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El proyecto resuelve el ambiente interior de las cuatro plantas que forman el espacio
destinado a la escuela de cocina del campus universitario de “Utsunomiya”.
Con la intención de plantear entornos de aprendizaje que despierten y estimulen los cinco
sentidos, aplicando una estrategia de asociación entre el color y las características
organolépticas de determinados alimentos, se han seleccionado cuatro gamas, de 5 tonos
cada una, de colores que van del amarillo al naranja, del rosa al fucsia, diferentes tonos
de verde y de azul.
Sinestesia
La sinestesia es la sensación secundaria o asociada que se produce en una parte del
cuerpo en consecuencia de un estímulo aplicado en otra parte del mismo.
El color puede sensibilizar el sentido del gusto, por ejemplo, los sabores ácidos son
representados por el verde, los salados por el amarillo; esta es una forma de explicar la
sinestesia, de como los colores generan sensaciones en los sentidos.
En en caso del olfato, los colores y su tonalidad pueden representar aromas familiares.
La apariencia visual o textura que puede sugerir el color puede representar si lo que se
observa es blando, aspero, liso, liviano e incluso generar sensaciones térmicas.
Por su parte, los franceses distinguían el rojo como el color propio del vino, en tanto que
para los griegos la bebida era negra y para el pensador galo Lamartine era
indiscutiblemente azul. Los griegos y los romanos, si nos atenemos a las observaciones
de Félix de Azúa, nunca vieron el mar de color azul. O era oinapos –color del vino–, o
era caeruleus, que vendría a ser un verde oscuro. El español del Atlántico dice que el mar
es verde oscuro y el francés del Mediterráneo dice que es azul fuerte, en tanto que para el
italiano es gris opalino. Los colores están cargados de significaciones secretas, ajenas a
la naturaleza misma.
Esto produce además que aunque algunos idiomas contengan miles de nombres de
colores, la mayoría de éstos son palabras como “parecido a”, y que pueden cambiar en
cualquier momento por lo tanto, son de interés secundario. No importa cuántas
expresiones pueda tener un lenguaje para describir los matices del rojo, por ejemplo, ya
que todas ellas estarán subordinadas a la idea básica de rojo –como escarlata, bermellón,
carmesí, color ladrillo–, y todas están comprendidas dentro del concepto de “rojo”.
Denominación de un color
El vocabulario cromático actual en las lenguas más ricas o cultas, también es
lastimosamente reducido: menos de una docena de palabras, para referirse a los
matices básicos. Todas las demás palabras referidas al color –nombres de variaciones de
colores– son resultado de 4 posibles procedimientos, según Faber Birren2:
En el caso del color azul, por ejemplo, algunos de sus matices se denominaron de la
siguiente forma: la palabra azul viene del persa lazhward, y se refería a una piedra azul, el
lapislázuli. Ultramarino significa simplemente que este color venía de ultramar o “más allá
del mar”, mientras que el índigo es una abreviatura de “blue Indian dye” o tinte azul de las
Indias. Por su parte, el nombre del púrpura procede del griego porphyra, el crustáceo del
cual se fabricaba la púrpura de Tiro.
Los científicos que estudian la historia y el desarrollo de las lenguas suelen prestar mucha
atención a los nombres de los colores. La visión del color es común a toda la humanidad
y, para fines de comunicación, todos los pueblos han intentado definir los colores.
1. Ningún idioma tiene una sola palabra para designar un color, todos tienen como
mínimo dos. Cuando hay solo dos, son siempre el blanco y el negro.
2. Cuando hay tres palabras, la tercera siempre es el rojo.
3. Cuando hay cuatro palabras, se añade el verde o el amarillo;
4. Cuando hay cinco, se han añadido ambos, el verde y el amarillo.
5. Cuando hay seis palabras, se ha añadido el azul.
6. Cuando hay siete palabras, se ha añadido el café.
7. Cuando hay ocho o más palabras, se añaden siempre el púrpura, el rosa, el
naranja y el gris, y esto puede suceder en cualquier orden o combinación.
La norma sugiere que los idiomas adquieren los términos para designar los colores en un
orden cronológico, que a su vez puede ser interpretado como una secuencia de las
etapas de su evolución.