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RETIRO MAYO

COMUNIDAD MARIE PAUL

TEMA: EL ESPÍRITU SANTO EN MARÍA

Este día vamos a dedicarlo a contemplar la presencia del Espíritu Santo en


María, es decir la unidad profunda que hay entre ambos. María, durante
toda su vida terrena, está totalmente bajo la influencia y la conducción del
Espíritu Divino

PRIMERA MEDITACIÓN
Los Hechos de los Apóstoles nos cuentan que San Pablo
encontró en Atenas un altar en el que estaba grabada
la siguiente inscripción: al Dios desconocido. Este título
parece valer de un modo especial para el Espíritu Santo
que es para muchos cristianos el Dios desconocido.

¿Quién es el Espíritu Santo? Es la tercera Persona de la


Sma. Trinidad. Él es el lazo vivo de amor que une al
Padre con el Hijo: es amor tan infinitamente profundo
y perfecto, que constituye una nueva Persona, igual a
ellos. El Espíritu Santo es lo más íntimo de Dios, la
María, símbolo del Espíritu personificación de su amor, de su vida, de su fuerza. Es
Santo
como el alma común del Padre y del Hijo. Es como el
corazón del Dios Trino.

Por qué es entonces tan desconocido? En primer lugar porque para descubrir
su presencia y su acción se necesita una cercanía muy íntima y personal con
Dios. Porque Él se hace presente y actúa de una forma discreta y oculta difícil
de percibir por los ojos no acostumbrados.

Además influye el hecho de que no podemos representarlo mediante una


figura adecuada. Pues los símbolos con que aparece en la Biblia la paloma, el
viento y el fuego nos ocultan su riqueza de persona. Dios Padre también es
invisible, pero la palabra “padre” ya acerca mucho a nuestra experiencia
humana. En cambio, imaginar un “espíritu” resulta mucho más difícil.

Sin embargo, Dios nos ha regalado a alguien en quien podemos casi palpar, de
modo visible y sensible, la presencia y la acción del Espíritu Santo: es la Sma.
Virgen María. Ella es ese símbolo más significativo, el más personal, más
apropiado y más hermoso del Espíritu Santo. ¿Por qué?

Porque el Espíritu Santo es el amor hecho persona, la entrega personificada y


María es el amor, la entrega en persona.

La Sma. Virgen es, en efecto, la mujer tres veces llena del Espíritu de Dios:

1. En el momento de su Concepción inmaculada, en que Él la escogió como


templo predilecto y la colmó de su gracia.
2. En el momento de la Anunciación, en que “la cubrió con su sombra”, para
hacerla fecunda y convertirla en Madre de Cristo.
3.Y en el momento de Pentecostés, en que Él escucha su oración y desciende
Pero la Virgen nos conduce al Espíritu Santo no sólo a través de su ser, sino
también por su misión. Porque la misión de Ella y la del Espíritu van en la
misma línea.

+ María es nuestra Madre-Educadora. Y el Espíritu Santo es el gran educador y


santificador de cada cristiano. Con sus gracias y dones divinos nos va
madurando y transformando en hombres nuevos, reflejos de Cristo, a lo largo
de toda nuestra vida.

+ María, como auténtica Madre, anima y alienta a los suyos en cada momento.
Y el Espíritu Santo es el gran vivificador que renueva e inspira
permanentemente a los hombres y las comunidades.

+ Como buena Madre, la Virgen tiene también la misión de unir y congregar su


Familia entorno suyo. Y el Espíritu Divino es el gran unificador, el vínculo de
unidad de la Iglesia y de las comunidades cristianas.

María, obra del Espíritu Santo. Ella, durante toda su vida terrena, está
totalmente bajo la influencia y la conducción del Espíritu Divino. Por eso
podemos admirar en María todas las virtudes y los valores cristianos que
nuestro gran Educador quiere trasmitirnos e inculcarnos. Ella es la enseñanza
intuitiva que Dios nos regala, para entregarnos con confianza en las manos
creadoras del Espíritu Santo.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Qué representa la Virgen María para mí?


2. ¿Soy una persona que une a los demás?
3. ¿Cómo educo yo con mi propia vida?

SEGUNDA MEDITACIÓN

La Encarnación. No hay duda de que la vida de la Sma.


Virgen estaba, desde su inicio, bajo la fuerte influencia del
Espíritu de Dios. La Virgen es la “Todasanta” porque desde
el primer momento de su existencia fue “sagrario del
Espíritu Santo y Espíritu Santo”.
María

Pero su gran encuentro con el Espíritu fue la Anunciación del ángel que
culminó con la encarnación. Allí María tuvo su primer Pentecostés: “El
Espíritu Santo descenderá sobre ti y el Poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra” (Lc 1, 35). A partir de ese acontecimiento, Ella es llamada sagrario,
tabernáculo, santuario del Espíritu. Con ello se indica la inhabitación del
Espíritu Santo en María de un modo del todo singular y superior al de los
demás cristianos. Como en todo ser humano, el Espíritu de santidad quiere
actuar en la Virgen y a través de Ella.

Pero aquí hay algo más, algo nuevo y único: el Espíritu Santo quiere actuar
junto con la Virgen. ¿Y para qué? Quiere unirse y atarse a María para que de
Ella nazca Jesucristo, el Hijo de Dios. Y quiere que la Sma. Virgen diga su Sí
totalmente voluntario y libre, para entregarse al Espíritu de Dios, para
convertirse en Madre de Dios.

Su crecer en el orden del Espíritu. No debemos pensar que la Virgen haya


entendido todo desde el primer momento. Evidentemente comprendió
mucho más que nosotros. Porque tenía, como dice Santo Tomas de Aquino, la
luz profética que le regaló un conocimiento mayor de las cosas de Dios.

Sin embargo, como ser humano, Ella crecía en sabiduría y desarrollaba su


entendimiento a lo largo de la vida. María iba adentrándose crecientemente
en el orden del Espíritu.

¿Y que quiere decir eso? María tenía que ir comprendiendo, paso a paso, lo
que quería Jesús y lo que debía hacer Ella a su lado. Tenía que entrar
progresivamente en ese mundo de su Hijo Divino, en el que sólo el Espíritu
Santo podía introducirla.
En diálogo con el Espíritu de Dios, tenía que recorrer su propio camino de fe.
Pensemos en la pérdida de Jesús, al cumplir los doce años. Cuan difícil fue
para Ella cuando su Hijo los abandonó y después les dijo:

“¿No saben que tengo que preocuparme de los asuntos de mi padre?” (Lc 2,
49). Como agrega el texto, María no entendió lo que Jesús acababa de
decirles. Pero seguramente se dio cuenta de que su Hijo llevaba en su
interior otro mundo, el mundo del Padre, en el cual también Ella tenía que
adentrarse de un modo más perfecto.
Otro momento difícil surgió en las bodas de Cana. “Mujer, Tú no piensas
como yo: todavía no ha llegado mi hora” (Jn 2.4). El pensar de María es
todavía muy humana: quiere ayudar a los novios en su necesidad. Jesús mira
más allá, piensa en su gran Hora, la hora de la Cruz. Y, sin embargo, cumple
el deseo de su Madre.

Y cuando llegó la gran Hora, sobre el monte Calvario, ya callan en Ella los
deseos y necesidades naturales. Todo queda sujeto a la voluntad del Padre.
Ya no quiere otra cosa que cumplir perfectamente con su rol en el plan de
salvación.

Cumbre de ese insertarse en el orden del Espíritu fue la espera de


Pentecostés. Allí María se convirtió en instrumento perfecto del Espíritu
Santo. Condujo a los apóstoles y discípulos a la sala del Cenáculo. Les
transmitió su anhelo profundo por el Espíritu Divino. E imploró con ellos la
fuerza de lo alto sobre toda la Iglesia reunida.

En Pentecostés se colmó su ansia por el Espíritu de Dios. Allí quedó


completamente compenetrada y transformada por El. Ya en su vida tuvo un
cuerpo espiritualizado, es decir, transformado por el Espíritu, de modo que
no podía ser destruido. Y así ya quedó preparada para su último y definitivo
paso: la asunción en cuerpo y alma al cielo.

Creo que también en nuestra propia vida debe existir un insertarnos


paulatinamente en el orden del Espíritu.

Preguntas para la reflexión


1. ¿ Cómo cultivo mi relación con el ES?
2. ¿Siento cómo el Espíritu Santo me atare y me introduce en Dios?
3. ¿Es la Virgen mi compañera en la oración?

MARÍA VIVIÓ A LA ESCUCHA DE DIOS, MEDITANDO SU


PALABRA. EN LA FE, DIO SU RESPUESTA: EL “FIAT” DE SU
ORACIÓN SE CONVIRTIÓ EN EL “FIAT” DE SU VIDA.

LA ORACIÓN DE MARÍA ES EL MODELO DE NUESTRA


ORACIÓN DE OBLATA. CON MARÍA DESCUBRIMOS LAS
MARAVILLAS QUE EL ESPÍRITU SANTO HACE EN NOSOTRAS Y
APRENDEMOS A DEJARNOS CONDUCIR POR ÉL.
CON ELLA, LA MEDITACIÓN DEL ROSARIO NOS HACE VOLVER
A VIVIR LOS MISTERIOS DE JESÚS.
COMO ELLA SOMOS LLAMADAS A ADORAR, CONTEMPLAR,
SERVIR.

(Libro de Vida No. 21, pag. 25)

PARA FINALIZAR

1. ¿Cuál es la gran invitación de Dios para mí en este día de


retiro?

2. ¿Cómo María, qué respuesta amorosa quiero darle a Dios


para dejarme conducir por el Espíritu Santo en el día a día
de mi vida?

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