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Introducción
Entre los varios estilos o clases de liderazgo que pueda haber, lo que una congregación más
necesita es un liderazgo pastoral, que de lugar a un verdadero pastoreo de la Iglesia.
También lo que se pide que sea un liderazgo eficaz – en el sentido que logre las metas y
propósitos que se tracen.
¿Cuál es el contexto de este pasaje? Pablo escribiendo a la Iglesia en Éfeso; dos secciones
principales:
En Efe 4:11-16, podemos notar TRES principios importantes para un liderazgo pastoral eficaz:
Cristo es nuestro modelo de liderazgo. En Juan 5:17 y 19, el Señor establece un principio
fundamental en el liderazgo. ¡Hay que trabajar con el Padre!
Hoy, existe un fuerte énfasis humanista en el ministerio (se debe a la cultura vigente, del mundo
moderno, que transforma el hombre en ‘dios’). En la medida que esta corriente nos motiva a
trabajar, está bien; nos permite evitar el peligro de la pasividad inherente en el calvinismo (p.e. la
respuesta que se le dio a Guillermo Carey, cuando lanzó el desafío de las misiones).
PERO – el peligro es que una actitud ‘humanista’ nos lleva a trabajar independientemente de
Dios, estableciendo nuestra propia forma de trabajar, y estableciendo nuestras propias metas, etc.
Cristo no vino para hacer Su voluntad, sino la de Aquel que lo envió (Juan 6:38). Para ello, el
Señor quería ‘ver’ lo que el Padre estaba haciendo, y encaminar Su ministerio en esa dirección
(Juan 5:19). El liderazgo de la Iglesia debe partir de este principio fundamental.
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¡A veces actuamos como si a Dios habría que animarle a trabajar! Sin embargo, en los primeros
capítulos de Hechos, los apóstoles luchaban por mantenerse al ritmo del trabajo que Dios estaba
haciendo – miles de convertidos en Jerusalén (Hch 2:41; 4:4), ‘Samaria al Encuentro con Dios’
(Hch 8:5-25), una nueva obra en el África (Hch 8:26-40), la conversión de los gentiles (Hch 10),
etc.
¿Por qué digo esto? Para poder entender lo que Pablo escribe en Efe 4:12, “a fin de
perfeccionar a los santos”. Muchos piensan que Pablo aquí está describiendo lo que el liderazgo
de la Iglesia tiene que hacer. Pero dos cosas indican que esa sería una interpretación equivocada:
a. El Contexto
Hay que leer el v.12 en su contexto (v.7-11). El tema central es lo que Cristo ha hecho a favor de
la Iglesia. Él bajó a este mundo para salvarnos (v.9), y luego ascendió al cielo para darnos dones
espirituales (v.10, 8).
Recordemos que la RV es una traducción del texto original, y que la división en versos no fue
inspirada por Dios. Por ende, podríamos cambiar la traducción de los v.11-12, en la siguiente
manera: “Y él mismo, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, constituyó a
unos, apóstoles, etc.”. Esto indicaría que el sujeto de la oración es Cristo; Él es el que está
liderando la obra.
b. El Término – “perfeccionar”.
El contexto aquí parece apuntar a la obra de Dios en el creyente. Dios ha dado dones a los
creyentes, para que estén listos (‘arreglados’) para servir a Dios, y cumplir Su propósito en sus
vidas. La base del ministerio cristiano no es lo que el liderazgo de la Iglesia hace con los
miembros, sino lo que Dios hace para cada creyente – lo ‘perfecciona’ con a lo menos un
don espiritual, para que pueda servir a Dios, en la edificación del cuerpo de Cristo.
RESUMEN
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¿Qué implica esto para nuestro liderazgo? Tenemos que ‘ver’ lo que la Trinidad está haciendo, y
encajar con ese trabajo. Para cada congregación, el trabajo será diferente (¡tremenda variedad!).
Tal como Dios tiene ciertas ‘buenas obras’ que Él quiere que hagamos como individuos (Efe
2:10), también tiene ciertas ‘buenas obras’ que Él quiere que cada congregación haga. No es
asunto de copiar a otras iglesias, sino de ver lo que Dios quiere para nuestra congregación.
PERO, para evitar el peligro de la pasividad, hay que notar un segundo punto:
Nuestra tarea como líderes es simplemente la de ‘colaborar’ con Dios, en la obra que Él está
haciendo. No debemos trabajar independientemente de Dios, ni en competencia con Dios, sino
en paralelo con Él.
a. Enseñar – acerca de los dones espirituales. Empezando con los dones mencionados en
Efe 4:11; luego, continuando con los dones mencionados en 1 Cor 12:8-10.
Habiendo enseñado, el siguiente paso es ayudar a los hermanos a identificar sus dones
espirituales. Esto lleva tiempo y paciencia. Es difícil hacerlo con todos; pero se debe
poder hacer con muchos. ¡A lo menos con todos los que están en un ministerio!
b. Discipular – en cuanto al uso de los dones espirituales. Esto implica varias cosas:
iii. Colocar al frente de esos ministerios a un pastor o líder dotado con el don
apropiado. Su misión no es acaparar todo el ministerio, sino modelar el
ministerio.
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3. TENEMOS QUE ENTENDER LAS METAS DE DIOS (v.13-16)
Para lograr un liderazgo pastoral eficaz, no solo tenemos que colaborar con Dios, en el asunto del
uso de los dones espirituales, sino que debemos entender cuáles son las metas de Dios. ¿A dónde
está apuntando Él en todo lo que hace?
La meta de Dios es “la actividad propia de cada miembro”. Cada miembro de la iglesia debe
estar trabajando, y trabajando en aquella porción (‘metron’) de la obra a la cual Dios le ha
asignado, al colocarlo en el ‘cuerpo’ de Cristo.
También debe haber una unidad corporal (v.16). Esta es la responsabilidad del liderazgo – hacer
que todas las piezas del ‘cuerpo’ funcionen como debe ser, en unidad, para el bien del ‘cuerpo’.
OJO: No es fácil. ¡Cada uno se cree el más importante! Hay que enseñar 1 Cor 12:18-27. Y ver
cómo desarrollar una vida congregacional, en la cual esto se pone en manifiesto.
La meta final de Dios no es funcional, sino cristológica. Es decir, Dios no se conforma con
simplemente crear una congregación que funcione bien, sino que busca formar congregaciones
caracterizadas por el conocimiento de Cristo (v.13).
Niños son caracterizados por inestabilidad (regalos, etc). ‘Niños’ espirituales también son
inestables (espiritualmente), y se dejan llevar por las corrientes teológicas y las modas
eclesiásticas del día.
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PELIGRO: Satanás se encarga de usar “estratagema de hombres, que para engañar emplean con
astucia las artimañas del error” (v.14).
La tarea del liderazgo no es solo proteger a la Iglesia de tales cosas, sino formar a los creyentes
en tal manera que ellos mismos se cuidan.
Esta es la gran meta: alcanzar “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Es solo cuando
tengamos una iglesia llena de tales creyentes que podremos decir que hemos cumplido el
ministerio de liderar al pueblo de Dios.