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HIMNOS

DOMINGO DE RAMOS

El pueblo que fue cautivo


y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!


Gritad: «¡Hosanna!», y haceos
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.

LUNES DE SEMANA SANTA

Dieron muerte al Heredero,


su oblación es haz de luz,
reina Dios desde el madero,
fulge el signo de la cruz.

En los cielos contemplamos


nuestra prenda tan locuaz
como símbolo divino
de salud, de amor, de paz.

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¡Resplandece, brilla, avanza,
oh estandarte del gran Rey!
¡Oh cruz, única esperanza
y resumen de su ley!

Que presidas nuestra suerte


-cada cual con nuestra cruz-
y en la hora de la muerte
nos conduzcas a Jesús.

Gloria al Padre con el Hijo


y el Espíritu de amor;
las tres personas reciban
por la cruz igual honor. Amén.

MARTES DE LA SEMANA SANTA

Ojos muertos que miráis


con mirar indescriptible
y con fuerza irresistible
atraéis y cautiváis,
¿por qué, si muertos estáis,
tenéis tan viva expresión
que así turbáis mi razón
trocando vuestras miradas
en dos punzantes espadas
que parten mi corazón?

Al veros, ojos piadosos,


todo mi ser se conmueve.
¿Quién a miraros se atreve

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sin llorar, ojos llorosos?
Me cautiváis amorosos,
me reprendéis justicieros,
inspiráis dolor y calma,
sois tiernos y sois severos,
y las borrascas del alma
enfrenáis sólo con veros.

¡Ah! Permitid ojos píos,


ojos que sois el encanto
del cielo, que con mi llanto
borre mis locos desvíos;
bebí en cenagosos ríos
aguas de ponzoñas llenas
que, al infiltrarse en mis venas,
causaron fiebres ardientes.
¡Cómo olvidé que erais fuentes
de aguas dulces y serenas! Amén.

1.
Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,


pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,


no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,

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pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?
Lope de Vega

2. En la muerte de Cristo, contra la dureza del


corazón del hombre
Pues hoy derrama noche el sentimiento
por todo el cerco de la lumbre pura,
y amortecido el sol en sombra oscura,
da lágrimas al fuego, y voz al viento;

pues de la muerte el negro encerramiento


descubre con temblor la sepultura,
y el monte, que embaraza la llanura
del mar cercano, se divide atento,

de piedra es hombre duro, de diamante


tu corazón, pues muerte tan severa
no anega con tus ojos tu semblante.

Mas no es de piedra, no; que si lo fuera,


de lástima de ver a Dios amante,
entre las otras piedras se rompiera.
Francisco de Quevedo

Soneto a Cristo crucificado


No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte


clavado en una cruz y escarnecido,

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muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,


que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,


pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Anónimo
Sobre estas palabras que dijo Jesucristo en la Cruz:
“Mulier, ecce filius tuus: ecce Mater tua” (Ioan, 19)
Mujer llama a su Madre cuando expira,
porque el nombre de madre regalado
no la añada un puñal, viendo clavado
a su Hijo, y de Dios, por quien suspira.

Crucificado en sus tormentos, mira


su Primo, a quien llamó siempre «el Amado»,
y el nombre de su Madre, que ha guardado,
se le dice con voz que el Cielo admira.

Eva, siendo mujer que no había sido


madre, su muerte ocasionó en pecado,
y en el árbol el leño a que está asido.

Y porque la mujer ha restaurado


lo que sólo mujer había perdido,
mujer la llama, y Madre la ha prestado.
Francisco de Quevedo

Fuerza de lágrimas

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Con ánimo de hablarle en confianza
de su piedad entré en el templo un día,
donde Cristo en la cruz resplandecía
con el perdón que quien le mira alcanza.

Y aunque la fe, el amor y la esperanza


a la lengua pusieron osadía,
acordéme que fue por culpa mía,
y quisiera de mí tomar venganza.

Ya me volvía sin decirle nada,


y como vi la llaga del costado,
paróse el alma en lágrimas bañada:

Hablé, lloré y entré por aquel lado,


porque no tiene Dios puerta cerrada
al corazón contrito y humillado.
Lope de Vega

A Cristo en la Cruz
Pender de un leño, traspasado el pecho
y de espinas clavadas ambas sienes;
dar tus mortales penas en rehenes
de nuestra gloria, bien fue heroico hecho.

Pero más fue nacer en tanto estrecho


donde, para mostrar en nuestros bienes
a dónde bajas y de dónde vienes,
no quiere un portadillo tener techo.

No fue esta más hazaña, ¡oh gran Dios mío!,


del tiempo, por haber la helada ofensa
vencido en flaca edad, con pecho fuerte

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—que más fue sudar sangre que haber frío—,
sino porque hay distancia más inmensa
de Dios a hombre que de hombre a muerte.
Luis de Góngora

¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,


y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!

Seguí mil veces vuestro pie sagrado,


fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio en que me habéis comprado.

Besos de paz os di para ofenderos,


pero si fugitivos de su dueño
hierran cuando los hallan los esclavos,

hoy que vuelvo con lágrimas a veros,


clavadme vos a vos en vuestro leño,
y tendréisme seguro con tres clavos.
Lope de Vega

8. Al buen ladrón, sobre las palabras: “Memento mei”


et “Hodie mecum eris in Paradiso”, acordando lo que
dice: “Non rapinam arbitratus”

¡Oh vista de ladrón bien desvelado,


pues estando en castigo tan severo
vio reino en el suplicio y el madero,

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y rey en cuerpo herido y justiciado!

Pide que dél se acuerde el coronado


de espinas, luego que Pastor Cordero
entre en su reino, y deja el compañero
por seguir al que robo no ha pensado.

A su memoria se llegó, que infiere


con Dios su valimiento, porque vía
que por ella perdona a quien le hiere.

Sólo que dél se acuerde le pedía


cuando en su reino celestial se viere,
y ofreciósele Cristo el mismo día.
Francisco de Quevedo

Muere la vida, y vivo yo sin vida,


ofendiendo la vida de mi muerte,
sangre divina de las venas vierte,
y mi diamante su dureza olvida.

Está la majestad de Dios tendida


en una dura cruz, y yo de suerte
que soy de sus dolores el más fuerte,
y de su cuerpo la mayor herida.

¡Oh duro corazón de mármol frío!,


¿tiene tu Dios abierto el lado izquierdo,
y no te vuelves un copioso río?

Morir por él será divino acuerdo,


mas eres tú mi vida, Cristo mío,
y como no la tengo, no la pierdo.
Lope de Vega

8
Refiere cuán diferentes fueron las acciones de Cristo
Nuestro Señor y de Adán

Adán en Paraíso, Vos en huerto;


él puesto en honra, Vos en agonía;
él duerme, y vela mal su compañía;
la vuestra duerme, Vos oráis despierto.

Él cometió el primero desconcierto,


Vos concertastes nuestro primer día;
cáliz bebéis, que vuestro Padre envía;
él come inobediencia, y vive muerto.

El sudor de su rostro le sustenta;


el del vuestro mantiene nuestra gloria:
suya la culpa fue, vuestra la afrenta.

Él dejó horror, y Vos dejáis memoria;


aquél fue engaño ciego, y ésta venta.
¡Cuán diferente nos dejáis la historia!
Francisco de Quevedo

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