Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
52]
On: 10 October 2014, At: 05:27
Publisher: Routledge
Informa Ltd Registered in England and Wales Registered Number:
1072954 Registered office: Mortimer House, 37-41 Mortimer Street,
London W1T 3JH, UK
Revista de Psicología
Social: International
Journal of Social
Psychology
Publication details, including instructions
for authors and subscription information:
http://www.tandfonline.com/loi/rrps20
Situaciones sociales: su
poder de transformación
a
Philip Zimbardo
a
Universidad de Stanford (EE. UU.)
Published online: 23 Jan 2014.
Resumen
A través de investigaciones experimentales y análisis socio-históricos, en los cuales hombres y mujeres norma-
les y corrientes son inducidos a comportarse de modo perverso, se muestra una perspectiva situacional sobre las
causas de la conducta antisocial de los individuos y sobre la violencia sancionada por las naciones. Esta aproxi-
mación socio-psicológica se contrapone al enfoque disposicional más tradicional que se centra en las causas inter-
Downloaded by [88.27.242.52] at 05:27 10 October 2014
nas, o en la personalidad, para explicar la conducta antisocial. Los resultados de este trabajo confirman el
principio lewiniano que postula que es posible investigar, dentro del “mundo real”, fenómenos sociales vitales
mediante procedimientos experimentales. El trabajo se centra principalmente en mis propios estudios, tanto en
aquellos realizados en el laboratorio como en los de campo, sobre la desindividuación, la agresión y el vandalis-
mo, y el experimento de la “Prisión de Stanford”, junto con un proceso de análisis de los estudios de obediencia de
Milgram y el análisis de “Desvinculación Moral” de Bandura. Este corpus de investigación demuestra el poder
que tienen las situaciones sociales para modificar las representaciones mentales y la conducta de los individuos,
grupos y naciones. Como contexto de referencia inmediato he escogido la epidemia de violencia en los Estados
Unidos.
Palabras clave: Perversidad, maldad, violencia, poder situacional, análisis disposicionales,ideología.
© 1997 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0213-4748 Revista de Psicología Social, 1997, (12) 1, 99-112
100
LA VIOLENCIA EN LOS ESTADOS UNIDOS
22 minutos.
Estas estadísticas encierran dos ideas aterradoras: primero, que ésto suceda en
los Estados Unidos a pesar de ser el país con el índice de encarcelaciones por cri-
minales convictos más elevado del mundo; y segundo, que haya un número tan
elevado de niños implicados, como víctimas o autores, de esta violencia mortífe-
ra. En el año 1994, el índice de encarcelamiento de criminales era de 517 por
cada 100.000 habitantes, cifra comparable con la de 355 correspondiente a
Sudáfrica, que ocupa el segundo puesto en cuanto a encarcelamientos.
Para comprender la violencia en los EE. UU., o en cualquier país, es preciso
adoptar un modelo multivariado de causalidad que reconozca los factores que
contribuyen a la agresión y que provienen de, al menos, 8 fuentes: factores indi-
viduales (tales como la genética, funciones cerebrales, personalidad); factores de
estímulos (como, por ejemplo, la disponibilidad de armas, el calor, imágenes de
los medios de comunicación); factores sociales (como las normas sociales, las tri-
bus urbanas violentas, el modelado, la desindividuación); factores estructurales
(como los sistemas de creencias/valores, estructuras de dominio institucional,
valores y estructuras familiares, el racismo); factores económicos (tales como la
privación relativa, el desempleo, las condiciones de vida); factores políticos
(como la utilización de la fuerza militar, la confianza depositada en ciertos ciu-
dadanos, las ambiciones de expansión territorial, la utilización de “chivos expia-
torios” para lograr ventajas políticas); factores históricos (tales como, una tradi-
ción que glorifica la violencia, las conquistas, una historia idealizada de la gue-
rra, el fomento de un odio constante hacia enemigos tradicionales); factores
ideológicos (considerar la violencia como un medio aceptable para defender el
honor y la seguridad nacional, así como las ideologías políticas o religiosas que
crean imágenes de enemigos de la Iglesia o del Estado-nación).
La actual violencia en los Estados Unidos resulta, pues, más comprensible en
términos de intervención de muchos de estos factores que se combinan en formas
complejas para crear un clima de violencia que envuelve a todos los ciudadanos.
No sabemos cómo evaluar los coeficientes de ponderación y su aplicación a cada
uno de estos factores causales; lo único que podemos afirmar es la influencia, en
distinto grado y forma, de estos factores.
Con este panorama actual de violencia americana como fondo, quisiera explo-
rar la cuestión más general de cómo entendemos la existencia de una violencia
humana de tales características, situándonos en el contexto más amplio de la
“psicología de la perversidad” que existe desde hace muchísimo tiempo. Primero
consideraremos el enfoque más tradicional que identifica a las “personas perver-
101
sas” para así intentar explicar la existencia del Mal, y luego señalaremos los
defectos que este tipo de enfoque tiene. A continuación perfilaremos la perspec-
tiva social o situacional de la maldad, principalmente a través de la investigación
realizada por la psicología social experimental.
Mi sesgo, desde luego, se inclina más hacia los análisis situacionales de la con-
ducta y proviene tanto de mi formación como psicólogo social experimental
como de haberme criado en la pobreza en un gueto neoyorquino del South
Bronx. Yo creo que es más probable que las orientaciones disposicionales correla-
cionen con el origen social, puesto que los ricos quieren atribuirse todo el mérito
de sus éxitos, mientras que los situacionistas surgen de las clases más bajas que
quieren buscar explicaciones a sus vidas disfuncionales, y las hallan en circuns-
tancias externas. Pero lo que me interesa principalmente es comprender la diná-
mica tanto social como psicológica implicada cuando una persona corriente,
“buena”, empieza a comportarse de forma antisocial y, en casos extremos, de
forma destructiva contra las personas o contra las propiedades. A esta conducta
destructiva la llamo “maldad” cuando la conducta va más allá de una clara reac-
ción de autodefensa.
¿Qué lleva a una persona a perder el respeto por una autoridad justa y obede-
cer a una autoridad injusta? Hemos visto que cada vez hay más americanos que
asesinan a otros; sin embargo, esta violencia personal “descontrolada” debe con-
siderarse dentro de un contexto de violencia institucionalizada que el Estado
sanciona y que típicamente oculta a los ciudadanos. Se aprende mucho a cerca de
la violencia y la transformación del bien al mal al estudiar las técnicas que
emplean los gobiernos para reclutar a hombres jóvenes y transformarlos en asesi-
nos.
Nuestra misión es la de profundizar en el conocimiento de cómo es posible
que prácticamente cualquier persona pueda ser reclutada para participar en actos
perversos, que priven a otros seres humanos de su dignidad, de su humanidad e
incluso de sus vidas. El análisis disposicional tiene el reconfortante efecto secun-
dario de permitir que aquéllos que aun no han cometido ningún acto de este tipo
103
puedan afirmar virtuosamente que “¡Yo no, yo soy diferente a esa clase de perso-
nas que hicieron eso tan horrible!”. Al postular una distinción de “Yo-Nosotros-
Ellos”, vivimos con la sensación de una superioridad moral firmemente arraigada
en la ignorancia pluralista que resulta del no reconocer el conjunto de circuns-
tancias situacionales y estructurales que hace posible que otros, como nosotros,
hagan cosas que antes pensaban que eran totalmente contrarias a su forma de ser.
Plantearé que la mente humana es tan maravillosa que puede adaptarse a casi
cualquier circunstancia del entorno para sobrevivir, para crear y, si es necesario,
para destruir. No nacimos con tendencias hacia el bien o el mal, sino con los
patrones mentales para hacer cualquiera de los dos. Sólo si reconocemos que nin-
gún hombre es una isla, que todos formamos parte del entramado humano, sólo
si se admite nuestra vulnerabilidad ante las fuerzas situacionales puede primar la
humildad sobre el orgullo infundado. Parece esencial llegar a entender hasta qué
punto la gente corriente puede dejarse seducir, o puede ser persuadida para parti-
cipar en actos malvados, si queremos desarrollar mecanismos para combatir tales
Downloaded by [88.27.242.52] at 05:27 10 October 2014
personas, que previamente habían sido etiquetadas, como si realmente las cono-
cieran y como si merecieran ser tratadas con respeto o ser maltratadas.
Lo que mi modelo añade a la mezcla de lo que hace falta para que gente buena
haga cosas malas es el centrarse en el papel de los controles cognitivos que, en
condiciones normales, guían la conducta socialmente deseable y personalmente
aceptable. Yo creo que esto puede lograrse simplemente eliminando estos proce-
sos de control, bloqueándolos, minimizándolos o reorientándolos. Al hacer esto
se aminora la conciencia, el conocimiento de sí mismo, el sentido de responsabi-
lidad personal, la obligación, el compromiso, la moralidad y los análisis en tér-
minos de coste y beneficios de determinadas acciones. Las dos estrategias más
generales para alcanzar esta meta perversa son: reducir los impulsos de responsa-
bilidad social del actor (nadie sabe quién soy, ni quiere saberlo), y reducir el inte-
rés de una autoevaluación por parte del actor. La primera reduce el interés por la
valoración social, por recibir la aprobación social y se produce al lograr que el
actor se sienta anónimo, actuando dentro de un entorno que propicia el anoni-
mato y diluyendo la responsabilidad la responsabilidad personal entre otras per-
sonas. La segunda estrategia pone fin a la automonitorización y a la monitoriza-
ción de congruencia al depender de tácticas que alteran el estado de conciencia
del individuo (mediante las drogas, suscitando emociones fuertes, conductas
desmedidas, agrandando la orientación del presente y desapareciendo la perspec-
tiva de pasado y futuro) y al proyectar la responsabilidad hacia otros.
Mi investigación y la de otros psicólogos (véase Prentice-Dunn y Rogers,
1983) sobre la desindividuación difieren del paradigma de los estudios de Mil-
gram en que no hay una figura de autoridad presente que anime a sujeto a obe-
decer. Al contrario, se crea la situación de tal forma que los sujetos actúen
siguiendo los caminos que han sido puestos a su disposición, sin pensar en el sig-
nificado ni en las consecuencias de esas acciones. Sus acciones no se guían cogni-
tivamente, como suele hacerse, sino que son dirigidas por las acciones de los que
le rodean, o por sus estados emocionales intensos, o por impulsos elicitados por
la situación, como la presencia de armas.
Ciertos entornos pueden llegar a transmitir una sensación de anonimato a las
personas que viven o actúan dentro de ellos. Los individuos que allí residen pier-
den el sentido de comunidad. El vandalismo y los graffiti pueden interpretarse
como intentos para alcanzar notoriedad pública por parte de individuos de una
sociedad que los personaliza.
Realicé un sencillo estudio de campo para demostrar las diferencias ecológicas
que existen entre un lugar donde predomina el anonimato y otro en el que pre-
107
domina el sentido de comunidad. Lo que hice fue abandonar coches usados, en
buen estado, en el barrio del Bronx dentro de la ciudad de Nueva York, y en Palo
Alto, California, a una manzana de la Universidad de Nueva York y de la Uni-
versidad de Stanford respectivamente. Como facilitador ambiental de la conduc-
ta agresiva de los vándalos en potencia, quitamos la matrícula y levantamos lige-
ramente el capó de cada coche. En el Bronx, los resultados no se hicieron esperar.
Desde nuestra posición estratégica al otro lado de la calle vimos cómo a los diez
minutos del comienzo “oficial” del experimento aparecieron los primeros vánda-
los. El desfile de vándalos continuó durante dos días, al cabo de los cuales ya no
quedaba nada que mereciese la pena llevarse. A partir de ese momento los vánda-
los empezaron a destruir lo que quedaba del coche. En un período de 48 horas
registramos un total de 23 contactos destructivos distintos realizados por un solo
sujeto o por grupos de personas que, o bien robaban algo del vehículo, o hacían
algo para destrozarlo. Curiosamente, sólo en uno de estos episodios fueron prota-
gonistas adolescentes; en todos los demás casos fueron protagonistas adultos,
Downloaded by [88.27.242.52] at 05:27 10 October 2014
muchos de los cuales iban bien vestidos y/o en sus propios coches, por lo que se
les podía clasificar fácilmente miembros de la clase media-baja. El anonimato nos
convierte a todos en vándalos. Pero, ¿cuál fue el destino del coche abandonado en
Palo Alto? Las imágenes tomadas a intervalos prefijados revelaron que no se pro-
dujo ningún acto de vandalismo en ningún elemento del coche durante el perio-
do de los cinco días en que filmamos. Cuando retiramos el coche, tres de los resi-
dentes de la zona llamaron a la policía para informar sobre el robo de un coche
abandonado (la policía ya estaba al corriente de nuestro experimento).
Ahora creo que cualquiera condición ambiental o social que contribuya a
hacer que algunos de los miembros de la sociedad se sientan anónimos, que
nadie sepa quiénes son, que nadie reconozca su individualidad y, por tanto, su
humanidad, les convierte en asesinos y vándalos en potencia, un peligro para mi
persona y para la suya (Zimbardo, 1976).
El segundo gran conjunto de principios eficaces por los que personas habitual-
mente “buenas” pueden ser reclutadas para hacer el mal, se manifiesta mediante
procesos de socialización sancionados por el gobierno en el poder, recogidos en los
Downloaded by [88.27.242.52] at 05:27 10 October 2014
CONCLUSIONES
Referencias
ADORNO, T. W., FRENKEL-BRUNSWICK, E, LEVINSON, D. J. y SANFORD, R. N. (1950). The authoritarian
personality. Nueva York: Harper & Row.
BANDURA, A. (1988). Mechanisms of moral disengagement. En W. Reich (Ed.), Origins of terrorism: Psy-
chologies, ideologies, theologies, states of mind (pp. 161-191). Nueva York: Cambridge University Press.
BANDURA, A., UNDERWOOD, B. y FROMSON, M. E. (1975). Disinhibition of aggression throught diffu-
sion of responsibility and dehumanization of victima. Journal of Personality and Social Psychology, 9,
253-269.
BARSTOW, A. L. (1994). Witchcraze: A new history of the European witch hunts. San Francisco: HarperCo-
llins.
BROWNING, C. R. (1992). Ordinary men: Reserve police battalion 101 and the final solution in Poland. San
Francisco: HarperPerennial.
DARLEY, J. y BATSON, C. D. (1973). From Jerusalem to Jericho: A study of situational and dispositional
variables in helping behavior. Journal of Personality and Social Psychology, 27, 100-108.
112
DARLEY, J., y LATANÉ, B. (1968). Bystander intervention in emergencies: Diffusion of responsibility.
Journal of Personality and Social Psychology, 8, 377-383.
DIENER, E. (1980). Deindividuation: The adsence of self-awareness and self-regulation in group meme-
bers. En P. B. Paulus (Ed.), The psychology of group influence. Hillsdale, NJ: Erlbaum.
FRASER, S. C., y ZIMBARDO, P. G. (1974). Deindividuation: Effects on anonymity on aggression in children.
Unpublised report. University of Southern California.
FRITZ, M. (1994). Rwanda killers express no regrets. Associated Press Report, printed in S. F. Chronicle,
(May 16), p. A-8.
KAMENETSKY, C. (1984). Children’s literature in Hitler’s Germany. Athens, OH: Ohio University Press.
KEEN, S. (1986). Faces of the enemy: Refections on the hostile imagination. San Francisco: HarperCollins.
KRAMER, H., y SPRENGER, J. (1971/ original 1486). The Malleus Maleficatum. (Trans. M. Summers).
New York.: Dover.
LEE, M., ZIMBARDO, P. G. y BERTHOF, M. (1977). Shy Murderers. Psychology Today, 11, 69 ff.
MILGRAM, S. (1974). Obedicence to authority. San Francisco: Harper y Row.
EMERSON, T., TAKAYAMA, H. y MACKILLOP, P. (1994). The Ghosts of Ishii. Newsweek, (Oct. 3), pp. 28-
29.
PRENTICE-DUNN, S., y ROGERS, R. W. (1983). Deindividuatio n and aggression. En R. G. Geen y E. I.
Donnerstein (Eds.), Aggression: Theoretical and empirical reviews: Vol. 2. Issues in research (pp. 155-171).
Nueva York.: Academic Press.
ROSS, L. (1977). The intuitive psychologist and his shortcomings. En L. Berkowitz (Ed.), Advances in
Downloaded by [88.27.242.52] at 05:27 10 October 2014