase de acción
a una difusa pertenencia a un grupo, el criterio de definición deberá carac-
terizar necesariamente al grupo. No podemos evitar aquí trazar cierta ana-
logía; si consideramos al grupo corno a una persona es como si dijésemos
que "criminal" es aquel sujeto que presenta determinadas características.
Una vez seleccionadas éstas -por cierto que inferidas de los delincuentes
criminalizados, como se lo ha hecho en otras épocas- basta con efectuar
tareas preventivas para detectar a estos sujetos. El problema -y éste es el
punto que nos interesa- es que no importa cuántos rasgos incluyamos -co-
lor de pelo, piel, estatura, deformidades, etc.- siempre habrá casos en los
cuales una persona "no delincuente" encaje en esa tipología. Por ello, el po-
sitivismo no cejó en la búsqueda de rasgos exclusivos, guiado por la qui-
mera dé definir de una vez y para siempre al hombre delincuente. Aquí se
reproduce la misma operación, pero desde un sujeto grupal. Entiéndase
que no es relevante el hecho de utilizar pautas de diagnóstico adecuadas,
de modo de decir que el positivismo erró al utilizar pautas innatas para
identificar al delincuente mientras que el preventivismo acierta. en las pau-
tas necesarias para identificar a un grupo criminal: lo que está errado es,
a nuestro criterio, el enfoque preventivo mediante la creación de figuras de
peligro, esto es, que no describen conductas en curso de ejecución, tenta-
das o consumadas que se relacionen directamente con el peligro que se de-
clama.
Definición del ennflietn 71