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Szeftel, Micaela.
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Departamento de Filosofía.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Universidad Nacional de La Plata
Al abordar el estudio del Para-otro en El Ser y la Nada, Sartre reconoce la astucia que
Heidegger tuvo al haber enunciado la “realidad-humana” como una relación de ser. La
oposición entre sujeto y objeto, en la cual las teorías del conocimiento encuentran no sólo
el fundamento del existir humano sino también el punto de partida para la pregunta por el
ser, es reemplazada por un vínculo fundado en una esfera pre-ontológica. Mientras que
Sartre considera que tanto Hegel como Husserl han quedado prisioneros de las
estructuras gnoseológicas, la apreciación que, al respecto, tiene de Heidegger, recorre
otro camino. Esto podría explicarse a partir de las críticas que Heidegger esgrime contra
aquellas filosofías que, entorpeciendo el análisis del existenciario, hallan la
fundamentación de la conciencia en los actos téticos de conocimiento. Sartre coincide en
este punto con el filósofo alemán. No obstante este reconocimiento, considera que existe
en el método heideggeriano una falla que conduce a la confusión de la esfera de lo óntico
con la de lo ontológico. Ello cobra especial relevancia para Sartre cuando, a la luz del
análisis del prójimo, Heidegger identifique el origen ontológico del Dasein con el del
Mitsein, conduciendo a un supuesto desdibujamiento de la identidad del Otro1.
1
En este caso, seguimos las indicaciones de Jorge Eduardo Rivera, quien distingue el “coestar” [ Mitsein]
-estructura existencial del Dasein- de la “coexistencia” [Mitdasein], referida al ser de los otros Dasein. En esta
primera aparición, el sentido atribuido al término es el primero. Véase “Notas del traductor”, en
HEIDEGGER, Martin, Ser y tiempo, Madrid, Ed. Trotta, 2003, p. 472.
El prójimo sería siempre abstracto, agotado por una impersonalidad que se enuncia,
desde un principio, intransitable. Esta lectura encuentra su carta de ciudadanía dentro de
la filosofía sartreana en general. Sin embargo, osaremos preguntarnos si el filósofo
francés resuelve satisfactoriamente la impersonalidad del prójimo, desde el momento en
que afirma que el ser-para-otro es independiente de que exista efectivamente allí otro que
me mira. Esto es, ¿qué sentido tiene para Sartre hacer del prójimo un factum necesario?
Observaremos que las diferencias más sustanciales que explican las filosofías de
Heidegger y Sartre respecto de la existencia del prójimo radican en sus supuestos
ontológicos. Para el último, el análisis heideggeriano que entiende el Mitsein como una
estructura co-originaria del Dasein no reclama sino la necesidad de explicar nuevamente
lo que parecía ya explicado, esto es, el prójimo en su cotidianeidad. Dicho de otro modo,
la alteridad se reduciría a una proyección de las exigencias de mi ser que demanda un
mundo en el cual ser-con-otros y, por lo tanto, su existencia estaría, desde un principio,
asegurada. Explicar causalmente el ser de los Otros implica, para el filósofo francés, la
persistencia de la concepción según la cual la conciencia es la sumatoria de sus
contenidos representacionales y finalmente de un retorno al solipsismo. Para Sartre, pues,
allí donde Heidegger pretende explicar el modo del ser del Dasein, se da por supuesto el
yo como algo que ya estaba primeramente ahí, y en verdad, reproduce el idealismo que
pretendía superar. La huída fuera de sí, propia del Dasein heideggeriano, constituye para
Sartre la condición de posibilidad de la aparición del prójimo y en consecuencia, explica la
constitución de éste a partir de la semejanza que presenta con el ego. El prójimo
responde, de este modo, a una necesidad a priori dada por la estructura misma del sujeto.
En este sentido podemos entender la siguiente afirmación de Sartre: “su huída fuera de sí,
lo aísla tan ciertamente como la reflexión kantiana sobre las condiciones a priori de
nuestra experiencia”3.
4
SARTRE, Jean-Paul, op. cit., p. 314.
Podremos echar luz sobre este complejo camino si nos atenemos a descifrar el verdadero
interés que Sartre encuentra en Heidegger. Según el autor de Ser y tiempo, “los otros” no
se sitúan más allá del mundo del Dasein como algo distinto, viniendo al encuentro fortuito
de aquél, sino que como afirma el filósofo alemán “son, más bien, aquellos de quienes
uno mismo generalmente no se distingue, entre los cuales también se está”5. En este
punto es donde entendemos la incomodidad que le causa a Sartre la lectura de Ser y
Tiempo. Pues, tal como lo anunciamos con aterioridad, éste reacciona contra la filosofía
heideggeriana tildándola de idealista por reducir el encuentro real de dos ser-para-sí a
una estructura categorial de índole universal. Sin embargo, Heidegger parece adelantarse
a esas críticas y afirma que su objetivo no es anular el análisis ontológico-existenciario del
otro. Por el contrario, y en palabras del filósofo alemán, su propósito es “hacer
fenoménicamente visible la forma de este “ser-ahí-con” en la inmediata cotidianidad y
hacer de esta forma la exégesis ontológicamente adecuada” 6. Que el Mitsein sea una
determinación existencial del Dasein no implica que deba permanecer inexplorada la
esfera de los entes intramundanos. Tan sólo especifica que el mundo que comparte el
Dasein con los demás existenciarios tiene la estructura del “estar-en-el-mundo-con”. Por
lo tanto, es decisiva la distinción con los modos de ser categorial que caracteriza siempre
al ente que está-ahí, pues estos convergen en un mundo efectiva y primeramente dado y
se vinculan espacialmente ocupando un determinado lugar “dentro” del mundo. En
cambio, el Dasein se sitúa “en medio” del mundo en una relación de cercanía, incalculable
mediante la mera referencia a objetos dados en un espacio7.
Sin embargo, es palpable el riesgo que corre Heidegger al sostener aquello que
expresamos. ¿No tendría cada Dasein su propio prójimo, su propio mundo? ¿No se
reduciría al plano subjetivo la necesidad del otro? Sartre efectivamente considera que la
respuesta a este interrogante es afirmativa. Por un lado, él observa allí la preeminencia de
un ego que constituye su mundo a partir del apuntar intencional de los objetos externos y
de su propia conciencia. La postulación heideggeriana de la co-existencia del Mitdasein
con el Dasein quedaría, al parecer de Sartre, sujeta al aislamiento del “yo” respecto de la
5
HEIDEGGER, Martin, Ser y tiempo, Madrid, Ed. Trotta, 2003. Traducción de Jorge Eduardo Rivera. §
26, p. 143.
6
HEIDEGGER, Martin, op. cit., § 25, p. 141-142.
7
También en esta ocasión, seguimos la exégesis de Rivera y preferimos traducir Bei por “en medio de” en vez
de por el términos “cabe” pues este es multívoco y anticuado.
Ahora bien, si a la luz de estas consideraciones, Heidegger parece atado a la esfera pre-
ontológica del ser, Sartre no lo parece menos respecto de las corroboraciones empíricas
dadas por la mirada del prójimo. Heidegger nos advierte que el co-estar esencial del
Dasein no necesita de la comprobación fáctica de que no estoy solo. Si así lo fuera,
entonces el Mitsein sería únicamente “una condición que surgiría cada vez por la
presencia de los otros”8. Entonces, el otro no señala ya una ocasión para ratificar la
existencia de un mundo-en-común ni la posibilidad de corroborar la necesidad del análisis
del Dasein, sino que es parte de la propia forma de ser del Dasein, desde que está ya
siempre en-el-mundo. Según la tesis sartreana, en cambio, en virtud de la necesidad de
hecho que anima al prójimo, la ausencia de éste deja al ego despojado de la posibilidad
de una situación que le permita comprenderse a sí mismo como un campo de
posibilidades del que estrictamente no es dueño. Por lo tanto, en cierta manera, el filósofo
francés se halla encadenado a los diversos momentos en que el prójimo-sujeto viene al
encuentro a partir de su mirada. Ellos son la mera circunstancia para la postulación de la
auto-donación subjetiva y los actos del alter-ego aparecen siempre en un horizonte más
claro que los del ego. Entonces, vale preguntarnos, ¿hay en el planteo sartreano una
respuesta a la pregunta por el “quién” del prójimo? En un sentido, no la hay; pues, una
vez que el ego reacciona a la mirada constituyente del prójimo-sujeto, éste es ahora el
que se vuelve “para otro”, perdiendo su dimensión del para-sí. En otro sentido, sí existe
un modo a partir del cual el “quién” del prójimo-sujeto puede ser rastreado. Éste se
patentiza cuando me percato de que el único motivo por el cual yo me he vuelto objeto es
la presencia de una conciencia que no es la mía. Sin embargo, el hecho de que el prójimo
esté allende este mundo (“mi” mundo), oscurece nuevamente el modo en que, bajo estas
circunstancias, pueda revelarse el prójimo concreto e individual que Sartre buscaba. Aun
en las consideraciones de Sartre respecto a la libertad del prójimo, éste carece de
determinación. Es aquél quien afirma que “[e]l prójimo es ese yo mismo del que nada me
separa, nada absolutamente excepto su pura y total libertad, es decir, esa indeterminación
de sí mismo que sólo él tiene-de-ser para y por sí” 9. Siendo una estructura indeterminada,
el prójimo queda subyugado a una identidad desfigurada que encuentra su única
especificación en el modo en que nosotros nos “sentimos mirados”.
8
HEIDEGGER, Martin, op. cit., § 26, p. 144.
9
SARTRE, Jean-Paul, op. cit., p 378.
10
SARTRE, Jean-Paul, op. cit., p. 383.
11
HEIDEGGER, M., op. cit., §9, p 68 (traducción ligeramente modificada).