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The International Journal of Psychoanalysis (en español)

ISSN: (Print) 2057-410X (Online) Journal homepage: http://www.tandfonline.com/loi/rips20

Acortando distancias entre el consciente y el


inconsciente

Theodore Shapiro

To cite this article: Theodore Shapiro (2016) Acortando distancias entre el consciente y el
inconsciente, The International Journal of Psychoanalysis (en español), 2:5, 1501-1512, DOI:
10.1080/2057410X.2016.1380415

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Published online: 19 Sep 2017.

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Int J Psychoanal (2016) 5:1501-1512

Acortando distancias entre el consciente


y el inconsciente

Theodore Shapiro
Box 140, 525 East 68th Street, New York, NY 10065, USA
E-mail: tshapiro@med.cornell.edu

El trabajo de Lorenzer de 1983 brinda una oportunidad muy vigente que


permite un insight a los temas psicoanalíticos de la actualidad. Los puentes se
construyen a lo largo del tiempo y de las lenguas; la lingüística y el
psicoanálisis; la neurociencia y el psicoanálisis. El uso de las escenas de
Lorenzer también ofrece una oportunidad transgeracional de obtener
mecanismos de interpretación desde el la memoria procedural inconsciente y
la estática, al soñar, a las palabras. La nominación que permite la
interpretación se convierte en símbolos reflexivos, que se pueden usar en la
terapia al servicio del cambio. Este trabajo no es sobre el pasado sino que
ilumina el presente a través de variaciones en escuela y técnica.
El título elegido representa más que la tarea descripta. Interpretaré y
reconsideraré, lo que extiende el significado de un trabajo originalmente
escrito en otra lengua, la alemana, que ahora estoy leyendo en la traducción al
inglés. Es también un trabajo originariamente publicado en 1983 y tiene más
de treinta años de antigüedad. Sin embargo, consideraré al texto como una
contribución a la literatura psicoanalítica actual, que conecta muchas otras
brechas entre nuestra disciplina primaria, el psicoanálisis, y la lingüística, así
como a la neurociencia y la comunicación social. Deseo que al final de este
ensayo todos podamos determinar cómo una variedad de disciplinas
contribuyen al conocimiento clínico, y enriquecen nuestra epistemología y
nuestra praxis terapéutica también.
Mi propia ventaja como psicoanalista se ha desarrollado y ha avanzado
conectando mi andamiaje teórico psicoanalítico con la lingüística y la
psiquiatría clínica, junto con la neurociencia cognitiva - todas aplicadas no
solo hacia el diálogo psicoanalítico, si no en el entendimiento de los niños
con dificultades de comunicación social primaria, conocida como Autismo
Temprano Infantil. Así como soy consciente de la brecha entre los diferentes
lenguajes, también aprendí que los diversos grupos dentro del psicoanálisis
tienen vocabularios amplios, recientemente inventados y expandidos desde
Traducido por Julia Suárez Maceyra del original en inglés publicado con el título
Bridging gaps between conscious and unconscious, en Int. J. Psycho-Anal.,
97(5):1415-1424
Todos los derechos reservados. Traducción autorizada de la edición en idioma inglés
publicada por John Wiley & Sons Limited. La responsabilidad por la exactitud de la
traducción es responsabilidad exclusiva del Instituto de Psicoanálisis y no
responsabilidad de John Wiley & Sons Limited.

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Theodore Shapiro

Freud, que describen el alcance de los problemas con que se encuentran las
teorías nuevas. Los lenguajes nuevos también contribuyen para rupturas
dentro de las disciplinas, creando silos intelectuales, o pseudo sectas, o
escuelas epónimas que parecen evitar las conexiones. A parte de dividir el
psicoanálisis en escuelas, los puntos de observación distorsionan las premisas
explicativas utilizadas para entender a los pacientes, como descripto en
informes clínicos. Algunos dirían, y puede ser que estén correctos, que los
puntos de observación también distorsionan las observaciones que son, por
fuerza, codificadas dentro del lenguaje de cada punto de observación teórico.
La práctica clínica está lejos de la idea de Bion de tratar pacientes sin
memoria y sin deseo. Por ejemplo, ahora tenemos los psicologos del Self, los
intersubjetivistas, los Kleinianos, los Anna Freudianos, los relacionistas-
objetales, para nombrar algunos. He explicado (Shapiro, 2002) el intercambio
pragmático en Psicoanálisis como un cambio poderoso desde el monólogo al
diálogo durante la última parte del siglo XX. Dejando a un lado estas
precauciones, mientras me muevo entre las complejidades del trabajo de
Lorenzer, intentaré mostrar como áreas nuevas y adyacentes del
conocimiento realzan y clarifican el mensaje central de su trabajo, escrito
hace más de treinta años, y autorizan nuestro máximo respecto y disfrute de
la lectura de sus ideas, tantos años después de que él ha escrito el primer
borrador de este manuscrito. Incluso el pensamiento de la escritura a mano o
del tipear a máquina admite un otro tiempo del de nuestra cultura actual
basada en la computadora.
Los párrafos finales del trabajo de Lorenzer (1983) describen el alcance
que tuvo este tema. Me tomo la libertad de citarlo directamente y de resumir
los argumentos que luego analizaré, en consideración con mi propia base
conocimiento, para determinar en qué parte sus ideas se acercan, o se apartan,
de lo que se ha convertido en sabiduría acumulada en el psicoanálisis
derivada durante la mitad del siglo pasado, expandiendo el canon central que
Freud aclaró.
Lorenzer cita a Freud:

El enunciado de Freud por el cual el analista se comunica con el analizando por


medio de su inconsciente refleja precisamente esta interacción que no está
basada en el lenguaje, y que no puede, sino, ser actuada en escenas íntimas.
(1983)

Luego sugiere que todas las comunicaciones de los pacientes se descifren


de acuerdo con el modelo del sueño.

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Propone que el psicoanálisis ha suplementado dos modos previos de


entendimiento - lógico vs. psicológico con “entendimiento escénico” – y este
último ocupa una posición central en la técnica. El entendimiento escénico
aprehende la interacción puesta en escena entre el analista y el analizando, y
llamarla por su nombre. Nombrar la escena puede surgir solo cuando se
comprende la imagen.
El autor declara: “en la performance de la actuación escénica la acción se
representa en tres niveles estructuralmente coincidentes: el inferior es no
lingüístico, el segundo es como el relato de un sueño, y el tercero, o superior,
es el proceso de nombrar”.
Creo que este resumen abarca los temas que pueden ser puentes hacia las
diversas consideraciones de Lorenzer del modelo Freudiano, tal como el
vínculo entre la palabra y la representación cosa y las diversas teorías
lingüísticas de la representación; el estatus de los procesos primario y
secundario en psicoanálisis; el rol paradigmático de la interpretación del
sueño, la acumulación de memoria y el aprendizaje del lenguaje en un
entorno social, es decir, la interacción madre-hijo mientras se relaciona con el
aprendizaje incorporado y la aprehensión de un concepto de mente, que ha
pasado a llamarse intersubjetividad.
Si examinamos el alcance de la teoría de Freud, rápidamente observamos
dos teorías principales de la mente, que derivan de la práctica del
psicoanálisis, del quehacer, o sea, como comprendemos la actividad mental
en conflicto, tal como se la ve en un análisis. La teoría topográfica inicial
(Freud, 1900, 1915) era el foco explicativo contemporáneo a la teoría de los
sueños, que era casi isomórfica con su anterior, “Proyecto para una
Psicología Científica” (Freud, 1895), y la necesidad de explicar el desorden
experimentado en la histeria, que se relacionó con el funcionamiento
inconsciente en términos de la ciencia cerebral conocida. La segunda teoría,
el modelo estructural (Freud, 1923), era menos dirigida a cómo se estructuran
en la mente las cuestiones de las representaciones, y más cercana a la tarea de
descifrar al hombre en conflicto. Permitió una propuesta más abstracta del
tripartito, ego, ello y superego, como agencias que compartían el
funcionamiento inconsciente como un rasgo posible. En 1926 Freud también
introdujo la ansiedad señal y la represión a mandato del superego como
procesos mediadores que explicaban el conflicto y el compromiso. Muchos,
durante la última parte de la década de 20 y subsiguientes años 30, usaron la
teoría topográfica lado a lado con la teoría estructural, y la primera nunca fue
abandonada completamente. Creo que esto sucedió porque había muchos
datos que la teoría estructural no mencionaba, que podían entenderse mejor a
la luz de la teoría topográfica. De hecho, la teoría de los sueños (Freud, 1900)
requería la topografía (que muchas veces era reificada como lugares) para
explicar la transformación de los constructos almacenados (memorias,

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complejos y constelaciones), tales como los deseos del sueño y los


pensamientos del sueño en sueños per se. Este último proceso está
considerado por Lorenzer en su crítica de los argumentos lingüísticos de
Freud con respecto a la representación cosa y palabra que, a propósito, fue
tomada de manera independiente por el lingüista suizo De Saussure (1916),
pero sin referencia a la teoría de los sueños.
A partir de la intrusión Chomskiana (1957) en la lingüística, algunos
analistas, incluyéndome (Shapiro, 1970, 1979), buscamos los paralelos entre
los que los lingüistas llamaron estructura profunda y estructura de superficie
del lenguaje y la lingüística de Freud. El paralelo ignora la distinción
horizontal entre un inconsciente dinámico y un inconsciente cognitivo. A
pesar de ello, hay cosas que aprender de estas nuevas incursiones. Lorenzer
sugiere que ‘la representación cosa’ no puede ser el objeto referencial de la
palabra en el análisis y en la teoría de los sueños, porque los registros más
tempranos de la mente no se codifican por cosas sino por escenas o, como
dice más adelante, las relaciones que estarían más próximas a la apreciación
mental no-lingüística del otro (no debemos preocuparnos hasta ahora si la
escena más temprana es conflictiva, más que apreciada como una díada). Un
sub-producto de esta propuesta es mi propia sugerencia de que, para el
inconsciente del psicoanálisis, no podemos aceptar la propuesta de Freud de
que el proceso primario requiere movilidad de catexis. Este último fue un
intento de Freud para designar la naturaleza no–específica del substrato
neural, que permitió espacios representacionales fungibles más que una
lingüística sintáctica formada, o un formato relacional entre la palabra y la
cosa, y la posibilidad de un evento sintácticamente codificado.
Como nota complementaria, durante la primera parte del siglo XX, los
lingüistas también trabajaron para explicar la relación de palabra-cosa, y
tuvieron que abandonar la cosa como el referente actuante de la palabra, más
que el concepto (véase el triángulo de Ogden-Richards, 1923). En rigor, la
observación empírica durante el segundo año de vida, cuando palabras
sencillas designativas no exceden de cien, y las frases de dos palabras no son
todavía posibles, el niño ya está preparado para usar las palabras como
conceptos. Un buen ejemplo sería el nombre un perro mascota como Fido,
que el pequeño usa cuando aparte de su mascota, para nombrar cualquier
cuadrúpedo, tal como una oveja; o que una mujer, no su madre, sea llamada
mamá. Entonces, aún la más temprana e íntima palabra principal se
generaliza a otras criaturas reconocibles del mismo género, haciéndonos
sentir más seguros de la naturaleza categórica de la palabra como comienzo.
Por supuesto que reunimos más entendimiento de los sustantivos propios
como específicos, ya que los sustantivos generales se tornan transportadores
de ideas más generalizadas.

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Acortando distancias entre el consciente y el inconsciente

Me aboco ahora específicamente a la teoría de los sueños, que es la piedra


de Rosetta para la traducción de Lorenzer dentro del proceso del trabajo
psicoanalítico. El indica que el trabajo onírico de nuestros pacientes incluye
los tropos de transformación (uso selectivo del desplazamiento, la
identificación, el transformar en el contrário), que yo considero paralelo al
nombre no-dinámico para las transformaciones gramaticales, de Chomsky
(1965), que permite que la estructura profunda se lea desde la estructura
superficial. Esta última teoría, derivada de la lingüística, agrega una
dimensión a las nociones psicoanalíticas de la transformación similar, de
imágenes en sueños, a las palabras por el paciente. Las representaciones pre-
lingüísticas, que pueden derivar de un deseo onírico no dicho, deben estar en
sí mismas en una forma que tiene estructura relacional, o no podrían, más
tarde, ser transformadas en palabras para tener referencia y estructura
narrativa que tenga prominencia para el paciente. Entonces, hay un
componente sintáctico, estructural, para una interpretación del sueño, porque
debe de haber una estructura similar en las ideas almacenadas, no expresadas
y no dichas, que yacen detrás del sueño.
Destaqué (Shapiro, 2004) que la sintaxis del sueño está representada en la
estructura pre-existente del deseo onírico – “Quiero (activa/pasivamente)
hacer (X/Y) a/con alguien”. Esta sintaxis, y es sintáctico, tiene la estructura
de una frase nominal y de un frase verbal: Pronombre (yo) Verbo (deseo
amar/odiar) Objeto (a alguien) se vuelve conflictiva para los pacientes por un
número de razones dinámicas, y ha estado guardada en secreto hasta que el
sueño, una vez contado, amenace con volar lo que la cubre, bajo escrutinio
del analista. Él/ella, el analista es invocado a interpretar el sueño en una
oración coherente, verbalizada, que se refiere al deseo onírico, así como
también al residuo diario que dispara el despertar de la constelación
durmiente y la creación del sueño. Lorenzer, invocando la escena como
nuestro referente, trae de vuelta la sintaxis a las experiencias tempranas, con
un significante diferente a quien, en la mayoría de los casos, llamamos
madre. Participa de la idea de Freud de que la infancia es revisada en el
análisis, y necesita representación para entender su rol en las constelaciones
conductuales diarias y lo eventos recientes.
Esta teoría, sin decirlo, abarca el punto de vista genético del desarrollo de
Freud y también puede ser considerada bajo la rúbrica de las tempranas
relaciones objetales como registradas en la representación no-lingüística
procedural – de ahí la palabra escena. Este es el primer atisbo del espacio
tradicional de Winnicott (1953), no todavía codificado como madre o
cualquier otra codificación designativa. Mientras no todo sueño explota esta
escena temprana, per se, el autor es cuidadoso al hacer este primer orden de
representación una escena que carezca de palabras. Como hace notar, es la
primera capa de aprehensión psíquica y tiene que ser levantada del nivel

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primitivo de representación mental a la conciencia en un representación


consciente más formada y familiar, como una palabra frase, en el sentido más
completo de una interpretación. El modelo también se puede construir como
congruente con la inteligencia sensorio-motora de Piaget.
El segundo nivel que menciona Lorenzer es como un sueño, que yo tomo
para significar las dos, una representación visual o una escena real, o un
grupo de escenas que más concretamente codifican la escena que finalmente
será representada en palabras. Dado que a posteriori esto se puede decodificar
en palabras, tiene valor referencial si apenas conocemos los tropos, como
mencionado, y podemos emplear la piedra de Rosetta de la asociación, que
explotará para iconos y claves las escenas soñadas en un mensaje coherente.
Esta hazaña depende de nuestro entendimiento informado de cómo el trabajo
de soñar se ha aplicado mentalmente dentro del paciente para crear el sueño,
para empezar.
Para expandir el entusiasmo de Lorenzer por el sueño como el paradigma
de nuestro trabajo, destacaré una propuesta, aparentemente contraria, hecha
por el americano, psicólogo del ego, Charles Brenner (2006), quien estableció
rotundamente que el sueño debería ser tratado por el analista como cualquier
otra información clínica y no ser considerado algo especial, es decir, no es el
camino Real, pero solamente una experiencia ordinaria, que no tiene acceso
privilegiado al tesoro inconsciente del castillo de la mente. Paradójicamente,
esta idea es, en realidad, consonante con la propuesta de Lorenzer, en tanto
que la aplicación de la misma técnica de interpretación de los sueños se
aplica a todas las producciones que piden por interpretación dentro del
análisis, y esta última se hace posible solo cuando el status de las resistencias
está optimizado, y la transferencia se puede explotar. No podemos sondear
todos los sueños con facilidad, y no hacemos grandes intervenciones
interpretativas sin ver a través de la neblina de la defensa y la resistencia.
Mencionar la transferencia, por cierto, nos conduce a otro aspecto de la
“escena” de Lorenzer. Recordemos que el destaca que el psicoanálisis en sí
mismo es “la escena representada entre el analista y el analizando”.
Esta escena representada incluye vagamente una conjetura de que es un
arreglo artificioso, en el cual hay un director (ego observador del sujeto y del
objeto) y un díada de actores (analista y analizando). El guión es de una
escena temprana prominente que fue encontrada en la etapa uno del proceso,
y probablemente se refiere a los comienzos diádicos del desarrollo, o a las
representaciones posteriores de la tríada edípica, de acuerdo con que teoría
particular guía su trabajo. Nótese la parsimonia del esquema de Lorenzer, que
dirige la atención al rol de la terapia como un replay, o una nueva versión de
relaciones anteriores sobre el escenario del consultorio, y es una oportunidad
para comprender las interacciones repetitivas que restringen al paciente en su
neurosis. La idea de Joseph Sandler (1976) del role responsiveness llega a la

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mente como otra metáfora teatral y refuerza la idea de que el paciente rehace
el análisis en su propia imagen referencial. La idea de Winnicott (1971) de
análisis como jugar dentro de un juego es también una referencia conveniente
y fortuita que podemos usar para apoyar nuestra convicción de que Lorenzer
es acompañado en su constructo por muchos teóricos a lo largo de los
continentes.
Tomando la idea de la escena en este siglo, acortando el lapso de tiempo,
pongo atención a otro aspecto del pensamiento con respecto a la referencia
diádica. Los temas del desarrollo vienen a la mente, comenzando con la
atención a la díada madre-hijo de R. Spitz (1959), como la más temprana
experiencia no-verbal que estructura la experiencia, y puede ser referida en el
futuro. De hecho, brinda una palabra para dar referencia a la representación
de objetos sesgados como “diálogos descarrilados”, que Daniel Stern (2004),
más tarde, renombra como “de-sintonizaciones”. Stern, un analista y
observador de bebes como Spitz, posteriormente, en una serie de trabajos en
alianza con otros autores y en su libro El momento presente (2004), desarrolla
sobre los aspectos no-interpretativos de designación de significado del
intercambio analítico durante el análisis. El modelo descripto es el producto
de un trabajo en grupo, el Boston Change Process Group (Grupo de Boston
para el proceso de cambio) (Stern et al., 1998). Mientras Freud apuntaba al
poder de la transferencia positiva como contexto de refuerzo para la
convicción interpretativa, utilizándola experiencia de la repetición del pasado
en el presente, Stern y su grupo apuntan a otra escena del pasado que es no-
verbal. Es el poder derivado del la excitación intensificada (afectos de
vitalidad) y la co-experiencia íntima de la relación madre-bebé durante el
juego pre-verbal en la infancia – llamados “momentos de encuentro”. Estos
momentos especiales ofrecen una oportunidad a los teóricos para incluir la
experiencia incorporada en el sistema psicoanalítico, como una instalación
pre-verbal para posterior traducción en palabras, o en una mera prontitud
diádica para recuerdos correspondientes de intimidad y su potencial para
promover cambio, porque es realzada por afectos de vitalidad que inducen
prominencia.
Retomando la escena de Lorenzer, debemos ser tocados por el énfasis
que el concepto coloca sobre la esfera visual perceptual entre las otras
avenidas sensoriales accesibles al recién nacido. Creo que hay dos fuentes
para este énfasis. Primero, el foco de Freud sobre lo visual en el sueño, y el
segundo concierne a lo visual como un organizador de la percepción de la
realidad en la imagen del cuerpo, como la describe Schilder (1935). El foco
de Freud, por supuesto, se ocupa de su deseo de trasladar una serie de
imágenes visuales a representaciones conceptuales, como en la escena del
sueño en la interpretación del mismo. En el esquema de la representación de
Freud, más importante es la analogía familiar de los “lentes seriales” en el

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libro de los Sueños (Freud, 1900), en el cual una serie de ideas e imágenes
visuales emergen, básicamente, como un reparto de representación en una
organización sintáctica. En efecto, su modelo se presenta como una metáfora
de sistemas reflexivos, que transponen y transducen imágenes y palabras. Es
la palabra y la cosa como plan de escena (un percepto) al que se aludió
anteriormente.
También desde el ángulo evolutivo, si aceptamos la crítica de Freud a la
ansiedad del nacimiento de Rank en “El problema de la ansiedad” (1926), nos
encontramos con un argumento evolutivo muy sabio y moderno, que
concierne a la imposibilidad de la ansiedad del nacimiento por inmadurez
cerebral y, consecuentemente, cognitiva. Lo máximo que podemos esperar es
una investidura de excitación fisiológica que tiene una posibilidad imagetica
pobremente organizada – la experiencia infantil animada, ruidosa de William
James. Este es un argumento evolutivo más sofisticado, de gran alcance con
respecto a lo que deberíamos poder sugerir acerca del re-despertar regresivo
de la experiencia temprana, y nuestros intentos de aprehenderlo en palabras.
Es vitalmente importante para la noción de Stern de momentos de encuentro
siendo revividos también. Abundaré en este tema más adelante.
Con referencia a la teoría del Apego de Bowlby (1963), postula múltiples
sistemas de reacción incorporados (SIR). Freud los llama de instintos
componentes. Desde esas experiencias perceptivas tempranas - seguir,
agarrar, succionar y llorar - se pueden construir las escenas primarias. No
todas las escenas son visuales, como afirma Lorenzer (los instintos
componentes en términos de Freud). Seguir (lo visual en los humanos),
agarrar, succionar y llorar, hacen notar que muchas escenas perceptuales
primarias pueden ser posibles.
Volviendo a la neurofisiología de comienzos del siglo XX, el premio
Noble, Sir Charles Sherrington (1940) mantiene la primacía ontogenética de
los receptores proximales del olfato, tacto y propriocepción, durante la
infancia, sobre los receptores distales, visión y audición, que dominan los
años posteriores. Sin embargo, Schilder insiste, en bases neurológicas, que el
sistema visual es el conductor de la experiencia sensorial de nuestro cuerpo
en relación con los cuerpos de los demás, y que la diferenciación entre el self
y el otro, y también los otros, demanda un rol dominante para la percepción
visual.
Estos argumentos parecen estar muy alejados de la propuesta central de
Lorenzer, que el sueño es el sistema primario por el cual comprendemos la
función inconsciente y la interpretación. Creo que la propuesta misma está
enredada en una interpretación evolutiva del sueño como un legado de la
escena, y la escena es, de hecho, un percepto derivado de los encuentros
tempranos que, en resumen, pueden ser vistos como teniendo raíces en las

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representaciones objetales tempranas que más tarde participan en la sintaxis


de la interpretación. Lorenzer obedece a las leyes evolutivas sin hacer
referencia específica a las mismas.
En este punto retomemos el comentario anterior de cómo revisamos el
pasado en el presente, cómo nos movemos de lo visual a lo verbal, cómo
traducimos la escena como una nueva narrativa. Pero, más importante, es
cómo el embrollo de las imágenes oníricas puede ser ordenado, como sugiere
Freud, como pictograma, a ser considerado como una interpretación.
A medida que llegamos al final de esta discusión, le presentaré al lector
un trabajo, escrito en 1970, en el Journal of the American Psychoanalytic
Association, “Interpretación y Nominación” (Shapiro, 1970). Creo que es
especialmente convincente para el trabajo de Lorenzer (1983) donde
establece que el tercero y más elevado nivel estructural es el proceso de
nominación. Tal vez este fue un factor presente en la mente del editor
cuando me pidió para revisar el trabajo de Lorenzer. Retomo el tema de
acortar distancias. Las fechas de estas dos publicaciones son más próximas
que las fechas de su reimpresión, pero la brecha del lenguaje solo se achicó
treinta años más tarde. Solo puedo ofrecer que estamos mejores ahora,
porque las búsquedas literarias ofrecen nuevas oportunidades para la
posibilidad cross-lingüística de consultas que cruzan barreras. Mientras
aportamos traducciones, como en este caso, los diálogos que cruzan lenguas y
la geografía, padecen de oportunidades en demasiadas instancias.
Afortunadamente, hay una atemporalidad sobre el tema presentado por
Lorenzer, que hoy engendra excitación y conversación cruzada. En el trabajo
de referencia (Shapiro, 1970) y en el libro Psicolingüística clínica (1979),
trato de demostrar que lo que el analista hace es, nombrar las constelaciones
hasta ahora no nombradas, que sugieren las asociaciones libres y las
interpretaciones de los sueños, y alzar el inconsciente al consciente, por
exponerlos de forma diferente en un modo socialmente comunicativo, un
lenguaje. Esto también es consonante con la insistencia de Freud de que las
representaciones palabra se aplican a los sistemas Pcs y Cs, pero no al Ucs.
En la teoría topográfica, la asociación de palabras ya está incorporada al
sistema Pcs, permitiendo que la idea se haga consciente y formada para
consideración.
El lenguaje específico solo interesa porque la díada paciente-analista
puede compartir un código que salva la distancia entre personas. Amati-
Mehler et al. (1993) aclaran problemas en analizar poliglotas y/o o pacientes
bilingües, cuando su primera lengua es diferente de la del análisis. Aun
cuando la lengua es compartida, los referentes específicos del inconsciente
del paciente son inaccesibles hasta que se los analiza, como escribe Lorenzer
Más aún, la traducción en palabras – el mismo acto de nombrar – permite
acceso a la consciencia, para que las constelaciones inconscientes puedan ser

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revisadas, repetidas y reconocidas como entidades referenciales salientes que


describen patrones relacionales vitales, que hasta el momento no han visto la
luz de día. La gramática implica estructuras relacionales, y las referencias
seguramente son escénicas con base en la experiencia diádica temprana. Acá
tal vez queramos preguntar cómo las constelaciones inconscientes efectúan
comportamientos si no están sintácticamente ordenadas en la memoria.
Lacan puede haber estado cierto cuando afirmó que el inconsciente se
estructura como lenguaje. Volviendo a Lorenzer, él insistentemente
argumenta en contra la representación cosa de Freud como referente del
inconsciente. Seguramente tiene razón, desde varios ángulos. Como se indicó
anteriormente, se descubrió lingüísticamente que más bien el concepto, que la
cosa específica, es el referente de la palabra. Pero, más importante para el
psicoanálisis, la interpretación expresa en palabras una sintaxis relacional
más compatible con una escena, que tiene su espacio virtual en la actividad
mental inconsciente. Se debe considerar que la escena es una organización
relacional, y en consecuencia sintáctica (como sujeto, acción y objeto).
Mientras que las imágenes representacionales individuales pueden ser
intercambiables, el referente escénico original solo puede venir de la reserva
de imágenes infantiles, en una actitud relacional que incluye el analizando.
Además, la traducción en palabras solo puede tener prominencia y parecer
convincente si hay un referente inconsciente que pueda ser significado. Si no
hay una constelación inconsciente para ser interpretada por la nominación, su
preeminencia referencial es cero, y el impacto sobre las emociones no es
relevante.
Este último tema nos trae de vuelta a un quiebre reciente en la teoría que
sugiere, en resumen, que el giro hermenéutico en el psicoanálisis permite al
analista co-construir una interpretación que no requiere una única escena o
referente inconsciente para nombrar. Sugiero que esto desafía el abandono de
la hipnosis de Freud para liberar su proceso de sugestión donde “todo vale”.
Agregaría que la transferencia positiva también confunde nuestro método, en
tanto que “todo puede valer”, y estamos lejos del deseo albergado por Freud
de que estaba analizando algo que tenía un referente, y que al ubicarlo en una
forma verbal, el paciente podía llevar el insight con él y reflejar y
reconsiderar y aún cambiar la conducta. Luego, en referencia a la escena, en
palabras de Lorenzer, estamos señalando que la interpretación, usando el
modelo del sueño, es en realidad un acto de traducción desde una entidad
mental existente. En palabras hacemos esa entidad accesible, de forma
contundente, a la consciencia para replicarla en palabras. Como ha dicho
Freud, hacemos el inconsciente, consciente. Esta no es una propuesta
relativista como en el enfoque hermenéutico. Más bien, es un marcador
referencial que reconoce las constelaciones inconscientes que conducen la
persona a perderse en una devoción anacrónica a una constelación, perdida
hace mucho y conductualmente distorsionada, latente en un malentendido

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inconsciente de la conducta actual adaptable. El paciente no es visto


coherente, o actuando de acuerdo con la realidad, porque distorsionó el mapa
de las relaciones humanas que pertenece a la visión de mundo del niño. La
maduración se vio obstruida debido a un conflicto y compromiso que se basa
en un escena latente actuando en la mente, fuera de la conciencia y
distorsionando la conducta. A nivel neuronal, la experiencia temprana es
escrita en conectividad, que es estimulada por los encuentros personales
específicos con el mundo.
El trabajo de Lorenzer conecta varios modelos que han atraído a muchos
psicoanalistas, y nos recuerda, en esta reimpresión, que el modelo esencial de
la interpretación de los sueños abarca una repetición calurosa y robusta de
cómo los sueños deberían ser interpretados. Este revival indica que, con
revisiones menores en la interpretación del referente, podemos recuperar y
revivir el rico valor interpretativo del método de Freud. Los psicoanalistas
todavía analizan las fantasías inconscientes que distorsionan el
comportamiento adaptativo, y entonces traducen en palabras una
interpretación que puede ser sometida a la función reflexiva. El revival de
Lorenzer, en la traducción inglesa, ha acotado el lenguaje y la brecha
geográfica de más de treinta años, pero también nos permite re-examinar el
método de Freud de la interpretación de los sueños, como una verdadera
invención de un genio, que se aplica a todo el cuerpo interpretativo en
nuestro trabajo. Unos pocos cambios en la teoría, y un puente a las ciencias
evolutivas y lingüísticas, nos permite ahora ampliar nuestro alcance, y
permite mejor comprensión de la interpretación psicoanalítica como un acto
de nominación. El puente al pensamiento consciente en palabras ayuda al
paciente en su reflexión, y se convierte en vehículo para permitir la pausa y
reconsideración, que puede, entonces, convertirse en una entrada más
adaptativa en los encuentros no-neuróticos con el mundo y con los otros. La
traducción del paso final de Lorenzer es un forma de especificar los
prominentes, significativos, encuentros tempranos.
En este trabajo de retomada podemos ver como el psicoanálisis no debe ser
visto solamente como un ejercicio hermenéutico, o puramente intersubjetivo.
Lorenzer demostró que, como el referente de un sueño en nuestra psicología
profunda, inmersa en las memorias incorporadas desde el pasado escénico,
continuamos erróneamente distorsionando la conducta, como si esas escenas
fueran contemporáneas y destacadas actualmente. La clave para la
interpretación permite descartar tal pensamiento equivocado, revelando las
raíces de los constructos infantiles, y en consecuencia, permitiendo un
movimiento hacia adelante y la maduración que da lugar a una mayor libertad
para actuar en el mundo.

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Theodore Shapiro

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