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Theodore Shapiro
To cite this article: Theodore Shapiro (2016) Acortando distancias entre el consciente y el
inconsciente, The International Journal of Psychoanalysis (en español), 2:5, 1501-1512, DOI:
10.1080/2057410X.2016.1380415
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Theodore Shapiro
Box 140, 525 East 68th Street, New York, NY 10065, USA
E-mail: tshapiro@med.cornell.edu
Freud, que describen el alcance de los problemas con que se encuentran las
teorías nuevas. Los lenguajes nuevos también contribuyen para rupturas
dentro de las disciplinas, creando silos intelectuales, o pseudo sectas, o
escuelas epónimas que parecen evitar las conexiones. A parte de dividir el
psicoanálisis en escuelas, los puntos de observación distorsionan las premisas
explicativas utilizadas para entender a los pacientes, como descripto en
informes clínicos. Algunos dirían, y puede ser que estén correctos, que los
puntos de observación también distorsionan las observaciones que son, por
fuerza, codificadas dentro del lenguaje de cada punto de observación teórico.
La práctica clínica está lejos de la idea de Bion de tratar pacientes sin
memoria y sin deseo. Por ejemplo, ahora tenemos los psicologos del Self, los
intersubjetivistas, los Kleinianos, los Anna Freudianos, los relacionistas-
objetales, para nombrar algunos. He explicado (Shapiro, 2002) el intercambio
pragmático en Psicoanálisis como un cambio poderoso desde el monólogo al
diálogo durante la última parte del siglo XX. Dejando a un lado estas
precauciones, mientras me muevo entre las complejidades del trabajo de
Lorenzer, intentaré mostrar como áreas nuevas y adyacentes del
conocimiento realzan y clarifican el mensaje central de su trabajo, escrito
hace más de treinta años, y autorizan nuestro máximo respecto y disfrute de
la lectura de sus ideas, tantos años después de que él ha escrito el primer
borrador de este manuscrito. Incluso el pensamiento de la escritura a mano o
del tipear a máquina admite un otro tiempo del de nuestra cultura actual
basada en la computadora.
Los párrafos finales del trabajo de Lorenzer (1983) describen el alcance
que tuvo este tema. Me tomo la libertad de citarlo directamente y de resumir
los argumentos que luego analizaré, en consideración con mi propia base
conocimiento, para determinar en qué parte sus ideas se acercan, o se apartan,
de lo que se ha convertido en sabiduría acumulada en el psicoanálisis
derivada durante la mitad del siglo pasado, expandiendo el canon central que
Freud aclaró.
Lorenzer cita a Freud:
mente como otra metáfora teatral y refuerza la idea de que el paciente rehace
el análisis en su propia imagen referencial. La idea de Winnicott (1971) de
análisis como jugar dentro de un juego es también una referencia conveniente
y fortuita que podemos usar para apoyar nuestra convicción de que Lorenzer
es acompañado en su constructo por muchos teóricos a lo largo de los
continentes.
Tomando la idea de la escena en este siglo, acortando el lapso de tiempo,
pongo atención a otro aspecto del pensamiento con respecto a la referencia
diádica. Los temas del desarrollo vienen a la mente, comenzando con la
atención a la díada madre-hijo de R. Spitz (1959), como la más temprana
experiencia no-verbal que estructura la experiencia, y puede ser referida en el
futuro. De hecho, brinda una palabra para dar referencia a la representación
de objetos sesgados como “diálogos descarrilados”, que Daniel Stern (2004),
más tarde, renombra como “de-sintonizaciones”. Stern, un analista y
observador de bebes como Spitz, posteriormente, en una serie de trabajos en
alianza con otros autores y en su libro El momento presente (2004), desarrolla
sobre los aspectos no-interpretativos de designación de significado del
intercambio analítico durante el análisis. El modelo descripto es el producto
de un trabajo en grupo, el Boston Change Process Group (Grupo de Boston
para el proceso de cambio) (Stern et al., 1998). Mientras Freud apuntaba al
poder de la transferencia positiva como contexto de refuerzo para la
convicción interpretativa, utilizándola experiencia de la repetición del pasado
en el presente, Stern y su grupo apuntan a otra escena del pasado que es no-
verbal. Es el poder derivado del la excitación intensificada (afectos de
vitalidad) y la co-experiencia íntima de la relación madre-bebé durante el
juego pre-verbal en la infancia – llamados “momentos de encuentro”. Estos
momentos especiales ofrecen una oportunidad a los teóricos para incluir la
experiencia incorporada en el sistema psicoanalítico, como una instalación
pre-verbal para posterior traducción en palabras, o en una mera prontitud
diádica para recuerdos correspondientes de intimidad y su potencial para
promover cambio, porque es realzada por afectos de vitalidad que inducen
prominencia.
Retomando la escena de Lorenzer, debemos ser tocados por el énfasis
que el concepto coloca sobre la esfera visual perceptual entre las otras
avenidas sensoriales accesibles al recién nacido. Creo que hay dos fuentes
para este énfasis. Primero, el foco de Freud sobre lo visual en el sueño, y el
segundo concierne a lo visual como un organizador de la percepción de la
realidad en la imagen del cuerpo, como la describe Schilder (1935). El foco
de Freud, por supuesto, se ocupa de su deseo de trasladar una serie de
imágenes visuales a representaciones conceptuales, como en la escena del
sueño en la interpretación del mismo. En el esquema de la representación de
Freud, más importante es la analogía familiar de los “lentes seriales” en el
libro de los Sueños (Freud, 1900), en el cual una serie de ideas e imágenes
visuales emergen, básicamente, como un reparto de representación en una
organización sintáctica. En efecto, su modelo se presenta como una metáfora
de sistemas reflexivos, que transponen y transducen imágenes y palabras. Es
la palabra y la cosa como plan de escena (un percepto) al que se aludió
anteriormente.
También desde el ángulo evolutivo, si aceptamos la crítica de Freud a la
ansiedad del nacimiento de Rank en “El problema de la ansiedad” (1926), nos
encontramos con un argumento evolutivo muy sabio y moderno, que
concierne a la imposibilidad de la ansiedad del nacimiento por inmadurez
cerebral y, consecuentemente, cognitiva. Lo máximo que podemos esperar es
una investidura de excitación fisiológica que tiene una posibilidad imagetica
pobremente organizada – la experiencia infantil animada, ruidosa de William
James. Este es un argumento evolutivo más sofisticado, de gran alcance con
respecto a lo que deberíamos poder sugerir acerca del re-despertar regresivo
de la experiencia temprana, y nuestros intentos de aprehenderlo en palabras.
Es vitalmente importante para la noción de Stern de momentos de encuentro
siendo revividos también. Abundaré en este tema más adelante.
Con referencia a la teoría del Apego de Bowlby (1963), postula múltiples
sistemas de reacción incorporados (SIR). Freud los llama de instintos
componentes. Desde esas experiencias perceptivas tempranas - seguir,
agarrar, succionar y llorar - se pueden construir las escenas primarias. No
todas las escenas son visuales, como afirma Lorenzer (los instintos
componentes en términos de Freud). Seguir (lo visual en los humanos),
agarrar, succionar y llorar, hacen notar que muchas escenas perceptuales
primarias pueden ser posibles.
Volviendo a la neurofisiología de comienzos del siglo XX, el premio
Noble, Sir Charles Sherrington (1940) mantiene la primacía ontogenética de
los receptores proximales del olfato, tacto y propriocepción, durante la
infancia, sobre los receptores distales, visión y audición, que dominan los
años posteriores. Sin embargo, Schilder insiste, en bases neurológicas, que el
sistema visual es el conductor de la experiencia sensorial de nuestro cuerpo
en relación con los cuerpos de los demás, y que la diferenciación entre el self
y el otro, y también los otros, demanda un rol dominante para la percepción
visual.
Estos argumentos parecen estar muy alejados de la propuesta central de
Lorenzer, que el sueño es el sistema primario por el cual comprendemos la
función inconsciente y la interpretación. Creo que la propuesta misma está
enredada en una interpretación evolutiva del sueño como un legado de la
escena, y la escena es, de hecho, un percepto derivado de los encuentros
tempranos que, en resumen, pueden ser vistos como teniendo raíces en las
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