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¿CÓMO ES SU CAPACIDAD DE ADAPTARSE EMOCIONALMENTE AL MEDIO?

No basta con el coeficiente intelectual.


Conocer nuestros sentimientos y reconocerlos en los demás y saber
cómo controlarlos en situaciones de estrés, empatizando con los
estados anímicos del resto, son algunas de las características de la
inteligencia emocional, término que además se reconoce en
organizaciones formales como instituciones y empresas
Pensar que la inteligencia sólo corresponde a la capacidad de, por ejemplo, saber resolver un
problema matemático, conocer de memoria las capitales de todos los países del mundo,
aprenderse en pocos minutos una poesía o escribir con una caligrafía impecable es quedarse
sólo con las habilidades que provienen desde lo cognitivo.
Ahora, reflexionar acerca de qué es lo que significa conocernos a nosotros mismos, saber qué
es lo que sentimos, ser capaces de controlar nuestras emociones de manera en que éstas no
nos desborden y más aún, poder identificar, respetar y ponernos en el lugar del otro para así
comprender lo que siente y desde ahí sostener buenas relaciones interpersonales, es parte
también de una capacidad llamada “inteligencia emocional” (IE).
A pesar de que este término fue mundialmente conocido gracias al psicólogo estadounidense,
Daniel Goleman (autor de “Emotional Intelligence”, libro publicado en 1995 y al que lo sucedió
“Working with emotional intelligence” del año 1998), lo cierto es que los primeros en acuñar el
concepto fueron Peter Salovey y John Mayer, psicólogos de Yale, quienes a su vez
complementaron la idea inicial que planteó Howard Gardner en su teoría de las inteligencias
múltiples, donde contempla distintos tipos de habilidades, algunas de ellas la lógico-
matemática, verbal, kinésica, musical, intrapersonal e interpersonal.
Y es justamente acerca de estas dos últimas donde se comienza a esbozar un bosquejo sobre
lo que significa tener (desarrollada o no) inteligencia emocional. Al respecto, se menciona que
las habilidades prácticas que posee la IE son – en el área de la inteligencia intrapersonal – “la
autoconciencia, el control emocional y la capacidad de motivarse y motivar” y por otro lado en
el de la inteligencia interpersonal, las habilidades que se destacan son “la empatía y las
habilidades sociales” (Fuente: Inteligencia-emocional).
Con respecto a este tema, el psicólogo y encargado técnico del Centro de Terapia del
Comportamiento, Alejandro Horta, afirma que “el tema de la inteligencia ha sido estudiado
desde hace mucho tiempo en psicología y tiene que ver con el estudio de ciertos procesos
cognitivos, los que uno entiende por ejemplo, por la memoria, el aprendizaje y la inteligencia”.
Es entonces desde las primeras décadas del siglo XX que se realizan estudios para así dar con
algún “indicador que permitiera hacer una predicción o establecer cuán inteligente o qué
capacidad de inteligencia tenía una persona con respecto a otra. De ahí nacen cosas como el
CI (coeficiente intelectual) y distintos test que han tratado de evaluar esto”, sostiene el
profesional.

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Esto va más allá de lo cognitivo.
Respecto al concepto de inteligencia emocional, Alejandro Horta dice que al momento de fijar
la atención solamente en los aspectos cognoscitivos, difícilmente se puede llegar a determinar
cómo es el desempeño final de una persona. “Hay personas exitosas, pero no necesariamente
son las más brillantes y uno tiende a pensar en por qué les va bien si no son de lo más
inteligentes”, ejemplifica.
Por eso es que dice que “se comienzan a estudiar otros factores que también estarían
incidiendo en cómo una persona se desarrolla en su vida”, entre ellas y como ya se
mencionaba, los sentimientos y la expresión de estos, además de la relación que se puede
establecer entre un individuo y los demás.
Bajo ese concepto, el psicólogo menciona que “una persona puede ser muy inteligente en
términos cognitivos – sabe mucho y tiene muy buena memoria – pero puede no tener muy
claro qué es lo que le está pasando ni cuáles son sus sentimientos; eso puede dificultar la
forma en cómo se relaciona con su entorno. Para esa persona sería muy difícil trabajar
colaborativamente en una organización y eso está relacionado con, por ejemplo conseguir un
mejor puesto de trabajo”, dice.
Pero, ¿cómo poder “medir” cuánta inteligencia emocional (o de qué calidad es ésta) en una
persona? Al respecto el terapeuta menciona que este término finalmente “es una forma de dar
cuenta de la estabilidad como para desarrollarse o relacionarse con las demás personas y a
pesar de ser algo reflotado por Goleman, es algo que siempre ha estado presente en la
psicología a través de conceptos como la capacidad de empatizar o la simpatía”.
En esta misma línea indica que luego de la masificación del término de IE, todo lo que tiene
relación a éste se volvió muy popular y por ese motivo se comenzaron a elaborar instrumentos
que tuvieran como objetivo “medir” esta capacidad. Así existen test como el de “inteligencia
emocional”, que según cuenta Horta está basado en Goleman y el “inventario de cociente
emocional” de Reuven Bar-On, ambos utilizados “específicamente para evaluar la IE”, asevera.
La idea es que mediante la exposición de situaciones, la persona pueda ponerse en un
contexto determinado y desde ahí responder por cómo reaccionaría, es decir, identificar qué
siente, cómo regularía aquella emoción y de qué manera se relacionaría con otras personas en
ese escenario
No se haga el ciego, las emociones existen.
En sociedades como la nuestra, a pesar de que con los años ha
habido una apertura más evidente hacia los sentimientos,
todavía son muchas las personas que viven dejándolos de lado
para preponderar en otros asuntos como la racionalidad, la
productividad, entre otras.
Es así como la imagen de un ser humano emocional muchas veces se ve opacado por la idea
de tener a un hombre o una mujer preparados mentalmente para resolver conflictos. En
muchos lugares no hay espacio para sentir, dejando aquello reservado sólo para el entorno

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íntimo del individuo, lugar donde tampoco se dan estas instancias por la carencia de
comunicación y espacios para la expresión.
Lo positivo en todo esto es que de a poco la población se ha ido enterando que las emociones
son completamente atingentes a todos los aspectos del ser humano, incluso en la salud. “Ha
habido estudios, fundamentalmente a lo que concierne a la psicoinmunología donde se habla
de la ligazón que existe entre las emociones, el sistema nervioso y el sistema inmunológico”,
cuenta.
A esto agrega que “emociones como la alegría se interconectan a nivel neuronal y esto
favorece al sistema inmunológico y por lo tanto, contribuye en la prevención de enfermedades
y a los que están enfermos, les ayuda a llevar de mejor manera su padecimiento”.
La ira, el miedo y la ansiedad en tanto, “son emociones restrictivas que disminuyen el sistema
inmunológico y eso por lo tanto, favorece la aparición de enfermedades. Esto quizás se sabía a
nivel intuitivo o de cultura popular, pero hoy existen evidencias que respaldan la información”,
explica.
Para el terapeuta una de las razones del por qué la inteligencia emocional no está bien
desarrollada es porque “no nos hacemos cargo de nuestra vida y al parecer aquello de
conocerse a sí mismo es algo que da mucho miedo. Tampoco nos conectamos con nuestras
emociones, las que muchas veces son contradictorias frente a una misma persona o situación
y eso para nosotros es intolerable, llevándonos a tratar de evitarlas y no vincularnos con
ellas”. y qué queremos, y de entender cabalmente cuáles son nuestras prioridades y anhelos,
para así actuar en consecuencia. Otro componente es el de no engañarnos con respecto a
nuestras emociones y a nuestros sentimientos, y respetarlos.
En vez de suponer que uno está dominado por sus caprichos y deseos y que nada se puede
hacer al respecto, las personas con un alto grado de inteligencia intrapersonal pueden
entender por qué sienten o piensan tal o cual cosa y actuar en consecuencia. También se ven
muy favorecidas ya que hacen excelentes elecciones al momento de elegir con quién casarse,
qué carrera estudiar o qué trabajo no aceptar.
Aprender a monitorear los sentimientos para saber qué nos sucede, y llegar a entendernos y a
tratarnos con respeto y compasión mientras decidimos qué medidas tomar para lograr
equilibrio y satisfacer nuestras necesidades emocionales nos proporciona mecanismos para
calmarnos y evita que tengamos reacciones desmedidas frente a lo que se nos presenta.
Asimismo, nos permite tener en nuestras manos las riendas de casi todas las situaciones, lo
que redunda en un marcado bienestar emocional que llega a notarse en el plano físico
también. De ahí la importancia de desarrollar tanto la inteligencia interpersonal como la
intrapersonal.
Componentes o habilidades que la componen. Según Goleman.
Autoconciencia
Implica reconocer los propios estados de ánimo, los recursos y las intuiciones. Las
competencias emocionales que dependen de la autoconciencia son:
– Conciencia emocional: identificar las propias emociones y los efectos que pueden tener.

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– Correcta autovaloración: conocer las propias fortalezas y sus limitaciones.
– Autoconfianza: un fuerte sentido del propio valor y capacidad.
Autoconocimiento Emocional (o Conciencia de Uno Mismo): Se refiere al conocimiento de
nuestras propias emociones y cómo nos afectan. En muy importante conocer el modo en el
que nuestro estado de ánimo influye en nuestro comportamiento, cuáles son nuestras virtudes
y nuestros puntos débiles. Nos sorprenderíamos al saber cuan poco sabemos de nosotros
mismos.
A veces nos cuesta ser honestos con nosotros mismos, en aspectos que sabemos debemos
mejorar y no lo reconocemos. Este punto por lo tanto, hace referencia a la habilidad de
reconocer y entender nuestros estados de ánimo, nuestras emociones, y su efecto en las
personas que nos rodean. Así mismo la autoconciencia nos sirve para valorarnos, determinar
hacia dónde vamos y qué metas podemos cumplir siendo realistas. Además reconoceremos
nuestros errores y seremos más cautos al realizar determinada labor.
“Poder dar una apreciación y dar nombre a las propias emociones en uno de los pilares de la
IE, en el que se fundamentan la mayoría de las otras cualidades emocionales. Sólo quien sabe
por qué se siente como siente puede manejar sus emociones, moderarlas y ordenarlas de
manera consciente” (Martin, Doris y Boeck, Karin: 2001).
Conocer y controlar nuestras emociones es imprescindible para poder llevar una vida
satisfactoria. Sin sentir emociones es imposible tomar decisiones.
Las actividades para aprender a notar nuestras emociones son muy sencillas:
Reconocer nuestras emociones pasa por prestarle atención a las sensaciones físicas que
provocan esas emociones. Las emociones son el punto de intersección entre mente y cuerpo,
se experimentan físicamente, pero son el resultado de una actividad mental.
El segundo paso es aprender a identificar y distinguir unas emociones de otras. Cuando
notamos que sentimos algo y además lo identificamos lo podemos expresar. Hablar de
nuestras emociones nos ayuda a actuar sobre ellas, a controlarlas. Expresar emociones es el
primer paso para aprender a actuar sobre ellas.
El tercer paso es aprender a evaluar su intensidad. Si solo notamos las emociones cuando son
muy intensas estamos a su merced. Controlar nuestras emociones siempre es más fácil cuanto
menos intensas sean, por lo tanto se trata de aprender a prestar atención a los primeros
indicios de una emoción, sin esperar a que nos desborde.
La Autoconciencia comprende las siguientes sub – competencias:
-CONCIENCIA EMOCIONAL: identificar las propias emociones y los efectos que pueden tener.
-AUTOVALORACIÓN: conocer las propias fortalezas y sus limitaciones.
-AUTOCONFIANZA: un fuerte sentido del propio valor y capacidad.
Autorregulación
El Autocontrol Emocional (o Autorregulación) nos permite no dejarnos llevar por los
sentimientos del momento. Es saber reconocer que es pasajero en una crisis y qué perdura. Es

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posible que nos enfademos con nuestra pareja, pero si nos dejásemos siempre llevar por el
calor del momento estaríamos continuamente actuando irresponsablemente y luego pidiendo
perdón por ello.
Nos permite controlar nuestros impulsos y emociones lógicamente, a pensar antes de realizar
cualquier cosa y a ser responsables. Este punto es de suma importancia ya que si en
determinado momento nos encontramos ante una situación desagradable donde la primera
reacción sería gritar o golpear cosas, la autorregulación hace que pensemos antes de actuar,
determinemos por qué se falló en esa situación, qué factores pudieron incidir para el fracaso y
cómo se podría solucionar de la mejor manera. Aquí es importante reseñar que un líder con
esta habilidad le daría más confianza a sus subalternos y las riñas dentro de un grupo
tenderían a desaparecer. El miedo al cambio no estaría presente en un líder con esta habilidad
y la reflexión y el pensamiento siempre estarán en primer lugar, se refiere a manejar los
propios estados de ánimo, impulsos y recursos.
Una vez que aprendemos a detectar nuestros sentimientos podemos aprender a controlarlos.
Hay gente que percibe sus sentimientos con gran intensidad y claridad, pero no es capaz de
controlarlos, sino que los sentimientos le dominan y arrastran.
Controlar nuestros sentimientos implica, una vez que los hemos detectado e identificado, ser
capaces de reflexionar sobre los mismos. Reflexionar sobre lo que estamos sintiendo no es
igual a emitir juicios de valor sobre si nuestros sentimientos son buenos o malos, deseables o
no deseables.
Reflexionar sobre nuestras emociones requiere dar tres pasos:
Determinar la causa y a qué emociones ¿Me enfado porque tengo miedo, porque me siento
inseguro o porque me siento confuso?
Distintas causas necesitarán distintas respuestas y el mero hecho de reflexionar sobre el
origen de mi reacción me ayuda a controlarla.
Por último, elegir mi manera de actuar.
La autorregulación comprende las siguientes sub-competencias:
-AUTOCONTROL: Mantener vigiladas las emociones perturbadoras y los impulsos.
-CONFIABILIDAD: Mantener estándares adecuados de honestidad e integridad.
-CONCIENCIA: Asumir las responsabilidades del propio desempeño laboral.
-ADAPTABILIDAD: Flexibilidad en el manejo de las situaciones de cambio.
-INNOVACIÓN: Sentirse cómodo con la nueva información, las nuevas ideas y las nuevas
situaciones.
Automotivación
Se refiere a las tendencias emocionales que guían o facilitan el cumplimiento de las metas
establecidas.
Parte de “la capacidad de motivarse uno mismo”, siendo la aptitud maestra para Goleman,
aunque también interviene e influye “la motivación de los demás”. “…Los verdaderos buenos
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resultados requieren cualidades como perseverancia, disfrutar aprendiendo, tener confianza en
uno mismo y ser capaz de sobreponerse a las derrotas”. Esta actitud es sinérgica, por lo cual,
en el trabajo en equipo, motiva a los demás a perseverar con optimismo el logro
de objetivos propuestos.
La auto motivación es lo que nos permite hacer un esfuerzo, físico o mental, no porque nos
obligue nadie, sino porque queremos hacerlo. Muchas veces no sabemos bien lo que
queremos, o sabemos muy bien lo que no queremos. Aprender a plantear objetivos y saber
que es lo que de verdad queremos es, por tanto, el primer paso.
Naturalmente, una vez que tengamos nuestro objetivo necesitamos un plan de acción.
Aprender a establecer objetivos no basta, esos objetivos tienen, además, que ser viables y
nosotros necesitamos saber que pasos tenemos que dar para poder alcanzarlos.
La motivación comprende las siguientes sub-competencias:
-IMPULSO DE LOGRO: esfuerzo por mejorar o alcanzar un estándar de excelencia académica.
-COMPROMISO: matricularse con las metas del grupo, curso o institución educativa.
-INICIATIVA: disponibilidad para reaccionar ante las oportunidades.
-OPTIMISMO: persistencia en la persecución de los objetivos, a pesar de los obstáculos y
retrocesos que puedan presentarse.
Dirigir las emociones hacia un objetivo nos permite mantener la motivación y fijar nuestra
atención en las metas en lugar de en los obstáculos. En esto es necesaria cierta dosis
de optimismo e iniciativa, de forma que seamos emprendedores y actuemos de forma
positiva ante los contratiempos.
Aquí lo importante es trabajar y sentir satisfacción ante una meta finalizada, y no sólo buscar
recompensas en dinero o status. Los líderes con esta habilidad se apasionan por su
trabajo, les gusta aprender siempre, son creativos y muestran una energía y unos deseos
impresionantes para culminar de la mejor manera una actividad y llevan un registro del
desempeño realizado.
Así mismo ante el fracaso, no ven nubes negras, sino una oportunidad para ser mejores y
su compromiso con la organización es cada día más fuerte y así reciban ofertas monetarias
altas para cambiar de empresa y de trabajo, lo más importante para ellos es realizarse como
personas y crecer en el ambiente al cual están acostumbrados.

INTELIGENCIA INTERPERSONAL
La inteligencia interpersonal es un concepto que se deriva del desarrollo de la Teoría de
las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner. Se trata de un tipo de inteligencia que, junto a
las demás, nos faculta para adaptarnos al entorno y a las interacciones con los demás de
manera óptima.
En concreto, la inteligencia interpersonal es aquella que explica el grado en el que somos
capaces de hacernos una estimación aproximada sobre los estados mentales y de ánimo de los

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demás. Así, alguien con una buena inteligencia interpersonal es capaz de captar las
intenciones de los demás, sus sentimientos (que pueden exteriorizar más o menos), saber qué
información les falta a los demás... y, como consecuencia interactuará bien con estas
personas, al adaptarse a ellas e incluso predecir ciertos aspectos de estas.
Conseguir una vida plena y feliz es el propósito en el que concentramos todos nuestros
esfuerzos y ponemos nuestro empeño. Los únicos responsables de que podamos alcanzar ese
objetivo, somos nosotros mismos y la actitud con la que decidamos afrontar nuestro día a
día. Alcanzar esa plenitud va a depender, entre otros factores, de nuestra inteligencia
interpersonal, es decir, de la capacidad que tenemos para relacionarnos con otras personas y
ponernos en su lugar.
La empatía y la habilidad para establecer relaciones sociales son las capacidades que integran
la inteligencia interpersonal, que determina, por ejemplo, la elección que hacemos de nuestros
amigos o pareja y, en gran medida, es la responsable de nuestros éxitos laborales o
académicos.
La empatía es la destreza que nos permite acercarnos a los demás, comprender sus emociones,
compartir sus preocupaciones o entender sus comportamientos. Es la clave del éxito de las
relaciones interpersonales. Ser empáticos significa saber entender las emociones de quienes
tenemos a nuestro alrededor.
Las competencias que desarrollamos a través de las habilidades sociales, son aquellas que
asociamos a la popularidad y el liderazgo. Responden a las destrezas que usamos para persuadir
y dirigir, negociar y resolver conflictos, o cooperar y trabajar en equipo. Si observamos a nuestro
alrededor, podemos detectar este tipo de inteligencia en aquellas personas con especial
sensibilidad, con habilidades sociales definidas y que suelen caer simpáticos a todo el mundo.
POTENCIA TU INTELIGENCIA INTERPERSONAL
Si has decidido mejorar tus destrezas sociales y fortalecer la relación con tu entorno, debes
saber que existen ejercicios en los que puedes trabajar y que te ayudarán a
desarrollar tu inteligencia interpersonal:
La compresión es fundamental. Ante una situación concreta que te produzca
malestar con otra persona procura siempre ponerte en la piel de la esa persona, mírate
desde su perspectiva e imagínate sus sentimientos.
Aprende a escuchar. Cuando estés en una conversación con otros, procura fijarte en
las veces que nos interrumpimos sin dejar terminar las frases y expresar completamente
nuestras ideas. Procura corregir ésto si observas que no dejas terminar de hablar a los
demás.
Toma perspectiva de ti mismo. Para ello, escribe una redacción describiéndote a ti
mismo, después haz otra pensando en cómo lo haría tu mejor amigo y una tercera
imaginando qué diría de ti un desconocido.
Acepta las críticas con serenidad. Recurre a un familiar o amigo para que te diga los
aspectos negativos que ven en tu carácter. Acepta lo que sea verdad y rechaza lo que no
lo sea, pero siempre con una actitud abierta y tranquila.

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Identifica emociones. Cuando seas testigo de una situación tensa o de conflicto en tu
familia o con tus amigos, observa el estado de ánimo de los implicados.
Acércate a otras culturas. Interésate y lee sobre otras costumbres, creencias y
valores. Esto te ayudará a comprender mejor a quienes no piensan como tú.
Desarrolla tu inteligencia interpersonal y te ayudará a contactar con
tus sentimientos y los de los demás. Potenciará tu habilidad para relacionarte,
mantener tus amistades y entender a quienes no piensan como tú. Es una de las claves
para alcanzar la plenitud vital.
Ver más allá de las palabras
Cabe decir que esta capacidad no se ciñe sólo a la manera de interpretar las palabras dichas
por los demás, sino que se extiende también a la habilidad para leer expresiones faciales,
movimientos y incluso patrones del comportamiento. Por lo tanto, no depende sólo de la
información que la otra persona nos dé acerca de ella misma.
Más allá de la Teoría de las Inteligencias Múltiples, la inteligencia interpersonal puede
relacionarse con conceptos como las habilidades sociales o la inteligencia emocional (en su
vertiente social, ya que la inteligencia intrapersonal también puede ser incluida en esta idea).
En definitiva, este tipo de inteligencia está relacionada con nuestra manera de ajustarnos a la
mente y los actos de los demás y con el modo de interactuar con las personas que nos define.
Cómo son las personas con buena inteligencia interpersonal?
Por lo dicho anteriormente, es posible que ya estés pensando en oficios y profesiones que se
caractericen por explotar este tipo de habilidad. Profesionalmente, estas personas suelen ser
las que ofrecen una parte de su valor añadido que está relacionada con su capacidad para
resolver tareas diplomáticas o relacionadas con el contacto cara a cara con muchas personas.
Consejos para mejorar en inteligencia interpersonal
1. Pregúntate qué sabes tú que los demás no sepan
En tu interacción con el resto de personas, es posible que se den casos en los que hagas
referencias a hechos o cosas que los demás desconocen. Dar por hecho que el resto de
personas tienen la misma información que uno mismo puede hacer que la conversación sea
poco fluida o incluso tenga algunos momentos algo incómodos.
2. Da más credibilidad a los gestos que a las palabras
Las personas pueden mentir con las palabras, pero es mucho más difícil mentir con el cuerpo.
Es por eso que los gestos de la cara, la postura y los movimientos de cabeza o brazos darnos
una información que, en las ocasiones en las que no es ambigua, resulta más fidedigna que la
que nos proporciona el contenido de su discurso.
3. Piensa en cómo te ven a ti
Para interpretar mejor lo que hacen las personas que se encuentran a tu alrededor, es buena
idea pensar primero en cómo pueden estar interpretando lo que tú haces. Realiza esfuerzos
para tener en cuenta que lo que haga el resto depende en gran parte de cómo te perciban.

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4. No tengas miedo en preguntar
Ciertos aspectos relevantes bien merecen una pregunta. Cuando notes que hay algo que se
interpone entre tú y los demás en vuestra comunicación, valora la posibilidad de preguntar
directamente de qué se trata. Sin embargo, también es bueno que te plantees qué posibles
temas no es bueno que sean atacados frontalmente en vuestra conversación, ya que algunas
preguntas pueden poner a los demás en una situación violenta o pueden herir la sensibilidad
de alguien al ser expuestos totalmente.

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